Daniel Chapo

El FRELIMO, el partido izquierdista que gobierna Mozambique desde la independencia nacional en 1975, revalidó su poder hegemónico con la elección de su candidato, Daniel Chapo, en las votaciones presidenciales del 9 de octubre de 2024. Receptor según las autoridades del 70,7% de los votos, Chapo derrotó a Venâncio Mondlane, del partido PODEMOS, y a Ossufo Momade, de la derechista RENAMO, quienes cuestionan la validez de los resultados. En las legislativas, el Frente de Liberación de Mozambique incrementó su cuota parlamentaria de los 184 a los 195 escaños, en una Asamblea de 250 miembros. Los observadores de la UE han señalado claras irregularidades y manipulaciones en el escrutinio de los votos. Ahora, el FRELIMO encara unos disturbios populares muy enérgicos a los que las fuerzas de seguridad han respondido con el asesinato de una decena de manifestantes en Maputo y otras ciudades.

De 47 años y por tanto nacido después de las luchas de la descolonización, Chapo presenta un historial político discreto y su selección como aspirante para suceder al 18 años mayor Filipe Nyusi, quien el 15 de enero de 2025 concluirá su segundo y definitivo mandato quinquenal, provocó bastante sorpresa al no tratarse de una personalidad de peso y sí de un virtual desconocido para la mayoría de los electores. 

Precisamente, este perfil desdibujado pero tampoco controversial resultaba interesante para el FRELIMO, que, confiado en el poder de su maquinaria electoral autoritaria, jugaría con Daniel Chapo las cartas de la renovación y el aire fresco, tras años de grandes escándalos de corrupción en sus filas. Nada sugiere, sin embargo, que Chapo encarne otra cosa más, relevo generacional aparte, que la continuidad, en un régimen con endebles mimbres democráticos y donde prolifera el desfalco de fondos estatales, pero que todavía conserva cotas apreciables de favor popular así como unas buenas relaciones con todas las potencias internacionales. En sus mensajes de campaña, el mandatario electo no fue original y se limitó a prometer una genérica "renovación", que trabajaría por un "cambio a mejor" y que priorizaría las luchas contra la corrupción y la "dependencia externa" del Estado en el terreno económico.

Mozambique, país de desarrollo humano muy bajo y con el grueso de sus 33 millones de habitantes sumidos en la pobreza a pesar de las condonaciones de deuda externa, el aumento de la inversión foránea y el crecimiento económico impulsado por las nuevas industrias mineras (aluminio) y energéticas (carbón, hidroelectricidad, petróleo y gas, con importantes reservas de hidrocarburos sin explotar), viene encajando graves trastornos en dos planos distintos. Por un lado, sufre un intenso estrés medioambiental por la alternancia de períodos de sequía severa e inundaciones y ciclones, con su reguero de víctimas y destrucciones. Esta es una de las zonas del continente más vulnerables al cambio climático.

A ello se superpone un estado de violencia político-religiosa que la nación lusófona de África sudoriental arrastra desde hace una década. Primero, en 2013, se produjo la reactivación de la insurgencia armada de sectores radicalizados de la RENAMO, furiosa por sus sucesivas derrotas electorales a manos del FRELIMO entre acusaciones de fraude flagrante. Estas escaramuzas avivaron el temor a una vuelta de la guerra civil de 1977-1992, hasta que en 2019 los cabezas respectivos, Nyusi y Momade, suscribieron un alto el fuego y en 2021 la facción residual conocida como RENAMO Junta Militar depuso también las armas.

Por otro lado, desde 2017 acucia la ofensiva de los yihadistas Al-Shabaab en la provincia norteña de Cabo Delgado, que tuvo un angustioso cenit en 2020-2021 y que el Ejército mozambiqueño consiguió neutralizar parcialmente (reconquista de las ciudades costeras de Palma y Mocímboa da Praia) con el auxilio de tropas rwandesas y de la misión SAMIM de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC). En lo que llevamos de 2024, las bandas Al-Shabaab, leales al Estado Islámico, han intensificado sus ataques en Cabo Delgado, prolongando una situación de inseguridad y violencia que en estos siete años se ha cobrado 6.000 muertos y más de un millón de desplazados internos, amén de arriscar las perspectivas petroleras. 

Devolver el orden y la paz a esta sufrida provincia lindera con Tanzania es otra de las promesas del nuevo presidente, que enfrenta además la indignación de la oposición por lo que esta considera el enésimo fraude electoral perpetrado por el FRELIMO. Hecho novedoso, la impugnación y las protestas ya no las abandera la RENAMO, en claro declive desde la muerte en 2018 de su líder histórico, Afonso Dhlakama, y ahora desplazada al tercer puesto, sino el pujante Partido Optimista para el Desarrollo de Mozambique (PODEMOS), orientado a la izquierda y cuyo líder, Venâncio Mondlane, ha denunciado agresiones criminales de la Policía, ha interpuesto un recurso de apelación ante el Consejo Constitucional, ha llamado a la huelga general y ha pedido la formación de un Gobierno paralelo de la oposición al completo. 

(Texto actualizado hasta 4 noviembre 2024).


El currículum del quinto presidente mozambiqueño es más variado en actividades, y al mismo tiempo más deslavazado, que los de sus predecesores en el cargo. Miembro de una familia cristiana de diez hermanos e hijo de un trabajador ferroviario, su familia se mudó desde Inhaminga a Dondo, población próxima a la ciudad costera de Beira, debido a los choques armados entre el recién instalado Gobierno prosoviético del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) y su adversario derechista por el control del país tras la descolonización de Portugal, la Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO). Chapo ha relatado que cuando tenía cinco años fue capturado junto con sus padres por la guerrilla, que los mantuvo dos años cautivos.

El joven completó la escuela secundaria en Beira en 1998, cuando el paupérrimo Mozambique intentaba recuperarse tras 15 años de devastadora guerra civil bajo la presidencia de Joaquim Chissano, artífice de la reconversión ideológica del FRELIMO —del marxismo-leninismo al socialismo democrático— y de su continuidad en el poder bajo el nuevo marco multipartidista. En 1999 Chapo se trasladó a Maputo para estudiar derecho en la Universidad Eduardo Mondlane (UEM). Para costearse la carrera, y partiendo de una breve experiencia profesional en la Rádio Miramar en Beira, trabajó de reportero y presentador en la Televisão Miramar. Tras licenciarse en la UEM en 2004, realizó un curso formativo de registradores y notarios en Matola, Maputo.

En 2005 Chapo fue nombrado conservador y notario de Nacala, ciudad de la provincia de Nampula. En los años siguientes, ingresó en el colegio de abogados y dio clases de Ciencias Políticas y Derecho Constitucional en la Universidad Pedagógica de Maputo. Su ingreso en el FRELIMO en 2009, durante el primer mandato presidencial de Armando Guebuza, le abrió las puertas de la función pública administrativa. Sendos cargos de administrador distrital, en Nacala-a-Velha (Nampula) y Palma (Cabo Delgado), fungidos en paralelo a unos estudios de posgrado en Gestión del Desarrollo en la Universidad Católica de Mozambique y a unas prácticas en el Colegio de Abogados, precedieron su nombramiento por Filipe Nyusi, presidente de la República desde 2015, para el puesto de gobernador de la provincia sureña de Inhambane en marzo de 2016. 

En las votaciones generales de octubre de 2019, tachadas de fraudulentas por la RENAMO, Nyusi fue reelegido presidente y Chapo vio refrendada su gobernación provincial, revestida ahora de un mandato electivo. El 5 de mayo de 2024 el Comité Central del FRELIMO anunció que Chapo era su candidato para las elecciones presidenciales que tocaban n octubre. La decisión tuvo una aprobación interna del 94%. Días después, Chapo fue nombrado por la Comisión Política secretario general interino del partido, tras lo cual cesó como gobernador de Inhambane.

Daniel Chapo y su esposa desde 2009, Gueta Selemane Chapo, han tenido tres hijos.

(Cobertura informativa hasta 4/11/2024).

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