Las bases estadounidenses en Colombia y la carrera armamentista en Sudamérica: ¿Alborotando el avispero?

Opinion CIDOB 51
Fecha de publicación: 11/2009
Autor:
Juan Carlos Triviño Salazar
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Juan Carlos Triviño Salazar
Asistente del Programa América Latina, CIDOB

Barcelona, 10 de noviembre de 2009 / Opinión CIDOB, n.º 51

A la polémica creada por la instalación de bases militares estadounidenses en Colombia, se han sumado los recientes anuncios de varios gobiernos de la región de renovar o ampliar los equipamientos de sus respectivas fuerzas militares. Bajo la premisa de equilibrar fuerzas, traer estabilidad regional y proteger a la región contra males como el terrorismo y el narcotráfico, el hecho de que Colombia acepte la llegada de personal militar estadounidense pone de manifiesto los resquemores históricos de América Latina hacia los Estados Unidos y las tensiones, a veces sutiles, al interior del propio vecindario regional. Que los EEUU quieran en pleno auge de los gobiernos de izquierda y en pleno proceso de formación de la UNASUR, utilizar libremente instalaciones militares colombianas crea una serie de tensiones que sirven de justificación a algunos gobiernos para un rearmamento que puede resultar preocupante. Si se va a utilizar alguna razón para armar el vecindario sudamericano se puede usar cualquiera menos que los estadounidenses van a usar Colombia como su punta de lanza para reconquistar el sub-continente perdido durante la era Bush.

Antes que nada es importante recalcar varias cosas: Primero, las bases estadounidenses en Colombia no son bases de ese país per se, son bases colombianas ya existentes donde personal militar estadounidense podrá hacer uso de ellas hasta un número no superior a 800 militares en total. Segundo, desde 1999 ya hay personal estadounidense presente en Colombia, con o sin acuerdo de bases, bajo el llamado Plan Colombia para contribuir al fortalecimiento militar en temas como la lucha antinarcóticos e indirectamente contra los grupos insurgentes. Tercero, razones como las aducidas por el Presidente Venezolano Hugo Chávez de que EEUU invadirá su país desde Colombia son totalmente infundadas (esto a pesar del golpe contra él en el 2002 que fue financiado y puesto en marcha por la oposición venezolana). En la actualidad EEUU cuenta con varias bases militares en la región, si el gigante del norte quisiera invadir Venezuela enviaría sus portaviones y un escuadrón de F14 sin necesidad si quiera de pisar suelo Colombiano o utilizaría sus bases ya existentes para hacer labores de inteligencia en ese país. Cuarto, a pesar de que el acuerdo permite traer aviones y buques de guerra, EEUU no quiere un Irak o un Afganistán en su mal llamado patio trasero y mucho menos quiere ponerse a torear pesos pesados emergentes como Brasil.

Con todo nos encontramos con anuncios que encienden alarmas y preocupan en altas esferas multilaterales: Brasil ha firmado un acuerdo de compra de armamento a Francia, Bolivia ha iniciado un proceso de renovación militar con Rusia, Chile ha acordado con Francia y EEUU la renovación de sus aviones de combate y la compra de nuevo armamento, Ecuador recibirá cazas venezolanos en desuso, Venezuela ha realizado millonarias compras a Rusia; por su parte, Perú y Paraguay han abogado por parar con el armamentismo en la región alegando que este incrementa las desconfianzas intra-regionales. Sin lugar a dudas los movimientos actuales de armamento y el acuerdo de los EEUU con Colombia son llamativos; pero ¿es cierto que la región se está metiendo en un punto sin retorno en su carrera armamentista y que la culpa la tiene en buena medida lo que los EEUU está haciendo en Colombia?

Para analizar esto las cosas tienen que ser tomadas en su justa medida. Brasil es una potencia emergente, es un futuro peso pesado global, y poco a poco quiere convertirse en garante de estabilidad regional. Unas fuerzas militares serias y profesionales enmarcadas en un Estado con instituciones en camino de fortalecerse y parte de un país que es visto como referencia cuando se habla de la región no va a hacer uso indiscriminado de sus armas o perder la oportunidad histórica de lograr dar el salto socio-económico anhelado. Por su parte, Chile, Ecuador y Bolivia están en un proceso de renovación militar, necesario para muchos de sus equipamientos que han quedado obsoletos y sin posibilidad de responder a las nuevas demandas de seguridad regional y global.

Sin embargo, Venezuela es el país cuyas compras resultan más preocupantes, no por el hecho de lo que compran en sí, ya que parte de su material bélico necesitaba ser reemplazado, sino por el discurso que usa su gobierno para justificar dichas compras: protegerse de una eventual guerra con Colombia y de la amenaza imperialista de los EEUU. Estos motivos no parecen ser viables, solo imaginar ¿EEUU invadiendo su 3er principal proveedor de petróleo en el hemisferio y removiendo del poder un presidente que ha sido electo por su pueblo? No creo que por mucho que a los estadounidenses no les guste Chávez se repita Chile 1973 o Guatemala 1954. ¿Colombia atacando a Venezuela a pesar de tener su capacidad militar copada por un conflicto interno de 40 años?

Volviendo al convenio militar entre Colombia y EEUU, el que el gobierno colombiano permita el uso de bases militares en su territorio constituye una afrenta contra la soberanía de esta nación. Muchos colombianos y observadores externos lo ven como una entrega de soberanía y autoridad por parte del Estado colombiano, pero esta entrega ocurrió hace ya muchos años. Los EEUU han estado presentes interfiriendo en el país a través de su historia; ejemplo de ello ha sido la sesión del Departamento de Panamá en 1903 para construir el Canal interoceánico, la protección del gobierno a la bananera estadounidense United Fruit Company en las matanzas de trabajadores de 1928, la firma reiterada de acuerdos de ‘cooperación’ antidrogas desde los ochenta, el Plan Colombia, entre muchos otros. La soberanía colombiana hace mucho que fue vulnerada, y la situación actual de conflicto interno, narcotráfico, etc, da razones para fortalecer esta tendencia. La firma de un tratado de cooperación militar entre EEUU y Colombia no puede ahora ser excusa para que el vecindario regional sienta que esta es otra movida estratégica de los EEUU para ganar Colombia cuando en realidad fue hecha más de un siglo atrás.

Dentro la polémica por las bases, es de suma relevancia el rol que Brasil ha jugado como valedor de los espacios ganados por los países del sur de cara a la potencia del norte. El hecho de que Brasil haya puesto su sello de tranquilidad ante la presencia estadounidense en Colombia, da una sensación de que por primera vez en muchos años la asimetría tradicional entre norte y sur se empieza a zanjar. Su actuar mesurado y diplomático le ha valido poder ser reconocido como una fuente de cohesión y liderazgo. Es interesante ver cómo en la reunión de emergencia del UNASUR en Bariloche la reacción más esperada, fuera de la del Presidente Uribe de Colombia o Chávez de Venezuela, era precisamente la de Lula. Cual Cesar romano su pulgar hacia arriba o hacia abajo aprobaría o desaprobaría un acuerdo que sin su aval daría más razones para hacer más reclamos airados a Colombia que podrían desembocar en serias rupturas. A su vez, el hecho de que Colombia hubiese tenido que rendir explicaciones a sus vecinos ante un acuerdo militar con los EEUU fue de por sí histórico en una región donde el gigante del norte anduvo como Pedro por su casa por décadas.

A manera de conclusión vemos que: Primero, Sudamérica no vive una carrera armamentista como tal, las compras de armas están siendo realizadas en varios casos bajo parámetros de estabilidad, paz y renovación militar. Segundo, el acuerdo de EEUU con Colombia demuestra cuánto espacio de maniobra ha perdido EEUU en Sudamérica y cuanto Brasil ha ganado como líder regional. Tercero, aunque es natural tener suspicacia ante la presencia de los EEUU, el que en el contexto actual lleguen, así sea queriéndolo, a representar una amenaza contra la autonomía e independencia de los países de la región no parece factible. Cuarto y último, el único país que en definitiva cedió soberanía fue Colombia, aunque las razones esgrimidas para ello den para escribir toda una enciclopedia.

Juan Carlos Triviño Salazar
Asistente del Programa América Latina, CIDOB