El fantasma del populismo recorre Europa

Nota Internacional CIDOB 85
Fecha de publicación: 03/2014
Autor:
Cesáreo Rodríguez-Aguilera, Professor of Political Science, Universitat de Barcelona
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Notes internacionals CIDOB, núm. 85

El populismo no es tanto una doctrina (aunque sí descanse en algunas premisas ideológicas), cuanto un estilo político. Si bien “populismo” es uno de los términos más polivalentes e imprecisos en ciencia política y coloquialmente suele incluir una carga negativa que complica su caracterización, es un fenómeno bien real y definible con relativa precisión sobre el que hay disponible una abundante y a menudo refinada literatura académica. La actual generalización del fenómeno en toda Europa, liderado desde luego por la derecha radical, pero con creciente incidencia en la derecha moderada y hasta en parte del centroizquierda. Sin olvidar que también existe un populismo específico de una parte de la izquierda radical, siendo -en suma- un estilo político muy transversal.

Causas del populismo

El actual auge del populismo tiene mucho que ver con la pavorosa crisis económica surgida en Estados Unidos en 2007 y recibida en la UE en 2008, así como con las inflexibles recetas neoliberales de la “troika” (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea). De un lado, dichas políticas están teniendo durísimas consecuencias sociales en el sur y el este de Europa, con severo agravamiento de las desigualdades y de la pobreza, y de otro, un inquietante vaciamiento de la propia democracia. Por ello, la rígida ortodoxia centrada en el control del déficit y la austeridad a ultranza han agravado como nunca antes el foso entre las élites privilegiadas y la mayoría de la población. Muy pocos son los ganadores y muchos los perdedores en el actual marco comunitario y esto es un caladero en donde pescan (cada vez con más éxito) los populistas. Por tanto, el crecimiento del populismo obedece a una fuerte frustración social y a una creciente deslegitimación de la democracia representativa: si las desigualdades son crecientes y el Banco Central Europeo (una institución absolutamente opaca que no rinde cuentas ante nadie) es el verdadero soberano europeo, está abonado el terreno para el éxito de la protesta. Naturalmente, para los neoliberales, cualquier crítica a sus políticas -sea del signo ideológico que sea- es descalificada como “populista” por definición, con lo que se banaliza interesadamente el concepto.

Resulta particularmente grave el retroceso de la democracia, tanto nacional como europea, por la hegemonía de élites tecnocráticas irresponsables que hacen y deshacen a su antojo: forzar cambios de Gobierno en Grecia (de Yorgos Papandreu a Lukás Papadimos) e Italia (de Silvio Berlusconi a Mario Monti) o impedir referéndums sobre las políticas económicas que exige la “troika” (Grecia), todo ello es un síntoma claro de devaluación de los mecanismos democráticos.

Es cierto que los populistas simplifican con sus recetas expeditivas, inviables e incluso injustas, pero detectan confusamente algunos problemas reales y reflejan las carencias de la UE. Efectivamente, la integración europea sufre actualmente un triple impasse, económico, político y cultural. Y mientras no se aborden paralelamente todas las dimensiones del problema, el bloqueo y la frustración están asegurados. Es decir, sin recuperar una estricta regulación económica de los mercados y una redistribución social equitativa; sin la plena democratización de unas instituciones comunitarias incomprensibles, distantes y opacas, y sin procurar forjar una mínima conciencia colectiva europea entre los ciudadanos, el panorama irá a peor.

 


 

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