Salome Zurabishvili
Presidenta de la República (2018-)
Salome Zurabishvili, ganadora de las elecciones presidenciales celebradas en Georgia en octubre y noviembre de 2018, es una veterana diplomática de carrera nacida y formada en Francia, país del que ha conservado la doble nacionalidad hasta justamente ahora y en cuyo Ministerio de Exteriores sirvió durante 30 años. En su breve ejercicio, entre 2004 y 2005, como ministra de Exteriores del país transcaucásico negoció con éxito la evacuación de las bases militares rusas. Luego, tras ser despedida del Gobierno, militó en la oposición al presidente nacionalista de la época, Mijeil Saakashvili, al que acusó de abusos autoritarios y de torpeza belicista cuando la guerra de 2008 contra la república rebelde de Osetia del Sur, fracasada operación armada que desembocó en una invasión por Rusia, el reconocimiento por Moscú de las autoproclamadas independencias de Osetia del Sur y Abjazia, y el estacionamiento de tropas rusas en ambos territorios secesionistas. Precisamente, el postulante presidencial del partido de Saakashvili, el Movimiento Nacional Unido, se ha negado a reconocer la victoria de Zurabishvili, que tacha de fraudulenta, y el propio ex presidente, hoy prófugo de la justicia georgiana, ha llamado a boicotear la toma de posesión de su antigua colaboradora el 16 de diciembre.
Diputada independiente desde 2016, Zurabishvili se ha convertido en la primera presidenta titular de Georgia (Nino Burdzhanadze, como jefa del Parlamento, fue presidenta en funciones durante dos interinidades la pasada década) respaldada por el partido centrista gobernante desde 2012, Sueño Georgiano, y aprovechando también el hueco dejado por el mandatario saliente, Giorgi Margvelashvili, quien renunció a optar al segundo mandato; como su sucesora, Margvelashvili fue elegido hace cinco años sin filiaciones partidarias pero con el aval de Sueño Georgiano. Ella asegura que será una presidenta imparcial, suprapartidista, ajustada al rol limitado que la Constitución adjudica al jefe del Estado desde la inauguración en 2013 de un sistema republicano de tipo mixto, parlamentario-presidencial. A la conclusión del mandato sexenal de Zurabishvili en 2024, el presidente de la República será elegido de manera indirecta y sus atribuciones volverán a ser recortadas, hasta quedarse como un cargo estrictamente ceremonial; entonces, Georgia tomará la forma de una república plenamente parlamentaria.
Los propósitos de Zurabishvili en política exterior, su área de especialidad profesional, apuntan a una línea continuista de la practicada por Margvelashvili, a saber: la búsqueda firme de las incorporaciones de Georgia, algún día, a la UE y la OTAN, aunque con moderación y cautela, procurando al mismo tiempo no deteriorar las ya delicadas relaciones con Rusia, país geopolíticamente hostil a la vocación prooccidental de Tbilisi pero también un socio primordial en los terrenos económico y comercial. A Rusia, la nueva líder georgiana le ofrece "diálogo", pero no "cooperación", ya que su valimiento de sudosetios y abjazios hacen de ella una potencia "ocupante".
Georgia, eslabón del alineamiento postsoviético GUAM —junto con Ucrania, Azerbaiyán y Moldova— y con un grado de estabilidad democrática alejado de sus convulsas primeras etapas como Estado independiente, es un interlocutor avanzado de la UE, con la que tiene suscrito un Acuerdo de Asociación y de cuyo Partenariado Oriental es miembro, pero sigue sin saber cuándo podrá obtener siquiera el estatus oficial de país candidato a la adhesión, el cual tampoco ha sido solicitado oficialmente por el momento. El mismo incierto compás de espera concierne a la OTAN, pese al alto nivel de cooperación en materia de seguridad mostrado por las autoridades de Tbilisi y a los intereses estratégicos que Estados Unidos tiene aquí. La nueva guerra fría en las relaciones entre Occidente y Rusa, que van de mal en peor, y las pérdidas de facto de Osetia del Sur y Abjazia complican sobremanera unas aspiraciones nacionales de las que Zurabishvili es valedora.
(Texto actualizado hasta 6/12/2018)
1. Una diplomática franco-georgiana de orientación proeuropea
2. Ministra de Exteriores en Tbilisi y ruptura con el presidente Saakashvili
3. Candidata presidencial independiente respaldada por el Gobierno de Sueño Georgiano
1. Una diplomática franco-georgiana de orientación proeuropea
Salome Zurabishvili nació en 1952 en el hogar parisino fundado por un matrimonio de georgianos de la diáspora europea. Sus padres eran Zeïnab Kedia y Lévan Zurabishvili, él ingeniero de profesión y presidente de la Asociación Georgiana en Francia (AGF) desde 1961 hasta su fallecimiento en 1975. Zurabishvili padre era natural de Tbilisi y en 1921, siendo adolescente, había emigrado con su familia, primero a Turquía y luego a Francia, huyendo de la invasión soviética que puso fin a la República Democrática de Georgia, el efímero Estado georgiano independiente proclamado en 1918 tras la Revolución de Octubre. El abuelo paterno de Salome, Vano Zurabishvili, fue un destacado químico y miembro del primer Parlamento georgiano, mientras que una de sus primas, 23 años mayor que ella, es la célebre historiadora y académica gala Hélène Carrère d'Encausse.
Salome y su hermano mayor, Othar, continuaron la distinción cultural de sus antepasados, patricios georgianos que hasta la Revolución de 1917 habían gozado de una elevada posición social en el Estado zarista, para luego conocer las penurias de los expatriados blancos contrarios a los bolcheviques. Mientras que él estudió medicina (muchos años después, en 2006, Othar Zurabishvili, siguiendo los pasos de su progenitor, iba a ser elegido presidente de la AGF), ella se decantó por las ciencias políticas y las relaciones internacionales. Diplomada por el Instituto de Estudios Políticos (Sciences Po) de París en 1972, inmediatamente después emprendió unos estudios de máster en la Universidad de Columbia, pero en 1974 interrumpió esta formación en Estados Unidos, donde tenía a Zbigniew Brzezinski entre sus docentes, al salirle una plaza en el Ministerio francés de Asuntos Exteriores.
Para Zurabishvili, fue el inicio de 30 años de servicios funcionariales y diplomáticos en el Quai d’Orsay, dilatado espacio de tiempo en el que, no obstante su nacionalidad y ciudadanía francesas, las del país en que había nacido, donde se había instruido y al que ahora servía desde la función estatal, tuvo en todo momento presentes sus orígenes y la patria de sus mayores. En la semblanza personal publicada en su página web, ella explica que: "Siempre supe que un día volvería a Georgia como el país independiente y libre de mis sueños. Mi vida parisina siempre estuvo acompañada de los recuerdos de mis familiares en Georgia. En casa hablábamos georgiano. Así que el amor por nuestra patria nunca aflojó".
Durante cerca de dos décadas, hasta 1993, Zurabishvili desarrolló una serie de funciones técnicas consulares, como secretaria de tercer, segundo y primer rango, en las embajadas y misiones permanentes de Francia en Roma (1974-1977), la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1977-1980), Washington (1984-1988), las oficinas de la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE) en Viena (1988-1989), N'Djamena (1989-1992) y el cuartel de la OTAN en Bruselas (1992-1993). Además, entre 1980 y 1984, fue operaria en el Centro de Análisis del Ministerio de Exteriores en París. Hasta 1986, siendo la primer secretaria de la Embajada francesa en Washington, no tuvo la oportunidad de realizar una breve visita a la entonces Republica Socialista Soviética Georgiana.
Luego, por un trienio, Zurabishvili encabezó la representación permanente de Francia ante la Unión Europea Occidental (UEO) hasta 1996, año en que se instaló en el aparato burocrático del Quai d’Orsay en París. Allí, fungió sucesivamente de consejera técnica del gabinete del ministro Hervé de Charette, inspectora y subdirectora de área en la Dirección de Asuntos Estratégicos, Seguridad y Desarme. En 2001, siendo el jefe del Gobierno el socialista Lionel Jospin y el presidente de la República el neogaullista Jacques Chirac, la funcionaria fue nombrada directora de Asuntos Internacionales y Estratégicos del Secretariado General de la Defensa Nacional (SGDN), un órgano adscrito a la Oficina del Primer Ministro.
En noviembre de 2003 el Ministerio de Exteriores, con Dominique de Villepin de titular, confirió a Zurabishvili, ya metida en la cincuentena de edad, el puesto para el que parecía destinada desde hacía tiempo: el de embajadora de Francia en Tbilisi. Georgia pasaba por su decimotercer año como Estado independiente, una etapa de soberanía nacional recuperada pero rebosante de inestabilidad y conflictos, y justamente ahora vivía su enésima convulsión política: la Revolución de las rosas, el gran movimiento de protesta pacífico contra el presidente Eduard Shevardnadze, el cual fue obligado a dimitir tras 11 años de ejercicio bajo el peso de las manifestaciones impulsadas por una coalición de líderes opositores, el más destacado de los cuales era Mijeil Saakashvili.
2. Ministra de Exteriores en Tbilisi y ruptura con el presidente Saakashvili
El 11 de marzo de 2004 Zurabishvili llevaba solo unos meses al frente de la legación gala en Tbilisi cuando Saakashvili, ganador de las elecciones presidenciales de enero y ya instalado en la jefatura del Estado, la nombró ministra de Asuntos Exteriores de Georgia. El líder georgiano consultó previamente al presidente Chirac, el cual no puso pegas a esta rara transferencia de lealtades gubernamentales y nacionales; en realidad, la mudanza no era completa, ya que Zurabishvili seguiría siendo con carácter oficial una funcionaria del Ministerio de Exteriores francés, solo que acogida a una especie de excedencia indefinida. La anomalía jurídica conllevaba que Zurabishvili adoptaba, lógicamente, la ciudadanía georgiana, pero sin tener que renunciar a la francesa. Se trataba de una situación excepcional de doble nacionalidad que el Parlamento georgiano concedió a la interesada mediante una disposición ad hoc. Investida con estos atributos, Zurabishvili aceptó "emocionada" un cargo que conllevaba una difícil misión: negociar con Rusia la evacuación de las dos facilidades militares que Shevardnadze había otorgado a Moscú en virtud del Tratado bilateral de Amistad y Cooperación de 1994.
Zurabishvili, integrada como independiente en el Gobierno de coalición de las fuerzas que habían organizado y ganado la Revolución del año anterior, el Movimiento Nacional Unido (ENM) de Saakashvili y el bloque de Demócratas del primer ministro Zurab Zhvania y la presidenta del Parlamento Nino Burdzhanadze, sintonizaba plenamente con el programa exterior de las nuevas autoridades nacionalistas. Estas manifestaban su deseo de librar a Georgia, país estratégicamente inserto entre la ribera oriental del mar Negro, la vertiente sur del Cáucaso y la confluencia de las fronteras norte de Azerbaiyán, Armenia y Turquía, de las servidumbres rusas en materia de seguridad y de anclar la orientación a Occidente, dando pasos que facilitasen los ingresos algún día, sin duda lejano, en la Unión Europea y la OTAN.
Las habilidades diplomáticas de Zurabishvili contribuyeron decisivamente al éxito, hasta cierto punto imprevisto, de las negociaciones ruso-georgianas, que en poco más de un año desembocaron en un histórico acuerdo para la partida de los soldados rusos y el cierre de las bases de Batumi y Ajalkalaki antes del 1 de enero de 2008. La Declaración Conjunta sobre el particular fue firmada por Zurabishvili y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, el 30 de mayo de 2005 en Moscú. Ahora bien, el acuerdo dejó de lado la delicada cuestión del estatus de las repúblicas separatistas de Abjazia y Osetia del Sur, de iure territorio nacional de Georgia pero en la práctica completamente autónomas de Tbilisi desde las guerras civiles de principios de los años noventa. Sudosetios y abjazios mantenían sus independencias de facto en buena medida gracias al apoyo nada disimulado de Rusia, con la que hacían frontera.
Más allá de la posible evolución del conflicto secesionista con Abjazia y Osetia del Sur, el acuerdo de retirada militar rusa negociado por Zurabishvili constituía para Georgia un hito de política exterior, amén de que Moscú iba a cumplir puntualmente los compromisos asumidos. Sin embargo, este logro diplomático se vio empañado por el deterioro del ambiente político doméstico, enrarecido desde el fallecimiento accidental aunque en circunstancias no del todo claras (si no abiertamente sospechosas, al parecer de muchos) del primer ministro Zhvania en febrero de 2005. Entonces, Zurabishvili se puso a las órdenes del nuevo primer ministro nombrado por Saakashvili, Zurab Nogaideli, pero luego deslizó reservas frente a algunas decisiones del Ejecutivo. Como más tarde iba a explicar ella, la ministra empezó a desencantarse con Saakashvili al percibir signos de autoritarismo y abuso de poder en la manera de conducir el enérgico programa presidencial de reformas para hacer de Georgia un país "fuerte y unido", volcado a la modernidad y a Occidente, y libre de corrupción.
El divorcio con el oficialismo se planteó cuando varios diputados del ENM y cierto número de embajadores en el extranjero transmitieron al primer ministro su malestar por las formas y el estilo de la responsable diplomática, acusada de desarrollar su trabajo de espaldas al Parlamento, de incurrir en fallos de comunicación y coordinación con sus subordinados y de no estar familiarizada los usos políticos locales. Otros hándicaps señalados eran su "deficiente" dominio del idioma georgiano, o por lo menos el fuerte acento francés con que lo hablaba, y su "limitado" manejo del ruso, la lingua franca en toda la región caucásica. A Zurabishvili también se la criticaba por seguir cobrando emolumentos del Quai d’Orsay, del que legalmente no se había desvinculado. Nogaideli tomó nota de todas estas quejas de la mayoría parlamentaria, con Nino Burdzhanadze a la cabeza, y de varios altos funcionarios del Ministerio de Exteriores, tal que el 19 de octubre de 2005 anunció el cese de la ministra sin dar mayor explicación.
La destitución de Zurabishvili no alteró el curso prooccidental de Georgia a pesar de haber sido ella el icono de este viraje estratégico, pero tampoco contribuyó a robustecer la imagen democrática del Gobierno de Saakashvili. La reacción inmediata de la despedida fue combativa, asegurando que el Parlamento debía ser disuelto por tratarse de un "bastión neobolchevique" y que sus enemigos la habían defenestrado solo porque no toleraba la corrupción; es más, llegó a llamar a sus partidarios a que salieran a manifestarse en la capital.
Ahora, Zurabishvili podía elegir entre regresar a París y reanudar su carrera profesional en el servicio diplomático francés, o bien quedarse en Georgia para abrirse paso en la política de aquí y entonando un discurso opositor. Su decisión fue no considerar este año como ministra de Exteriores un mero paréntesis georgiano en una vida francesa, sino el primer capítulo de un compromiso definitivo con la patria de sus orígenes.
En marzo de 2006 Zurabishvili anunció la puesta en marcha de Camino de Georgia (Sakartvelos Gza), un partido que reclamaba un ideario de convicciones liberales, proeuropeas y proatlantistas, y que se consideraba en la oposición firme a Saakashvili y el ENM. La incidencia de esta microformación en la política georgiana fue nimia. Para las votaciones presidenciales de enero de 2008, Zurabishvili se sumó a la plataforma opositora en torno a la candidatura del empresario Levan Gachechiladze, al que Saakashvili derrotó con un contundente 54% de los votos; de haber ganado, Gachechiladze habría nombrado a Zurabishvili primera ministra. Luego, en mayo, Camino de Georgia compitió en las elecciones legislativas como uno de los numerosos partidos de la denominada Oposición Conjunta, que solo sacó 17 diputados. Por cierto que en esta campaña electoral la jefa de Camino de Georgia manifestó su apoyo a la idea, bastante extendida en los círculos de la oposición, de la restauración de la monarquía bajo la titularidad de la dinastía Bagrationi, reinante en Georgia hasta la conquista rusa de 1810.
En agosto de aquel mismo año, 2008, Saakashvili, en una decisión altamente arriesgada, ordenó al Ejército recuperar con la fuerza de las armas el territorio rebelde de Osetia del Sur, reintegrándolo así al orden estatal, pero la operación militar dio el pretexto a Rusia para desencadenar una violenta invasión punitiva que se saldó con la derrota de las fuerzas de Tbilisi y, peor aún, la ocupación temporal de porciones significativas de territorio georgiano y el reconocimiento por el Kremlin de las autoproclamadas independencias de sudosetios y abjazios, quienes a cambio concedieron instalaciones permanentes al Ejército ruso.
El desastroso episodio bélico fue criticado en muy duros términos por Zurabishvili, que, como otras muchas figuras políticas nacionales y del extranjero, achacó a Saakashvili unilateralismo, mal cálculo de los riesgos y temeridad innecesaria. Aunque Rusia era sin duda un país "agresor" y "ocupante, el presidente georgiano, actuando de manera "estúpida" y "traicionera", había "cedido" a las "provocaciones" rusas, comportamiento que para ella debía verse como un "gran crimen" contra el pueblo y el Estado georgianos.
La acción política bajo siglas no le estaba reportando demasiadas satisfacciones a Zurabishvili, que en noviembre de 2010 cedió la presidencia de Camino de Georgia a Kaja Seturize y en 2011, después de reclamar a pie de calle la dimisión de Saakashvili, cabeza de un régimen que según ella representaba una "parodia de democracia", terminó abandonando el partido fundado pocos años atrás. Durante un sexenio, la ex diplomática dedicó mucho tiempo a las labores académicas, como profesora asociada de Relaciones Internacionales en su alma máter parisina, el Sciences Po, y a la función internacional, como coordinadora del Papel de Expertos encargado de vigilar las sanciones de la ONU contra Irán.
3 Candidata presidencial independiente respaldada por el Gobierno de Sueño Georgiano
Pese a terminar su vínculo con Camino de Georgia, Zurabishvili no se desentendió del todo de la política, que siguió interesándola como activista independiente, sin militancia partidaria. Así, continuó exponiendo, aunque con un tono más académico que proselitista, análisis fuertemente críticos del Gobierno de Saakashvili y el ENM, cada vez más desacreditado a los ojos de los ciudadanos por sus errores y abusos, y dejó traslucir simpatías por el nuevo partido opositor Sueño Georgiano-Georgia Democrática (KO-DS), una agrupación de similar corte nacionalista y prooccidental, pero más escorada al centro pragmático que el derechista ENM. Fundado en abril de 2012 con abundantes toques populistas por el influyente magnate Bidzina Ivanishvili, el KO-DS dio la campanada en las elecciones legislativas celebradas en octubre de ese mismo año, convirtiéndose de golpe y porrazo en la primera fuerza del Parlamento con una mayoría absoluta de 85 escaños. Entonces, Saakashvili, que por ley no podía presentarse al tercer mandato, noqueado en las urnas, no tuvo más remedio que nombrar primer ministro a Ivanishvili, considerado el hombre más rico del país.
En octubre de 2013 tocaban las elecciones presidenciales y Zurabishvili comunicó su intención de competir en las mismas como candidata independiente. En septiembre, sin embargo, la Comisión Electoral Central (CEC) vetó a la ex ministra de Exteriores con el argumento de que su doble nacionalidad franco-georgiana violaba un requisito constitucional taxativo para cualquier aspirante a la jefatura del Estado. No era la primera vez que Zurabishvili veía bloqueada una postulación electoral: ya cuando las legislativas de 2008 la CEC le había denegado la candidatura a un escaño en razón de otra normativa, la que exigía un mínimo de diez años de residencia en Georgia para desempeñar mandatos de elección popular.
Zurabishvili tachó su impugnación de "política" y a cambio salió a respaldar al candidato presidencial avalado por el KO-DS, Giorgi Margvelashvili, un poco conocido doctor de Filosofía no afiliado y cuya experiencia política se limitaba a los meses en que había servido como ministro de Educación y Ciencia del Gobierno de Ivanishvili, el cual, por su parte, estaba listo para ceder el puesto de primer ministro a otro hombre de su confianza, Irakli Garibashvili. Tal como auguraban las encuestas, Margvelashvili, con el 62% de los votos, arrolló a su contrincante del ENM, Davit Bakradze, de manera que el 17 de noviembre sucedió a Saakashvili en la Presidencia de la República. Con Margvelashvili se estrenó la reforma constitucional por la cual el jefe del Estado pasaba a compartir el poder ejecutivo con el primer ministro, tratándose Georgia en lo sucesivo de un sistema republicano de tipo mixto, parlamentario-presidencial.
El nuevo oficialismo atrajo la adhesión discreta de Zurabishvili, que concurrió a las elecciones legislativas de octubre de 2016 como candidata independiente, pero amparada por el KO-DS, en la cuota de candidaturas parlamentarias regidas por el sistema mayoritario. Con el 67,6% de los votos sacados en la segunda vuelta del 30 de octubre, la veterana especialista en relaciones internacionales se hizo con el escaño por la circunscripción uninominal Nº 1, correspondiente al área de Mtatsminda en Tbilisi. Por lo demás, estos comicios supusieron el refuerzo de la mayoría absoluta del KO-DS, que trepó hasta los 115 escaños. En el nuevo Parlamento, Zurabishvili resultó ser el único diputado independiente.
En marzo de 2018 Zurabishvili cumplió 66 años. Lejos de pensar en la jubilación, la antigua embajadora y ministra volvió a poner sobre la mesa sus ambiciones presidenciales. El 6 de agosto, antes de saberse si Margvelashvili se presentaría o no a la reelección, y anticipándose al pronunciamiento del KO-DS sobre su estrategia para las votaciones del 28 de octubre, Zurabishvili hizo oficial su candidatura, según ella ligada al objetivo fundamental de conseguir la entrada, hoy por hoy sin fecha y sin negociaciones formales a la vista siquiera, en la OTAN y la UE. Ahora bien, esta vocación euroatlántica de Georgia no podía renunciar, matizaba, a un punto de equilibrio en las relaciones con Rusia, pues la gran potencia vecina, con todas sus intromisiones en Osetia del Sur y Abjazia, sus alarmantes maniobras expansionistas a costa de Ucrania (anexión de Crimea, valimiento de los secesionistas rusófonos de la región del Donbáss) y sus advertencias contra la firma por Tbilisi del Tratado del Atlántico Norte, seguía siendo un socio comercial de primer orden. Esta vez, además, el CEC no iba a poder ponerle pegas porque estaba lista para renunciar a la nacionalidad francesa.
Rápidamente, el partido del Gobierno indicó que no presentaría un candidato propio y el último día de agosto Margvelashvili, quien técnicamente seguía siendo un político independiente, confirmó que descartaba optar al segundo mandato. El 9 de septiembre, por último, el KO-DS, por boca del presidente del Parlamento, Irakli Kobajidze, reclamó a los ciudadanos el voto para Zurabishvili, pues ella, además de traer un "distinguido" bagaje diplomático, se ajustaría bien a la figura del presidente "imparcial", un estadista colocado "por encima de los intereses de los partidos", ya estuvieran en el Gobierno o en la oposición, y, por tanto, "defensor objetivo de los intereses del pueblo". Desde el principio quedó claro que Zurabishvili, una figura con innegable tirón popular y además con la maquinaria del oficialismo de su lado, tenía grandes posibilidades de convertirse en la primera presidenta titular de Georgia.
En la primera ronda electoral, el 28 de octubre de 2018, Zurabishvili contendió con un total 24 rivales, de los que solo tenía unas razonables opciones de victoria el postulante del ENM, Grigol Vashadze, ex ministro de Exteriores al igual que ella y factótum de Saakashvili. Afincado actualmente en Holanda al cabo de una accidentada peripecia en Ucrania, el que fuera tercer presidente de Georgia estaba fugado de la justicia georgiana, que este año le había sentenciado a nueve años de cárcel en dos condenas diferentes, una por el encubrimiento del asesinato de un banquero en 2006 y otra por la paliza que sus guardaespaldas le habían propinado a un diputado opositor en 2005. Con su vehemencia habitual, Saakashvili insistía en que todas estas acusaciones y condenas eran un montaje del KO-DS para destruirle políticamente.
El primer pulso electoral entre Zurabishvili y Vashadze se saldó en favor de la primera, pero por los pelos: la independiente apoyada por el Gobierno tomó la delantera con el 38,6% de los votos, sacándole al candidato de la oposición una ventaja de menos de un punto. El 28 de noviembre tuvo lugar el balotaje y Zurabishvili resultó triunfadora con el 59,5% de los sufragios. La toma de posesión, con un mandato de seis años no renovable (de acuerdo con las últimas enmiendas constitucionales aprobadas en 2017, a partir de 2024 el presidente sería investido por un Colegio Electoral especial con un mandato de cinco años y un elenco de atribuciones que ya no pasaría de lo ceremonial), iba a tener lugar el 16 de diciembre, pero antes Vashadze caldeó el ambiente formulando denuncias de graves irregularidades en su contra, avisando que impugnaría en los tribunales y exigiendo el adelanto de las elecciones legislativas.
Más aún, desde su exilio holandés, Saakashvili instó a sus seguidores a no reconocer los resultados electorales y a boicotear la asunción de la que fuera su ministra mediante manifestaciones y actos de desobediencia civil. La OSCE y el Consejo de Europa confirieron a las elecciones el marchamo democrático, pero hicieron notar la movilización tendenciosa de recursos públicos y privados en favor de la campaña de Zurabishvili.
Salome Zurabishvili ha estado casada dos veces. Con su primer marido, Nicolas Gorjestani, tuvo a sus dos hijos, Kethevane, periodista del canal de televisión France 24, y Teymouraz, un diplomático destinado en la Embajada francesa en Londres. Tras divorciarse de Gorjestani contrajo segundas nupcias con Janri Kachia, periodista, escritor y disidente contrario al régimen soviético refugiado en Francia en 1982, del que enviudó en 2012. En la década de los ochenta el matrimonio Kachia-Zurabishvili estableció en París un pequeño instituto georgiano-europeo para dar a conocer en Europa Occidental la cultura del país transcaucásico, en especial la obra del intelectual liberal Ilia Chavchavadze, principal impulsor del renacimiento nacional georgiano en la segunda mitad del siglo XIX.
La diplomática y estadista es autora de cuatro ensayos publicados en francés: Une femme pour deux pays (2006); Les Cicatrices des Nations: L'Europe malade de ses frontieres (2008); La tragédie géorgienne 2003-2008 : De la révolution des Roses à la guerre (2009); y L'exigence démocratique: Pour un nouvel idéal politique (2011). Además, en 1983 escribió junto con su hermano Othar y su primer esposo, Nicolas Gorjestani, un tomo dedicado a Georgia para la colección divulgativa de libros de bolsillo Que sais-je? , y en 2007 fue la autora del número 102, titulado Fermer Yalta, de los Cahiers de Chaillot/Chaillot Papers, serie mensual de monografías publicada por el European Union Institute for Security Studies (EUISS). De su etapa en el Servicio Diplomático francés a Zurabishvili le quedan una serie de galardones civiles estatales, como la Orden Nacional del Mérito de Francia, la Orden al Mérito de la República Italiana y la Orden al Mérito de la República de Polonia. Asimismo, en 1993 el Estado francés le concedió la distinción de caballero de la Legión de Honor.
(Cobertura informativa hasta 6/12/2018)