Saparmurat Niyázov

Huérfano del padre, caído en el frente en la Segunda Guerra Mundial, desde la más temprana edad, a los ocho años perdió también a la madre y sus dos hermanos: los tres figuraron entre las más de 100.000 víctimas del terremoto que en 1948 destruyó la capital turkmena, Ashgabat. En consecuencia, el futuro estadista pasó la infancia y la adolescencia en un orfanato.

Desde los 19 años y hasta su graduación en 1967 en Física y Matemáticas en el Instituto Politécnico de Leningrado, trabajó de instructor en el sindicato de prospección minera de la entonces República Socialista Soviética de Turkmenistán (RSST). Miembro desde 1962 del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), entre 1967 y 1970 ejerció de capataz en la estación hidroeléctrica de Bezmehinsk, en la región de Ashgabat. A partir de 1970, después de formarse en la Escuela de cuadros del partido, se dedicó a las tareas directivas en el Partido Comunista de Turkmenistán (PCT), primero como jefe de sección del Comité Central y entre 1979 y 1984 como primer secretario del Comité Municipal de Ashgabat.

En diciembre de 1985 fue elegido primer secretario del PCT y entre el 26 de marzo y el 4 de diciembre de ese año sirvió también como presidente del Consejo de Ministros republicano. En 1986 entró en el Comité Central del PCUS en Moscú y el 14 de julio de 1990 lo hizo en su Buró Político, sin pasar por la etapa de candidato a miembro. El 19 de enero de 1990 el Soviet Supremo salido de las elecciones del día 7 (en las que el 90% de los candidatos electos pertenecían al PCT) le eligió su presidente. El 27 de octubre siguiente fue confirmado en la jefatura de la RSST en unas elecciones por sufragio directo, las primeras de estas características en toda la URSS, y el 2 de noviembre tomó el puesto de presidente de la república propiamente dicho. Ahora bien, al ser el único candidato, Niyázov recibió un porcentaje de voto de tipo plebiscitario: el 98,3%.

Ubicado entre los presidentes republicanos más conservadores, si no el que más, Niyázov mantuvo una postura ambigua durante el golpe de Estado del 19 de agosto de 1991 y no mostró mayor entusiasmo ante el proceso de liquidación de la URSS que se abrió a continuación. Así, el 27 de octubre de 1991 Turkmenistán fue la penúltima república soviética en proclamar su independencia, tras aprobarla un referéndum en la víspera con el 93,5% de los sufragios. El 13 de diciembre se reunió con sus colegas de la otras cuatro repúblicas centroasiáticas en Ashgabat para solicitar a Rusia, Ucrania y Bielarús la inclusión en la por ellos creada Comunidad de Estados Independientes (CEI). Ello tuvo lugar el 21 de diciembre, dando el golpe de gracia definitivo a la URSS.

En la etapa soberana que se abría, Niyázov, más que sobre bases políticas, procedió a fundamentar su legitimidad en elementos de clan y en lealtades personales, si bien el aparato administrativo y gubernamental siguió en manos de los oficiales del PCT. En el mismo 1991 creó y pasó a presidir el Partido Democrático de Turkmenistán (TDP), simplemente el PCT con otro nombre, que, con una oposición reducida a su mínima expresión (en principio, no tanto por la represión ejercida desde el poder como por la inexperiencia democrática de los turkmenos), le ha servido hasta la fecha de plataforma política nominal.

En el Turkmenistán de Niyázov todas las consultas celebradas han tenido un carácter meramente aclamatorio, ya que el TDP ostenta el monopolio político y todos los demás partidos están prohibidos. El 20 de junio de 1992 se presentó a unas elecciones presidenciales como único candidato y obtuvo el 99,5% de los votos. El 15 de enero de 1994 hizo aprobar en referéndum con un efectista 99,9% de síes la prolongación de su mandato hasta 2002, haciendo innecesarias las elecciones presidenciales que tocaban en 1997. Y el 11 de diciembre de 1994 el pueblo eligió un Majlis o Asamblea de 50 escaños que debía completar el Halk Maslakaly o Consejo Popular cubierto parcialmente en los comicios del 7 de diciembre de 1992. Todos los candidatos electos pertenecían al TDP o figuraban como independientes, aunque, en todo caso, Niyázov, que concibe estos órganos legislativos como unos consejos de ancianos limitados a tareas de deliberación y certificación de las decisiones del presidente, se encargó personalmente de designarlos.

Nuevos comicios celebrados el 12 de diciembre de 1999 no alteraron en absoluto esta absoluta petrificación política, sin parangón en el ámbito ex soviético y que convierte al dirigente turkmeno en un dictador sin ambages. Con todos los medios de comunicación bajo su control, que además difunden sus fotografías hasta la saciedad, y con la adhesión cierta de una mayoría de la población, Niyázov ha promovido un culto a su personalidad con características paternalistas y nacionalistas que toma prestados elementos del antiguo poder soviético y de las actuales repúblicas autoritarias árabes. En un llamativo signo de excentricidad, últimamente ha aparecido en comparecencias y en los retratos oficiales con el pelo teñido de un negro riguroso, por más que su principal distintivo físico estos años haya sido un cabello ondulado y completamente blanco por las canas.

Significativamente, en 1993 adoptó el título de Türkmenbasy ("Padre de los turkmenos"), inspirado en el del fundador de la República turca, Kemal Atatürk, y el 28 de diciembre de 1999 el Majlis aprobó por unanimidad una enmienda constitucional que extendía su mandato por tiempo indefinido, convirtiéndose así en un presidente vitalicio de hecho. Por lo demás, la Academia de Ciencias permanece cerrada y el conjunto de las universidades ha sufrido recortes de plantillas y departamentos para prevenir focos contestatarios entre la intelectualidad, pero también para preponderar la especificidad turkmena sobre los componentes rusos y uzbeko, en cualquier caso francamente minoritarios.

La trayectoria de Niyázov en la CEI ha sido peculiar, negándose por lo general a subscribir acuerdos tendentes a aportar algún rango de supranacionalidad a esta endeble estructura y sumándose a los restantes, pero sin dejar de expresar objeciones a las fórmulas de coordinación política, comercial o monetaria. Su desconfianza hacia la CEI ha quedado patente en las cuestiones de seguridad y de defensa. Así, si en 1992 no suscribió el Tratado de Seguridad Colectiva (Turkmenistán fue la única de las cinco repúblicas centroasiáticas que se quedó fuera) por temor a que diera pábulo a intervenciones militares en el país no solicitadas o le arrastrara a escenarios de conflicto ajenos. De esta manera, en 1993 el presidente turkmeno rehusó aportar fuerzas a la brigada de pacificación de la frontera tadzhiko-afgana, integrada por soldados rusos, kazajos, uzbekos y kirguizos. Por utilizar una terminología de la Unión Europea, Niyázov presentaría un perfil escéptico, que prefiere una CEI a la carta y acomodarse en un abstencionismo constructivo.

En todas las cuestiones decisivas Niyázov ha preferido negociar acuerdos bilaterales caso por caso, y en lo que respecta a la seguridad el 31 de julio de 1992 adoptó con Rusia un tratado de amistad y cooperación que incluía un protocolo defensivo. El estacionamiento de tropas rusas en el país, certificado por el acuerdo de cooperación militar del 2 de septiembre de 1993 y extendido a la vigilancia de las fronteras el 23 de diciembre siguiente, supone otra continuidad de la situación anterior al colapso soviético, si bien el Gobierno de Ashgabat ha sido muy celoso en tener estas fuerzas bajo su control.

Desde un punto de vista geopolítico, Niyázov se ha situado en una posición de equilibrio entre Rusia e Irán, su vecino del sur que alberga ambiciones de influencia regional en pugna con Turquía. Precisamente, Turkmenistán ha apostado por construir una relación especial con Turquía, país de tantas afinidades culturales e históricas, cuyo alfabeto latino (introducido en octubre de 1993 coincidiendo con la acuñación de una moneda nacional, el manat) y tratamiento secularizado del Islam Niyázov ha hecho suyos. Ahora bien, estas simpatías proturcas no han contradicho su visión de un país con total autonomía para decidir sus relaciones exteriores, en una región que, en su opinión, no debería acomodarse en esferas de influencia de terceras potencias.

Esta reserva ha conducido a una suerte de neutralidad en cuestiones como la expansión de la OTAN a Europa del Este, sobre la que Niyázov declara no tener nada que decir, si bien aceptó tomar parte en la Asociación para la Paz de la Alianza, y la expansión del movimiento fundamentalista talibán en Afganistán, que alarmó a Rusia e Irán, pero que convirtió a Ashgabat en el escenario ideal para un diálogo de paz, a la postre fallido, celebrado en marzo de 1999 bajo la égida de la ONU. Niyázov ha tratado de compensar la tendencia al aislamiento regional con un nutrido plantel de visitas a todos los países de esta parte de Asia, así como de la CEI, Europa occidental y Estados Unidos.

Desentendido de las distintas ententes de cooperación regional (la de Uzbekistán, Kazajstán y Kirguizistán, la compuesta por Georgia, Ucrania, Uzbekistán, Azerbaidzhán y Moldova (GUUAM), y el denominado Grupo de Shanghai que integran Rusia, China, Kazajstán, Kirguizistán y Tadzhikistán), el país sólo participa en la Organización de Cooperación Económica (OCE), que reúne a todos los países de mayoría musulmana de Asia Central. Desde mediados de los años noventa el interés estratégico de Turkmenistán, país estepario y escasamente poblado, ha ganado muchos enteros por las posibilidades de explotación y distribución de sus reservas de gas natural, entre las más ricas del mundo, que han levantado grandes expectativas y ruidosas maniobras de los países y compañías que aspiran a una parte del pastel. Desde el principio, Niyázov deseó construir gasoductos alternativos a la vía ruso-ucraniana.

En parte, para zafarse del poderoso monopolio estatal ruso Gazprom, que participa al 45% en el consorcio Turkmenrosgaz y que por tanto tiene capacidad para fijar la política de exportación (la cual ha tendido a suministrar el mercado ruso en detrimento del europeo). Pero también, para no depender en exclusiva del mercado de la CEI, muy problemático por la morosidad crónica de los países demandantes, fundamentalmente Ucrania y la propia Rusia. Así, tras conseguir aparentemente de Moscú el reconocimiento a su derecho de exportar el gas sin coacciones, Niyázov valoró durante años las rutas irano-turca y afgano-pakistaní.

La advertencia de Estados Unidos, interesado en el aislamiento económico del régimen de Teherán, de que no avanzara en el primer proyecto, indujo a Niyázov en 1995 a sopesar la segunda opción. No en vano, cuando en 1996 los talibán tomaron el poder en Afganistán y Rusia y las repúblicas centroasiáticas se reunieron con urgencia para valorar la situación y estudiar eventuales medidas de fuerza, Niyázov evitó adoptar una actitud hostil hacia los nuevos amos de Kabul, hasta ver si eran capaces de vencer los últimos focos de resistencia de la alianza norteña (compuesta fundamentalmente por tadzhikos y uzbekos) y de extender la paz y el orden a todo el país, momento en el que la construcción de un gasoducto hasta Pakistán sería factible.

El enquistamiento de la guerra civil afgana devaluó también esta segunda vía que podría haber abierto los mercados asiáticos, no obstante el interés mostrado en ella por un consorcio internacional de empresas. De manera que Niyázov, de mala gana, optó por una solución salomónica, al objeto de que el gas empezara a exportarse masivamente a Europa y de que los beneficios, pensados para financiar sus ambiciosos proyectos de desarrollo nacional (como sucede en la petrolera Azerbaidzhán, las autoridades turkmenas gustan de evocar el caso kuwaití), afluyeran cuanto antes. Con todo, Niyázov siguió apostando por la pacificación del país vecino y en 1999 y 2000 puso los medios para una serie de encuentros en Turkmenistán entre delegaciones de las partes en conflicto.

Así, el 18 de noviembre de 1999, mientras se negociaba con Rusia la reanudación de las ventas de gas a través de la red existente, Niyázov adoptó en Estambul con sus colegas de Turquía, Georgia y Azerbaidzhán un acuerdo para la construcción de un gasoducto submarino en el mar Caspio. Este enlazará con el oleoducto Bakú-Ceyhan, acordado aparte en la misma ceremonia y que dará salida a los hidrocarburos de la zona a los mercados europeos a través de Turquía. Con todo, esta salida, que se augura doblemente lucrativa por la exportación cuantitativa en sí y porque Turkmenistán cobrará su gas en divisas fuertes, no funcionará a pleno rendimiento antes de una década. Entretanto, el país no termina de remontar su declive económico y la población, excepción hecha de una élite enriquecida, no deja de empobrecerse, lo que podría provocar agitaciones de mayor calado que las protestas esporádicas de pequeños grupos de ciudadanos con conciencia política.

Durante años, el régimen de Niyázov excusó los peores estragos del derrumbe del sistema soviético mediante el mantenimiento de la planificación centralizada de la economía y la subvención total de servicios básicos como la electricidad (esta medida fue anulada en 1996), aun al precio de alimentar una hiperinflación que en 1993 alcanzó las cuatro cifras. Aquel año Turkmenistán fue el primer país ex soviético en abandonar la recesión masiva; sin solución de continuidad, el PIB registró un crecimiento del 7,8%, pero al año siguiente la tendencia anterior volvió por sus fueros con un -20%. Así, la recesión acumulada entre 1990 y 1998 resultó ser, con el -7,4%, la más acusada de los cinco estados centroasiáticos salvo el Tadzhikistán azotado por la guerra civil.

La reforma económica se enfocó con extrema cautela, limitándose al máximo las privatizaciones de empresas del Estado y retardando la venta de la tierra y de los koljozes. Los bienes públicos puestos en manos privadas han seguido la pauta de la adjudicación a postores bien relacionados con el poder más que la salida a un mercado en régimen de competencia. Esta política, combinada con la parquedad de las inversiones extranjeras, ha demorado la modernización de la infraestructura productiva, pero ha enriquecido y fortalecido a los clanes tradicionales, que son, en definitiva, los que coadyuvan a las prioridades de Niyázov: su consolidación en el poder y la estabilidad social.

(Este texto tiene cobertura informativa hasta 20/3/2001. Saparmurat Niyázov falleció el 21/12/2006 a los 66 años de edad; su sucesor en la Presidencia de Turkmenistán fue Gurbanguly Berdymujammédov).