Arabia Saudí, la mutación del gigante petrolero
El petróleo ha sido el maná sobre el que Arabia Saudí ha edificado casi exclusivamente su inmensa riqueza y sobre el que ha construido sus relaciones internacionales. Desde hace unos años, el país está financiando una profunda diversificación económica e industrial para hacerse menos dependiente del crudo. Eduard Soler, profesor de Relaciones Internacionales de la UAB e investigador sénior asociado del CIDOB, afirma que tras esta visión estratégica está también el anhelo de recuperar terreno ante otros pequeños países vecinos del Golfo que acometieron la modernización y la diversificación económica mucho antes. «Arabia Saudí se percibe como el único estado de verdad en la península arábiga y ha visto como otros países le han pasado por delante con una estrategia de conexiones internacionales y de soft power que ha funcionado y no quiere quedarse atrás», afirma. Hay también, según Soler, otra estrategia igual de importante para blanquear la imagen de un país teocrático, deficitario en derechos humanos e implacable con toda disidencia. «Pese a ser un régimen autoritario a los dirigentes saudís les preocupa como los ve su propia población y una parte de los cambios responden a esta demanda de los grupos más numerosos de esa población, mujeres y jóvenes, con la voluntad de ser popular, de lograr una legitimidad. Además, hasta hace poco tampoco parecía preocuparles la imagen que proyectaba hacia fuera pero esto se ha ido matizando y hay un esfuerzo de aparecer como un país moderno, más reformista, abierto al turismo», afirma este analista.