La inmigración en campaña
26 de septiembre de 2008 / Opinión CIDOB, n.º 13
Después de los dos debates protagonizados por los líderes de los principales partidos con opciones de formar gobierno en las próximas elecciones, puede afirmarse que la inmigración se ha convertido, casi se diría que a la fuerza, en uno de los ejes principales del debate electoral.
El primer envite salió antes, con la polémica propuesta popular de establecer un contrato social para inmigrantes. A diferencia de lo que sucede en el entorno europeo, la iniciativa popular va dirigida a los extranjeros que ya están en España, a los que se pide que respeten y cumplan aquello que ya recoge, y por lo tanto obliga, la legislación y la constitución española.
En los dos debates televisados, también fue Rajoy el que insistió en poner la inmigración en primera línea, criticando la actitud ‘escapista’ de Zapatero. Pero lo más destacable del primer encuentro fue la facilidad con la que el líder popular habló de ‘avalancha’ y mezcló inmigración regular con irregular, y ambas con delincuencia. El peligro que entraña este tipo de discursos es evidente, y profundamente equivocado. Ni la prudencia en las generalizaciones ni los estudios que vinculan la delincuencia más con factores como la edad o las condiciones socioeconómicas que con la procedencia nacional han evitado que resucite el famoso binomio inmigración-delincuencia que tanto se repitió en los anteriores gobiernos populares. Binomio, que por otro lado, tantos votos ha recabado ya en otros países europeos. Pero además, hablar de ‘avalancha’, y no solo para referirse a los flujos irregulares, es, como mínimo, distorsionar. A España han llegado en los últimos años un número muy elevado de inmigrantes, esto nadie lo discute. Pero la gran mayoría se ha incorporado al mercado de trabajo (aquí sí, de carácter regular e irregular) y han contribuido en buena medida al buen funcionamiento de la economía española. Una economía que, por cierto, carece de suficiente mano de obra autóctona para cubrir las necesidades de sus distintos sectores. En el mismo debate, Zapatero se defendió de los ataques de benevolencia y poca mano dura que le lanzó Rajoy utilizando la segunda peor perspectiva que debe existir al hablar de inmigración: el paternalismo sobre aquellos que ‘viven y mueren con nosotros, y a veces por nosotros’, en palabras de Zapatero, tampoco es muy alentador.
En el segundo debate, Rajoy moderó el tono pero sostuvo un claro ‘los españoles primero’ en el acceso a los servicios públicos, mientras que Zapatero, aún enzarzado en los bonobuses y facturas utilizados en las regularizaciones de los gobiernos populares, se olvidaba de reivindicar que la solución está en más y mejores escuelas, hospitales y un largo etcétera. En más Estado del Bienestar, en definitiva.
La inmigración puede ser, para los candidatos, un tema jugoso para polemizar durante la campaña electoral. Pero, para los inmigrantes y los autóctonos, estos discursos acaban calando más allá de una contienda electoral. Ni la criminalización ni el paternalismo parecen actitudes adecuadas para gestionar la diversidad y la convivencia en nuestras sociedades. El reto de construir una sociedad plural, inclusiva y garante de derechos y deberes para todos los residentes se merece mejores discursos y mejores propuestas que lo visto a lo largo de esta campaña electoral. El esfuerzo por encontrar respuestas políticas coherentes y creíbles es lo mínimo que se merecen todos aquellos ciudadanos que, sin considerar donde nacieron, participan en la construcción de una mejor convivencia.
Gemma Pinyol
Coordinadora Programa Migraciones de la Fundación CIDOB