Antiimperialismo y anticolonialismo de la derecha radical: una propuesta de categorización

Revista CIDOB d'Afers Internacionals nº 132
Fecha de publicación: 11/2022
Autor:
Tamir Bar-On y Miguel Paradela-López
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 Tamir Bar-On, profesor Investigador, Tecnologico de Monterrey. tbaron@tec.mx. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6907-1486 

Miguel Paradela-López, profesor de Planta, Tecnologico de Monterrey. miguel.paradela@tec.mx. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1849-5526

Con frecuencia asumimos que el antiimperialismo y el anticolonialismo están relacionados con legados ideológicos del liberalismo o de la izquierda. Después de todo, numerosos pensadores, movimientos y regímenes de la derecha radical apoyaron el imperialismo y el colonialismo. No obstante, este artículo analiza y aporta ejemplos de una gran diversidad de intelectuales y movimientos de la derecha radical de todo el mundo y en distintas épocas históricas que han sostenido posturas antiimperialistas y anticolonialistas. Asimismo, propone una categorización que resume las principales posturas antiimperialistas de la derecha radical, distinguiendo entre «antiimperialismo principalista», «antiimperialismo oportunista» y «antiimperialismo imperialista », a fin de evidenciar las similitudes y las diferencias entre dichas categorías. Se concluye, sin embargo, que esta clasificación se debería entender como un punto de partida para el debate y complementar con futuras investigaciones.

En términos generales, el concepto de «antiimperialismo» incluye a aquellos actores políticos que básicamente repudian al imperio y al imperialismo, entendido este como «el control militar, político, jurídico y/o económico del territorio de un pueblo ejercido por otro para que el territorio sujeto ceda recursos, mano de obra y productos a cambio de poca o nula compensación» (Ness y Cope, 2021: vi)1. En este sentido, tendemos a asumir que el antiimperialismo y el anticolonialismo están relacionados con los legados ideológicos del liberalismo o de la izquierda. Las principales figuras anticolonialistas del período de descolonización de África (1950-1975), por ejemplo, adoptaron explícitamente posturas antiimperialistas y anticolonialistas (Chabal, 2019; Evans y Phillips, 2007; Fanon, 1959, 1961 y 1964) y, en general, liberales y pensadores de izquierda han tendido a suscribir posturas antiimperialistas y anticolonialistas (Doyle, 1983; Derrida, 1996; Hardt y Negri, 2000; Drew, 2014; Antón et al., 2014 y 2016; Jima-González y Paradela-López, 2020; Calderón, 2021). Por el contrario, los pensadores, movimientos, partidos políticos y regímenes de la derecha radical2 han tendido a apoyar tanto el imperialismo como el colonialismo. Sin embargo, este artículo quiere analizar aquellos grupos de esta ideología que han desarrollado y han justificado posturas antiimperialistas y anticolonialistas. En este sentido, los argumentos de este artículo son consistentes con otras investigaciones que sostienen que el antiimperialismo abarca diferentes proyectos políticos, incluida la derecha radical (Kozel et al., 2015; Pirker y Rostica, 2021).

Para el análisis, se ha llevado a cabo una selección de casos que se justifica brevemente a continuación. Así, se apuntan los pensadores francófonos Maurice Bardèche (1962) y Jean Thiriart (1964 y [en Jacob] 2019), al ser los precursores en trazar un camino hacia el «fascismo metapolítico» y en promover un nacionalismo paneuropeo (Griffin et al., 2006), lo que permitió que la derecha radical ganara mayor respetabilidad en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. También al filósofo ruso Aleksandr Dugin (1997), quien se entusiasmó tanto con la idea de Thiriart de un imperio eurosoviético que pudiera retar al «imperialismo estadounidense» que se inspiró en ella para escribir su libro Fundamentos de geopolítica. Asimismo, se destaca a Alain De Benoist, miembro fundador de la nouvelle droite y el pionero de la derecha radical en evolucionar de una postura proimperialista a otra antiimperialista (Rueda, 2021; Spektorowski, 2016; Bar-On, 2017 y 2013)3. De hecho, resulta innegable la influencia de De Benoist en el pensamiento del nacionalista blanco estadounidense Richard B. Spencer y en otros pensadores del Movimiento Identitario (MI)4: desde el integrante de la nouvelle droite Guillaume Faye y el conspiracionista francés Renaud Camus, hasta el pensador identitario y nacionalista blanco estadounidense Greg Johnson (Rose, 2021; Johnson, 2020; Zuqueté, 2018; Steinmetz-Jenkins, 2018). Respecto a las influencias ideológicas de De Benoist, además de a Bardèche, encontramos a pensadores del Movimiento Revolucionario Conservador alemán del período de entreguerras5 (Mohler, 2018; Herf, 1986), así como a otros miembros de la derecha radical que adoptaron posturas antiimperialistas (Frey Nymeth, 2019; De Benoist, 2012; Sunic, 2011). Por último, la justificación de la selección de la organización Estado Islámico y del grupo Los Extraditables, al requerir una mayor contextualización, se desarrollará en subsecciones específicas.

El artículo se estructura de la siguiente forma: en primer lugar, se definen los conceptos de colonialismo e imperialismo; en segundo lugar, se precisan las nociones de derecha y derecha radical, clarificando la relación de estas con el anticolonialismo y el antiimperialismo; por último, se proponen distintos marcos conceptuales y ejemplos correspondientes del antiimperialismo de la derecha radical, distinguiendo entre «antiimperialismo principalista», «antiimperialismo oportunista» y «antiimperialismo imperialista», mostrando para ello casos específicos de grupos, movimientos o pensadores de la derecha radical con posiciones anticolonialistas y antiimperialistas. 

Marco teórico y definiciones previas 

Colonialismo e imperialismo

Esencialmente, colonialismo significa «una relación entre una mayoría indígena (o importada a la fuerza) y una minoría de invasores extranjeros», en la que los soberanos coloniales toman las decisiones fundamentales de las colonias en una «metrópolis distante» (Osterhammel, 2005: 16). Así, mientras que el colonialismo denota «un Estado que establece una regla colonial y extraña» (Stuchtey, 2011) sobre otro territorio o pueblo, el «imperialismo es la idea que impulsa la práctica colonial» (Bar-On, 2017: 214). Al respecto, Edward Said sugirió que, si el imperialismo involucra «la práctica, la teoría y las actitudes de un centro metropolitano dominante que rige un territorio distante», el colonialismo implica el establecimiento de colonias en un territorio distante (citado en Gilmartin, 2009). Con frecuencia, el imperialismo se apuntala sobre el dominio político y monetario de otro territorio. Bajo esta ideología, las fuerzas coloniales europeas establecieron «un control colonial y político sobre el resto del mundo, incluyendo las Américas, Australia y partes de África y Asia» (Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2012), constituyendo una minoría extranjera que impuso por la fuerza su voluntad política frente a una mayoría indígena. El colonialismo, en definitiva, se tradujo en luchas violentas con los pueblos colonizados, e implicó crueldad, masacres y la implementación de políticas asimilacionistas.

La «lucha por el imperio» y el apogeo del imperialismo europeo en los siglos xviii y xix dio pie a movimientos antiimperialistas y anticolonialistas en las sociedades de América y Europa y, posteriormente, en el resto del mundo. Durante el siglo xix, América Latina culminó un proceso de liberación encabezado por líderes como Simón Bolívar, José de San Martín y Antonio José de Sucre, influidos por ideales anticolonialistas. A pesar de que la región consolidó su independencia frente a los imperios europeos durante ese siglo, diversos autores latinoamericanos cuestionaron la influencia creciente Estados Unidos en la región, en especial tras la Doctrina Monroe6 y, posteriormente, el corolario Roosevelt7, que incrementaron significativamente la intervención estadounidense en el área. Autores como Gregorio Quesada (1893), José Enrique Rodó (1900) o Francisco García Calderón (1912) contestaron la cada vez mayor participación de Estados Unidos en América Latina y buscaron promover el desarrollo de una identidad autónoma. Con el tiempo, esta línea de pensamiento se vería permeada por la crítica marxista y leninista del imperialismo (Lenin, 1917) y cristalizaría en autores como Luis Valcárcel (1927), Víctor Raúl Haya de la Torre (1936), Manuel Ugarte (1922) y José Carlos Mariátegui (1928).

Con la expansión de los imperios coloniales europeos en Asia y África y la eclosión de Estados Unidos como potencia mundial, florecieron los movimientos antiimperialistas. Así, las colonias del Reino Unido, Francia y de otros países europeos experimentaron mayores niveles de apoyo popular a los ideales antiimperialistas y anticolonialistas, y aumentaron los movimientos de liberación nacional, especialmente a partir de mediados del siglo xx (Koebner y Schmidt, 2010). Estos movimientos, así como sus ideas antiimperialistas y anticolonialistas, fueron fundamentales para el proceso de descolonización de las décadas de 1950 y 1960, en el cual la mayoría de las colonias europeas en Asia y África lograron su independencia. De este modo, durante este período tuvo lugar el mayor incremento en el número de estados soberanos de la historia, fortaleciéndose en gran medida el ideario anticolonialista a nivel mundial (Mearsheimer, 2018: 99). 

Derecha y derecha radical

Definir derecha y derecha radical es una tarea problemática, ya que la división política entre derecha e izquierda ha tendido a generar históricamente debates que suelen girar en torno al apoyo o el rechazo a la Ilustración, a la Revolución Francesa y a sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad. ¿Cuáles son las diferencias entre la derecha y la izquierda? Según Norberto Bobbio (1996: 60-79), la derecha incluye a teóricos, movimientos, partidos políticos y regímenes que ven las desigualdades como algo «natural» o «normal», ya sea en el aspecto socioeconómico o basándose en diferencias étnicas, culturales o de género. Andrew Heywood (2015: 19) sostiene que los movimientos de derecha, desde conservadores y monárquicos hasta fascistas y tradicionalistas, enfatizan valores como «autoridad, jerarquía, orden, deber, tradición, reacción y nacionalismo».

El politólogo neerlandés Cas Mudde (2007) señala que existen 58 definiciones y 23 términos distintos para describir a la derecha radical. En última instancia, esto ha implicado la imposibilidad de consensuar una definición única del concepto, lo que es aún más difícil de resolver si pensamos en la diversidad de lo que se considera derecha radical en todo el mundo. El término derecha radical proliferó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el pensador estadounidense Telford Taylor usó la expresión en el prólogo de su libro escrito en 1954 Grand inquest, y que fue popularizada por el sociólogo también estadounidense Daniel Bell (2001). Para Bell, la derecha radical estadounidense era producto de la Guerra Fría: se oponía terminantemente al comunismo nacional e internacional y rechazaba las políticas de bienestar social del programa New Deal. En este sentido, la derecha radical se mostraba defensora del Gobierno de McCarthy, caracterizado por su nacionalismo extremo y por su propensión a las teorías conspirativas. 

En su definición de derecha radical, el historiador del fascismo Stanley Payne (1995) sugirió que este término se usaba principalmente para describir movimientos de los años de entreguerras. Este autor hizo una distinción entre fascismo, derecha radical y derecha conservadora, caracterizándose esta última por su respaldo al establishment. La derecha radical buscaba tanto un régimen político como un contenido ideológico radicalmente distinto, aunque evitando cambios sociales importantes, así como cualquier revolución cultural (ibídem: 19). No obstante, ante los ojos de Payne, la derecha radical estaba preparada para abandonar el sistema parlamentario y la consideraba casi tan extrema, militarizada e imperialista como el fascismo.

En las décadas de 1980 y 1990, con la aparición de partidos nacionalistas y populistas comúnmente denominados como «derecha radical»8, además del surgimiento de grupos de milicianos de derecha radical involucrados en ataques terroristas, emergieron nuevas definiciones de este término. Paralelamente, el también historiador del fascismo Roger Griffin (1995) trató de crear una «definición consensuada» de fascismo, calificando a esta ideología como revolucionaria, palingenésica y ultranacionalista populista. En este sentido, aunque el fascismo es un tipo de movimiento dentro de la derecha radical, dicha definición consensuada estaría condenada al fracaso debido a los diversos marcos metodológicos e ideológicos que podrían utilizarse para definir el fascismo, así como a ciertas preguntas como, por ejemplo, si el fascismo sería una ideología de época o un concepto extrapolable a nivel mundial (Payne, 1995). Más adelante, Mudde (2007) hizo énfasis en tres características de los partidos «populistas de la derecha radical»: 1) el nativismo, por su defensa de los derechos de una población nativa y homogénea amenazada por la inmigración; 2) el autoritarismo, por su creencia en un liderazgo y Estado fuertes, y 3) el populismo pronunciado, por su fuerte postura antisistema, el desdén por los partidos políticos tradicionales y la valorización del pueblo en contraposición a las élites políticas, económicas y culturales.

De hecho, el populismo está conformado por tendencias ideológicas diferentes y se presenta como una ideología que considera «que la sociedad está separada en última instancia en dos grupos homogéneos y antagonistas: “la gente pura” y “la élite corrupta”, argumentando que la política debería ser una expresión de la volonté générale» (Mudde y Rovira Kaltwasser, 2017: 6)9. Otros autores han hecho la distinción entre derecha radical y extrema derecha. Para Jens Rydgren (2018: 1-9), la derecha radical, a diferencia de la extrema derecha, no es violenta y, aunque sea hostil frente a entidades gubernamentales e instituciones democráticas, no se opone activa y necesariamente a la democracia. En este sentido, desde nuestro punto de vista, es importante distinguir entre conservadores, sectores intelectuales de la derecha disidente, la derecha radical y la derecha revolucionaria (Bale y Bar-On, 2022: 261-303).

A pesar de los esfuerzos por separar la derecha radical de la extrema derecha, en este artículo consideramos que derecha radical es sinónimo de ultraderecha y extrema derecha, ya que los tres conceptos con frecuencia se oponen al liberalismo y al socialismo, así como «a la democracia parlamentaria, a la funesta influencia del gran capital y a la estructura de poder existente, incluyendo aquí a la derecha conservadora que apoya al sistema» (Bale y Bar-On, 2022: 282). En el pasado, la derecha radical fue más propensa a recurrir a medios subversivos o violentos en su esfuerzo por adquirir poder e instaurar un régimen autoritario capaz de restaurar activamente lazos –nuevos o preexistentes– de solidaridad nacional y social. En décadas más recientes, sin embargo, muchos de sus componentes han adoptado una estrategia metapolítica10 para retar y, en última instancia, suplantar la hegemonía intelectual de la izquierda (ibídem). No obstante, la meta de la derecha radical es reactiva o restaurativa de una supuesta época dorada. Miembros de la derecha radical, con frecuencia, están ligados a grupos sociales que tienen un estatus y una posición económica relativamente precarios, lo cual exacerba su ansiedad, ira y extremismo. Algunos ejemplos incluyen nacionalistas antiliberales, ultratradicionalistas católicos, nativistas extremos, tradicionalistas, milicias antigubernamentales e incluso algunos militantes paganos y ocultistas (ibídem).

Por su parte, la derecha revolucionaria comparte la hostilidad de la derecha radical sobre el statu quo y su deseo por obtener poder y establecer un régimen más autoritario y totalitario, aunque también busca movilizar a las masas en este proceso y, en definitiva, reorganizar la propia estructura social. Así, la derecha revolucionaria quiere transformar por completo la sociedad, aunque tenga que hacer uso de la fuerza si es necesario. Los componentes más destacados dentro de la derecha revolucionaria son los fascistas y neofascistas, aunque la ideología fascista pueda integrar tanto ideas de derecha como de izquierda (ibídem). Por último, tanto la derecha radical como la derecha revolucionaria son propensas a usar la violencia, por lo que constituyen una amenaza física para sus enemigos (ibídem: 283). 

Una categorización del antiimperialismo de la derecha radical

Las herramientas conceptuales son tipos del ideal weberiano que hacen las veces de dispositivos heurísticos para poder entender de una manera más sencilla fenómenos sociales complejos (Griffin, 2018), sin que ello implique que dichas categorías sean inequívocas e inmutables. Teniendo esto en mente, esta sección analiza y cataloga diversos movimientos de la derecha radical en todo el mundo que adoptaron discursos o actitudes antiimperialistas y anticolonialistas.

Dada la diversidad de las posturas antiimperialistas y anticolonialistas de la derecha radical, se proponen tres categorías conceptuales principales para entenderlas. El eje de esta clasificación se sitúa en el grado de compromiso del grupo con respecto a la ideología antiimperialista; más específicamente, se propone una forma de distinguir entre aquellos grupos, autores y movimientos que desarrollaron una ideología consistente con el antiimperialismo, frente a aquellos que solo adoptan discursos o actitudes antiimperialistas dirigidos a maximizar sus intereses en la esfera nacional o internacional. En este sentido, el artículo distingue las siguientes categorías: 1) antiimperialismo principalista (o basado en principios); 2) antiimperialismo oportunista, y 3) antiimperialismo imperialista. Dentro de la primera categoría, se incluyen a aquellos grupos o autores con un marco ideológico consecuente con el rechazo hacia cualquier tipo de actitud imperialista o colonial; en la segunda, se engloban los grupos que, careciendo de una ideología antiimperialista real, adoptan de manera coyuntural posturas antiimperialistas como forma de obtener beneficios o de responder a amenazas emergentes; y la tercera categoría reúne a aquellos grupos que, a pesar de rechazar claramente el imperialismo y desarrollar una ideología antiimperialista, eventualmente aceptan y desarrollan actitudes imperialistas para afrontar una amenaza imperialista.

Por último, como en este artículo consideramos que pueden existir otras categorías complementarias a las anteriormente mencionadas, en otra sección se desarrollará una discusión sobre otras categorías posibles como, por ejemplo, el «antiimperialismo posicional»  –una categoría intermedia entre antiimperialismo oportunista y principalista– o el «antiimperialismo antiamericano» –una categoría que orbita alrededor de la actual hegemonía estadounidense. 

Antiimperialismo principalista (o basado en principios)

Este tipo de antiimperialismo se podría considerar como el equivalente a lo que el académico francés Philippe Baillet (2016: 9-14) llama «otro tercermundismo», englobando posturas antiimperialistas y anticolonialistas en la derecha radical. Para este autor, la noción de «otro tercermundismo» connota un tipo de tercermundismo de derechas, usualmente vinculado a la derecha radical o a la derecha revolucionaria: no es ni liberal ni de izquierdas, y durante la Guerra Fría era hostil tanto hacia las democracias parlamentarias liberales de Occidente como hacia el socialismo de la Unión Soviética. Puede compartir, asimismo, posturas antiimperialistas y anticolonialistas con numerosos movimientos liberales y de izquierda; también se caracteriza por su solidaridad y admiración respecto a las culturas y países del Tercer Mundo y sus respectivas metas nacionales, aunque rechaza categóricamente cualquier enfoque desde el internacionalismo marxista. De hecho, esta postura protercermundista incluye movimientos políticos que trascienden la tradicional división política de derecha/izquierda y afirman encontrarse «en la izquierda de la derecha» (Baillet, 2018: 14). Algunos ejemplos incluidos en esta categoría son los pensadores del Movimiento Revolucionario Conservador alemán, como Ernst Jünger (Woods, 1982), el neofascista belga Thiriart (1964; 2019), el neofascista francés Bardèche (2019 [1962]), el pensador italiano Claudio Mutti (influido por tradicionalistas como Julius Evola y René Guénon), el grupo neofascista italiano CasaPound (Zúquete, 2018) y el líder francés de la nouvelle droite Alain De Benoist (Bar-On, 2007 y 2013).  Este último (De Benoist, 1979, 1983 y 2000) sugeriría posteriormente que la inmigración sin restricciones estaba colonizando Francia y que Europa, al igual que el Tercer Mundo, defendía su herencia cultural y sus pueblos contra el proyecto universal homogeneizador promovido por Estados Unidos tras la Guerra Fría (Zúquete, 2018; Faye, 2016).

Este antiimperialismo principalista rechaza tanto el imperialismo de Moscú como el de Washington y anhela una entidad política soberana para los pueblos de Europa. Al ser testigo de la lucha antiimperialista de los países del Tercer Mundo, a la que equiparó a la de los europeos, considera que estos últimos fueron ocupados por el universalismo liberal estadounidense y por el socialismo soviético (De Benoist, 1979 y 1983). Además, este anticolonialismo se presenta en diversas formas: como apoyo moral intelectual a la causa antiimperialista y anticolonialista, como un realismo maquiavélico que ve al mundo dividido en esferas geopolíticas de influencias, o incluso como un simple proyecto idealista (Ackerman y Bale, 2005). En Argentina, por ejemplo, los nacionalistas de la derecha radical de las décadas de 1950 y 1960, como el Movimiento Nacionalista Tacuara, promovieron unidades violentas de la milicia (que posteriormente se unieron a las «formaciones especiales» de Perón), y sostuvieron posturas antiliberales, anticomunistas, procatólicas, antisemitas y antisionistas, proárabes y propalestinas (Gutman, 2003; Goebel, 2007). Más recientemente, en un artículo titulado «La necesidad del anticolonialismo» («The necessity of anti-colonialism»), publicado por la derecha alternativa (Alt-Right) en Estados Unidos en el sitio web nacionalista blanco Counter-Currents dirigido por Greg Johnson, el periodista de la derecha radical Eugène Montsalvat (2015) defendía una postura antiimperialista que podríamos incluir en la categoría de antiimperialismo principalista: «El anticolonialismo debe ser uno de los componentes de cualquier ideología que intente defender identidades enraizadas».

En pocas palabras, este antiimperialismo reconoce que el colonialismo destruyó e incluso aniquiló a los pueblos colonizados y sus culturas, sugiriendo también que hizo daño a las culturas de los países colonizadores a través de la mezcla o dilución. Además, tal como se ha mencionado, la derecha radical rechaza el statu quo y a las élites adineradas, lo que sitúa al anticolonialismo en una posición de antídoto frente al mundo capitalista, donde los ingresos se dirigen al beneficio de los «colonizadores» y fuerzas «neocoloniales». Al respecto, Montsalvat (2015) dice que aunque «muchos blancos corrientes y patrióticos sienten cierto orgullo por su historia imperial», sin embargo, «no se dan cuenta de que también son sus víctimas», ya que «sirvieron como carne de cañón para las intenciones de los plutócratas de extender su imperio de riqueza». De forma similar, afirma que «el neocolonialismo bajo la apariencia de “derechos humanos” y “progreso” forma parte del sistema explotador actual», y subraya: «La nueva derecha norteamericana debe ser decididamente anticolonial, en pro de la libertad de nuestro pueblo y de los pueblos del mundo» (ibídem). Tal postura es compatible con la crítica de De Benoist al colonialismo y a sus prácticas asimilacionistas, así como al liberalismo y a sus males aparentes, como son el multiculturalismo, la inmigración, el capitalismo deshumanizado y las intervenciones humanitarias, a los que considera como variantes del neocolonialismo (De Benoist y Champetier, 2000).

Por otro lado, figuras tan diversas como los pensadores fascistas Francis Parker Yockey en Estados Unidos y el belga Thiriart, así como Juan Domingo Perón en Argentina y el Movimiento Nacional Socialista (MNS) en Chile, también podrían considerarse como parte del antiimperialismo principalista. Yockey, autor de Imperium (1948), escribió propaganda antisionista en Egipto y elogió a los panarabistas antisionistas. En su libro describe el nuevo orden mundial tras la Segunda Guerra Mundial como un «imperio global dominado por los judíos americanos» y llama a buscar aliados que se resistan al «nuevo orden mundial sionista» (citado en Rose, 2021). Thiriart, por su parte, rechazó al Estado de Israel, al considerarlo una extensión del imperialismo estadounidense y una grave amenaza para Europa. En este sentido, clamó por favorecer «a patriotas revolucionarios europeos que apoyen la formación de combatientes especiales para la futura lucha contra Israel; la capacitación técnica de acción futura enfocada en una lucha contra los estadounidenses en Europa, y la formación de un servicio de información antiamericano y antisionista que pueda ser utilizado de manera simultánea en países árabes y en Europa» (citado en Montsalvat, 2015).

Referente al régimen de Perón en Argentina (1946-1955 y 1973-1974), al compartir algunas características con la dictadura de Mussolini, Stanley Payne (1995) sugirió que fue el régimen ideológicamente más cercano al fascismo en América Latina. Sobre si clasificar a Perón como «fascista», los académicos tienen ideas contrapuestas (Lewis, 1980; Finchelstein, 2014; Hodges, 2021), aunque su ideología justicialista ciertamente acentuó un ideario de tipo de la derecha radical antiimperialista. En este sentido, desarrolló una agenda geopolítica dirigida a detener el neocolonialismo encabezado por Estados Unidos y sostuvo una visión posimperialista sustentada en la cooperación pacífica entre estados soberanos, además de buscar unir a América del Sur como un bloque para el desarrollo independiente de sus pueblos (Koch, 2020). En el exilio, Perón tuvo contacto con fascistas como Thiriart y Oswald Mosley; de hecho, veía a los anticolonialistas suramericanos y a los nacionalistas europeos como aliados, tal como lo hizo notar en una carta a Thiriart en la que afirmaba que «una Europa unida sumaría una población de casi 500 millones; el continente suramericano ya tiene más de 250 millones. Tales bloques se opondrían de forma efectiva a la esclavización del imperialismo, el destino de un país débil y dividido» (citado en Montsalvat, 2015). A medida que colapsaban los imperios europeos en favor de los imperios estadounidense y soviético, los nacionalistas europeos cada vez se acercaban más al antiimperialismo en América del Sur y en Oriente Medio para poder resistir la creciente amenaza imperialista estadounidense.

Otro ejemplo histórico de un partido antiimperialista principalista es el MNS11 de Chile(también conocido como Partido Nacista), un partido político que en la década de 1930 trató de derrocar al Gobierno chileno y establecer un régimen fascista (Sznajder, 1993). Aunque el MNS impulsó una ideología de derecha radical –antisemita, antidemocrática, antiliberal, antiparlamentaria y corporativista– y recurrió a la violencia política en pos de sus objetivos, rechazó tajantemente el imperialismo (Potashnik, 1974: 200-201; Grugel, 1985). Esta notable discrepancia, que es más relevante si se toman en consideración los fuertes lazos entre el Partido Nacista y el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (Partido Nazi)12, se ha explicado en términos tanto nacionalistas como socioeconómicos (Sznajder, 1993: 290). Al respecto, el MNS argumentaba que, como resultado de las tendencias globales y la traición de las oligarquías chilenas, Chile se había convertido en una semicolonia de fuerzas extranjeras (MNS, 1932: 17; Corvalán Marquez, 2015). Por lo tanto, las principales metas del MNS eran consolidar la independencia chilena a través del control de los recursos naturales nacionales contra las finanzas internacionales controladas por Estados Unidos, así como la eliminación de la oligarquía nacional y el establecimiento de un Gobierno autoritario. De hecho, el rechazo al imperialismo estuvo fuertemente vinculado a actitudes antisemitas y anticomunistas del grupo: la amenaza imperialista estaba comúnmente ligada al «judaísmo internacional» y al «comunismo moscovita» (MNS, 1932: 6 y 14).

En definitiva, los grupos y pensadores anteriormente analizados muestran cómo es posible encontrar grupos de derecha radical que incorporen valores antiimperialistas y anticolonialistas y los desarrollen de manera coherente dentro de su ideología y de su proyecto político. Por tanto, esta categoría es coherente con las posturas que sostienen que el antiimperialismo es un pensamiento compatible con proyectos políticos muy distintos, incluyendo tanto a grupos progresistas como a conservadores. 

Antiimperialismo oportunista

En esta categoría incluimos a aquellos grupos que hacen declaraciones antiimperialistas sin que estas vengan acompañadas de una agenda política coherente, sino que quedan limitadas al rechazo de actos imperialistas que amenazan los intereses de tales grupos. Aquí quedarían integrados grupos, movimientos y políticos con creencias políticas generalmente difusas que reaccionan a un evento externo –incluyendo sanciones económicas, juicios penales, flujos migratorios– y desarrollan posturas antiimperialistas para incrementar su apoyo político o su legitimidad.

Un buen ejemplo de este antiimperialismo oportunista se puede encontrar en Colombia con Los Extraditables, un grupo fundado en 1986 por narcotraficantes colombianos que temían una posible extradición a Estados Unidos y trataron de negociar con el Gobierno colombiano la derogación del tratado de extradición vigente entre ambos países13. La justificación para seleccionar este grupo como un caso de estudio se debe a que, a pesar de ser un movimiento cuyos miembros estaban fuertemente vinculados a posturas de la derecha radical –como sucede con Carlos Lehder o Gonzalo Rodríguez Gacha– implementaron una campaña antiimperialista extremadamente violenta contra el Gobierno colombiano. A partir de 1986, el grupo  comenzó una violenta campaña contra el Estado y las instituciones del país, incluidos atentados con bombas, asesinatos y secuestros (Bagley y Tokatlian, 1990; Quillen, 2002); sin embargo, a pesar de estos actos de violencia, el grupo en teoría sostenía una agenda antioligárquica y antiimperialista opuesta a la influencia de Estados Unidos (Los Extraditables, 1988; Gutiérrez Sanín y Stoller, 2001): «Que no bajaremos la bandera y doblaremos nuestra lucha para sorpresa de un Gobierno pro-imperialista y antipatriótico, que se autoproclama victorioso» (Los Extraditables, s.f.).

Un ejemplo de esta postura es la de Carlos Lehder14, quien se unió a la «campaña antiextradición» a través de su partido político Movimiento Latino Nacional de cariz nacionalsocialista (Cuevas, 1992) y cuyo programa político «incluía la lucha contra el comunismo, el imperialismo, el neocolonialismo y el sionismo» (Lee, 1991: 9). No obstante, en contraste con Lehder –quien se inspiró en el nacionalsocialismo y en Adolfo Hitler (Camacho, 2016: 227)– Los Extraditables nunca tuvieron una agenda revolucionaria y, por lo general, optaron por cooperar con el sistema colombiano y con Estados Unidos (Lee, 1991). De hecho, según Bowden (2007), Pablo Escobar –miembro de Los Extraditables– trató de establecer buenas relaciones con Estados Unidos al proveer información territorial sobre las guerrillas colombianas, llegando incluso a traicionar a Lehder al revelar a la policía colombiana su ubicación, lo que acabó con su extradición a Estados Unidos y su condena por delitos de tráfico de drogas. Respecto a Gonzalo Rodríguez Gacha –también integrante del Cártel de Medellín–, este ha sido descrito como «un terrateniente ultraconservador y anticomunista» (Orozco Abad, 1990: 30).

La mayoría de los líderes de las bandas que formaron parte de Los Extraditables durante la década de 1980 apoyaron o se integraron también al grupo Muerte A los Secuestradores (MAS), una agrupación paramilitar que cometió numerosas violaciones de los derechos humanos, incluyendo el asesinato de sindicalistas, activistas y políticos de izquierda. Concretamente, MAS estuvo involucrado en el genocidio de Unión Patriótica, que consistió en la aniquilación sistemática de este partido político de izquierda, lo que dio como resultado más de 5.000 asesinatos, entre ellos, los de dos candidatos a la Presidencia de la República y numerosos senadores y diputados (Gómez-Suárez, 2007). En este sentido, las posturas antiimperialistas de Los Extraditables deberían entenderse como oportunistas, puesto que se dirigieron únicamente a lograr la derogación del tratado de extradición.

Otro ejemplo de visión antiimperialista oportunista es la de la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL), una rama regional de la Liga Anticomunista Mundial (LAM) fundada a principios de la década de 1970 para «proteger la civilización cristiana» contra la expansión del comunismo, ideología que se había infiltrado en partidos políticos, grupos de la sociedad civil e incluso en la Iglesia católica15 (Anderson y Anderson, 1986). Inicialmente, el grupo mantuvo una opinión positiva respecto a Estados Unidos, al percibirlo como un baluarte contra la expansión comunista y porque durante la década de 1960 Washington había brindado apoyo militar y económico a varios países latinoamericanos (también a regímenes antidemocráticos) (Rostica, 2021: 228-229). Sin embargo, la Presidencia de Jimmy Carter (1977-1981) supuso un punto de inflexión, al presionar cada vez más su Gobierno a las dictaduras militares latinoamericanas, llegando a imponer sanciones contra Argentina, Guatemala y El Salvador por violaciones sistemáticas de los derechos humanos (Bohoslavsky, 2021).

Como respuesta a estas políticas, en su 3er Congreso (1977), la CAL reconsideró su afinidad con Estados Unidos, cuyo Gobierno pasó a denominar como Cartercomunismo, y comenzó a adoptar posturas antiimperialistas que incluían no solo a la Unión Soviética, sino también a Estados Unidos (Rostica, 2018: 334 y 2019: 14; Araujo y Bohoslavsky, 2020: 112-113). Más concretamente, la CAL señaló la amenaza de los imperialismos (en plural), pidió respeto para la soberanía de cada país, y proclamó el apoyo para una gran patria latinoamericana (Rostica, 2021). En este sentido, «es interesante notar que durante el desarrollo de conflictos con la Administración Carter, los representantes de las dictaduras más brutales, anticomunistas y siniestras usaron vocabulario político de sus adversarios de izquierda, particularmente en lo que respecta a la interferencia con Estados Unidos, la intensidad del imperialismo en la región y el llamado por una patria latinoamericana» (Bohoslavsky, 2019: 183). De esta forma, las posturas antiimperialistas que impulsó la CAL no son consistentes con las visiones políticas generales de este grupo, ya que anteriormente había apoyado y se había beneficiado de la intervención de Estados Unidos en América Latina. Por el contrario, parecen existir buenas razones para pensar que este cambio ideológico fue solo una respuesta al cambio de rumbo político implementado en la Presidencia de Carter. 

Antiimperialismo imperialista

La última categoría propuesta por este artículo adopta la paradójica definición de antiimperialismo imperialista; una categoría que englobaría a aquellos grupos o pensadores que promueven un discurso antiimperialista contra las superpotencias y buscan una tercera vía asociada a un nuevo modelo de estado, sociedad y economía. Sin embargo, en última instancia, este pensamiento también persigue crear su propia esfera de influencias o incluso promover procesos imperialistas. Ejemplos de este antiimperialismo imperialista incluyen a pensadores y líderes islamistas, como al ayatolá Jomeini16 en Irán y a Abu Ala Maududi en el sur de Asia (India y Pakistán), a movimientos islamistas como la organización Estado Islámico (EI) (también conocida por Estado Islámico de Irak y el Levante [EIIL]), a Saddam Hussein en el Irak baazista y a Aleksandr Dugin en Rusia. Así, tanto islamistas como baazistas rechazaban el imperialismo de británicos, franceses, estadounidenses, soviéticos e israelíes, pero al mismo tiempo anhelaban, bien un imperio que uniera a los árabes del Magreb al Mashrek, bien un califato regido por la ley islámica. En este sentido, analizar la organización EI proporciona información valiosa sobre cómo un grupo islamista puede, en primer lugar, oponerse a la historia imperialista y a la manifestación contemporánea del imperialismo para, en segundo lugar, terminar justificando prácticas imperialistas propias.

Sin duda, existe un fuerte debate acerca de si los términos izquierda y derecha son adecuados al analizar movimientos islamistas, toda vez que surgen de contextos no occidentales (Sprinzak, 1991; Bale y Bar-On, 2022: 101-102). No obstante, diferentes publicaciones apoyan la idea de que algunos movimientos islamistas (como la organización EI) promueven una derecha radical o derecha fundamentalista. Por ejemplo, Vedi Hadiz (2018) afirma que la política de derecha radical de Indonesia con frecuencia se vincula a las ideas islamistas y populistas islámicas, ya que las organizaciones islámicas desempeñaron un papel fundamental en la destrucción del Partido Comunista Indonesio en la década de 1960. Otro académico podría etiquetar abiertamente a los partidos políticos islamistas en Asia como «de derecha» (Jaffrey, 2021). Por último, la académica feminista Bronwyn Winter considera que algunos islamistas representan «la movilización de extrema derecha del islam» (Badran, 2001: 47).  

Poniendo el foco en la organización EI, este artículo considera que este grupo puede ubicarse dentro del antiimperialismo imperialista, ya que, a pesar de rechazar el imperialismo occidental (con especial énfasis en el acuerdo Sykes-Picot)17, desde 2013 comenzó una campaña militar y estableció diversas alianzas con grupos yihadistas regionales para poder crear un califato transnacional (Massom, 2016). De hecho, cuando EI cambió su nombre y declaró el establecimiento del Califato, publicó de forma simultánea un video promocional titulado «El Fin de Sykes-Picot» (Miller, 2016). En teoría, la organización EI evocaba una ideología antiimperialista y anticolonial dentro del mundo musulmán, criticando a británicos y a franceses por dividir Oriente Medio y el mundo musulmán. Mehdi Mozaffari (2017) sugirió que EI anhelaría un orden mundial totalitario e imperialista donde reinara la ley islámica (sharia) en todo el mundo. Por su parte, Mozzafari (2007: 21) considera que esta organización es «antiinfiel» y se fundamenta en «una ideología religiosa con una interpretación holística del islam cuyo objetivo final es conquistar el mundo». Esto connota que EI cree que sigue el único y verdadero islam, que abarca todos los aspectos de la vida humana; que la violencia es una parte esencial (aunque no singular) de la lucha; y que el Califato es el primer paso hacia la implementación del islam como religión universal. Así, en el número cinco de su revista en inglés, Dabiq, EI es inequívoca en su deseo de difundir el islam por el mundo: «La bandera sagrada (...) cubre toda la extensión de la Tierra, Oriente y Occidente, llenando el mundo con la verdad y justicia del islam y poniendo fin a la falsedad y tiranía de jahiliyyah [estado de ignorancia y barbarismo preislámico]» (citada en Bale y Bar-On, 2022: 110). En el mismo volumen, titulado «Remaining and expanding», explica que «el Califato permanecerá bajo el control de las tierras que ha tomado y continuará expandiéndose mediante la conquista de nuevos territorios» (Dabiq, 2014: 3; Bale y Bar-On, 2022: 110). En la organización EI también ondea una bandera de combate negra de yihad (guerra santa), destinada a cubrir todo el mundo.

Todo esto no resulta sorprendente para Karsh (2006), quien afirma que el imperialismo no era meramente europeo y que hay una larga historia de «imperialismo islámico», incluyendo las conquistas árabes de las tierras vecinas. Asimismo, Anchassi (citado en Baig y Gleave, 2021) argumenta que EI se enfoca en la «lógica de la conquista» y usa «violencia apocalíptica» para poder avanzar en sus metas imperialistas. Con respecto a sus ambiciones imperialistas, también existen evidencias fuera de Oriente Medio a través de sus diversas filiales. Tiene una presencia sustancial fuera del mundo árabe, en países cuyas poblaciones son mayoritaria o significativamente musulmanas, o incluso en países con minorías musulmanas (Byman, 2016). De esta forma, la estrategia de EI de involucrarse indistintamente en territorios de mayoría musulmana y de mayoría no musulmana sugiere un deseo de expansión territorial de naturaleza imperialista. 

Las acciones de EI, además, igualan sus prácticas imperialistas respecto a los infieles y otros disidentes políticos. Según Amnistía internacional (Amnesty International) (2014), EI ha cometido genocidio contra yazidíes y cristianos, y ha perseguido sistemáticamente a los musulmanes chiíes. Una publicación de esta organización en 2014 podría alardear de su odio hacia los infieles y apóstatas (MEMRI, 2016). Asimismo, EI comparte objetivos con numerosos islamistas, desde Sayyid Qutub (1906-1966) –una influencia clave en su pensamiento (Poljarevic, 2021)– hasta Maududi, ya que ambos entienden la yihad como la expansión imperialista de la ley islámica y la represión contra los infieles. De forma similar, en un discurso en 2007, Abu Omar al-Baghdadi, exlíder de EI, citó a un académico experto en wahabismo respecto al propósito de la yihad: «El fin para el cual se lucha contra los no creyentes es acabar con la idolatría en el mundo» (Bunzel, 2015: 10). En otro discurso, Baghdadi resaltó la importancia de la «yihad ofensiva», a la cual definió como «la persecución de los no creyentes apóstatas atacándoles en su propio territorio y elevando así la palabra de Dios» (ibídem).

Finalmente, nos centramos en Alexander Dugin18, considerado cercano al presidente ruso Vladimir Putin (Laruelle, 2015), quien personifica una transición entre el antiimperialismo principalista y el antiimperialismo imperialista. Sus primeros trabajos se opusieron sistemáticamente al mundo homogeneizado unipolar impuesto por el capitalismo globalista estadounidense y occidental a través del neocolonialismo financiero (1997). Según su obra Fourth political theory (2009)19, el imperialismo estadounidense no se limitaba a imponer un modelo político internacional, sino que buscaba ejercitar un control cultural e ideológico en todo el mundo. Así, la hegemonía imperial estadounidense podría con el tiempo desembocar en la destrucción de culturas históricas y provocar, según él, «el fin de la historia». En este sentido, Dugin respalda las identidades de diversas civilizaciones como modelos de sus respectivos bloques geopolíticos y realiza una llamada a una alianza de las identidades de los pueblos del mundo como antídoto a la homogenización capitalista liberal. Con respecto a esta alianza, afirma: «Creo que deberíamos incluir [en ella] a todas las fuerzas que luchan contra Occidente (...) musulmanes, cristianos, rusos y chinos, tanto de izquierda como de derecha, los hinduistas y los judíos que se opongan a la situación actual, a la globalización y al imperialismo estadounidense» (ibídem: 203). Sin embargo, en su obra más reciente, The great awakening vs the great reset (2021), Dugin emprende una clara evolución hacia un antiimperialismo imperialista; más concretamente, justifica una política exterior agresiva –el «renacimiento imperial de Rusia»–, para poder defender la soberanía de Rusia y sus aliados contra los ataques imperialistas de Occidente y prevenir así «la llegada del último mal en el mundo». En resumen, el imperialismo agresivo ruso se justifica con el siguiente razonamiento antiimperialista: «No imponer nuestra verdad rusa y ortodoxa sobre otros pueblos, culturas y civilizaciones, aunque revivir, fortalecer y defender nuestra identidad y ayudar a otros en su propio renacimiento, para fortalecer y defender a los suyos, en la medida de lo posible» (ibídem: 16).

En definitiva, si pensamos el antiimperialismo imperialista como una categoría, las posturas imperialistas se vuelven un mecanismo usado para consolidar un proyecto internacional supuestamente antiimperialista. Sin embargo, queda bajo discusión si el antiimperialismo imperialista puede instrumentalizarse con fines estratégicos e ideológicos. 

¿Un antiimperialismo en la derecha radical?

En la sección anterior, se han explorado tres categorías diferentes de antiimperialismo que buscan entender cómo y por qué autores, grupos o movimientos de la derecha radical adoptan posturas antiimperialistas. Aunque algunos claramente lo hacen como parte de un marco político coherente y consistente, otros tienden a adoptar enfoques más estratégicos que recurren a declaraciones antiimperialistas para defender sus intereses. Sin embargo, estas tres categorías se deben comprender como permeables, maleables y cambiantes según las circunstancias y los actores políticos involucrados, tal y como ha quedado patente en el análisis del pensamiento de Aleksandr Dugin. Así, es posible que otras categorías ayuden a comprender mejor otras realidades de la derecha radical: por ejemplo, se podría considerar que algunos grupos adoptan posturas dentro del «antiimperialismo posicional» –entendiendo que las circunstancias nacionales en las que un grupo se desarrolla pueden influir en sus bases ideológicas–, pero aunque los grupos dentro de esta categoría no encajen en la categoría oportunista –ya que no buscan instrumentalizar un discurso antiimperialista– sus posturas sí constituyen una respuesta a la realidad que experimentaron los miembros del grupo; por lo tanto, esta postura puede funcionar como una suerte de puente entre el antiimperialismo oportunista y el antiimperialismo principalista. Ello podría ayudar a entender el proceso que experimentan algunos grupos cuando son influenciados por un contexto externo para adoptar una postura antiimperialista temporal que, a la larga, se consolida en un marco político estable y estructurado. Por ejemplo, aunque antes hemos considerado que el MNS de Chile apoyaba posturas antiimperialistas basadas en principios, podríamos cuestionar la naturaleza y la extensión de tales posturas, es decir, ¿obedecen estas a una postura ideológica coherente? o, por el contrario, ¿dichas posturas están vinculadas a la situación geopolítica de Chile en el ámbito internacional? ¿Habrían sido diferentes si Chile fuera una potencia geopolítica capaz de imponer su voluntad en otros países?

De forma similar, se podrían plantear otras posibles categorías antiimperialistas y anticolonialistas en relación con la derecha radical. Marc Ferro (1994) sugirió que algunos imperialistas proponen la noción de «conquista preventiva». Dado el antiamericanismo de la derecha radical, ¿se podría considerar el antiimperialismo antiamericano como una categoría válida de análisis? Ya que Estados Unidos ha disfrutado de hegemonía política durante décadas en la escena internacional y se ha valido de su influencia para consolidar instituciones internacionales afines, el rechazo del imperialismo estadounidense podría entenderse con una crítica más completa no solo respecto a Estados Unidos, sino también a todo el sistema internacional y a su dependencia de dicho país. Por lo tanto, ¿es el antiamericanismo una categoría particular de antiimperialismo de la derecha radical resultante de una etapa política temporal y territorialmente delimitada? Por otro lado, si el poder de Estados Unidos merma en la esfera internacional y otras potencias, probablemente Rusia o China, implementan políticas exteriores más agresivas, ¿también podrían considerarse categorías similares con respecto a estos países?

Por último, se sugiere que, al tratarse todas ellas de categorías dinámicas, la transición entre grupos dentro de ellas se encuentra dentro de lo posible. En este sentido, deberíamos explorar la posibilidad de que algunos grupos con ideologías antiimperialistas principalistas puedan eventualmente evolucionar a posturas del antiimperialismo imperialista como una forma de mejorar su capacidad para resistir la amenaza imperialista. En este contexto, el antiimperialismo posicional podría desempeñar un papel clave en el análisis de este proceso, ya que puede ayudar a explicar cómo países que durante décadas declararon estar en contra de todas las formas de imperialismo, acabaron desarrollando actitudes imperialistas. De hecho, debería también discutirse el vínculo entre el poder del movimiento y sus posturas antiimperialistas y anticolonialistas. Así, los ejemplos expuestos de antiimperialismo imperialista (como la organización EI y el pensamiento de Dugin) tienen en común que han obtenido cierto grado de poder, ya sea en el Gobierno o como asesores. A partir de esto, ¿podría deducirse que la derecha radical solo acoge el antiimperialismo cuando le falta fuerza para desplegar una política exterior agresiva? De ser así, debería considerarse la posibilidad de una transición progresiva de un antiimperialismo a posturas imperialistas clásicas. 

A modo de conclusión

Este artículo argumenta que las posturas antiimperialistas y anticolonialistas en la derecha radical no son rara avis. Por el contrario, numerosos pensadores, movimientos, partidos políticos y regímenes de la derecha radical han abogado por el respeto a la soberanía de todos los países y denunciado el imperialismo y el colonialismo.

Asimismo, se ha propuesto una categorización que diferencia tres tipos principales de antiimperialismo y anticolonialismo de la derecha radical, esto es: el antiimperialismo principalista, el antiimperialismo oportunista y el antiimperialismo imperialista. Estas categorías dependen del grado de coherencia y consistencia que estas posturas tengan respecto a su ideología. En este sentido, aunque algunos grupos claramente instrumentalizan el antiimperialismo como una forma de defender sus propios intereses particulares, otros parecen integrar el antiimperialismo y el anticolonialismo desarrollando una ideología consistente con ese pensamiento.

Por último, cabe destacar que, a pesar de que estas categorías brindan una visión general del antiimperialismo en la derecha radical, este artículo debe considerarse como un punto de partida y complementarse con otras posibles categorías, tales como el antiimperialismo posicional o el antiimperialismo antiamericano, así como con enfoques adicionales sobre la posible transición entre diferentes categorías. 

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Notas:

1- Esta cita y las siguientes cuya referencia original está en una lengua diferente del español son una traducción propia de los autores.

2- El concepto de derecha radical se definirá en la segunda sección de este artículo.

3- En la década de 1960, De Benoist estaba vinculado con grupos estudiantiles nacionalistas radicales y apoyaba el mantenimiento de la Argelia francesa. No obstante, en la década de 1970 evolucionó a posturas del etnopluralismo mundial, rechazando el imperialismo y el colonialismo.

4- Movimiento de derecha radical con presencia fundamentalmente en Europa y Estados Unidos que utiliza la metapolítica en la pretendida defensa de la identidad blanca frente a las amenazas de la inmigración y el multiculturalismo.

5- Entre estos pensadores se encuentran Ernst Jünger y Arthur Moeller van den Bruck, que combinaron ideales socialistas y del ultranacionalismo alemán en su búsqueda de una vía política superadora del liberalismo y del socialismo.

6- Doctrina atribuída a James Monroe en 1823 por la cual Estados Unidos, bajo el paradigma de «América para los americanos» se oponía a cualquier expansión imperial europea en América.

7- Corolario fundamentado en la Doctrina Monroe por la cual Estados Unidos se atribuía el derecho a intervenir ante cualquier evento acaecido en un país latinoamericano que amenazase los intereses de Estados Unidos.

8- Por ejemplo, el Partido del Centro (Centrumpartij) en los Países Bajos, los Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna) o laUnión Cívica Húngara(Fidesz).

9- Para ver un análisis de populismo en América Latina, véanse Mackinnon y Petrone (1998) y Mudde y Rovira Kaltwasser (2017).

10- Forma de política que prioriza la conquista cultural de las mentes de los miembros de la sociedad civil como forma de alcanzar el poder.

11- El Movimiento Nacional Socialista (MNS) fue un movimiento fascista chileno creado en 1932 que buscó dar un golpe militar en 1938 y desapareció en 1942.

12-  Esta relación no solo se basaba en lazos ideológicos, sino también en flujos migratorios. Durante este período, Chile vivió la llegada de inmigrantes alemanes. Se calcula que, entre 1846 y 1914, 30.000 alemanes habían emigrado a Chile (principalmente al sur del país). Véase Marcella (1975).

13- Entre 1979 y 1980, Colombia y Estados Unidos firmaron un tratado de extradición que permitía extraditar a Estados Unidos a narcotraficantes colombianos.

14-Carlos Lehder es un narcotraficante colombo-alemán, líder del Cartel de Medellín, quien en 1987 fue extraditado y encarcelado en Estados Unidos.

15-  Con respecto a este último punto, desarrollaron el Plan Banzer, el cual buscó detectar y eliminar a miembros marxistas de la Iglesia y, en especial, a aquellos vinculados con el movimiento de la teología de la liberación.

16- El ayatolá Jomeini fue uno de los principales líderes de la Revolución Iraní de 1979 y líder supremo del Estado hasta su muerte en 1989.

17- Acuerdo que dividió Oriente Medio en las esferas coloniales de influencia británica y francesa después de la Primera Guerra Mundial.

18- Aleksandr Dugin es un filósofo ruso conocido por sus obras sobre geopolítica rusa, los cuales apuestan por una política exterior rusa agresiva.

19- En Fourth political theory Dugin propone un nuevo modelo político basado en remplazar el liberalismo, el socialismo y el fascismo.

Palabras clave: antiimperialismo, anticolonialismo, derecha radical, fascismo, Aleksandr Dugin, nouvelle droite, organización Estado Islámico

Cómo citar este artículo: Bar-On, Tamir y Paradela-López, Miguel. «Antiimperialismo y anticolonialismo de la derecha radical: una propuesta de categorización». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 132 (diciembre de 2022), p. 93-121. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2022.132.3.93

Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 132, p. 93-121
Cuatrimestral (octubre-diciembre 2022)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: https://doi.org/10.24241/rcai.2022.132.3.93

Fecha de recepción: 12.05.22 ; Fecha de aceptación: 05.10.22