¿Es Bolsonaro el Trump de Brasil? Posibles cambios en política exterior

Opinion CIDOB 555
Fecha de publicación: 10/2018
Autor:
Susanne Gratius, investigadora sénior asociada, CIDOB
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Jair Bolsonaro, que el 28 de octubre ganó con una clara mayoría (55,13%) las elecciones presidenciales, no es el Trump de Brasil. Hay al menos tres diferencias fundamentales: primero, el próximo presidente brasileño fue militar y no empresario; segundo, ejerció durante 28 años de diputado nacional y conoce el sistema político desde dentro; y tercero,  su programa económico neoliberal, en línea con su Partido Social Liberal (PSL), es conservador, pero contrario al proteccionismo comercial al estilo Trump.

No obstante, también hay algunas semejanzas entre ambos. En primer lugar, igual que el presidente de EE.UU., Bolsonaro defiende la protección de las fronteras nacionales contra las drogas y la inmigración, que tanto él como su partido identifican, desde una perspectiva nacionalista, como una amenaza. Su lema electoral “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todo” se parece al “America First” de Donald Trump, pero tiene, además, ciertas connotaciones mesiánicas, al igual que el segundo nombre del propio presidente: Jair Messias (o mesías) Bolsonaro. Además, como Trump, Bolsonaro es conservador, defiende la familia y los valores cristianos tradicionales. En el Congreso integró la bancada llamada peyorativamente BBB: bala (por defender la libre tenencia de armas), buey (por el poderoso lobby agrícola) y biblia.  

Jair Bolsonaro promete una “gran transformación” del país, un “nuevo orden” o paradigma, cuyo contenido, más allá de la oposición a un “sistema podrido y corrupto”, aún no ha revelado. Tampoco se sabe cómo podrá aprobar los cambios que promete en un Congreso muy fragmentado, con 30 partidos políticos distintos y donde sus potenciales aliados conservadores y de derechas solo suman 252 diputados frente a los 267 potenciales de la oposición, en el hipotético e improbable caso de que los partidos de izquierdas logren ponerse de acuerdo.

La política exterior no formó parte de la agenda de campaña así que, por ahora, sólo se pueden vislumbrar algunos temas puntuales incluidos en el programa electoral y en los propios discursos del presidente. ¿Qué cabe esperar de la política exterior de Bolsonaro? A nivel regional, su gobierno acentuará la división ideológica entre presidentes conservadores de centro derecha (entre ellos, Macri en Argentina, Piñero en Chile o Duque en Colombia), el bloque que representa posiciones de izquierdas (Vázquez en Uruguay, Lenin Moreno en Ecuador y López Obrador en México) y una facción de izquierda radical o autoritaria (Morales en Bolivia, Díaz-Canel en Cuba, Ortega en Nicaragua y Maduro en Venezuela).

En esta tríada, Bolsonaro se integrará, si su condición de ex militar no crea rechazo, en el primer grupo de presidentes conservadores o de derechas. Podría incluso producirse un mayor acercamiento entre Bolsonaro y Macri que facilitaría avances bilaterales y de integración en el MERCOSUR, estancado desde hace muchos años. En el controvertido debate sobre Venezuela, Bolsonaro podría incorporarse al Grupo de Lima -compuesto por diez gobernantes latinoamericanos, además de los de Canadá y EE.UU.- que es crítico con el régimen venezolano y no reconoció las elecciones celebradas en mayo de 2018. En este sentido, es probable que se perfile como demócrata liberal. Sin embargo, en temas como la migración, Bolsonaro defiende una política de cierre de fronteras contrario a la globalización. Sus posiciones entran en abierta contradicción al discurso imperante en Brasil, que había permitido, en los últimos meses, la llegada de forma masiva de migrantes y refugiados venezolanos a Roraima, un Estado fronterizo que a partir de ahora también estará gobernado por el candidato del PSL, Antonio Denarium, que ya anunció que limitará la inmigración del país vecino exigiendo un visado y una certificado de salud.

Siguiendo en la línea de Donald Trump, Jair Bolsonaro ya anunció que su país se retirará del Acuerdo de París, a pesar de que Brasil haya sido un impulsor de las negociaciones sobre el cambio climático y un promotor del desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Otras propuestas de su programa incluyen, además, una economía de libre mercado que protege la propiedad privada. Promete una política neoliberal de reducción del Estado, la privatización de empresas públicas, y estabilidad macroeconómica con escaso gasto social, similar a la de los gobiernos de Mauricio Macri en Argentina o Sebastián Piñera en Chile, que también apuestan por una mayor apertura comercial. Entre las propuestas de Bolsonaro  figura la reducción de aranceles y barreras no arancelarias y la firma de acuerdos bilaterales de libre comercio.

Esto último podría, al menos en teoría, permitir avanzar hacia un acuerdo de libre comercio plus (diálogo político y cooperación) con la Unión Europea, sea a nivel bilateral o entre la UE y el MERCOSUR, que llevan veinte años negociando una asociación interregional. El “nuevo Itamaraty”  que promete Bolsonaro en la última página de su programa de gobierno hará más hincapié en el comercio exterior y dejará de “alabar dictaduras asesinas” para crear nuevas asociaciones en América Latina y con países como EE.UU., Israel e Italia que, según el programa de gobierno de Bolsonaro, han sido “despreciados” por anteriores ejecutivos. No se aclara, sin embargo, si este giro en política exterior hacia democracias liberales afectaría a la estrecha relación económica y política con China, que en 2017 representó el 20,3% del comercio exterior de Brasil, así como a su pertenencia al poderoso grupo de los BRICS.

En cuanto a su política hacia Israel, el futuro presidente anunció, en sus discursos, que trasladará la Embajada de Brasil a Jerusalén, siguiendo el ejemplo de EE.UU. Con este incondicional apoyo a Israel, Bolsonaro se perfilaría como nuevo aliado de Trump. Es difícil prever qué consecuencias tendría este eje bilateral para la relación de poder en las Américas, pero a nivel nacional significaría un retorno a la históricamente estrecha relación que ambos países mantuvieron durante la dictadura (1964-1985), que Bolsonaro sigue defendiendo, junto a las Fuerzas Armadas, consideradas “garantía contra la barbarie”.

Aunque la política exterior no constituye ninguna prioridad de su gobierno, los cambios de mano dura que anuncia a nivel interno tendrán repercusiones internacionales que probablemente se traducirán en una mezcla de cierre de fronteras al estilo Trump y nuevas amistades ideológicamente afines, pero con la gran diferencia de que Bolsonaro representa un programa neoliberal y no el proteccionismo aislacionista del presidente norteamericano con el que, no obstante, comparte su aversión contra lo que ambos llaman comunismo y una difusa izquierda que pretenden combatir con políticas populistas, nacionalistas y conservadoras.

De momento, Bolsonaro tiene cuatro años por delante para cambiar el país mediante alianzas o decretos presidenciales. El peso de la política exterior probablemente no sea mucho mayor que el bajo perfil marcado por su antecesor, Michel Temer, pero las prioridades geográficas e ideológicas serán diferentes, dependiendo también de quien sea la persona al frente del “nuevo Itamaraty” y al “servicio de valores representados por el pueblo brasileño”. Sin embargo, como todos los populistas y realistas, serán ellos y no el pueblo los que definan cuáles son estos valores. Todavía es demasiado pronto para valorar si Bolsonaro cambiará los fundamentos de una política exterior que, con un Congreso posiblemente bloqueado, podría convertirse en un escenario propicio contra el enquistado panorama interno para promover la prometida “gran transformación de Brasil”.

Palabras clave: Brasil, Bolsonaro, Trump, política exterior, BRICS, MERCOSUR

 

E-ISSN: 2013-4428

D.L.: B-8439-2012