Apuntes | La fractura urbano-rural y el auge de la extrema derecha en Europa

APUNTE_SARAH DE LANGE Y TWAN HUIJSMANS
Fecha de publicación: 09/2024
Autor:
Sarah de Lange, profesora de Pluralismo Político del departamento de Ciencia Política, University of Ámsterdam, y Twan Huijsmans, investigador posdoctoral en sociología y Ciencias Políticas, University of Amsterdam
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Se suele interpretar el actual auge de la extrema derecha como la venganza de los lugares que no importan y, más ampliamente, como expresión de la gran fractura existente, a nivel global, entre la población urbana, progresista y cosmopolita, y la población rural, tradicionalista y nacionalista. Sin embargo, la geografía del éxito de la extrema derecha europea es mucho más compleja. En primer lugar, no solo hay diferencias dentro de cada país entre zonas urbanas y rurales, sino también entre zonas centrales y zonas periféricas. En segundo lugar, la población rural no es tan diferente, ni se ha vuelto más tradicionalista ni más nacionalista con el tiempo. Las perspectivas políticas de los urbanitas en los países europeos se apartan, en cambio, cada vez más de las de los ciudadanos de otras zonas. En tercer lugar, el apoyo a la extrema derecha en cada una de estas áreas se explica de manera diferente. 

La geografía del tradicionalismo, el nacionalismo y el apoyo político a la extrema derecha

En el debate político de muchas democracias europeas domina cada vez más lo cultural por encima de lo socioeconómico. Temas como la inmigración, el multiculturalismo o la integración europea enfrentan a los cosmopolitas-progresistas contra los nacionalistas-tradicionalistas. A partir del año 2000, estas cuestiones han adquirido mayor relevancia para explicar la identificación de los votantes con la izquierda o la derecha en los distintos comicios. Y su creciente centralidad es uno de los factores que explica el aumento del número de votos de la extrema derecha en las últimas décadas. Quienes están convencidos de que la afluencia de inmigrantes y el aumento de la diversidad cultural es el mayor desafío al que se enfrenta la sociedad tienen más probabilidades de votar a la extrema derecha. Un segundo factor explicativo es la falta de confianza en las instituciones y los actores políticos. Los ciudadanos con niveles más bajos de confianza en el parlamento, los partidos y los políticos, así como actitudes populistas más marcadas, tienen más probabilidades de apoyar a partidos de extrema derecha.

En toda Europa, la población rural y la urbana difieren en sus actitudes hacia estas cuestiones culturales; los votantes rurales suelen tener una opinión más negativa sobre la inmigración y la integración europea. También es más probable que declaren que las minorías étnicas deben ajustarse a las normas, valores y costumbres del país de acogida. Del mismo modo, la confianza política, la satisfacción y el cinismo también difieren según la pertenencia a unas u otras zonas. En las grandes ciudades están en general más satisfechos con el modo de funcionamiento de la democracia en su país y tienen un mayor nivel de confianza en los políticos. Esta asociación entre, de un lado, el lugar de residencia y, del otro, las llamadas actitudes cosmopolitas-nacionalistas y el descontento político, hace que los habitantes rurales sean más propensos a votar a la extrema derecha. En otras palabras, el apoyo a la extrema derecha parece reflejar una brecha urbano-rural en las sociedades europeas.

Pueden avanzarse dos tipos de explicaciones para esta fractura. La primera es que en las grandes ciudades hay una población más joven y mayor nivel educativo, ya que brindan mejores oportunidades para trabajar en el floreciente sector de la economía del conocimiento y porque vivir en grandes ciudades proporciona mayor remuneración a la formación. Esto implica que las zonas rurales tienen una mayor proporción de ciudadanos con menor nivel educativo y mayor edad, que trabajan en sectores industriales o agrícolas. Esto puede explicar en parte por qué los partidos de extrema derecha triunfan fuera de las ciudades más grandes. Después de todo, las personas con educación superior tienen niveles más altos de confianza política y valores más cosmopolitas, lo que las hace menos propensas a apoyar a la extrema derecha. En segundo lugar, el entorno residencial afecta a la orientación política. Más específicamente, el aumento de la diversidad étnica en las ciudades, y la concentración ya mencionada del sector de la economía del conocimiento, repercuten en las actitudes de los ciudadanos que viven allí. Los habitantes de ciudades étnicamente diversas desarrollan actitudes más tolerantes culturalmente, y crecer en un área económicamente en auge afecta positivamente a la satisfacción política general. Vivir en un contexto étnicamente homogéneo, en cambio, donde la economía local está en declive y se experimenta un deterioro de los servicios públicos y las instalaciones, tiene el efecto contrario. 

Algunos eventos políticos de relevancia en la última década demuestran que el apoyo a la extrema derecha es más fuerte fuera de las grandes ciudades. Valgan los ejemplos del referéndum del Brexit, en el Reino Unido, o la elección de Trump en Estados Unidos en 2016, impulsados en gran medida por ciudadanos fuera de las metrópolis cosmopolitas. Muchos estudios han demostrado que estos eventos son parte de un patrón que también está presente en toda la Europa continental. En Alemania, Alternativa para Alemania (AfD) tuvo un éxito desproporcionado entre los votantes rurales en las elecciones parlamentarias de 2021. Y a Marine Le Pen, líder del Reagrupamiento Nacional (RN), le fue especialmente bien fuera de las ciudades, tanto en las elecciones presidenciales francesas de 2017 como en las de 2022. Lo mismo ocurre con el partido sueco de extrema derecha Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna), que cada vez obtiene mejores resultados en las zonas rurales. En otras palabras, parece haber una tendencia a la periferialización del apoyo a la extrema derecha. Si bien los partidos de extrema derecha obtuvieron sus primeros apoyos en y alrededor de las ciudades más grandes, su base se ha vuelto cada vez más rural. Esta tendencia es evidente en Francia, Alemania y Suecia, pero también puede observarse en Noruega y los Países Bajos. 

¿Una geografía política cambiante?

La concentración geográfica del apoyo a ciertos partidos no es exclusiva de la extrema derecha. Los partidos cosmopolita-progresistas, como los social-liberales y los verdes, obtienen cada vez más su apoyo dentro de las ciudades más grandes. La periferialización política mencionada encaja así en un patrón más amplio de creciente polarización urbano-rural en muchas democracias de Europa. Sin embargo, hay varias razones por las que hay que ser cautelosos a la hora de intentar explicar el éxito de la extrema derecha como una mera manifestación de la fractura urbano-rural.

En primer lugar, las actitudes políticas de los votantes no solo difieren entre las zonas urbanas y rurales, también entre las zonas centrales y periféricas dentro de los países. De hecho, en algunos países, las diferencias son más sustanciales entre las zonas centrales y periféricas, que entre las zonas urbanas y rurales. Los ciudadanos que viven más lejos del centro político, económico y cultural de países como la República Checa, Alemania, Noruega y los Países Bajos, generalmente están menos satisfechos con la política, demuestran un mayor populismo y son más propensos a votar a la extrema derecha. Por lo tanto, estos lugares periféricos son bastiones de la extrema derecha, aunque no sean necesariamente de naturaleza rural. 

Lo que los habitantes rurales y periféricos de muchos países comparten es la sensación de ser ignorados y desfavorecidos por las élites políticas, y no respetados por los habitantes de otras áreas. Este resentimiento inspira actitudes negativas hacia las élites políticas y los colectivos percibidos como foráneos, como los inmigrantes o las minorías étnicas. Esto hace que la geografía de la extrema derecha sea más diversa de lo que a veces se supone. Los bastiones de la extrema derecha se pueden encontrar en lugares económicamente abandonados, culturalmente más distantes del centro o que se sienten peor representados en los procesos de toma de decisiones.

Así pues, las grandes áreas urbanas o las metrópolis y, en particular, los habitantes del centro urbano tienden a ser más favorables a la inmigración y a una mayor integración europea, y más tolerantes con las minorías étnicas, si se comparan con otras zonas como los barrios suburbanos, las ciudades pequeñas, o los pueblos y zonas netamente rurales. Y lo que es más importante, con el tiempo cada vez muestran actitudes más cosmopolitas y progresistas. Podemos afirmar que la creciente brecha observable en las actitudes culturales de ciudadanos de zonas urbanas y rurales no es tan atribuible a que los habitantes rurales se vuelvan más nacionalistas y tradicionalistas, sino que son las metrópolis las que transitan hacia posiciones más progresistas

También hay que señalar que, a pesar de que la brecha urbano-rural esté creciendo, no es la única fractura que determina la política europea. Como se ha apuntado, los ciudadanos con menor nivel educativo son más propensos a votar a la extrema derecha, y tienen una mayor tendencia a vivir en zonas rurales y periféricas. Pero también en las grandes ciudades, quienes tienen menor nivel educativo tienen una probabilidad significativamente mayor de votar extrema derecha. El nivel educativo sigue siendo un factor más determinante que el lugar de residencia en el apoyo a la extrema derecha, y la fractura urbano-rural (y centro-periferia) está en parte relacionada con el nivel educativo. 

Conclusión

El éxito electoral de los partidos de extrema derecha ha aumentado en muchos países europeos, encontrando un apoyo alto en áreas rurales y otros lugares fuera de los centros económicos, culturales y políticos de los países. La base de estas diferencias en las actitudes es un sentimiento generalizado de que estos lugares han sido ignorados, desfavorecidos y no respetados por las élites políticas y otros compatriotas. Sin embargo, la diferencia geográfica no se ha convertido por ello en la nueva fractura política por antonomasia en los países europeos. En su lugar, es la politización de un conflicto latente entre las «élites urbanas» y el «pueblo» el marco más favorable para que los partidos de extrema derecha aumenten su número de votantes en toda Europa. Para contrarrestarlo, los partidos que buscan hacerles frente podrían incluir en sus listas a más candidatos de las zonas rurales y periféricas ‒donde las raíces locales de los candidatos son importantes‒ y hacer llamamientos creíbles basados en lo local, sin promover una agenda de extrema derecha.