Susilo Bambang Yudhoyono
Presidente de la República (2004-2014)
El primer presidente de la Indonesia democrática saltado a la política desde los cuarteles militares procede de una familia javanesa de posición social modesta, si bien la biografía oficial remarca que sus ancestros estaban vinculados a las casas reales de Surakarta y Jogyakarta. Los padres, como la inmensa mayoría de los habitantes de la isla, eran de religión musulmana, y el niño, hijo único, fue educado en esa fe. Yudhoyono vino al mundo en 1949, pocos meses antes del reconocimiento internacional de la declaración de independencia realizada en 1945 por el presidente Ahmed Sukarno, al cabo de una guerra de liberación nacional contra los colonizadores holandeses. Aleccionado por el ejemplo de su padre, un oficial de las flamantes Fuerzas Armadas de la República de Indonesia (ABRI) que no pasaría del grado de teniente, decidió hacer carrera en la milicia, aunque antes completó sus estudios de secundaria en escuelas del Estado.
En 1968, ya instalada en el país la dictadura militar, anticomunista y proestadounidense, del general Suharto, el muchacho empezó a tomar clases en el Instituto Tecnológico de Surabaya, pero en el segundo curso las abandonó para enrolarse en la Academia de formación de oficiales que las ABRI tenían en Magelang, en Java Central (Jawa Tengah). En 1973 se graduó con honores con el galón de subteniente y fue destinado a un batallón de infantería en el Mando de la Reserva Estratégica del Ejército (Kostrad) en Bandung. En diciembre de 1975 participó como jefe de pelotón en la invasión de la recién emancipada colonia portuguesa de Timor Oriental (la mitad occidental de la isla era de soberanía indonesia), que se había sumido en una guerra civil en la que el partido indígena favorable a la independencia total de Portugal, el Frente Revolucionario de Timor Este Independiente (FRETILIN), estaba a punto de aplastar a los partidarios de la anexión a Indonesia.
En los trece años siguientes, Yudhoyono sirvió intermitentemente en Timor Oriental, tomando parte en varias operaciones contrainsurgentes y ascendiendo sucesivamente a teniente de primera, capitán y coronel. Toda vez que estas operaciones militares buscaban exterminar a la guerrilla marxista del FRETILIN, liderada por Nicolau dos Reis Lobato y Xanana Gusmão, y que el Ejército indonesio, con la asistencia de las milicias proanexionistas locales, no se arredraba ante las prácticas de guerra quemada y las masacres de población civil con visos de genocidio, el futuro presidente indonesio pudo estar involucrado en crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, aunque esta conjetura no pasa de la presunción.
En los 24 años que duró la brutal ocupación militar de un territorio que Indonesia consideraba su vigesimoséptima provincia, y con más vehemencia después, cualquier oficial que sirvió allí ha sido susceptible de recibir aquellas imputaciones. Sin embargo, aunque las pruebas son abrumadoras contra algunos altos mandos, de Yudhoyono no han podido aportarse indicios plausibles de participación en violaciones de los Derechos Humanos o la vinculación a un crimen específico. Desde luego, él mismo siempre ha negado que en el hoy estado independiente de Timor Oriental hiciera otra cosa que servir a su país con arreglo a las ordenanzas militares y la ley común.
Tomar por esposa a la hija de un comandante de operaciones especiales, el coronel, y más tarde general, Sarwo Edhie Wibowo, un oficial del círculo de Suharto que se había destacado en las matanzas de comunistas en 1965-1966 y luego, en 1969, en la ocupación de la antigua colonia holandesa de Nueva Guinea Occidental, luego provincia indonesia de Irián Jaya, parece que favoreció la carrera militar de Yudhoyono. En 1976 sus superiores le desmovilizaron temporalmente de la Operación Seroja, la primera campaña antisubversiva conducida en Timor, para que se instruyera en las instalaciones del cuerpo de Rangers Aerotransportados en Fort Benning, Georgia, entrenamiento que realizó simultáneamente a un curso de inglés, ya en el ámbito civil, en Lackland, Texas.
Ésta fue su primera estancia en Estados Unidos, que, como testimoniaban otros miles de jóvenes oficiales de las ABRI, se inscribía en la estrecha cooperación militar tejida por los países asiático y norteamericano. Regía la Guerra Fría y los recientes sucesos en Indochina habían avivado el miedo a la expansión del comunismo en el sudeste de Asia, aunque en Timor Oriental el régimen de Yakarta jugaba también la carta del nacionalismo imperialista.
En 1982, tras desarrollar sendas misiones en Malasia (1978), en el contexto de la cooperación militar con el Gobierno de Kuala Lumpur para derrotar a la insurgencia comunista local, y de nuevo en Timor Oriental (1979-1980), donde recibió su primer mando operacional al frente de un batallón basado en la capital, Dili, Yudhoyono regresó a Fort Benning para asistir a un curso avanzado para oficiales de infantería. En 1983 tomó parte en unas maniobras en Fort Bragg, California, con la 82 División Aerotransportada del Ejército de Estados Unidos, y recibió adiestramiento en tácticas de combate en la selva en el Fuerte Sherman, en la Zona del Canal de Panamá bajo soberanía de Washington.
Con tan rica hoja de servicios, Yudhoyono fue considerado cualificado para servir de comandante instructor en el Centro de Infantería de la Escuela de Mandos del Ejército en Bandung. En 1984 fue mandado a Europa, para tomar otro cursillo en armamento antitanque impartido por los estadounidenses en Alemania y Bélgica, y en 1986, una vez terminado su compromiso en la Escuela de Mandos, recibió la orden de reincorporarse como jefe de batallón al contingente en Timor Oriental, donde continuaba la guerra sin cuartel con los independentistas, eufemísticamente designada "operativo de seguridad".
Este tercer servicio en el frente de batalla timorés tocó a su fin en 1988, tras lo cual emprendió una etapa más burocrática e intelectual, produciendo informes para el Estado Mayor y despachando asuntos de la milicia en comandancias territoriales de Java y Sumatra, en particular en el distrito militar de Yogyakarta, cuya jefatura desempeñó desde 1992. Sus vínculos profesionales con Estados Unidos fueron reanudados, pasando una temporada, entre 1990 y 1991, en la prestigiosa Escuela de Comando y Estado Mayor General de Fort Leavenworth, Kansas, estancia que aprovechó para sacarse una maestría en administración por el campus de la Universidad Webster en Missouri. En 1993 entró al servicio del general Edi Sudrajat, el nuevo comandante en jefe de las ABRI (aunque en este cargo sólo ejerció tres meses) y ministro de Defensa y Seguridad, como coordinador de su estado mayor privado. Ese mismo año se puso al frente de la 17 Brigada Aerotransportada, una unidad sujeta al Kostrad.
En noviembre de 1995, ya con el grado de general de brigada, Yudhoyono añadió un capítulo novedoso a su hoja de servicios al ser nombrado jefe de los más de 600 observadores militares de la ONU desplegados en Bosnia-Herzegovina como parte de la Fuerza de Protección (UNPROFOR), que entonces desarrollaba el último tramo de su misión de mantenimiento de la paz en la ex Yugoslavia. Aunque las ABRI ya llevaban años involucradas en las misiones de cascos azules de la ONU, la misión encomendada a Yudhoyono era la de más categoría desempeñada por un militar indonesio en la historia de este tipo de operaciones.
De vuelta a Yakarta, en marzo de 1996 fue ascendido a jefe del Estado Mayor de una de las más poderosas secciones de las ABRI, el Mando Regional Militar de la capital, siendo su galón el de general de división. Reemplazaba al general Sutiyoso, al que previamente había servido como jefe de operaciones y quien se hacía cargo de la comandancia del Mando Regional en lugar del general Wiranto, a su vez colocado por Suharto al frente del Kostrad. Pero nos detuvieron ahí los trasiegos en el organigrama de las ABRI, donde había una verdadera inflación de generales y coroneles divididos en facciones más o menos conservadoras y más o menos aperturistas. El caso era que se intensificaban los movimientos internos en la institución castrense, espoleados por la expectativa de una posible retirada del septuagenario Suharto de la Presidencia de la República, y con la incertidumbre sobre el futuro del régimen del Nuevo Orden instaurado bajo el peso de los fusiles hacía tres décadas.
Al poco, en agosto, Yudhoyono recibió la comandancia de la región militar de Sumatra Meridional (Sumatera Selatan). En estos momentos, Yudhoyono estaba considerado una de las estrellas ascendentes de las ABRI, junto con su directo superior, Sutiyoso, más el teniente general Wiranto, oficial abiertamente derechista y muy involucrado en las atrocidades de Timor Oriental, y el general de brigada Prabowo Subianto, jefe del Mando de Fuerzas Especiales del Ejército (Kopassus) y yerno de Suharto. Los cuatro estaban en la cuarentena de edad y algunos observadores los consideraban exponentes de una nueva generación de oficiales más profesionales, menos apegados a los valores patrióticos –precisamente, eran los generales veteranos, que habían subido en el escalafón en tiempos de Sukarno, quienes mostraban su malestar por la perpetuación de la represión política y la corrupción económica del régimen- y pendientes sobre todo de encumbrar sus carreras, sin ahorro de cálculo y oportunismo, en la era posterior a Suharto, que se presentía cercana. Aunque su personalidad ya ofrecía entonces matices de moderación y posibilismo, Yudhoyono era visto como un protegido de Wiranto.
En septiembre de 1997 Yudhoyono retornó al aparato burocrático central como adjunto al jefe del Estado Mayor Socio-Político (Kassospol) de las ABRI, general Yunus Yosfiah. Entonces, el país estaba a punto de sumirse en una gravísima crisis económica y financiera, la cual iba a dar alas al movimiento de oposición civil en la exigencia de pluralismo, elecciones justas y con garantías, el final de la impunidad de los abusos de la casta político-militar gobernante, y la dimisión del dictador. En tanto que responsable de un oficina que reunía las atribuciones paraestatales de la "función dual" de los uniformados, quienes se arrogaban el derecho a tutelar e intervenir en la conducción política del país, Yudhoyono tenía la obligación de seguir cuidadosamente los acontecimientos y de emitir análisis sobre las protestas populares que empezaron a inundar las calles.
En febrero de 1998 Yudhoyono reemplazó a Yosfiah como jefe del Kassospol. El general, lejos de erigirse en el cancerbero de un régimen desacreditado que se tambaleaba y de apostar por la represión, fue instrumental en la decisión de las ABRI de abrir unas rondas de diálogo con los universitarios para intentar desactivar, o al menos contener, las algaradas violentas. El estallido social parecía a la vuelta de la esquina, máxime porque en marzo, Suharto, pese a su longevidad y al clima general de rechazo, fue investido por la Asamblea Consultiva Popular (MPR) para servir otro quinquenio presidencial, el séptimo consecutivo.
Bien pronto se apreció que Yudhoyono simpatizaba con las demandas de reforma (reformasi) planteadas por los estudiantes, las influyentes organizaciones islámicas de masas y los militantes del Partido Democrático de Indonesia-Lucha (PDIP) liderado por Megawati Sukarnoputri (hija del padre de la independencia), que era una de las dos fuerzas políticas autorizadas a competir, y con restricciones, con el instrumento electoral del régimen, el Partido de los Grupos Funcionales (Golkar), en los simulacros de comicios celebrados cada cinco años. Los últimos se habían celebrado el 29 de mayo de 1997: entonces se eligieron por sufragio universal 425 de los 500 diputados de la Cámara de Representantes Populares (DPR), siendo los 75 restantes de designación por las ABRI (previamente, la cuota de uniformados sustraída del voto en las urnas había sido de un centenar). En la nueva legislatura, Yudhoyono figuró entre los representantes de las ABRI que ocuparon escaño, y en el hemiciclo fue investido por sus compañeros como jefe de grupo.
Yudhoyono estuvo entre los generales que presionaron a Suharto para que arrojara la toalla y evitara al país males mayores. Desprovisto del báculo del Ejército, el viejo autócrata dimitió el 21 de mayo de 1998 y la jefatura del Estado recayó en el vicepresidente, amén de ministro de Tecnología e Investigación, Bacharuddin Jusef Habibie, uno de los máximos prebostes del régimen, quien anunció la celebración de elecciones multipartidistas en el plazo más breve de tiempo y el comienzo de un programa de reformas a todos los niveles. A la espera de las elecciones prometidas, Indonesia se adentró en una etapa de efervescencia política y de grandes expectativas, pero también de mucha incertidumbre, ya que los estudiantes no cejaron en sus protestas, exigiendo ahora la aceleración de las reformas, el esclarecimiento del papel del alto mando militar en el secuestro y tortura de docenas de compañeros a principios de año, y el procesamiento de Suharto y otros miembros de su clan de familiares y allegados por corrupción y abuso de poder.
Habibie mismo, con sus contradicciones y vacilaciones de figura de transición, dio un paso que encrespó los ánimos de muchos jefes militares, el acuerdo de principio con la ONU para la celebración de un referéndum de autodeterminación en Timor Oriental, donde la población, pese a las resistencias de Wiranto, ahora comandante en jefe de las ABRI y ministro de Defensa, y a las matanzas perpetradas por las milicias proindonesias, iba a conseguir zafarse de la dominación de Yakarta gracias a la intervención armada de la comunidad internacional. Por si fuera poco, las mudanzas políticas y el clima de inestabilidad en la urbe javanesa jalearon las tendencias separatistas y los conflictos étnico-religiosos a lo largo y ancho del vasto archipiélago indonesio, desde la región especial de Aceh, al norte de Sumatra, hasta las Molucas (Maluku) e Irián Jaya, pasando por Borneo Occidental (Kalimantan Barat) y Célebes Meridional (Sulawesi Selatan).
Calmoso y cordial, a lo largo de este delicado 1998 Yudhoyono, que agregó a su uniforme el entorchado de teniente general, empezó a distanciarse de Wiranto precisamente a propósito de la situación reinante en las islas exteriores, siendo su aproximación a este preocupante frente de turbulencias, que amenazaba con rasgar el vestido territorial del Estado por sus costuras periféricas, bastante más flexible que la de su superior castrense. Sobre Timor Oriental, Yudhoyono descartaba la independencia. De hecho, nadie en Yakarta la favorecía, ni desde el poder ni desde la oposición, hasta que los dramáticos sucesos de septiembre del año siguiente no dejaron otra opción que evacuar el territorio y permitir su conversión en un protectorado internacional previamente a su acceso a la independencia. A mediados de 1998 el Kassospol recomendó al Gobierno que ofreciera a los timoreses un estatuto especial basado en una amplia autonomía. Ésta fue, precisamente, la opción sobre la que se pronunciaron los habitantes de la mitad oriental de la isla en el referéndum de agosto de 1999, sólo que entonces la alternativa de la independencia ganó por abrumadora mayoría.
Como superior del Kassospol, Yudhoyono supervisó una serie de grupos de trabajo que estudiaron desde la perspectiva del Ejército los diversos aspectos políticos, económicos y sociales del plan de reformas del Ejecutivo de Habibie. Estas deliberaciones condujeron a la revisión de la doctrina de las Fuerzas Armadas Nacionales Indonesias (TNI), nuevo nombre de las ABRI desde abril de 1999 al separarse de su estructura la Fuerza de la Policía, y a un principio de superación de la controvertida "función dual", transformación que resultó clave para el éxito de la transición democrática.
En los meses que fungió de diputado nacional, Yudhoyono pudo participar en los debates parlamentarios y familiarizarse con los procedimientos de esta institución puramente política. Los medios locales le adjudicaron un apelativo elogioso: "el general que piensa". En noviembre de 1998, sonaba para jefe del Estado Mayor del Ejército en sustitución del general Subagyo Hadisiswoyo, pero la jefatura que asumió fue la del nuevo Estado Mayor Territorial (Kaster), oficina que reemplazaba al Kassospol.
En vísperas de las elecciones del 7 de junio de 1999 a la nueva DPR, donde la cuota de las TNI iba a quedar reducida a los 38 representantes, Yudhoyono, Wiranto y los demás jerifaltes militares subrayaron que el Ejército iba a ser neutral esta vez, rehusando respaldar a partido alguno, tampoco al Golkar, y disponiéndose a acatar al presidente que surgiera del proceso democrático. Yudhoyono fue probablemente el general que más enfatizó este cambio de talante, que pasaba por la reducción –que no supresión- del rol fiscalizador de los uniformados: con el fin de ayudar a "promover la democracia" y a "crear una sociedad civil", el Ejército, aseguraba, ya no sería "un instrumento del Gobierno". Desde luego, la desaparición del órgano sociopolítico de las TNI abonaba la credibilidad de estas promesas, aunque desde el frente opositor el escepticismo y las suspicacias seguían siendo grandes.
Los históricos comicios de 1999, con la concurrencia de una pléyade de listas, fueron ganados con mayoría simple por el PDIP de Sukarnoputri, seguido por el Golkar de Akbar Tandjung y el Partido del Despertar Nacional (PKB) de Abdurrahman Wahid, alias Gus Dur, líder del movimiento musulmán laico Nahdlatul Ulama (Renacimiento de los Ulema). Tocaba ahora a la MPR, colegio formado por los 500 representantes populares y 200 electores seleccionados por las asambleas provinciales y una comisión especial, elegir al nuevo presidente de la República.
La votación tuvo lugar el 20 de octubre y el codiciado puesto se lo llevo, inesperadamente, Wahid, que recibió el apoyo de los asambleístas del Golkar y de la coalición de partidos islámicos hostil al nacionalismo moderado y secularizado de la jefa del PDIP, la cual tuvo que conformarse con la Vicepresidencia. A continuación, Wahid formó su gabinete, de concentración nacional, con carteras para los siete partidos con más escaños, y aquí reapareció Yudhoyono como el flamante ministro de Minas y Energía, nombramiento que le obligó a abandonar el mando del Kaster. La cuota de uniformados en el Ejecutivo de Wahid, que tenía mucho de imposición, poniendo en duda los anuncios de desmilitarización de la vida pública, reclamó la continuidad de Wiranto, quien compensó su cese en la comandancia suprema de las TNI y en el Ministerio de Defensa con el otorgamiento de un puesto creado ex profeso, el de ministro coordinador de Asuntos Políticos y de Seguridad. El teniente general Surjadi Sudirdja recibió la cartera de Interior y, en total, seis de los 35 puestos del Gobierno fueron para militares.
Yudhoyono no colgó el uniforme hasta el 1 de abril de 2000, fecha en que se retiró del servicio activo del Ejército, aunque conservó el rango de teniente general de cuatro estrellas. La posibilidad del enjuiciamiento criminal de Wiranto por su implicación, bien por acción (encubriendo y armando al brazo ejecutor, las milicias proindonesias), bien por omisión (sabiendo lo que sucedía y no interviniendo), en las matanzas de civiles timoreses perpetradas después del referéndum de agosto de 1999 empujó a Wahid a cesarle del Gobierno en febrero, dejando vacante una oficina poderosa que fue a parar, en agosto, a Yudhoyono. Wiranto y otros altos oficiales, finalmente, no fueron encausados por el tribunal especial establecido por el Gobierno para depurar responsabilidades por las violaciones de los Derechos Humanos en Timor Oriental, lo que decepcionó profundamente a los sectores más movilizados de la sociedad civil.
La vena nacionalista y corporativa de Yudhoyono salió a relucir en esta tensa polémica, defendiendo la inocencia de Wiranto y otros mandos que aparecían citados en el informe presentado a la Fiscalía General por la comisión gubernamental indagatoria de las violaciones de los Derechos Humanos en Timor, y rechazando con un tono destemplado las peticiones internacionales de que se les procesara. Organizaciones humanitarias occidentales y timoresas se tomaron la molestia de recordar que en septiembre del año anterior, él mismo, en tanto que jefe del Kaster, tenía el cometido de coordinar el mando central con los mandos regionales, no resultando concebible que ignorara las órdenes que circulaban en los cuarteles de Timor cuando se desataron las violencias y comenzaron las evacuaciones por mar, poco menos que forzosas, de desplazados civiles en barcos de la Armada.
Como ministro coordinador de Asuntos Políticos y de Seguridad, Yudhoyono adquirió jurisdicción sobre el dispositivo antisubversivo en Aceh, que tomó el relevo a Timor como el principal foco de tensión secesionista. El extremo norte de Sumatra arrastraba una rebelión intermitente desde 1976 y un recrudecimiento de la represión militar desde 1989, cuantificada por ONG en unos 3.000 civiles asesinados y 4.000 más desaparecidos. El Movimiento por la Liberación de Aceh (GAM) tenía sus raíces en el desigual reparto de los recursos naturales (gas, petróleo y productos agrícolas) entre el Gobierno central y la región, así como en el sentimiento de una falta de reconocimiento de la identidad autóctona, cuestión que era exacerbada por la inmigración, alentada por las autoridades Yakarta, de miles de trabajadores javaneses. Aunque la población de Aceh sólo suponía el 2% de la población total de Indonesia, sus recursos naturales aportaban el 13% de los ingresos fiscales del Estado.
Wahid había declarado que no descartaba la celebración en Aceh de un referéndum como el de Timor, pero las reacciones en las TNI y el Golkar, que era un miembro esencial de la coalición del Gobierno, fueron tan furibundas que el presidente tuvo que abandonar la idea. Dejando el problema político de fondo intacto, en junio de 2000 las partes comenzaron una tregua con carácter humanitario que pretendía extenderse hasta enero de 2001. Llegado ese momento, el relativo –y a la postre, efímero- apaciguamiento de la tensión en Aceh quedó opacado por el estallido en Borneo Central (Kalimantan Tengah) de sangrientos pogromos que involucraron a milicianos indígenas de la etnia dayak y a inmigrantes javaneses, los cuales se llevaron con diferencia la peor parte.
En la primavera de 2001, Wahid, ya debilitado por su mala salud y las críticas que le llovían a derecha e izquierda por su diletantismo y su manifiesta incapacidad para sacar a la economía del marasmo, se vio acorralado por los escándalos de corrupción económica conocidos como Bulongate y Bruneigate, que mancharon la honorabilidad del Ejecutivo y que fueron investigados por la DPR con la determinación de tirar del hilo hasta las últimas consecuencias, inclusive la advertencia al presidente de que lanzaría en su contra un proceso de destitución o impeachment en la MPR si persistía en su negativa a testificar ante la Cámara.
En su estrategia numantina, Wahid se apoyó en un círculo de colaboradores en los que confiaba, y entre ellos estaba Yudhoyono, que recibió la instrucción de crear un Centro Nacional de Crisis para reportar personalmente al presidente. Sin embargo, esta lealtad al jefe del Estado tenía sus límites: el 31 de mayo, públicamente, Yudhoyono se negó a acatar la orden de Wahid de preparar la declaración del estado de emergencia para contrarrestar el acoso político de que venía siendo objeto; la respuesta del presidente, el 1 de junio, fue destituirle del Gobierno, junto con el fiscal general Marzuki Darusman y otros dos ministros.
Aupado a una súbita ola de prestigio por su actitud legalista, el general se acercó a la vicepresidenta Sukarnoputri, que asistía a la crisis con su circunspección habitual, a sabiendas de que el desenlace le iba a ser favorable. El final lo precipitó el propio Wahid el 22 de julio de 2001 con su anuncio de la declaración del estado de emergencia y la asunción de plenos poderes hasta la celebración de elecciones anticipadas. Fue un cartucho sin pólvora, ya que a las pocas horas la MPR aprobó una resolución de destitución que se apoyaba jurídicamente en un dictamen del Tribunal Supremo y fácticamente en el posicionamiento, claramente a favor de los asambleístas, de las TNI.
Como Sukarnoputri accedía automáticamente a la Presidencia de la República, la MPR tenía que elegir al nuevo vicepresidente. Yudhoyono aprovechó el momento para poner sobre la mesa sus ambiciones políticas y postularse para un cargo que, si bien estaba revestido de funciones más bien simbólicas, ofrecía una puerta de acceso directo a la suprema magistratura en una situación de contingencia, como acababa de verse, y antes en el caso de Habibie. La aspiración de Yudhoyono, que seguía siendo un independiente sin una agrupación a su servicio, se topó con otras cuatro candidaturas, siendo las más potentes las de Akbar Tandjung, presidente de la DPR, y Hamzah Haz, del musulmán y conservador Partido del Desarrollo Unido (PPP), tercera fuerza en escaños, el cual, gracias a los votos del PDIP, ganó en tercera votación el 26 de julio. El 8 de agosto, a modo de compensación, Yudhoyono fue repuesto por Sukarnoputri en el Ministerio Coordinador de Asuntos Políticos y de Seguridad.
En el trienio siguiente, Yudhoyono ejerció como uno de los hombres fuertes del Gabinete, sensación que se acentuó a medida que la presidenta, fiel a su estilo taciturno, restringía sus apariciones públicas y dosificaba sus mensajes a la nación, lo que no le hacía ningún servicio a su popularidad. El ministro jugó un papel principal en el tratamiento de los dos frentes de inseguridad que inquietaron al archipiélago. Uno era antiguo, la situación en las islas exteriores, y en particular en Aceh.
En diciembre de 2002, Yudhoyono, representando al Gobierno, firmó con los rebeldes del GAM en Ginebra un acuerdo que fue calificado de paz, aunque se trató propiamente de un parón en las hostilidades, a falta de compromisos concretos en torno a los aspectos políticos y económicos del conflicto. Sin esos mimbres, el alto el fuego colapsó en mayo de 2003. Ese mes, Yudhoyono fue el encargado de anunciar la declaración del estado de emergencia en la región, decreto que preludió el lanzamiento de una vasta operación militar aderezada con los llamamientos del comandante en jefe de las TNI, general Endriartono Sutarto, a "cazar" y "destruir" a los rebeldes. Más comedido en las formas pero igual de contundente en el fondo, Yudhoyono informó que el Ejecutivo no buscaría una solución permanente del conflicto y apostaría por la vía militar hasta la completa rendición del GAM a menos que la guerrilla transigiera con la oferta de una autonomía especial y se olvidara del secesionismo.
Más alarmante resultó la irrupción violenta del integrismo islamista conectado a Al Qaeda, con el terrible atentado con coche bomba del 12 de octubre de 2002 contra dos discotecas en la isla de Bali, que mató a 202 personas, cerca de la mitad turistas australianos, y que causó un daño inmenso a la industria turística, una fuente importantísima de ingresos. El ataque, imputado a una organización extremista local, la Jemaah Islamiah, fue un punto de inflexión en la actitud del Gobierno indonesio hacia el terrorismo internacional de matriz islamista, que desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos se había caracterizado por una prudencia contentiva, para no galvanizar los sentimientos antiestadounidenses y sectarios de los elementos islámicos más radicales, con todo, minoritarios en un país donde las interpretaciones del Islam se han movido tradicionalmente por unos cauces de racionalidad y tolerancia, pero sin menoscabo de la piedad religiosa.
Tras la atrocidad de Bali, Sukarnoputri ordenó la persecución implacable de los culpables y se tomó más en serio las exhortaciones de Washington a que rastreara y frenara las andanzas de Al Qaeda en el país. Todo indica que Yudhoyono y otros miembros del Gabinete con mentalidad militar y peritos en las problemáticas de la seguridad ejercieron su ascendiente en la presidenta para aplicar una política más enérgica frente a este tipo de amenazas. El ministro intensificó su proyección pública a raíz del siguiente zarpazo terrorista que sufrió el archipiélago, el atentado suicida del 5 de agosto de 2003 contra un hotel de Yakarta, en pleno centro de negocios de la capital, con un balance de 13 muertos. De nuevo, el general retirado supervisó el dispositivo especial para capturar a los responsables y se deshizo en palabras de dureza contra la violencia islamista, y eso a pesar del clima reinante de profundo rechazo a la invasión estadounidense de Irak, vista por muchos fieles musulmanes como una agresión de la superpotencia occidental al Islam.
Entonces, faltaba menos de un año para las elecciones legislativas y, por primera vez desde la independencia, para unas presidenciales directas también. Ésto era así porque en agosto de 2002, la MPR, en una sesión histórica, había enmendado la Constitución de 1945 para permitir la elección del jefe del Estado por sufragio universal, en lugar de la votación parlamentaria, y de paso para eliminar la cuota de las TNI en la DPR, que en lo sucesivo sería elegida en las urnas en su totalidad. Así, las elecciones de 2004 ofrecían un cariz democrático sin precedentes.
Yudhoyono era un precandidato muy fuerte, según indicaban los sondeos, y se dejó cortejar por el PKB de Wahid y el Partido del Mandato Nacional (PAN) de Amien Raïs, rival del anterior por la captación del voto religioso moderado y jefe de la otra gran organización musulmana de masas con implantación urbana, la Muhammadiyah. Sin embargo, las negociaciones que prosperaron fueron las entabladas con el Partido Democrático (PD) del profesor Subur Budhisantoso. El PD era una formación nueva, fundada en septiembre de 2001, de carácter laico y que podía ser ubicada en el centro del arco de partidos indonesios. Decía basar su ideario en el principio, formulado por Sukarno, del Pancasila, lo cual no constituía precisamente una seña de distinción, ya que esta noción la proclamaban como propia tanto el PDIP como el Golkar; es más, está contenida en el preámbulo de la Constitución de 1945, pudiendo ser considerada la ideología del Estado. El Pancasila descansa en cinco preceptos: la creencia en Dios, la unidad nacional, el humanismo internacional, la democracia representativa y la justicia social.
En febrero de 2004 Yudhoyono declaró que estaba listo para abandonar el Gabinete tan pronto como algún partido le nominara su candidato presidencial, cosa que no sucedería hasta después de las legislativas del 5 de abril. Sin embargo, la baja gubernamental se produjo antes, el 11 de marzo; en su dimisión, Yudhoyono afirmó que la presidenta le había estado ninguneando y que últimamente ya no le consultaba sobre cuestiones de seguridad, todo a raíz de confirmar él sus ambiciones presidenciales. Días atrás, el polémico –por lenguaraz y por sospechoso de corrupto- esposo de Sukarnoputri, Taufik Kiemas, se había referido al "comportamiento infantil" de Yudhoyono por quejarse de marginación en el proceso de toma de decisiones del Ejecutivo.
Las legislativas del 5 de abril produjeron una DPR de lo más segmentada, sin un partido dominante: el primer puesto, con el 21,6% de los sufragios y 128 escaños, fue para el Golkar de Tandjung, seguido por un desvaído PDIP con el 18,5% y 109 –fuerte retroceso que animaba a lanzar pronósticos nada halagüeños sobre las posibilidades de reelección de Sukarnoputri-, y el PKB con el 10,6% y 52. El PD quedó en un relativamente meritorio quinto lugar, con el 7,5% de los votos y 57 diputados. De los 88 escaños extra decididos en estos comicios, 50 por ampliación del hemiciclo y los 38 que hasta ahora eran adjudicados a los militares, se beneficiaron sobre todo la formaciones menores. Puesto que, tal como exigía el nuevo marco legal, el PD había superado el listón del 5% de los votos –o el 3% de los escaños-, tenía derecho a presentar un candidato a las elecciones presidenciales. Pudo así materializarse el compromiso entre el PD y Yudhoyono, quien, de nuevo con arreglo a la ley, se afilió al partido para poder ser proclamado aspirante el 7 de mayo.
El ex ministro desarrolló una campaña colorista, con derroche de guiños populares y con el optimismo de quien se sabía el gran favorito. Sin escapar de la parquedad o el generalismo típicos de los programas de todos los candidatos presidenciales, Yudhoyono habló sobre todo de suprimir la corrupción, mal percibido como omnipresente bajo la administración de Sukarnoputri, de reducir la burocracia en la maquinaria del Estado y de mantener alta la guardia en el combate contra el terrorismo.
En el primer y segundo terrenos, su reputación de servidor íntegro y eficiente deparaba credibilidad a sus promesas, aunque se guardó de precisar si las reformas antiburocráticas afectarían también a las TNI, donde el desmantelamiento de estructuras consideradas superfluas por muchos observadores, como el Kaster, su última comandancia como militar en activo, supondría también un gran avance en el fortalecimiento del elemento civil del Estado. En cuanto a los retos para la seguridad, la insistencia en las apelaciones antiterroristas resultaba muy atractiva para el Gobierno de George W. Bush en Estados Unidos, que venía acogiendo con frustración o impaciencia la postura de Sukarnoputri frente a la amenaza integrista, a su juicio, todavía no exenta de tibieza. De hecho, Yudhoyono era el único dirigente político indonesio que empleaba un lenguaje vehemente de compromiso con la lucha global contra el terrorismo, un poco en la línea de lo pregonado, con cumplimientos prácticos, por los gobiernos filipino, pakistaní o afgano.
Yudhoyono, que fomentó por intereses de mercadotecnia electoral la designación popular de SBY, alias formado por las iniciales de sus tres rimbombantes nombres (no tratándose de apellidos, no usados en Java) y que en conjunto, por significado, daban pie al lema "aquel que es decente y vence en toda batalla", puso énfasis en la necesidad de un "liderazgo fuerte" para Indonesia, lo que pasaba por la mano dura contra el terrorismo y una "nueva aproximación" a los conflictos regionales, en especial el de Aceh. Con un posibilismo desusado incluso para él, el general recalcó que Aceh precisaba de autogobierno, reconstrucción económica, rehabilitación social, autoafirmación cultural y "otros métodos no violentos", poniendo a un mismo nivel de importancia el cierre de la puerta al secesionismo -y ahí el Ejército seguía teniendo una función que realizar-, y la resolución del viejo conflicto por cauces políticos.
En cuanto a la economía, que, todavía en estado de convalecencia, arrojaba los resultados más esperanzadores desde la crisis de 1998, Yudhoyono pasó por alto los pormenores y ofreció lo mismo que sus contrincantes, meras metas evidentes por sí mismas: reducir la pobreza, generar empleo, elevar el poder adquisitivo de la población, desarrollar infraestructuras y crear un clima favorable para el capital inversor. Con todo, entre los gobiernos de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), y más explícitamente en la comunidad empresarial y financiera, los deseos de victoria se centraron en el candidato del PD.
En la primera vuelta electoral, el 5 de julio, Yudhoyono se enfrentó a Sukarnoputri, el general Wiranto por el Golkar –quien le nominó pese a su limitado gancho, con sus mensajes de ley y orden, y pese a que el tribunal penal mixto de Dili, organizado por la ONU y el Gobierno timorés, acababa de emitir en su contra una orden de arresto por crímenes contra la humanidad, de acuerdo con los cargos formulados in absentia en febrero de 2003), Amien Raïs por el PAN y Hamzah Haz por el PPP. Las encuestas acertaron y el general retirado se puso en cabeza con el 33,6% de los votos, seguido por la titular reeleccionista con el 26,2%.
Yudhoyono y su compañero de fórmula, Muhammad Yusuf Kalla, un empresario con experiencia ministerial en los gabinetes de Wahid y Sukarnoputri y que hasta fecha reciente había pertenecido a la dirigencia del Golkar, acudieron a la segunda vuelta con un respaldo partidista algo menos fuerte que el de sus rivales: además del Partido de la Justicia y la Unidad de Indonesia (PKPI) y, para inquietud de algunos, el Partido de la Estrella Creciente (PBB) de Yusril Ihza Mahendra -antiguo corifeo de Suharto y ahora el ministro de Justicia de Sukarnoputri, conocido por su islamismo puntilloso y sus llamamientos a implantar la sharía en Indonesia-, que ya hicieron campaña con el PD en la primera ronda, pidió el voto para ellos el Partido de la Justicia y la Prosperidad (PKS) de Hidayat Nur Wahid. El PBB y el PKS podían calificarse de partidos musulmanes de derecha.
Con Sukarnoputri se alinearon el Golkar (aunque Wiranto dejó libertad de voto a sus seguidores), el PPP, el Partido de la Paz y la Prosperidad (PDS, valedor de los intereses de la minoría cristiana), el Partido de la Estrella y la Reforma (PBR, que al principio había estado con Yudhoyono) y el Partido de la Preocupación por una Nación Funcional (PKPB), fuerza formada en 2002 por los incondicionales de Suharto y encabezada entre otros por la propia hija del ex dictador, Siti Hardiyanti Rukmana, alias Tutut. Wahid y Raïs se declararon neutrales, si bien el primero, que no había podido presentarse a las presidenciales por su mala salud, hizo algunos amagos favorables a Yudhoyono.
En cualquier caso, prevaleció el deseo personal del electorado, al margen de las orientaciones impartidas por los cabezas de facción, tal que el 20 de septiembre Yudhoyono triunfó con un rotundo 60,9%. Unos días antes, el 9 de septiembre, el Estado musulmán más grande del mundo encajó el tercer atentado terrorista de dimensiones mortíferas: un coche bomba hecho estallar por un suicida contra la embajada australiana en Yakarta, con el resultado de 11 víctimas mortales, todas de nacionalidad indonesia.
El 20 de octubre de 2004, sin la asistencia de la mandataria saliente, que se negaba a reconocer su derrota, Yudhoyono tomó posesión como el sexto presidente de Indonesia, primero revestido de la legitimidad añadida que brinda el sufragio universal directo, y con un mandato de cinco años, rodeado de grandes expectativas populares y reiterando sus promesas de un Gobierno limpio, eficiente y respetuoso con la ley. En las horas siguientes, alineó un Gabinete de coalición de 36 miembros con carteras para el PD, el PKS y el PBB, sin faltar Yusril Mahendra, que se quedó con una secretaría de Estado, y, en aras de la concordia de amplia base, también para el PPP, el PAN y el PKB, cuyo presidente, Alwi Abdurrahman Shihab, tomó a su cargo el Ministerio de Coordinación del Bienestar Social. Es decir, estuvieron representados en el Ejecutivo todos los partidos situados entre la tercera y la octava posición en el Parlamento.
Otros ministros no estaban políticamente adscritos, como el magnate Aburizal Bakrie, propietario de un imperio empresarial acosado por las deudas, al que Yudhoyono encomendó coordinar la Economía. Este nombramiento en especial fue recibido como una mala señal por los operadores del mercado, que expresaron también sus dudas sobre la presencia de unos cuantos viejos rostros de anteriores ejecutivos, lo cual no parecía constituir la mejor carta de presentación de un presidente dispuesto a mandar sin someterse a los intereses corporativos de la élite política tradicional.
No obstante, Yudhoyono miraba sobre todo por la estabilidad, la cual se antojaba bastante precaria al no poder contar, por el momento, con más apoyos parlamentarios que los brindados por sus aliados electorales, más el PPP y el PAN. El PKB, pese a su presencia en el Ejecutivo, se negaba a sellar un compromiso de legislatura con el oficialismo, cuyo Bloque Popular sólo alcanzaba los 233 diputados. En frente tenía al Bloque Nacional liderado por el Golkar y secundado por el PDIP, que sumaba 275 legisladores, exactamente la mitad de la Cámara.
Por otra parte, los colectivos sociales más pendientes de los progresos en la desmilitarización de las instituciones del Estado, así como preocupados por el esclarecimiento de los crímenes y abusos perpetrados por el Ejército en los años pasados, no pudieron sino contemplar con estupor la presencia de nada menos que cinco altos oficiales en situación de retiro, entre ellos el almirante Widodo Adisutjipto, que sucediera a Wiranto al frente de las TNI, en el omnipresente Ministerio Coordinador de Asuntos Políticos, Legales y de Seguridad, y el teniente general Muhammad Maaruf, en Interior. En añadidura, el ministro de Defensa con Wahid, Yuwono Sudarsono, un civil, recuperó su antiguo puesto.
(Cobertura informativa hasta 1/11/2004)