Traian Basescu

La jefatura nacional más accidentada de la Unión Europea viene protagonizándola el conservador rumano Traian Basescu, presidente de la República desde 2004. Ocho años en los que este antiguo capitán de buques petroleros de lengua cáustica y popularidad mudable ha nombrado cinco primeros ministros al frente de seis gobiernos de coalición y ha visto frustrarse el nombramiento de otros tres, ha obstaculizado varias incorporaciones ministeriales, se ha peleado con buena parte de la clase política del país, ha salido airoso de dos destituciones parlamentarias y ha ganado in extremis la reelección hasta 2014.

Ahora bien, la habilidad de Basescu para meterse en líos en Rumanía no debe achacarse únicamente a una personalidad controversial. Ha de situarse también en el marco de la turbulenta democracia rumana, donde confluyen una serie de condicionantes: un repertorio de partidos habituado al baile de siglas y estrategias, una cultura política propensa a la pendencia y un sistema de gobierno de tipo mixto, semipresidencial y parlamentario, que confiere al jefe del Estado poderes ejecutivos y amplias prerrogativas. Bajo Basescu, esta última característica ha dado pie a varios conflictos institucionales entre el Ejecutivo y el Legislativo, y a veces, además, entre la Presidencia y el Gobierno. Y eso que en Rumanía el presidente no puede despedir al primer ministro tras haberlo designado con bastante discrecionalidad y que lo normal es que no se produzcan cohabitaciones indeseadas.

Traian Basescu zarpó a las aguas borrascosas de la política rumana tras la revolución de 1989 como lugarteniente del primer ministro Petre Roman, quien le reclutó para el aparato gubernamental dominado por el Frente de Salvación Nacional (FSN) y el hombre fuerte del momento, Ion Iliescu. Tras la ruptura del FSN en 1992 secundó a Roman y su proyecto socialdemócrata, reformista y proeuropeo, sustanciado en el Partido Demócrata (PD), con él de vicepresidente. Desde 1996 fue ministro de Transportes en los gobiernos de coalición de las fuerzas contrarias a la izquierda ex comunista de Iliescu, en 2000 fue elegido alcalde de Bucarest y un año más tarde arrebató a Roman el liderazgo del partido, que orilló paulatinamente al centro-derecha liberal. Ya en esta época, Basescu definió ante el electorado una imagen atractiva de político jovial, pugnaz y directo, sin pelos en la lengua, simpático y algo marrullero, como reflejan las imputaciones judiciales de presuntas malas prácticas y las enganchadas verbales con sus detractores de cualquier partido, incluido el suyo, siempre en un clima de vendetta política y oscuros chantajes. Su consigna básica: aniquilar la omnipresente corrupción.

Batallador incansable y polemista nato, Basescu entabló en 2004 una guerra personal con Adrian Nastase, el heredero de Iliescu y líder del Partido Social Demócrata (PSD), al que batió, culminando una carrera de obstáculos política y judicial, en las elecciones que le convirtieron en el tercer presidente de Rumanía posterior a la era Ceausescu. Una vez en el poder, nombró un Gobierno encabezado por su aliado electoral, Calin Popescu-Tariceanu, del Partido Nacional Liberal (PNL), y activó un programa que hacía hincapié en los esfuerzos reformistas para cerrar las negociaciones de adhesión a la UE, arrastradas desde 2000. La meta se logró en la fecha prevista, enero de 2007, tras estimar Bruselas que Bucarest había hecho avances importantes aunque desde luego no definitivos, para adaptarse a los estándares comunitarios en materias como la gestión fiscal, la administración de justicia y el control de fronteras. Lo más preocupante era la lacra de la corrupción, cuya erradicación Basescu no dejaba de prometer.

La capacidad de Basescu para la supervivencia política quedó bien de manifiesto precisamente en 2007. En abril de ese año, un mutuo intercambio de reproches a las injerencias del presidente y a los compadreos del primer ministro con la "oligarquía" empresarial desembocó en la expulsión del PD del Gobierno Popescu, el aliado devenido antagonista, y en un primer proceso de impeachment iniciado por el PSD con el apoyo del PNL. Acusado de violar la Constitución por interferir en el curso político con parcialidad manifiesta, Basescu fue suspendido por el Parlamento, pero en mayo un referéndum popular rechazó la destitución definitiva y el mandatario quedó rehabilitado.

Las elecciones legislativas de 2008 dibujaron un empate exacto entre el PD-L (nuevo nombre del PD, que enfatizaba su condición liberal) y el PSD, los cuales no tuvieron más remedio que entenderse para asegurar la gobernabilidad ante la llegada de la gran crisis económica, que dejó una aguda recesión y un déficit desorbitado tras varios de robusto crecimiento, aunque este no había hecho mucho por mejorar los estándares de vida de la población, los más bajos de la UE a la par que Bulgaria. La jefatura del nuevo Gobierno fue confiada a Emil Boc, sucesor de Basescu en la dirección del partido, pero menos de un año después la difícil coalición saltó por los aires en el contexto de las elecciones presidenciales que enfrentaban a Basescu y al líder de los socialdemócratas, Mircea Geoana. Retratándose de nuevo como un hombre del pueblo que plantaba cara a la "vieja élite corrupta" culpable del rezago nacional, Basescu conquistó un mandato adicional de cinco años, pero lo ajustadísimo del resultado indujo a su adversario a denunciar fraude.

El segundo período presidencial de Basescu, inaugurado en diciembre de 2009, no trajo tampoco la necesaria estabilidad política a Rumania, acosada por múltiples problemas y repetidamente amonestada desde la UE para que emprendiera acciones decisivas contra la corrupción, el crimen organizado y los tráficos transfronterizos ilegales. El estadista vio evaporarse su popularidad como el precio del respaldo sin matices a las medidas de austeridad adoptadas por Boc, con tremendos recortes en el sector público y la protección social, y ligadas al socorro financiero patrocinado por el FMI. El valimiento presidencial no pudo contrarrestar la presión de una calle encendida, que tumbó a Boc en febrero de 2012. Su sustituto, el independiente Mihai-Razvan Ungureanu, al cargo de la coalición minoritaria de demoliberales, magiares y progresistas escindidos del PSD y el PNL, sólo aguantó hasta abril, cuando fue derribado por una moción de censura.

Llegado a este punto, Basescu se resignó a nombrar primer ministro al líder de los socialdemócratas, Victor Ponta, quien garantizaba un Gabinete de mayoría con la suma de nacional liberales y conservadores. El nuevo gobernante no tardó en poner sobre la mesa sus cartas de hostilidad: resuelto a extender su control a otras instancias clave del Estado, en junio promovió un procedimiento de destitución contra Basescu bajo la acusación de abuso de poder y usurpación de funciones. El 10 de julio el Parlamento dio luz verde y Basescu quedó suspendido. El Gobierno, además, cambió la ley para que el preceptivo referéndum sancionara la operación sin requisitos de participación, aunque al punto hubo de recular ante la firme advertencia de la UE, que veía en todo este asalto institucional un atropello al Estado de derecho. Basescu urgió a los rumanos a frustrar el "putsch"; en curso y el 29 de julio la consulta naufragó por la excesiva abstención, aunque quienes votaron lo hicieron masivamente en contra de Basescu y a favor del Gobierno. El 28 de agosto de 2012, por segunda vez en un lustro, el presidente reasumió sus funciones.

Al margen de las tarascadas institucionales, Basescu ha sido un estadista de manifestaciones tajantes y acciones concretas en una diversidad de temas. De cara al interior, ha condenado como esencialmente criminal el régimen comunista de 1945-1989, ha denostado el papel histórico del ex rey Miguel I y ha justificado el belicismo antisoviético del dictador pronazi Ion Antonescu en la Segunda Guerra Mundial, con las consiguientes polvaredas en casa y la ira añadida del Gobierno ruso. De puertas al exterior, Basescu, que habla en nombre de su país en los Consejos Europeos y otras cumbres internacionales, ha intentado sin éxito que la UE admita a Rumanía en el espacio de Schengen de libre circulación de personas alegando que esta ya cumple los requisitos y se ha implicado en la situación de los gitanos rumanos establecidos de manera irregular en Europa occidental, objeto de expulsiones colectivas en países como Francia e Italia, que Basescu considera abusivas y discriminatorias. Promotor de estrechas relaciones con Estados Unidos, ha favorecido el despliegue en Rumanía de interceptores del escudo antimisiles y la continuidad de sendas misiones militares en Irak (hasta su retirada en 2009) y Afganistán. Asimismo, defiende la ampliación de la OTAN a Ucrania y Georgia, persigue el acercamiento a Moldova, el vecino país rumanófono, y rechaza la independencia de Kosovo.

(Texto actualizado hasta octubre 2012)

1. Primeros pasos en política con el Frente de Salvación Nacional
2. Los años en el PD: del Ministerio de Transportes a la alcaldía de Bucarest
3. Rivalidad interna con Roman y cruda batalla personal contra Nastase
4. Las conflictivas elecciones presidenciales de 2004: prolegómenos y resultado


1. Primeros pasos en política con el Frente de Salvación Nacional

Natural de una localidad próxima a Constanza, principal ciudad portuaria del país en la costa del mar Negro, e hijo de un oficial del Ejército su temprana atracción por las cosas del mar le llevó a trabajar en la marina mercante rumana durante 14 años antes de involucrarse en la política, si bien en esa época poseyó el carnet de miembro del Partido Comunista (PCR), una filiación más práctica, ya que era imprescindible para abrirse camino en la profesión, que comprometida. En 1976, tras graduarse en la Academia Naval Mircea cel Batran de Constanza, recibió sus primeros destinos de oficial a bordo de buques de la compañía naviera estatal Navrom. En 1981 ascendió a capitán y en el sexenio siguiente comandó las singladuras comerciales de algunos de los más grandes navíos de la Navrom, como el Arges, el Crisana y el Biruinta, siendo este último un superpetrolero de 300 metros de eslora y 160.000 toneladas de peso muerto botado por los astilleros de Constanza en 1984 (y que actualmente sigue en servicio, bajo el nombre de Histria Crown y pabellón maltés).

En 1987 abandonó las misiones de mar al ser nombrado director de la delegación que la Navrom tenía en el puerto belga de Amberes. Inmediatamente después de la revolución de diciembre de 1989 que derrocó al régimen despótico de Nicolae Ceausescu, Basescu se puso a las órdenes del Frente de Salvación Nacional (FSN), la junta cívico-militar aupada al poder al socaire de la insurrección contra el dictador y que en febrero de 1990 se constituyó en partido político bajo el liderazgo del jefe provisional del Estado, Ion Iliescu.

Antes de terminar aquellas navidades dramáticas, Basescu fue reclutado para la Administración del Estado por el primer ministro Petre Roman, la mano derecha de Iliescu, y ocupó el puesto de inspector de Navegación Civil, teniendo como superior directo al ministro de Transportes, Corneliu Burada. Después de las elecciones multipartidistas del 20 de mayo de 1990, en las que Iliescu y el FSN arrollaron a los débiles partidos opositores del centro y la derecha, Roman volvió a formar gobierno y el antiguo capitán de barco fue confirmado en el Ministerio, ahora llamado de Obras Públicas y Transportes, con las funciones de subsecretario de Estado y jefe del Departamento de Tráfico Marítimo. Posteriormente, el 30 de abril de 1991, Basescu ascendió a titular del Ministerio de Transportes, que perdió la competencia de Obras Públicas.

Las malas relaciones entre Roman, cabeza de una facción del FSN identificada con los postulados de la socialdemocracia europea occidental y partidaria de no demorar la transformación del sistema de economía planificada a uno de libre mercado, e Iliescu, que representaba la reconversión democrática de las antiguas élites comunistas pero sin renunciar a ciertos tics autoritarios, a un concepto patrimonialista del Estado y a la restricción de los espacios de pluralismo, llegaron a un punto de no retorno en septiembre de 1991 con motivo de la violenta irrupción en Bucarest de una turbamulta de mineros partidarios del presidente. Los agresivos mineros del valle de Jiu ya habían sido llamados por Iliescu en junio del año anterior para reventar una protesta de estudiantes anticomunistas. Los desmanes de ahora sucedían a unas demandas de mejoras salariales, en un contexto social y económico calamitoso, pero su objetivo evidente era crear una situación de inseguridad que pusiera al Gobierno Roman contra las cuerdas y lo hiciera sucumbir, cosa que se logró en menos de 24 horas.

Iliescu nombró entonces primer ministro al independiente Teodor Stolojan, quien el 1 de octubre alineó un Gobierno de concentración con el FSN, los liberales, los agrarios y los ecologistas, en el que Basescu retuvo la cartera de Transportes. Hasta el final de este su primer ejercicio gubernamental, Basescu tuvo que dar explicaciones por la porosidad de las fronteras con la República Federal de Yugoslavia, a donde seguían llegando mercancías vía Rumanía en violación del embargo internacional impuesto al país vecino; las denuncias apuntaban particularmente al trasiego de buques de Rusia y otros países de la Comunidad de Estados Independientes que, remontando el Danubio, conseguían llegar a Belgrado sin ser interceptados por las autoridades rumanas.


2. Los años en el PD: del Ministerio de Transportes a la alcaldía de Bucarest

Basescu era un hombre del círculo de Roman, así que cuando la ruptura en el FSN se hizo inevitable, el ministro secundó al despedido jefe de Gobierno en su decisión de no recomponer los puentes de diálogo. La crisis interna culminó el 7 de abril de 1992 con la definición por el ala mayoritaria fiel a Iliescu del Frente Democrático de Salvación Nacional (FDSN), agrupación que dio cobijo a diversas sensibilidades socialistas, neocomunistas, nacionalistas y, en menor número, reformistas. El grupo minoritario de Roman y Basescu retuvo la sigla original del FSN, aunque como partido separado.

En las elecciones anticipadas del 27 de septiembre y el 11 de octubre de 1992 el FSN tuvo que conformarse con el 10% del voto y 43 escaños, frente al 27,5% y los 117 escaños obtenidos por el FDSN. Basescu fue uno de los candidatos del FSN que ganó el asiento en la Cámara de Diputados, donde iba a desempeñarse de vicepresidente del Comité de Industria y Servicios, pero sus días en el Gobierno estaban contados: el 4 de noviembre, Nicolae Vacaroiu, un economista sin militancia partidista, se convirtió en primer ministro y articuló un Gabinete de minoría del que los seguidores de Roman fueron rigurosamente excluidos. La decisión de Iliescu, reelegido en la Presidencia frente a un ramillete de contrincantes -entre los que estuvo Caius Dragomir en nombre del FSN-, de apoyarse en las fuerzas extremistas de la derecha y la izquierda no hizo sino ahondar la brecha que le separaba de sus antiguos conmilitones frentistas.

Estos últimos tomaron la determinación de aproximarse al Partido Demócrata (PD), el Partido Democrático del Trabajo (PDM), el Partido Social Demócrata Tradicional (PSDT), el Partido de la Unidad Social Demócrata (PUSD), el Partido de la Revolución Rumana (PRR) y el Frente Democrático Rumano (FDR), seis agrupaciones extraparlamentarias de muy escasa influencia. En la Convención Nacional Extraordinaria celebrada en Constanza el 28 y el 29 de mayo de 1993, el FSN y el PD se fusionaron, dando lugar al PD-FSN, luego llamado simplemente PD, con Roman de presidente y Basescu de vicepresidente. En octubre de 1994 se dejó absorber el PDM y en agosto de 1997 el PUSD y el FDR adoptaron el mismo paso. En cuanto al FDSN de Iliescu, admitió en su seno a los partidos Socialista Democrático de Rumanía (PSDR), Republicano (PR) y Cooperativista (PC) en julio de 1993, proceso que desembocó en el Partido de la Democracia Social de Rumanía (PDSR).

El PD esgrimía un ideario abiertamente socialdemócrata y se definía como un partido moderno, proeuropeo, proatlantista y comprometido con las reformas económicas de mercado, pero preservando el aspecto social y velando por los intereses de la mayoría de la población, que continuaba padeciendo unas condiciones de vida francamente malas. El PDSR en el poder podía arrebatarle el discurso social, tan fácilmente asimilable al populismo, aunque los demócratas insistían en su alejamiento de las prácticas caudillistas, clientelistas y corruptas del partido de Iliescu. Sin embargo, las imputaciones de corrupción también les cayeron a ellos.

Así, en 1993 Roman y Basescu fueron acusados por el Gobierno Vacaroiu de haber asignado ilegalmente inmuebles de propiedad estatal a familiares y amigos cuando fueron gobernantes, tras lo cual el fiscal general del Estado les llamó a declarar. Basescu, además, fue acusado por el primer ministro de haber hipotecado varios petroleros de la empresa pública Petronim con un supuesto propósito de evasión fiscal y de haber vendido a precios de saldo una serie de buques dentro de la campaña de privatización de la flota mercante. Este segundo grupo de imputaciones se enmarcaba en el llamado caso de la flota (Dosarul Flota), uno de los muchos escándalos del momento.

Basescu negó todo y acusó a su vez a Vacaroiu de emplear contra la oposición "métodos bolcheviques", para desviar la atención del público sobre los verdaderos problemas del país. Fue una reacción verbal punzante de un hombre que no tenía pelos en la lengua y que en los años siguientes iba a enzarzarse en mil y una polémicas, no pocas veces relacionadas con chanchullos económicos y presuntas corruptelas, sin marcar por ello el contrapunto en una cultura política caracterizada por el desgaste del adversario mediante la zancadilla y el escarnio.

En 1995 Basescu asistió en Noruega a un curso avanzado sobre administración de tráfico naval y a la vuelta se volcó en el diseño de la campaña electoral del PD, que incluyó entre sus estrategias una alianza con la única fuerza política que podía disputarle con credibilidad el ideario socialdemócrata, el, precisamente, Partido Social Demócrata de Rumanía (PSDR). Esta era una formación activada en diciembre de 1989 que reclamaba la sucesión histórica del partido homónimo existente entre 1893 y 1948. En las elecciones generales de 1990 y 1992 el PSDR había cosechado unos resultados bastante discretos, y venía tan decepcionado de la experiencia de la Convención Democrática de Rumanía (CDR), donde había estado coaligado con el Partido Nacional Liberal (PNL) de Radu Campeanu y Mircea Ionescu-Quintus, y el Partido Nacional Campesino-Cristiano Demócrata (PNTCD) de Corneliu Coposu, que su líder, Sergiu Cunescu, accedió a suscribir con Roman una lista electoral común, la Unión Social Demócrata (USD), el 27 de septiembre de 1995.

Las generales del 3 de noviembre de 1996 desalojaron completamente al PDSR del poder ejecutivo. En las presidenciales, Iliescu fue obligado a disputar una segunda vuelta por el candidato de la CDR, Emil Constantinescu, y el 17 de noviembre salió perdedor de la misma, mientras que Roman por la USD quedó tercero con el 20,5% de los votos. En las legislativas, los seis partidos de la coalición centroderechista se adjudicaron la mayoría simple y el polo socialdemócrata repitió tercera posición con el 12,9% de los sufragios y 53 escaños, 40 de los cuales los aportó el PD.

Toda vez que sus enemigos políticos revivieron las viejas acusaciones de corrupción, Basescu, recién reelegido por el condado de Vaslui, renunció a su acta de diputado y por ende a la inmunidad parlamentaria para mostrar que no tenía nada que esconder. Sin embargo, este desafuero voluntario no fue óbice para volver a sentarse en el Ejecutivo: previo acuerdo con la CDR y la Unión Democrática Magiar de Rumanía (UDMR, representante de la importante minoría húngara), la USD formó parte del Gobierno de coalición que, bajo la presidencia de Victor Ciorbea, del PNTCD, inició su andadura el 12 de diciembre de 1996. La cuota de poder recibida por el PD fue de lo más sustanciosa: además de Basescu en Transportes, Adrian Severin asumió Exteriores y Victor Babiuc, quien también era vicepresidente del partido, se hizo cargo de Defensa. En total, los demócratas recibieron seis carteras. En añadidura, Roman fue elegido presidente del Senado.

El segundo ejercicio gubernamental de Basescu y el primero del PD como partido resultaron tormentosos y fugaces. Los desacuerdos con los socios democristianos y liberales afloraron prácticamente desde el primer día sobre la manera de conducir las reformas económicas. La crisis se planteó en serio a principios de julio de 1997, cuando el Departamento de Control del Gobierno informó que Roman, Basescu y Severin habían adquirido recientemente apartamentos del patrimonio estatal a un precio considerablemente inferior al del mercado. Los interesados negaron con vehemencia la imputación y el responsable de Transportes fue especialmente pugnaz en el forcejeo que se entabló con Ciorbea y con el presidente del PNTCD y la CDR, Ion Diaconescu.

El 29 de diciembre de 1997, después de comentar a un medio de comunicación que el Consejo de Ministros malgastaba el tiempo en "inútiles sesiones de 18 horas de duración" y de ser emplazado por el primer ministro a que se retractara de lo dicho o se fuera, Basescu escogió la carta de renuncia. Pocos días antes había sido Severin el dimitido, luego de haber afirmado sin pruebas que varios dirigentes de partidos y editores de periódicos eran espías a sueldo de gobiernos extranjeros. El PD le exigió a Ciorbea, quien tenía el respaldo de los demás partidos del Gabinete, que volviera a nombrar a Basescu, pero el primer ministro se negó, así que el 28 de enero de 1998 los antiguos frentistas se retiraron del Ejecutivo. Aunque aseguró que seguía formando parte de la coalición, apoyando a Ciorbea desde el Parlamento, el PD estableció un "gabinete en la sombra" que, bajo la coordinación de Basescu, se encargaría de "monitorizar" la actuación de los ministerios y elaborar un "programa paralelo de reformas". Para más confusión, Basescu acordó con Adrian Nastase, presidente ejecutivo del PDSR en la oposición, la coordinación de los respectivos grupos parlamentarios a fin de sacar adelante determinada legislación reformista.

La situación política del PD, casi esquizofrénica, se aclaró a raíz de la dimisión de Ciorbea el 30 de marzo de 1998, como resultado de la enésima pelea con sus socios, los liberales en esta ocasión. El PNTCD encargó a su secretario general, Radu Vasile, la formación del nuevo Gobierno de coalición. Desaparecida la incompatibilidad personal que impedía el trabajo con Ciorbea, Basescu y Babiuc retornaron a sus antiguos puestos. En los meses siguientes, el responsable de Transportes se mantuvo en el candelero por motivos diversos, la mayoría de las veces con un conflicto de por medio. Fueron los casos, por ejemplo, en el segundo semestre de 1999, de la pendencia fluvial con Serbia, país al que, como venganza por el bloqueo impuesto a los mercantes rumanos en el Danubio a la altura de Novi Sad, se le inmovilizaron todos los navíos que tenía fondeados en Constanza, y de la huelga de ferroviarios, quienes le plantearon demandas de dimisión.

El reemplazo de Vasile por el independiente Mugur Isarescu el 22 de diciembre de 1999 no afectó a la función ministerial de Basescu, aunque la mudanza supuso el retorno de Roman al Gabinete, en el puesto de ministro de Exteriores. Parece que su coincidencia en el Consejo de Ministros alimentó entre los dos máximos dirigentes del PD unos roces que ya vendrían de antes. La afición de Basescu a conceder a los medios entrevistas en las que daba rienda suelta a su locuacidad y mordacidad tuvo esta vez como objeto de comentario al propio Roman; según el ministro, la dedicación de su superior partidario a la diplomacia le restaba tiempo para atender los asuntos del PD, lo cual era "bueno para el partido".

Un rifirrafe interno se produjo en enero de 2000, semanas antes de anunciar Babiuc que abandonaba el PD, pero sin renunciar a su puesto en el Gobierno. Entonces, Basescu acusó al presidente Constantinescu de haber instigado esa baja de militancia y de paso calificó de "robo" la elección del líder del PNL, Mircea Ionescu-Quintus, como presidente del Senado en sustitución de Roman. Furiosos, los liberales instaron a Basescu a retractarse de lo dicho so pena de impedir el reemplazo de Babiuc en el Ministerio de Defensa por el designado del PD, Sorin Frunzaverde. No sin rezongar, Basescu se disculpó por las formas empleadas y el asunto quedó zanjado.

El PD quería ganar la alcaldía de Bucarest y necesitaba un candidato con gancho. Basescu gozaba de popularidad, así que el 5 de mayo de 2000 registró su postulación municipal. El demócrata batió a su contrincante del PDSR, Sorin Oprescu, en la segunda vuelta del 18 de junio por un margen muy exiguo de votos y el 27 de junio cesó en el Gobierno para inaugurar su mandato local de cuatro años.


3. Rivalidad interna con Roman y cruda batalla personal contra Nastase

Batallador incansable y polemista inveterado, Basescu no esperó a tomar posesión de su despacho de edil para enzarzarse en un violento intercambio de exabruptos con quien era desde ya su enemigo más acérrimo, Nastase, que el 28 de diciembre iba a convertirse en primer ministro (a la par que Iliescu, de nuevo, en presidente de la República) como resultado de las elecciones generales del 26 de noviembre y el 10 de diciembre, en las que Roman salió escaldado (el 3% de los votos, quedando por detrás de cinco candidatos) y el PD, ya desvinculado del PSDR de Alexandru Athanasiu (quien, luego de dar portazo al Gobierno de Isarescu, apostaba ahora por fusionarse con el PDSR), no obtuvo los resultados apetecidos (el 7% de los votos y 31 escaños).

Como si los dos hombres empezaran a marcarse el terreno desde ya con la mirada puesta en un posible duelo presidencial de 2004, en los siguientes meses y años Basescu y Nastase se llamaron prácticamente de todo, se acusaron mutuamente de difamación e invitaron a la justicia a investigar y procesar al uno y al otro por presunta corrupción. Si Basescu tachaba al primer ministro de "perestroikista", "comunista de peluquería" y "corrupto número uno de Rumanía", o interfería en la labor del Gobierno poniendo en solfa el grado de preparación de Rumanía para ingresar en la UE y la OTAN, Nastase exploró la manera de hundir al alcalde capitalino situándole en relación con el escándalo de malversación de caudales públicos que en enero de 2002 condujo a la disolución del Consejo Municipal General de la ciudad, donde el partido del Gobierno tenía mayoría.

Para entonces, Basescu ya le había arrojado el guante a Roman en la liza por el liderazgo del PD, con resultado victorioso para él. El vicepresidente demócrata anunció su aspiración en febrero de 2001 y en la Convención Nacional Extraordinaria del 18 de mayo ganó la presidencia del Buró Permanente del partido con el apoyo de 653 delegados, frente a los 304 votos obtenidos por Roman y los 64 de la diputada Simona Marinescu. En esta cita, el PD aprobó una declaración de afirmación de la identidad socialdemócrata y de defensa de la economía de mercado, "pero no de la sociedad de mercado". Basescu aseguró entonces que el PDSR en el poder no representaba una "socialdemocracia genuina" porque aún mostraba "acentos marxistas". Sin embargo, Nastase se apuntó poco después, el 16 de junio, un tanto formidable con la fusión de su partido y el PSDR de Athanasiu; la formación resultante adquirió el nombre de Partido Social Demócrata (PSD) y más tarde recibió membresía en la Internacional Socialista, rompiendo la representación exclusiva de Rumanía que ostentaba el PD.

A pesar de compartir doctrina formal con Nastase, Basescu cerró las puertas a la cooperación con el PSD y por contra optó por ensanchar su base de apoyos en el flanco de la derecha nacionalista. Así, el 23 de junio de 2001 el PD asimiló a la Alianza Nacional (AN), una fuerza extraparlamentaria dirigida por Virgil Magureanu y surgida en agosto del año anterior de la fusión del Partido de la Unión Nacional Rumana (PUNR) y el Partido Nacional Rumano (PNR). Antes de la convergencia con el PD, el sector mayoritario del PUNR liderado por Valeriu Tabara, un tribuno populista cuya retórica patriótica y antihúngara sólo era superada en radicalidad por la de Corneliu Vadim Tudor, el estridente y xenófobo caudillo del Partido de la Gran Rumanía (PRM), se desgajó de la AN y restableció el partido. Ahora bien, en septiembre de 2002 Tabara abandonó el PUNR y a principios de octubre se integró en el PD, donde Basescu le tenía reservada un asiento en el Buró Permanente. El siguiente paso de Basescu fue dialogar, dando carpetazo a anteriores desencuentros, con el PNL, que ahora lideraban Valeriu Stoica y el ex primer ministro Stolojan, con vistas a una alianza electoral.

2003 era un año de calentar motores electorales y la guerra particular de Basescu y Nastase alcanzó nuevas cotas de virulencia, si bien las iniciativas más hostiles partieron del segundo, a quien no le faltó la munición suministrada por su mentor, Iliescu. En enero, el Gobierno nacional anuló un crédito de 300 millones de dólares concedido al consistorio por los bancos europeos de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) y de Inversiones (BEI) para financiar proyectos de modernización de servicios. Por lo que se veía, al oficialismo no le importaba perjudicar los intereses de los bucarestinos con tal de segarle al alcalde la hierba a sus pies.

A continuación, Basescu y otros dos antiguos ministros de Transportes, a instancias de una comisión presidencial, fueron investigados por la Fiscalía Nacional Anticorrupción en conexión con la venta entre 1990 y 1994 a muy bajo precio de unidades de la flota mercante rumana, operación que para el fiscal podía constituir un delito de abuso de poder. El escándalo Dosarul Flota resurgió con fuerza. Basescu replicó que las acciones judiciales en su contra tenían motivaciones políticas y en junio contraatacó presentando a la prensa un pliego de documentos que según él demostraban la limpieza de su pasada gestión ministerial. Sin embargo, eso no le libró de ser formalmente incriminado a comienzos de agosto por la Fiscalía Anticorrupción.

Indignado, Basescu dirigió a Iliescu una carta pública en la que le acusaba de "intentar destruirme como persona" después de fracasar en el intento de "destruirme como político". En otra parte de la misiva, el alcalde afirmaba que "ningún rumano está más convencido que yo de que el PSD debe ser expulsado del poder para restablecer la justicia, la dignidad humana y el respeto al imperio de la ley y las instituciones del Estado". Los demócratas también pensaban que las maniobras de Nastase e Iliescu pretendían forzarles a, como había hecho el PSDR en 2001, consentir una fusión con el PSD, cuyo superior tamaño daría pie más bien a una absorción.

Basescu y sus conmilitones aceleraron las conversaciones con el PNL y el 28 de septiembre de 2003 las respectivas dirigencias presentaron la Alianza por la Justicia y la Verdad PD-PNL, que empezaba siendo bipartita pero que sus promotores dejaban abierta al resto de formaciones políticas, exceptuando el PSD y el PRM. Basescu pasó a compartir con el liberal Stolojan la presidencia de la Alianza, y para liberarse de trabajo burocrático en su partido pidió al órgano competente del mismo, el Consejo Nacional de Coordinación, que nombrara un presidente ejecutivo en la persona de Emil Boc, hasta ahora vicepresidente de la formación.


4. Las conflictivas elecciones presidenciales de 2004: prolegómenos y resultado

Basescu siguió quemando etapas en su particular carrera de obstáculos. En diciembre de 2003 el Tribunal del Distrito de Bucarest se negó a registrar legalmente la Alianza PD-PNL bajo su primera denominación y la Corte de Apelaciones ratificó el fallo, obligando a demócratas y liberales a adoptar el nombre más simple de Justicia y Verdad (DA). Basescu no se privó de valorar los sospechosos bizantinismos judiciales como el reflejo de la "desesperación" del PSD ante la perspectiva de una derrota de Nastase en la prueba electoral del próximo año. El candidato presidencial original de la DA era Stolojan, ya que Basescu se pasó varios meses asegurando que su aspiración era obtener el segundo mandato como alcalde y luego ejercerlo, descartando la posibilidad de dimitir al cabo de unos meses para poder optar a la Presidencia de la República o a la jefatura del Gobierno. Sentada esa premisa y con todos los sondeos a su favor, Basescu y la DA cosecharon unos buenos resultados en los comicios municipales y departamentales del 6 de junio de 2004.

Marcando un hito electoral en Bucarest, Basescu fue reelegido sin necesidad de acudir a la segunda vuelta el 20 de junio con un aplastante 54,9% de los votos, 25 puntos más que su adversario del PSD, Mircea Geoana, uno de los pesos pesados del oficialismo y el ministro de Exteriores de Nastase. Además, los aliancistas se impusieron por mayoría absoluta en el Consejo Municipal de la capital. En el conjunto del país, los partidos de la DA, concurriendo bien por separado, bien como lista conjunta, capturaron el 33,9% de los votos en la elección a consejeros de los condados (frente al 32,8% obtenido por el PSD) y el 32,6% en la elección a consejeros locales (el 31,9% del PSD).

El análisis de Basescu de que en el PSD cundía el nerviosismo por lo que pudiera suceder en las generales de noviembre se vio confirmado por la desaforada reacción de Nastase. El primer ministro y candidato presidencial intentó sembrar la discordia entre Stolojan y Basescu llamando al primero "marioneta" en manos del segundo y situando a ambos en la superficie de una red subterránea de apoyos mantenida por la "mafia financiera y bancaria". No por casualidad, en agosto, la Fiscalía Anticorrupción cargó a Basescu con los delitos de abuso de poder y malversación de fondos presuntamente cometidos en su gestión ministerial. Lejos de dejarse intimidado y con el ánimo crecido, el alcalde proclamó que "podría llegar el día" en que Nastase tuviera que "revelar si tiene alrededor de un millón de dólares guardado en el extranjero", otra insinuación gratuita.

El tirón popular de Basescu era un recurso que merecía la pena aprovechar a pesar de unas cuitas judiciales no resueltas que podrían traer quebraderos de cabeza en el futuro. Pero lo importante ahora era maximizar las posibilidades de victoria en las presidenciales, que no eran elevadas, ni mucho menos, a tenor de las encuestas. Así pudo entenderlo Stolojan, que el 2 de octubre, en plena precampaña electoral, renunció intempestivamente a su candidatura aduciendo problemas de salud. Stolojan dimitió también como presidente del PNL y transmitió el mando interino a su segundo, Calin Popescu-Tariceanu.

Entonces, Popescu accedió a que fuera Basescu el candidato presidencial de la DA, mientras que su partido se reservó el puesto de primer ministro. En este sentido, la posibilidad de que se constituyera un Gobierno aliancista estaba más ligada al resultado de las presidenciales que al de las legislativas, ya que el presidente de la República podía designar un primer ministro de su signo y conveniencia al margen de la mayoría parlamentaria que hubiese producido la segunda elección, aunque el voto de investidura en el hemiciclo era preceptivo. El calendario apremiaba y el 4 de octubre la dirigencia del PNL, no sin algunas dudas y rechazos, aprobó la transacción. Dos días después, un juez desestimó una denuncia interpuesta contra Basescu por dos miembros del partido Alianza Popular sobre que el político habría sido confidente de la Securitate, la siniestra policía política del régimen comunista, en sus años de capitán de barco.

La DA presentó un programa que ponía énfasis en los esfuerzos para cerrar en diciembre los últimos capítulos de negociación con la Comisión Europea, en curso desde febrero de 2000, para poder ingresar en la UE en 2007 a la vez que Bulgaria, aunque los esfuerzos de adaptación a los estándares comunitarios en materias como la fiscalidad, la política medioambiental, la administración de justicia, el control de fronteras o el funcionamiento de las empresas en un entorno tan competitivo como el Mercado Interior Único iban a continuar hasta el mismo día del ingreso, y aún después. No en vano, Rumanía, con sus muy bajos niveles de renta y de desarrollo social en comparación con las medias de la UE, portaba el farolillo rojo en el grado de preparación entre los doce países de Europa central y oriental que habían formulado sus demandas de adhesión a mediados de la década de los noventa, diez de los cuales (todos, precisamente, menos Rumanía y Bulgaria) acababan de ver realizada, el 1 de mayo, su aspiración.

No pudiendo atacar al PSD sobre la base de la mayoría de los indicadores macroeconómicos (el PIB crecía en torno al 8% anual, tasa espectacular que en la UE sólo Letonia igualaba; la inflación, por primera vez desde la revolución de 1989, había descendido por debajo del 10%; la deuda pública, del 20% del PIB, era manejable y de hecho cumplía holgadamente uno de los cinco requisitos financieros y monetarios para poder acceder a la eurozona a medio o largo plazo; y el déficit del Estado, gracias al aumento de los ingresos fiscales, había descendido al 1,5%, índice bien por debajo del tope del 3% fijado por del Pacto de Estabilidad y Crecimiento), Basescu incidió en la consolidación de esas tendencias, en la mejora del clima inversor y en la elevación de la calidad de vida de los rumanos.

El candidato aliancista propuso dignificar las pensiones e introducir sendos impuestos fijos del 16% sobre los ingresos de los trabajadores y los beneficios empresariales (en lugar de los tipos medios del 23% y el 25%, respectivamente) y, muy en especial, habló de quebrarle el espinazo a la omnipresente corrupción, el principal problema del país junto con la pobreza, padecida por el 30% de los 22 millones de rumanos y espoleta de un éxodo masivo de ciudadanos desesperanzados hacia otros lugares del continente. La propensión de los funcionarios públicos a corromperse con el cobro de sobornos (como una forma de complementar sus mezquinos salarios) no sólo era una lacra que estorbaba al desarrollo competitivo de la economía y desincentivaba la inversión foránea; de hecho, era la matriz de las dificultades que el Gobierno hallaba en la reforma estructural de los sistemas de justicia e interior, imprescindible para entrar en la UE con buen pie.

Corrupción y pobreza fueron, por este orden, las palabras más escuchadas en una campaña electoral que se disputó a cara de perro y en la que la DA y el PSD, que concurría con el Partido Humanista de Rumanía (PUR) de adlátere, confrontaron dos programas que, en realidad, venían a decir lo mismo. Así que la lid presidencial entre Basescu y Nastase tomó el aspecto de una competición por esclarecer ante el electorado cuál de los dos era el honesto y competente, y cuál el corrupto e inepto.

El reparto de insultos y las trapacerías oportunistas incluyeron la consideración de Basescu por Nastase como una "triste y cínica figura" que optaba por "jugar la carta del populismo antioccidental" cuando acusaba a su Gabinete de "servilismo" en los tratos con las potencias occidentales. Esto último, dicho por la misma persona, Basescu, que el año anterior había considerado "insuficiente" el respaldo dado por el Gobierno de Rumanía a la Administración Bush en sus intenciones bélicas contra Irak, y que ahora mismo auspiciaba abiertamente un estrechamiento de las relaciones con Washington y Londres a costa de las existentes con París, capital occidental por tradición muy cercana, sobre todo en la dimensión cultural, a Bucarest.

En la efervescencia de un mitin de campaña, Basescu llegó a decir que, de llegar a la Presidencia, no vacilaría en "ejecutar con mis propias manos" a cualquier ministro pillado en un acto de corrupción, y también que haría "liquidar a la Mafia en el plazo de 48 horas". El candidato ya había advertido que él acudía a las presidenciales con la intención de convertirse en un "jugador", no en un "espectador", de la partida política en Rumanía, donde el sistema de Gobierno, aun otorgando la primacía al Parlamento y el Gabinete (con más énfasis desde la reforma constitucional refrendada en octubre de 2003), reservaba al presidente de la República parcelas significativas de poder en el funcionamiento institucional y la política exterior. Aquellas palabras hicieron elevar tantas cejas que su autor hubo de matizarlas al punto, aclarando que, naturalmente, se había referido a "ejecuciones políticas". Otra campanada la dio Basescu al abordar un tema tabú entre los políticos rumanos, la legalización de los matrimonios homosexuales, de la que dijo estar a favor.

La ligera ventaja del oficialismo, más acusada en las presidenciales que en las legislativas, pronosticada por las encuestas se confirmó el 28 de noviembre, creándose una situación bastante ajustada. En las presidenciales, Nastase se puso en cabeza con el 40,9% de los votos, seguido por Basescu con el 33,9% y por el siempre extravagante Tudor –a quien no le salió bien la pirueta de suplir los mensajes de chovinismo racial con apelaciones religiosas e incluso llamamientos a proteger las minorías nacionales de Rumanía- con el 12,6%. En una testimonial séptima posición (el 1,4%) quedó Roman como el candidato de Fuerza Democrática, grupúsculo montado por él después de marcharse del PD.

Los comicios legislativos produjeron un Parlamento más equilibrado en la relación de fuerzas que el elegido en 2000, sin pasar por alto que la nueva Cámara baja constaba de 332 escaños, 14 menos que en la anterior legislatura: la lista Unión Nacional formada por el PSD y el PUR sacó el 36,8% de los votos, 132 diputados y 47 senadores; la DA venía después con el 31,5%, 112 diputados y 49 senadores, de los cuales 48 y 21 respectivamente los aportaba el PD, que quedó confirmado como la parte menos potente de la alianza bipartita. 48 diputados obtuvo el PRM y 22 la UDMR de Béla Markó.

En una polémica reacción que no fue secundada por su socio electoral, Basescu agitó la campaña de la segunda vuelta de las presidenciales con la denuncia de que los resultados del 28 de noviembre, tanto de las presidenciales como de las legislativas, habían sido fraudulentos. Según él, hasta 350.000 papeletas nulas habían sido computadas como votos del PSD. La Junta Electoral Central rechazó la exigencia de Basescu de que fueran declaradas nulas ambas votaciones y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) dictaminó que los comicios eran válidos, aunque se hacía eco de ciertas "irregularidades" que era necesario investigar. La respuesta del oficialismo a las manifestaciones de Basescu fue furibunda: para el presidente saliente, Iliescu, suponían un "paso irresponsable y antinacional que desacredita la imagen de Rumanía ante el mundo", mientras que el aspirante a sucederle, Nastase, recomendó al alcalde que se retirara de la elección, pues de lo contrario tendría que destinar el tiempo "a explicar a los electores el daño que ha causado a Rumanía".

El 9 de diciembre, en un cara a cara televisado con Nastase, Basescu reiteró sus alegaciones de fraude y su tesis de que Stolojan había arrojado la toalla por temor a que el PSD revelara detalles sobre una breve hospitalización en un psiquiátrico en la década de los ochenta y sobre algún supuesto trapo sucio de tipo económico cuando su gestión como primer ministro. También, con su desparpajo habitual, el demócrata dijo algo que sin duda era un guiño a los votantes del centro y la derecha: "El problema de Rumanía es que [15 años después de la caída del comunismo] no se ha podido encontrar a otras personas fuera de dos ex comunistas como yo y como usted para competir por el puesto más alto".

Aunque los sondeos le eran tercamente desfavorables, el 12 de diciembre Basescu le dio la vuelta a la situación y con el 51,2% de los sufragios se proclamó presidente. El final de la enconada contienda tuvo una especie de efecto balsámico en sus tres protagonistas, Basescu, Iliescu y Nastase, que el 17 de diciembre asistieron juntos al Consejo Europeo de Bruselas. La cita era trascendente porque Rumanía, una vez cerrados todos los capítulos de negociación, recibió las fechas del 25 de abril de 2005 para la firma del Tratado de Adhesión y del 1 de enero de 2007 para la realización del ingreso, si bien Bucarest –al igual que Sofía- tuvo que aceptar una "cláusula de salvaguardia" por la que los 25 estados miembros podían retrasar un año la incorporación si apreciaban un riesgo evidente de incumplimiento de las condiciones. Y es que, como se precisó arriba, el esfuerzo de asimilación del acervo de la UE no terminaba con la finalización de las negociaciones en Bruselas.

El 18 de diciembre, Basescu, para cumplir con el artículo constitucional de las incompatibilidades, cesó como presidente y miembro del PD, cuyo liderazgo asumió provisionalmente, hasta la próxima Convención Nacional, el presidente ejecutivo, Emil Boc. El 20 de diciembre tomó posesión como el tercer presidente de la nación balcánica desde el final del sistema comunista. En su discurso inaugural ante el Parlamento, Basescu prometió hacer de Rumanía "un país diferente" en los próximos cinco años, al cabo de los cuales podría presentarse a la reelección. Dos jornadas después, ignorando la reclamación del derecho por el PSD, quien invocaba su victoria por mayoría simple en las legislativas, y la oferta de iniciar una "cohabitación", Basescu ejecutó la prerrogativa constitucional del nombramiento del primer ministro. Sin sorpresas, el designado fue el líder de los liberales, Popescu-Tariceanu, que recibió la encomienda de formar el Gobierno más estable posible.

Puesto que el pacto con el PRM estaba descartado (por propia decisión de la DA y porque las capitales occidentales ya habían hecho llegar su veto a tal posibilidad), la llave de la gobernabilidad la tenían los hungaroparlantes de la UDMR. Después de paladear la minoría parlamentaria con las elecciones de Nastase y del ex primer ministro Vacaroiu para las presidencias de la Cámara de Diputados y el Senado respectivamente, los partidos de la DA consiguieron llegar a un acuerdo con la UDMR y, éxito inesperado, con el PUR de Dan Voiculescu, que rompía así su alianza con el PSD.

El Gabinete cuatripartito alineado por Popescu, con nueve ministros para el PNL, ocho para el PD, cuatro para la UDMR y tres para el PUR, se apoyaba oficialmente en 153 diputados y por tanto no alcanzaba la mayoría absoluta. Esta debilidad congénita del Gobierno de Popescu no parecía preocupar a Basescu, quien dijo del mismo que estaba "condenado a tener éxito". El 28 de diciembre el nuevo Ejecutivo pasó la investidura parlamentaria con 265 votos a favor y 200 en contra, y al día siguiente tomó posesión.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2005)