Europa Central diez años después: ¿supera las expectativas en la UE?

Opinion CIDOB 271
Fecha de publicación: 10/2014
Autor:
Paweł Świeboda, President of demosEUROPA – Centre for European Strategy
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Paweł Świeboda, Presidente de demosEUROPA – Centre for European Strategy

17 octubre 2014 / Opinión CIDOB, nº. 271

La adhesión de los países de Europa Central a la UE en 2004 generó cierto malestar en Europa. Nunca antes se había producido una ampliación tan extensa de la Unión Europea, ni los anteriores candidatos se habían encontrado en una situación tan precaria a la hora de la adhesión. Estaba claro que esto produciría tensión, especialmente en un momento en que el mercado laboral se estaba abriendo gradualmente. Aún hoy quedan muchos miedos por disipar. Incluso en Alemania, país que se ha beneficiado enormemente de dicha ampliación, donde el 56% de la población sigue siendo escéptica respecto a sus virtudes. Pese a ello, la ampliación es la historia de mayor éxito de la UE en la última década. Desde el punto de vista moral y político, la UE estaría en la actualidad en una posición mucho más débil si no hubiera hilvanado las dos mitades de Europa.

 

Dicho esto: ¿Qué se ha conseguido? ¿Por qué se ha conseguido y cuánto va a durar? Lo más tangible ha sido la convergencia económica. Polonia y Eslovaquia han aumentado su producción un 49% desde su entrada en la UE en 2004. Pero no a todo el mundo le ha ido tan bien; de hecho, Europa Central se ha convertido en una región de distintas velocidades, algunos de cuyos países, de forma especial Hungría, rinden claramente por debajo de lo esperado a pesar de su gran potencial.

 

Otro logro claro alcanzado ha sido el sentimiento de autorrealización y de estar cómodo consigo mismo; reflejo de las progresivas mejoras de los servicios públicos y los estándares de gobernanza. Ello ha sido posible porque muchos países de la región han visto la adhesión como un proceso de transformación; y los que han tenido mayor éxito han sido los que han utilizado la pertenencia a la UE como palanca para mejorar su sistema de gobierno y de regulación del mercado.

 

Por su parte, la economía ha podido ejercer su impacto con la entrada de capitales, los cuales han fomentado la inversión y el cambio tecnológico. También ha sido fundamental el vínculo desarrollado con Alemania, a pesar de las muchas ideas preconcebidas y profundos prejuicios. Las empresas de Europa Central se han integrado bien en las cadenas de suministro globales lideradas por Alemania, y ello ha creado una base natural sobre la que han prosperado las relaciones políticas mutuas. En un giro favorable de los acontecimientos, el desafío ruso no ha llegado hasta 2013-2014, hecho que ha permitido a Europa Central beneficiarse del dividendo de la paz y ha evitado las divisiones internas sobre esta cuestión; aunque últimamente esta cuestión se ha puesto al descubierto.

 

Esta primera década dorada tiene una buena oportunidad de confirmarse, pero para ello deberían cumplirse una serie de condiciones. La más importante es la actualización del modelo económico, esto es, pasar de un modelo basado en el aumento de la eficiencia a otro basado en la innovación. Igualmente crucial será la creación de un nuevo acuerdo con la UE, el cual permitiría el restablecimiento de la maquinaria de la convergencia dentro del espacio comunitario. Este acuerdo debería extenderse a los dos lados de la ecuación, es decir, en el de la demanda y en el de la oferta. En el lado de la demanda, las economías más fuertes deberían desempeñar un papel más destacado, dado el superávit de sus ahorros; mientras que en el de la oferta, se debería esperar más de los países vulnerables. Asimismo, también sería necesaria una dimensión de la UE más potente, que permitiera incrementar las oportunidades a través de la promoción del mercado único.

 

Europa Central está bien posicionada para superar las expectativas en la UE en los próximos años. Para empezar, está mucho menos endeudada y no necesita los ajustes tanto como los países del sur de Europa; tiene un gran número de activos, incluyendo uno de los hubs más potentes en tecnología de la información y economía digital de Europa; la industria continúa desempeñando un papel importante en la región, contribuyendo con más del 30% del PIB en cada uno de los cuatro países del Grupo Visegrád (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría). Pero dicho esto, hay que subrayar que Europa Central también se ha visto afectada por la crisis de la Eurozona: sus tasas de crecimiento se han reducido y esto la ha alejado de los niveles necesarios para igualarse a las economías más avanzadas de Europa, como Alemania. Por lo tanto, tiene que reinventar su modelo de crecimiento y construir un consenso público para el desplazamiento de los recursos hacia la innovación y la capacitación. En este sentido, será importante renovar el potencial para la investigación y el desarrollo, así como la mejora del ecosistema para la innovación, además de facilitar el desarrollo de clusters y asegurar que la empresa y la academia trabajan conjuntamente de forma más eficaz. Es probable que Europa Central sea una firme defensora de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), en la que ve tanto un proyecto estratégico como una oportunidad para importar algo del espíritu emprendedor de los Estados Unidos.

 

Finalmente, cabe destacar que así como Europa Central se ha beneficiado del dividendo de paz en los últimos diez años, ahora está profundamente preocupada por el conflicto entre Rusia y Ucrania. La primera ha desafiado algunos de los supuestos fundamentales del orden de la posguerra fría. En este contexto, la UE debe ser más contundente a la hora de defender sus normas comunes, incluyendo el mercado energético, y más reactiva a los crecientes intentos de Rusia por influir en la opinión pública europea a través de la desinformación y la propaganda. Ayudar a Ucrania a tener éxito en su transformación será un tema clave para la política exterior de la Unión en los próximos cinco años.

 

La crisis económica y financiera ha sido un gran ecualizador en la Unión Europea, y los países de la Europa Central se han beneficiado de ello, como se ha demostrado en la elección del polaco Donald Tusk para el puesto de presidente del Consejo Europeo y en la fuerte presencia de centroeuropeos en los puestos más relevantes de la Comisión Europea. Ahora queda esperar que esta oportunidad sea aprovechada con activismo, compromiso y una visión de futuro.