Siete claves para interpretar las elecciones presidenciales en Turquía

Opinion CIDOB 255
Fecha de publicación: 07/2014
Autor:
Eduard Soler i Lecha, coordinador de investigación, CIDOB
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Eduard Soler i Lecha

coordinador de investigación, CIDOB

23 de julio de 2014 / Opinión CIDOB, n.º 255

Turquía es un sistema parlamentario. Por consiguiente, la elección presidencial del 10 de agosto de 2014 debería pasar desapercibida. No será así. Aunque sólo sea porque uno de los candidatos, el actual primer ministro Recep Tayyip Erdoğan, tiene una indudable capacidad para generar polémicas y porque, por primera vez y gracias a una modificación constitucional, los turcos elegirán a su presidente por sufragio directo. La trascendencia de estas elecciones y el mensaje que arrojen las urnas puede interpretarse a partir de siete claves.

1. Son unas elecciones excepcionales. Lo son porque es la primera vez que los turcos votan directamente a su presidente y también por el perfil de los dos principales candidatos. El que tiene mayores posibilidades de éxito es el hasta ahora primer ministro, Recep Tayyip Erdoğan, que afronta estas elecciones como la culminación de su carrera política. Su principal rival, Ekmeleddin İhsanoğlu, es un candidato de consenso entre los dos principales partidos de la oposición, los kemalistas del Partido Republicano del Pueblo (CHP) y los derechistas del Partido de Acción Nacionalista (MHP). Que ambos partidos se hayan puesto de acuerdo refleja la excepcionalidad no sólo de estas elecciones sino del momento político que vive Turquía desde hace más de un año.

2. Está en juego la forma de gobernar Turquía. Hasta hoy han sido los primeros ministros los encargados de fijar la línea política del país. La labor del presidente ha consistido, básicamente, en funciones de representación aunque entre sus poderes también figura el nombramiento de altos cargos del Estado (incluidos magistrados del Tribunal Constitucional, rectores de universidades, etc.), presidir altas instancias como el Consejo de Seguridad Nacional y la potestad de devolver al Parlamento una ley para que sea revisada antes de promulgarse. Existe, no obstante, lo que se denomina “competencias latentes”. La actual Constitución (aprobada en 1982 tras un golpe de Estado y enmendada en diversas ocasiones) permite un mayor papel político para el nuevo Presidente que el que han querido tener sus antecesores. Contempla la posibilidad discrecional de convocar y presidir reuniones de gobierno. Erdoğan ya ha anunciado que, de ser elegido, así lo hará. En estas circunstancias, el Presidente no sería el árbitro de la política turca sino el capitán del equipo vencedor.

3.La limpieza y transparencia de las elecciones. En Turquía las elecciones suelen desarrollarse con total normalidad. No obstante, las acusaciones de algunos medios y partidos de la oposición sobre el recuento electoral en algunas ciudades en las elecciones municipales de marzo de 2014 empañaron la aplastante victoria del AKP en esos comicios. Cabe esperar que las autoridades turcas hagan lo posible para disipar cualquier duda sobre la limpieza de la elección presidencial. Además, la OSCE desplegará una misión de observación electoral. Aunque es poco probable, si volvieran a surgir dudas sobre la normalidad y transparencia de estos comicios, y habida cuenta del alto nivel de tensión política que se respira en el país, esto podría tener un efecto desestabilizador.

4. La importancia del voto kurdo. Los principales partidos de la oposición, CHP y MHP, tienen grandes problemas para captar el voto en las provincias de mayoría kurda. Estos votantes se inclinan o bien por el Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP) liderado por Erdoğan o por el Partido para la Paz y la Democracia (BDP), la voz del nacionalismo kurdo que se apoya en el resto del país en una nueva formación, el Partido Democrático del Pueblo (HDP). El líder de éste último, Selahattin Demirtaş, es el tercer candidato en liza y, en caso de que hubiera una segunda vuelta, sus seguidores serían quienes decantasen la balanza. Suceda o no, la “cuestión kurda” se ha situado en el centro de la agenda. Tanto en clave interior, con las negociaciones en curso con el PKK para una paz duradera, como regional, con las aspiraciones de mayor autogobierno o incluso independencia del gobierno kurdo del norte de Iraq.

5. El clima de polarización. Turquía vive inmersa, desde hace más de un año, en un clima de polarización y crispación. Las protestas de Gezi, los escándalos de corrupción que supuestamente implicarían a altos cargos del AKP y sus familiares, la guerra abierta entre el AKP y el movimiento Hizmet (liderado por un clérigo residente en Estados Unidos, Fethullah Gülen) y, más recientemente, la polémica por la gestión del incidente minero en Soma, han tensado la vida política en Turquía. Erdoğan es acusado por sus detractores de gobernar el país de forma autoritaria y él se defiende afirmando que es víctima de una conspiración. Las elecciones presidenciales se han convertido en un plebiscito sobre el liderazgo del hasta ahora Primer Ministro. Los turcos estarán muy pendientes del tono del primer discurso del próximo presidente, especialmente aquellos que no le hayan votado. ¿Será un discurso de victoria o de conciliación?

6. Los efectos sobre el sistema de partidos y el calendario electoral. La apuesta de los dos principales partidos de la oposición de apoyar a un candidato unitario y el perfil del escogido ha generado algunas reticencias. Algunos miembros del CHP considera que İhsanoğlu es demasiado conservador y demasiado religioso. Si la apuesta no sale bien (y eso no quiere decir necesariamente ganar sino perder dignamente), es probable que las voces críticas en el partido se hagan más fuertes. Una crisis en el CHP podría dar fuelle a los nacionalistas del MHP, que ya salieron reforzados en las elecciones locales. Del mismo modo, una victoria demasiado ajustada para Erdoğan, también podría despertar tensiones dentro del AKP. Si, en cambio, Erdoğan es elegido presidente con un amplio respaldo, su liderazgo en el partido se vería fortalecido e incluso podría decidir avanzar las elecciones legislativas previstas para junio de 2015.

7.La trascendencia internacional de los resultados. Hace meses que Turquía es noticia, y no siempre por motivos agradables. La figura de Erdoğan no sólo genera controversia en Turquía, también fuera de ella. Él mismo lo reconocía en un Iftar (la comida con que se rompe el ayuno de Ramadán) ofrecido por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Según él, quienes le detestan es porque dice verdades incómodas, por ejemplo, sobre Israel. El resultado de estas elecciones será seguido muy de cerca por aquellos países que mantienen relaciones difíciles con Erdoğan, entre los cuáles el propio Israel o Egipto. En Iraq, y muy especialmente en la zona kurda también se estará muy pendiente del resultado. Turquía es, en la actualidad, uno de los pocos aliados del gobierno kurdo del norte de Iraq y su líder, Barzani, ha escenificado en varias ocasiones este acercamiento a Erdoğan. Con Estados Unidos, en cambio, las relaciones se han enfriado. No obstante, gane quien gane y gane como gane, Turquía y EEUU saben que se necesitan mutuamente. Otro interrogante es si estas elecciones pueden tener algún efecto en las difíciles relaciones entre Turquía y la UE. Ni la una ni la otra tienen interés en abrir una crisis. Pero también es cierto que pueden acabar dominando en Turquía actitudes y discursos que mermarían de credibilidad de quienes hemos defendido una política de apertura y acercamiento a este país.