El cambio climático en una encrucijada: ¿impedirán las elecciones de Estados Unidos el Acuerdo de París?

Monografia CIDOB Elecciones presidenciales EEUU
Fecha de publicación: 10/2016
Autor:
Luigi Carafa, investigador Marie Curie en CIDOB
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El cambio climático nunca había estado tan presente en las elecciones estadounidenses como ahora. En la campaña electoral de 2012, el gas y el petróleo de esquisto atrajeron mucha más atención que la cuestión del cambio climático. En la campaña electoral de 2008, las posiciones de los demócratas y los republicanos en relación con el cambio climático eran casi idénticas, con la propuesta de Barack Obama y su contrincante republicano, John McCain, de un plan de comercio y límites máximos para reducir las emisiones de carbono. 

Las cosas han cambiado mucho desde entonces. La candidata demócrata, Hillary Clinton, es una gran defensora de las iniciativas sobre el cambio climático. El candidato republicano, Donald J. Trump, en cambio, no es muy partidario de la idea del «cambio climático provocado por el hombre». Sin embargo, lo más sorprendente es que el electorado norteamericano tiene percepciones distintas del cambio climático. Una encuesta realizada por las universidades de Yale y George Mason revela que el 92% de los partidarios de Clinton creen que el calentamiento global está teniendo lugar, mientras que el 44% de los partidarios de Trump creen lo contrario. ¿Qué sucede con el resto de partidarios de Trump? Resulta interesante ver que el 55% de los simpatizantes de Trump considera que el cambio climático principalmente está causado por cambios naturales en el entorno. Solo el 1% de los votantes de Trump creen en el cambio climático provocado por la actividad humana.

En el primer debate electoral, el 26 de septiembre de 2016, Clinton acusó a Trump de creer que el cambio climático es un engaño creado por los chinos; pilló por sorpresa al candidato republicano, que declaró que nunca había dicho eso. Sin embargo, en un tweet de 2012, Trump afirmó que «el concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos con el objetivo de hacer que el sector manufacturero estadounidense no fuera competitivo». El problema del cambio climático, entre otros, fue considerado uno de los motivos principales por los que Trump perdió la primera ronda de los debates electorales.

Más allá de las charlas políticas, el cambio climático alcanza mucho de lo que uno ve a simple vista. Nunca había habido tanto en juego. El futuro de todo el planeta se verá afectado por esta lucha para la presidencia de Estados Unidos. La temperatura media global ya ha aumentado casi 1,1°C. China y Estados Unidos son el primer y segundo emisor de dióxido de carbono más importante del mundo, respectivamente, y representan el 42% de las emisiones mundiales de carbono. En 2014, China vertió en la atmósfera 9.680 millones de toneladas de dióxido de carbono, y Estados Unidos le siguió con 5.560 millones.

En el contexto del fracaso de Copenhague en 2009, la Administración de Obama puso en marcha una ofensiva diplomática para convencer a Beijing de que las dos principales economías y principales emisores del mundo tienen una responsabilidad especial de liderar la lucha contra el cambio climático. Mediante la diplomacia climática, China y Estados Unidos llegaron a un acuerdo sólido. El 12 de noviembre de 2014, el presidente Barack Obama y el presidente Xi Jinping anunciaron un acuerdo histórico sobre el clima en Beijing. Estados Unidos se comprometió a reducir las emisiones de carbono hasta 2025 entre un 26% y un 28% por debajo de los niveles de 2005, mientras China se comprometió a llegar a las emisiones máximas de carbono hacia 2030 y a hacer todo lo posible para alcanzar esta meta antes.

El pacto entre Estados Unidos y China sentó las bases para la adopción del acuerdo sobre el clima de París, el 12 de diciembre de 2015. En esta cumbre, 195 gobiernos adoptaron unánimemente un acuerdo histórico para limitar el calentamiento global a bastante menos de 2°C y hacer lo posible por mantenerse dentro de 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales.
Estos objetivos deberán ser cumplidos mediante planes nacionales (las Contribuciones Previstas Determinadas a nivel Nacional, o NDC, por sus siglas en inglés) y un aumento de los flujos de financiación para el clima. El acuerdo también incluye un mecanismo para ampliar las acciones cada cinco años, empezando en 2018, y no permite ningún relajamiento.

Estados Unidos presentó su NDC a Naciones Unidas el 31 de marzo de 2015. Su pilar principal es el Plan de Energía Limpia de Obama, que pretende para 2030 haber reducido un tercio las emisiones de carbono de las centrales eléctricas con respecto a los niveles de 2005. La generación de electricidad es la principal fuente de CO2 en Estados Unidos, de modo que esta política es fundamental para reducir las emisiones del país. Sin embargo, el 9 de febrero de 2016, el Tribunal Supremo norteamericano detuvo temporalmente el Plan de Energía Limpia de Obama. Cinco jueces republicanos votaron en contra del plan y cuatro jueces demócratas, a favor. Si finalmente se rechaza el Plan de Energía Limpia, esto también podría perjudicar el acuerdo histórico de París. Sin el Plan de Energía Limpia, Estados Unidos no sería capaz de cumplir sus promesas respecto a las NDC, preparadas en el supuesto de que se llevaría a cabo el Plan de Energía Limpia.

En un intento de blindar su estrategia nacional e internacional sobre el clima, la Administración Obama se adelantó junto con su homólogo chino. El 3 de septiembre de 2016, Estados Unidos y China depositaron sus respectivos instrumentos para sumarse al Acuerdo de París. Para que el Acuerdo de París entre en vigor, por lo menos 55 países que representen como mínimo el 55% de las emisiones globales deben ratificarlo, aceptarlo, aprobarlo o adherirse a él. Esto supone una importante contribución a la pronta entrada en vigor del Acuerdo de París antes de que acabe el año. En este sentido, las elecciones estadounidenses tendrán una enorme repercusión en el futuro de la gobernanza climática. Existen tres escenarios posibles.

• Primer escenario: Clinton gana las elecciones y sigue con el legado de Obama, tanto internacional como a nivel doméstico, y bilateralmente con China. Inversiones privadas en proyectos con bajas emisiones de carbono, creación de empleos y aumento del desarrollo tecnológico. Estados Unidos compite con China e India para convertirse en una superpotencia limpia.

• Segundo escenario: Trump gana las elecciones, pero deja a un lado sus posiciones políticas sobre el cambio climático. A escala internacional, la Administración de Trump no se opone al Acuerdo de París que, al fin y al cabo, se basa en acciones voluntarias, no vinculantes a nivel nacional. Sin embargo, en el ámbito nacional es poco probable que su Administración aplique las políticas de Obama. Esto deja abierta la cuestión de saber si, dentro del país, la Administración Trump establecerá una política sobre el clima alternativa, creíble y sensata, o si sencillamente seguirá haciendo las cosas como de costumbre. También plantea preguntas sobre las inversiones privadas en proyectos con bajas emisiones de carbono, la creación de empleos y el desarrollo tecnológico.

• Tercer y peor escenario: Trump se convierte en presidente de Estados Unidos, pero sigue fiel a sus convicciones en contra del cambio climático. Su Administración da un giro de 180º en su política nacional sobre el clima y rechaza el Acuerdo de París. A raíz de esto peligra toda la gobernanza climática mundial.

Para concluir, estas tres situaciones plantean preguntas sobre los países de economías emergentes y China, en particular. ¿Qué haría el gigante asiático en relación con el cambio climático si Trump fuera elegido presidente?

Traducción: Aïda Cunill