Michel Barnier

Michel Barnier, conocido veterano del centro-derecha francés con un denso currículum de servicios en las políticas nacional y europea, fue la personalidad escogida por el presidente Emmanuel Macron para conducir el nuevo Gobierno de Francia el 5 de septiembre de 2024. El nombramiento, rodeado de polémica y acusaciones cruzadas, llegó tras dos meses de provisionalidad poselectoral caracterizada por la confusión, el bloqueo y el virulento enfrentamiento entre los bloques integrantes de la Asamblea Nacional salida de los comicios anticipados de junio y julio, cuyo impotente ganador por mayoría simple fue el izquierdista Nuevo Frente Popular (NFP). Aunque ajeno a su movimiento partidario, Barnier simpatiza abiertamente con los enfoques y estrategias de Macron.

El septuagenario Barnier, antiguo ministro de Exteriores con el presidente Jacques Chirac, dos veces comisario europeo y luego jefe negociador del Brexit en nombre de Bruselas, es un responsable de Los Republicanos (LR), partido posgaullista, es decir, el cento-derecha o derecha tradicional, que ideológicamente se sitúa a caballo entre el sector centrista de Macron —partido Renacimiento y coalición Ensemble— y la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (RN). Hoy, la entrada de LR en el Gobierno galo supone formalizar una coalición ya insinuada en la anterior legislatura, cuando LR, oficialmente en la oposición, auxiliaron a un debilitado macronismo con su respaldo, activo o abstencionista, frente a la avalancha de mociones de censura lanzadas por la NUPES —la entente de las izquierdas predecesora del NFP— y el RN. 

El giro decisivo hacia la derecha de Macron, que mira ante todo por la preservación de sus reformas y políticas de corte liberal, particularmente la de las pensiones, queda subrayado porque ahora es el RN el que se ofrece a tolerar desde el Parlamento al Ejecutivo gestado en El Elíseo. Macron nombró al experimentado Barnier para suceder al joven Gabriel Attal, primer ministro solo durante ocho meses, haciendo una lectura interesadamente estricta de sus amplias prerrogativas constitucionales. 

A cambio, ha provocado la cólera del NFP y su principal componente, La Francia Insumisa (LFI), que exigían un primer ministro de su elección. Indignados, los partidos de izquierda acusan al jefe del Estado de "robar las elecciones" y de atentar contra la democracia, por lo que ya anuncian un procedimiento de censura parlamentaria contra Barnier y una iniciativa de destitución del propio Macron. Incluso antes de formar su Gabinete, tarea que ha requerido un tiempo insólitamente largo y se ha prolongado hasta el 21 de septiembre, Barnier ha figurado en la diana de las manifestaciones de protesta convocadas por el NFP. 

Aliarse con los republicanos de Barnier, que solo son el quinto grupo parlamentario y no recabaron más que el 7% del voto popular, más el implícito sostén externo del RN era la única salida que le quedaba a Macron, el cabeza de la V República con menos fuerza parlamentaria propia, tras reactivar en la segunda vuelta de las legislativas el cordon sanitaire contra la pujante extrema derecha, luego apaciguada por el drástico viraje presidencial, y vetar cualquier presencia en el Ejecutivo del NFP, al que achaca radicalismo y populismo, y que no proporcionaría a sus ojos la debida "estabilidad institucional". 

Sin embargo, el Gobierno inaugurado el 23 de septiembre descansa en una muy endeble suma de fuerzas en la Asamblea de 577 miembros: además de los 47 escaños de LR, los 96 de Renacimiento y sus adláteres (UDI, Partido Radical) los 36 de Los Demócratas (partido MoDem, que ha colocado al ministro de Exteriores, Jean-Noël Barrot) y los 33 de Horizons (HOR), tratándose los tres últimos grupos de los socios de la coalición electoral Ensemble. 

Si en la legislatura 2022-2024 la mayoría presidencial de Macron fue en realidad una minoría presidencial de 250 asambleístas, ahora el oficialismo ha enflaquecido hasta los 212 diputados. Resultarán decisivos por tanto los 126 representantes del RN, cuyo grado de compromiso, aparentemente solo vocal, con la estabilidad del Gobierno Barnier es una incógnita. En los últimos meses, la gruesa acusación de "golpe de Estado" ha sido lanzada por todos los actores principales del convulso curso político en Francia. El propio Macron advirtió en junio, en el interludio de las legislativas, de una "guerra civil" si llegaban a gobernar "los extremos", cerrando de paso la puerta a "alianzas contra natura" a derecha e izquierda.

En su fallida precandidatura presidencial por LR en 2021, Barnier expuso un enfoque fuertemente restrictivo pero "humanista" de la inmigración para que no llegara a haber "otros Brexits", avisó, y se pronunció a favor de reducir impuestos, regulaciones empresariales y ayudas sociales, amén de respaldar la idea original de Macron de subir la edad legal de jubilación hasta los 65 años. También, abogó por relanzar los valores meritocráticos y acelerar la transición verde frente al cambio climático. 

En septiembre de 2024 Francia queda a la espera de conocer las recetas económicas de Barnier, quien hereda un déficit público indomable camino de 6% y una deuda recrecida hasta el 111% del PIB. El saneamiento de las cuentas públicas, urgido por la Comisión Europea, que en junio abrió expediente por déficit excesivo, apunta a un plan de austeridad basado con seguridad en el recorte del gasto, combinado tal vez con ciertas alzas tributarias para las rentas más altas. La economía gala avanzó un 0,2% en el segundo trimestre del año, valor que se sitúa en el promedio de la Eurozona.

 (Texto actualizado hasta 23/9/2024).


Rostro pragmático y europeísta del neogaullismo

La carrera política de Michel Barnier, nacido en Isère, Ródano-Alpes, en 1951 y con una imagen de hombre metódico, serio y dialogante que se conduce con cierta parsimonia burocrática, ha superado ya el medio siglo. Sin otro bagaje que los cargos y mandatos, en su caso muy numerosos, obtenidos a partir de su militancia partidaria, su perfil en este sentido no es diferente del de otras figuras actuales de la V República, para quienes su única profesión ha sido y es la de político. Por el contrario, no procede del semillero académico por excelencia de las élites políticas, empresariales y funcionariales francesas, la École Nationale d'Administration (ENA). En su historial de servicios destacan sobre todo la diplomacia y los asuntos europeos.

En 1973, al poco de diplomarse en la École Supérieure de Commerce de Paris (ESCP), Barnier, miembro desde la adolescencia de la gaullista Unión de Demócratas por la República (UDR), fue reclutado para el equipo de Robert Poujade, ministro del Medio Ambiente en el Gobierno del primer ministro Pierre Messmer y el presidente Georges Pompidou. Ese mismo año ganó en las urnas el mandato de miembro del Consejo General de Saboya, convirtiéndose a sus 22 años en el más joven consejero general de Francia. En el lustro siguiente compaginó su primer mandato departamental y una serie de direcciones, asesorías y secretarías de Estado en los gobiernos de Jacques Chirac y Raymond Barre, siendo el presidente de la República Valéry Giscard d'Estaing. Cuando en 1976 Chirac transformó la UDR en el Reagrupamiento por la República (RPR) para renovar la plataforma neogaullista, Barnier mudó automáticamente de membresía.

Su debut en la Asamblea Nacional, sin descargo de sus funciones en Saboya, llegó con las elecciones de marzo de 1978. De nuevo, quedó registrado como el legislador más joven de Francia, esta vez con 27 años, y representando a la segunda circunscripción de su departamento. En marzo de 1982, recién casado con la abogada Isabelle Altmayer (la pareja iba a tener tres hijos), salió elegido presidente del Consejo General de Saboya. Como tal, jugó un rol crucial en la candidatura y la organización de los XVI Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en la comuna alpina de Albertville en 1992. Siempre del lado de Chirac, aquel año Barnier adquirió notoriedad también por su defensa cerrada del voto afirmativo en el referéndum nacional de ratificación del Tratado de Maastricht, cuestión sobre la que el RPR, donde actuaba un estridente facción soberanista, estaba acerbamente dividido. 

Las elecciones legislativas de marzo de 1993, ganadas aplastantemente por el centro-derecha, marcan el debut de Barnier en el Gobierno francés. Reelegido en su escaño por cuarta vez consecutiva, abandonó la Asamblea Nacional para tomar la cartera de Medio Ambiente en el Gobierno de Édouard Balladur, de coalición entre el RPR de Chirac y la Unión por la Democracia Francesa (UDF) de Giscard d'Estaing. Se trataba de un área en la que Barnier venía destacando en Saboya, donde seguía siendo presidente departamental. 

En mayo de 1995, con Chirac ya instalado en El Elíseo en sucesión del socialista François Mitterrand, el nuevo primer ministro del RPR, Alain Juppé, nombró a Barnier ministro delegado para Asuntos Europeos. Con esta promoción, Chirac venía a reconocer la valía en materia de construcción europea de Barnier, que no fue despedido del Ejecutivo pese a haber respaldado a Balladur en las elecciones presidenciales de abril, donde se midieron dos candidaturas rivales del neogaullismo. En las elecciones de septiembre de 1995 al Senado Barnier se hizo con el escaño, pero renunció al mismo para continuar en el Gobierno Juppé. Al llegar este a su fin en junio de 1997 en virtud del éxito electoral del Partido Socialista (PS) y la alianza de la Gauche plurielle de Lionel Jospin, Barnier tomó posesión de su escaño senatorial por Saboya.

Entre París y Bruselas pasando por Londres

En septiembre de 1999 Barnier abandonó el Buró Político del RPR, el Senado de Francia, la presidencia de Saboya y, tras 26 años de mandato, el Consejo General del departamento para tomar asiento en el nuevo colegio de comisarios europeos presidido por el italiano Romano Prodi. Uno de los dos franceses (el otro era Pascal Lamy) de la Comisión, Barnier recibió la cartera de Política Regional, con la cual no solo lideró la política regional y de cohesión de la UE, sino que también tuvo un papel destacado en los debates sobre la reforma de las instituciones y en la Convención sobre el futuro de Europa (2002-2003). Así, Barnier, representante de la Comisión en la Convención junto con el socialista portugués António Vitorino, estuvo entre los redactores de la propuesta de texto de la futura Constitución Europea, tratado que sería firmado por los jefes de Estado y de Gobierno en 2004 pero que en 2005 acabaría sepultado por el doble no en los referendos de ratificación de Francia y Países Bajos. 

Aunque concentrado en sus responsabilidades europeas en Bruselas, Barnier no se desentendió de la política de su país. En 2002 prolongó su fidelidad partidaria en la enésima reformulación del neogaullismo, la conversión del RPR en la Unión por un Movimiento Popular (UMP) mediante la absorción de parte de los sectores del centro-derecha no gaullista que habían dado vida a la UDF, y prefirió declinar un puesto ministerial en el nuevo Gobierno de Jean-Pierre Raffarin, constituido tras la reelección presidencial de Chirac. En 2003 fundó el club Nouvelle République, un foro de debate entre responsables políticos, líderes empresariales y miembros de la sociedad civil sobre cuestiones europeas e internacionales.

A finales de marzo de 2004, faltando meses para la conclusión del mandato de la Comisión Prodi, Barnier retornó a Paris y asumió su cargo más prominente hasta la fecha, el Ministerio de Auntos Exteriores, sucediendo a Dominique de Villepin en el tercer Gabinete Raffarin. En mayo de 2005 Chirac no contó con él al constituirse el nuevo Gobierno encabezado por de Villepin, donde la cartera de Exteriores correspondió a Philippe Douste-Blazy. 

Relegado a una membresía del Consejo de Estado, Barnier no tardó en recobrar prestancia política de la mano de Nicolas Sarkozy, quien le recuperó para el Consejo Político de la UMP, propició su elección para una de las vicepresidencias del Partido Popular Europeo (PPE) y por último, en junio de 2007, una vez inaugurado él en la Presidencia de la República, le confió el Ministerio de Agricultura y Pesca, poniéndole a las órdenes directas del primer ministro François Fillon. Aquel mismo año Barnier, tras conjugar durante unos meses sus nuevos cometidos políticos con una asesoría especial del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, la participación en el Grupo Amato (encargado de redactar un texto alternativo al difunto Tratado Constitucional y que desembocaría en el Tratado de Lisboa) y la vicepresidencia del holding empresarial Mérieux Alliance, fue galardonado por el Estado francés con la dignidad de Oficial de la Legion de Honor, de la que desde 1997 ya era Caballero.

La segunda etapa de Barnier en la UE comenzó tras las votaciones de junio de 2009 al Parlamento Europeo, en las que salió elegido. Su mandato de eurodiputado del PPE no llegó al año, ya que en febrero de 2010, a instancias de Sarkozy, estuvo de vuelta en la Comisión Europea en calidad de comisario de Mercado Interior y Servicios, y de paso vicepresidente de la institución. 

Barnier agotó su ejercicio en la segunda Comisión Durão Barroso el 31 de octubre de 2014, pero antes se postuló al proceso interno del PPE para la definición del spitzenkandidat a presentar a las elecciones europeas de mayo de ese año, es decir, el cabeza de lista aspirante a ser propuesto por el Consejo Europeo al Parlamento para presidir la próxima Comisión Europea, siempre, eso sí, que el PPE fuera la lista más votada en las elecciones. El francés compitió con el letón Valdis Dombrovskis y el luxemburgués Jean-Claude Juncker, hasta hacía poco primeros ministros de sus respectivos países. Dombrovskis se apeó de la carrera ante la constatación de que Juncker gozaba del favor mayoritario de los partidos miembros, pero Barnier insistió en forzar una elección primaria de la que sin embargo salió perdedor. En consecuencia, en marzo de 2014 Juncker fue proclamado cabeza de lista electoral en el Congreso que los populares europeos celebraron en Dublín. 

Luego, en febrero de 2015, al poco de rechazar la UMP, en trance de pasar a denominarse Los Republicanos, su precandidatura a encabezar la lista del partido en las próximas elecciones regionales de Auvernia-Ródano-Alpes, Barnier fue nombrado por Juncker su asesor especial para las cuestiones de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD).  

La confianza de Juncker en las capacidades de Barnier quedó patente en julio de 2016 al encomendarle la jefatura por parte de la UE de la preparación y conducción de las negociaciones con el Reino Unido para realizar el Brexit, decidido por el electorado británico en el histórico referéndum de junio anterior. El 1 de octubre de 2016 el funcionario francés arrancó una labor de entrada complicada pero que encontró más dificultades de las esperadas y que se prolongó, al cabo de múltiples retrasos de calendario, forcejeos en aspectos tanto técnicos como de calado político, duras advertencias cruzadas y fiascos legislativos en la Cámara de los Comunes, hasta enero de 2020. Fue entonces cuando el Parlamento británico aprobó por fin la versión corregida del Acuerdo de Retirada de la UE, el cual fue ratificado por las partes y entró en vigor en la medianoche del 31 de enero al 1 de febrero. 

A partir de aquí, Barnier, confirmado en noviembre por la nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, siguió en la brecha negociadora para establecer el nuevo marco de relaciones, principalmente en el terreno comercial, entre la UE y el su ya ex Estado miembro. La segunda fase del trabajo de Barnier cubrió el período de transición post-Brexit de 11 meses de duración, del 1 de febrero al 31 de diciembre de 2020, y llegó a su fin el 31 de marzo de 2021, una vez entrado provisionalmente en vigor el nuevo Acuerdo de Cooperación y Comercio (TCA) UE-Reino Unido, instrumento por el que se establecía un área de libre comercio bilateral de bienes y parcialmente de servicios. 

A lo largo el tortuoso proceso, Barnier, jefe negociador tenaz, expresó su sorpresa por la disposición de los británicos a perder las ventajas de pertenecer a la Unión Aduanera, el Mercado Interior Único y el Espacio Económico Europeo. El TCA venía a ser un sucedáneo limitado de ese amplio marco de integración comercial, pero incluso hubo momentos en los que ni siquiera esta fórmula pareció factible, a tenor de las amenazas lanzadas por los brexiters radicales del Partido Conservador sobre el escenario de un "Brexit duro".

En 2019 Barnier fue sondeado por el partido centrista del presidente Emmanuel Macron, La República En Marcha (LREM, más tarde, Renacimiento, núcleo de la alianza Ensemble), sobre una posible postulación suya a la presidencia de la Comisión Europea tras el fracaso de la opción de Sylvie Goulard. Sin embargo, Macron no tardó en cerrar filas con la canciller Angela Merkel en favor de la candidatura de la democristiana alemana von der Leyen. A continuación, a Barnier el macronismo le ofreció ser comisario europeo por tercera vez en su dilatada carrera, pero a condición de que abandonara el PPE y se uniera al nuevo grupo parlamentario europeo de centro liberal orquestado por Macron, Renovar Europa, lo cual Barnier, fiel a sus credenciales posgaullistas, rechazó. Tampoco von der Leyen, enfrascada en armar un colegio de comisarios donde tenía que equilibrar múltiples criterios e intereses políticos, veía apropiado recuperar a una figura del peso de Barnier, prefiriendo que continuara encargándose de las negociaciones con Londres en el epílogo del Brexit y fuera su asesor sobre este sensible capítulo.

En diciembre de 2021 Barnier contendió en la elección primaria de LR para la proclamación del candidato presidencial que tendría que batirse con Macron en las elecciones presidenciales de 2022. Los Republicanos eran entonces un partido en horas bajas, incapaces de dotarse de un liderazgo sólido tras los mandos frustrados de Sarkozy, protagonista de un sonoro retour acabado en fiasco, y Laurent Wauquiez —en estos momentos su presidente era Christian Jacob—, presas de los conflictos internos y sumidos en la confusión ideológica como consecuencia de verse inundados desde el flanco centrista liberal por LREM de Macron y presionados desde la derecha nacionalista por el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen. En esta legislatura, LR constituían la primera fuerza de la oposición al Gobierno de la mayoría presidencial macronista, pero su peso parlamentario era muy inferior al que había tenido su inmediato antecesor orgánico, la UMP, y sus perspectivas electorales eran aún peores.   

En su campaña interna, Barnier subrayó la propuesta de una "moratoria" de tres a cinco años en la recepción de inmigrantes por la UE, con excepción de los estudiantes y los solicitantes de asilo, con el fin de estudiar los "problemas" que la inmigración masiva estaba generando en Francia, país que debería gozar de "soberanía jurídica" y de un "escudo constitucional" temporal en tan sensible materia. En su opinión, había que detener en seco las regularizaciones de inmigrantes en situación de ilegalidad, limitar rigurosamente la reagrupación familiar y prohibir el velo islámico en los espacios publico y las universidades. "Si no cambiamos nada, habrá otros Brexit", arguyó.

A remolque en los sondeos, el ex ministro y ex comisario europeo acabó la ronda inicial de la primaria republicana en tercer lugar con el 23,9% de los votos, por detrás de Éric Ciotti y de Valérie Pécresse, dos políticos con mandatos electorales en activo. De cara a la segunda vuelta, Barnier se decantó por Pécresse, quien una vez proclamada candidata le pidió que fuera su asesor de política internacional. Luego, en la elección presidencial del 10 de abril de 2022, Pécresse quedó en un desastroso quinto puesto con menos del 5% de los votos. Al día siguiente, Barnier indicó que su voto en el balotaje era para Macron, enfrentado a Le Pen. Sin ningún mandato de representación popular, Barnier continuó discretamente activo en la política francesa desde el puesto de consejero especial de LR para Asuntos Exteriores y Relaciones con el PPE.

Borrascosa cuenta atrás para la formación del sexto Gobierno de Macron

En el verano de 2024, los prolegómenos de la formación del Gobierno Barnier, un inquilino de Matignon inopinado, fueron tumultuosos en extremo. Inestabilidad de la que no quedó al margen su propia formación, Los Republicanos, colocada al borde del cisma por las graves divergencias internas sobre la estrategia política a seguir en el caldeado devenir nacional.

La alianza gubernamental Ensemble, confirmando el fuerte desgaste sufrido desde la reelección de Macron en 2022, sucumbió ante la RN de Jordan Bardella y Marine Le Pen en las elecciones europeas del 8 y el 9 de junio de 2024. De inmediato, el presidente llamó a elecciones legislativas anticipadas, con el resultado, cantado por los sondeos, del histórico triunfo de la formación ultraderechista en la primera vuelta del 29 y el 30 de junio. La mera convocatoria electoral acarreó una grave crisis en LR, donde su presidente, Éric Ciotti, de convicciones marcadamente derechistas, acordó por su cuenta con Bardella una alianza en determinadas circunscripciones. El movimiento unilateral de Ciotti indignó a la plana mayor del partido, provocando la rebelión de Barnier, Laurent Wauquiez, Olivier Marleix, Christian Jacob, Valérie Pécresse y otros dirigentes moderados contrarios a los pactos con el RN. Ciotti fue destituido por los suyos, pero impugnó a los tribunales de justicia, que le dieron la razón. 

El toque a rebato del centro y la izquierda a guisa de "frente republicano" para impedir que el RN, receptor del 33% de los votos en la primera vuelta, ratificara su victoria en el balotaje del 6 y el 7 de julio y que su presidente, Bardella, se convirtiera en primer ministro de Francia dio lugar a la atribución mayoritaria de escaños al NFP, erigido primer bloque de la Asamblea con 192 diputados aunque con tres millones de votos menos que el RN y sus aliados, receptores de 143 escaños. Entre medio se quedó Ensemble, tercero en votos y segundo en escaños, 164, casi un centenar menos que en 2022, luego otro fracaso estrepitoso para Macron: Ensemble pasó de la mayoría simple en que había caído dos años atrás a la pura minoría. LR retrocedieron significativamente también, perdiendo cuatro puntos de voto y 11 diputados, quedándose en la cincuentena.

Esta aritmética parlamentaria, con todo el mundo lejos de la mayoría absoluta de 289 escaños, unida a las líneas rojas marcadas por Macron, reacio a la fórmula de la cohabitation (como les había sucedido a Mitterrand en 1986-1988 y 1993-1995, y a Chirac en 1997-2002), iba a hacer muy difícil la formación del nuevo Gobierno. El 8 de julio el primer ministro Attal, en adelante diputado y presidente del grupo de Ensemble en la Asamblea, presentó la dimisión, pero Macron le pidió que continuara por el momento para "garantizar la estabilidad". El 16 de julio el presidente aceptó a renuncia de Attal, quien sin embargo seguiría gobernando en funciones, como mínimo mientras durasen los Juegos Olímpicos de París (del 26 de julio al 11 de agosto). 

El máximo tribuno del NFP y LFI, Jean-Luc Mélenchon, invocando los resultados electorales, reclamó que el próximo primer ministro lo seleccionara su sector; lo contrario, advirtió, supondría "negar la voluntad del pueblo" expresada en las urnas. Macron dio largas a esta demanda, arguyendo que un Gobierno minoritario de las izquierdas sería inmediatamente bombardeado con mociones de censura de la oposición y no brindaría la deseada "estabilidad institucional". 

En el seno del NFP no reinaba la unanimidad al respecto y el primer secretario del PS, Olivier Faure, se ofreció como primer ministro contra el criterio de LFI, si bien descartó negociar por su cuenta con Ensemble, una perspectiva acariciada por Macron. A su vez, el PS no apoyó la alternativa propuesta por LFI, Huguette Bello, presidenta del Consejo de la región ultramarina de Reunión. Luego, el NFP, esta vez de manera unívoca, exigió a Macron que nombrara a la funcionaria Lucie Castets, ex militante socialista, y Mélenchon llegó a ofrecer un Gabinete de la izquierda sin ministros de LFI, pero el presidente insistió en la necesidad de un Ejecutivo estable basado en una "mayoría sólida y plural". A mayor abundamiento en la algarabía general, la crisis interna de LR no amainaba y el su todavía presidente, Ciotti, anunció el 31 de agosto su intención de crear un nuevo partido de nombre Unión de Derechos por la República (UDR), retomando así una de las siglas históricas del movimiento gaullista.

Macron mantuvo una serie inédita de consultas con todos los cabezas de facción para finalmente, tras muchos titubeos e incertidumbre, dar la sorpresa el 5 de septiembre con la designación del saboyano Michel Barnier, su quinto primer ministro desde 2017, cuya misión sería formar "un Gobierno unificador al servicio del país y de los franceses", rezaba el comunicado oficial. Para frustrar un Gabinete de las izquierdas (insumisos, socialistas, ecologistas, comunistas), el presidente se aferró a su facultad constitucional de nombrar al primer ministro a su entera discreción, no estando sobre el papel obligado a hacer una elección que reflejara el parecer del grupo mayoritario de la Asamblea Nacional, aspecto que de todas maneras todos sus predecesores habían respetado. 

Macron fue bastante explícito sobre que no estaba dispuesto a alumbrar un Gobierno que tumbara su reforma estructural más importante, el retraso de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años (polémicamente aprobada en 2023 sin la votación de la Asamblea), elevara el salario mínimo interprofesional o restableciera el Impuesto de Solidaridad a la Fortuna (ISF). En efecto, en su programa electoral, el NFP había prometido "abrogar las reformas injustas" implementadas por los gobiernos de Macron en las pensiones, el seguro de desempleo y la legislación sobre la inmigración, así como revalorizar los salarios y las ayudas sociales, y gravar más los grandes patrimonios y los beneficios empresariales. Contra todo esto estaba nítidamente posicionado el republicano Barnier, quien aplaudía las líneas maestras del liberalismo económico de Macron.

(Cobertura informativa hasta 18/9/2024).

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