Inseguridad en el Magreb: se amplia el catálogo de amenazas

CIDOB Report nº 8
Data de publicació: 09/2022
Autor:
Eduard Soler i Lecha, investigador sénior asociado, CIDOB
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Un conflicto congelado que ha entrado en una etapa de deshielo, una rivalidad entre las principales potencias regionales cada vez más ostensible y una suma de factores domésticos e internacionales que aumentan la percepción de inseguridad de las elites gobernantes. Así podría resumirse el estado de las relaciones intramagrebíes y la poco halagüeña perspectiva de futuro para su seguridad y la de sus vecinos. 

A finales de los años ochenta y principios de los noventa del siglo XX se abrió una pequeña ventana de esperanza. Coincidiendo con el fin de la Guerra Fría, los dirigentes de Marruecos y Argelia se tendieron la mano, se creó la Unión del Magreb Árabe (UMA) a imagen y semejanza de la Unión Europea y, poco después, en el Sáhara Occidental, Marruecos y el Frente Polisario decretaron el alto el fuego y se puso en marcha la MINURSO, la misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental, que debería contribuir a resolver el conflicto.

Sin embargo, la esperanza para la paz en la región duró poco. El desgarro de la década sangrienta en Argelia, el cierre de la frontera entre los dos países en 1994, el bloqueo de las negociaciones sobre el Sáhara con el fracaso de dos planes promovidos por el exsecretario de Estado estadounidense, James Baker, como enviado personal del secretario general de Naciones Unidas, así como la manifiesta disfuncionalidad de la UMA hicieron de la integración magrebí poco más que un espejismo.

En el momento de escribir estas líneas, preocupa el aumento de la violencia en el Sáhara y el rápido deterioro de las relaciones entre Marruecos y Argelia. A una frontera cerrada desde 1994 se le ha sumado la ruptura diplomática y el cierre del espacio aéreo argelino, sucedidos en agosto y septiembre de 2021, respectivamente. El ataque, supuestamente por parte de Marruecos, contra un convoy argelino que cubría la ruta entre Mauritania y Argelia, el 1 de noviembre de ese año, transitando por la zona controlada por el Frente Polisario, según informó el medio digital Menadefense, encendió todas las alarmas. No es buena señal que publicaciones como el Atlas Stratégique de la Méditerranée et su Moyen-Orient, de la francesa Fondation Méditerranéenne d’Études Stratégiques,consagrase su atención a las capacidades militares de Marruecos y Argelia, y al escenario de un enfrentamiento armado entre ambos países.

Para complicar aún más las cosas, en el otro extremo del Magreb, Libia lucha para salir de la espiral de conflicto en la que lleva instalada desde 2011. Y, en el sur, el Sahel se consolida como una de las principales preocupaciones para la seguridad regional. Es significativo que en ambos escenarios, Marruecos y Argelia estén proyectando su influencia, bien sea ofreciendo mediación, articulación de foros de diálogo regional o iniciativas de cooperación bilateral. Aunque la competición argelino-marroquí no es responsable del alto grado de inestabilidad en Libia y en el Sahel, esta tampoco ayuda a encontrar vías para reducir la tensión. 

Una de las características de la inseguridad en el Magreb es que el recurso a amenazas híbridas convive con demostraciones de fuerza más propias de un enfrentamiento convencional. El Magreb ejemplifica cómo dichas amenazas no están sustituyendo a las convencionales, sino que pueden precederlas o incluso favorecerlas. El conflicto del Sáhara Occidental, los nexos con otros espacios de conflicto, así como los intentos de deslegitimar o debilitar el régimen de un país rival ayudarán a comprender mejor esta interrelación. 

El conflicto del Sáhara: ¿quién es quién?

¿Quiénes son las partes enfrentadas en este conflicto? No hay una respuesta unánime a esta pregunta, lo cual es un claro indicador de la naturaleza híbrida de este conflicto y de la distinta percepción sobre las amenazas. Argelia sostiene que el enfrentamiento es entre Marruecos y el Frente Polisario. En cambio, Rabat argumenta que este último actúa como un proxy de Argelia. En otras palabras, en el relato marroquí, Argelia es una de las partes del conflicto, aunque el relato argelino lo rechace de pleno.

El conflicto del Sáhara está a punto de cumplir su 50 aniversario. Desde 1991 a noviembre de 2020 encajaba en la categoría de conflicto congelado. Habían cesado las hostilidades. El conflicto no se había resuelto, pero se prolongaba por otras vías y con otras modalidades en vez de la militar. Aunque los efectivos seguían desplegados, ganaba protagonismo la competición diplomática para arrancar o revertir reconocimientos a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).

Ante la falta de avances y con las bases del Polisario cada vez más frustradas, era cuestión de tiempo que la situación empeorase. En noviembre de 2020, se pudo confirmar que el conflicto ya no estaba en el congelador. El Polisario anunció el fin del alto el fuego como respuesta a la operación de Marruecos para retomar el control del paso de Guerguerat, fronterizo con Mauritania. Poco después, el presidente estadounidense, Donald Trump, reconocía la soberanía marroquí sobre el Sáhara, dando aliento a una política más asertiva por parte de Marruecos, que luego alimentaría las crisis diplomáticas con Alemania y España en 2021. Sobre el terreno, un dron marroquí liquidó al jefe de la gendarmería del Polisario en abril de 2021, tal como reconocieron fuentes saharauis. Ocasionalmente, se han producido hostigamientos en la zona que separa los territorios controlados por ambas partes sin que pueda llegarse a hablar de un retorno a la guerra. La situación podría cambiar si el Polisario hace efectiva su amenaza de lanzar ataques contra las ciudades saharauis bajo control marroquí.

La confusión sobre quiénes son las partes en conflicto –¿lo es Argelia?– así como la carrera armamentística en la que se han enzarzado las dos potencias magrebíes aumentan los riesgos del deshielo del conflicto en el Sáhara. Si el Polisario cumpliese sus amenazas, ¿lo entendería Marruecos como una especie de ataque híbrido dirigido desde Argel? Y si es así, ¿cuál sería su reacción? ¿Y cómo respondería Argelia si se producen nuevos incidentes contra sus nacionales en las zonas controladas por el Polisario y, más aún, si el enfrentamiento llegase a Tinduf? Son escenarios muy delicados, pero no desdeñables y ahondan en la tesis de que lo híbrido se propaga: lo convencional y lo no convencional se retroalimentan. 

La porosidad de las fronteras y de los escenarios del conflicto 

Una de las dinámicas más inquietantes de la seguridad en el Magreb son las crecientes interconexiones con otros escenarios de conflicto. Tras la caída de Muamar el Gadafi en 2011, el nexo de inseguridad entre el Magreb y el Sahel se hizo especialmente visible a través de los grupos criminales, el tráfico de armas y personas, las milicias y los grupos terroristas que operaban aprovechando las fronteras porosas. El conflicto en el norte de Mali en 2012 fue la prueba definitiva. Una década atrás, la evolución del Magreb contribuyó a la desestabilización del Sahel. Ahora, el flujo de inseguridad puede producirse en la dirección inversa. Conscientes de esta situación, tanto Marruecos como Argelia han desplegado su caja de herramientas para ser vistos por los países del Sahel –y también por las principales potencias globales con intereses en esa región– como un actor imprescindible. Al hacerlo, Rabat y Argel han añadido una dimensión más a esta relación de competición y abierta hostilidad.

El otro nexo es el que liga el Magreb con Oriente Medio. Durante la última década, el Magreb se ha convertido en un espacio de competición entre potencias regionales de Oriente Medio. Una competición que se juega tanto entre potencias tradicionales como Egipto y Turquía, como entre países más pequeños, pero con recursos y ambición, como son Emiratos Árabes Unidos y Qatar. Libia se ha convertido en el escenario por excelencia de esta competición regional, en la medida que estos cuatro países han apoyado o bien al Gobierno de Trípoli o bien al mariscal Khalifa Haftar. A menudo, unos y otros han justificado su apoyo político, financiero o militar en términos de seguridad nacional. No obstante, ocasionalmente también han evidenciado que su apoyo a grupos rivales en Libia corresponde a visiones opuestas sobre el futuro de la región y, específicamente, sobre el papel que pueden desempeñar grupos afines a los Hermanos Musulmanes.

Sin embargo, el cambio más notable, y quizás el que tenga más trascendencia, es la normalización de relaciones entre Marruecos e Israel. Este acercamiento se ha producido en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham, impulsados por la Administración estadounidense. En diciembre de 2020, y a pesar de haber perdido las elecciones, Donald Trump dio la bienvenida al anuncio de normalización al mismo tiempo que reconocía, a través de dos tuits consecutivos, la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.

La llegada al poder de Joe Biden no ha alterado esta apuesta, y el acercamiento entre Marruecos e Israel ha sido rubricado con las visitas del ministro de Exteriores israelí, Yair Lapid, y también del ministro de Defensa, Benny Gantz, a Rabat. Durante la visita de este último a la capital marroquí, se firmó el primer acuerdo en materia de seguridad y defensa de ambos países. Por su parte, las autoridades argelinas expresaron su rechazo a la cooperación de Marruecos con Israel. 

A la hora de encarar sus complicadas relaciones de vecindad, las autoridades argelinas siempre habían confiado en su superioridad militar. Sin embargo, la entrada en escena de Israel, en temas tan diversos como la inteligencia o la construcción de drones, ha despertado una fuerte inquietud en Argelia, sobre todo en relación con enfrentamientos no convencionales.

Para acabar de complicar las cosas, hay que señalar que, desde hace años, Marruecos acusa a Irán de estar proporcionando apoyo al Polisario a través de Hezbolá. Más recientemente, responsables israelíes han argumentado que Argelia e Irán forman parte de un mismo bloque regional. El Magreb no sólo está más dividido, sino que cada vez más actores de fuera de la región lo ven como un espacio donde proyectar sus rivalidades. 

La batalla de la legitimidad y el catálogo de represalias

Desde sus independencias respectivas, Marruecos y Argelia han construido modelos políticos muy distintos, tanto en lo que respecta a su organización interna como a sus apoyos internacionales. Marruecos se erigía como una monarquía conservadora con buenas relaciones con Occidente, mientras que la Argelia republicana aspiraba a ser referente de los revolucionarios del mundo entero. No es el único ni quizás el principal factor que explique la mala relación y la desconfianza entre las élites gobernantes de ambos países, pero hay que tenerlo en cuenta. Además, en la batalla de narrativas, como detalla Tilila Sara Bakrim, no solo participan las élites gobernantes, sino también sus respectivos campos mediáticos.

A pesar de ello, Miguel Hernando de Larramendi ha dado cuenta de cómo las primaveras árabes generaron un sentimiento de vulnerabilidad compartida, y eso produjo una reactivación temporal de las relaciones bilaterales entre Argelia y Marruecos. Sin embargo, a medida que el temor a la flaqueza ante las protestas de su propia población fue temperándose resurgió la rivalidad.

En el período previo a la pandemia, tanto Marruecos como Argelia vivieron el resurgir de las protestas. En el primero, estas estaban muy localizadas en el norte del país y, concretamente, en la región del Rif. En el segundo, la extensión era mayor y el movimiento del Hirak, iniciado en 2019, forzó la renuncia del presidente Abdelaziz Buteflika. Sin embargo, lejos de generar condiciones para un acercamiento, este tipo de protestas aumentaron las suspicacias e incluso las acusaciones de que el país vecino se inmiscuía en asuntos internos e intentaba contribuir a la desestabilización.

Esta situación llegó a su paroxismo durante el verano de 2021. El embajador marroquí en Naciones Unidas, Omar Hilale, distribuyó un documento en el que descalificaba al Polisario y la RASD como «república quimérica autoproclamada desde la capital argelina» y criticaba que Argelia se erigiese como ferviente defensor del derecho a la autodeterminación a pesar de negar «este mismo derecho al pueblo de la Cabilia, uno de los pueblos más antiguos de África». El diplomático marroquí añadía que «el valeroso pueblo cabila merece, más que ningún otro, disfrutar plenamente de su derecho a la libre determinación». El apoyo al independentismo cabila, articulado entorno al Mouvement pour l’autodétermination de la Kabylie (MAK), a quien Hilale propuso invitar a las reuniones del Comité para la Descolonización de Naciones Unidas, generó un fuerte rechazo por parte de las autoridades argelinas y, en última instancia, fue el argumento esgrimido para justificar la ruptura de relaciones diplomáticas. Antes de tomar esta decisión, Argel acusó al MAK y, por lo tanto, indirectamente a Marruecos, de haber propiciado los incendios forestales que afectaron a la Cabilia en agosto de 2021. Es difícil, pensar en una amenaza más híbrida que ésta.

Poco después, en octubre de 2021, el Gobierno argelino cerró uno de los dos gaseoductos que conectan Argelia con la península ibérica, concretamente el Magreb-Europa cuya construcción se inició a principios de los años noventa, durante un breve período de mejora en las relaciones entre Argel y Rabat, y que discurre por el norte de Marruecos antes de desembocar en Andalucía. A cambio de los derechos de paso, Marruecos recibía una especie de peaje en forma de gas a precios inferiores a los del mercado, gas que tenía un papel importante en la producción de electricidad. Argelia no ha llegado a decir que el cierre del gaseoducto responda a un intento de debilitar a Marruecos. Formalmente, además, no se ha roto ningún contrato, sino que este ha expirado. Aun así, los efectos y las percepciones no son muy distintas y, por lo tanto, refuerzan la dimensión híbrida de los instrumentos que se despliegan en la competición intramagrebí.

La proliferación y diversificación de amenazas raramente se limitan a un espacio geográfico. Tienden a arrastrar a sus vecinos y estos también acaban sufriendo las repercusiones de cualquier escalada del conflicto. La creciente hostilidad entre Marruecos y Argelia, así como la descongelación del conflicto en el Sáhara Occidental están teniendo un fuerte impacto sobre España. Por ahora, se ha materializado en forma de crisis diplomáticas, procesos judiciales contra antiguos miembros del Gobierno, sospechas de espionaje, el uso de la energía y las migraciones como arma política y represalias comerciales y en materia de movilidad. Autores como Javier Jordán afirman que Marruecos emplea estrategias híbridas en sus relaciones con el Estado español. Aunque el catálogo de este tipo de amenazas se despliega primordialmente entre los propios países del Magreb, vecinos como España acaban sufriéndolas, y su normalización es un riesgo compartido por todos los socios europeos.

Referencias

Fondation Méditerranéenne d’Etudes Stratégiques. Atlas stratégique de la Méditerranée et du Moyen-Orient (edición 2022), París: Institut FMES, 2022 (en línea) [Fecha de consulta: 6.7.2022] https://fmes-france.org/atlas-strategique-de-la-mediterranee-et-du-moyen-orient-edition-2022/

Hernando de Larramendi, Miguel. «Doomed regionalism in a redrawn Maghreb? The changing shape of the rivalry between Algeria and Morocco in the post-2011 era». The Journal of North African Studies, vol. 24, nº 3 (2019), p. 506-531 (en línea) [Fecha de consulta: 6.7.2022] https://ruidera.uclm.es/xmlui/bitstream/handle/10578/25340/Doomed%20regionalism%20in%20a%20redrawn%20Maghreb.%20The%20changing%20shape%20of%20the%20rivalry%20between%20Algeria%20and%20Morocco%20in%20the%20post-2011%20era.pdf?sequence=1&isAllowed=y 

Jordán, Javier. «Ceuta y Melilla: ¿emplea Marruecos estrategias híbridas contra España?». Global Strategy (24 de marzo de 2021) (en línea) [Fecha de consulta: 6.7.2022] https://global-strategy.org/ceuta-y-melilla-emplea-marruecos-estrategias-hibridas-contra-espana/

Sara Bakrim, Tilila. «Rivalité Maroc-Algérie: la guerre des récits». Note de la FRS, n°18/2022 (abril de 2022) (en línea) [Fecha de consulta: 6.7.2022] https://www.frstrategie.org/publications/notes/rivalite-maroc-algerie-guerre-recits-2022

Soler i Lecha, Eduard. «La otra África: rivalidades superpuestas en el Magreb». IDEES, nº 56 (enero de 2022), (en línea) [Fecha de consulta: 6.7.2022] https://revistaidees.cat/es/la-otra-africa-rivalidades-superpuestas-en-el-magreb/