Sigmar Gabriel

El presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Sigmar Gabriel, es desde el 17 de diciembre de 2013 el vicecanciller federal y ministro de Economía del tercer Gabinete de Angela Merkel, el cual recupera la fórmula de la Gran Coalición. Los resultados de las elecciones de septiembre al Bundestag, que situaron a la CDU/CSU al borde de la mayoría absoluta y concedieron al SPD, sumido en su mayor flojera desde la creación de la RFA, una pobre recuperación, empujaron a Gabriel a aceptar la oferta de acuerdo de Merkel y los democristianos, quienes ya no podían contar con los hundidos liberales del FDP, sus socios en la anterior legislatura. Eso, a pesar de que durante la campaña Gabriel reiteró su desinterés en la Gran Coalición y su confianza en salir de la oposición montado en una alianza con Los Verdes, como en 1998-2005.

Este antiguo profesor de escuela, discípulo de Gerhard Schröder y ministro-presidente del estado de Baja Sajonia ya participó en el primer Gobierno Merkel, entre 2005 y 2009, como titular de Medio Ambiente, antes de ser elegido presidente de una formación sumida en una aguda crisis de mando e identidad. Tras tocar fondo en la gran debacle electoral de 2009, el SPD alzó la cabeza con el liderazgo compartido de Gabriel, Frank-Walter Steinmeier, el jefe del grupo parlamentario y ex ministro de Exteriores, y Peer Steinbrück, el ex ministro de Finanzas. Movido por un complejo cálculo electoral, el triunvirato de facto exploró las posibilidades de perfilar el ideario de izquierdas pero sin abandonar el pragmatismo de centro, advertido en su oposición muelle a la política europea de Merkel.

En 2013, los estandartes de la "justicia social" y la lucha contra la desigualdad enarbolados por Gabriel y el candidato a canciller, Steinbrück, no encandilaron a los electores alemanes, que prefirieron premiar a Merkel por sus logros económicos. Tras las decepcionantes votaciones de septiembre, Gabriel se resignó a entrar en tratos de gobierno con la canciller e impuso una parsimoniosa negociación a tres bandas que al final ha conseguido dar satisfacción a buena parte de las demandas del SPD. Entre estas figuran el salario mínimo por ley –una histórica reivindicación social-, la pensión mínima solidaria, la flexibilización de la jubilación a los 67 años, la paridad salarial de hombres y mujeres, el aumento de las inversiones en transportes, educación y ciencia, el refuerzo de la regulación bancaria y la doble nacionalidad de los hijos de los inmigrantes.

A cambio, los socialdemócratas asumen metas de equilibrio fiscal, liquidación de déficit y reducción de deuda pública (aunque no queda claro cómo podrán conciliarse estos objetivos con los nuevos compromisos de gasto público), renuncian a subir los impuestos a los que más ganan, aparcan la equiparación de derechos de las uniones homosexuales y dan manos libres a Merkel para seguir imponiendo en la UE sus criterios de unión bancaria sin unión de la deuda y de austeridad prioritaria sobre el crecimiento. Por lo demás, la inauguración del Ejecutivo Merkel-Gabriel coincide con una ralentización del PIB alemán, que no termina de despegar.

(Texto actualizado hasta diciembre 2013)

1. Carrera en los socialdemócratas de Baja Sajonia
2. Miembro del primer Gabinete Merkel y llegada a la presidencia del Partido
3. Oposición acomodaticia al Gobierno Merkel II y nuevo fracaso electoral del SPD en 2013
4. Vicecanciller de la segunda Gran Coalición con la CDU/CSU


1. Carrera en los socialdemócratas de Baja Sajonia

Hijo de un funcionario municipal de ideas nazis y de una enfermera, sus padres, de fe protestante, se separaron cuando él tenía tres años. A diferencia de su hermana mayor, Gudrun, que permaneció con la madre, Sigmar quedó bajo el cuidado del padre, quien le crío con la ayuda de la abuela del niño en una zona residencial de Goslar, histórica población del estado de Baja Sajonia, al sudeste de Hanóver.

Cuando Gabriel tenía 10 años, su madre ganó el pleito por su custodia legal con su ex marido. El hoy estadista recuerda con amargura la infancia transcurrida con su padre divorciado, al que retrata en términos muy negativos, acusándole de maltrato psicológico y abandono, hasta el punto de descarriarse y de convertirse él en un "delincuente juvenil". Sólo la influencia benéfica de su madre le permitió enderezarse, recuerda Gabriel, quien no descubrió las convicciones nacionalsocialistas de su progenitor hasta cumplidos los 18 años, tras lo cual ya no quiso saber nada de él. Walter Gabriel falleció en 2012 superados los 90 años y luego de haber acusado a su hijo de haberle abandonado.

La educación escolar del futuro dirigente político discurrió en diversos centros de Goslar y en 1979, con un retraso académico de un año, superó los exámenes finales de la enseñanza secundaria (Abitur) en el Ratsgymnasium local, uno de los colegios con más solera de Baja Sajonia, tras lo cual quedó cualificado para ingresar en la universidad. Sin embargo, antes prestó el servicio militar obligatorio de dos años en la Bundeswehr, donde sirvió en una unidad de radar. En 1982 el joven se matriculó en la Georg-August-Universität de Gotinga para recibir una formación en magisterio que incluía las disciplinas de Lenguaje y Literatura Alemanes, Ciencias Políticas y Sociología. Para costearse los estudios, trabajó como recepcionista nocturno en un hotel de Gotinga y en la Federación Alemana de Sindicatos (DGB).

En 1987 Gabriel completó la titulación universitaria y realizó la primera prueba de aptitud para ejercer como profesor en las escuelas de educación secundaria de Baja Sajonia. Empezó dando clases con un contrato en prácticas en el Christian-von-Dohm-Gymnasium de Goslar y en 1989, una vez aprobado el segundo examen estatal de magisterio, pasó a impartir docencia a adultos en el Instituto de Formación de Colegios Comunitarios de Baja Sajonia (BNVHS GmbH), asimismo en Goslar.

Junto con la vocación lectiva, Gabriel desarrolló una temprana militancia política izquierdista que se situaba en las antípodas del pensamiento de su padre. Desde 1976 estuvo activo en la Sozialistische Jugend Deutschlands-Die Falken (SJD), Los Halcones, una organización juvenil en la órbita del Partido Social Demócrata (SPD). En 1977, al alcanzar la mayoría de edad y siendo alumno todavía del Ratsgymnasium, se inscribió como miembro del SPD, que en aquellos años gobernaba la República Federal con el canciller Helmut Schmidt. En su etapa de universitario, Gabriel se hizo notar en Los Halcones como un activista del ala juvenil socialdemócrata más antimilitarista y escorada a la extrema izquierda, posturas que entraban en conflicto con el proatlantismo de Schmidt. Entre 1983 y 1989, en paralelo a la carrera de magisterio y a su primer trabajo docente remunerado, Gabriel fue educador vocacional de adultos en los ambientes sindicales de las centrales ÖTV e IG Metall.

En 1987, a la vez que debutaba en la profesión pedagógica, llamada a tener corta vida, pues concluyó en el curso 1989-1990, Gabriel ganó un puesto de regidor en la Asamblea del Distrito (Kreistag) de Goslar. Se trató de su primer cometido en la administración pública de su estado y del primer jalón de una carrera en la política representativa cuyos siguientes pasos iban a ser sus entradas en 1990 como diputado en la Asamblea Estatal (Landtag) de Baja Sajonia y en 1991 como concejal en el Ayuntamiento de Goslar. Hasta 1998, cuando abandonó el Kreistag de Goslar, Gabriel desempeñó a la vez tres mandatos en otros tantos niveles de la administración de Baja Sajonia. En las instituciones de Goslar y Hanóver fue portavoz, responsable o presidente de diversas áreas de gestión, con mención destacada de la de Medio Ambiente.

En todos estos años, mientras lideraba la oposición al Gobierno Federal del democristiano Helmut Kohl, el SPD dominó la escena política bajosajona con el carismático Gerhard Schröder, el ministro-presidente del Land. El 27 de octubre de 1998 Schröder llegó a la Cancillería Federal como resultado de la gran victoria obtenida por el Partido sobre la CDU de Kohl en las elecciones del 27 de septiembre al Bundestag, donde los socialdemócratas formaron un bloque oficialista con Los Verdes. Para entonces, Gabriel ya llevaba unos meses fungiendo de jefe del grupo parlamentario del SDP en el Landtag, luego de haberse desempeñado como número dos de su bancada desde 1997, función aquella en la que fue ahora ratificado por el nuevo ministro-presidente estatal, Gerhard Glogowski.

Considerado un fiel acólito de Schröder, en abril de 1999 Gabriel fue elegido por los asistentes a un congreso extraordinario del SPD celebrado en Bonn miembro de la Ejecutiva del Partido o Parteivorstand. La entrada de Gabriel en la plana mayor del SPD federal se enmarcó en el cierre de la crisis abierta por la dimisión en marzo de Oskar Lafontaine, cabeza visible del ala izquierda y disconforme con la estrategia reformista del Nuevo Centro acuñada por el canciller, como ministro de Finanzas y presidente del Partido, cargo este último en el que fue sucedido por el propio Schröder. En noviembre de 1999 Glogowski se vio obligado a dimitir al trascender una serie de chanchullos financieros y el SPD estatal decidió que su sustituto fuera no el presidente de la formación, Edelgard Bulmahn, sino Gabriel. El 15 de diciembre el antiguo profesor de escuela, con 40 años, se convirtió en el tercer ministro-presidente de Baja Sajonia en una legislatura de mayoría socialdemócrata que todavía iba por su segundo año. Entonces, Gabriel puso fin a 12 años de regidor municipal en su población natal.

El descontento popular por la crisis económica, el aumento del paro y las baterías de medidas fiscales y tributarias adoptadas por los ejecutivos de Gabriel y Schröder para ajustar sus malparadas cuentas tuvo una expresión demoledora en las elecciones al Landtag del 2 de febrero de 2003. Con el 33,4% de los sufragios, el SPD regional perdió 14,5 puntos de voto y una veintena de escaños, en los que fueron sus peores resultados desde la creación de la RFA en 1949. El 4 de marzo de 2003 un cariacontecido Gabriel traspasó el testigo al rotundo ganador, el democristiano Christian Wulff, quien formó un Gobierno de coalición con los liberales del FDP. El hundimiento del SPD en Baja Sajonia, el cuarto Land más populoso de Alemania, fue interpretado como un voto de castigo a Schröder, tanto más porque el canciller, aunque oriundo de la vecina Renania del Norte-Westfalia, había cimentado su carrera política en este estado. Además, el corrimiento de fuerzas en el hemiciclo de Hanóver se tradujo en una firme mayoría opositora de la CDU de Angela Merkel en el Bundesrat, la Cámara alta del Parlamento Federal.

Gabriel siguió en la política regional como jefe del grupo parlamentario del SPD en la oposición al Gobierno Wulff y compartiendo el liderazgo con el presidente del Partido en el Land, Wolfgang Jüttner. También, tomó un rol menor como presidente del Partido en el distrito de Braunschweig y encontró compatible con sus responsabilidades públicas la firma de un contrato con el sector privado, como consultor de una compañía de servicios empresariales que asesoraba a la Volkswagen sobre política industrial europea. Sin embargo, si su nombre se mantuvo en el candelero, y en términos nada envidiables, fue a raíz de aceptar el pintoresco cometido de Delegado para la Cultura y el Discurso Populares del SPD (Beauftragten für Popkultur und Popdiskurs der SPD, en corto, Popbeauftragter). La oficina, montada por el SPD como parte de una estrategia precipitada para recobrar el favor del electorado de cara a unas elecciones federales, las de 2005, que no pintaban nada bien, hizo acreedor a su titular del apodo de Siggi Pop, una evocación humorística tanto del cantante Iggy Pop como de David Bowie en su faceta glam de Ziggy Stardust.


2. Miembro del primer Gabinete Merkel y llegada a la presidencia del Partido

La carrera política de Gabriel remontó vuelo en las elecciones federales del 18 de septiembre de 2005, que produjeron un inesperado empate técnico entre el SPD y la CDU/CSU, creándose un atolladero político del que sólo pudo salirse desempolvando la fórmula de la Gran Coalición, con Merkel de canciller y los socialdemócratas Franz Müntefering de vicecanciller, Frank-Walter Steinmeier de ministro de Exteriores y Peer Steinbrück de responsable de Finanzas.

El ex gobernante de Baja Sajonia permutó su viejo escaño en el Landtag por el nuevo del Bundestag, donde pasó a representar la circunscripción de Salzgitter-Wolfenbüttel, que incluía a Goslar, y el 22 de noviembre se estrenó en el Gobierno Federal como ministro de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear. Desde este Ministerio, que daba satisfacción a una vieja afinidad sectorial, Gabriel se propuso continuar la política ecologista y antinuclear de su predecesor, el verde Jurgen Trittin. De esta manera, el Gobierno de Gran Coalición ratificó la moratoria nuclear decidida por el Gobierno Schröder en 2001 y que preveía el cierre paulatino de las 17 centrales en servicio entre 2008 y 2022.

La otra pata de la estrategia conservacionista de Gabriel era la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global. En este frente, que tuvo a Merkel como máximo paladín, Berlín se empleó a fondo en el primer semestre de 2007, cuando implicó a los socios de la UE en un ambicioso compromiso para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y apostar sin reservas por las energías renovables y limpias, y lideró la defensa europea del Protocolo de Kyoto frente al escepticismo de Estados Unidos en la Cumbre del G8 en Heiligendamm. Las relaciones de Gabriel, Müntefering, Steinmeier y Steinbrück con Merkel y los democristianos podían ser fluidas, pero en el SPD crecía la incomodidad por el pacto con el centro-derecha, que amenazaba con diluir, sobre todo en el terreno económico del ajuste fiscal y el saneamiento de las cuentas públicas aun a costa de hacer crecer las desigualdades sociales –y cuya base conceptual no era sino la "modernizadora" Agenda 2010 diseñada por Schröder un lustro atrás- los principios socialdemócratas. Una crisis ideológica y de liderazgo se apoderó del SPD.

En abril de 2006 el presidente del Partido desde noviembre anterior, Matthias Platzeck, dimitió inesperadamente aduciendo motivos de salud. Su sucesor, Kurt Beck, ministro-presidente de Renania-Palatinado y partidario de perfilar mejor la identidad socialdemócrata, tuvo que enfrentar los pésimos sondeos de intención de voto y la irrupción amenazadora de Die Linke, el nuevo partido nítidamente de izquierdas nacido de la fusión del WASG, la escisión del SPD capitaneada por Lafontaine en 2005, y los ex comunistas germanoorientales del Partido del Socialismo Democrático (PDS) de Lothar Bisky. Por si fuera poco, de puertas para adentro presionaba el ala izquierda que representaban las Juventudes Socialistas, los Jusos, y el sector en torno a su antigua líder, Andrea Nahles.

En octubre de 2007 Gabriel, tras dos años fuera de esta instancia, regresó a la Ejecutiva del SPD en el Congreso ordinario que ratificó en el mando a Beck y que supuso un cierto giro a la izquierda del Partido. Al poco, Müntefering dimitió como vicecanciller y el ministro de Exteriores, Steinmeier, asumió el puesto. En septiembre de 2008, el vendaval de críticas por haber incumplido su promesa de no llegar a acuerdos de gobierno en los Länder con Die Linke precipitó la renuncia de Beck, quien fue reemplazado por Müntefering, presidente de la formación por segunda vez en tres años, al tiempo que Steinmeier lanzaba su candidatura a canciller en las elecciones federales de 2009.

Con Steinmeier de cabeza de cartel, el SPD acudió a los comicios del 27 de septiembre de 2009 firmemente dispuesto a no repetir la experiencia de la Gran Coalición, pero inquieto por las lúgubres encuestas electorales. Merkel, aunque podía llegar a entenderse con personas como Gabriel y Steinbrück, que comulgaban con el pensamiento pragmático de Schröder, consideraba que el SPD había virado a la izquierda y ya no podía ser un socio de gobierno fiable, así que decidió apostar por una alianza tradicional con el FDP de Guido Westerwelle de cara a la próxima legislatura.

La falta de gancho de Steinmeier y el deplorable espectáculo de desunión, si no de caos, que habían dado los socialdemócratas a lo largo de la legislatura se combinaron para hacer realidad el temido descalabro: el SPD, con el 23% de los votos y 146 diputados en el Bundestag, 11,2 puntos y 76 escaños menos que en 2005, cosechó sus peores resultados en la historia de la República Federal. Reelegido en su escaño por Salzgitter-Wolfenbüttel, Gabriel fue señalado como uno de los pocos dirigentes socialdemócratas no erosionados por la "catástrofe" electoral. Müntefering optó por no continuar en la Presidencia del partido, Steinbrück prefirió también apartarse de la cúpula y el derrotado Steinmeier, aunque siguió en la brecha como jefe del grupo parlamentario en el Bundestag y cabeza formal de la oposición al próximo Gobierno Merkel, no se encontraba en condiciones de llevar por sí sólo el liderazgo del SPD.

Se imponía la elección de un nuevo presidente nacional y el 5 de octubre la Ejecutiva, con el 77,7% de los votos, se decantó por Gabriel para el puesto cimero. La nominación fue aprobada el 13 de noviembre en un Congreso ordinario celebrado en Dresde, donde el todavía ministro del Medio Ambiente arrancó el plácet del 94,2% de los delegados. En la Secretaría General, Hubertus Heil dio paso a Andrea Nahles. El 28 de octubre cesaron las responsabilidades gubernamentales de Gabriel al tomar posesión el segundo Gabinete Merkel de democristianos, socialcristianos bávaros y liberales.


3. Oposición acomodaticia al Gobierno Merkel II y nuevo fracaso electoral del SPD en 2013

En su discurso en el Congreso de Dresden, descrito sin exageración como el del "relevo generacional" en el SPD (Gabriel era 19 años más joven que Müntefering), el nuevo presidente nacional intentó insuflar optimismo a sus huestes dejando clara su intención de disputarle a Merkel y los democristianos el centro político, pero sin incurrir en los errores estratégicos del pasado, motivo de la actual sangría de electores y militantes, pues "en lugar de cambiar el centro, nos hemos cambiado nosotros". Se abría para el SPD un período de convalecencia y reflexión en el que Gabriel, en un guiño al ala izquierda de su partido, no descartaba además llegar a algún tipo de acuerdo con Die Linke. Sin embargo, esta última posibilidad, rechazada de plano entre otros por Steinbrück, no pasó de insinuación. En cambio, en la primera estrategia anunciada por Gabriel, sí se apreciaron abundantes movimientos a lo largo de la legislatura, aunque en un sentido mucho más contemporizador que combativo.

Con el fin de "reconquistar el centro", hábilmente arrebatado por Merkel, los socialdemócratas probaron primero a marcar las distancias de las políticas económicas y sociales caras a la canciller, políticas de las que ellos habían sido en buena medida artífices y ejecutores entre 2003 y 2009, para luego aceptar como inamovibles importantes reformas estructurales. Fue el caso, por ejemplo, del retraso de la edad de jubilación a los 67 años, uno de los principales frutos de la grosse koalition de 2005-2009. Algo parecido sucedió con respecto a la actitud adoptada por Merkel ante la gran crisis de la deuda de la Eurozona. Así, de vapulear la gestión por Berlín de las operaciones de rescate de los socios del euro con problemas de solvencia, en particular Grecia, y el énfasis machacón de la canciller en la austeridad presupuestaria, el SPD pasó a compartir la negativa tajante de Merkel a la emisión de eurobonos, muy impopulares en Alemania, y a ofrecerle colaboración para sacar adelante un tratado de la UE que estableciera la prioridad absoluta del control del déficit.

Con ello, Gabriel, que ostentaba una de las vicepresidencia de la Internacional Socialista, se apartó un tanto del discurso del nuevo presidente socialista de Francia, François Hollande. Por otro lado, en estos años el dirigente socialdemócrata se mostró al público como un político que podía despacharse sobre cuestiones polémicas sin pelos en la lengua. Por ejemplo, no tuvo ambages en tachar de "violencia verbal" y "renacimiento de la eugenesia" las polémicas opiniones de su colega de partido Thilo Sarrazin sobre la necesidad de restringir la inmigración en Alemania y sobre el fracaso del modelo de integración cultural de los musulmanes, y en describir como "régimen de apartheid" el "vacío legal" al que el Estado de Israel sometía a la población palestina de Hebrón en la Cisjordania ocupada.

La oposición blanda del SPD de Gabriel llegó a su cenit en junio de 2012. Entonces, los diputados socialdemócratas sumaron sus votos, imprescindibles al requerir las medidas la mayoría de los dos tercios, a la aprobación por el Bundestag del Pacto Fiscal Europeo, firmado en marzo anterior por 25 gobiernos de la UE, y del nuevo fondo permanente de rescate de la Eurozona, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). La condición puesta por el SPD a Merkel para su luz verde al Pacto Fiscal fue que la exigencia por ley de la llamada regla de oro (no gastar más de lo recaudado y limitar los déficits públicos estructurales al 0,5% del PIB) se complementara con medidas concretas de control de los mercados financieros y de impulso al crecimiento y el empleo, como podían ser el gravamen sobre las transacciones financieras, la orientación de los fondos estructurales europeos a objetivos de crecimiento sostenible y la emisión de deuda europea vinculada a proyectos concretos (pero nunca en forma de eurobonos).

Para entonces, el liderazgo del SPD ya era ostensiblemente ejercido por un virtual triunvirato o troika de facto que conformaban Gabriel al frente del Parteivorstand, Steinmeier en el mando de la bancada del Bundestag y Steinbrück, quien a pesar de no ocupar ningún cargo relevante empezó a promocionarse de manera implícita como aspirante socialdemócrata a canciller en las elecciones federales de 2013. Los observadores no descartaban para esa misión a Gabriel, pero lo cierto fue que el presidente orgánico, reelegido el 5 de diciembre de 2011 con el 91,6% de los votos en el Congreso bianual celebrado en Berlín, no hizo ningún gesto que trasluciera tal ambición.

El 28 de septiembre de 2012, dando una apariencia de gran consenso, el SPD confirmó que su cabeza de cartel para batirse con Merkel en 2013 iba a ser Steinbrück. La elección de este pugnaz miembro del ala liberal y más conservadora del SPD, que como ministro se había mostrado bastante reacio a tirar de recetas keynesianas para empujar la demanda interna y acelerar la salida de la recesión por su capacidad de desbaratar los balances de déficit y deuda, indicó a las claras que la presidencia de Gabriel en modo alguno había supuesto un viraje a la izquierda. El 1 de octubre de 2012 Gabriel en persona hizo oficial la nominación del ex ministro de Finanzas y el 9 de diciembre el Congreso extraordinario de Hanóver aprobó la candidatura. El objetivo era regresar al poder montados en la coalición roji-verde que tan buenos resultados había dado entre 1998 y 2005.

Los últimos sondeos de intención de voto señalaban que la CDU/CSU seguía llevando una ventaja clara en la competición individual de partidos. Así había sido prácticamente sin interrupción desde el comienzo de la legislatura en 2009 –y la tendencia no iba a cambiar en el año que restaba para su conclusión-, aunque la extrema debilidad de su socio seguramente ineludible, el FDP, confería más posibilidades a un Gobierno bipartito del SPD y Los Verdes. Ahora bien, cuando se preguntaba a los encuestados por sus preferencias de canciller y de coalición gobernante, la mayoría se decantaba por Merkel y, dato significativo, por la Gran Coalición, justamente el tipo de pacto que Gabriel y Steinbrück aseguraban no contemplar ni por asomo.

En febrero de 2013 Stephan Weil recuperó para el SPD el Gobierno de Baja Sajonia, una década después de la presidencia de Gabriel. Los comicios sajones de enero de 2013 coronaron una racha de éxitos electorales, iniciada en 2010, de las alianzas estatales de socialdemócratas y verdes en Renania del Norte-Westfalia, Hamburgo, Baden-Württemberg y nuevamente Renania del Norte-Westfalia en mayo de 2012. Este rosario de triunfos en los Länder robustecieron las esperanzas de la instalación de una coalición roji-verde en el Gobierno Federal tras las votaciones de septiembre de 2013.

Enarbolando las banderas de la "justicia social", el freno al aumento de las desigualdades y la regulación de los mercados financieros, el SPD presentó un programa electoral que buscaba marcar las diferencias y ofrecer una alternativa a Merkel en una coyuntura que, en términos globales, podía considerarse altamente positiva para Alemania, cuya economía, remolcada por las exportaciones, exhibía los logros del impacto atenuado del segundo embate de la Gran Recesión, las bajísimas cifras del paro (en buena medida gracias a la extraordinaria proliferación de los polémicos minijobs, generadores de empleo barato y precario) y un déficit casi cero.

Las principales propuestas electorales del SPD eran: una reforma fiscal con el objetivo de recaudar más dinero para invertir en educación, investigación y servicios públicos, y que se centraría en el aumento de la presión tributaria "a los ricos" con sendas subidas del impuesto sobre las rentas más altas, el impuesto de sucesiones y la tasa sobre los beneficios de capital, más la recuperación del impuesto sobre patrimonio; en relación con lo anterior, un énfasis en la persecución del fraude tributario y la evasión fiscal; la introducción de un salario mínimo interprofesional de 8,5 euros la hora; la superación de la brecha salarial entre hombres y mujeres, que deberían cobrar lo mismo por ley; nuevas medidas para consolidar la reestructuración del sector bancario; la apuesta en firme por la nueva economía digital mediante el plan Industria 4.0; y la equiparación legal entre los matrimonios heterosexuales y las uniones civiles de personas del mismo sexo.

En cuanto a Europa, Steinbrück reprochó a Merkel su "doble juego" con respecto a Grecia y su "análisis sesgado" de la crisis de las economías del euro, que llevaba a Alemania a imponer a sus socios unas recetas de austeridad antidéficit demasiado rígidas, perjudiciales para la recuperación del crecimiento. Un Gobierno suyo, prometió con el asentimiento de Gabriel, estaría firmemente comprometido con el rescate financiero de la menesterosa Grecia sin excluir ayudas adicionales, pues sin la asistencia solidaria a Atenas la defensa a ultranza de la integridad del euro no tenía credibilidad.

La campaña electoral del SPD, planeada y protagonizada por Steinbrück y Gabriel, fue complicándose por la dificultad de obtener una síntesis programática a horcajadas entre el centro y la izquierda, y por algunos bandazos en el discurso que dieron una imagen de cierta improvisación. Por ejemplo, en agosto, Gabriel, en una entrevista periodística, hizo elevar muchas cejas al asegurar que, en el caso de que el SPD llegara a la Cancillería, el aumento de la presión fiscal a las rentas altas podría quedar aparcada, e incluso procederse a una bajada de los impuestos, si la lucha contra el fraude y la evasión tenía éxito y colmaba las necesidades de recaudación.

Los últimos sondeos, publicados dos días antes de los comicios del 22 de septiembre, daban al SPD una desventaja de entre 12,5 y 14 puntos con la CDU/CSU. Sin embargo, la horquilla que fijaron las urnas fue mayor, de 15,8 puntos. Los socialdemócratas se recobraron escasamente del histórico varapalo de 2009 subiendo al 25,7% de los votos y los 193 diputados, una recuperación decididamente mezquina para la formación de Willy Brandt y Helmut Schmidt, que seguía languideciendo en su peor nivel de fuerzas desde 1949. En cambio, los conservadores de Merkel, premiada por los alemanes, volvieron a los mejores tiempos de Kohl y con 311 escaños se quedaron a solamente cinco puestos de la mayoría absoluta.

Toda vez que el desplomado FDP del vicecanciller Philipp Rösler no superó la barrera del 5% y se quedó fuera del Bundestag, y que Los Verdes sufrieron su propio revolcón y cayeron de los 68 a los 63 escaños, las dos formaciones mayoritarias, como en 2005, se encontraron sin socios naturales para gobernar. Puesto que la alianza tripartita SPD-Verdes-Die Linke (que sí alcanzaba la mayoría absoluta) ya había sido descartada de antemano por la primera agrupación y que una fórmula del tipo CDU/CSU-Verdes tenía un predicamento virtualmente nulo entre los ecologistas, todos los pensamientos giraron en torno a una reedición de la Gran Coalición. Ahora bien, de entrada, Gabriel y Steinbrück –quien anunció la dimisión de todos sus cargos salvo la diputación en el Bundestag- salieron a atemperar las expectativas del Ejecutivo "estable" que Merkel, que no quería gobernar en minoría, se apresuró a solicitarles.


4. Vicecanciller de la segunda Gran Coalición con la CDU/CSU

Tras digerir los resultados electorales, Gabriel se propuso imponer unos tiempos lentos a la formación del nuevo Gobierno y lanzó a Merkel el mensaje de que no debía dar por sentada la participación en el mismo de los socialdemócratas, a los que ahora mismo no les convenían ni los "automatismos" ni las "prisas". En la mente de todos estaba el exorbitante precio electoral pagado por el Partido por sus cuatro años como socio de Merkel, quien había capitalizado para los democristianos los logros del Ejecutivo que sacó a Alemania de la recesión de 2008-2009. Antes de emprender negociaciones formales con la CDU/CSU, los órganos directivos del SPD discutirían la situación y las opciones disponibles para fijar posiciones de partida, apuntó Gabriel. Por de pronto, desde el ala izquierda se empezó a reclamar la exigencia a Merkel de la introducción de un salario mínimo interprofesional, un aumento de la tasa impositiva máxima y la creación de una "pensión mínima solidaria".

El 4 de octubre Merkel, Gabriel y el líder de la CSU bávara, Horst Seehofer arrancaron en Berlín una ronda de conversaciones discretas que tenían como finalidad definir una plataforma de mínimos sobre la que empezar a negociar. Se trataba de un diálogo exploratorio que para los democristianos no era excluyente de una toma de contacto con Los Verdes. Sin embargo, el 16 de octubre el partido que tenía como copresidentes a Cem Özdemir y Simone Peter rechazó entrar en negociaciones de gobierno con la canciller. Definitivamente, habría Gran Coalición.

Merkel, para allanar el terreno con el SPD, empezó a hablar de gastar más en innovación e infraestructuras, y Gabriel le replicó públicamente poniendo sobre la mesa sus tres requisitos básicos para una conducción conjunta de país: el salario mínimo de 8,5 euros la hora para toda Alemania, la paridad de sueldos de los trabajadores y las trabajadoras y, efectivamente, una mayor inversión en educación e investigación. Gabriel no incluyó en este repertorio la subida de los impuestos a los que más ganasen, luego sacrificaba una de sus principales estandartes de campaña, pero pidió a la CDU/CSU que aclarara de dónde pensaba entonces obtener los ingresos para costear el aumento del gasto público. Igual suerte corrieron otras importantes promesas electorales del SPD, como la igualdad de derechos entre las uniones homosexuales y los matrimonios tradicionales.

El 17 de octubre, una vez alcanzados los preacuerdos básicos, Gabriel anunció que ya podían abrirse negociaciones oficiales con la CDU/CSU para la formación del nuevo Gobierno de coalición. Dos días después el SPD celebró una convención que autorizó a la cúpula proceder en aquella dirección sobre la base de las "líneas rojas" fijadas por Gabriel. Sin embargo, en el Congreso celebrado el Leipzig el 14 de noviembre, el presidente fue reelegido por otros dos años con un porcentaje, el 83,6% de los votos depositados por cerca de 600 delegados, que fue considerado un revés personal y una seria advertencia a la Ejecutiva. Gabriel, que volvió a hacer autocrítica de la pasada contienda electoral, constató que su intención de formar con Merkel una "coalición limitada en el tiempo y basada en la razón sobria" estaba lejos de arrancar simpatías unánimes y sí suscitaba bastante frialdad.

Para tranquilizar al ala izquierda y a la bases, el líder aseguró que el SPD no volvería a hacer una política "que traicione sus propias convicciones" y que rechazaría "los compromisos forzados" con los democristianos, aunque sí avisó que el programa electoral del Partido no iba a poder aplicarse "al cien por cien". También, abrió la puerta a un entendimiento con Die Linke para las próximas elecciones federales, en 2017.En el cónclave de Leipzig, el presidente del Parlamento Europeo y candidato de los Socialistas Europeos a presidir la Comisión de Bruselas, Martin Schulz, invitó a sus conmilitones del SPD a convertirse en el contrapeso de la CDU a la hora de conjugar la disciplina fiscal con el estímulo del crecimiento y el empleo en la UE.

Sin embargo, el borrador del acuerdo entre las formaciones no iba en esa dirección, pues Gabriel ya había transigido con el continuismo de la rígida política europea de austeridad dictada por Merkel a cambio de la adopción en casa de las reivindicaciones laborales y sociales del programa del SPD. Su aceptación por los conservadores podía considerarse un hito, ya que algunas novedades, como el salario mínimo, tenían el carácter de avance social histórico en Alemania. El 27 de noviembre, finalmente, Gabriel, Merkel y Seehofer cerraron el pacto de compromisos políticos de la Gran Coalición.

Sus principales claves eran: la introducción por ley del salario mínimo interprofesional de 8,5 euros la hora en todo el país entre 2015 y 2017; la paridad de sueldos entre hombres y mujeres; el mantenimiento de los esfuerzos de consolidación financiera con los objetivos de conseguir una balanza fiscal equilibrada (2012 había cerrado con un superávit del 0,1% y en 2013 se esperaba un déficit del 0,2%) y de reducir paulatinamente la deuda pública (situada ahora en el 81% del PIB); con ese fin, no se recurriría, en principio, a las subidas de impuestos y a partir de 2015 se dejaría de contraer deudas; la flexibilización de la jubilación a los 67 años para que los trabajadores con 45 años cotizados pudieran jubilarse a los 63; la mejora de las pensiones para las madres de hijos nacidos antes de 1992; la implantación en 2017 de una "pensión mínima de solidaridad" de 850 euros mensuales para los trabajadores con salarios bajos; y el aumento de las inversiones en infraestructuras de transportes, educación y ciencia.

El SPD, la CDU y la CSU acordaron también: la opción de la doble nacionalidad de los hijos de inmigrantes nacidos en Alemania (otra de las propuestas del SPD que Gabriel consiguió arrancar a Merkel); el reforzamiento de la supervisión bancaria y la regulación de los mercados financieros; y el mantenimiento de la meta del apagón nuclear en 2022 y del impulso a las energías renovables, de manera que para 2030 el 60% de la electricidad consumida en Alemania tuviera ese origen. No podía faltar un compromiso con Europa y con el euro, en el sentido de ratificar la necesidad de podar las deudas nacionales y aprobar reformas estructurales para ganar competitividad. En este último apartado del acuerdo de gobierno de la Gran Coalición, las referencias a las inversiones públicas generadoras de crecimiento y reductoras de paro juvenil podían considerarse más bien vagas.

A Gabriel ya sólo le quedaba una última valla que saltar antes de convertirse en el nuevo vicecanciller federal: obtener el beneplácito de los 475.000 militantes del SPD, a los que el presidente había prometido una consulta vinculante. El 14 de diciembre tuvo lugar el plebiscito interno, con un resultado mucho más positivo de lo esperado: del 77% del cuerpo electoral que acudió a votar, una tasa de participación altísima, el 75,9% se manifestó de acuerdo con el pacto de Gobierno suscrito con la CDU/CSU. Solventado este trámite postrero en el SPD, la composición del tercer Gabinete Merkel, el más prolijo de formar tras unas elecciones generales en la historia de la RFA, fue dada a conocer el 15 de diciembre.

Gabriel, además de los puestos de vicecanciller y ministro de Economía y Energía para sí, se rodeó de seis colegas del Partido: Steinmeier en Exteriores (luego el candidato a canciller en 2009 regresaba a la alta oficina diplomático que había ocupado entre 2005 y aquel año); la secretaria general Andrea Nahles en Trabajo y Asuntos Sociales; Heiko Maas en Justicia y Protección del Consumidor; Manuela Schwesig en Asuntos de la Familia, Mayores, Mujeres y Juventud; Barbara Hendricks en Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza, Vivienda y Seguridad Nuclear; y Aydan Özoğuz en Inmigración, Refugiados e Integración. La CDU obtenía seis carteras, entre ellas las de Finanzas para el renovado Wolfgang Schäuble, Interior para Thomas de Maizière y Defensa para Ursula von der Leyen, y la CSU tres. El 17 de diciembre Merkel fue investida por el Bundestag y acto seguido juró junto con Gabriel y los demás ministros

Sigmar Gabriel estuvo casado primero con Munise Demirel, una alemana de origen turco con la que en 1989 tuvo una hija antes de acordar la pareja el divorcio. En 2012, al cabo de cuatro años de relación sentimental, el líder socialdemócrata contrajo segundas nupcias con la dentista Anke Stadler, quien meses después del matrimonio iba a dar a luz a su segunda hija. De acuerdo con su biografía oficial, el vicecanciller alemán tiene las aficiones deportivas de la vela, el tenis y el ciclismo.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2014)