Elecciones en México, tan cerca de Estados Unidos

Opinion CIDOB 520
Fecha de publicación: 03/2018
Autor:
Jordi Bacaria, director, CIDOB
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Es conocida la frase atribuida en el siglo XIX al presidente de México Porfirio Díaz: “Pobre México. Tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos”. Dejando aparte la  supuesta lejanía, es la cercanía a Estados Unidos la que hoy, una vez más en la historia de México, puede determinar su futuro político. Aunque esto no significa que los resultados de las elecciones del 1 de julio de este año, y en particular de las elecciones presidenciales, dependan solo de Estados Unidos. Gran parte de lo que ha venido aconteciendo durante este sexenio es exclusiva responsabilidad de México. Sin embargo, la presidencia de Donald Trump también tiene un cierto impacto.

Sin Trump, algunas de las candidaturas a la presidencia de México quizás no hubiesen surgido y más aún, algunas seguramente no hubiesen emergido con tanta fuerza. La denuncia y renegociación del Tratado de Libre Comercio (NAFTA), la construcción del muro, amén de los insultos y las amenazas de pago de dicho “muro”, las han alimentado. Pero estos mismos anuncios que han “recargado” determinadas posiciones políticas, han desactivado a las que no se sitúan en el radicalismo y proponen una solución negociada con Estados Unidos (lo que no significa necesariamente con Trump).

El acercamiento al nuevo inquilino de la Casa Blanca que por parte del actual presidente Enrique Peña Nieto se inició de manera sorpresiva (por lo menos para el ministerio de Exteriores mexicano) con una invitación al candidato Trump (o auto-invitación por su parte), que se concretó en una visita a México el 31 de agosto de 2016. Una estrategia de acercamiento por parte de México, muy controvertida, no solo porque significaba involucrarse en la campaña electoral estadounidense en apoyo a la candidatura de Trump frente a la de Hillary Clinton, sino también por sus nulos resultados. Trump no se atemperó durante la campaña ni una vez conseguida la Casa Blanca, como se demostró en el encuentro previsto y cancelado in extremis el 31 de enero de 2017 después que el ya presidente insistiese en incluir en la agenda el pago del muro, cuyo decreto de construcción firmó al día siguiente. Tampoco en el encuentro entre los dos mandatarios aprovechando la reunión del G20 en Hamburgo, el 7 de julio de 2017, en el que Trump insistió de nuevo en el pago del muro y Peña Nieto afirmó no haber escuchado tales palabras. La controvertida demanda reapareció en una conversación telefónica bilateral el pasado 20 de febrero, provocando la cancelación de la visita de Peña Nieto a Washington prevista para este mes de marzo.

En este contexto de desencuentros llegan las elecciones del 1 de julio, la contienda electoral más grande en la historia de México porque incluye las presidenciales y la renovación de diputados, senadores, algunos gobernadores y elecciones locales en 30 estados, con un total de 3.400 cargos a elegir. Las presidenciales marcan el cambio de sexenio. En México no hay posibilidad de reelección a la presidencia, ni segunda vuelta. Se resuelve por mayoría simple. De ahí surgen las incertidumbres sobre cuál de los tres candidatos, por otra parte bastante igualados, tendrá la posibilidad de sumar más votos que los demás. Lo que en cualquier caso no implica tener que conseguir la mayoría de los votos emitidos sino simplemente más votos que los perdedores. Lo cual puede producir una crisis de representatividad si dos tercios de los votantes no dan su voto al ganador, con la correspondiente crisis de gobernanza que se reproduce en el Congreso si la mayoría de los diputados y fuerzas políticas no forman parte de la limitada mayoría presidencial.

Los candidatos que están más cerca la victoria, con sus alzas y bajas en las percepciones de los electores son (por orden alfabético): Ricardo Anaya de la coalición Por México al Frente que incluye al PAN, partido conservador que ya tuvo la presidencia en el anterior sexenio con Felipe Calderón (cuya esposa Margarita Zavala se presenta ahora como candidata independiente) y el PRD, partido de izquierda; Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, que fue alcalde de Ciudad de México cuando representaba al PRD. Hoy representa a la alianza Juntos Haremos Historia, que integra a su propia formación MORENA (Movimiento Regeneración Nacional), Encuentro Social (PES), un partido conservador de la derecha evangélica, y el Partido del Trabajo (PT); Y, finalmente, José Antonio Meade que encabeza la coalición Todos por México, formada por el PRI, partido del actual presidente, el Partido Verde (que su campaña a favor de la pena de muerte en 2009 hizo que fuerzas ecologistas de medio mundo rompieran relaciones con ellos) y Nueva Alianza, partido de centro vinculado al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación cuya anterior líder fue Elba Esther Gordillo, encarcelada por su turbia gestión.

La primera impresión de tales alianzas y coaliciones es que no hay ninguna candidatura con una representación ideológica clara. La mezcla de derecha e izquierda difumina las alternativas, y las contradicciones programáticas afloran. La única diferencia (grados de corrupción aparte) es la radicalidad frente a un cierto continuismo. AMLO, en su tercer intento de acceder a la presidencia, ha endurecido su retórica contra las políticas de Trump dirigidas de manera insultante a México. Su radicalismo hace que cuente con un apoyo incondicional, que viene de su época de activista sindical petrolero tabasqueño, y el aval de los que desean una regeneración política y el fin de la corrupción. El dilema está en que si alcanza la presidencia nadie sabe a ciencia cierta que parte de su personalidad dominará sobre la otra. De momento las encuestas le dan una ventaja relativa. Ricardo Anaya es el candidato que genera menos rechazos según las encuestas y se sitúa en segundo lugar y en alza. Su desventaja, para algunos, es su edad (38 años). Sin embargo, es un candidato potente, presidente del PAN hasta su renuncia para presentar la candidatura. Aunque resolvió mal su contienda con Margarita Zavala (que también aspiraba a ser la candidata del PAN), ha sabido tejer una alianza con la izquierda del PRD, lo que le permite presentar una coalición reformista en la política interna que no provoca temores a grandes cambios a corto plazo. Por el momento, José Antonio Meade es el candidato que hasta ahora presenta menos aceptación. Ha sido ministro en el actual gobierno y es reconocido por su independencia, capacidad y calidad en la gestión. Sin embargo, le penaliza la inseguridad en el país y la corrupción en el PRI.

La experiencia de elecciones pasadas demuestra que la precampaña no determina necesariamente el resultado final. La campaña electoral propiamente dicha, de acuerdo con la ley electoral, se iniciará el 29 de marzo y entonces los candidatos podrán pedir expresamente el voto. Sin embargo, a medida que se acercan las elecciones, el incendio desde el norte sigue prendiendo. Lo cual, en la lógica programática de Trump, tendrá impacto electoral en México. La guerra arancelaria y comercial, iniciada este marzo por el presidente estadounidense, se produce justo en el momento de renegociación del NAFTA y, aunque por ahora no tenga el apoyo de los Republicanos, su alcance preocupa a México por ser el cuarto mayor proveedor de acero a Estados Unidos, después de Canadá, Brasil y Corea del Sur. Esta guerra comercial tendrá consecuencias globales pero, de momento, el primer damnificado económico será México y, con las elecciones en ciernes, los costes no serán únicamente económicos sino también políticos. Sobre todo si, como consecuencia de ello, el populismo encuentra también su réplica presidencial en México. Las opciones reformistas lo tienen difícil pero no es una salida imposible teniendo en cuenta la mayoría política que se puede dar en el Congreso.

Palabras clave:  México; Elecciones; Estados Unidos; Trump; NAFTA; Acuerdos; Coaliciones; Partidos Políticos; PAN; PRD; AMLO; MORENA; PES; PT

 

E-ISSN: 2013-4428

D.L.: B-8439-2012