Reseñas de libros. Pensar el mundo, abrazar el mundo

Revista CIDOB d'Afers Internacionals, nº. 134
Fecha de publicación: 09/2023
Autor:
Manuel Montobbio
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Manuel Montobbio, Diplomático, escritor y doctor en Ciencias Políticas

Reseña de libro:  Dezcallar, Jorge. Abrazar el mundoLa Esfera de los Libros, 2022, 364 págs. 

Concluye Jorge Dezcallar su recorrido diciéndonos que el mundo está en nuestras manos, y que podemos abrazarlo, modelarlo y hacerlo mejor o desentendernos de él; que nunca los humanos hemos tenido tanto poder en la corta y rica Historia de la humanidad, y que ojalá sepamos manejarlo con inteligencia y esa es nuestra enorme responsabilidad, porque de eso dependerá el mundo que dejemos a nuestros hijos e hijas. Y, de alguna manera para concluir así, asumir esa responsabilidad, adquiere su sentido –significado, dirección, sentimiento– último realizarlo y en él acompañarlo. Asumir esa responsabilidad, adquirir esa conciencia, comprender, pensar el mundo para abrazarlo. Y hacerlo a la luz de la razón, que tantas dudas e inquietudes, retos y problemas nos señala. Sobre lo que pasa y nos pasa, y sobre nosotros mismos, la condición y la aventura humana y la vida sobre la Tierra. Desde la preocupación por lo que esta y la experiencia nos muestran; mas y al tiempo desde la esperanza, la no resignación, el compromiso con la navegabilidad y navegación de la nave espacial Tierra en que viajamos todos destino futuro, cuyo puente de mando dejaremos a las siguientes generaciones.

Desde esa misma Mallorca donde Abrazar el mundo ha sido escrito, nos decía Llorenç Villalonga a través de su Don Toni en Bearn que la primera mitad de la vida es para vivirla, y la segunda para reflexionar y escribir sobre lo vivido. Nos impuso y al tiempo ofreció el tiempo confinado de la COVID-19 una pausa para reflexionar sobre lo vivido, «tiempo para pensar y tiempo para escribir este libro», como nos cuenta Jorge Dezcallar tras una vida dedicada a la diplomacia y la política exterior. Tras esta, y desde esta; pues si el recorrido al que nos invita está fundamentado en un sólido conocimiento de datos y bibliografía relevante, está al tiempo basado en ese sexto sentido diplomático que proporciona la experiencia adquirida a lo largo de su trayectoria.

Parte Dezcallar, en su propósito de analizar los vectores que influyen en la geopolítica y el estado actual de la humanidad, de la constatación de que los seres humanos nunca hemos vivido tan bien y tanto tiempo como ahora; y sin embargo estamos desasosegados, inquietos ante un futuro lleno de incertidumbres en el que, una tras otra, caen las columnas en que se sustentaba un mundo que se creía inmutable. Un mundo en mutación, una aceleración del tiempo histórico cuyos acontecimientos parecieran desbordar el cauce del río de la Historia, con efecto acumulativo y multiplicativo por la convergencia de las revoluciones tecnológica, demográfica, genética y de la información –a las que nos ofrece una aproximación–, frente a las que nos encontramos ante el vaciamiento de competencias y pérdida de capacidades del Estado al que dirigimos nuestra mirada, con el consiguiente cuestionamiento de legitimidad, y la crisis de la globalización tal como la conocíamos tras la crisis de 2008 y la de la pandemia, que ha constituido la primera crisis global sin liderazgo global, parteaguas cuestionador del mundo y su gobierno y dirección, acelerador de tendencias y al tiempo reclamo de gobernanza.

Tiempo acelerado de revoluciones simultáneas, cuestionador de la eficacia y legitimidad del Estado, de erosión democrática y emergencia de modelos alternativos al calor del ascenso global de China, en el que, como un castillo de naipes, caen las estructuras que han sustentado el sistema internacional alumbrado tras la segunda Guerra Mundial y, al tiempo, se transforman los actores, como nos muestran el Estados Unidos del America First ante los retos de redefinición de liderazgo, una Europa que necesita reinventarse a sí misma para afirmar su actoría hacia dentro y hacia fuera, y el ascenso global de China y la ambición de Rusia y otras potencias emergentes o reemergentes, sin olvidar la creciente y determinante actoría internacional de las grandes tecnológicas y otros actores no estatales. Transformaciones del quiénes; y transformaciones del qué: afrontamos problemas globales que requieren de soluciones globales, como el cambio climático, la pobreza, la desigualdad y el hambre, la proliferación nuclear, el terrorismo internacional y las grandes migraciones. Y al tiempo marcan la agenda global conflictos locales que condicionan el funcionamiento y equilibrios del sistema internacional, como los de Taiwan, Ucrania y Belarús, Irán, Corea del Norte, Oriente Medio, Afganistán, Libia, Argelia y Venezuela.

No se conforma Jorge Dezcallar con contemplar y analizar con criterio el mundo en que vivimos, pues como bien nos dice no se trata de mirar lo que tenemos delante, sino de descubrir lo que puede haber detrás de la esquina. Y con ese espíritu descubridor nos identifica, como grandes tendencias geopolíticas del mundo que viene, el desmoronamiento del orden geopolítico surgido de la Segunda Guerra Mundial, con el desplazamiento del centro de gravedad hacia el Indo-Pacífico –su epicentro, como nos decía Josep Piqué, en el estrecho de Malaca–, la emergencia de nuevos actores y visiones que harían imposible hoy la suscripción de la Declaración Universal de Derechos Humanos y que reclaman un nuevo orden, lo que conlleva como corolario el fin de la hegemonía de Occidente, así como la sustitución de un mundo multilateral por un mundo multipolar. Un mundo, unas tendencias, que plantean a Europa el reto de no caer en el «síndrome de Venecia» y reinventar/construir su actoría ante este y en este.

Hay cisnes negros, y hay elefantes negros: acontecimientos que sabíamos que podían acontecer –aunque no cuándo– y para los que no estábamos, no estamos preparados. Como la pandemia de la COVID-19. Como en la niebla de la guerra, en el polvo del galope de los caballos de la Historia, no resulta fácil contemplar en perspectiva, mas no podemos sino preguntarnos por sus consecuencias, de presente y de futuro. De presente, pues esta crisis sanitaria, que ha dado lugar a una recesión global en cuya curva de salida nos encontramos sin saber del todo su forma, tiene profundas consecuencias sobre la globalización tal como la hemos conocido hasta ahora, sobre la Economía y las políticas públicas para su gestión, y sobre la geopolítica y los posicionamientos y relaciones de Estados Unidos, China y la Unión Europea, que ha sabido reaccionar ante la crisis en lo que puede constituir el momento hamiltoniano de la construcción europea, si a la construcción interior de Europa sabe acompañar su construcción exterior. De futuro, pues si la pandemia no ha implicado el triunfo ni de America First ni de la pax sínica, nos confirma la superación de las reglas del orden multilateral del que nos hemos dotado, y la disyuntiva entre un mundo articulado entre dos centros alternativos, con sus respectivas reglas y orden, o una redefinición compartida de estas fruto de una negociación inteligente entre bloques enfrentados y actores relevantes, que nos dote de instituciones internacionales que nos amparen a todos y nos lleve «a una cierta reconstrucción del multilateralismo que busque un nuevo equilibrio entre el Estado-nación, los sujetos internacionales no estatales, las grandes plataformas digitales y las instituciones internacionales». Considera Dezcallar ese el escenario por el que vale la pena trabajar, aunque el pesimismo de la razón le lleve a dudar de nuestra capacidad de transformar esta crisis en oportunidad refundacional –como se hiciera en el Congreso de Viena o tras la Segunda Guerra Mundial–, para lo que «falta visión, faltan estadistas, faltan poetas, faltan visionarios, falta voluntad política, falta consenso, faltan normas…». Falta, añadiría yo en esos puntos suspensivos, fraternidad, ese ideal olvidado de la Revolución Francesa. Contrapone a este el optimismo de la voluntad, la esperanza a cuya luz nos conmina, nos invoca a que «abracemos el mundo que nos sustenta, y así podremos abrazarnos nosotros sin miedo del futuro».

Si tuviera que añadir algún complemento, alguna respuesta a lo mucho que nos dice y sugiere, lo haría en una doble dirección, empezando por ese abrazarnos nosotros. Pues si es ese abrazar el mundo para abrazarnos nosotros, pensar el mundo nos requiere a su vez pensarnos nosotros, como colectivo y como persona, y emprender el camino que a ello nos lleva. Por otro lado, si ciertamente necesitamos nuevas normas para la transformación del sistema internacional en sistema de gobernanza global para la navegabilidad y navegación de la nave espacial Tierra destino futuro, requiere la convergencia y definición de las normas la de los paradigmas en que se basan, la asunción de que el ascenso global de China implica –como señalo en mi libro Ideas chinas. La deconstrucción de Oriente y Occidente y la gobernanza global– no tanto o no solo una nueva multipolaridad, sino sobre todo la conformación de un mundo policéntrico, que nos plantea el reto de conformar en común la universalidad común. Nos dice el Tao Te King que con un solo paso se inicia un camino de tres mil leguas: abracemos el mundo, abracémonos, y sigamos caminando.

Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 134, p. 152-154
Cuatrimestral (mayo-septiembre 2023)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X