Trump: ¿por qué esta vez es diferente?

Opinion 824
Opinión CIDOB nº 824
Fecha de publicación: 02/2025
Autor:
Pol Morillas, Director, CIDOB
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*Este artículo se publicó previamente en La Vanguardia

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca marca el inicio de una nueva ola nacional-populista. A diferencia de su primera presidencia, esta vez el peligro es mayor, respaldado por un tecnoautoritarismo impulsado por líderes de empresas tecnológicas y un escenario internacional de grandes potencias con mentalidad neoimperial. En este contexto, Trump está degradando el equilibrio de poderes y poniendo en riesgo la democracia estadounidense y el orden internacional. ¿Resistirá Europa este nuevo envite transatlántico? 

La historia funciona como un péndulo y, de la misma manera que la política oscila entre derecha e izquierda, el mundo vive avances y retrocesos en la lucha por las libertades y la democracia. Hoy vira hacia el autoritarismo. Si el péndulo opera, cabe esperar que la nueva ola nacional populista que inaugura el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca encontrará contrapesos en su debido momento. 

La primera ola, protagonizada por el Brexit y la victoria de Trump en 2016, fue contrarrestada por el fracaso de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, la reacción del centro político en defensa de las instituciones europeas, o la elección de líderes como Emmanuel Macron y su sintonía con Angela Merkel en Alemania o Justin Trudeau en Canadá. El respiro fue entonces generalizado, y también debería serlo cuando el péndulo vuelva a oscilar.

Trump 2.0 y Musk: el impacto del tecnoautoritarismo en la democracia

Pero esta vez es diferente. El peligro de que Trump se lleve a la democracia estadounidense y parte del orden internacional por delante es grave. El movimiento MAGA viene hoy respaldado por un tecnoautoritarismo que los líderes de las principales plataformas tecnológicas se encargan de impulsar. Su filosofía es que las redes sociales, X en particular, prometen desenmascarar todo aquello que la política convencional ha venido ocultando. Es el eslogan de Musk: tú eres el medio ahora. 

La "gran mentira" ejecutada por el "antiguo régimen" ha llegado a su fin, gracias a unos nuevos medios de comunicación que no intoxican, sino que nos revelan una "nueva verdad". Trump y su séquito de presidentes tecnológicos trabajan con afán de revanchismo, informados por teorías conspiranoicas y con una buena dosis de mesianismo. 

No es la primera vez que el poder económico y el político libran la batalla conjuntamente. Como dijo el presidente de la principal empresa automovilística en los años 1950, "lo que es bueno para nuestro país es bueno para General Motors, y viceversa". Hoy el viceversa no aplica. La fortuna con la que Elon Musk y otros multimillonarios tecnológicos juegan a la política no tiene precedentes. Y lo que es bueno para X no es bueno para la sociedad norteamericana ni sus clases medias, dados los niveles de polarización social y desigualdad a los que la somete. 

El resurgimiento de los imperios bajo la segunda presidencia de Trump

La segunda presidencia Trump habitará un contexto internacional transformado. La doctrina de "mi nación primero" es la receta preferida de otros líderes como Xi Jinping en China, Narendra Modi en India, Recep Tayyip Erdoğan en Turquía o Vladimir Putin en Rusia. Este último ha hecho más que nadie para devolver el mundo a un orden regido por esferas de influencia: quien pertenezca a mi sueño imperial, Ucrania en su caso, no ostenta soberanía que valga. 

China aumenta la injerencia en su vecindario, y el líder de un orden supuestamente basado en reglas, Estados Unidos, hoy amenaza con anexionarse Groenlandia, el Canal de Panamá o convertir a Canadá en su 51º estado. La primera ola nacional-populista no albergaba los delirios de grandeza que legitiman el retorno de los imperios como sí lo hace esta segunda. 

Donald Trump es el faro de una idea más conexa y articulada sobre un mundo regido por naciones fuertes y egoístas. En la Unión Europea ganan terreno los líderes y partidos "patriotas". Su argumento: si las grandes potencias defienden sus intereses y ejercen influencia al margen de las normas internacionales, también debe promoverse la soberanía de las naciones medianas y pequeñas. Los intereses nacionales son la única guía de la acción política, y no hay institución o líder europeo que condicione a la Europa de las naciones. Las últimas elecciones al Parlamento Europeo demostraron la fortaleza de este discurso, con un resultado sin precedentes para la extrema derecha, y pronto Giorgia Meloni, Viktor Orbán o Robert Fico pueden ver caer también a Francia del lado del antieuropeísmo. 

Si las instituciones resistieron la primera ola nacional-populista, su fortaleza puede no ser suficiente hoy. Trump someterá el equilibrio de poderes a una degradación sin precedentes, como muestran sus 26 órdenes ejecutivas firmadas en un solo día, alterando incluso preceptos constitucionales como el ius soli. Sin contrapesos fuertes y con las grandes fortunas remando en la misma dirección, el segundo mandato Trump puede acabar desmantelando las instituciones de tal forma que el sistema político estadounidense sea irreconocible. Elon Musk saluda con el brazo en alto –y no hace falta contextualizar.

La resistencia europea al nuevo envite transatlántico

En Europa podemos desear que estaremos a resguardo de este nuevo envite transatlántico. Resistimos la primera vez, y tenemos ahora una ley de servicios digitales que obliga a las plataformas digitales a respetar nuestros derechos más fundamentales. Sabemos también como avanzar hacia una mayor competitividad (informe Draghi), un mejor mercado único (informe Letta) y la autonomía en defensa (informe Niinistö). Nos sobran recetas y nos falta capital político. 

Pero tenemos algo a favor: en un mundo regido por esferas de influencia, muchos no querrán verse forzados a elegir de qué superpotencia depender. La Unión Europea, el Sur Global y todos los países que así lo piensen deberán unir fuerzas para convertirse en el motor de los que rehúyan un nuevo imperialismo. 

Palabras clave: Trump, Musk, democracia estadounidense, orden internacional, seguridad

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