Andrés Manuel López Obrador: el regreso a la génesis revolucionaria
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos, el que parecía eterno aspirante ha conseguido el objetivo que buscó por varias décadas. En su carrera hacia el poder, López Obrador pasó del ala izquierda del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el Estado de Tabasco, de donde es originario, a embarcarse en varias escisiones buscando las esencias de una izquierda con vocación moralizadora. Primero se integró en la Corriente Democrática del PRI, que dio lugar después a la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) con el que alcanzó la Gobernación del Distrito Federal en el año 2000. Más tarde, tras perder dos elecciones presidenciales, impulsó la fundación de lo que inicialmente fue un movimiento cívico y acabó convertido en un partido a su imagen y semejanza: el Movimiento de Regeneración Democrática (MORENA), con el que ha alcanzado la presidencia en 2018. Conocido coloquialmente como AMLO y popularmente como «El Peje» (en referencia al pejelagarto, un peculiar animal tabasqueño), ha sido un líder combativo que ha forjado un hiperliderazgo basado en la denuncia de las élites tradicionales.
Mal perdedor, sus derrotas han sido sucedidas por denuncias, protestas y movilizaciones masivas en contra de los que consideró fraudes electorales. En las elecciones presidenciales de 2006 perdió por un escaso 0,56% de los votos frente a Felipe Calderón. La negativa a reconocer los resultados le llevó incluso a autoproclamarse presidente legítimo, enfundarse la banda presidencial en pleno Zócalo capitalino y nombrar un gobierno paralelo con el que estuvo recorriendo el país, para disgusto de los sectores moderados del que aún fue su partido durante algunos años más. En las elecciones de 2012 la diferencia frente a Enrique Peña Nieto del (PRI) fue más contundente.
Acabó sus estudios en Ciencias Políticas y, desde muy joven, su carrera profesional se ha desempeñado exclusivamente en este ámbito. Amigo del contacto directo y de ejercer el liderazgo y movilización de masas es, además, un prolijo escritor con más de 15 libros en los que analiza la historia del país y publicita sus propuestas políticas. En esta carrera de largo recorrido AMLO ha conseguido el favor de la opinión pública mexicana que, tras 100 días de Gobierno le da un índice de aprobación que supera el 70%.
¿Qué hace AMLO?
A pesar de su discurso anunciando un cambio profundamente social, hoy suavizado, no ha habido grandes sorpresas en los primeros 100 días de su Gobierno al frente de la coalición Juntos Haremos Historia, compuesta por MORENA, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES). Contar con una cómoda mayoría absoluta en las dos cámaras le da margen para afrontar la legislatura sin sobresaltos, aunque la coyuntura económica y de seguridad no sea halagüeña.
Mesianismo intelectual y apelación al pueblo
Una de las características principales del hiperliderazgo de AMLO es el de compararse con tres de las mayores figuras históricas de la patria: el revolucionario Benito Juárez, o los expresidentes Lázaro Cárdenas y Francisco I. Madero; y no oculta su pasión por el relato histórico, aunque ello le ha valido la acusación por parte del historiador Enrique Krauze (2019) de tratar de politizar la historia.
AMLO es ferviente admirador de Lázaro Cárdenas quien definió las bases ideológicas del que sería el futuro PRI, artífice de la reforma agraria, la expropiación del petróleo y el principio de no reelección, al que muchos atribuyen haber preparado el escenario de estabilidad política que México vive hasta ahora. El hiperliderazgo de AMLO, como ha expresado muchas veces, busca heredar la figura de Cárdenas, haciendo de MORENA el partido que recupere las bases históricas del priismo.
Su beligerancia es contra sus rivales, no contra las instituciones políticas. Hacia los otros liderazgos que según él han secuestrado la esencia del PRI de Cárdenas y que él pretende recuperar mediante la «Cuarta Transformación ». Aunque las medidas concretas están por determinar, las propuestas de AMLO hablan de un cambio de modelo más proteccionista que priorice el mercado interno, la lucha contra la pobreza y la desigualdad como centro de sus políticas, acabar con la corrupción y el despilfarro y cambiar la estrategia contra la violencia erradicando sus causas. Es decir, conseguir la paz a través de la justicia y garantizar los valores democráticos.
Sus críticos aseguran que AMLO habita más en lo simbólico que en propuestas concretas. En este sentido, Krauze (2016) le puso el apelativo del «mesías tropical» ya en su primer asalto a la presidencia en 2006. Desde la izquierda, el antropólogo, escritor y académico Roger Bartra resalta que esa evocación nostálgica a los viejos tiempos revolucionarios puede suponer una regresión al pasado del viejo PRI (Ballesteros, 2018). Por su parte, el politólogo del Tec de Monterrey, Arturo López Montiel, le acusa de «tratar de entrar en la historia por adelantado » antes de que su anunciada transformación se produzca (Cacelín, 2018).
AMLO se defiende de tales acusaciones apelando a los valores de la Revolución y a su talante liberal frente al conservadurismo que, en su opinión, ha dominado en las últimas décadas en México en lo que califica de «viejo régimen». Además, su transformación se anuncia como tranquila, sin enfrentamiento y de forma gradual. De hecho, ha asegurado que no hará cambios constitucionales importantes en los próximos tres años, enviando un mensaje de respeto a la institucionalidad frente a aquellos que le acusan de buscar apoderarse de las instituciones para concentrar el poder. Parece que AMLO no quiere cambiar los ejes de legitimidad liberal-democrática y se vincula más bien a una idea de orden anclada en la cultura política del cesarismo mexicano y continuadora de la etapa priista.
Al iniciar su mandato, AMLO también ha hecho alarde de la «austeridad republicana» que predica. El primer acto simbólico fue renunciar a vivir en la residencia presidencial Los Pinos y abrirla al público. También rechazó el avión presidencial, la escolta del Estado Mayor Presidencial y el coche oficial blindado. Otras medidas en la misma dirección fueron la bajada de sueldos a los altos funcionarios, la eliminación del fuero a los expresidentes o la venta de los coches oficiales. En su cruzada contra la ineficacia y la corrupción, ha tomado algunas medidas polémicas como las que pretenden reducir el peso de los intermediarios. Así redujo las ayudas a entidades privadas para programas de acogida infantil y para víctimas de los malos tratos.
Desapego por el debate pluripartidista y enfoque plebiscitario
Su tradicional querencia por ocupar la plaza pública y su apelación al pueblo como fuente última de legitimidad se escenificó también el día de su investidura cuando, después de jurar su cargo ante el Congreso, se dirigió al Zócalo y en un acto cargado de simbolismo recibió el bastón de mando de manos de representantes de los pueblos indígenas. En este contexto litúrgico, cargado de estética y simbolismo, muy característico de la definición de hiperliderazgo, prometió la «purificación de la vida pública de México» (1) y la construcción de «una modernidad forjada desde abajo y para todos». A continuación, en un discurso de hora y media anunció las primeras medidas que pensaba tomar. Entre ellas, figura la promesa de hacer una consulta para preguntar al pueblo mexicano si debe continuar como presidente de la República en 2021. Se comprometió también a estar «cinco días a la semana en municipios y estados del país recogiendo los sentimientos del pueblo, resolviendo problemas y evaluando el avance de los programas de desarrollo y bienestar».
Nada más tomar el poder decidió someter algunas de sus promesas electorales a plebiscito popular. La primera fue sobre la clausura del nuevo aeropuerto de Ciudad de México que ganó por un 70%, aunque con una participación muy baja (1 millón de personas de casi 90 millones de potenciales electores). Después se hicieron consultas sobre su proyecto estrella en infraestructuras, el Tren Maya, que ganó con un contundente 90%. Ese mismo porcentaje aceptó la construcción del Tren Transístmico, aunque también con una modesta participación. Respecto a la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, el 91% se mostró a favor, pero la puesta en marcha de la planta termoeléctrica en el Estado de Morelos recibió tan solo el apoyo del 60% y una participación de apenas 55.000 electores.
Asimismo, se han llevado a consulta algunas iniciativas sociales, todas ellas con resultados afirmativos, aunque la participación solo rozó el millón de personas. El recurso a este ejercicio plebiscitario ha sido cuestionado por la oposición que, además de la baja representatividad cuantitativa de los participantes, señalan cómo se está condicionando el presupuesto y sustrayéndolo al debate parlamentario.
AMLO no obvia las diferencias de posicionamiento, pero prefiere remitirlas a la consulta directa que dirimirlas en negociaciones entre los representantes políticos. En sus palabras: «Ya se acabó el régimen central, inicia la etapa de la democracia participativa» (2). Según el politólogo Emilio Lezama (2019), López Obrador «ha construido un sistema de creencias hermético» y autorreferencial en el que la toma de decisiones se centra en su persona.
Este mismo autor señala que, aunque su diagnóstico pueda ser en muchas ocasiones acertado, el problema es que no se escuchan los pros y los contras, y las decisiones se toman de forma personalista. Por ejemplo, la designación de un delegado personal en cada Estado de México le ha valido también las críticas de tratar «de establecer un sistema paralelo de poder y gobierno» (Castañeda, 2019) para controlar a los gobernadores. En esta dirección de autoerigirse en factótum, Ricardo Raphael (2018) señala que López Obrador «se presenta como un líder que tiene cualidades únicas para resolver los problemas del país» y que «se asume como la única persona capaz de llevarlo a cabo». Una conexión directa con la tendencia de los hiperliderazgos al unipersonalismo intelectual donde se sobrerrepresentan las capacidades del líder frente a cualquier otro partícipe en la toma de decisiones, dando lugar también a un desprecio a la discusión o a cualquier cuestionamiento de sus capacidades como estadista.
¿Qué dice AMLO?
«No mentir, no robar y no traicionar al pueblo» (3) estos son, según Andrés Manuel López Obrador (AMLO), los tres principios básicos en los que se apoya su compromiso con los ciudadanos. AMLO ha sabido articular su discurso y su comunicación en torno al hartazgo y descontento de los mexicanos con la clase política, situándose como el único capaz de transformar el país. Ante la sensación de frustración de gran parte de los mexicanos por su sistema político, AMLO y su partido MORENA se presentaron a las elecciones como «la esperanza de México».
La emocionalidad en su discurso
El tres veces candidato presidencial ha mantenido el mismo discurso por más de 10 años: transformar México (la esperanza) y luchar contra el poder corrupto y sus privilegios (el descontento). En este sentido, se ha centrado, durante años en construir un escenario polarizado entre la «mafia del poder» que representan las elites políticas y el «pueblo bueno» al que representa su hiperliderazgo. Sin embargo, las críticas han ido siempre dirigidas a hacia sus adversarios políticos, pero no a la estructura del sistema democrático, lo que lo diferencia en gran medida de líderes populistas que también utilizan este binomio entre buenos y malos.
AMLO construye, sin duda, sus discursos con un alto grado de emotividad, un estilo discursivo que podríamos catalogar, como define el presidente de The New York Times, Mark Thompson (2017), de autenticista. Los autenticistas, en contraposición a las élites y los expertos, son aquellos «para quienes lo más importante es expresar las necesidades emocionales, incluso espirituales de la comunidad (…) pretenden hablar el mismo lenguaje sencillo de la gente que aseguran representar». AMLO habla lento, utilizando el refranero popular, mezclando elementos religiosos, habla de valores morales como la bondad o el perdón, de historias cercanas. Una de las estrategias comunicativas más eficaces de López Obrador ha sido sin duda apelar al espacio emocional y simbólico de los mexicanos. «Es percibido por mucha gente como un líder que se equivoca, pero que dice la verdad» (Del Pozo, 2017), un estilo comunicativo totalmente opuesto al de su antecesor Peña Nieto y de sus adversarios en la última campaña electoral.
En este campo simbólico, otro de los conceptos más recurrentes en el discurso de AMLO es definirse como un elemento completamente mexicano, objetando las críticas que asemejan su estilo y perfil político a Hugo Chávez o a otros líderes de la región. Durante la campaña, aseguraba en su cuenta de Twitter «Ni chavismo, ni trumpismo (…) Sí juarismo, sí maderismo, sí cardenismo, sí mexicanismo y que quede ya claro» (4). La utilización de descalificaciones a sus adversarios también ha sido un sello de identidad, sobre todo durante sus campañas electorales: «conservadores», «mezquinos y neofascistas», «corruptos», «la mafia de la ciencia», «machuchones» (5). Y no solo con sus adversarios políticos, sino también con aquellos medios de comunicación críticos, a quienes se ha referido en muchas ocasiones como «prensa fifí».
Centralidad de la comunicación
AMLO no solo genera cercanía y diseña un mensaje sencillo con sus discursos, sino también con sus acciones, planteando la austeridad como una forma de vida, reforzando la coherencia entre sus palabras y sus actos. Es conocido también por su preferencia por comer en sitios humildes. Son constantes sus sorpresivas paradas de camino a actos oficiales para a tomarse un café, o para comer en establecimientos de carretera, sin escoltas visibles, cercano a la gente (6). Acciones que repercuten en su imagen de manera muy positiva, ya que además aprovechan el efecto multiplicador de las redes sociales. La gente que se cruza con AMLO se fotografía con él, comparten vídeos, etc. Esta generación de contenidos no proviene de su Secretaría de Comunicación, ni de sus declaraciones en medios, sino que son sus propios seguidores quienes contribuyen a reforzar el carácter público de AMLO.
En este sentido, otro de sus aciertos comunicativos y que ha contribuido a su victoria electoral ha sido su posición en las redes sociales y el papel de sus seguidores, muchos de ellos autoproclamados como #AMLOVERS (7), recordando el fenómeno fan que pueden generar artistas y celebridades. En sus primeras palabras tras conocer su victoria, AMLO dedicó un agradecimiento expreso a los canales de comunicación digital: «Mi gratitud con las benditas redes sociales». Durante el tiempo de campaña, según una evaluación hecha en conjunto por Forbes México y Brandwatch (Medina, 2018), AMLO centralizó el 40% del total de la conversación que se generó en las redes sociales. Sus adversarios rondaron menos de 20%. Según el analista mexicano Frank Estrada, «Se nota totalmente la fortaleza que tiene AMLO en las redes sociales. Su gente no solo lo sigue, sino que es su primera línea de defensa. Si lo comparas con lo que le pasó a Peña Nieto, es todo lo contrario: un presidente carente de cualquier tipo de apoyo en este universo» (Medina, 2018).
A pesar de la popularidad de AMLO en las redes sociales y de contar en ellas con fieles defensores, no se ha buscado centralizar la comunicación en el espacio digital. Según Jesús Ramírez Cuevas, responsable de la estrategia de comunicación de López Obrador, se ha apostado por «la cercanía con los ciudadanos e informar desde redes, pero también desde espacios públicos y medios de comunicación para llegar a todos los rincones del país, incluidas las comunidades indígenas» (8). Todas las mañanas, en señal abierta de televisión y otros formatos de streaming López Obrador asiste a las conocidas como «Mañaneras de AMLO». «Una rueda de prensa diaria en la que no hay restricción de preguntas, ni preselección de periodistas. Es 7% del tiempo dedicado a gobernar, todos los días de lunes a viernes (...) en estos primeros meses de su Gobierno se le han planteado ya más de 1.500 preguntas» (Zepeda, 2019). Una estrategia que ya había experimentado antes, durante su mandato como alcalde de la capital mexicana, cuando tenía la costumbre de convocar una rueda de prensa diaria a las 6:30 de la mañana (Rojas, 2018). AMLO ha puesto su comunicación –cercanía, regularidad diaria, etc.– en el centro de su estrategia para diferenciarse de la hegemonía de los partidos tradicionales de México.
Conclusiones
Tras un período de alternancia de los grandes partidos PRI y PAN donde las siglas pesaban, muchas veces, más que los líderes, López Obrador se ha impuesto como el nombre propio de la transformación que exigen los mexicanos.
AMLO es líder indiscutible del partido MORENA, creado por y para él, característica de un hiperliderazgo que centraliza todas las decisiones en su persona, reduciendo a la mínima expresión el pluralismo interno. Su percepción como hiperlíder se sustenta en su apelación constante al pueblo, la emocionalidad en su discurso y en una simplificación del pensamiento que enfrenta a «la mafia del poder», contra el pueblo bueno, a quien AMLO dirige toda su atención discursiva. El espacio de lo simbólico con sus medidas de austeridad, los actos litúrgicos y los gestos estéticos han sabido capitalizar y conectar con la esperanza del cambio, de una ciudadanía mexicana cansada de los altos índices de violencia y corrupción de los gobiernos anteriores.
Mientras que su antecesor Peña Nieto fue un presidente con poca conexión con los ciudadanos, poco accesible a los medios, representante de esta élite a la que AMLO señala como el enemigo, él se presenta cercano y empático con los problemas del pueblo. Un estilo comunicativo y de gestión que le permite a López Obrador escapar del discurso reflexivo del tiempo político tradicional. Las mañaneras son un claro ejemplo. Son la forma en que el presidente acerca su liderazgo al ideal del ágora griega, el encuentro directo entre el soberano y el pueblo (en este caso con los medios como intermediarios). AMLO acapara toda la atención mediática de su Gobierno y también, de esta manera, impone la agenda informativa del día.
Sin duda, AMLO plantea uno de los casos más claros de la delgada línea que puede haber entre un líder populista y un hiperliderazgo. La centralidad de la toma de decisiones, a pesar de profesar un respeto absoluto a las instituciones democráticas, mantiene a AMLO en una zona gris que se irá decantando una vez avance su sexenio. De momento, López Obrador hace fuerte hincapié en el respeto por las estructuras democráticas, sin haber tensado de manera preocupante los ejes de legitimidad liberal-democrática. Donde algunos ven un acercamiento populista, otros identifican el rumbo de AMLO como un retorno a las tesis históricas del PRI, representadas en la figura de Lázaro Cárdenas.
En el discurso que dio a la nación a los 100 días de Gobierno afirmó su apego al Estado de derecho «nada ni nadie por encima de la ley» y con el derecho a discrepar de los medios de comunicación, pero también su compromiso popular reiterando una expresión que fue utilizada por el movimiento zapatista «mandar obedeciendo al pueblo» (9).
Notas:
1. «Discurso íntegro de Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo». Animal Político (1 de diciembre de 2018) (en línea) https://www.animalpolitico.com/2018/12/discurso-amlo-zocalo/
2. «Ya se acabó el régimen central, inicia la etapa de la democracia participativa: AMLO». El Economista. (24 de novembre de 2018) (en línia) https://www.eleconomista.com.mx/politica/Ya-se-acabo-el-regimen-central-inicia-la-etapa-de-la-democracia-participativa-AMLO-20181124-0007.html
3. Estas declaraciones forman parte del Segundo Mensaje Presidencial AMLO en la Plaza del Zócalo. Véase, Discurso de López Obrador en la Plaza del Zócalo, 2 de julio de 2018. Canal CNN Español: https://cnn.it/2ETnQIb
4. Mensaje de AMLO en redes sociales «ni chavismo, ni trumpismo», 14 de marzo de 2018. Canal Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=Y9_MCpGswAw
5. Uno de los puntos que se describen Espino (2019) es el de «El insulto como arma retórica. La reificación es un recurso retórico que consiste en cosificar a las personas».
6. Tanto en sus redes sociales como en información de prensa es habitual que AMLO aparezca en fotografías junto a ciudadanos, en lugares populares de todo México. Véase, «Captan a AMLO en un Oxxo comprándose un café», El Imparcial (10 de diciembre de 2018) (en línea) https://www.elimparcial.com/sonora/mexico/Captan-a-AMLO-en-un-Oxxo-comprandose-un-cafe-20181210-0076.html
7. Un término que define a «los simpatizantes del aspirante presidencial menores de 30 años» y que se identifican con esta etiqueta en redes sociales (Cruz, 2018).
8. Extracto de la entrevista al responsable de la comunicación de AMLO, Jesús Ramírez Cuevas. «López Obrador descarta gobernar con “tuits” porque “banaliza la política”». Agencia EFE (26 de septiembre de 2018) (en línea) https://www.efe.com/efe/america/portada/lopez-obrador-descarta-gobernar-con-tuits-porque-banaliza-la-politica/20000064-3762100
9. Discurso de López Obrador sobre los primeros 100 días de gobierno, 11 de marzo de 2019. Canal Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=_er-PTsJTWM
Referencias bibliográficas
Ballesteros, Cecilia. «López Obrador representa la regeneración del viejo autoritarismo priista». El País. (25 de junio de 2018) (en línea) https://elpais. com/internacional/2018/06/25/mexico/1529881321_173616.html
Cacelín, Janet. «¿En qué consiste la “cuarta transformación” que López Obrador quiere para México?». Univision. (30 de noviembre de 2018) (en línea) https://www.univision.com/noticias/america-latina/en-que-consiste-lacuarta-transformacion-que-lopez-obrador-quiere-para-mexico
Castañeda, Jorge G. «Los primeros cien días de AMLO: lo feo, lo absurdo y lo bueno». The New York Times. (12 de marzo de 2019) (en línea) https://www.nytimes.com/es/2019/03/12/cien-dias-lopez-obrador/
Cruz, Mónica. «‘AMLOvers’: los jóvenes que votarán por ya sabes quién pase lo que pase». El País. (23 febrero de 2018) (en línea) https://elpais.com/internacional/2018/02/20/mexico/1519147617_285802.html
Del Pozo, Antonio. «La efectiva estrategia de AMLO que no tienen los otros políticos». Diario Digital. (16 de agosto de 2017) (en línea) http://mirahechosyrealidades. mx/nacional/la-efectiva-estrategia-de-amlo-que-no-tienenlos-
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Espino, Luis Antonio. «Siete claves de la comunicación de AMLO en sus primeros 100 días de gobierno». Letras Libres. (6 de marzo de 2019) (en línea) https://www.letraslibres.com/mexico/politica/siete-claves-la-comunicacion-amlo-en-sus-primeros-100-dias-gobierno
Krauze, Enrique. «El presidente historiador». Letras libres, n.º 241 (2 de enero de 2019) (en línea) https://www.letraslibres.com/mexico/revista/el-presidente-historiador
Krauze, Enrique. «El Mesías Tropical». Letras Libres, n.º 90 (junio de 2016) (en línea) https://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/el-mesias-tropical
Lezama, Emilio. «El enemigo de AMLO». El Universal. (6 de enero de 2019) (en línea) https://www.eluniversal.com.mx/articulo/emilio-lezama/nacion/el-enemigo-de-amlo
Medina, Alejandro. «Las benditas redes sociales que le dieron ‘like’ a AMLO». Forbes. (29 de noviembre de 2018) (en línea) https://www.forbes.com.mx/las-benditas-redes-sociales-que-le-dieron-like-a-amlo/
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