España-Marruecos: más allá de las relaciones diplomáticas y económicas

Opinion CIDOB 254
Fecha de publicación: 07/2014
Autor:
Iván Martín, investigador sénior, CIDOB
Descargar PDF

Iván Martín

Investigador sénior, CIDOB

22 julio 2014 / Opinión CIDOB, n.º 254 / E-ISSN 2014-0843

La tercera visita al extranjero del nuevo rey Felipe VI, a Marruecos, tras las realizadas al Vaticano y a Portugal, ha servido para certificar el buen momento de las relaciones bilaterales. Los portavoces oficiales han subrayado la “fraternidad” entre ambos monarcas, y el ministro español de Asuntos Exteriores ha afirmado incluso, hiperbólicamente, que ambos países mantienen “las mejores relaciones de la historia”. Pero sería importante pasar de las “relaciones de familia” entre las monarquías y del llamado “colchón de intereses” entre los gobiernos a unos intercambios más profundos entre las respectivas sociedades.

Efectivamente, hay que congratularse de que, en los últimos dos años, ambos gobiernos hayan sabido eludir las provocaciones y hacer prevalecer la cooperación y los intereses comunes en todos los grandes dossiers conflictivos: Ceuta y Melilla, la inmigración irregular desde Marruecos, la pesca en aguas marroquíes e incluso el Sahara Occidental, a pesar de las tensiones provocadas por el sangriento desalojo de los campamentos de protesta de Gdeim Izik, en las proximidades de El Aaiún, en noviembre 2010. Por parte española, es de agradecer que tras el cambio de gobierno de finales de 2011, las relaciones con Marruecos se hayan mantenido como política de Estado, enfoque consagrado con la celebración de la X Reunión de Alto Nivel en octubre de 2012 y la visita de Estado del Rey Juan Carlos a Marruecos en julio de 2013. Sin embargo, cuesta eludir la impresión de que esta entente cordiale se articula en torno a los intereses más espurios de ambos gobiernos. El gobierno marroquí actúa en connivencia con el gobierno español en su lucha contra la inmigración irregular aun a despecho de posibles vulneraciones de la legalidad como el episodio del desalojo de los inmigrantes subsaharianos que habían llegado a la Isla de Tierra frente a la playa de Alhucemas en septiembre de 2013 o las devoluciones en caliente. A pesar del contencioso territorial sobre Ceuta y Melilla, España facilita la reiterada entrada de gendarmes marroquíes en territorio español para detener a inmigrantes irregulares subsaharianos antes de que atraviesen la última valla. Por su lado, el gobierno español hace caso omiso del reciente recrudecimiento de la represión en materia de libertad de prensa o el derecho de manifestación en Marruecos, en lugar de apoyar un mayor respeto de los derechos humanos y una aplicación efectiva de la Constitución marroquí de 2011.

En la misma tónica, las relaciones económicas no dejan de arrojar cifras positivas, en particular por lo que respecta a los intercambios comerciales. En 2013, España consolidó su puesto como primer suministrador internacional de Marruecos alcanzado en 2012 por delante de Francia, y superó el nivel de los 5.500 millones de euros de exportaciones, casi dos veces más que cuatro años antes (3.000 millones de euros en 2009). Además, el superávit comercial para España se ha triplicado en los últimos cinco años, superando los 2.000 millones de euros en 2013, y eso sin contabilizar el contrabando siempre floreciente desde Ceuta y Melilla. Sin embargo, las inversiones españolas en Marruecos siguen sin acompañar este aumento sostenido de las exportaciones (España es sólo el tercer inversor extranjero, con el 10% del stock acumulado entre 2004 y 2012 por detrás de Francia y Estados Unidos, y los flujos desde 2008 son tan ínfimos que la sitúan en décima posición), y las grandes empresas españolas, de los bancos a Telefónica, las eléctricas, las constructoras o las empresas de gestión de agua, siguen sin apostar por el mercado marroquí (tras haber reducido sus posiciones algunas de ellas al inicio de la crisis). El reforzamiento de los vínculos económicos estructurales no parece acompañar el auge de los flujos de intercambios.

Pero, más allá de las relaciones diplomáticas y las relaciones comerciales, el gran déficit de las relaciones bilaterales sigue estando en los intercambios sociales y culturales, en el desconocimiento mutuo de las respectivas sociedades más allá de los estereotipos y de una pequeña élite hispano-marroquí. Si se deja de lado el turismo (680.000 turistas españoles visitaron Marruecos en 2014 y 300.000 marroquíes pasan cada año parte de sus vacaciones en España, sobre todo en la Costa del Sol), los intercambios entre ambas sociedades han sufrido un cierto retroceso con respecto a las dos décadas anteriores. Pese a la firma de un “Convenio de Asociación Estratégica en materia de Desarrollo y de Cooperación Cultural, Educativa y Deportiva entre el Reino de España y el Reino de Marruecos” en octubre de 2012, la cirugía radical a la que se ha sometido a la cooperación al desarrollo española desde 2012 ha diezmado la financiación española, que de un máximo histórico de 166 millones de euros en 2009 ha pasado a 27,4 millones en 2012 y unas previsiones de unos 50 millones al año entre 2014 y 2016.

Eso ha cercenado los intercambios escolares y universitarios bilaterales, que nunca recibieron excesiva atención más allá de los colegios españoles en Marruecos. En cuanto a los intercambios culturales, desde 2012 Casa Árabe, Casa África y Casa Mediterráneo, creadas por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para fomentar el conocimiento mutuo y la diplomacia cultural, han visto sus presupuestos recortados sensiblemente y han quedado reducidas en buena parte a portavoces de la posición oficial más que a escaparate de la diversidad social y cultural de esos países. El Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed) de Barcelona y la Fundación Tres Culturas de Sevilla han tenido que reorientar su actividad a la captación de recursos europeos ante los drásticos recortes presupuestarios que han sufrido.

El Comité Averroes, que pese a todas sus deficiencias sirvió entre 1996 y 2008 para galvanizar las relaciones entre los respectivos mundos periodísticos, universitarios y empresariales, fue definitivamente enterrado en julio de 2013, tras un largo proceso de hibernación, con el anuncio de la creación de un “Consejo Económico Hispano-Marroquí” de naturaleza muy distinta y que no parece que haya tenido continuidad.

En cuanto a los intercambios entre las autoridades locales, si bien es cierto que muchos ayuntamientos y diputaciones sobre todo andaluces, pero también de otras comunidades autónomas, siguen manteniendo proyectos de cooperación con sus homólogos marroquíes, la autoexclusión de Marruecos del Programa de Cooperación Transfronteriza (tanto del programa bilateral España-Marruecos como del Programa Cuenca Mediterránea) del Instrumento Europeo de Vecindad, confirmado en el nuevo Reglamento 2014-2020 de este último, ha supuesto perder unos 78 millones de euros de fondos europeos para cooperación bilateral y un importante espacio de aprendizaje mutuo de programación y gestión conjunta de proyectos de interés común. El Programa de Cooperación Transfronteriza España-Fronteras Exteriores (POCTEFEX) puesto en marcha en 2009 para absorber los fondos estructurales que correspondían a España en ese marco sólo ha paliado parcialmente esa pérdida, al estar gestionado unilateralmente por la parte española.

Por último, la comunidad de 800.000 inmigrantes marroquíes en España, que tras la crisis ha vuelto a convertirse en la primera comunidad de ciudadanos extranjeros en el país por delante de los rumanos, se ha encontrado que precisamente cuando la crisis económica les está afectando más, con tasas de desempleo que pueden llegar al 50%, los fondos presupuestarios para la integración de inmigrantes prácticamente han desaparecido. Las únicas iniciativas que perviven son las destinadas a reforzar su marroquinidad o su religiosidad (fundamentalmente a través de las mezquitas). Los españoles que viven en Marruecos siguen siendo una comunidad relativamente reducida (menos de 10.000 según los registros consulares españoles y unos pocos miles más en situación irregular, con visado turísticos).

Esos son, ahora que las relaciones diplomáticas y económicas bilaterales parecen haber encontrado cierta estabilidad, los verdaderos retos de la cooperación hispano-marroquí, más allá de la retórica. De no tomarlos en consideración, se corre el riesgo de derivar hacia un modelo de relaciones bilaterales semejante al modelo de relaciones hispano-argelino (con todas las diferencias entre Argelia y Marruecos, por supuesto: ausencia de una comunidad tan importante de inmigrantes argelinos, relaciones históricas y coloniales, diferencias en el modelo económico y los circuitos comerciales…), con unas excelentes relaciones económicas e intergubernamentales y un gran desconocimiento entre las sociedades. A este respecto, el reforzamiento de las vallas de Ceuta y Melilla por lado español y la nueva valla en construcción por el lado de Marruecos pueden constituir algo más que un símbolo.