Las raíces del populismo en Polonia: crecimiento insostenible y reacción cultural

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Fecha de publicación: 04/2017
Autor:
Dominik Owczarek, jefe del Programa Sociedad y Democracia, Institute of Public Affairs (ISP), Varsovia
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En 2015, el partido autoritario populista Ley y Justicia ganó las elecciones parlamentarias y las presidenciales en Polonia, por primera vez desde la caída del gobierno de Jaroslaw Kaczyński en 2007. La victoria se produjo después de perder ocho elecciones consecutivas (locales, parlamentarias, presidenciales y europeas) ante el partido Plataforma Cívica  y su socio de coalición, el Partido Campesino Polaco. Formalmente, Andrzej Duda y Beata Szydło son el presidente y la primera ministra respectivamente; pero el poder real está en manos del presidente del partido Ley y Justicia, Jarosław Kaczyński, cuyo único cargo oficial es el de miembro ordinario del Parlamento. Desde que la nueva formación política ha llegado al poder, el populismo ha entrado en el Parlamento polaco y ha dominado el debate público.

La «edad de oro» de Polonia y el giro populista

Desde el punto de vista económico, Polonia ha sido uno de los países de Europa con mejores resultados desde la caída del telón de acero. El crecimiento de su PIB per cápita ha sido el mejor de entre todos los países postsoviéticos y postsocialistas. Desde su adhesión a las estructuras de la Unión Europea en 2004, también han mejorado otros índices clave: el promedio anual de ganancias nominales casi se duplicó entre el 2004 y el 2016 (un incremento del 60% al ajustarlo a la inflación), el salario mínimo aumentó más del doble nominalmente (o un 80%, ajustado a la inflación), el desempleo disminuyó más de 12 puntos porcentuales, la pobreza relativa cayó casi cuatro puntos porcentuales, y la pobreza extrema disminuyó en más de cinco puntos porcentuales. No ha habido un solo año de contracción económica, ni siquiera durante la crisis económica de 2008 o la subsiguiente crisis de la eurozona.

Sin embargo, gran parte de este crecimiento ha sido dispar. La desigualdad de ingresos aumentó mucho a consecuencia de la terapia de choque neoliberal de los años noventa: el coeficiente de Gini pasó del 0,27 en 1990 al 0,33 en 2000, antes de estabilizarse alrededor del 0,34-0,35 desde 2005; y la tasa de desempleo alcanzó un máximo del 20% en 2003 y 2004. El nivel de ingresos en Polonia sigue siendo tres veces inferior a la media de la UE y apenas una quinta parte del salario promedio en Reino Unido. Polonia tiene una gran proporción de contratos de trabajo temporal (28%) y encabeza la UE en términos de horas de trabajo semanales. La incertidumbre en los mercados laborales y las oportunidades limitadas han llevado a casi 2,4 millones de polacos (más del 6% de la población total) a emigrar a países de Europa Occidental en busca de una vida mejor.

No obstante, contrariamente a lo ocurrido en la mayoría de los países de Europa Occidental, no fue la recesión posterior al 2008 la que abonó el terreno a los movimientos populistas. El impacto social de la crisis fue mucho menor que el impacto del proceso de transformación de los años noventa y, de hecho, nunca llevó a la recesión. Por lo tanto, resulta difícil argumentar que el éxito de los movimientos y de los partidos populistas en 2015 fue puramente el resultado del deterioro de las condiciones sociales y económicas, porque los éxitos electorales populistas son mucho más amplios de lo que el clima económico parecía justificar.

Existe una discrepancia sorprendente entre la valoración de las condiciones de vida personales por parte de la ciudadanía polaca y sus opiniones sobre la política y las condiciones económicas en general. Los polacos consideran que estas últimas son malas año tras año desde 1989 (con escasas excepciones), pero creen que sus condiciones de vida personales han mejorado.

Ley y Justicia ha capitalizado esta discordancia en su carrera de fondo hacia el poder. Construyó la narrativa de «Polonia en ruinas» (en contraste con los eslóganes electorales de la Plataforma Cívica: «Isla verde» y «Polonia en construcción»), centrándose en las percepciones negativas subjetivas de la vida pública y en las expectativas insatisfechas de algunos grupos. Al mismo tiempo, esta narrativa omitió hechos como la mejora de los indicadores socioeconómicos y propuso explicaciones alternativas de la realidad, a la manera de la posverdad. El caso polaco ilustra cómo el aumento de la prosperidad por sí solo no es necesariamente el antídoto para la retórica autoritaria populista. Fueron precisamente un liderazgo político inteligente y una retórica bien afinada lo que parece haber sido decisivo en la victoria del partido Ley y Justicia.

La victoria de la retórica populista y el inicio de la «democradura»

La adhesión a la OTAN y a las estructuras de la Unión Europea fueron los grandes objetivos del período de transformación. La sociedad estaba motivada para sacrificarse por el bien de estas metas. Sin embargo, una vez alcanzadas, los polacos sintieron que se enfrentaban a un futuro incierto. El sentimiento de esperanza que unificaba las aspiraciones sociales fue reemplazado por el temor a las amenazas externas: la crisis económica proveniente de Estados Unidos y la zona euro, la guerra entre Rusia y la vecina Ucrania, la crisis de los refugiados y, más tarde, el Brexit y la posibilidad de que el derecho al trabajo de los trabajadores migrantes polacos pudiera verse reducido en los países de Europa Occidental.

Mientras tanto, la clase media emergente comenzó a ver los límites del crecimiento. Algunos de sus miembros se vieron gravemente perjudicados por el aumento del valor del franco suizo, que afectó a miles de titulares de hipotecas denominadas en esa moneda. De forma similar, aumentó la frustración y el miedo entre la generación joven. En Polonia, los millenials fueron la primera generación con tasas de asistencia universitaria al nivel de los países de Europa Occidental (alrededor del 50% entre los menores de 30 años). Han adquirido altas cualificaciones profesionales, han aprendido lenguas extranjeras y han estado en universidades extranjeras mediante becas, y ello ha creado expectativas acerca de sus futuras carreras y de su estilo de vida. La juventud polaca creía tener un estatus económico y unas perspectivas iguales que las de sus amigos Erasmus de los países occidentales, pero chocó con la realidad al entrar en el mercado de trabajo. Esta juventud se ha visto obligada a aceptar prácticas no remuneradas o empleos temporales no cualificados, y ha tenido que vivir con los padres ante las escasas posibilidades de alquilar o comprar un piso y formar una familia.

Además de los agravios económicos, ha aumentado el malestar entre parte de la población por la proliferación de normas sociales liberales y de derechos humanos, como el feminismo y los derechos LGBT. Los estudios muestran una creciente división social y política por cuestiones morales y culturales, más que socioeconómicas. La crisis de los refugiados –y, en especial, la polémica política de la Comisión Europea sobre las cuotas obligatorias de refugiados sirios para cada Estado miembro– provocó un aumento de la xenofobia, similar a los populismos de Europa Occidental.

La estrella de la Plataforma Cívica comenzó a desvanecerse a medida que aumentaban las frustraciones económicas y morales. En la campaña del 2015, el partido Ley y Justicia no se dirigió solo a su electorado habitual, a saber, las generaciones de más edad de las zonas rurales y de las pequeñas ciudades con menor nivel educativo y católicos romanos firmes con opiniones morales conservadoras. El partido también se acercó a las generaciones más jóvenes (animadas por jóvenes intelectuales a la última, los llamados «hípsters de derechas») y a los votantes indecisos decepcionados con los ocho años de Gobierno de la Plataforma Cívica. Además, ningún partido de izquierdas logró alcanzar el umbral de entrada, de modo que el partido ganador salió beneficiado al ganar puestos adicionales en el Parlamento.

Para reconstruir el país «en ruinas», Ley y Justicia prometió revertir la reforma de la edad de jubilación (de 67 años para hombres y mujeres a 60 para las mujeres y 65 para los hombres), ampliar considerablemente los beneficios familiares con el Programa Familia 500+ (Rodzina 500+), y construir muchos apartamentos nuevos en terreno de propiedad estatal. Los tres programas fueron introducidos en 2016 sobre la base de la doctrina mayoritaria, a pesar de las críticas de expertos y de las preocupaciones en materia de financiación. Se suponía que el aumento del gasto público estaría cubierto por una mejor recaudación del IVA, un nuevo impuesto sobre las ventas y un nuevo impuesto bancario, pero ninguno de estos programas se ha aplicado aún y Polonia probablemente incumplirá la normativa presupuestaria europea.

El generoso gasto público se utilizó para complacer al electorado, atenuar las críticas y así introducir cambios radicales «en nombre del pueblo». Ley y Justicia aplicó su doctrina del mayoritarismo al sistema judicial, violando libertades y utilizando su mayoría en el Parlamento para desmantelar los controles y los equilibrios del sistema democrático polaco. Se ha socavado la independencia del Tribunal Constitucional y de las cadenas públicas, y se han endurecido las leyes sobre reuniones públicas y sobre el sistema de financiación de las ONG. Esta «democradura» limita severamente el papel de los partidos de la oposición y las posibilidades de consulta pública, lo que llevó a la Comisión Europea a emitir una clara advertencia e iniciar los procedimientos de recomendación complementaria relativa al Estado de derecho, en enero del 2016.

Este no fue el único revés en materia de asuntos exteriores. El actual Gobierno ha deteriorado las buenas relaciones que tenía Polonia con las instituciones europeas y con sus socios estratégicos (por ejemplo, Alemania y Francia), pero también con Rusia. Los socios preferidos han perdido importancia y fiabilidad, es decir, el Reino Unido desde el Brexit y Estados Unidos con la llegada de Donald Trump. Incluso los países de Visegrado tienen solo un interés moderado ​​en cooperar con Polonia en estas circunstancias. En marzo de 2017 el Gobierno de Beata Szydło provocó un escándalo durante las elecciones del presidente del Consejo Europeo. En lugar de apoyar a Donald Tusk, que se presentaba a la reelección, el Gobierno presentó a su propio candidato, quien no logró convencer a ningún Estado –ni tan siquiera a la Hungría de Víktor Orbán o a los demás países de Visegrado–.

A pesar de todo, una amplia mayoría de los seguidores del partido Ley y Justicia considera que su partido ha conseguido mejorar la calidad de vida, cumplir sus promesas, y mantener la democracia y el Estado de derecho. En definitiva, las cifras muestran una Polonia dividida: el 50% piensa que el Gobierno no está cumpliendo sus promesas electorales, y un 56% es crítico con su enfoque de la democracia y del Estado de derecho. Entre la oposición liberal y de izquierdas –Plataforma Cívica, Polonia Moderna, Izquierda Unida y Juntos– esta cifra se dispara: un 70% piensa que el Gobierno del partido Ley y Justicia ha perjudicado la democracia del país.