Saâdeddin El Othmani
Jefe del Gobierno (2017-2021) y ministro de Exteriores (2012-2013)
1. Dirigente moderado del islamismo marroquí
2. Jefe del Gobierno real en sustitución de su colega Abdelilah Benkiran
1. Dirigente moderado del islamismo marroquí
Miembro de una familia ilustrada afincada en el área de Agadir y de etnia amazigh (bereber), tras concluir la escuela secundaria con un bachillerato en matemáticas inició la carrera de Medicina en la Universidad Hasan II de Casablanca, por la que en 1986 obtuvo un doctorado en Medicina General, título al que 12 años después añadió una diplomatura en Psiquiatría. Además de esta especialidad profesional, Othmani, hombre tanto de ciencias como de humanidades, se acreditó como un experto en teología y derecho (Sharía) islámicos, disciplinas que enriquecieron su currículum sobre las bases de una licenciatura, un diploma DEA y un diploma DES obtenidos en centros académicos de Agadir y Rabat entre los años 1983 y 1999. Como resultado, el hoy dirigente gubernamental de Marruecos es autor de un muy inusual cuerpo bibliográfico donde se alternan los estudios psiquiátricos puramente seculares y los tratados jurídicos religiosos.
En 1987 Othmani empezó a ejercer de médico generalista y en la década siguiente se instaló como facultativo de la rama de salud mental. Su consulta privada en el Hospital Neuro-Psiquiátrico de Berrechid, al sur de Casablanca, fue pareja a una militancia en el Movimiento Popular Democrático y Constitucional (MPDC), partido islamista de inclinación moderada y leal a la monarquía del rey Hasan II. El MPDC existía desde 1967, cuando fue fundado por el cirujano Abdelkrim El Jatib a partir de una escisión religiosa del conservador y secular Movimiento Popular (MP), aunque Othmani no recaló en él hasta 1996, como miembro dirigente de la asociación islamista Al Islah Wa Attajdid (Reforma y Renovación), hasta 1992 llamada Al Jamaa Al Islamiya (Asamblea Islámica), a su vez surgida en 1981.
En todos estos años de compromiso con una tendencia del Islam político marroquí afanada en librarse de alforjas radicales para jugar las cartas de la moderación y el acomodo a las reglas del juego que dictaba Palacio, Othmani tuvo de camarada al profesor de Física Abdelilah Benkiran, antiguo subversivo contra la monarquía, cabeza de Al Islah y principal artífice del desembarco de esta en el MPDC, devenido así mero vehículo para la acción partidista legal de un movimiento sociopolítico mucho más vigoroso que él e impaciente por obtener legitimidad institucional, eludiendo así los riesgos de represión por parte de las autoridades del Reino.
Las votaciones legislativas de noviembre de 1997 marcaron el debut en la política representativa del psiquiatra, que resultó elegido miembro de la Asamblea por su población natal de la región de Souss-Massa, Inezgane. Estos comicios supusieron asimismo el retorno a la vida parlamentaria, tras más de una década de ausencia, del MPDC, ahora recrecido enormemente por la entrada en masa de los miembros de Al Islah y otras facciones islamistas que ya no cuestionaban el monopolio personal que el soberano del trono alauí mantenía sobre la esfera de la fe musulmana.
Othmani, directivo también de la federación de sociedades religiosas Attawhid Wa Al Islah (Unicidad y Reforma), afianzó su posición en la cúpula del MPDC, que en octubre de 1998 optó por mostrar más claramente su naturaleza islamista adoptando la denominación de Partido de la Justicia y el Desarrollo (Hizb Al Adala Wa Attanmia, PJD por su sigla en francés). Si bien el anciano Jatib continuó por el momento como secretario general del partido, la dirigencia efectiva del PJD, colocado en la oposición al Gobierno del socialista Abderrahmane El Youssoufi pero bien relacionado con el aparato de burócratas cortesanos, el Majzen, recayó en un triunvirato formado por los más jóvenes Benkiran, Mustafa Ramid y Othmani, este último vicesecretario general de la formación desde diciembre de 1999, luego de producirse la sucesión regia del fallecido Hasan II por su hijo Mohammed VI.
Las elecciones de septiembre de 2002, a las que el PJD no llevó candidatos en más de la mitad de las circunscripciones en virtud de un insólito pacto de autolimitación con Palacio (para que su gran popularidad no se tradujera en unos resultados en las urnas tan sobresalientes como para provocar agitación en un sistema político que, al parecer, no estaba maduro para una victoria de la opción islamista democrática), revalidaron el mandato legislativo del psiquiatra. En el PJD, que siguió fuera del Gobierno de coalición, ahora pilotado por el tecnócrata independiente Driss Jettou, Othmani encarnaba sin duda la postura más contenida y flexible, prudente sobre el grado de presencia de los preceptos islámicos en el ordenamiento jurídico, algo más abierta en cuestiones de costumbres y moralidad (donde el partido, en líneas generales, se mostraba bastante reaccionario), y respetuosa con las pautas del sistema jerifiano.
En abril de 2004 el PJD celebró un congreso que supuso la jubilación del anciano Abdelkrim El Jatib (con 83 años ahora, el histórico dirigente iba a fallecer en 2008). Entonces, los justicialistas se decantaron por Othmani para la Secretaría General. La elección fue enmarcada por los observadores en el deseo por el PJD de congraciarse con Palacio tras los últimos rifirrafes con el Gobierno Jettou en torno al nuevo código de la familia, que suponía un gran avance en los derechos conyugales de las mujeres, un cambio indigesto para la mayoría de los justicialistas, y a raíz de una petición por Mustafa Ramid al rey para que delegara parte de sus extensos poderes ejecutivos.
El liderazgo de Othmani sobre el PJD no cuajó. Primero, cundió la sensación de que el partido practicaba una oposición inane al Gobierno Jettou. Y luego, los decepcionantes resultados de las elecciones legislativas del 7 de septiembre de 2007 multiplicaron el malestar interno hasta hacer inevitable el relevo en el mando. A pesar de que, a diferencia de 2002, fueron presentados candidatos en casi todas las circunscripciones del país (92 de las 95) y de que tanto Othmani como Benkiran se mostraban convencidos de poder conquistar una mayoría simple en la Asamblea de Representantes (incluso consideraban factible que, en tal caso, el rey se aviniera a encargarles la formación del nuevo Gobierno), el PJD, con el 11% de los votos, solo sacó cuatro escaños más, hasta los 46, y, ascendiendo del tercer al segundo puesto, no fue capaz de superar en número de diputados a los nacionalistas del Istiqlal. Eso sí, el PJD, por unos pocos miles de votos, era ahora la primera fuerza de Marruecos, y su victoria había sido clara en Casablanca, Tánger, Mequinez, Rabat, Salé y Tetuán, algunas de las mayores urbes del país.
Tras las elecciones, Mohammed VI nombró primer ministro al secretario general del Istiqlal, Abbas El Fassi, quien marginó al PJD de las negociaciones para formar la nueva coalición gobernante, y Othmani se encontró con que Benkiran le desafiaba abiertamente por el liderazgo. La hora del recambio en la Secretaría General del PJD llegó con el VI Congreso Nacional del partido, celebrado el 19 y el 20 de julio de 2008 en Rabat, cónclave que se saldó con la elección del físico para el cargo con 684 votos frente a los 495 obtenidos por el psiquiatra. Othmani permaneció como el segundo de a bordo desde el puesto de presidente del Consejo Nacional.
A Othmani se le había reprochado un estilo opositor discreto y condescendiente con Palacio, pero Benkiran no tardó en concitar la misma opinión sobre él. El bajo perfil político adoptado por el PJD quedó espectacularmente de manifiesto cuando en febrero de 2011 Marruecos, contagiado por la Primavera Árabe que hacía revoluciones populares en Túnez, Egipto y Libia, fue el escenario de una vigorosa protesta civil encabezada por una juventud frustrada y ansiosa de cambios profundos, empezando por la instauración de una monarquía parlamentaria genuina, una en la que el soberano reinase pero no gobernase, y continuando por el final de los abusos y corruptelas de políticos y funcionarios, y la adopción de medidas contundentes en favor de la justicia social y el progreso económico. Los justicialistas asistieron desconcertados y mudos al desarrollo de unas manifestaciones multitudinarias pacíficas y no confesionales que les obligaban a actualizar sus esquemas de análisis, y que por otro lado pusieron a prueba las capacidades de respuesta de la monarquía de Mohammed VI.
El rey y sus colaboradores tuvieron el pragmatismo y la habilidad de, en lugar de intentar acallar las protestas con la represión, debilitar el ímpetu reivindicativo de la calle mediante una reforma constitucional por la que el jefe del Estado renunciaba a parte de sus amplísimas prerrogativas ejecutivas en favor de la Asamblea y el Gobierno (otras atribuciones clave de Mohammed VI, como su liderazgo espiritual sobre los musulmanes en tanto que Comendador de los Creyentes, permanecieron intactas). Las enmiendas constitucionales otorgadas por Palacio y aprobadas en el referéndum del 1 de julio dieron un barniz más democrático al sistema y de paso encauzaron, asimilándolo a un proceso pautado desde arriba, un movimiento ciudadano que en los países vecinos, con su furia revolucionaria y su efusión de violencia, supuso la caída de sendos regímenes republicanos. Othmani y sus colegas, con su pasividad, no contribuyeron en nada al curso reformista de los acontecimientos, pero, paradójicamente, se convirtieron en los grandes usufructuarios de su epílogo electoral.
Así, en los comicios anticipados del 25 de noviembre de 2011, considerados los más transparentes en la historia de Marruecos, el PJD, haciendo suyas las demandas populares de lucha contra la corrupción de las élites, creación de oportunidades laborales, inversiones en vivienda y avances educativos y sanitarios, buena gobernanza en suma, y vaciando de carga religiosa sus mensajes, conquistó una mayoría que para los estándares del fragmentado modelo de partidos marroquí podía considerarse apabullante, aunque no dejaba de ser relativa: 107 escaños sobre 395, con el 27,1% de los votos. Acatando su nueva obligación constitucional de poner al frente del Gabinete a la persona designada por el partido más votado, Mohammed VI trasladó la encomienda formadora a Benkiran, quien el 3 de enero de 2012 alineó un Gobierno de coalición con los nacionalistas del Istiqlal, los liberales conservadores del MP y los izquierdistas del Partido del Progreso y el Socialismo (PPS). El cuatripartito comandado por el flamante jefe del Gobierno, puesto sucesor del antiguo de primer ministro y con poderes reforzados, daba una mayoría absoluta de 217 representantes.
Benkiran se aseguró de que sus dos principales lugartenientes, Othmani y Mustafa Ramid (la voz más contestataria y conservadora del PJD, quien a diferencia del anterior era muy mal visto por el Majzen), le flanquearan en el primer Gobierno marroquí con presencia de ministros islamistas, el primero como titular de Exteriores y Cooperación, y el segundo como responsable de Justicia, además de otros nueve representantes del partido.
2. Jefe del Gobierno real en sustitución de su colega Abdelilah Benkiran
Su ministerio le duró a Othmani menos de dos años. En ese tiempo, el responsable diplomático relanzó las relaciones con España, emprendió la negociación del nuevo acuerdo pesquero con la UE, comunicó la retirada de la confianza por Rabat al enviado de la ONU a Sáhara Occidental, Christopher Ross, nombrado por el secretario general Ban Ki Moon para mediar en el conflicto, y gestionó la contribución económica de Marruecos a la Misión Internacional de Apoyo a Malí liderada por África (AFISMA), la misión militar multinacional creada la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) para asistir al Gobierno de Bamako en su lucha contra los grupos terroristas y yihadistas alzados en armas en la parte norte del país saheliano.
La labor internacional de Othmani fue pareja a una patente falta de fluidez en las relaciones entre su Gobierno y Palacio. Las fricciones institucionales, desarrolladas sobre un fondo de turbulencias económicas e inéditas en la historia de Marruecos al contravenir la tradicional armonía entre las dos ramas del poder ejecutivo, se plantearon cuando el PJD, desdiciéndose en parte de sus promesas electorales de aparcar la islamización del orden jurídico y quejoso del "laicismo" imperante en el orden estatal, planteó con gran controversia una serie de reformas legales que apuntaban a un refuerzo de los preceptos religiosos en la vida nacional. Los justicialistas tampoco se entendían bien con el Istiqlal, sobre todo en materia fiscal, y en julio de 2013 el partido secular que dirigía Abdelhamid Chabat acabó dando portazo al Gobierno de coalición.
La marcha del Istiqlal obligó a Benkiran a entrar en tratos con el centrista Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI) para rehacer la mayoría parlamentaria, manteniendo como socios al MP y el PPS. Los nuevos compromisos requirieron una reasignación de puestos que para el PJD supuso principalmente renunciar al Ministerio de Exteriores, debiendo Othmani ceder la cartera al líder del RNI, Salaheddin Mezouar, el 10 de octubre de 2013. El psiquiatra se quedó al margen del Gobierno y esta condición no varió inicialmente luego de las elecciones legislativas del 7 de octubre de 2016, que depararon un gran triunfo, pese a las fuertes polémicas y críticas que su gestión venía suscitando, al PJD, el cual trepó al 27,9% de los votos y los 125 escaños, afianzando así su condición de primer partido de Marruecos.
Irónicamente, al PJD se le indigestó su éxito en las urnas. Benkiran, proclive a los comentarios extemporáneos, no consiguió recabar apoyos suficientes para seguir liderando el Gobierno y el 15 de marzo de 2017, tras cinco meses de negociaciones infructuosas, el rey tomó la decisión de apartarle del Ejecutivo, pero respetando el derecho de su partido a designar el primer ministro. Dos días después, Palacio comunicó que la misión de formar el nuevo Gobierno recaía en Othmani, un político sin las marcadas personalidad y popularidad de Benkiran pero a priori menos proclive a provocar controversias por su carácter conciliador y discreto. A diferencia del secretario general, el número dos del PJD sí fue capaz deshacer el impasse poselectoral
Haciendo gala de sus habilidades para el consenso, Othmani no tardó en concretar acuerdos con el nuevo líder del RNI, Aziz Akhannouch, rico empresario privado y notable muy próximo a Mohammed VI, y de paso con el MP de Mohand Laenser, la USFP de Driss Lachgar, la Unión Constitucional (UC) de Mohammed Abied y el PPS de Mohammed Nabil Benabdallah. La combinación de los partidos primero, cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo de la Asamblea proporcionaba una confortable mayoría absoluta de 240 diputados. El 5 de abril el rey nombró primer ministro a Othmani y ese mismo día el Gabinete sexpartito tomó posesión.
En el nuevo Ejecutivo predominaba el elemento tecnocrático y los comentaristas no dudaron en señalar que los islamistas habían perdido bastante peso en su seno, lo que chocaba con su progresión electoral. Mustafa Ramid dejó Justicia por Derechos Humanos, y en total el PJD retuvo cinco ministerios con cartera, ninguna de relieve, y dos ministerios delegados. En Exteriores, el anterior líder del RNI, Mezouar, dejó paso al independiente Nasser Bourita, mientras que el Ministerio del Interior continuó en manos de una personalidad no afiliada y escogida directamente por Palacio, esta vez Abdelouafi Laftit. Lo mismo cabía decir del ministro delegado para la Defensa, cargo en el que fue renovado Abdellatif Loudiyi. De los restantes puestos de ministro asignados a los partidos de la coalición, el RNI se quedó con cinco, la USFP con dos, el PPS con otros dos, y el MP y la UC con uno cada uno. El 26 de abril la Asamblea de Representantes aprobó el Gobierno Othmani por 208 votos contra 91, más 40 abstenciones.
Saâdeddin El Othmani está casado y es padre de tres hijos.
(Cobertura informativa hasta 24/4/2017)