De la retórica a la política: ¿Pueden las ciudades ganar trascendencia en las agendas globales?

Opinion CIDOB 556
Fecha de publicación: 11/2018
Autor:
Agustí Fernández de Losada, director del programa Ciudades Globales, CIDOB
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* El original de este artículo ha sido publicado en el Dossier sobre Ciudades Globales del Instituto per gli studi di política internazionale (ISPI) 

 

Las ciudades llevan décadas trabajando para lograr un mayor reconocimiento a nivel internacional. Un reconocimiento que les permita posicionarse ante las agendas políticas que tratan algunos de los grandes retos globales que condicionan su realidad. Todo indica que lo están logrando y que han consolidado canales de interlocución estables con la mayoría de las instancias internacionales —ya sean regionales como la Unión Europea o globales en el marco del sistema de las Naciones Unidas—. Sin embargo, existen dudas de que su capacidad de incidir vaya más allá de lo simbólico, de que trascienda la retórica y genere cambios políticos sustanciales en dichas agendas.  

El reconocimiento de las ciudades en el escenario internacional viene dado, en gran medida, por la centralidad que ha adquirido la cuestión urbana —el planeta se urbaniza y algunos de los grandes retos de la humanidad se dirimen en las ciudades— y por el creciente, aunque de geografía variable, empoderamiento de sus gobiernos. Éstos asumen competencias y responsabilidades en ámbitos fuertemente ligados a las necesidades más básicas de los ciudadanos lo que les confiere una centralidad política significativa.  

Efectivamente, existe consenso en que una parte relevante de las agendas globales no podrán implementarse de forma efectiva sin tener en cuenta las ciudades. Éstas son percibidas como sujetos necesarios para avanzar hacia el desarrollo sostenible. Pero dicho consenso no se ha construido de forma espontánea sino que es el fruto de las estrategias de incidencia política impulsadas por las ciudades a través de sus redes. Estrategias que han contribuido a que hoy se hable de la localización de la Agenda 2030, que exista una agenda urbana global o que la agenda sobre la financiación del desarrollo sostenible se refiera, por fin, a ellas. 

Sin embargo, más allá de la visibilidad de la dimensión urbana y del reconocimiento del rol que desempeñan las ciudades, siguen siendo los gobiernos nacionales los que marcan la pauta, los contenidos y las orientaciones que emanan de dichas agendas globales. Las ciudades tienen un lugar en la mesa pero como observadoras. Son escuchadas, pueden incidir introduciendo matices, enmiendas o subrayando vacíos. Pero trabajan sobre marcos de referencia definidos por los gobiernos nacionales que son, en definitiva, quienes tienen el voto y marcan los límites. 

En una época en que muchas ciudades se están convirtiendo en espacios de resistencia ante determinadas dinámicas globales y acuden a las instancias internacionales para dirimir los conflictos que mantienen con sus gobiernos nacionales, trascender la retórica y marcar la agenda política resulta clave. Esta es claramente la apuesta de las ciudades santuario en Estados Unidos que se oponen frontalmente y desobedecen a la administración Trump en materia migratoria; o la de las ciudades refugio europeas que se han declarado abiertas a acoger a los migrantes y refugiados que llegan cruzando las aguas del Mediterráneo. En ambos casos, sus gobiernos han abierto canales de interlocución con las Naciones Unidas y con la Unión Europea buscando soluciones que no encuentran en el ámbito nacional. Pero en ambos casos su acción se encuentra con fuertes resistencias. 

En este contexto, resulta relevante analizar de qué manera la contribución de las ciudades a las agendas globales puede trascender lo simbólico, adquirir profundidad y marcar pautas que se concreten en soluciones efectivas. 

La reforma del sistema de gobernanza internacional podría contribuir a perfilar el rol de las ciudades como actores centrales en un nuevo orden global. La realidad y los contextos que tienen que gestionar trascienden claramente las dinámicas nacionales. Por ello, resulta fundamental articular canales efectivos para que participen en la construcción de las agendas políticas internacionales que inciden en sus competencias y responsabilidades. La Unión Europea lo entendió a finales del siglo pasado con la consolidación del principio de subsidiariedad y la creación del Comité de las Regiones (y las ciudades) como órgano de consulta preceptiva, aunque no vinculante, en los temas que les atañen. La consolidación e institucionalización de la Asamblea Mundial de Gobiernos Locales y Regionales podría ser una oportunidad. 

Pero mientras dicha reforma no avanza —y la diplomacia tradicional no lo pondrá fácil— conviene seguir reforzando los espacios de interlocución con el sistema de las Naciones Unidas. La Global Taskforce de Gobiernos Locales y Regionales, como punto de encuentro de los principales actores del municipalismo internacional, es una herramienta básica. Contribuye a articular una agenda política compartida para incidir en los espacios que se abren —como el High Level Political Forum (HLPF) que se celebra cada año en Nueva York— y visibilizar los aportes de las ciudades a la gestión de los retos globales. 

Sin embargo, éstas no pueden abordar solas el cambio de un paradigma que se ha mantenido inmutable durante siglos. Romper con el monopolio de los gobiernos nacionales y marcar la agenda política internacional requiere tejer alianzas con otros actores que operan a nivel global. Alianzas que sirvan para sumar voluntades, construir argumentos y aportar soluciones. Alianzas con las organizaciones de base y de la sociedad civil, con el sector privado y con las instituciones del ámbito del conocimiento. Únicamente a través de estrategias compartidas se puede lograr escalar las prioridades locales y situarlas en los grandes consensos globales. 

Ahora bien, todo ello no tendrá sentido si las ciudades no sitúan la política en el centro de su acción internacional. De nada servirá articular estrategias de incidencia política, perfeccionar los espacios de interlocución y tejer alianzas con otros actores, si las prioridades políticas no están claras y no responden de forma efectiva a las necesidades reales de las ciudades y los ciudadanos. Para ello el liderazgo de los alcaldes es fundamental. Éstos deben asumir que gestionar en el ámbito internacional las problemáticas locales ya no es solo una opción, es parte de su responsabilidad. Los alcaldes de las ciudades santuario y refugio, los que desobedecen y se alinean con los Acuerdos de París sobre cambio climático o los firmantes de la declaración municipalista sobre vivienda adecuada presentada en el HLPF 2018, así lo han entendido.

 

Palabras clave: Ciudades, Naciones Unidas, agendas globales, refugio, Unión Europea, subsidiariedad, municipalismo, vivienda

 

E-ISSN: 2013-4428

D.L.: B-8439-2012