Sahle Work Zewde
Presidenta de la República (2018-2024)
El 25 de octubre de 2018 el Parlamento de Etiopía eligió a la primera presidenta en la historia del país: Sahle-Work Zewde, una diplomática y funcionaria internacional perita en los procesos de construcción de consensos con mandato de la ONU. Por estatus político (independiente), género (mujer) y etnia (la amhara), Sahle-Work, titular de un cargo solo ceremonial, desprovisto de los poderes ejecutivos que concentra el Gobierno, ofrece un perfil adecuado a las necesidades del primer ministro y cabeza del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE, en el poder desde 1991) instalado en abril, Abiy Ahmed Ali, quien se muestra partidario de liberalizar un sistema donde los mecanismos e instituciones formalmente democráticos se juntan con los métodos altamente represivos propios del Estado policial.
El escenario del país del cuerno de África es en estos momentos confuso y paradójico, al coincidir una campaña gubernamental de reformas democratizadoras y pacificadoras que no tiene precedentes y el rebrote de las violencias en el campo político y social, en buena medida con trasfondo étnico. Sahle-Work, considerada una abanderada de los derechos de las mujeres y de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, es ahora mismo la décima presidenta en ejercicio en todo el mundo, aunque se trata de la única jefa de Estado africano, mientras que Saara Kuugongelwa-Amadhila de Namibia es la única primera ministra del continente. De los 195 países soberanos e independientes, 21 cuentan con una mujer como jefa de Estado o de Gobierno, y en otros tres (Reino Unido, Nueva Zelanda y Barbados) ambas oficinas tienen titular femenina.
Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 26/10/2018. El ejercicio de Sahle-Work Zewde como presidenta de Etiopía concluyó el 7/10/2024. Su sucesor en la jefatura del Estado fue Taye Atske Selassie.
La primera mujer presidenta de Etiopía nació en Addis Abeba en 1950 y cursó la educación secundaria en una escuela francesa de la capital, el Lycée Guebre-Mariam. Posteriormente, se graduó en Ciencias Naturales por la Universidad de Montpellier y durante una larga temporada residió en Francia. Aunque su reseña oficial no menciona actividades o paradero con anterioridad a las postrimerías de la década de los ochenta, parece que Sahle-Work Zewde vivió de lejos las grandes convulsiones experimentadas por su país desde los sucesos del período 1974-1977.
Solo en esos tres años, Etiopía conoció el destronamiento del negus Haile Selassie I mediante un golpe de Estado militar desarrollado por etapas, la proclamación de la república, las purgas en la junta revolucionaria aupada al poder, el comienzo de la guerra civil contra una coalición de rebeldes regionales y, poniendo un punto y aparte a toda esta secuencia de violencias, la instalación de un régimen marxista prosoviético bajo el mando dictatorial del teniente coronel Mengistu Haile Mariam.
En 1989, tras una etapa de funcionaria en el Ministerio de Educación, Sahle-Work ingresó en el servicio exterior de la entonces República Democrática Popular de Etiopía. Su primer nombramiento consular fue el de embajadora en Senegal, con acreditaciones diplomáticas en otros cinco países de África Occidental. Aparentemente, el drástico cambio de guardia producido en Addis Abeba en mayo de 1991, con la victoria militar del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) y el derrumbamiento del régimen de Mengistu, no alteró la prometedora carrera en el cuerpo diplomático de Sahle-Work, que siguió representando a Etiopía en Dakar. En 1993 el Gobierno del primer ministro Meles Zenawi la transfirió a la vecina Djibuti, donde a lo largo de una década fungió de embajadora nacional ordinaria y representante permanente ante la organización africana oriental Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD).
En 2002 Sahle-Work recibió como nuevo destino París. En tanto que embajadora en Francia, estuvo acreditada también en Marruecos y Túnez, y fue representante permanente ante la UNESCO. A partir de 2006 su función internacional se ciñó al área geográfica propia, ejerciendo sucesivamente de representante permanente ante la Unión Africana, representante ante la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA), directora general para asuntos del continente en el Ministerio de Asuntos Exteriores etíope y jefa de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz en la República Centroafricana (BINUCA), misión esta última que llevaba pareja la representación especial del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, en este país azotado por la inestabilidad política y las violencias sectarias. En marzo de 2011 Ban escogió a la oficial etíope para conducir la Dirección General de la Oficina de las Naciones Unidas en Nairobi (UNON).
El 27 de junio de 2018 Sahle-Work seguía siendo la directora general de la UNON cuando António Guterres, secretario general desde el año anterior, la nombró su representante especial ante la Unión Africana y jefa de la Oficina de las Naciones Unidas en dicha organización regional (ONUUA), en sustitución del eritreo Haile Menkerios. Con rango de subsecretaria general de la ONU, Sahle-Work era la primera mujer en ocupar este puesto, que tenía el despacho en Addis Abeba.
Menos de cuatro meses después de su última promoción en el organigrama directivo de la ONU Sahle-Work se encontró con que su país reclamaba sus servicios de Estado por la puerta grande. El 24 de octubre de 2018 el presidente de la República Democrática Federal de Etiopía, Mulatu Teshome Wirtu, en el cargo desde 2013, presentó la dimisión faltando un año para la conclusión de su mandato y sin dar explicaciones. Aunque las autoridades no informaron de los motivos de la marcha de Mulatu Teshome, los observadores enmarcaron la sorpresiva renuncia en el proceso de reformas emprendido por el primer ministro desde el mes de abril, Abiy Ahmed Ali, y en relación también con el dramático incremento de la tensión política y social por los recientes espasmos de violencia interétnica, que habían dejado varias decenas de muertos en septiembre, y las expresiones de desacato de un sector del Ejército.
El nuevo jefe del Gobierno, vértice del poder ejecutivo nacional en virtud de un modelo de gobierno parlamentario que relegaba la Presidencia a funciones ceremoniales, venía ejecutando con más hechos que retórica un programa de liberalización del régimen, formalmente democrático pero en la práctica muy restrictivo de derechos y libertades, cuando no brutalmente represivo, del FDRPE, la coalición que sin posibilidad de alternancia regía Etiopía desde 1991.
En su aún escaso recorrido como primer ministro, Abiy Ahmed había sellado la paz con Eritrea (enemiga en la guerra territorial de 1998-2000), ofrecido la reconciliación a varios grupos de oposición, excarcelado a presos políticos, levantado el estado de emergencia impuesto en todo el país cuando la dimisión de su predecesor, Hailemariam Desalegn, mejorado el clima informativo y afrontado con gestos de buena voluntad la búsqueda de soluciones para el magma de descontento popular, en ebullición intermitente desde 2015. Sobre todo en la región de Oromia, donde el retorno autorizado de muchos exiliados del Frente de Liberación de Oromo (FLO), organización secesionista hasta ahora proscrita y etiquetada de terrorista, estaba espoleando sangrientos disturbios.
Los tres presidentes habidos bajo la Constitución de 1995 (texto que consagró el pluripartidismo y el parlamentarismo), Negaso Gidada, Girma Wolde-Giyorgis Lucha y Mulatu Teshome, eran oromos así como miembros del FDRPE. Sin embargo, Abiy Ahmed también procedía de esta comunidad, a diferencia de sus predecesores, el ya fallecido Meles Zenawi, que fue un tigré, y Hailemariam Desalegn, que era un welayta.
Con el fin de reequilibrar la filiación étnica en las altas esferas del Estado y de paso subrayar la voluntad de aperturismo, el FDRPE necesitaba que el próximo jefe del Estado no fuera oromo y, a poder ser, una personalidad independiente, sin militancia partidista. Sahle-Work Zewde, de etnia amhara y con su atractivo currículum de funcionaria internacional, satisfacía el perfil y además, al ser mujer, remachaba los espectaculares progresos en las políticas de género. Días atrás, el 16 de octubre, Abiy Ahmed, en otra vuelta de tuerca a las reformas liberalizadoras y en respuesta a la última ola de violencia sectaria, había nombrado un nuevo Gabinete en el que la mitad de los ministros eran mujeres; una de las carteras más sensible, la de Defensa, tenía ahora titular femenino, Aisha Mohammed.
La rapidez de la mudanza presidencial hizo pensar en una operación política cuidadosamente planeada de antemano. Al día siguiente de la renuncia de Mulatu Teshome, el FDRPE presentó como candidata para presidir el país en los próximos seis años a Sahle-Work, quien sin más dilación resultó elegida con el voto unánime de los 659 miembros de la Asamblea Parlamentaria Federal, reunida para la ocasión en sesión conjunta de sus dos cámaras, la de la Federación (alta, 112 miembros) y la de Representantes Populares (baja, 547 miembros).
Desde las elecciones generales de mayo de 2015, el FDRPE disponía de una mayoría aplastante, un cuasi monopolio, en la Cámara de Representantes: 502 de los 547 escaños pertenecían a alguna de las cuatro formaciones integrantes de la coalición multiétnica, a saber: el Partido Democrático Oromo (PDO), el Partido Democrático Amhara (PDA), el Movimiento Democrático de los Pueblos del Sur de Etiopía (MDPSE) y el Frente de Liberación del Pueblo Tigré (FLPT).
En su discurso de investidura, Sahle-Work, segunda mujer jefe del antiquísimo Estado etíope luego del registro de la emperatriz Zewditu (la penúltima cabeza de la dinastía salomónica, entre 1916 y 1930), se pronunció sobre la importancia de preservar la paz en Etiopía y llamó a construir una sociedad "que rechace la opresión hacia las mujeres".
En el momento de su asunción, la nueva presidenta etíope era la única mujer jefe de Estado en África, mientras que en Namibia estaba, desde 2015, la única primera ministra en ejercicio, Saara Kuugongelwa-Amadhila.
En toda su historia desde la descolonización, en el continente negro, antes del registro de Sahle-Work Zewde, ha habido ocho presidentas republicanas, cuyos mandatos y atribuciones difieren grandemente entre sí. Ellas son: Carmen Pereira, presidenta en funciones de Guinea Bissau en 1984; Ruth Perry, presidenta del Consejo de Estado de Liberia en 1996-1997; Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta titular de Liberia en 2006-2018 (la única de la lista revestida de plenos poderes ejecutivos y a la vez con legitimidad electoral); Rose Francine Rogombé, presidenta interina de Gabón en 2009; Monique Ohsan-Bellepeau, presidenta en funciones de Mauricio en 2012; Joyce Banda, presidenta titular de Malawi en 2012-2014; Catherine Samba-Panza, jefa de Estado transitoria de la República Centroafricana en 2014-2016; y Ameenah Gurib-Fakim, presidenta titular de Mauricio en 2015-2018.
En cuanto a la primeras ministras, estas han sido, sin contar a Kuugongelwa-Amadhila, once en total: Elisabeth Domitien de la República Centroafricana (1975-1976); Sylvie Kinigi de Burundi (1993-1994); Agathe Uwilingiyimana de Rwanda (1993-1994); Mame Madior Boye de Senegal (2001-2002); Maria das Neves de São Tomé y Príncipe (2002-2003); Luísa Dias Diogo de Mozambique (2004-2010); Maria do Carmo Silveira de São Tomé y Príncipe (2005-2006); Cécile Manorohanta de Madagascar (2009); Cissé Mariam Kaïdama Sidibé de Malí (2011-2012); Adiato Djaló Nandigna de Guinea Bissau (2012) y Aminata Touré de Senegal (2013-2014). Además, están los casos de tres reinas regentes en las monarquías de Lesotho y eSwatini (Swazilandia).
En octubre de 2018, de los 195 estados soberanos e independientes que hay en el mundo, además de Etiopía y Namibia, 19 países (Alemania, Bahamas, Bangladesh, Canadá, Croacia, Dinamarca, Estonia, Granada, Islandia, Islas Marshall, Lituania, Malta, Nepal, Noruega, Rumanía, Serbia, Singapur, Taiwán y Trinidad y Tobago) tienen a una mujer al frente de uno de los dos altos puestos ejecutivos con carácter presencial, la jefatura del Estado o la jefatura del Gobierno, mientras que en otros tres países (Barbados, Nueva Zelanda y el Reino Unido) son ambas oficinas las que están ocupadas por mujeres. De las 27 titulares, diez son presidentas, otras diez primeras ministras, cinco gobernadoras generales (en países de la Commonwealth, representando a la monarca británica) y dos, reinas.
(Cobertura informativa hasta 26/10/2018).
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