José Manuel Durão Barroso
Primer ministro (2002-2004); presidente de la Comisión Europea (2004-2014)
(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente el 24/5/2012. El ejercicio de José Manuel Durão Barroso como presidente de la Comisión Europea concluyó el 1/11/2014. Su sucesor fue Jean-Claude Juncker). |
Aunque no es el responsable más poderoso o influyente de la Unión Europea, José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea desde 2004, sí viene encarnando, con su constante presencia en los medios, su abarrotada agenda institucional y su mera posición en la médula supranacional de la organización, los intensos avatares de una confederación de estados que se interroga sobre su futuro en momentos de grave encrucijada. En el complejo, confuso para el gran público, esquema de instituciones, autoridades y competencias europeas, el ex primer ministro portugués se ha proyectado como el rostro amable de la UE —por lo menos, hasta la llegada de la gran crisis del euro en 2010— y como un mando tecnocrático, para muchos gris, que modula su criterio a lo que deciden los gobernantes del Consejo Europeo; esta es la suprema institución ejecutiva de la Unión en la práctica, de la que él es miembro, pero sólo con voz.
Además de las cumbres europeas en sus diversos formatos, Durão Barroso suele representar a la Comisión en las numerosas cumbres conjuntas con los actores internacionales que son interlocutores y socios comerciales de la UE, bien en el terreno bilateral (Rusia, Estados Unidos, China, Japón), bien en el multilateral (el G8, el G20, América Latina y el Caribe, el foro ASEM con Asia, la Unión Africana, el Partenariado de Europa Oriental, el Partenariado Euro-Mediterráneo). Tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009, el presidente de la Comisión habla en nombre de la UE junto con los nuevos presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, y Alto Representante, la británica Catherine Ashton, quien es a su vez vicepresidenta de la Comisión; ambos conducen en exclusiva las relaciones exteriores en el marco de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), ámbito intergubernamental de la Unión.
Cabeza del órgano ejecutivo del componente comunitario de la UE, el guardián de su derecho, responsable de iniciar la legislación en las materias comunes, de implementarla y hacerla cumplir aunque no de decidirla, Durão Barroso, con la legitimidad democrática que le confiere su investidura por el Parlamento Europeo, ha hecho gala en estos años de una aptitud política que se manifiesta ante todo en el día a día gestor y diplomático. En ese sentido, las comparaciones, no del todo justas por referirse a situaciones históricas diferentes, con uno de sus predecesores en el cargo, Jacques Delors, estadista audaz y de visión estratégica, han sido recurrentes.
La integración y la ampliación europeas, bien que con múltiples parones y estrepitosos accidentes, han seguido su curso bajo las dos comisiones Barroso, al margen de las dudas que pueda suscitar la capacidad personal para impulsarlas. Varios han sido los hitos en estos ocho años: el Tratado de Lisboa, que modificó los dos principales tratados constitutivos (los de Maastricht y Roma) y que convirtió a la UE, 16 años después de su creación, en sujeto de derecho con personalidad jurídica internacional; los ingresos de Bulgaria y Rumanía, que elevaron la membresía a los 27 estados; el arranque de las negociaciones para las adhesiones de Turquía —con fuertes condiciones— y Croacia —prevista para 2013—; la aceptación de las candidaturas de Macedonia, Montenegro, Islandia y Serbia; y los ingresos en la Eurozona de Eslovenia, Chipre, Malta, Eslovaquia y Estonia.
Asimismo, el espacio de Schengen sobre la libre circulación de personas se amplió a once estados miembros y no miembros, si bien países como Francia e Italia empezaron a pedir la reintroducción de controles fronterizos. También los nuevos mecanismos de solidaridad financiera para dar respuesta a la crisis de las deudas soberanas y el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza, o Pacto Fiscal, de la Eurozona, que hace de la armonización fiscal y el equilibrio presupuestario normas de obligado cumplimiento casi sin excepciones, pueden encuadrarse en los esfuerzos de integración puesto que avanzan en la unión económica además de la monetaria. Sólo que su manera de aplicarse —en el primer caso— y su carácter unidimensional y su sesgo ideológico —en el segundo caso— son objeto de aguda controversia.
La paulatina sumisión del colegio de comisarios a los deseos y dictados, no sólo en lo referente al rigor fiscal, de los gobiernos y en particular del eje franco-alemán conformado por el presidente Sarkozy y la canciller Merkel, el taxativo Merkozy, ha sido patente hasta mayo de 2012, cuando hubo cambio de guardia en París. Durão Barroso no ha discrepado de la prioridad concedida a la lucha contra del déficit, de la que ya era adalid antes de llegar a Bruselas, pero ha visto retardadas o rechazadas (como la emisión de eurobonos) algunas de sus propuestas para librar a Europa de las sucesivas olas de crisis que, tras cuatro años de embates, siguen causando estragos en la banca privada, las producciones nacionales, el mercado de trabajo y los erarios públicos.
El papel no tanto motriz como transmisor del alto funcionario europeo alcanza su mayor contraste en relación con Angela Merkel, la verdadera artífice y ejecutora de los grandes proyectos, desde el Tratado de Lisboa hasta el mandamiento legal de la disciplina fiscal estricta para superar los apuros financieros y, a partir de ahí, crecer. Con todo, Durão Barroso es sin lugar a dudas miembro principal de un colectivo nunca formalizado al completo pero que la prensa ha dado en llamar el "grupo de Frankfurt", que lleva la batuta y ejerce como el verdadero "Gobierno en la sombra" de la UE; sus otros integrantes son o han sido Merkel, Sarkozy, Van Rompuy, el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, el comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y la directora gerente del FMI, Christine Lagarde.
ETAPA EN LA POLÍTICA PORTUGUESA Profesor de Derecho y politólogo, en la década de los setenta el joven José Manuel Durão Barroso viró de la militancia en la extrema izquierda maoísta al ingreso en el Partido Social Demócrata (PSD), la formación de centroderecha de Francisco Sá Carneiro. En 1985 entró en la Asamblea de la República y en el primer Gobierno de Aníbal Cavaco Silva, al que luego sirvió como ministro de Exteriores en 1992-1995. Heredero de las firmes convicciones liberales del cavaquismo en el manejo de la economía, en 1999 llegó a la presidencia del PSD cerrando cuatro años de grave crisis de liderazgo. En las elecciones generales de 2002 los socialistas de António Guterres fueron derrotados y Durão Barroso pasó a presidir el XV Gobierno Constitucional, en coalición con la derecha dura del CDS-PP.
La gestión gubernamental del dirigente socialdemócrata estuvo dominada por los aprietos financieros. Al asumir el poder, Durão Barroso encontró un fuerte desvío de déficit que convirtió a Portugal en el primer país del euro en romper el techo del 3% fijado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, lo que le acarreó la apertura de un procedimiento de infracción por Bruselas. Visto el panorama, el primer ministro lanzó un duro plan de recortes y reformas estructurales, con la consiguiente reacción de los sindicatos. El programa de austeridad costó al país un aumento del paro y una recesión económica en 2003. En ese año turbulento se agolparon los escándalos de corrupción y pederastia, que conmocionaron a la sociedad lusa, y además deparó a Durão Barroso un protagonismo internacional que iba a ser un lastre para su posterior carrera política: fue el anfitrión en Lajes, Azores, de la cumbre Bush-Blair-Aznar que preludió la impopular invasión de Irak, de esta manera copatrocinada por Lisboa.
En junio de 2004 los jefes de Estado y de Gobierno de la UE propusieron a Durão Barroso ser el sucesor del italiano Romano Prodi al frente de la Comisión Europea. La candidatura del portugués terminó imponiéndose a la opción franco-alemana de su colega belga, el liberal Guy Verhofstadt, un europeísta federalista. Durão Barroso aceptó de inmediato y en julio abandonó el Gobierno, dejándolo en manos del errático Pedro Santana Lopes, quien a las primeras de cambio demostró ser una mala elección. En caída libre, el PSD iba a estrellarse en las elecciones anticipadas de 2005; el ganador de las mismas, el socialista José Sócrates, acusó a Durão Barroso de lo mismo que él había echado en cara a Guterres en 2002, esto es, haber escondido el déficit real del Estado (disparado al 6%) con contabilidad creativa.
EL PRIMER MANDATO EUROPEO: ENTRE EL TRATADO DE LISBOA Y LA CRISIS ECONÓMICA El debut de Durão Barroso en Bruselas topó con bastantes más obstáculos de los previstos, debiendo superar el severo y doble examen del Parlamento Europeo. Primero, tuvo que convencer de su idoneidad para el puesto a los diputados, en particular los socialistas, que recelaban de su perfil proestadounidense y neoliberal. El 22 de julio, tras presentarse como un "reformista de centro" que creía en la Europa social, obtuvo la aprobación de la Eurocámara. A continuación, se planteó la batalla del visto bueno a todos y cada uno de los comisarios seleccionados. El veto del hemiciclo a varios de ellos le obligó a proponer nombres alternativos. El 18 de noviembre, con semanas de retraso, fue investida la Comisión Barroso, que provisionalmente se regía por el sistema del Tratado de Niza.
En sus tres primeros años de mandato europeo, Durão Barroso presidió la compleción de los procesos de adhesión de Rumania y Bulgaria, culminados con su ingreso oficial el 1 de enero de 2007, y el arranque en octubre de 2005 de las negociaciones con Turquía y Croacia. Asimismo, la UE tomó históricas decisiones relativas a la protección del medio ambiente, que la consolidaron como líder mundial en el terreno. En enero de 2007 la Comisión presentó el documento estratégico Una política energética para Europa, ambicioso paquete de medidas para reducir las emisiones de efecto invernadero más allá de los compromisos de Kyoto así como la dependencia de las fuentes no renovables. Las propuestas del plan de acción con los objetivos 20-20-20 para la lucha contra el cambio climático y la seguridad energética adquirieron su forma definitiva al año siguiente y, de nuevo, obtuvieron la aprobación del Consejo Europeo. Ya en el invierno de 2009, Durão Barroso se implicó a fondo en la resolución de la guerra del gas entre Rusia y Ucrania a fin de asegurar a la UE los suministros del hidrocarburo ruso, vitales para la calefacción de varios estados miembros del flanco oriental.
El período inmediatamente anterior a la tormenta financiera y económica declarada en la segunda mitad de 2008 estuvo dominado por tres grandes capítulos pródigos en fricciones: el Tratado Constitucional Europeo; las Perspectivas Financieras 2007-2013, esto es, el marco presupuestario plurianual de la Comunidad; y, tras el fracaso del primero, el Tratado de Lisboa. En los desenlaces positivos de las empresas segunda, en 2005, y tercera, en 2007-2009, la Comisión no jugó el papel esencial.
Cuando el estreno de Durão Barroso en Bruselas, el asunto protagónico era la espinosa ratificación país por país del Tratado Constitucional, firmado por el Consejo en octubre de 2004 en Roma y considerado imprescindible para consolidar una UE con vocación de crecer hacia el este, lo que entre otras muchas novedades iba a suponer una reforma de la estructura de la Comisión. Los resultados negativos de los referendos francés y holandés de mayo y junio de 2005 sepultaron la llamada Constitución Europea y con ella los profundos cambios institucionales y jurídicos que alumbraba. El desastre político llegó precisamente cuando el dirigente comunitario era reprobado por el Parlamento por su presunta relación lucrativa con un armador y banquero griego receptor de fondos europeos; el conflicto quedó zanjado con la derrota de la moción de censura lanzada en su contra por los euroescépticos.
Una vez acordado por los 25 un "período de reflexión" en la construcción europea, el presidente de la Comisión instó a los gobiernos a "pasar a la ofensiva" para sacar a la UE del atolladero y demandó ductilidad al Reino Unido para aprobar las pendientes Perspectivas Financieras. Sin embargo, fue la nueva gobernante de Alemania, Merkel, la que asumió el liderazgo en los dos frentes, conduciendo a buen puerto las respectivas negociaciones. Aunque uno de los signatarios, junto con Merkel y el presidente del Parlamento, Hans-Gert Pöttering, en marzo de 2007 de la Declaración de Berlín, que hablaba de reactivar la UE sobre unas “bases comunes renovadas”, la dinamo del sustituto de la fallida Constitución, el Tratado de Reforma, corrió a cargo del tándem Merkel-Sarkozy. El nuevo Tratado, algo menos prolijo que el anterior pero que preservaba su esquema básico, fue aprobado por los líderes europeos en su cumbre de octubre de 2007 en Lisboa y dos meses después, de seguido de la rúbrica en Estrasburgo de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE con Pöttering y Sócrates, Durão Barroso asistió a su firma en su ciudad natal por los 27 mandatarios europeos.
La declaración de la recesión en la UE y, por vez primera, en la Eurozona en el tercer trimestre de 2008 empujó a la Comisión Barroso a presentar un paquete de medidas de reactivación que en parte fueron financiadas con recursos de la Unión, como el Fondo de Ajuste de la Globalización, creado por la Comisión para ayudar a los trabajadores víctimas de las deslocalizaciones empresariales y que complementaba el Fondo Social Europeo. De todas maneras, el grueso del estímulo fiscal recayó en las aportaciones nacionales, hechas con disparidad de cuotas y tiempos. Al cabo de un año, en el tercer trimestre de 2009, la UE salió de la recesión, pero permaneció atrapada en unas tasas de crecimiento promedio agónicas o directamente cero.
EL SEGUNDO MANDATO EUROPEO: EL HURACÁN DE LA DEUDA, LOS RESCATES EUROPEOS Y LA CONSIGNA DE AUSTERIDADEl 16 de septiembre de 2009, previa "propuesta" (que no "nominación", cual era la terminología del Tratado de Niza) por los líderes europeos, el Parlamento "reeligió" (que no "aprobó") para un segundo mandato de cinco años al responsable portugués, que, como en 2004, desplegó un discurso social y ecológico para disipar reticencias.
Conforme también con el Tratado de Lisboa, que tras una trabajosa ratificación (el doble referéndum irlandés, las postreras resistencias polacas y checas) entró en vigor en diciembre siguiente, la selección del presidente de la Comisión tomó lectura del resultado de las elecciones al Parlamento; en junio anterior, el Partido Popular Europeo (PPE), del que el PSD es miembro, había vuelto a ser la lista más votada. En febrero de 2010 la Eurocámara dio luz verde a la Comisión Barroso II, con mandato hasta 2014. Poco después, el presidente explicitó sus prioridades en la Estrategia Europea 2020, plan de objetivos para salir de la crisis y acelerar el movimiento hacia una economía más competitiva y sostenible. El texto, sucesor de la Estrategia de Lisboa de 2005, mereció la aprobación del Consejo Europeo en marzo.
La Comisión Europea no aportó fondos al primer plan de rescate crediticio de Grecia, elaborado por los gobiernos del Eurogrupo y el FMI y solicitado por Atenas en abril al no poder hacer frente a sus compromisos de deuda. Sin embargo, la institución encabezada por Durão Barroso pasó a conformar una troika interventora con el FMI y el BCE que dictaba al Gobierno griego los recortes y ajustes, draconianos, a aplicar a cambio de los préstamos, 110.000 millones de euros, y decidía cuándo y cómo se liberaban los sucesivos tramos, con el consiguiente tajo a la soberanía nacional.
La constatación de que las presiones de los mercados de deuda, entre sucesivas devaluaciones por las agencias de rating y vertiginosas escaladas de los riesgos país, estaban propagando el incendio griego a otras economías de la periferia del euro obligó a la UE a ir más allá del salvavidas excepcional de Grecia, a la postre, por cierto, fracasado. En mayo, el Consejo de Ministros de Finanzas aprobó la creación de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF), surtido por aportaciones nacionales, y del Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera (MEEF), con cargo al presupuesto de la Unión y gestionado por la Comisión. Con el MEEF, que no pasaba de ser un fondo de emergencia, la Comisión reservó un máximo de 60.000 millones de euros para prestar a estados miembros en graves dificultades financieras. El mecanismo obtuvo de las agencias Fitch, Moody's y Standard & Poor's, las mismas contra las que no dejaba de arremeter Durão Barroso por el impacto demoledor de sus análisis en la zona del euro pero sin actuar en consecuencia, la máxima calificación de solvencia, la triple A, y podía lanzar emisiones en el mercado de bonos.
El MEEF entró en juego en las siguientes operaciones de rescate, las de Irlanda y Grecia, activadas tras varios meses de tensión creciente en los que el jefe de la Comisión reclamó acciones contundentes contra la especulación en los mercados de deuda así como la imposición, unilateralmente por la UE pero mejor de manera colectiva por el G20, de nuevos impuestos y tasas que gravaran a las compañías financieras para desalentar la toma de riesgos y obtener recursos de un sector considerado fiscalmente privilegiado y, peor aún, el desencadenante de la presente crisis global.
En noviembre de 2010, recién terminada, con la renuncia por la Comisión a abrir expediente sancionador, la enganchada con Sarkozy por las deportaciones de gitanos rumanos y búlgaros (en este conflicto, Durão Barroso mantuvo un perfil bajo y fue su comisaria de Justicia y Derechos Fundamentales, Viviane Reding, la que públicamente acusó al Gobierno francés de aplicación discriminatoria de la directiva de libre circulación de ciudadanos de la Unión, antes de rectificar y optar por el apaciguamiento), vino el socorro al Estado irlandés, arruinado por las masivas ayudas a la banca privada del país. El compromiso de la Comisión con Dublín ascendió a 22.500 millones de euros a tres años. A continuación, en abril de 2011, la intervenida fue Portugal, también asfixiada por el déficit y las deudas, a la que el MEEF destinó 26.000 millones pagaderos hasta 2014. En julio siguiente el Eurogrupo aprobó el segundo y gigantesco plan de rescate con quita para Grecia; aunque el MEEF se quedó fuera, Durão Barroso siguió plenamente involucrado en la monitorización de los esfuerzos helenos para satisfacer las durísimas exigencias de la troika, empleando un tono imperioso y conminatorio.
Para entonces, Durão Barroso estaba plenamente identificado con la ortodoxia a ultranza impulsada por Alemania, y sus propuestas legislativas de sanciones duras a los estados que violaran la "prudencia fiscal" fueron recogidas por el polémico Pacto Fiscal dispuesto por Merkozy para la UEM; el mismo, que imponía el tope de déficit estructural del 0,5%, fue cerrado por el Consejo Europeo en enero de 2012 con los descuelgues de británicos y checos, lo que obligaba a tramitarlo como un tratado intergubernamental. Sin embargo, el presidente de la Comisión vio cómo la canciller alemana acogía con parsimonia sus exhortaciones a elevar, a duplicar casi, la dotación inicial del FEEF, que era de 440.000 millones, y a adelantar la activación del fondo permanente para sustituir al anterior y al MEEF, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).
Hasta el presente, la discrepancia entre Durão Barroso y Merkel ha sido total en el tema de los eurobonos o "bonos de estabilidad" con responsabilidad solidaria, cuya emisión la dirigente rechaza de manera tajante. A finales de 2011, preocupado, el portugués advirtió que "sin más gobernanza económica" sería "muy difícil, sino imposible" proteger al euro del colapso, pero también que "la velocidad de la Unión Europea y con mayor razón la de la zona euro no puede ser la de sus miembros más lentos". Otra cosa que consideraba urgente era un plan de recapitalización del sistema bancario europeo.
Tras imponerse a Sarkozy en la primera vuelta de las presidenciales francesas, el 22 de abril de 2012, el candidato socialista, François Hollande, partidario de renegociar el Pacto Fiscal antes de su ratificación para conjugar la necesaria lucha contra el déficit con políticas activas de crecimiento y empleo, Durão Barroso, sensible a los nuevos vientos aunque con mucha cautela, matizó el discurso oficial y reconoció la necesidad de implementar medidas paralelas de estímulo del crecimiento, cuestión tremendamente acuciante en países como España, Italia, Portugal y la propia Grecia.
Ahora, la Comisión manejaba diversas opciones para inyectar dinero en infraestructuras, energías verdes e I+D. Los fondos podrían proceder del Banco Europeo de Inversiones (BEI), aumentado su capacidad de préstamo con fondos estructurales europeos, o bien podrían emitirse bonos especiales para financiar proyectos de alto valor. Esta era la manera de Durão Barroso de sumarse a un coro de voces escépticas o descontentas con la efectividad de la directriz del primero austeridad, pero por el momento todo seguía en el aire. Tras la victoria final de Hollande el 6 de mayo, el presidente de la Comisión reiteró que la austeridad seguía siendo "absolutamente necesaria" porque "sería totalmente irresponsable que ese crecimiento se obtuviera sobre la base de un aumento de déficit". Además, al igual que la exasperada Grecia tenía que hacer los sacrificios que se le exigían porque no tenía otra alternativa si quería seguir en el euro, el Pacto Fiscal era innegociable.
(Texto actualizado hasta 24 mayo 2012)
1. Actividad universitaria y primera carrera política
2. Líder del PSD en la oposición al Gobierno socialista
3. Los años como primer ministro de Portugal
4. Salto al frente de la Comisión Europea
5. Bibliografía y honores
1. Actividad universitaria y primera carrera política
Nacido en Lisboa en 1956 y con un hermano, Luís José Durão Barroso, sus padres son Luís António Saraiva Durão Barroso y Maria Elisabeth de Freitas Gomes Durão, la cual falleció en 2010. Tío por parte de madre es el catedrático y empresario Diamantino Durão, ex ministro de Educación y en la actualidad rector de la Universidad Lusíada de Lisboa. Ya antes de la Revolución del 25 de abril de 1974, que puso fin a la dictadura salazarista, el joven estuvo volcado en el activismo político desde posiciones de extrema izquierda, bien alejadas de su posterior adscripción ideológica. En 1969 era un mozalbete de 13 años que repartía octavillas de la Comisión Democrática Electoral (CDE), la plataforma de socialistas, católicos progresistas y republicanos que contendió con el partido hegemónico del régimen de Marcelo Caetano, la Unión Nacional, en el remedo de elecciones democráticas celebradas aquel año.
A continuación, se movió en las filas del Movimiento Reorganizativo del Partido del Proletariado (MRPP), una organización maoísta particularmente virulenta surgida en 1970 de la fusión del Movimiento de la Juventud y la Izquierda Democrática Estudiantil, y que hasta el golpe de los capitanes operó en la más estricta clandestinidad. Su educación primaria y secundaria discurrió en su Lisboa natal, en una Escuela Oficial y en el Liceo Camões, casa de estudios de mucha solera. Su paso por la Facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa, donde la captura del poder por el Movimiento de las Fuerzas Armadas le sorprendió cursando el primer año de carrera, coincidió con las turbulencias políticas posrevolucionarias, con los sectores de la izquierda y la derecha, presentes tanto en las Fuerzas Armadas, detentadoras del poder efectivo durante los dos años de Gobierno provisional, como en los partidos civiles, pugnando por sacar adelante sus respectivos proyectos en el nuevo orden constitucional.
Alumno brillante, Durão Barroso se destacó como un dirigente estudiantil vociferante e intensamente ideológico que lideró campañas de reforma educativa desde las aulas y como presidente, entre 1975 y 1976, de la Asociación Académica de la Facultad de Derecho. Sin embargo, en 1977 abandonó el MRPP, que el año anterior había añadido a su designación el nombre de Partido Comunista de los Trabajadores Portugueses (PCTP-MRPP), en apariencia para concentrarse en su formación académica. El caso fue que desde entonces emprendió una drástica mudanza de ideario, pasando a abrazar posturas conservadoras.
En 1978, una vez obtenida la licenciatura en Derecho con las más altas calificaciones, se desplazó a Suiza para cursar un máster en Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Ginebra. Su tesis se llamó Le système politique portugais face à la intégration européenne. De paso, obtuvo un diploma en Estudios Europeos por el Instituto Europeo de la Universidad de Ginebra (UNIGE). Posteriormente y a lo largo de una serie de años, Durão Barroso redondeó su bagaje académico con una serie de prácticas, cursillos y estudios predoctorales en Estados Unidos, en las universidades Georgetown de Washington y Columbia de Nueva York, y en Europa, en el Instituto Universitario Internacional de Luxemburgo (IUIL) y el Instituto Universitario Europeo de Florencia (EUI).
De vuelta a Portugal, su antigua Facultad le contrató para impartir docencia jurídica como profesor asociado. La no posesión del doctorado limitó sus opciones de promoción profesional en la Universidad lisboeta. En los años siguientes, Durão Barroso escribió varios ensayos y artículos sobre aspectos del sistema de partidos y la economía portugueses. En su etapa postrera en la universidad, ya en los noventa, iba a orientar las actividades lectivas a los campos de las relaciones internacionales y la construcción europea, en consonancia con su trabajo en el Ministerio de Exteriores.
La carrera política de Durão Barroso fue tomando vuelo a lo largo de la década de los ochenta. En diciembre de 1980, días después de perecer en un extraño accidente de aviación el primer ministro Francisco de Sá Carneiro, subido al Gobierno tras las elecciones legislativas de diciembre de 1979, Durão Barroso se dio de alta en la agrupación, orientada al centroderecha no obstante su nombre, que el malogrado político luso había fundado en mayo de 1974, el Partido Social Demócrata (PSD), cuya jefatura, junto con la del Ejecutivo, heredó Francisco Pinto Balsemão.
Durão Barroso se vinculó al ala más conservadora del partido, que reclamaba para sí la custodia del legado de Sá Carneiro. El cabeza visible de esta facción era el profesor de Economía y ex ministro de Finanzas Aníbal Cavaco Silva, quien venía presionando para poner término a la coalición poselectoral que desde junio de 1983 el PSD mantenía con el Partido Socialista (PS) de Mário Soares. La alternativa de los cavaquistas era vivificar la alianza fraguada por Sá Carneiro en 1979 con el Centro Democrático y Social (CDS), la fuerza derechista que entonces dirigía Diogo Freitas do Amaral y últimamente Francisco António Lucas Pires.
El profesor de Derecho fue elegido miembro del Consejo Nacional del PSD, órgano ejecutivo de 50 miembros, en el XII Congreso del partido, celebrado en Figueira da Foz en mayo de 1985. Fue entonces cuando Cavaco Silva se hizo con la presidencia de la formación, vacante desde la dimisión en febrero anterior de Carlos da Mota Pinto, viceprimer ministro y ministro de Defensa de tendencia progresista (y fallecido de manera súbita en vísperas del XII Congreso), tras lo cual el economista declaró rota la coalición con Soares, precipitando la convocatoria de elecciones anticipadas.
En los comicios del 6 de octubre de aquel año, el PSD se apuntó la mayoría relativa con el 29,9% de los sufragios y 88 de los 250 escaños de que entonces constaba la Asamblea de la República, en uno de los cuales, por el círculo electoral de Lisboa, se estrenó Durão Barroso, mandato que iba a renovar en las cinco legislaturas siguientes. A continuación, con 29 años, Durão Barroso fue nombrado para ocupar la Secretaría de Estado adjunta al Ministerio de Administración Interna, teniendo como directo superior a Eurico de Melo. Fue dentro del Ejecutivo monocolor que bajo la batuta de Cavaco tomó posesión el 6 de noviembre.
Tras conquistar el PSD la mayoría absoluta (marcando un precedente en la historia de la democracia portuguesa) en las elecciones anticipadas del 19 de julio de 1987 con unos impresionantes 50,2% de los votos y 148 escaños, el primer ministro volvió a formar gobierno el 17 de agosto. Durão Barroso, ahora diputado por Viseu, se hizo cargo de la Secretaría de Estado para la Cooperación en el Ministerio de Asuntos Exteriores, cuyo nuevo titular pasó a ser João de Deus Pinheiro. El secretario de Estado participó en los esfuerzos de la diplomacia lusa para implicar al Gobierno de Angola y a la guerrilla UNITA en un acuerdo de paz que pusiera fin a la guerra civil que devastaba el país africano desde el mismo día de su descolonización por Lisboa en 1975. En el XIV Congreso del PSD, en junio de 1988, Durão Barroso entró a formar parte de la Comisión Política Nacional (CPN), la máxima instancia del partido, como uno de sus diez vocales.
El 31 de octubre de 1991, al alinear Cavaco su tercer Gobierno como resultado de las elecciones del día 6, vueltas a ganar por el PSD con el 50,6% de los sufragios y 135 escaños (sobre 230 ahora), Durão Barroso fue confirmado en su puesto subalterno. Durante la presidencia portuguesa del Consejo de la UE, en el primer semestre de 1992, fue el encargado de coordinar la delegación del Consejo en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro. El ascenso al frente del Ministerio de Exteriores le llegó el 12 de noviembre de 1992, sustituyendo a Pinheiro cuando este pasó a formar parte de la Comisión Europea. En ese momento, era miembro del Gabinete su tío Diamantino Durão, titular de la cartera de Educación. Hasta el final de la legislatura, Durão Barroso volvió a demostrar sus habilidades como diplomático e interlocutor político, ganándose el respeto de sus colegas del Consejo de Ministros de la UE.
El 23 de enero de 1995 Cavaco comunicó que renunciaba a la presidencia de la CPN y, en consecuencia, a presentarse como el cabeza de lista en las elecciones generales del otoño. Durão Barroso se lanzó entonces a la liza por la sucesión con una plataforma renovadora que perseguía restañar la dañada imagen del partido, tachado de prepotente y poco dialogante con los agentes sociales, pero el 19 de febrero, el XVII Congreso del PSD reunido en Lisboa se decantó por el entonces ministro de Defensa, Joaquim Fernando Nogueira, considerado un continuador del cavaquismo. De los 1.033 delegados, 519 votaron por Nogueira y 486 por Durão Barroso, quien tuvo que abandonar la ejecutiva del partido. A cambio, fue escogido para encabezar la lista de diputados por Lisboa.
Sin embargo, los malos augurios electorales se cumplieron y el 1 de octubre de 1995 el PSD, con el 34,1% de los votos y 88 escaños, fue derrotado por el PS de António Guterres, quien se hizo con las riendas del Gobierno el 28 de octubre. Concluida una década de experiencia gubernamental, Durão Barroso siguió en la política representativa desde su escaño de diputado en la Asamblea, donde durante unos meses presidió la Comisión de Asuntos Exteriores. En las legislaturas séptima, octava y novena, hasta 2005, representó al círculo electoral de Lisboa.
Como pasó a tener menos cargas políticas, y puesto que no incurría en incompatibilidad parlamentaria, el diputado aprovechó para retomar la actividad académica, pasando a dirigir el Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Lusíada. Entre 1996 y 1998 fue profesor visitante en el Department of Government y la School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown. Aparte, en 1996 encabezó la delegación del International Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA, con sede en Estocolmo) que monitorizó las primeras elecciones generales celebradas en Bosnia-Herzegovina tras la guerra civil y en 1997 fue consultor de la ONU para los esfuerzos de pacificación de la región de los Grandes Lagos, desarrollando su labor en Tanzania.
Dentro del PSD, el ex ministro compartió protagonismo en las vicisitudes de una formación sumida en una profunda crisis por su incapacidad para reciclar la controvertida herencia de Cavaco Silva, estadista de nervio liberal que metió a Portugal por la senda de las grandes reformas estructurales y modernizadoras antes de sobrevenir la crisis económica en 1992, pero que nunca abandonó un estilo tecnocrático, frecuentemente tildado de socialmente insensible, así como autoritario, rasgo este bastante visible en la conducción interna del partido.
La renuncia de Nogueira por el fracaso electoral de octubre de 1995 precipitó la celebración del XVIII Congreso del PSD, en Santa Maria de Feira a finales de marzo de 1996. Allí salió elegido nuevo presidente de la CPN el jurista y politólogo Marcelo Rebelo de Sousa, tenido por un político de carácter más enérgico que el antiguo ministro de Defensa. En esta ocasión, Durão Barroso renunció a disputar el puesto para no aumentar las tensiones y para transmitir un mensaje de unidad a la opinión pública. Como premio a su no beligerancia, Rebelo le trajo de vuelta al Consejo Nacional con mando sobre el Comité de Relaciones Internacionales del partido.
En 1998, sin embargo, las disputas entre los socialdemócratas volvieron por sus fueros con motivo de la decisión de Rebelo, reelegido en el XX Congreso de abril en Tavira, de suscribir una Alianza Democrática (AD) con el Centro Democrático y Social-Partido Popular (CDS-PP, refundación del viejo CDS en 1994) y su nuevo líder, el muy conservador Paulo Cabral Portas, de cara a las legislativas del año siguiente. Desde el principio, Durão Barroso no vio con buenos ojos el experimento de la AD, que de hecho era un pálido remedo de la coalición homónima de 1979 entre Sá Carneiro y Freitas do Amaral. Rebelo no aceptó esta actitud y el discrepante volvió a quedarse fuera de los órganos ejecutivos del partido.
2. Líder del PSD en la oposición al Gobierno socialista
La falta de entendimiento con el CDS-PP precipitó el naufragio de la AD a los pocos meses de constituirse. Blanco de duras recriminaciones, Rebelo no tuvo más remedio que dimitir el 26 de marzo de 1999. Durão Barroso era el beneficiario natural de este desenlace y el 2 de mayo siguiente el XXII Congreso, reunido en Coimbra, le eligió presidente de la CPN con 634 votos. Se trató de una investidura por aclamación, pues nadie salió a retar la candidatura oficialista.
El PSD estrenó así su cuarto líder en cuatro años. Sin embargo, el enésimo cambio de guardia no les granjeó a los socialdemócratas el favor del electorado, que, antes bien, prefirió premiar la gestión de los socialistas. Con Durão Barroso a su frente, el PSD encajó tres derrotas electorales consecutivas antes de empezar a sacar partido del desgaste en el poder del PS: los comicios al Parlamento Europeo del 13 de junio de 1999, cuando con un 31,1% de los votos fue superado en 12 puntos por los socialistas; las legislativas del 10 de octubre del mismo año, que supusieron incluso, con el 32,3% de los sufragios y 79 escaños, un retroceso con respecto a 1995; y las presidenciales del 14 de enero de 2001, cuando el candidato Joaquim Ferreira do Amaral cayó ante el titular reeleccionista Jorge Sampaio. Entre el segundo y el tercer revés, el partido ratificó su confianza en Durão Barroso, reelegido líder con el 50,3% de los votos en el XXIII Congreso, celebrado en Viseu del 25 al 27 de febrero de 2000.
Esta racha negativa tocó a su fin en las autárquicas (municipales) del 16 de diciembre de 2001. En ellas, el PSD arrebató al PS las alcaldías de las principales ciudades del país, con Lisboa, Oporto y Coimbra a la cabeza, y en total 160 de las 308 cámaras municipales. Eufórico, Durão Barroso, que salió elegido presidente de la Asamblea de Valpaços, municipio del distrito de Vila Real, interpretó que el electorado había transmitido "una clara señal de cambio" y que su partido se había convertido "en una alternativa de Gobierno para Portugal". Minutos después, Guterres presentó su dimisión irrevocable como jefe del Ejecutivo y del PS, dejando expedito el camino para que Sampaio disolviera la Asamblea y llamara a elecciones generales anticipadas.
Durante la campaña de las legislativas del 17 de marzo de 2002, en la que tuvo como rival al nuevo secretario general del PS, Eduardo Ferro Rodrigues, Durão Barroso defendió un programa económico absolutamente liberal, del tipo aplicado desde 1996 en la vecina España por el Partido Popular (PP) de José María Aznar, que era el referente inmediato. Así, el PSD proponía: bajadas selectivas de los impuestos directos para estimular el consumo y la inversión productiva, ya que la actividad económica estaba decreciendo a marchas forzadas; la supresión del déficit público, que según el Gobierno era del 2,2% del PIB, cifra que amenazaba con alcanzar el tope del 3% fijado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) de la UE y que de hecho había motivado, a finales del año anterior, un aviso preventivo de la Comisión Europea, hasta, recurriendo exclusivamente al ahorro en el gasto, lograr la meta del equilibrio presupuestario; la mejora de los niveles de productividad industrial; la flexibilización del mercado laboral; la revisión a la baja del Rendimiento Mínimo Garantizado, o salario básico para las familias más desfavorecidas; el control del fraude y la evasión fiscales; y una postura intransigente frente a la corrupción.
El aspirante socialdemócrata hizo suyas las exhortaciones de multitud de observadores nacionales y foráneos a lanzar una nueva ola de reformas estructurales en Portugal, que afectaran a la sanidad, la educación, el sistema tributario y la justicia. Con tono catastrofista, Durão Barroso advirtió que el "descontrol financiero" de los socialistas preludiaba la "pérdida del tren europeo" por Portugal, asegurando además que la contabilidad creativa del Gobierno estaba lejos de dar las cifras reales sobre el déficit de las administraciones públicas. Para el PSD, la sociedad lusa debía guiarse por "los valores del trabajo, la disciplina, el rigor, la competencia, la eficiencia y la búsqueda de la excelencia". El dirigente opositor no escatimó el discurso del miedo. Recordando la línea demagógica del italiano Silvio Berlusconi, Durão Barroso avisó contra el advenimiento de un gobierno de izquierda intervencionista y dispensador de mediocridad. Los ataques se centraban en Ferro, socialista del ala izquierda y que declaró estar abierto a gobernar en coalición con el muy ortodoxo Partido Comunista (PCP) de Carlos Carvalhas. Tanto Durão Barroso como Ferro calificaron de "desastre" la eventual llegada al poder del contrario.
Con la mayoría de las encuestas, si bien tímidamente, a su favor, el 17 de marzo de 2002 el PSD se adjudicó la victoria con el 40,1% de los votos y 102 escaños, si bien el PS aguantó la prueba mejor de lo esperado y retuvo 95 actas con el 37,8% de los votos. En las filas socialdemócratas cundió una cierta decepción por lo exiguo de esta mayoría. En una coyuntura económica sumamente preocupante, que hacía imprescindible un gobierno mayoritario y estable, Durão Barroso no tenía otra opción que entenderse con el CDS-PP, perspectiva que, ya lo había dicho varias veces tiempo atrás, no le entusiasmaba.
El CDS-PP, valedora de un democristianismo muy escorado a la derecha, había hecho bandera con tintes populistas de cuestiones como la inmigración, la delincuencia y la pérdida de los valores patrióticos, si bien su líder, Paulo Portas, planteaba un programa económico ultraliberal muy preciso, similar al del PSD. El CDS-PP aportaba 14 escaños, los justos para alcanzar la mayoría absoluta, pero entre los socialdemócratas estaba fresco el resentimiento por la negativa de Portas a formar una lista común para las autárquicas de Lisboa, lo que había puesto en peligro la conquista de tan codiciada plaza por el candidato del PSD, Pedro Santana Lopes.
El 20 de marzo de 2002, Sampaio, siguiendo el formulismo constitucional, pidió que formara el nuevo Gobierno a Durão Barroso. El 28 de marzo él y Portas suscribieron un pacto de legislatura en el que, sin precisar las recetas para superar la crisis, se comprometieron con la estabilidad del Ejecutivo y enumeraron los puntos negros heredados de la Administración Guterres, cuales eran el "grave desequilibrio de las finanzas públicas", una "profunda crisis de valores y en la autoridad del Estado", el "aplazamiento sistemático de las reformas estructurales" y los progresivos "alejamiento de los socios de la Unión Europea" y "pérdida de influencia de Portugal en el mundo". La declaración incluyó el reconocimiento como vinculantes para el Gobierno entrante de los resultados negativos de los referendos de 1998 sobre los proyectos de ley de liberalización del aborto y de reforma de la ordenación territorial. El 6 de abril tomó posesión el Gabinete Barroso, que finalmente incluyó a tres ministros del CDS-PP, uno de ellos, el propio Portas, en la cartera de Defensa.
3. Los años como primer ministro de Portugal
Lo primero que hizo el nuevo Gobierno fue someter a una auditoría el estado de las cuentas públicas, ya que no confiaba en los informes del anterior Ejecutivo. La revisión del balance financiero produjo un resultado escandaloso: resultaba que el Estado portugués arrastraba un déficit global del 4,1% del PIB, lo que convertía al país ibérico en el primer miembro de la Eurozona que rebasaba el valor de referencia del PEC. Como consecuencia, el 24 de septiembre, la Comisión Europea abrió a Portugal un procedimiento por déficit excesivo, instándole a reducir el mismo por debajo del 3% en 2003 bajo advertencia de sanción.
Muy enfadado, Durão Barroso acusó al PS de haber dejado el país "en tanga" y calificó la situación de "desastre nacional". Para salir del apuro, anunció la aplicación de un drástico recorte de gastos, política tanto más dolorosa porque la economía se adentraba rápidamente en una etapa de contracción. El primer ministro advirtió que todo el mundo tendría que ajustarse el cinturón, el Estado, las empresas y los trabajadores. La admisión de nuevos funcionarios en la administración quedaba congelada, y en cuanto a la prometida bajada del impuesto sobre la renta, que había sido uno de los estandartes electorales, quedaba postergada hasta 2004 como muy pronto. Asimismo, se suprimiría una veintena de institutos u organismos públicos, se paralizarían varias grandes obras públicas —inclusive el nuevo aeropuerto de Lisboa— y se revisaría el proyecto del tren de alta velocidad con España.
Aunque al equilibrio financiero debía llegarse sobre todo por la vía del ahorro, insistía Durão Barroso, el Gobierno no renunciaba a aumentar los ingresos, merced a un encarecimiento de los combustibles y a un acelerón en las privatizaciones. Así, saldrían a la venta diversos paquetes de acciones de la aerolínea nacional, Transportes Aéreos Portugueses (TAP), Águas de Portugal (AdP), Galp Energía SGPS (ex Petróleos de Portugal), Red Eléctrica Nacional (REN), la papelera Portucel y otras compañías sujetas al holding Inversiones y Participaciones del Estado (IPE). La transmisión de los activos estatales debería generar 1.500 millones de euros al erario público.
La austeridad decretada por el Ejecutivo de Durão Barroso fue lo suficientemente exigente como para que 2002 pudiera cerrarse con un dato de déficit anual, el 2,7%, que se situaba por debajo del fatídico listón del PEC. El nuevo documento sobre los compromisos anuales del Gobierno de Portugal con la estabilidad financiera europea se llamó Plan de Estabilidad y Crecimiento Nacional (PECN). En cuanto a la inflación, esta cayó del 4,4% al 3,7%, pero la moderación de los precios sólo reflejaba el desplome de la demanda interna y la recesión económica, siendo el crecimiento del PIB para el conjunto de 2002 de sólo el 0,4%, 1,2 puntos de contracción con respecto al ejercicio anterior. Y las perspectivas a corto plazo eran aún más sombrías.
Además, el paro aumentó más de dos puntos en 12 meses, desde el 4,2% al 6,3%. Este mal comportamiento del empleo coincidiendo con el inicio de la desregulación del mercado de trabajo, más el lanzamiento de la nueva campaña de privatizaciones (que finalmente, empero, no iba a alcanzar a la mayoría de las grandes empresas del Estado) y, últimamente, las previsiones de despedir a 40.000 de los 700.000 trabajadores públicos hasta 2006 y de congelar en un 4% del gasto en la Seguridad Social y la enseñanza, pusieron en pie de guerra a la Confederación General de Trabajadores Portugueses (CGTP), que celebró una jornada de huelga general el 10 de diciembre. El PCP y el Bloque de Izquierda (BE) respaldaron la protesta sindical.
Al comenzar 2003, Durão Barroso, que estaba resuelto a mantener contra viento y marea la austeridad financiera y las reformas estructurales, alcanzó un inesperado protagonismo internacional con motivo de su alineamiento con Estados Unidos, el Reino Unido, España y otros aliados de la OTAN en los planes bélicos de los dos primeros países con respecto a Irak, no obstante carecer la guerra en ciernes del aval explícito del Consejo de Seguridad de la ONU. Primero, a finales de enero, suscribió junto con otros seis líderes europeos un documento de respaldo irrestricto a las pretensiones del Gobierno de George Bush, texto del que fueron artífices el británico Tony Blair, el español Aznar y el italiano Berlusconi. Poco después, el 16 de marzo, el primer ministro luso hizo de anfitrión, aunque manteniéndose en un segundo plano, de la polémica cumbre tripartita de Bush, Blair y Aznar en Lajes, Azores, donde se leyó una declaración sobre el "compromiso con la solidaridad transatlántica" y en la práctica se anunció que la invasión de Irak para encontrar las supuestas armas de destrucción masiva prohibidas por la ONU, y de paso para derrocar al régimen de Saddam Hussein, era inevitable e inminente.
En noviembre de 2003, en el contexto de la ocupación de Irak posterior a la invasión, y tras haber legitimado el Consejo de Seguridad la presencia de tropas extranjeras en el país árabe con las misiones de mantener la seguridad y reconstruir infraestructuras, Lisboa despachó un centenar largo de agentes policiales de la Guardia Nacional Republicana, que en principio tenían previsto destacarse en Nasiriyah, en la zona de ocupación italiana, pero que por culpa de los ataques de la resistencia tuvieron que acuartelarse temporalmente en Basora, más al sur, donde se pusieron a las órdenes del mando británico. En cualquier caso, los efectivos portugueses estuvieron integrados en la llamada División Multinacional Sur-Este, que comandaba un general británico y que abarcaba las provincias meridionales de Muthanna, Basora, Dhi Qar y Maysan.
Aunque impopular en Portugal, la campaña bélica en Irak copatrocinada por Durão Barroso no estuvo entre las actuaciones que más desgastaron al primer ministro y su Gabinete. Bastante más daño causaron la profunda crisis económica, el descontrol del desempleo y, en no menor medida, el reguero de escándalos de corrupción, tráfico de influencias e índole sexual. Estos escándalos hicieron estremecer al oficialismo y conmocionaron a los portugueses, aunque el descrédito y las censuras por inmoralidad se hicieron extensibles al PS y al conjunto de la élite política, económica e incluso social del país.
Por de pronto, ya a finales de 2002 la atención del público luso fue captada por las denuncias de que la Casa Pia, un reputado orfanato lisboeta que llevaba muchos años prestando servicios educativos y de beneficencia a adolescentes desarraigados, había sido en las tres últimas décadas el escenario de reiterados abusos de menores con la complicidad de personal interno de la institución. La justicia intervino y tras las oportunas investigaciones fueron formulados cargos por pedofilia contra cuatro personalidades relevantes de la sociedad: el dirigente socialista y ex ministro de Trabajo Paulo Pedroso, el antiguo embajador ante la UNESCO Jorge Ritto y dos estrellas de la televisión portuguesa, el humorista Herman José y el presentador Carlos Cruz. Este auténtico psicodrama nacional, generador de titulares de prensa diarios, acompañó la gestión de Durão Barroso hasta el último día.
Aunque el Gobierno o el PSD no tuvieron a miembros incriminados por los presuntos actos de pederastia, la coincidencia en el tiempo del descomunal escándalo con otras revelaciones explosivas sobre prácticas corruptas o abusivas que sí alcanzaron de lleno al oficialismo funcionó como una caja de resonancia de los aspectos escabrosos del poder. La crisis llegó al Gabinete a comienzos de octubre de 2003 con motivo de la divulgación por una televisión privada de que la hija del ministro de Asuntos Exteriores, António Martins da Cruz, había ingresado en una facultad universitaria de Medicina sin necesidad de hacer los exámenes o poseer una nota mínima, y acogiéndose a la modalidad de acceso directo que la ley portuguesa otorga a los hijos de diplomáticos siempre que hayan completado sus estudios secundarios en el extranjero, cosa que no concurría en la joven. El asunto, torpemente manejado por el Ejecutivo, costó las dimisiones del ministro de Enseñanza Superior, Pedro Lynce, y del propio Martins da Cruz, quien era uno de los más estrechos colaboradores de Durão Barroso desde hacía una década.
En las semanas siguientes, los portugueses se desayunaron con nuevas noticias económicas negativas, como que 2003 iba a cerrar con un crecimiento negativo de en torno al 1% del PIB, que el paro se aproximaba al 7%, que el déficit público volvía a rozar el 3% y que las deudas del Estado se acercaban peligrosamente al otro tope financiero del PEC, el 60% del PIB. Algunos analistas imputaron a Durão Barroso exactamente lo mismo que éste les había echado en cara a los socialistas en 2001 y 2002: que el déficit real era muy superior, probablemente del 5% ya, y que la cifra oficial del 2,9% era el fruto de una ingeniería contable a todas luces abusiva. La propia Comisión Europea acogió con escepticismo el balance suministrado por Lisboa. Entre tanto, la oposición de izquierda acusó al Gobierno de obcecarse en el saneamiento financiero y de asistir impávido a los estragos sociales que estaba provocando la falta de inversiones y estímulos públicos en el sector productivo. El equipo gobernante se aferró a los datos de crecimiento de los dos primeros trimestres de 2004, que invitaban a pronosticar la próxima salida del túnel.
4. Salto al frente de la Comisión Europea
Las elecciones al Parlamento Europeo del 13 de junio de 2004 pusieron el altavoz al malestar de la mayoría de la población con la gestión de Durão Barroso: la lista conjunta del PSD y el CDS-PP, Fuerza de Portugal, fue vapuleada por el PS, que con el 44,5% de los votos le sacó 11 puntos de ventaja. El oficialismo intentó quitar hierro a los resultados, cuestionando que se hubiera producido un voto de castigo con una participación de tan sólo el 38,9%. Con todo, Durão Barroso se sintió obligado a decirles a los portugueses que había "comprendido" el "mensaje de exigencia" enviado al partido del poder. El primer ministro se guardó de insinuar un cambio de rumbo en la política económica y social del Gobierno. Sin embargo, tampoco iba a saberse cómo lidiaría Durão Barroso con los problemas nacionales de ahora en adelante, ya que las más altas instancias de la Unión Europea llamaron a su puerta.
Mientras el país celebraba, y con muchos elogios a la organización, el campeonato de la Eurocopa de Fútbol de 2004, el nombre de Durão Barroso empezó a circular con insistencia como el probable sucesor del italiano Romano Prodi al frente de la Comisión Europea, que tocaba renovar al término de su mandato de cinco años. El 29 de junio, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE reunidos en Bruselas bajo la presidencia irlandesa y sin el formato de un Consejo Europeo anunciaron que habían llegado a un consenso unánime sobre la candidatura de Durão Barroso, uno de los allí presentes, luego de vencer las reticencias de Francia, Alemania y Bélgica. En el cónclave se decidió también que el actual Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), el español Javier Solana fuera, de acuerdo con el ordenamiento institucional del Tratado de la Constitución Europea, el futuro ministro de Asuntos Exteriores de la Unión.
Aquellos tres países no olvidaban el nítido posicionamiento proestadounidense del portugués durante la crisis que había resquebrajado la PESC de la UE en la crisis de Irak del año anterior, y tenían muy presentes tanto su intenso proatlantismo en la cuestión de la defensa europea —aunque en ese ámbito la Comisión Europea no tenía ninguna competencia— como su ortodoxia liberal en el manejo de la economía. Estas suspicacias se planteaban cuando los gobiernos de París y Berlín hacían piña para flexibilizar el PEC, el cual venían violando flagrantemente los dos, con el objeto de poder elaborar presupuestos muy deficitarios en tiempos de escaso crecimiento.
Antes de dar su brazo a torcer, estos tres estados miembros habían apostado por el actual jefe del Ejecutivo de Bruselas, Guy Verhofstadt, un adalid de la construcción europea con criterios federalistas y promotor también de un sistema de defensa propiamente europeo, autónomo de la OTAN. Pero Durão Barroso contaba de partida con el respaldo del Reino Unido, Italia, Polonia y los países pequeños, amén, por el vínculo de vecindad geográfica y por compartir intereses financieros en el presupuesto comunitario, de España, no obstante gobernar allí ahora los socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero, cuyos enfoques sobre Irak y la estrategia antiterrorista global de Estados Unidos diferían abiertamente de las tesis de Aznar y Durão Barroso.
Aunque Durão Barroso no se ajustaba a ese perfil europeísta con arreglo al cual el elemento supranacional es enfatizado frente a los procesos intergubernamentales, que era característico en Prodi y sus inmediatos predecesores en el cargo, el luxemburgués Jacques Santer y el francés Jacques Delors, nadie en el Consejo ponía en duda ni la preparación ni la experiencia del portugués en los asuntos europeos, como tampoco sus dotes para la negociación. Además, dato no baladí, se expresaba en francés e inglés (y en español) como si fueran sus idiomas nativos. Finalmente, cumplía otro requisito informal: pertenecer a una fuerza política integrante del Partido Popular Europeo-Demócratas Europeos (PPE-DE), la lista más votada en las pasadas elecciones a la Eurocámara y titular de 268 escaños.
El primer ministro luso cogió al vuelo la oferta que le hacían sus colegas europeos, tal que emprendió los preparativos de su partida incluso antes de recibir la designación oficial del Consejo Europeo. El 30 de junio de 2004, cuatro días antes de la conclusión del torneo futbolístico con la derrota de la anfitriona en la final frente a Grecia por cero a uno, Durão Barroso causó en Portugal lo más parecido a una tormenta política al anunciar que se despedía del Gobierno para presidir la Comisión Europea en Bruselas. El gobernante saliente trasladó al presidente Sampaio, que, con la Constitución en la mano, podía nombrar un nuevo primer ministro designado por el PSD o bien disolver la Asamblea y convocar elecciones anticipadas. Ahora bien, dejó claro que su deseo era ser sucedido sin solución de continuidad por el alcalde lisboeta, Santana Lopes, ya que existía una mayoría parlamentaria capaz de agotar la legislatura en 2006. Su marcha a Bruselas obedecía, según él, a "motivos de relevante interés nacional".
Aunque esperadas, la renuncia y partida de Durão Barroso motivaron una riada de críticas desde diversos frentes. Los socialistas, que querían ir a las urnas sin dilación, le acusaron de abandonar el barco de la política doméstica en plena, si no galerna, sí al menos marejada económica, recordándole que el servicio a la nación empezaba por la Residencia Oficial de São Bento. Por otra parte, la preselección sucesoria de Santana Lopes, político controvertido por su estilo populista y su protagonismo en ciertos entornos frívolos de la televisión y la vida de sociedad, concitó rechazo popular y, sobre todo, abrió divisiones en el bloque socialdemócrata del Gobierno, donde el edil capitalino no andaba menguado de enemigos.
El sector liberal y tecnocrático del PSD temía que Santana, entre otras cosas, se desentendiera de la austeridad presupuestaria y el ajuste fiscal sólo porque eran impopulares. Según parecía, Santana confiaba plenamente en un dirigente del partido con el que sin embargo no siempre se había llevado bien. Entre los ministros discrepantes estaban las titulares de Exteriores, Teresa Gouveia, y Finanzas, Manuela Ferreira Leite. Esta última, en tanto que número dos del Gobierno, habría sido la encargada de cubrir el puesto de primer ministro por vacancia de haberse seguido un procedimiento puramente institucional.
Durão Barroso no se dejó amilanar por las presiones de este sector de su partido e impulsó decisivamente a Santana, que el primero de julio fue elegido presidente de la CPN por el Consejo Nacional del PSD. El 5 de julio el cesante envió la carta de dimisión a Sampaio, el cual, venciendo las dudas que le inspiraban las capacidades de Santana, descartó el adelanto electoral porque creía que esa mudanza podía prolongar la inestabilidad. Una vez terminados los turnos de consultas formales con los responsables políticos y económicos, el presidente encargó el 9 de julio la formación del nuevo Gobierno de coalición a Santana, que tuvo que someterse a un pliego de condiciones, siendo la más importante el compromiso de preservar la ortodoxia financiera. Una vez recibido el preceptivo mandato de sus conmilitones, el nuevo presidente del PSD tomó posesión al frente del Gobierno el 17 de julio.
Durão Barroso ya estaba liberado de responsabilidades en Lisboa, y ahora asumía las tareas de presentar sus credenciales al Parlamento Europeo para obtener la preceptiva ratificación personal y, a continuación, designar de común acuerdo con el Consejo Europeo al colegio de comisarios, el cual iba a ser sometido por los diputados a un minucioso escrutinio previamente a su investidura. Lo que ni él ni nadie sospechaba entonces era que el proceso de validación democrática iba a ser de lo más tortuoso, retrasando en cerca de un mes la asunción de la nueva Comisión. Como tampoco nadie habría podido imaginar que la inauguración de Durão Barroso en su despacho de Bruselas casi iba a coincidir en el tiempo con la caída en Lisboa del Gobierno de Santana, dado por desahuciado por Sampaio en un tiempo récord.
En Bruselas, de entrada, Durão Barroso encontró mucha frialdad. El Grupo del Partido Socialista Europeo (PSE), que tenía 200 escaños y cuyo respaldo, aunque no indispensable, ya que la validación podía salir adelante con mayoría simple, sí era muy deseable para empezar con un potente aval parlamentario, manifestó tener "serias dudas" sobre la idoneidad del ex primer ministro luso. Trascendieron los recelos de los diputados franceses y alemanes de este grupo por la "línea anglófila a ultranza" de Durão Barroso, al que los españoles tampoco estaban dispuestos a ponerle las cosas fáciles debido a que en abril anterior había censurado la decisión unilateral de Zapatero de retirar las tropas españolas de Irak. El Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ADLE), que, con 88 parlamentarios, era el tercer bloque de la Cámara, quería cerciorarse de que el designado poseía una sólida visión europea. El Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea se manifestó bastante escéptico, mientras que el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea (IUE) anunció que Durão Barroso ya podía contar con su voto negativo.
Consciente de que los suspicaces tomaban nota de su cercanía a la Casa Blanca en política exterior y de su conservadurismo económico, Durão Barroso encaró los inquisitivos cuestionarios de los diputados con un talante híbrido: por un lado, se justificó por pasadas actuaciones, que debían ser situadas en contexto, pero por otra parte marcó las distancias de esos mismos hechos. Así, sobre su apoyo en 2003 a la invasión de Irak, aseguró que no le gustaba la guerra, pero que no podía quedarse al margen "si hay una guerra entre un aliado y un régimen como el de Saddam", añadiendo que aquella fue "la decisión más difícil de mi vida". Para que quedara bien clara su actitud al respecto, remachó: "Odio la arrogancia, odio el militarismo. No me gusta el unilateralismo, pero está en el interés de Europa intentar tener una relación constructiva con Estados Unidos". Y en cuanto a su ideología, afirmó: "Soy un reformador, de centro; nunca he sido de derechas". En añadidura, defendió el mantenimiento por la UE de su liderazgo en la lucha contra el cambio climático y en la búsqueda de la ratificación del Protocolo de Kyoto. También, se mostró partidario de la entrada de Turquía en la UE y subrayó la prioridad de avanzar en la Europa social.
La elocuencia de Durão Barroso convenció a los diputados menos escépticos, tal que el 22 de julio el Parlamento, bajo la presidencia del recién elegido Josep Borrell, español del PSE, obtuvo la aprobación con 413 votos a favor, 251 en contra, 44 en blanco y tres nulos, esto es, con el aval del 56,4% del hemiciclo. Durão Barroso anunció una Comisión "fuerte e independiente", cuyos retos principales iban a ser la reforma del PEC —transigiendo con las exigencias de flexibilización del eje franco-alemán—, la elaboración del presupuesto de la Unión para el período 2007-2013, el remate de las negociaciones de adhesión con Bulgaria y Rumanía, y el arranque de las previstas con Croacia y Turquía.
En el primer tramo del mandato quinquenal de la nueva Comisión iba a tener lugar también el complicado proceso de ratificación nacional, país por país, del Tratado Constitucional, cuya entrada en vigor, si todo salía bien, el 1 de noviembre de 2006, abriría las puertas a una importante reestructuración, en dos fases, de la institución legisladora por excelencia, así como ejecutora de las políticas comunes, de la UE. Sin embargo, esto sucedería sólo a partir del 1 de noviembre de 2009, es decir, empezando con la primera Comisión elegida estando vigente la Constitución y continuando con la que le tomara el relevo un quinquenio después.
La Comisión que se disponía a presidir Durão Barroso se atendría a las disposiciones del Tratado de Niza de febrero de 2003, que en la composición limitaba el número de comisarios a uno por país (hasta ahora, los Estados miembros más poblados tenía derecho a dos comisarios). Esto daba 24 comisarios, más su presidente portugués. La Constitución Europea preveía, a partir del 1 de noviembre de 2014, la reducción de la Comisión a dos tercios del número de Estados miembros y la elección de los comisarios de acuerdo con un sistema de rotación igualitario. Lo que empezaría a funcionar en 2009 sería la figura del ministro de Asuntos Exteriores de la Unión, denominación más institucionalizada del actual Alto Representante para la PESC, y que sería al mismo tiempo uno de los vicepresidentes de la Comisión.
A mediados de agosto, las consultas intergubernamentales entre Durão Barroso y las capitales de la UE produjeron una lista de comisarios donde destacaban una serie de nombres ligados a las exigencias de alta competitividad en el mercado global y a la ortodoxia liberal. Restaba ahora el nihil obstat del Parlamento, y fue entones cuando empezaron de verdad los problemas para Durão Barroso.
De entrada, los diputados socialistas, liberales, verdes e izquierdistas recusaron al asignado a la Comisaría de Justicia, Libertad y Seguridad, el democristiano italiano Rocco Buttiglione, por considerar que unas declaraciones suyas sobre el carácter pecaminoso de la homosexualidad y otras de tipo sexista ofensivas para la mujer le descalificaban para ocupar esa cartera. Durão Barroso, en lo que fue respaldado por el PPE-DE, replicó que la Eurocámara no estaba facultada para vetar a comisarios individuales, sino al colegio en bloque, y se negó a tachar a Buttiglione de su lista. Además, los diputados manifestaron sus dudas sobre la capacitación o la compatibilidad de otros cuatro comisarios nombrados: el socialista húngaro László Kovács en Energía, la liberal holandesa Neelie Kroes en Competencia, la liberal danesa Mariann Fischer Boel en Agricultura y Desarrollo Rural, y la agraria letona Ingrîda Ûdre en Fiscalidad y Unión Aduanera.
El áspero tira y afloja entre Durão Barroso y los parlamentarios se prolongó varias semanas, creándose una situación de bloqueo sin precedentes que los medios de comunicación calificaron de "crisis". El 27 de octubre tocaba realizar la votación de investidura, previa a la toma de posesión prevista para el 1 de noviembre (y recién firmado, el día 29 en una cumbre especial de gobernantes en Roma, el Tratado Constitucional), pero Durão Barroso decidió a última hora no someter su propuesta de Comisión al veredicto parlamentario en el convencimiento de que iba a perder. Acribillado por las críticas, con acusaciones de inflexibilidad y de no tomarse en serio la opinión de la única institución de la UE emanada de las urnas, Durão Barroso (y con él, el Consejo) se resignó a remodelar la lista de comisarios.
Finalmente, Durão Barroso dispuso tres mudanzas: las bajas de Buttiglione, sustituido por el actual ministro de Exteriores de Italia, Franco Frattini, y de Ûdre, que venía siendo investigada en su país por presunta financiación irregular de su partido y que fue reemplazada por su compatriota Andris Piebalgs, pero en la Comisaría de Energía, más el cambio de cartera de Kovács, que pasó a una comisaría para la que se le consideraba más preparado, justamente la adjudicada inicialmente la política letona, Fiscalidad y Unión Aduanera. Fischer Boel y Neelie Kroes fueron confirmadas respectivamente en Agricultura y Competencia, a pesar de que la segunda tenía una trayectoria de asesora empresarial susceptible de generar un conflicto de intereses.
Con reservas todavía, pero en su mayoría dispuestos a no prolongar por más tiempo la porfía, los diputados aceptaron los cambios y el 18 de noviembre la Comisión de Durão Barroso fue investida con una confortable mayoría de 449 votos a favor, 149 en contra y 82 abstenciones, sobre 680 diputados presentes. El 22 de noviembre, Durão Barroso y los 24 comisarios tomaron posesión de sus puestos.
5. Bibliografía y honores
José Manuel Durão Barroso, que habla perfectamente el inglés y el español y se expresa también en un buen francés, está casado desde 1980 con Maria Margarida Sousa Uva, con la cual ha tenido tres hijos, Guilherme, Francisco y Luís de Sousa Uva Durão Barroso. Es autor de los ensayos políticos: Sistema de Governo e Sistema Partidário (de 1980, en coautoría con Pedro Santana Lopes); Le système politique portugais face à la intégration européenne (su trabajo de fin de máster en la Universidad de Ginebra, publicado en 1983); Política de Cooperação (1990); A Política Externa Portuguesa 1992-1993 (1994); A Política Externa Portuguesa 1994-1995 (1995); Uma Certa Ideia de Europa (1999); Uma Ideia para Portugal (2000); Mudar de Modelo (2002); y Reformar: Dois Anos de Governo (2004). Asimismo, fue fundador y director de las revistas Ciência Política y Lusíada de Ciência e Cultura-Relações internacionais.
Es muy extenso su repertorio de condecoraciones, premios y distinciones, entre los que destacan: Gran Cruz de la Orden Militar de Cristo (Portugal, 1996); EFR Business Week Award (Universidad Erasmus de Rotterdam, 2006); Premio especial del Business Centre Club (Polonia, 2007); Transatlantic Leadership Award (European Institute de Washington, 2007); Zukunftpreis (Initiative Forum Zukunft de Colonia, 2007); Premio Internacional Conde de Barcelona (Fundación Conde de Barcelona, España, 2007); membresía honoraria de la Academia Portuguesa da História (2008); Prémio Rotary da Paz (Distrito 1960-Lisboa de Rotary internacional en Portugal); Chave de Honra da Cidade de Lisboa (2008); Transatlantic Business Award (Cámara Americana de Comercio en la UE, Bruselas, 2008); Prémio Política e Responsabilidade Social (Fundação Luso-Brasileña, Portugal, 2008); Medalla e Insigna de Oro del Real instituto de Estudios Europeos de Madrid (2009); Medalla de Oro del Parlamento de Grecia (2009); Premio Europeo del Año (Movimiento Europeo en Dinamarca, 2009); Premio Quadriga (Berlín, 2009); Collar del Mérito Europeo (Fundación del Mérito Europeo, Luxemburgo, 2010); y la Gran Cruz de la Orden de Carlos III (España, 2011).
Asimismo, posee una veintena de licenciaturas y doctorados honoríficos concedidos por otras tantas universidades de todo el mundo. En febrero de 2012 la Asociación Industrial Portuguesa (AIP) le hizo su presidente honorario.
(Cobertura informativa hasta 24/5/2012)