Rolandas Paksas
Primer ministro (1999, 2000-2001); presidente de la República (2003-2004); eurodiputado (2009-2019)
Hijo único, cursó la enseñanza secundaria en su Telsiai natal y luego estudió en el Instituto de Ingeniería Civil de Vilnius (hoy, Universidad Técnica Gediminas), en la capital de la entonces República Socialista Soviética Lituana. En lugar de colocarse de perito, comenzó a ganarse la vida como miembro de una escuadrilla de pilotos acrobáticos. Entre 1979 y 1985 ejerció de instructor privado de vuelo y en 1984 se tituló en la Academia de Aviación Civil de Leningrado. Desde ese momento y hasta 1992, presidió el aeroclub Darius y Girènas de Vilnius, a la vez que el Departamento de Aeronáutica de la Defensa Nacional Lituana, una oficina estatal que en 1990 adquirió el perfil de organización de resistencia cívica frente a las autoridades soviéticas cuando prendió en Lituania el movimiento nacionalista que iba a desembocar en la independencia de hecho en septiembre de 1991.
En 1992 Paksas abandonó la profesión de piloto, con un palmarés de victorias en diversos campeonatos de acrobacia aérea de Lituania y la URSS, y desempolvó su otra titulación, la de ingeniero, pasando a presidir la constructora Restako. Su militancia partidista comenzó en 1996 en las filas de la Unión de la Patria-Conservadores de Lituania, TS(LK), formación que entonces se hallaba en la oposición al Gobierno dirigido por el ex comunista Partido Democrático Laborista de Lituania (LDDP). La TS(LK) había sido fundada en mayo de 1993 por el dirigente nacionalista Vytautas Landsbergis, artífice de la secesión de la URSS y jefe del Estado hasta noviembre de 1992, y tenía su basamento en el ala derechista del desaparecido movimiento independentista Sajudis. En las elecciones legislativas de octubre y noviembre de 1996 los conservadores consiguieron desplazar a los laboristas y el 28 de noviembre formaron gobierno en coalición con el Partido Cristianodemócrata Lituano (LKDP) y la Unión de Centro de Lituania (LCS).
En 1997 Paksas fue elegido alcalde de Vilnius y al año siguiente entró en la dirección del partido, convirtiéndose en uno de sus líderes más populares. Su fulminante carrera política se vio jalonada el 10 de mayo de 1999 con la designación por el presidente de la República, Valdas Adamkus, para el puesto de primer ministro en sustitución de Gediminas Vagnorius, que había dimitido el 3 de mayo tras ser objeto de fuertes críticas por el jefe del Estado. En la TS(LK) había un gran resquemor por la "usurpación" de Adamkus, que se habría excedido en la elevación de su voz autorizada para cuestionar las capacidades de Vagnorius, así que el nombramiento de Paksas fue acogido con divisiones internas. Sin embargo, Landsbergis retiró la amenaza de abandonar el Gobierno y aceptó que su jefatura fuera para el alcalde capitalino.
El 18 de mayo el Seimas o Parlamento confirmó el nombramiento de Paksas por 105 votos contra uno y 12 abstenciones, y el 1 de junio el flamante primer ministro presentó su gabinete, que pese a contar con nuevas caras mantuvo la coalición con los cristianodemócratas de Algirdas Saudargas y los centristas de Romualdas Ozolas. Paksas aseguró que iba a mantener la política económica de Vagnorius, caracterizada por la disciplina presupuestaria para ahorrar el gasto y hacer remitir la inflación, y que también iba a promover la empresa privada generadora de puestos de trabajo. En los meses siguientes, viajó a diversas capitales europeas, incluida Moscú, para relanzar las relaciones comerciales bilaterales y la apuesta de integración en las estructuras euro-atlánticas occidentales.
A la candidatura lituana del ingreso en la Unión Europea (UE), depositada en Bruselas en diciembre de 1995, se le presentaba el serio obstáculo de la situación de la central nuclear de Ignalina, en el nordeste, cerca de la frontera con Bielarús, cuya seguridad venía siendo cuestionada por los responsables comunitarios. La planta de Ignalina resultaba vital para el país, ya que le proporcionaba buena parte de la energía que consumía, y su clausura sin más acarrearía la dependencia total de los suministros energéticos de Rusia, perspectiva inaceptable para buena parte de la clase política y la opinión pública lituanas. Precisamente, la aprobación por el Gobierno de un plan para el cierre gradual de uno de los reactores de Ignalina abrió los primeros roces entre Paksas y la dirección del partido liderado por Landsbergis. Las diferencias se hicieron más estridentes cuando la mayoría de los ministros del gabinete, respaldados por el bloque parlamentario de la coalición y el presidente Adamkus, dieron su visto bueno a un controvertido acuerdo con la compañía estadounidense Williams International para la privatización de un tercio de la empresa petrolera estatal Mazeikiu Nafta, operadora de la única refinería de las repúblicas bálticas, la de Mazeikiai.
Paksas y dos ministros votaron en contra de la operación por considerar que el trato se había negociado en términos desventajosos para el país, ya que antes de proceder a la venta de Mazeikiu Nafta el Estado iba a verse obligado a realizar una fuerte inversión de dinero público para cubrir deudas. Los observadores locales apuntaron que tras la negativa del primer ministro a cargar con un dispendio que, ciertamente, iba a trastocar sus planes de recortar el déficit público, asomaba el deseo personal de que fuera Rusia, y no Estados Unidos, el principal suministrador de energía de país; en 2002 Williams iba a vender su participación en la compañía lituana a la rusa Yukos.
Confrontado con su soledad política, el 27 de octubre de 1999 Paksas presentó la dimisión, efectiva el mismo día con el nombramiento de Irena Degutienë (que ya había realizado esta función tras la caída de Vagnorius) como primera ministra interina. Paksas salió del Ejecutivo con la etiqueta de político ultraliberal, aunque no complaciente con los aspectos desordenados de la economía de mercado. En ese momento, los sondeos reflejaban su inmensa popularidad, proyectándose como una suerte de defensor del ciudadano de a pie frente a la prepotencia del gran capital.
Paksas retornó a la alcaldía de Vilnius, rompió con la TS(LK) y en diciembre de 1999 se pasó a la Unión Liberal de Lituania (LLS), partido que le ofrecía un perfil liberal más consistente en lo económico y una mentalidad más abierta a las relaciones con Rusia. La LLS, apoyada en empresarios y profesionales liberales, venía jugando desde su fundación el 24 de noviembre de 1990 un papel marginal en la escena política nacional debido a sus impopulares planteamientos económicos, contrarios a toda limitación estatal de la iniciativa privada y a las prácticas subvencionistas. Esta pequeña formación había recibido el 2,1% de los votos y ningún escaño en las legislativas de 1992 y el 1,8% y un diputado en las de 1996. Encantada con su potente fichaje, la LLS convirtió a Paksas en su presidente de inmediato, en sustitución de Eugenijus Gentvilas.
En las elecciones generales del 8 de octubre de 2000 la coalición gobernante, presidida por Andrius Kubilius, sufrió una aparatosa derrota a manos de la oposición. El vencedor por mayoría simple fue la Coalición Socialdemócrata que lideraba el ex presidente de la República (1992-1998) Algirdas Brazauskas. La LLS experimentó un fenomenal salto y, con 34 escaños y el 17,3% de los votos, se convirtió en la segunda fuerza del Seimas. A despecho del LDDP de Brazauskas, Paksas alcanzó una alianza con la tercera fuerza en escaños (aunque segunda en votos), la Nueva Unión (NS) de Arturas Paulauskas, partido de centroizquierda que aceptó el programa liberal de Paksas y la ejecución de una "Nueva Política" para el país. El 23 de octubre Paksas fue designado por Adamkus para presidir el Gobierno de minoría y tres días después el Seimas, cuya presidencia le correspondió a Paulauskas en el reparto de poderes, le invistió por 79 votos contra 51, 16 más de los que sumaban los grupos liberal y unionista. El 15 de noviembre se desembarazó de la alcaldía de Vilnius por incompatibilidad con su nuevo mandato político.
En su segunda inauguración al frente del Gobierno en año y medio, Paksas delineó un programa con tres prioridades: inversiones en educación y en las tecnologías de la información; estabilización de la economía, que en 1999 había experimentado una recesión del 3,3% del PIB, a través de un nuevo plan de ajuste, por lo que auguró tiempos duros para la población; y, el doble objetivo estratégico de entrar en la OTAN en 2002 y en la UE en 2004. En el segundo terreno, las negociaciones oficiales para la adhesión habían comenzado el 15 de febrero de 2000, después de aceptarse la candidatura lituana el 10 de diciembre de 1999.
Al país le aguardaba una ardua tarea de convergencia y asimilación de los parámetros de la UE, según se desprendía del informe de progreso emitido por la Comisión Europea en noviembre de 2000, el cual situaba a Lituania en un tercer grupo de países de Europa central y oriental en cuanto a nivel de preparación: junto con Letonia y Eslovaquia, el país báltico aparecía rezagado tras los grupos de Estonia, Hungría y Polonia en primer lugar, y de la República Checa y Eslovenia en segundo lugar. Sólo Rumanía y Bulgaria estaban peor preparados para satisfacer los requisitos económicos y adoptar el acervo comunitario.
En mayo de 2001 Paksas sometió a los diputados un balance de gestión que resaltaba los progresos realizados en la campaña de privatizaciones y las negociaciones con Bruselas, pero este curso optimista sufrió un súbito malogro el 18 de junio, cuando la NS, lista para pactar con los socialdemócratas, decidió retirar sus ministros del Gobierno al no ponerse de acuerdo con la LLS sobre la privatización de la industria del gas y sobre la cuota de participación del capital ruso en la petrolera Mazeikiu Nafta en detrimento del capital occidental.
El sensible apartado energético precipitó también, por tanto, la caída del segundo ejecutivo de Paksas en poco más de dos años. El 20 de junio, Paksas, con un lógico malhumor, presentó la dimisión y acto seguido Adamkus nombró a Gentvilas, vicepresidente de la LLS y ministro de Economía, como primer ministro en funciones. La falta de apoyos internos indujo a Paksas a arrojar la toalla asimismo como presidente de la LLS el 5 de septiembre de 2001, dejando el camino expedito a Gentvilas para retomar las riendas de la formación. El ex primer ministro se postuló para el puesto en el congreso extraordinario celebrado el 27 de octubre, pero los compromisarios se decantaron por Gentvilas. Paksas hubo de conformarse entonces con la primera vicepresidencia del partido.
Frustrado, Paksas abandonó la jefatura del grupo parlamentario liberal y el 21 de diciembre entró en abierta disidencia. A esas alturas estaba claro que el inquieto dirigente acariciaba un proyecto político personal con la mirada puesta en la Presidencia de la República. El 7 de enero de 2002, arrastrando a una decena de diputados, anunció la formación de una facción parlamentaria independiente, decisión que le valió la fulminante expulsión de la LLS. Eso era precisamente lo que Paksas estaba buscando: sin dilación, organizó su propia agrupación, el Partido Liberal Democrático (LDP), que celebró el congreso fundacional el 9 de marzo con la participación de 566 delegados, los cuales le eligieron primer presidente por aclamación.
Paksas reconoció que su LDP tenía un ideario y un programa no diferentes de los de la LLS e, implícitamente, que el proyecto que impulsaba servía sobre todo a una ambición presidencial. En síntesis, los liberaldemócratas esgrimían las nociones de un "liberalismo dirigido a los negocios", una "política social fundada en el trabajo" y un "orden basado en el Estado". Por supuesto, la doble entrada en la OTAN y la UE constituían objetivos básicos de la política exterior.
Nominado el 1 de junio por el partido como su candidato presidencial para las elecciones del 22 de diciembre, Paksas acudía a las urnas con escasas oportunidades de batir al aspirante reeleccionista, Adamkus, personaje popular, internacionalmente bien considerado y al que los sondeos le daban por casi seguro ganador. En la primera vuelta Adamkus se distanció claramente de los demás aspirantes y Paksas quedó segundo con un modesto 19,7% de los votos. El tercero en la liza no fue otro sino Paulauskas, con el 8,3%. Pero en la segunda vuelta, conducida el 5 de enero de 2003, el ex primer ministro realizó un vuelco espectacular y se adjudicó la Presidencia con el 54,9% de los sufragios frente al 45,1% de Adamkus. La victoria de Paksas fue tanto más notable por cuanto que, fuera del LDP, sólo la pequeña coalición izquierdista integrada por el Nuevo Partido Demócrata (NDP) y el Partido Campesino Lituano (LVP), con siete escaños en el Seimas, llamó a votar por él en la segunda ronda.
De esta manera un tanto inopinada, Paksas, dos veces obligado a dimitir como primer ministro, regresaba al frente del poder ejecutivo, aunque ahora como titular de una oficina de atribuciones limitadas, de acuerdo con el modelo mayormente parlamentario que asienta la Constitución lituana, y pocos meses después de anunciar la OTAN y la UE que el país báltico iba a figurar en sus hornadas de nuevos miembros en marzo y mayo de 2004, respectivamente.
El 26 de febrero de 2003, Paksas, tras renunciar al liderazgo y a la propia membresía del LDP por imperativo constitucional, tomó posesión de la Presidencia de la República con un mandato de cinco años. Para diluir la extendida percepción de que su proeuropeísmo y su proatlantismo eran menos ardientes que los profesados por Adamkus, en el discurso de investidura afirmó que veía un "futuro brillante para Lituania en el seno de la comunidad de naciones" e instó a los ciudadanos a votar sí en el referéndum de mayo sobre el ingreso en la UE. Por lo demás, no se oteaban en el horizonte mayores problemas de cohabitación con el Gobierno presidido desde julio de 2001 por Brazauskas y consistente en su nuevo Partido Socialdemócrata Lituano (LSDP) y la NS de Paulauskas.
Sin embargo, ya de entrada se produjo un incidente menor. El 4 de marzo Paksas ejecutó el procedimiento constitucional y ratificó en su puesto a Brazauskas, quien acto seguido acató una demanda del presidente y no renovó al ministro social liberal de Salud, reemplazándole por un hombre del LSDP. Paulauskas protestó por la merma en la cuota de poder de su partido y aseguró que el acuerdo entre su antiguo asociado y el primer ministro se había hecho a sus espaldas, no descartando que esta maniobra fuera el germen de ulteriores discordias en el gabinete. Por de pronto, Paksas se ganó la inquina de Paulauskas.
Las cuestiones internacionales dictaron buena parte de la agenda presidencial de Paksas. El 28 de febrero visitó en la base aérea de Bagram a los 40 soldados lituanos destacados en Afganistán como parte del operativo militar multinacional Libertad Duradera encabezado por Estados Unidos. El 7 de marzo departió en Varsovia con su homólogo polaco, Aleksander Kwasniewski, tres días después viajó a Letonia, el 12 de marzo transmitió a George W. Bush el apoyo político de su país a las inminentes acciones militares estadounidenses contra Irak y el 19 recaló en Bruselas para conferenciar con las autoridades de la UE y la OTAN. Los desplazamientos al exterior y las recepciones de mandatarios extranjeros fueron la tónica en la actividad del presidente en los meses siguientes. En mayo, Paksas vetó la promulgación de dos proyectos de ley, el uno regulando el servicio de calefacción en las ciudades y el otro sobre el nuevo esquema fiscal de las empresas petroleras, aunque el Seimas volvió a aprobar los proyectos, convirtiéndolos en norma.
Ninguno de los rifirrafes entre Paksas y los legisladores o los ministros amenazó con desatar una crisis institucional en el verano y el arranque del otoño. Pero el 30 de octubre la opinión pública lituana tuvo conocimiento de un hecho perturbador que iba a principiar un fenomenal embrollo judicial y político, con Paksas en el ojo del huracán. Los medios de comunicación informaron entonces que el Departamento de Seguridad del Estado había facilitado a Paulauskas evidencias de que el presidente y su asesor en asuntos de defensa y seguridad nacional, Remigijus Acas, mantenían vínculos con el crimen organizado de Rusia a través de la corporación Siglo 21, una empresa dirigida por Anzor Aksentyev Kikalishvili, polémico negociante ruso-georgiano habitualmente relacionado con las mafias ex soviéticas.
La presunción se sustentaba en unas grabaciones de conversaciones involucrando a Acas, al empresario aeronáutico Yuri Borisov, que había financiado la campaña presidencial de Paksas con 1,2 millones de litas (400.000 dólares), y al propio Aksentyev. En estas cintas, Borisov y Aksentyev aparecerían exigiendo a sus interlocutores con tono amenazante el cumplimiento de ciertas promesas que Paksas les habría hecho antes de las elecciones.
El 3 de noviembre, a iniciativa de Paulauskas, el Seimas formó una comisión de investigación multipartita para investigar este asunto y esclarecer si delincuentes extranjeros estaban intentando influenciar a miembros del gabinete presidencial y si, por ende, suponían un peligro potencial para la seguridad nacional. El mismo día, el fiscal general del Estado lanzó una investigación criminal contra Borisov, quien habría dicho de Paksas que se convertiría en un “cadáver político” a menos que le nombrara asesor presidencial, de acuerdo con un supuesto pacto dejado por escrito antes de los comicios. La posibilidad de una conchabanza ilegítima entre Borisov y Paksas, de entrada, no les parecía a muchos un perogrullo desde el momento en que se sabía el dato de que este empresario nacido en Rusia y propietario de la empresa nacional Avia Baltica, había recibido la ciudadanía lituana después de la asunción presidencial.
Consciente del muy feo cariz que tomaba el escándalo, Paksas suspendió o forzó a dimitir a sus seis consejeros de área, inclusive Acas, y acudió a la televisión para asegurar que “jamás” había firmado ningún documento que “dañara los intereses y las leyes del Estado”. El 11 de noviembre Paulauskas echó más leña al fuego con la “revelación” de que en el registro de los apartamentos de Borisov se había hallado un plan, de nombre clave Strekoza (Libélula, en ruso), con propuestas para “desestabilizar Lituania” y “asegurar la victoria del LDP en las legislativas del otoño de 2004”, entre ellas, la incriminación del LSDP y la NS en una trama prefabricada de sobornos y corrupción.
Paksas adoptó una actitud cooperativa ante la justicia, que inició diligencias de oficio, y se presentó dispuesto a declarar “abiertamente, con precisión y sin ambigüedad” ante el fiscal y el juez del segundo tribunal del distrito de Vilnius. En la primera comparecencia ante este juzgado, el presidente refutó la sospecha de que Borisov hubiese intentado chantajearle. Con todo, se mostró porfiado, y dejó muy claro que ni se le pasaba por la imaginación dimitir. Sin embargo, ésto era lo que le demandaban abiertamente la NS, la TS(LK) de Kubilius y un grupo de 400 intelectuales y representantes de la cultura nacional a través de una carta colectiva.
El ambiente político fue caldeándose y la polémica salto a la calle, con la celebración de manifestaciones en contra y a favor del presidente, y no testimoniales, ya que reunieron a unos cuantos miles de personas. Las primeras estuvieron convocadas por los sectores nacionalistas y conservadores, y las segundas por el entorno del LDP, que propició también la articulación de organizaciones cívicas de apoyo teóricamente desvinculadas de intereses políticos. Las presiones dimisionarias sobre Paksas se redoblaron a partir del 1 de diciembre, cuando la comisión indagatoria de diputados y abogados dictaminó que “el presidente ha sido y sigue siendo vulnerable” y que, “teniendo en cuenta el estatuto particular del presidente, las responsabilidades y su papel en la política interior y exterior”, su persona entrañaba “una amenaza para la seguridad de Lituania”. Causaban especial motivo de preocupación las opacas relaciones de la oficina de la Presidencia con Avia Baltica y la firma de relaciones públicas rusa Almax, ésta descrita como “sospechosa de estar en tratos con los servicios secretos rusos”.
Paulauskas exigió la renuncia inmediata y Brazauskas, con menos vehemencia para mantener las formas de una cierta neutralidad en la crisis, aunque sin asomo ya de duda sobre su parecer, espetó: “en estas circunstancias, si yo fuera el presidente, dimitiría”. El 2 diciembre, el pleno del Seimas aprobó las conclusiones de la comisión por 70 votos contra 16 más 10 abstenciones. Instantes antes, Paksas compareció por la televisión para insistir en su inocencia y en su convicción de que la comisión parlamentaria, “lejos de establecer la verdad”, sólo pretendía “quebrarme moralmente y destrozarme políticamente”. Paksas dirigió un dardo contra Paulauskas cuando afirmó: “podría decir muchas cosas, pero esencialmente se resume en una lucha por el poder y la decepción de los perdedores en las elecciones".
Lo que se abría ahora era un proceso de juicio parlamentario con desenlace de destitución. Para emprender el proceso se requería la iniciativa de 36 diputados, cosa que, dado el reparto de fuerzas en el hemiciclo, no presentaba dificultad alguna para los promotores. No tan despejada se presentaba la eventual destitución, que iba a requerir el voto favorable de 85 de los 141 legisladores, es decir tres quintas partes, si bien los cuatro grupos cuyas direcciones eran partidarias de la salida de Paksas, el LSDP, la NS, la TS(LK) y la Unión Liberal y Centrista (LCS, surgida en mayo de 2003 de la fusión del LLS y la antigua LCS) de Arturas Zuokas, sumaban los 110 escaños.
El 11 de diciembre la comisión indagatoria remató el pliego de acusaciones contra Paksas, que habría sido autor de seis faltas nada menos: comisión de acciones susceptibles de dañar la seguridad nacional; fallos en la protección de información clasificada; uso improcedente de sus atribuciones con tentativa de condicionar decisiones de empresas privadas; incapacidad para conciliar intereses públicos y privados; obstrucción del buen funcionamiento de las instituciones estatales con descrédito de la autoridad de su oficina; y, omisión de medidas de sanción contra colaboradores que estaban abusando de sus atribuciones. De todo ello se desprendían por lo menos dos delitos, violación flagrante de la Constitución y perjurio, en opinión de los redactores.
Cuando el 16 de diciembre expiró el plazo de recogida de firmas para iniciar el proceso, 86 diputados habían emitido su respaldo. Dos días después, Paulauskas tramitó el comienzo del juicio parlamentario con la formación de una comisión especial mixta de diputados y juristas, éstos últimos propuestos por el Consejo de la Magistratura y la Fiscalía General, que se encargaría de elaborar el acta formal de cargos para someterla al veredicto del pleno. El 18 de febrero la comisión especial endosó las seis alegaciones contra Paksas y acto seguido el pleno del Seimas, por 62 votos contra 11 y tres abstenciones, dio luz verde a la continuación del proceso.
Entonces, Paksas hizo algo que los comentaristas locales llamaron un intento desesperado de impedir lo que ya parecía inevitable, que fue solicitar al Seimas que considerara la destitución del propio Paulauskas, exactamente por lo mismo de que se le acusaba a él: violar la Constitución y el juramento de asunción del cargo. Según Paksas, su archienemigo se había puesto fuera de la ley en el momento en que reveló a los diputados la información clasificada que había puesto en marcha la bola de nieve contra él. Esta contramedida, así como la requisitoria de sus abogados de que el presidente y todos los magistrados del Tribunal Constitucional, que había hallado inconstitucional la concesión de la ciudadanía a Borisov, fueran destituidos, no prosperó.
El 24 de marzo Paksas dio una muestra más palpable de estar perdiendo los papeles tomando la insólita decisión de nombrar asesor presidencial a Borisov, a pesar de que el segundo tribunal del distrito de Vilnius le había prohibido al empresario abandonar el país y tener contactos con el presidente en tanto durara la investigación criminal en su contra. Paksas jugó un partido de tenis con Borisov y luego le recibió en su despacho para comunicarle su nombramiento, todo lo cual precipitó una orden de arresto domiciliario de la Fiscalía General contra Borisov, cuya proximidad al presidente se consideraba “peligrosa”. La situación resultaba esperpéntica -el jefe del Estado codeándose con quien la justicia consideraba una amenaza a su persona- y Paksas no tuvo otro remedio que revocar el decreto sobre su asociado y a continuación pedir disculpas por lo sucedido. Todo en menos de 48 horas, el día 25 los diputados aprobaron sin ningún voto en contra –aunque sí con numerosas ausencias- una resolución en la que instaban a Paksas a que no esperara al desenlace del proceso de impeachment y que abandonara el puesto sin demora.
El 31 de marzo el Tribunal Constitucional volvió a pronunciarse, y con contundencia: Paksas había “violado severamente” la Carta Magna, y por triplicado: primero, disponiendo la concesión de la ciudadanía a Borisov; segundo, poniendo al descubierto secretos de Estado al advertir a Borisov que sus conversaciones telefónicas estaban siendo espiadas por los servicios secretos; y, tercero, interfiriendo ilegalmente en la privatización de la empresa de obras públicas Zemaitijos Keliai al presionar a los accionistas para que transfirieran dinero a cuentas bancarias a nombre de amigos y asociados suyos. El Tribunal no vio más indicios de inconstitucionalidad en el proceder del presidente y la comisión especial del Seimas resolvió que la votación de destitución se hiciera sobre la base de estos tres cargos, no de lo seis definidos el 18 de febrero. El 5 de abril Paksas volvió a comparecer ante los televidentes para admitir que había cometido “errores”, pero que no había causado “daño a Lituania y a los intereses de nuestro pueblo”.
El drama político llegó a su fin el 6 de abril con la votación por separado de los tres cargos. Si Paksas era hallado culpable de uno solo, sería destituido en el acto. El epílogo lo realizó el protagonista de la sesión, lanzando un último alegato en su defensa, asegurando que aceptaría “con honor” el veredicto del Legislativo y afirmando que el impeachment no era “únicamente mi tragedia personal, sino también un muy serio desafío al Estado, a sus instituciones y al conjunto del sistema legal lituano”.
Las previsiones se cumplieron y el presidente perdió en las tres votaciones, aunque de manera ajustada: por 86 votos contra 17 en el cargo de ilegalidad de la ciudadanía de Borisov, por 86 contra 18 en el de revelación de secretos oficiales y por 89 contra 14 en el de injerencia en la privatización de Zemaitijos Keliai. Otros parlamentarios se abstuvieron, votaron nulo o no estuvieron presentes, como los del LDP. Tal como dicta la Constitución, Paulauskas se convirtió en presidente de la República en funciones, hasta la celebración de elecciones anticipadas en de un plazo de dos meses. Tantas semanas de ansiedad y preocupaciones debieron pasarle factura a Paksas, que al final de la jornada hubo de ser hospitalizado por unas horas con un cuadro de hipertensión arterial.
Una vez repuesto, el ya ex presidente recordó que nada le impedía presentarse a las elecciones anticipadas y que ésa, precisamente, su intención. Pero entre el oficialismo y la oposición no faltaban quienes estaban resueltos a impedir como fuera una postulación que se temía: parece que, en todo este tiempo, Paksas conservó una cuota significativa de apoyo popular, especialmente en los medios rurales. Así que el 13 de abril el Seimas aprobó una proposición de enmienda a la ley sobre elecciones presidenciales según la cual la Comisión Electoral Central quedaba obligada a instar a un ex presidente destituido por violar la Constitución a que renunciara a una nueva aspiración el puesto. La medida era un impedimento expresamente concebido para frenar a Paksas, pero el 14 de abril, Paulauskas, quizá para no hacer más leña del árbol talado, decidió vetar la enmienda.
Días después, la Comisión Electoral Central denegó a Paksas la solicitud de inscripción en el registro de candidatos para las elecciones del 13 de junio al tener constancia de la opinión contraria de la Comisión de Ética en la Función Pública. A requerimiento de la anterior, esta oficina se pronunció por la inelegibilidad de Paksas para la Presidencia con el argumento de que, según la ley reguladora de los conflictos de intereses en el servicio del Estado, los funcionarios públicos cesados por violar el marco legal de su condición quedaban inhabilitados durante tres años. Eso sí, el pronunciamiento de la Comisión de Ética no era vinculante, sino recomendatorio, y el mismo presidente de la Comisión Electoral Central reconoció que dicha ley se aplicaba a servidores del Estado contratados, no a los cargos electos.
La puerta legal no estaba cerrada para Paksas y, en efecto, el 22 de abril la Comisión Electoral Central decidió inscribirle para las presidenciales alegando que ninguna norma en vigor prohibía expresamente a un ex presidente destituido candidatear otra vez. En ese momento y según los sondeos, Adamkus, dispuesto a tomarse la revancha de su inopinada derrota en 2003, era el presidenciable con más posibilidades. Sin embargo, la última esperanza de Paksas se desvaneció el 4 de mayo con la aprobación por el Seimas de una modificación legal por la cual un presidente destituido tenía vetada la candidatura presidencial por un período de cinco años. El afectado recurrió ante el Constitucional, pero el 25 de mayo el alto tribunal dictó que la demanda de inconstitucionalidad no había lugar. Llegado a este punto, políticos y periodistas de país opinaron que Paksas asistía al “final” de su carrera política.
(Cobertura informativa hasta 1/10/2004)