Sadyr Japárov

En Kirguistán, la caótica crisis política abierta por los disturbios posteriores a las elecciones legislativas del 4 de octubre de 2020 tuvieron 12 días más tarde un desenlace en parte previsible y en parte inesperado: la renuncia del presidente desde 2017, Sooronbay Jeenbekov, y el ascenso como hombre fuerte del país de Sadyr Japárov, un antiguo diputado opositor y en esos momentos reo de la justicia. El 6 de octubre Japárov, quien trabajó para el ex presidente Kurmanbek Bakíyev (2005-2010) para después enemistarse con su sucesor, Almazbek Atambáyev (2011-2017), fue sacado por sus seguidores de la prisión donde cumplía una larga condena por un delito de secuestro y, en cuestión de horas, proclamado primer ministro. Días después, tras un confuso forcejeo partidista e institucional a múltiples bandas, Japárov fue formalmente investido por el Parlamento al frente del Gobierno y de paso se arrogó la presidencia de la República en funciones, sucediendo al dimisionario Jeenbekov.

Japárov, miembro de un partido nacionalista conservador, será presidente interino hasta las próximas elecciones para el cargo, cuya autoridad ejecutiva no excede a la del Gobierno -encabezado igualmente por él- de acuerdo con el sistema parlamentario vigente. El 22 de octubre el Parlamento decidió posponer a junio de 2021 la repetición de los denunciados comicios legislativos, ya que antes pretende sacar adelante una reforma constitucional exprés diseñada para favorecer a Japárov. La Carta Magna establece que en caso de baja del jefe del Estado, deben celebrarse elecciones presidenciales en el plazo de tres meses, lo que en la actual circunstancia sería en enero. Todo apunta a que Japárov se presentará para titularizar el puesto. Por de pronto, el nuevo dirigente de la más interior de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central se ha apresurado a confirmar el alineamiento estratégico con Rusia y a desatar una enérgica campaña anticorrupción que está dando lugar al arresto de una serie de altos funcionarios venales y personajes mafiosos.

El sistema político kirguís presenta características singulares. Se presenta muy plural y ampara los procesos electorales competitivos, rasgos desconocidos en sus cuatro vecinos del espacio postsoviético (Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán), pero a la vez es turbulento, inestable y lleno de defectos democráticos. Así, desde la independencia nacional en 1991, tres de los cinco cambios de presidente acontecieron en circunstancias violentas de revueltas populares y algaradas políticas: Askar Akáyev fue derrocado en la Revolución de los Tulipanes de 2005; su sucesor, Bakíyev, cayó a su vez en el levantamiento de 2010; y Jeenbekov, que tenía mandato democrático hasta 2023, ha tenido que renunciar ahora bajo la presión de un conglomerado de fuerzas opositoras contrarias a su Gobierno y enemistadas entre sí. Los observadores de la compleja realidad kirguisa llaman la atención sobre una sociedad civil muy politizada y levantisca, y unos partidos que funcionan más bien como vehículos de los intereses de clanes personalistas y territoriales, y además permeables a grupos del crimen organizado.


(Texto actualizado hasta noviembre 2020)

Oriundo de una zona rural del recóndito nordeste del país, en la cuenca del lago Issyk-Kul y a los pies de la cordillera de Tian Shan, Sadyr Japárov se formó en la Academia de Cultura Física y Deporte de Frunze (actual Bishkek) y durante dos años prestó el servicio militar en el Ejército Soviético, licenciándose en 1989 con el galón de comandante radiotelegrafista. En 1991, coincidiendo con el acceso de la república centroasiática a la independencia, recibió la jefatura de una explotación agrícola estatal y desde 1994 desempeñó cargos directivos en varias empresas del sector petrolero.

Colaborador del derrocado presidente Bakíyev y opositor a los presidentes Atambáyev y Jeenbekov
Japárov debutó en la política representativa en 2005. Fue en las elecciones legislativas que desencadenaron una insurrección civil, la conocida como Revolución de los Tulipanes, contra el presidente desde la independencia, Askar Akáyev, el cual fue derrocado y sustituido por el líder opositor Kurmanbek Bakíyev. Diputado del Joghorku Kenesh o Consejo Supremo por su circunscripción natal de Tüp y miembro de la facción parlamentaria Kelechek, Japárov, además recién licenciado en Derecho por la Universidad Eslava Kirguisa-Rusa de Bishkek, se alineó con el bloque oficialista y en octubre de 2007 se unió al nuevo partido montado por Bakíyev, Ak Jol (Sendero Brillante). Sin embargo, no volvió a presentarse en las elecciones anticipadas de diciembre del mismo año, las cuales dieron al Ak Jol una amplia mayoría absoluta. A cambio, pasó al servicio personal del presidente, el cual le nombró asesor y comisionado de la Agencia Nacional para la Prevención de la Corrupción.

El funcionario seguía desempeñando estos cometidos cuando en abril de 2010 su jefe Bakíyev, menos de un año después de ganar la reelección presidencial, se vio sorprendido por un masivo y violento alzamiento popular con un trasfondo de tensiones étnicas entre kirguises y uzbekos. La furibunda revuelta, originada en la ciudad norteña de Talas, derivó a toda velocidad en el mismo desenlace sufrido por Akáyev un lustro atrás: acusado por sus oponentes de detentar un régimen de corrupción, nepotismo y autoritarismo, y desvalido por Rusia, Bakíyev no tuvo más remedio que renunciar y escapar al exilio. El 7 de abril la opositora socialdemócrata Roza Otunbáyeva se puso al frente de un Gobierno Provisional y el 19 de mayo asumió la jefatura del Estado como presidenta interina con la misión de dirigir un proceso constituyente de transición.

El proceder de Japárov durante esta crisis es motivo de controversia. Según el propio testimonio del político, él y otros colaboradores de Bakíyev se esforzaron en frenar los pogromos antiuzbekos en las ciudades sureñas de Osh y Jalal-Abad, actuación que terceras personas han puesto en duda o desmentido. Lo cierto fue que justo después de caer Bakíyev, Japárov se unió al partido Ata-Jurt (Patria), formación nacionalista conservadora dirigida por Kamchybek Tashíyev, la cual había apoyado al mandatario depuesto y de la que Roza Otunbáyeva era copresidenta. En las elecciones legislativas del 10 de octubre de 2010, celebradas a renglón seguido de un referéndum constitucional que transfirió poderes de la Presidencia de la República al Joghorku Kenesh -convirtiendo así a Kirguistán en una república parlamentaria-, Japárov fue uno de los 28 diputados ganados por el Ata-Jurt, devenido primera fuerza parlamentaria y a continuación socio del Gobierno de coalición encabezado por Almazbek Atambáyev, del Partido Social Demócrata de Kirguistán (KSDP).

En su condición de presidente del Comité de Asuntos Legales y Judiciales del Joghorku Kenesh, Japárov pasó a liderar en 2012 una campaña parlamentaria para que el Estado tomara posesión de la mina aurífera de Kumtor, gran cantera del valioso metal que la compañía canadiense Centerra Gold explotaba con plenitud de derechos en el terruño del diputado, la región de Issyk-Kul. Japárov se puso del lado de sus paisanos, que exigían a Atambáyev, presidente de la República desde el año anterior, la rescisión del contrato con Centerra Gold en base a las abundantes denuncias que había contra la compañía por manejos corruptos y daños al medio ambiente.

En octubre de 2012 Japárov, Tashíyev y otros dirigentes del Ata-Jurt, colocado en la oposición radical al Gobierno del KSDP y sus aliados, enardecieron los ánimos conduciendo una agresiva protesta contra la sede del Parlamento en Bishkek. Cientos de manifestantes intentaron entrar con violencia en el edificio, pero fueron repelidos por las fuerzas de seguridad. Los agentes del Ministerio del Interior detuvieron a Tashíyev y Japárov, y la fiscalía solicitó el procesamiento de los dos por el cargo criminal tipificado como "toma forzosa del poder o retención forzosa del poder". En marzo de 2013 un tribunal de distrito de la capital declaró culpables a ambos y les condenó a un año y seis meses de prisión. Tres meses después, sin embargo, el Tribunal Superior de Bishkek dictó su absolución y puesta en libertad.

En octubre de 2013 Japárov fue acusado por las autoridades de urdir el secuestro en la ciudad de Karakol del gobernador de Issyk-Kul, Emilbek Kaptagáyev, rehén durante unas horas de los cabecillas de la protesta local contra la actividad minera de Centerra Gold. Esta vez, el opositor, sin dejar de defender su inocencia, puso los pies en polvorosa, consiguió salir del país y recaló en Chipre.

El autoexilio de Japárov en el país mediterráneo se prolongó casi cuatro años. En marzo de 2017 el ex diputado fue capturado en la frontera norte de Issyk-Kul cuando intentaba entrar clandestinamente en Kirguistán desde Kazajstán. Las diligencias judiciales en su contra se activaron de inmediato y la sentencia condenatoria no se hizo esperar: hallado culpable del secuestro del gobernador Kaptagáyev, Japárov recibió una pena dura, de 11 años y 6 meses de prisión. Desde su celda, el reo presentó los papeles para concurrir a las elecciones presidenciales del 15 de octubre de 2017, pero las autoridades denegaron la candidatura. Luego, la sucesión de Atambáyev fue ganada en las urnas por el favorito del mandatario saliente, Sooronbay Jeenbekov, primer ministro hasta agosto y hombre fuerte del KSDP.

De la cárcel a la Presidencia durante la crisis poselectoral de 2020
Japárov habría seguido preso, cumpliendo su larga condena (rebajada en año y medio en abril de 2019), de no haber estallado la caótica protesta poselectoral de 2020, crisis que terminó tumbando al presidente Jeenbekov y, en una carambola insospechada, convirtiéndole a él en el nuevo hombre fuerte de Kirguistán.

El extraordinario cambio de fortunas del represaliado opositor empezó a fraguarse una vez cerrados los colegios electorales el 4 de octubre de 2020. Según la Comisión Electoral Central (CEC), el nuevo Joghorku Kenesh estaba dominado por tres partidos progubernamentales: Birimdik (Unidad), liderado por Marat Amankúlov y en el que había convergido el sector leal a Jeenbekov tras la ruptura con su predecesor, Atambáyev (acusado de conspiración y condenado por corrupción en fechas recientes), y la subsiguiente fractura del KSDP; Mekenin Kirgizstan (Mi Patria es Kirguistán), liderado por Mirlan Bakírov; y el partido Kirguistán, liderado por Kanatbek Isáyev. Los tres sumaban 107 de los 120 escaños del Parlamento. Una cuarta formación, Bütün Kirgizstan (Kirguistán Unido), liderada por Adajan Madumárov y de la oposición, se situó en cuarto lugar con 13 escaños. Con unos pocos votos menos, el 7%, quedó el partido nacionalista al que ahora Japárov pertenecía, Mekenchil (Patriota), pero la CEC no le adjudicó ningún asiento al no haber superado el listón electoral.

Estos resultados fueron inmediatamente rechazados por una docena de partidos opositores, entre ellos el Mekenchil de Japárov, el Socialista Ata-Meken (Patria) de Janar Akáyev, frustrado también por haberse quedado sin escaños, y los Social Demócratas de la familia Atambáyev. Empezaron a llover denuncias de fraude y de compra de votos. El 5 de octubre miles de enfurecidos manifestantes de la oposición desataron fuertes disturbios en la capital con la exigencia de que se anularan las elecciones. En la jornada siguiente, las turbas vencieron los cordones policiales y asaltaron el Parlamento, la sede del Servicio de Seguridad Nacional y los calabozos del Estado, de donde liberaron a Japárov, Atambáyev y otros destacados presos.

Llegado ese punto, la secuencia de los acontecimientos se tornó de lo más confusa. El mismo 6 de octubre, la CEC, ante la gravedad de la protesta, anunció la anulación de los comicios. La concesión no aplacó a los manifestantes, miembros y simpatizantes de partidos diversos, en muchos casos enemistados entre sí. Acto seguido, el primer ministro desde junio, Kubatbek Borónov, presentó la dimisión y un grupo de 35 diputados del Joghorku Kenesh, reunidos en un hotel de la capital, nombró primer ministro en funciones a Japárov, prácticamente llevado en voladas por sus seguidores. El movimiento fue contestado por un multipartito Consejo de Coordinación de la Confianza Popular, que designó primer ministro en funciones a Tilek Toktogazíyev, un hombre de negocios. Dicho Consejo agrupaba a Bütün, Ata-Meken, Respublika, Bir Bol y otras agrupaciones. El 8 de octubre el presidente Jeenbekov comunicó que estaba listo para renunciar tan pronto como se constituyera el nuevo Gobierno. Sin embargo, el país ignoraba qué gobierno iba a ser ese, ya que dos personas decían estar a su frente.

El 9 de octubre la situación se complicó al anunciar los partidos Respublika, Ata-Meken, Bir Bol y Reforma que nominaban a Ömürbek Babánov, ex primer ministro y ex candidato presidencial, para dirigir el Gobierno, con Toktogazíyev de primer viceprimer ministro. El mismo día, Jeenbekov, tras declarar el estado de emergencia y el toque de queda vigilados por el Ejército, aceptó la dimisión de Borónov y le liberó de funciones, convirtiendo así al primer viceprimer ministro, Almazbek Baatyrbékov, del partido Kirguistán, en primer ministro en funciones. La postulación de Babánov carecía de sustancia al tramitarse fuera de las instituciones, pero la de Japárov tenía soporte legislativo, bien que parcial. De paso, el Tribunal Supremo intervino en la trifulca nacional con la decisión de reabrir el caso penal de Japárov, quien veía anulado el veredicto condenatorio de 2017 y devuelta su causa a la Fiscalía en la fase procesal previa. El auto de la corte era en respuesta a una solicitud de los abogado del político, que reclamaban la absolución pura y simple del convicto.

El 10 de octubre el Joghorku Kenesh, desafiando al Ejecutivo de Jeenbekov y Baatyrbékov, confirmó el nombramiento de Japárov con una votación formal que no reunió el debido quórum -solo asistieron 51 diputados, cuando se requerían 60, la mitad de los miembros de la Cámara-, creándose así una situación de dos primeros ministros en funciones. Jeenbekov contraatacó negando la legitimidad de las resoluciones parlamentarias que, en un tenso ambiente de barullo e intimidaciones, habían promovido a Japárov y demandó una nueva votación de investidura. Los diputados accedieron y el 14 de octubre volvieron a elegir, esta vez con quórum, al hasta hacía escasos días preso del Estado. Ahora, Japárov ya era primer ministro titular, de pleno derecho, y Baatyrbékov dejaba de ser primer ministro en funciones.

Japárov y sus aliados se hicieron con las riendas de la situación, mientras las calles, patrulladas por soldados y policías, empezaban a serenarse. El flamante primer ministro puso en marcha su Gabinete y exigió a Jeenbekov su dimisión inmediata. El presidente, en un acto postrero de resistencia, afirmó que su salida quedaba diferida hasta la celebración de nuevas elecciones legislativas. Al día siguiente, 15 de octubre, Jeenbekov, empero, claudicó y notificó su renuncia porque él no quería ser recordado como "el presidente que derramó sangre y disparó a sus ciudadanos". El mutis de Jeenbekov creó una vacancia en el poder ejecutivo que fue inmediatamente cubierta por Japárov, autoproclamado presidente de la República en funciones con el pretexto de que el oficial constitucionalmente designado para esa eventualidad, el presidente del Parlamento Kanatbek Isáyev, rehusaba asumir el rol.

La crisis política constitucional llegó a su fin el 16 de octubre con la aceptación por el Joghorku Kenesh de la dimisión de Jeenbekov y la instalación de Japárov como presidente en funciones con mandato interino, hasta que pudieran celebrarse elecciones presidenciales y repetirse los comicios en los próximos meses. El Parlamento levantó también el estado de emergencia. La peripecia personal del otro preso famoso excarcelado durante las algaradas, Atambáyev, en cambio, fue bien distinta: objeto de un intento de asesinato, supuestamente por seguidores de Japárov, el ex presidente fue arrestado por la Policía y devuelto a su celda el 10 de octubre.

(Cobertura informativa hasta 16/10/2020)