Armando Guebuza
Presidente de la República (2005-2015)
Hijo de un enfermero, nació en la provincia de Nampula, al norte, pero se crió y educó en Lourenço Marques, la actual Maputo, capital de la entonces colonia (desde 1951, provincia de ultramar) portuguesa. Mientras asistía a la escuela, frecuentó la Iglesia de la Misión Suiza, que combinaba las funciones pastorales con labores de socorro social, y más tarde se unió al Núcleo de Estudiantes de Secundaria Africanos de Mozambique (NESAM).
Ésta era una organización fundada en 1949 por el pedagogo independentista Eduardo Mondlane, quien en junio de 1962 iba a crear desde su exilio en Tanganyka el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), partido-guerrilla de inspiración marxista entregado a la causa de la liberación nacional a través de la lucha armada. Guebuza saltó a la jefatura del NESAM en 1963 y trabajó para convertirlo en la oficina clandestina del FRELIMO en el interior de Mozambique tras la fachada de una fraternidad académica y cultural, aunque la Policía secreta portuguesa, la PIDE, husmeaba constantemente sus actividades.
En marzo de 1964, Guebuza y un grupo de colegas decidieron unirse al FRELIMO en Tanganyka (a punto de convertirse en Tanzania), y para despistar a la PIDE planearon un tortuoso itinerario que suponía pasar por las colonias británicas de Rhodesia del Sur (futuro Zimbabwe) y Rhodesia del Norte (independiente al cabo de unos meses con el nombre de Zambia), que entonces eran unos territorios hostiles para los nacionalistas mozambiqueños. Guebuza y sus compañeros de aventura fueron interceptados por la policía sudrhodesiana en el tren que les llevaba de Salisbury (Harare) a la frontera zambiana y, tras una breve estancia en la cárcel, fueron entregados a la PIDE, la cual les sometió a interrogatorios y torturas antes de ponerles en libertad en el plazo de medio año.
Las extremas dificultades para hacer proselitismo para el FRELIMO en Mozambique empujaron a Guebuza a abandonar de nuevo el país clandestinamente e intentar tomar contacto con las bases guerrilleras en Tanzania. Fue el comienzo de otra peripecia que le llevó por Swazilandia, Sudáfrica y Bechuanalandia (Botswana), donde no tardó en ser aprehendido. Amenazado con la deportación, Guebuza fue socorrido por Mondlane, que convenció a las autoridades coloniales británicas para que le transfirieran a la custodia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Zambia, donde el flamante Gobierno de Kenneth Kaunda acababa de dar luz verde a las actividades de retaguardia del FRELIMO. Corría 1965, y Guebuza, por fin, consiguió llegar a Tanzania, concretamente al campo de entrenamiento de Bagamoyo.
En el lustro siguiente, Guebuza desarrolló actividades no militares en el escalafón superior del FRELIMO en su cuartel general de Dar es Salam, al tiempo que impartía clases en el Instituto Mozambiqueño de la capital tanzana. En 1966 tomó asiento en el Comité Ejecutivo del partido, asumió la Secretaría de Educación y Cultura, y entró al servicio, como secretario personal, del presidente Mondlane, hasta que éste fue asesinado en febrero de 1969 a manos de la PIDE, la cual, al parecer, pudo cometer el crimen con la colaboración de un traidor de la organización.
Nombrado supervisor de la red de escuelas del FRELIMO en 1968 y comisario político nacional en 1970, al comenzar la década de los setenta, cuando más se enconaba la lucha de liberación contra el Ejército portugués, Guebuza orientó su función política desde el ámbito educativo a las áreas de seguridad. En el Gobierno de Transición que, en coordinación con Lisboa, rigió desde el 20 de septiembre de 1974 hasta la proclamación de la independencia el 25 de junio de 1975, Guebuza fungió de ministro del Interior, teniendo como directo superior al primer ministro Joaquim Chissano, brazo derecho del sucesor de Mondlane, Samora Machel.
Una vez proclamada la República Popular de Mozambique, Guebuza prolongó su cometido ministerial, y en febrero de 1977, con la reorganización del FRELIMO (III Congreso) para funcionar como la columna vertebral del régimen comunista de partido único, se convirtió en miembro del nuevo y selectivo Comité Político Permanente (luego llamado Buró Político) del Comité Central, y en viceministro de Defensa y adjunto al jefe del Estado Mayor General del Ejército. Estas promociones acontecieron el año en que se alzó en armas la guerrilla derechista Resistencia Nacional de Mozambique (RENAMO), principio de una mortífera guerra civil de 15 años de duración.
En 1981 Guebuza fue nombrado ministro residente en la provincia de Sofala y dos años después recobró la cartera de Interior con el rango de teniente general, intendencia que resultó efímera porque en junio de 1984 Machel le hizo responsable del aparato presidencial con el título de ministro y un elenco de atribuciones entre las que se encontraba la coordinación de las oficinas gubernamentales de Agricultura, Hidráulica Agrícola, Alimentación, Comercio, Industria Ligera y Turismo. También, tomó a su cargo la cooperación con los estados comunistas de China Popular, Vietnam y Corea del Norte.
Considerado un preboste ortodoxo de la línea dura del partido, Guebuza, en estos años en que el FRELIMO hacía gala de un radicalismo dictatorial, militarista y represivo, e insistía en identificarse con el Estado como si no cupieran otras formas de expresión política, se distinguió por ordenar la partida de los residentes portugueses de la manera más expeditiva y ocho años más tarde, en 1983, por ejecutar la llamada Operación Producción, consistente en el traslado forzoso de los desempleados urbanos de Maputo y Beira –y, en general, de cualquier morador considerado "asocial" por las autoridades- a áreas agrestes de la provincia norteña de Niassa para realizar labores agrícolas y recibir "reeducación" política, al más puro estilo maoísta.
A finales de 1986, tras la muerte de Machel en un sospechoso accidente de aviación y su sucesión por el más flexible Chissano, a la sazón ministro de Exteriores, como presidente de la República y el partido, Guebuza consolidó su posición en la cúpula del régimen, figurando como el virtual <í>número cuatro del Buró Político del Comité Central detrás de Chissano, el muy marxista y prosoviético Marcelino dos Santos, y el ministro de Defensa, Alberto Chipande. En el Gobierno formado por Chissano, se reubicó como ministro de Transportes y Comunicaciones. A pesar de su intransigencia ideológica, Guebuza era un hombre del círculo de Chissano, al que apoyó frente al otro candidato bien situado para reemplazar a Machel, dos Santos, en la votación efectuada por el Buró Político en el mes de noviembre.
La lealtad a Chissano prevaleció también a la hora de afrontar los vientos de cambio político que barrían el continente africano, y que Mozambique, en especial, no podía soslayar porque era tributario de una superpotencia, la URSS, que se estaba desmoronando. Así, Guebuza secundó la moción del Comité Central que declaraba periclitada la doctrina marxista-leninista, abrazaba el socialismo democrático y abría las puertas al multipartidismo, y que fue aprobada por el V Congreso del partido en julio de 1989. Pero el viraje prooccidental en la orientación diplomática, la elegibilidad para la asistencia financiera y la misma transición a la democracia no resultaban creíbles a menos que el Estado mozambiqueño emprendiera un proceso de paz con la RENAMO. El cese de las hostilidades era urgentemente necesario para que pudieran afluir las ayudas al desarrollo y las inversiones y, por encima de todo, para ahorrar padecimientos a una población civil que, salvo el puñado de privilegiados de los núcleos urbanos, sufría una de las miserias más pavorosas del continente.
Las negociaciones arrancaron en junio de 1990 y Guebuza encabezó desde el principio la delegación del Gobierno, una difícil misión en la que se desenvolvió con paciencia y optimismo. Al cabo de dos años de forcejeos y de múltiples rondas de conversaciones, las partes consensuaron un documento global de paz que fue firmado en Roma el 4 de octubre de 1992 por el presidente Chissano y el líder del movimiento guerrillero, Afonso Dhlakama. Atrás quedaban 850.000 muertos, muchos de ellos masacrados por los hombres de la RENAMO, en un país por reconstruir. La implicación de Guebuza en la pacificación de Mozambique no terminó ahí, ya que Chissano le colocó al frente de la parte gubernamental en la Comisión de Supervisión y Control (CSC), órgano que desde el 4 noviembre y con el auspicio de la ONU se encargó de verificar la correcta implementación de los diversos aspectos, militares, policiales y sociales, del Acuerdo General de Paz.
En las primeras elecciones pluralistas desde la independencia, las celebradas del 27 al 29 de octubre de 1994, Guebuza fue uno de los 129 candidatos del oficialismo que obtuvo representación en la nueva Asamblea de la República de 250 miembros; en las presidenciales, Chissano ganó también y se proclamó jefe constitucional del Estado frente a Dhlakama, cuya inicial negativa a reconocer los resultados –avalados por la comunidad internacional, que desestimó las denuncias de fraude- hizo retumbar los tambores de guerra, hasta que las aguas volvieron a su cauce. Tras tomar posesión de su acta de legislador, a principios de 1995, Guebuza cesó como ministro del Gobierno y se puso al frente del grupo parlamentario del FRELIMO, función que, junto a su pertenencia a la Comisión Política (ex Buró Político) del partido, le aseguraba una posición cimera en la nueva era política.
En los ocho siguientes, Guebuza estrenó su faceta de empresario en los ramos de la construcción y la pesca de bajura, y llegó a amasar una considerable fortuna como uno de los beneficiarios de las privatizaciones de las compañías del Estado, hasta el punto de que le endilgaron el remoquete de Gue-business, en irónica alteración de su apellido. De hecho, esta madeja de actividades legislativas, ambiciones políticas e intereses económicos privados ejemplificaba escandalosamente las prácticas corporativistas de un partido que, a pesar de la democracia formal que había asentado, se resistía a dejar de mirar al Estado como si fuera su coto particular. Fuera de este ámbito, desde 1996 Guebuza desarrolló una labor estimable como auxiliar de los ex presidentes tanzano Julius Nyerere y sudafricano Nelson Mandela en sus misiones de facilitación de procesos de paz en Burundi y para el conflicto más general de la región de los Grandes Lagos.
Tras las elecciones generales de diciembre de 1999, que repitieron casi exactamente los resultados de 1994, en el FRELIMO empezaron los movimientos de cara a las presidenciales de 2004. La Constitución de 1990 facultaba a Chissano para optar al tercer mandato consecutivo (las dos reelecciones a que se refería el art. 118, siempre que no se contara el mandato presidencial no democrático ejercido desde la entrada en vigor del texto y las elecciones de 1994), pero el titular del Ejecutivo no parecía ávido de prolongar su presidencia más allá de los dos quinquenios. Guebuza, que venía esgrimiendo un discurso "nacionalista" en relación con las reformas estructurales de la economía y el diálogo crediticio, gozaba de popularidad en el partido, en especial en el colectivo de ex combatientes de la lucha de liberación, y empezó a ser visto como un posible delfín de Chissano.
En su contra tenía la edad, 57 años -sólo tres menos que Chissano, lo que no era precisamente una apuesta por el cambio generacional-, una salud problemática, su directa relación con las violaciones de los Derechos Humanos en la etapa del partido único y, por supuesto, su inquietante dualidad política y empresarial. Estas dos últimas características le convertían en un precandidato poco apreciado por importantes sectores de la sociedad civil mozambiqueña y por los donantes internacionales de fondos, aunque ni unos ni otros podían condicionar los procesos de decisión internos del partido gobernante. En diciembre de 2001 Chissano terminó de aclarar las dudas sobre si se postularía por tercera vez: éste era su último mandato. En aquel momento, sonaban como posibles sucesores el primer ministro Pascoal Mocumbi, la ex primera dama y actual esposa de Mandela, Graça Machel, y el gobernador de Sofala, Felicio Zacarías. Pero Chissano, implícitamente, señaló a Guebuza como su favorito.
Así, el 8 de junio de 2002, el Comité Central del FRELIMO se decantó por Guebuza para que, conjuntamente con Chissano, que seguía como presidente de la Comisión Política, le guiara desde ya mismo como secretario general del partido en sustitución de Manuel Tomé, y en las elecciones de 2004 como el candidato a la Presidencia de la República. El ex ministro del Interior recibió 106 votos, el 70% del cuerpo electoral, y se impuso a cinco contrincantes entre los que figuraban dos veteranos como el presidente de la Asamblea, Eduardo Mulembwe, y el gobernador de la provincia de Zambezia, Lucas Chomera. La selección del Comité Central fue ritualmente proclamada por el VIII Congreso del partido, celebrado del 13 al 17 de junio, y en agosto siguiente Guebuza se desprendió del liderazgo de la bancada legislativa. En adelante, el cuarto líder del FRELIMO se esforzó por transmitir una imagen de integridad y firmeza frente a la marea de corrupción que golpeaba a las instituciones del Estado.
Como Chissano en 1994 y 1999, el 1 y el 2 de diciembre 2004 Guebuza se enfrentó en las urnas a Dhlakama, quien con tono ominoso advirtió que no iba a aceptar una tercera derrota consecutiva si consideraba que los comicios no habían sido limpios. Vigiladas por monitores de la Unión Europea, la Unión Africana, la ONU, la Commonwealth, la Comunidad de Desarrollo de África Meridional (SADC), la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), el Centro Carter y el Observatorio Electoral, un colectivo apartidista que integraban la Conferencia Episcopal, la Liga de los Derechos Humanos (LDH) y otras ONG nacionales, las votaciones discurrieron sin incidentes dignos de consideración, pero la lentitud en el recuento de las papeletas no tardó en crispar las filas de la RENAMO, que se olisqueaba la derrota.
Hasta el 21 de diciembre, la Comisión Nacional Electoral (CNE) no publicó los resultados definitivos, que confirmaron lo adelantado en los días previos: Guebuza se proclamó presidente con un categórico 63,7% de los votos, seguido de Dhlakama con el 31,7% y de otros tres candidatos testimoniales que se repartieron el 4% restante; en las legislativas, el FRELIMO revalidó e incrementó su mayoría absoluta, hasta los 160 escaños. Para el oficialismo, estos resultados eran más contundentes que los obtenidos en las dos elecciones anteriores, echando por tierra la suposición de que la designación de Guebuza, debido a su identificación con el pasado dictatorial, no había sido la más idónea.
Dhlakama bramó al considerarse la víctima de un "fraude masivo", exigió nuevos recuentos en las circunscripciones conflictivas o, directamente, la repetición de las elecciones, y, tras recibir la respuesta negativa de la CNE, anunció que los diputados electos de la RENAMO no se iban a sentar en la Asamblea. Los monitores confirmaron "defectos" e "irregularidades" de entidad, como que algunos colegios electorales reportaran niveles de participación del 80%, el 90% y hasta el 100%, lo que era de todo punto insostenible e implicaba el escrutinio de papeletas fraudulentas, pero no detectaron un volumen de falsificaciones tal como para alterar sensiblemente los resultados globales. El 15 de enero de 2005 el Consejo Constitucional pretendió zanjar la controversia dictaminando que el recurso presentado por la RENAMO había llegado fuera del plazo legal.
Hasta producirse la toma de posesión, el 2 de febrero, y durante la misma, a la que asistieron una veintena de estadistas de África, Europa, Sudamérica y Asia, Guebuza tendió una mano conciliadora a su enconado adversario porque "sólo unidos podemos superar la pobreza y todas las demás dificultades que nuestro país afronta", arguyó. Una "lucha sin descanso" contra la miseria, la corrupción y la criminalidad, así como la prosecución de las reformas económicas liberales que han caracterizado el período de Chissano, es lo que prometió el flamante presidente a una nación que presenta uno de los cuadros de subdesarrollo humano más nefastos del planeta y que alterna los progresos esperanzadores en algunos terrenos con desgracias tan involuntarias como los desastres naturales. Estas calamidades fueron determinantes para que la tasa de crecimiento del PIB de 2001, que alcanzó un sobresaliente 13%, cayera al 7% en 2003.
En efecto, la brutal secuencia de inundaciones, sequía y ciclón en el último lustro, además de segar la vida inmediatamente a un millar largo de personas y de desplazar de sus hogares a cerca de un millón, ha destruido cosechas, generado brotes de hambruna y extendido enfermedades endémicas como el cólera y la malaria. De la catastrófica situación sanitaria en extensas áreas del país dan cuenta informes recientes del Gobierno y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), donde se dice que la tasa de mortalidad infantil alcanza el 137‰, la esperanza de vida al nacer no sobrepasa los 38 años y la incidencia del virus del SIDA es del 14%, sobre una población total de 19 millones. Por otro lado, entre el 40% el 70% de los mozambiqueños subsiste con menos de un dólar diario (la estadística, difícil de elaborar, varía según sea quien haga el estudio) y alrededor del 56% de los adultos es analfabeto.
País que continúa dependiendo de la ayuda y los créditos foráneos para cubrir el grueso de su presupuesto (una tercera parte del cual se destina al servicio de la deuda, frente a sólo el 11% gastado en sanidad y educación), Mozambique intenta salir adelante abriéndose a los intercambios con la vecina Sudáfrica y captando inversiones, hoy por hoy insuficientes, para la explotación de los abundantes recursos naturales -pesca, hidrocarburos, hidroelectricidad, minerales- con que cuenta. El principal proyecto industrial es la fundición de aluminio MOZAL, cerca de Maputo, cuya entrada en servicio en 2000 permitió desde el primer momento recortar considerablemente el déficit comercial. Además de la bauxita, a unos años vista se espera explotar también los yacimientos en Nampula de titanio y zirconio, metales raros muy bien pagado en los mercados internacionales y cuya exportación debería deparar al Estado un diluvio de ingresos.
La decisión de Guebuza de mantener en su puesto a la primera ministra Luísa Dias Diogo (que relevó a Mocumbi en febrero de 2004) ha sido considerada la primera muestra de continuidad. Sin embargo, observadores regionales indican que, por trayectoria y por talante, Guebuza es un político enérgico que podría abandonar la práctica de gobernar un poco por consenso, que ha sido una seña de identidad del siempre pragmático y moderado Chissano (que continúa como presidente del partido, si bien la primacía política recae ahora en el secretario general), e inaugurar un estilo más personalista, con un proceso de toma y ejecución de decisiones más vertical.
(Cobertura informativa hasta 25/2/2005)