Thomas Klestil

Menor de cinco hermanos y perteneciente a una familia vienesa de clase trabajadora, a los nueve años quedó huérfano del padre, un operario del servicio metropolitano de tranvías. Economista de formación, se licenció en 1956 y un año después se doctoró en la especialidad de Ciencias Comerciales por la Escuela de Comercio Exterior, hoy Universidad de Economía y Administración de Empresas de Viena. Entre 1957 y 1959 trabajó como asesor en la Oficina de Coordinación Económica de la Cancillería Federal, entonces ocupada por Julius Raab, del conservador Partido Popular Austríaco (ÖVP), formación en la que iba a darse de alta como militante. En el último año citado su carrera se orientó al servicio diplomático y, en menor medida, al ejercicio político sin funciones de representación electoral, frecuentemente asumiendo competencias en las áreas económicas.

En las tres décadas siguientes, Klestil desempeñó los siguientes cometidos: miembro de la delegación austríaca en la sede de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en París de 1959 a 1962; agregado de economía en la embajada austríaca en Estados Unidos de 1962 a 1966; asesor de política económica y comercio exterior del canciller popular Josef Klaus entre 1966 y 1969; cónsul general de Austria en Los Ángeles de 1969 a 1974; director de Organismos Internacionales en el Ministerio de Asuntos Exteriores entre 1974 y 1978 -cuando el Gobierno estaba en manos del Partido Socialista de Austria (SPÖ, luego llamado Socialdemócrata) de Bruno Kreisky-; representante permanente de Austria en la sede central de Naciones Unidas en Nueva York de 1978 a 1982; y, finalmente, embajador de Austria en Estados Unidos y ante la Organización de Estados Americanos (OEA) a partir de 1982.

En 1987 dejó su destino diplomático en Washington a requerimiento del entonces canciller del SPÖ, Franz Vranitzky, quien le nombró secretario general de Asuntos Exteriores en el recién estrenado Gobierno de gran coalición, teniendo como inmediato superior al ministro Alois Mock, del ÖVP. A principios de 1992 Klestil seguía siendo un servidor del Estado desconocido por la opinión pública cuando el ÖVP, que de la mano de su líder, Erhard Busek, continuaba formando parte del Ejecutivo federal, le nominó como su candidato para las elecciones directas a presidente de la República.

En la primera vuelta del 26 de abril se puso en cabeza el aspirante del SPÖ, Rudolf Streicher, con el 40,7% de los votos frente al 37,2% de Klestil, pero en la segunda ronda, el 24 de mayo, el antiguo embajador se apuntó la victoria con el 56,9% gracias al apoyo brindado por el derechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) de Jörg Haider, cuya postulante, Heide Schmidt, había quedado en tercer lugar y por lo tanto eliminada para la liza final. El 8 de julio Klestil tomó posesión de su mandato sexenal en sustitución del antiguo secretario general de la ONU Kurt Waldheim, llegado al puesto en 1986 a instancias también del ÖVP, y con la promesa de ser un presidente "activo".

Titular de un puesto en la práctica -que no de iure- básicamente protocolario, representativo del Estado y, eventualmente, arbitral del juego partidista en la, por lo general, sosegada democracia parlamentaria austríaca, Klestil ejerció de embajador volante del país centroeuropeo en sus numerosos viajes al exterior, fue un atento anfitrión de los estadistas extranjeros que recalaban en Viena y, en definitiva, desempeñó un papel crucial en la superación del mal crédito internacional que padeció Austria durante la presidencia de Waldheim a raíz de descubrirse el pasado de éste como oficial del Ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial presunta e indirectamente implicado en crímenes de guerra cometidos por el nazismo en los Balcanes.

Klestil, con sus suaves maneras, sus gestos de apaciguamiento y conciliación, y su proyección de bonhomía, devolvió el prestigio a la institución que ocupaba. Sin embargo, en múltiples ocasiones dejó claro que no deseaba ser recordado como un presidente silencioso o impasible y, por ejemplo, menudeó las condenas a la complicidad de la nación austríaca en los crímenes perpetrados por el III Reich alemán. Uno de sus posicionamientos más nítidos sobre la cuestión fue en noviembre de 1994 con motivo de una visita oficial a Israel, en la cual, ante unas agradecidas autoridades judías, se expresó en los siguientes términos: "Ni una sola palabra de disculpa puede jamás borrar la agonía del Holocausto (...) En nombre de la República de Austria, inclino mi cabeza ante las víctimas en señal de profundo respeto y con la mayor emoción".

Precisamente, esta constante preocupación por la imagen internacional de Austria motivó en 1999 y 2000 su implicación decisoria, infrecuente en un titular de su oficina, en la política interna. Entonces, Klestil trató a toda costa de impedir la entrada en el Ejecutivo del FPÖ, triunfador moral en las legislativas del 3 de octubre de 1999 con un discurso rebosante de retórica ultranacionalista y de rechazo a lo extranjero. Durante semanas, el presidente presionó a populares y socialdemócratas para que reeditaran el Gobierno de gran coalición, pero la incapacidad de unos y de otros para ponerse de acuerdo echó por tierra estos esfuerzos y abrió las puertas a un perturbador gabinete de coalición entre el ÖVP y el FPÖ.

La formación el 4 de febrero de 2000 del Gobierno azul-negro presidido por el dirigente popular Wolfgang Schüssel fue tramitada con patente desagrado por Klestil. El presidente renunció a llevar su oposición hasta el final y, en consecuencia, a provocar una crisis institucional de incalculable alcance. Pero obligó a Schüssel y Haider a suscribir un documento por el que los dos se comprometían a respetar los valores democráticos, a no entorpecer el proceso de integración europea (cinco años después de producirse el ingreso de Austria en la UE, en el que habían sido instrumentales los contactos diplomáticos movilizados por el presidente) y a aceptar "la parte de responsabilidad de Austria en los terribles crímenes del régimen nacionalsocialista".

Además, Klestil no vaciló en echar mano de una prerrogativa constitucional, raramente ejercitada en el pasado, cual era el veto del nombramiento de responsables ministeriales. Los afectados fueron dos designados del FPÖ, por considerarlos Klestil unos políticos excesivamente radicales y abiertamente xenófobos: Thomas Prinzhorn, un dirigente de verbo destemplado que le había amenazado con "romperle las narices" y que iba para Finanzas, y Hilmar Kabas, para Defensa. A estas alturas del curso político, Klestil se había distanciado considerablemente del que aún era su partido, el ÖVP, y la turbamulta de ahora hacía presagiar una cohabitación incómoda entre las dos oficinas del poder ejecutivo.

El 14 de noviembre de 1997, Klestil, acogido al permiso constitucional, anunció su decisión de optar a la reelección para un segundo mandato, aunque en esta ocasión se presentó con la etiqueta de independiente. En la votación del 19 de abril de 1998 se impuso a cuatro contrincantes con un contundente 63,4% de los votos, haciendo innecesaria la segunda vuelta y proclamándose presidente electo hasta el día de la inauguración formal, el 8 de julio.

En el tramo final de su segunda presidencia, Klestil acrecentó su reputación doméstica e internacional de estadista absolutamente identificado con la normalidad de la democracia austríaca, por lo demás ejemplar y que, finalmente, no se resintió ni de las sanciones temporales impuestas al país por la UE como reacción a la llegada del partido de Haider al poder federal ni de la misma participación en el Gobierno del FPÖ, cuyas ínfulas antieuropeas, amén de la capacidad del polémico gobernador de Carintia de interferir desde fuera, quedaron anuladas por las graves divisiones internas de los liberales y sus sucesivos reveses en los comicios estatales y federales. Por otro lado, el estadista se distinguió como un firme defensor de la entrada de Austria en la OTAN, mudanza que habría supuesto el final del estatus de país no alineado respetado desde la recuperación de la soberanía en la posguerra, en 1955, y que fue esquivada por todos los gobiernos, ya estuviesen dirigidos por los socialdemócratas o por los populares, y pugnó infructuosamente con Vranitzky, canciller hasta enero de 1997, para que se le permitiera compartir la representación austríaca en los consejos europeos.

En octubre de 2003 los medios publicaron que Klestil se había visto envuelto en un embarazoso problema que no iba a afectar a su carrera como estadista y que de cara al público no pasó de la categoría de curiosa anécdota: el dispendioso compromiso que le había supuesto aceptar el regalo (lo contrario habría podido acarrear un incidente diplomático) hecho por el rey Fahd de Arabia Saudí de seis caballos árabes purasangre con un pedigrí que se remontaba al siglo XVII y cuya manutención en los establos del hipódromo Freudenau, con un coste de 500 euros por mes y animal, era mucho más de lo que el presidente se podía permitir, ya que su salario mensual neto era de sólo 2.600 euros y no ingresaba otros emolumentos. Por si fuera poco, el monarca saudí redondeó el obsequio con unos cuantos dromedarios del desierto -de los que Klestil pudo zafarse al aceptar tomarlos a su cuidado el zoo vienés de Schönbrunn- y el brete se complicó cuando dos de los espléndidos caballos enfermaron y tuvieron que recibir unos onerosos cuidados médicos con cargo a la limitada cartera de Klestil, quien aventó sus quejas sobre la peripecia de los equinos ("estos caballos van a ser mi ruina") en entrevistas concedidas a medios locales.

Entre septiembre y noviembre de 1996 Klestil estuvo hospitalizado siete semanas, de ellas 48 horas en la unidad de cuidados intensivos y conectado al respirador artificial, a causa de una neumonía atípica grave que no le impidió seguir desempeñando parte de sus funciones, si bien a raíz de este serio percance tuvo que restringir sus apariciones públicas y cancelar las jornadas de puertas abiertas a la ciudadanía en la sede de la Presidencia, el antiguo palacio imperial de Hofburg, una de sus iniciativas, ésta en particular muy bien acogida por la opinión pública, encaminadas a recuperar la buena imagen de la institución de la que era titular. Alarmada la sociedad austríaca por la prolongación de la convalecencia del presidente, el equipo médico que le atendía tuvo que salir a desmentir que el paciente estuviera librando una batalla contra el cáncer o el SIDA.

Aunque se recuperó de la infección, a Klestil se le quedó una vulnerabilidad pulmonar crónica. El 15 de noviembre de 1996, 14 días después de ser dado de alta de su primer achaque, sufrió una oclusión vascular en el órgano respiratorio que los médicos le removieron antes de mandarle de vuelta a casa el 26 de noviembre. Con todo, estos sobresaltos en su salud no disuadieron a Klestil de terminar su primer mandato ni de optar al segundo año y medio más tarde. En junio de 2003 volvió a afligirle una neumonía que exigió la hospitalización y que se encadenó con una inflamación de pericardio, viéndose obligado a suspender un viaje oficial a Rusia. En noviembre del mismo año un accidente doméstico en la bañera le causó sendos esguinces en los tendones de Aquiles que precisaron de una intervención quirúrgica en el Hospital General de Viena.

A sus 71 años y en el culmen de la respetabilidad, a principios de julio de 2004 Klestil se disponía a entregar el testigo al presidente elegido en los comicios del 25 de abril, el socialdemócrata Heinz Fischer, pero el destino decidió que no llegase vivo al final del mandato. El 5 de julio, tres días antes de la ceremonia de la sucesión y mientras se encontraba en su residencia privada en las afueras de Viena, Klestil cayó fulminado por una parada cardíaca producida al parecer por una insuficiencia respiratoria. De acuerdo con los despachos de prensa, el presidente fue reanimado por un guardaespaldas que le conectó al desfibrilador instalado en la casa para salir al paso de emergencias como la presente. Trasladado a toda prisa en helicóptero al Hospital General, Klestil sufrió un segundo infarto y los facultativos lucharon por mantener estables sus constantes vítales, aunque sin albergar muchas esperanzas de recuperación al comprobar que el cerebro había sido privado de oxígeno durante el lapso en que el corazón había dejado de latir; el pronóstico era de estado crítico y, aunque no cabía hablar por el momento de la muerte clínica, lo más que podía esperarse era un coma inducido de varios meses de duración.

Sin embargo, el fatal desenlace se impuso a la mayor brevedad y Klestil falleció en las postrimerías del día siguiente, 6 de julio. En ese momento, tal como dicta la Constitución, se hizo cargo de las funciones presidenciales un comité formado por el primero, el segundo y el tercer presidentes del Consejo Nacional (Nationalrat), o Cámara baja del Parlamento federal, respectivamente, Andreas Khol, Barbara Prammer y Thomas Prinzhorn; el Presidium del Legislativo llenó la vacancia en la jefatura del Estado hasta que Fischer tomó posesión el 8 de julio en una ceremonia marcada por el luto nacional.

El 7 de julio, el féretro con los restos mortales fue expuesto en la capilla del Hofburg, donde el difunto recibió la honra de las autoridades del Estado y de la viuda 22 años más joven, Margot Löffler-Klestil. Antigua asistente en la oficina presidencial antes de ser transferida al funcionariado del Ministerio de Exteriores, Löffler contrajo matrimonio con Klestil en diciembre de 1998. Estos esponsales provocaron malestar en sectores tradicionalistas de la sociedad austríaca y dañaron ligeramente la imagen de Klestil porque tuvieron como damnificada a la primera esposa de él, Edith, quien, conocedora de la relación extramarital, abandonó abruptamente la quinta presidencial el día de año nuevo de 1994, al cabo de 37 años de matrimonio fructificado con tres vástagos.

Los mentideros vieneses aseguraron entonces que Klestil y Löffler habían mantenido su idilio en secreto desde hacía una década por lo menos. Transcurridos tres años desde la separación, Klestil porfió con Edith para obtener la nulidad matrimonial, que, tal como establece la legislación austríaca, puede solicitarse y obtenerse en ese plazo si así consienten los dos cónyuges. Ella se resistió al requerimiento del que todavía era su esposo insistiendo en que el vínculo religioso era un sacramento indisoluble, pero en septiembre de 1998 le concedió el divorcio: tres meses después, el presidente se casó con Margot por lo civil en el Ayuntamiento de Viena.

Klestil recibió el último adiós el 10 de julio en un solemne funeral de Estado oficiado en la catedral de San Esteban de Viena por el cardenal primado Christoph Schönborn, quien le describió como un estadista profundamente comprometido con la integración en la UE de Austria y de sus vecinos de Europa central y oriental. A las exequias asistió una veintena larga de máximos representantes de gobiernos de países amigos, entre ellos todos los presidentes de la región: Ferenc Mádl de Hungría, Václav Klaus de la República Checa, Carlo Azeglio Ciampi de Italia, Horst Köhler de Alemania, Ivan Gasparovic de Eslovaquia, Joseph Deiss de Suiza, Janez Drnovsek de Eslovenia, Aleksander Kwasniewski de Polonia y Stipe Mesic de Croacia. No faltaron dos estadistas que establecieron una relación especial con el fallecido, el presidente ruso Vladímir Putin y el ex presidente checo Václav Havel.

Desde Estados Unidos voló el ex actor y actual gobernador del estado de California Arnold Schwarzenegger, nativo de Graz y que remontó su amistad con Klestil a 1969, cuando él era un joven culturista de visita en Estados Unidos y el futuro presidente dirigía el consulado de Austria en Los Ángeles. A la misa funeral asistió también la primera esposa de Klestil, quien a continuación fue inhumado en el panteón presidencial del Cementerio Central de Viena.

(Cobertura informativa hasta 13/7/2004)