Revueltas populares o la llegada árabe a la modernidad política

Nota Internacional CIDOB 27
Fecha de publicación: 03/2011
Autor:
Burhan Ghaloun, Professor of Political Sociology, La Sorbonne, Paris
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Notes internacionals CIDOB, núm. 27

A lo largo del último siglo y medio los árabes han alcanzado un nivel razonable de desarrollo cultural e intelectual. Han llevado a cabo guerras de liberación nacional y todavía luchan en lugares como Palestina. Han construido estados –o, mejor dicho, “estructuras de estado” modernas- que aún se mantienen en pie a pesar de haber sufrido sacudidas internas y externas, algunas de ellas de carácter violento. Han puesto en marcha transformaciones agrícolas, industriales y científicas que no difieren mucho de las que han llevado a cabo otras naciones. Aún así, tanto en el nivel pan-árabe como en el de cada país particular, no han conseguido construir naciones modernas, en cuanto significa constituirse en sociedades unidas, interactivas y cohesionadas cuyos miembros están conectados a través del vínculo de la ciudadanía, el deseo compartido de vivir juntos y la afirmación de la dignidad humana. Ello implica el reconocimiento de derechos básicos como la igualdad y la libertad política y de pensamiento como base para la participación activa y responsable en la comunidad nacional e internacional.

La principal razón de este fracaso es el secuestro, por parte de poderes tiránicos, de las semillas de la modernidad política que son la liberación de las influencias extranjeras (sean éstas religiosas, políticas o culturales) y el logro de la soberanía de facto que significa el derecho de cada miembro de la comunidad a pensar por sí mismo y a participar, en igualdad de condiciones y sin coerción alguna, en decisiones que atañen asuntos públicos y privados y en la labor de contribuir a aquello que cada individuo considere esencial para el interés público. La emergencia del ciudadano como protagonista y centro de la vida política es la esencia de la modernidad. Es la base para transformar la soberanía popular en la única fuente de poder político y punto de referencia permanente para la actividad política, así como el locus donde se solucionan los conflictos sociales. Soberanía del pueblo significa independencia para cada individuo y la afirmación del derecho a la igualdad con sus pares –lo que significa estar libre de la marginalización, la humillación y la exclusión de las decisiones colectivas, así como la imposibilidad de ser responsabilizado y sancionado, al amparo de una justicia igual para todos, por nada que no sea una ofensa a la ley. He aquí el fundamento –y la condición esencial- del contrato social del estado. Soberanía significa también la existencia de un estado libre, no dependiente o sometido a poderes extranjeros, puesto que sólo un tal estado puede proteger la soberanía del pueblo y garantizar su ejercicio pleno.

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