COVID-19: una oportunidad para alinear las contribuciones nacionales con los Objetivos de Desarrollo Sostenible
Se suponía que en 2020 los gobiernos de todo el mundo iban a presentar su segunda propuesta de Contribuciones Determinadas Nacionales (NDCs), según los compromisos del Acuerdo de París. Las NDCs son los planes gubernamentales quinquenales para abordar el problema de las emisiones de carbono y adaptarse a la amenaza del cambio climático. Los deadline, igual que la COP26 (la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático), fueron aplazados a causa de la pandemia de la COVID-19. Con solamente cuatro meses de margen antes de la trascendental conferencia de Glasgow sobre el clima, solo 75 de un total de 192 estados –incluido el bloque de 27 estados miembros de la UE– han presentado revisiones a la propuesta de las NDCs hecha en 20151. El Reino Unido y la UE son solo 2 de los 18 principales emisores que han cumplido este plazo.
El papel dilatorio que ha tenido la COVID-19 es obvio: los esfuerzos y los recursos de nuestros líderes se han centrado en controlar al virus. Pero los gobiernos han tenido cinco años entre la primera y la segunda propuesta de su NDCs para intensificar la acción climática, de modo que la COVID-19 solo explica parcialmente el retraso. El desapego de los líderes populistas (como el expresidente Donald Trump o Jair Bolsonaro en Brasil) es sin duda uno de los motivos que explica, en parte, el retraso en la toma de medidas. Y seguramente una larga lista de desajustes políticos –por ejemplo, entre los objetivos medioambientales nacionales de los países y sus compromisos internacionales, o entre las NCDs y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)– también hayan contribuido significativamente a ello.
Los líderes mundiales rubricaron los ODS en 2015. Nacida como una “iniciativa para alcanzar un futuro mejor y más sostenible para todos antes de 2030”, la Agenda para un Desarrollo Sostenible (ADS) se basa en la justicia social y los derechos humanos, a los que suma un claro compromiso con el medio ambiente. Un aspecto importante de su enfoque es que considera el desarrollo sostenible como un objetivo igual de válido tanto para los países desarrollados como para los en vías de desarrollo. De momento, no existe ningún país en el mundo que esté cerca de lograr los 17 objetivos (es más, el impacto de la COVID-19 ha minado mucho las probabilidades de que alguno lo logre). En relación con el ODS 13, que aborda la Acción Climática, si se han realizado progresos y de manera significativa, 43 países africanos además de Afganistán, Pakistán e India (que casualmente no ha presentado una propuesta de NDCs) y otros países del sur de Asia, han logrado cumplirlo2. Por el contrario, ninguno de los países del llamado Norte global está cerca de su cumplimiento, y eso, a pesar de que la UE ha aumentado significativamente las ambiciones ambientales en sus NDCs de 2020.
Ante tales desajustes, surgen algunas preguntas relevantes: ¿por qué hay países comprometidos a cumplir con sus NDCs y que sin embargo tienen problemas con sus ODS? y a la inversa, ¿por qué hay otros que aun cumpliendo con los ODS demoran sus propuestas de CN? De hecho, ambos entran a menudo en conflicto, como demuestran estudios recientes llevados a cabo por el Stockholm Environment Institute (SEI) en Suecia3. Por ejemplo, una propuesta de NDCs centrada en ecologizar el sistema energético de un país eliminando gradualmente el carbón, incrementa el compromiso con el Acuerdo de París y el cumplimiento del ODS 13. Pero esta CN puede llevar también a una transición energética injusta si ello afecta negativamente a la subsistencia de los trabajadores del carbón, esto es, también puede generar desempleo y comprometer el ODS 8 sobre el “Trabajo decente y el crecimiento económico”. Los trabajadores del carbón en paro que no estén amparados por la seguridad social o que no reciban formación en nuevas habilidades laborales podrían caer de lleno en la pobreza multidimensional, revirtiendo los logros relativos al ODS número 1, “Acabar con la pobreza”. La pobreza tiende a afectar más a las mujeres que a los hombres, y en consecuencia afecta también al ODS 4 sobre “Igualdad de género”. A su vez, en su esfuerzo por reducir los índices de pobreza y desempleo, el gobierno consume recursos que pueden llegar a comprometer su capacidad de reducir la dependencia del carbón.
En la misma línea, si una NDCs es forzosamente impuesta –por ejemplo, sin consultar a los sindicatos del carbón, se corre el riesgo de que la transición energética no sea democrática, lo que pone gravemente en riesgo el ODS 16 sobre “Paz, justicia y unas instituciones fuertes”. La desigualdad y la sensación de marginación pueden hacer pivotar a los votantes de los países democráticos hacia postulados populistas que, supuestamente, sintonizan mejor con las necesidades de la comunidad, pero que una vez elegidos, abandonan la agenda ambiental, lo que hace retroceder significativamente la acción climática. Y esto pone en peligro tanto la consecución del ODS 13 como de la NDCs original.
Las contradicciones entre el cambio climático y el desarrollo sostenible también desempeñan un papel a nivel internacional. China, por ejemplo, apuesta por un paradigma de “eco-civilización” doméstica a la vista de los graves problemas medioambientales y ecológicos que tiene el país. El concepto de eco-civilización, consagrado en la Constitución china, incluye factores políticos y culturales subrayados por el taoísmo y por una filosofía que propone “vivir en armonía con la naturaleza”. Al mismo tiempo, la iniciativa china conocida como del Cinturón y la Ruta (Belt and Road Initiative) es un programa transcontinental de infraestructuras que, desde 2013, ha estado invirtiendo miles de millones de dólares en proyectos de combustibles fósiles, especialmente en Asia Meridional y el Sudeste Asiático. La política china acerca del comercio forestal –que incluye desde la tala de árboles a la minería– en África y América Latina es un ejemplo de “cooperación internacional para el desarrollo” que está perjudicando directamente la capacidad de otros países para acometer la mitigación climática, lo que dificulta que estos países puedan cumplir el ODS 13 y que China haga lo propio con el ODS 17 sobre las Alianzas para lograr los objetivos.
La COVID-19 debería haber incentivado la necesidad de una mayor acción climática y un mayor alineamiento de las políticas, especialmente a raíz de las teorías que vinculan la deforestación con el presunto origen del virus SARS-CoV-2. El desbordamiento zoonótico del patógeno causante de la pandemia, desde murciélagos a seres humanos, puede ser –y ha sido– entendido superficialmente, como un shock exógeno al sistema, que no ha estado exento de pulsiones racistas y “orientalistas” (según la teoría saidiana)4. Pero al mismo tiempo, debería ser visto como una consecuencia más del desarrollo insostenible, del fracaso de conciliar el crecimiento económico, la industrialización y la producción con los recursos finitos del planeta. La deforestación, el consumo de animales –tanto salvajes como domésticos, y la intensificación de la agricultura, son tan solo unos cuantos factores que incrementan la propensión a la zoonosis. Por vez primera desde que se introdujo el concepto de desarrollo humano en 1990, los índices han caído significativamente –en términos de esperanza de vida, de PIB y de nivel educativo– a escala global. Las pérdidas ascienden al “equivalente a borrar todo el progreso en el desarrollo humano de los últimos seis años”, según un informe del PNUD publicado en mayo de 20205.
Los retrocesos en el desarrollo humano hacen más difícil que los países puedan cumplir los ODS a tiempo, dentro del plazo de nueve años que quedan hasta la extinción de la ADS, o que cuenten con los recursos necesarios para dotar de mayor ambición climática a sus NDCs. Sin embargo, es precisamente en el contexto de estos retrocesos que la acción climática requiere de una mayor ambición, ya que contamos con una evidencia terrible y palpable de la escala y la velocidad a la que la zoonosis está transformando nuestras vidas. La emergencia del virus zika en 2016, del ébola en 2014, del MERS en 2011, de la gripe aviar (H1N1) en 2009 y del SARS en 2003 son tan solo algunos ejemplos de una tendencia relativamente nueva (de los últimos treinta y tantos años) al aumento de los contagios zoonóticos. Y quienes sostienen que la zoonosis es un problema del denominado “Sur global”, deberían recordar que la enfermedad de las vacas locas surgió en el Reino Unido en 1986 y que todos los continentes están expuestos a la proliferación de nuevas enfermedades infecciosas.
Por consiguiente, la alineación de políticas entre los ODS y las NDCs –particularmente respecto al crecimiento económico, la industrialización y la acción climática– son no solo cruciales para gestionar el denominado Antropoceno, sino también necesarias si queremos desacelerar el ritmo al que se materializan y se propagan los contagios zoonóticos. Si queremos evitar una versión mucho más mortífera de la COVID-19 en el futuro, debemos tratar la acción política climática de manera coherente como una cuestión de vida o muerte, literalmente. El primer paso es que los países que todavía no han revisado su NDCs original, o no han presentado su segunda propuesta de NDCs –especialmente EEUU y China– lo hagan ahora. Y es imperativo que esto ocurra antes de la conferencia de Glasgow prevista para noviembre de 2021.
Notas:
- Véase UNFCCC. “Greater Climate Ambition Urged as Initial Synthesis Report is Published”. UN Climate Press Release, 26 de febrero de 2021. Accesible en línea: https://unfccc.int/news/greater-climate-ambition-urged-as-initial-ndc-synthesis-report-is-published
- Véase McCarthy, J. ”African Countries Are Leading on Climate Action: SDG Report 2020”. [Blogpost] Global Citizen, 20 de julio de 2020. Accesible en línea: https://www.globalcitizen.org/en/content/sdg-13-climate-action-rankings-progress/?template=next
- Véase Shawoo, Z. et al. “Increasing policy coherence between NDCs and SDGs: a national perspective”. SEI policy brief. Estocolmo: Stockholm Environment Institute, 2020. / Shawoo, Z. ”Paris minus the SDGs. A formula for inequality?“ [Blogpost] Stockholm Environment Institute, 2019. Accesible en línea: https://www.sei.org/perspectives/paris-minus-the-sdgs-a-formula-for-inequality/
- Véase Said, E.W. Orientalism. Penguin Books: Londres, 5ª edición, 2003.
- Véase UNDP. COVID-19 and Human Development: Assessing the Crisis, Envisioning the Recovery [Report]. United Nations Development Programme, 2020, p. 3. Accesible en línea: http://hdr.undp.org/sites/default/files/COVID-19_and_human_development_0.pdf