Obama y la otra América

Opinion CIDOB 20
Fecha de publicación: 12/2008
Autor:
Mariana Foglia
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Mariana Foglia
Asistente del Programa América Latina

18 de diciembre de 2008 / Opinión CIDOB, n.º 20

La “encarnación del cambio”, el “buscador de sueños”, el hombre de los consensos”, son algunas de las etiquetas que pretenden definir al fenómeno Obama. En una de las campañas electorales más apasionantes de la historia, el triunfo de inquilino número 44 de la Casa Blanca abre una bisagra y un sinfín de interrogantes que el presidente electo se encargará de responder cuando asuma el próximo 20 de enero.

Está claro que Obama tiene por delante la osadía de tomar el timón de una nave en plena tormenta, con un capitán saliente más que desgastado y un pronóstico poco alentador. No es novedad que resucitar la economía mundial será su punto número uno de la agenda, al tiempo que oxigenar la política exterior norteamericana hacia Irak, Afganistán, Irán y el eterno conflicto árabe-israelí, serán asuntos necesariamente prioritarios apenas empiece a dar forma a tamañas expectativas mundiales sobre su próximo mandato.

Ante la compleja densidad de la agenda que lo espera, no hay dudas de que América Latina no será la primera ni la segunda prioridad del próximo presidente. No obstante Obama deberá asumir que a pesar del uso generalizado del término, “América” no es sólo Estados Unidos. Hay “otra América”- la del Sur- que también espera mucho de él, desencantada luego de años de ver la espalda de la superpotencia y esperanzada al ver de frente a un presidente negro cuyo ideales de cambio contagian ilusión en las naciones latinoamericanas. ¿Qué escenario hereda Obama en la región?

Zona postergada + giro a la izquierda: El vuelco histórico que supusieron los ataques terroristas del 11-S repercutió en la agenda externa de la administración Bush, siendo la lucha contra el terrorismo su mayor exponente. La atención sobre América Latina se fue esfumando, al punto que mientras Washington concentraba su atención en el Medio Oriente, América Latina giraba a la izquierda y otras potencias se afincaban en el área. Como consecuencia del descontento surgido por los costos sociales del modelo neoliberal aplicado en los 90, el siglo XXI se inauguró en América Latina al calor de la llegada de una ola de gobiernos capitaneados por la izquierda progresista que hicieron rendir en las urnas el discurso anti-norteamericano.

La pérdida de espacio político corrió en paralelo a una pérdida de espacio económico: la inversión directa de Estados Unidos en América Latina descendió de 30% al 20% entre 1998 y el 2007 según la CEPAL; las transferencias norteamericanas hacia la región se concentran desde el 2001 principalmente en asuntos militares (1) y la ayuda para beneficios sociales y económicos se redujo considerablemente, situación que ha sabido aprovechar el elocuente presidente venezolano con su chequera color petróleo. Por su parte, China avanza en América Latina con un comercio que pasó de los 10.000 millones de dólares en el 2000 a 102.600 millones de dólares en el 2007, mientras Rusia e Irán coquetean con la izquierda más dura, compitiendo con las ventas militares de EE.UU. y haciendo gala del dicho “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. Con todo, atrás quedó la política del buen vecino de Franklin Delano Roosevelt. Durante la era Bush, Estados Unidos ha descuidado al vecindario y si es cierta la ley física de que “todo vacío tiende a llenarse”, esta no ha sido la excepción.

Poder blando en picada: El poder y prestigio de Estados Unidos en su alguna vez considerado “patio trasero” se ha reducido a sus menores niveles en décadas. Si bien sigue siendo la potencia extranjera con mayor presencia en América Latina (incluyendo el área de comercio, la cooperación militar y representaciones diplomáticas) del 2002 al 2007, la imagen de Estados Unidos se erosionó fuertemente en la región, a tono con la caída en picada generalizada de lo que Joseph Nye bautizó como “soft power”: la capacidad de atraer y convencer mediante el atractivo de la cultura, los ideales y el accionar político, elementos tan descuidado por el saliente presidente Bush.

En busca de un espacio regional sin tutelas: al menos algo quedó bien claro luego de la “mega-Cumbre” realizada en Salvador de Bahía el 16 y 17 de diciembre donde se desarrollaron maratónicamente las Cumbres de Presidentes del MERCOSUR, Grupo de Río, UNSAUR y Cumbre de Presidentes de América Latina y el Caribe (CALC). Y es la voluntad de los líderes regionales de mostrarse unidos y dispuestos a ganar protagonismo en la edificación de la nueva arquitectura financiera global. El mensaje tenía claros destinatarios: EE.UU. y la Unión Europea.

En post de ese objetivo de consolidar una visión latinoamericana propia y sin interferencia externa, las sonrisas protocolares de la foto disimularon los dientes afilados con los que fueron algunos líderes regionales al encuentro, fruto de los múltiples rencores que envuelven a los países de la región: Ecuador vs. Brasil por la deuda con el BNDES; Paraguay y Bolivia vs. Brasil por las tarifas del gas; Uruguay vs. Argentina por el conflicto de las papeleras, Argentina vs. Brasil por los aranceles en textiles y servicios en la OMC. En segundo plano quedaba también el fracaso de la cumbre del MERCOSUR en temas tan esenciales como la eliminación del cobro del doble arancel. Todo lo negativo que podía arruinar el convite de Lula da Silva – el gran artífice de la diplomacia de las cumbres- quedó minimizado ante la novedad del ingreso de Cuba al Grupo de Río, la aprobación del Consejo Sudamericano de Defensa y la repetida retórica de mostrarse enfilados bajo una sola voz.

Obama se encontrará entonces con un saldo en rojo con una América del Sur que busca un carácter propio ante los ojos del sistema internacional, cruzada transversalmente por un andamiaje de foros de concertación e integración que se yuxtaponen entre sí, incluso de manera confusa en materia de competencias. Si bien durante su campaña electoral el próximo presidente de los Estados Unidos no hizo viajes a America Latina - a diferencia de John Mc Cain que visitó México y Colombia- Obama presentó en su plataforma la “New Partnership for the Americas” que sustituye a la “Enterprise for the Americas” de Bush. En pocas palabras, “asociación” en lugar de mero libre comercio. La propuesta promete restablecer el liderazgo estadounidense en el hemisferio y una nueva relación de buena vecindad basada en tres libertades: libertad política (democracia), libertad del miedo (seguridad) y libertad de la necesidad (contra la pobreza), claramente inspirada en el discurso de F.D. Roosevelt de enero de 1941 (2). En complemento, será Hillary Clinton, nueva Secretaria de Estado nombrada por Obama y gesto aplaudido en América Latina, una figura clave para añadir ese “poder blando” que tanto necesita la América del Norte para mejorar su desgastada imagen externa.

Más allá de la retórica electoral, este relanzamiento de la “buena vecindad” deberá en la práctica dar respuesta a varios temas pendientes que tensan la relación y que ponen en evidencia que la “otra América” no sólo decora el mapa del continente ni es tan irrelevante estratégicamente: es un enclave fundamental para la seguridad hemisférica, el comercio, la inversión, la biodiversidad y el desarrollo energético. Entre los pendientes, el nuevo gobierno deberá resolver la relación con los hermanos Castro en Cuba, aunque hay pocas expectativas de que se produzca una ruptura del embargo comercial que en el 2009 cumplirá 47 años. Más factible es el pronto cierre del polémico penal en Guantánamo, una de las primeras acciones que ejecutará el nuevo gabinete en aras a dar un golpe de efecto más que simbólico para ganar legitimidad y poner fin al limbo legal.

Retomar el diálogo diplomático con Hugo Chávez y Evo Morales – los dos vecinos bulliciosos del barrio- será también una necesidad si es que EE.UU. pretende acercarse a la región y ganar el terreno perdido durante la administración Bush. Para ello será clave un diálogo directo con Brasil, cuyo liderazgo se viene afianzando mediante el activismo político de Lula da Silva en el escenario internacional y regional.

En materia comercial, hemos de esperar mayor cautela por parte de próximo mandatario respecto al libre comercio, incluso a pesar de la buena noticia que supone para América Latina el nombramiento de Bill Richardson como Secretario de Comercio y primer funcionario latino del gabinete. Sólo se mantendrían los Tratados de Libre Comercio ya existentes, así como el NAFTA, pero no se firmarían nuevos TLC por el momento. El fin de los subsidios agrícolas y avances en la postergada Ronda de Doha de la OMC, será el pedido que más escuchará la nueva administración por parte de los líderes regionales. Ávidos de liquidez para afrontar el temblor económico mundial, también rogaran por una flexibilización de las líneas de crédito para evitar las crisis “efecto dominó” de inicios de la década.

Aunque las respuestas para América Latina tardarán en llegar, a poco de asumir -del 17 al 19 de abril- se celebrará en Trinidad y Tobago la V Cumbre de las Américas donde Obama deberá estrenar su política hacia la región después del sabor amargo que dejó la última Cumbre en Mar del Plata de 2005 que dio acta de defunción al ALCA. Los mandatarios del Sur esperarán de él más multilateralismo, más diálogo y menos arrogancia, y la reciente mega-cumbre en Brasil ha sido una buena señal en esa dirección.

América no es sólo Estados Unidos. Obama pareció comprenderlo cuando en pleno fervor electoral declaró que su política hacia las Américas estará guiada por un simple principio: “ lo que es bueno para los pueblos de las Américas es bueno para los Estados Unidos”. Así las cosas, con un 36,5% de la población bajo la línea de pobreza, un 13,4% de indigentes y ostentando el poco preciado récord de ser la región más desigual del mundo, es hora de que la otra América - la del Sur- empiece a soñar con su propio “ yes, we can”.

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Notas

1. Según el informe de investigación “Por Debajo del Radar (Programas Militares de EUA con América Latina 1997-2007)”, elaborado en abril de 2007 por un conjunto de organizaciones civiles, durante los últimos 10 años el gobierno federal de Estados Unidos entregó a los países de América Latina y el Caribe un total de 7 mil 300 millones de dólares en ayuda militar y policíaca. La cantidad de dinero reportado por Estados Unidos como gasto militar para Latinoamérica, entre mediados de los años noventa y de 2003 a la fecha, creció en más de 200 por ciento.

2. En aquel discurso del 6 de enero de 1941 conocido como “Four Freedoms Speech”, Franklin Delano Roosevelt presentaba su política de buena vecindad basada sobre las cuatro libertades esenciales: la palabra, el culto, el trabajo y la libertad de eludir el temor.

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Mariana Foglia
Asistente del Programa América Latina