Raúl Castro Ruz
Primer secretario del PCC (2011-2021); Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros (2008-2018)
En febrero de 2008, la Asamblea Nacional de Cuba comenzó su séptima legislatura eligiendo, tal como se esperaba, a Raúl Castro, de 76 años, presidente del Consejo de Estado, presidente del Consejo de Ministros y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cargos que venía desempeñando en funciones, al igual que la Primera Secretaría del Comité Central del PCC, desde julio de 2006, cuando la enfermedad de su hermano Fidel puso en marcha las previsiones sucesorias. Hasta ahora número dos del régimen como primer vicepresidente del Consejo de Estado, segundo secretario del PCC y ministro de las FAR, el general Castro ha sido el otro gran pilar de la dictadura de partido único que desde hace casi medio siglo rige en Cuba. En su perfil histórico, ensombrecido por la figura omnipresente de su hermano, confluyen una fama de marxista ortodoxo intolerante con toda desafección y un atribuido pragmatismo calculador en el terreno económico.
(Nota de actualización: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 1/3/2008. Raúl Castro fue elegido primer secretario titular del PCC por el VI Congreso el 19/4/2011, posición en la que fue confirmado por el VII Congreso el 19/4/2016. El 19/4/2018 cedió las presidencias de los Consejos de Estado y de Ministros a Miguel Díaz-Canel. El VIII Congreso del partido marcó su retirada del Buró Político y el Comité Central del PCC, siendo sucedido como primer secretario por Díaz-Canel el 19/4/2021). |
1. El inseparable lugarteniente del comandante en jefe de la Revolución
2. Incombustible segundo dirigente del régimen comunista
3. Un lustro de presencia creciente en la esfera pública
4. Asunción de las funciones supremas por la enfermedad de su hermano
5. La hora de la sucesión oficial con una perspectiva continuista
1. El inseparable lugarteniente del comandante en jefe de la Revolución
Trazar la biografía del más joven de los tres hijos varones tenidos por la pareja formada por el terrateniente azucarero Ángel María Castro y la sirvienta doméstica Lina Ruz en la Cuba de tiempos de la dictadura de Gerardo Machado es una labor comparable a filtrar y concretar determinados capítulos de la densísima trayectoria vital de su hermano cinco años mayor. Y esto es así porque su personalidad, matices particulares aparte, se ha caracterizado por la subordinación obediente y segundona al miembro más famoso de este dúo fraterno, muy bien compenetrado, de revolucionarios y estadistas. Pero haber sido el más fiel compañero de luchas, el más leal colaborador en la dirección política, el sucesor designado y, en definitiva, mucho más que la mera mano derecha de Fidel Castro durante más de medio siglo, convirtió a Raúl Castro en un número dos igualmente longevo y proporcionalmente poderoso, y en la otra figura central de la historia de Cuba desde 1959.
El joven se educó al igual que su hermano en el Colegio Dolores de Santiago y la Escuela Preparatoria Belén de La Habana, dos centros regentados por los jesuitas. A diferencia de Fidel, su rendimiento académico era mediocre. La familia le envió también a un colegio militar, centro que debió de endurecer su carácter y donde se graduó con el grado de sargento. En la Universidad emprendió estudios en la especialidad de Ciencias Sociales, pero su absorbente militancia política los dejó inconclusos, luego de terminar Fidel la carrera de Derecho y de ponerse a ejercer, aunque por poco tiempo, la abogacía. Siendo estudiantes universitarios, los hermanos Castro compartieron un activismo dirigido por entero a la agitación política dentro y fuera de las aulas, y a la denuncia de los gobiernos del Partido Auténtico, a los que acusaban de corruptos y serviles a Estados Unidos. Su pensamiento era esencialmente nacionalista y antiimperialista, pero mientras que Fidel lo puso en práctica en el Partido Ortodoxo de Eduardo Chibás y Ribas, Raúl encontró más atractivo el Partido Socialista Popular (PSP), que entre otros lideraba Blas Roca Calderío.
Representante del comunismo prosoviético en la isla desde su fundación en 1925, el PSP se había distinguido por su prolongado apoyo a las ambiciones políticas de Fulgencio Batista Zaldívar, que incorporó a ministros comunistas en su primer Gobierno entre 1940 y 1944, y cuya aspiración de regresar a la Presidencia en 1952 también respaldó. La ruptura se produjo a raíz del golpe de Estado perpetrado por el coronel en marzo de aquel año, tres meses antes de las elecciones. El PSP condenó la quiebra del orden constitucional y Batista castigó las censuras ilegalizando la formación.
El menor de los Castro militó durante un tiempo en la Juventud Socialista, considerada la rama juvenil del PSP, y como tal participó a mediados de 1953 en la Conferencia Mundial por la Defensa de los Derechos de la Juventud, celebrada en Viena, y en las reuniones preparatorias en Bucarest del IV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, al que tenía previsto asistir en agosto al frente de la delegación cubana. Para entonces, el joven ya se había distanciado de la dirección del PSP por su actitud ante la nueva dictadura, que consideraba poco beligerante. Secundando a su hermano, que también acababa de romper con los ortodoxos por su tibieza frente a Batista, se decantó por la vía subversiva para derrocar al autócrata y establecer un orden político revolucionario que en su caso estaba claramente guiado por una ideología socialista bastante perfilada.
Fue el principio del capítulo más azaroso en la vida de un joven veinteañero, apenas un mozalbete ante la vista de su físico aniñado y enclenque, de aspecto tímido, pero del que salió triunfalmente airoso con una mezcla de fortuna, arrojo, tenacidad y el permanente manto protector que su robusto e infatigable hermano mayor le proporcionaba. Los hechos de armas y la extraordinaria buena estrella protagonizados por Fidel los compartió íntimamente su inseparable hermano, revelado como un organizador meticuloso, un doctrinario celoso y un soldado implacable.
Así, entre julio de 1953 y diciembre de 1956 Raúl participó en el fracasado asalto al Cuartel Moncada —donde tenía encomendada la captura del edificio de los tribunales de justicia— y figuró entre los supervivientes que fueron aprehendidos por el Ejército batistiano; compartió cárcel en Santiago a la espera de ser fusilado y se benefició de unas gestiones eclesiales que le ahorraron el paredón a cambio de una condena a 13 años de reclusión que empezó a servir en la Isla de los Pinos; tras 22 meses de prisión, fue inesperadamente amnistiado por Batista y marchó a México como exiliado; allí, ayudó a organizar el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) con el objetivo de abrir un frente guerrillero en Cuba; y, por último, desembarcó del yate Granma en el paraje de Los Cayuelos y nuevamente salió con vida, junto con Fidel, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos Gorriarán y Juan Almeida Bosque, del calamitoso arranque de la lucha de guerrillas en la Sierra Maestra.
El mayor de los Castro, comandante en jefe del MR-26-7, adjudicó a su hermano el mando de diversos destacamentos del Ejército Rebelde, que fue adquiriendo fuerza con el reclutamiento de nuevos combatientes. El 27 de febrero de 1958, con su ascenso a comandante a la vez que Almeida y Cienfuegos, Fidel le asignó la misión de atravesar la provincia de Oriente al frente de la columna de guerrilleros número 6 y abrir el II Frente Oriental Frank País en el extenso territorio comprendido entre Mayarí y Baracoa, en el extremo sudoriental de la isla, tomando como base de operaciones la Sierra Cristal.
Raúl no desempeñó un papel descollante en las operaciones militares, ya que las fuerzas bajo su mando demoraron el asalto a Santiago a la espera de que la columnas del Che y Cienfuegos, que llevaban el peso de la lucha, avanzaran decisivamente en el oeste. Sus aptitudes se manifestaron sobre todo en la organización del Ejército Rebelde en la retaguardia, a modo de ensayo del futuro Gobierno revolucionario, en lo que aplicó directrices inequívocamente socialistas, creando malestar en compañeros de armas que no compartían esa ideología y que incluso se consideraban anticomunistas. También, al igual que el Che, con quien sintonizaba bien, dispuso la ejecución sumaria de varios prisioneros de guerra hechos entre las huestes de Batista y de civiles acusados de traición por colaborar con la dictadura, acciones que preludiaron su papel señero en los crímenes que en nombre de la Revolución se cometieron tras la toma del poder.
En las jornadas que preludiaron y siguieron al colapso de la dictadura y la huida de Batista en enero de 1959 Castro mantuvo a su hermano menor fuera del principal foco de atención, al ordenarle que se hiciera con el control del Cuartel Moncada junto con el comandante Hubert Matos Benítez y que, una vez obtenida la rendición de la plaza, el mismo día de año nuevo, permaneciera en Santiago durante unos días, mientras las columnas del Che y Cienfuegos entraban triunfalmente en La Habana. Una semana más tarde, con el Gobierno revolucionario provisional que presidía José Miró Cardona ya instalado en el poder, los hermanos llegaron a la capital en olor de multitudes. El 11 de enero Raúl se hizo cargo del antiguo Estado Mayor Conjunto (EMC) en el campamento militar de Columbia.
El 26 de enero, estando en Santiago, Castro contrajo matrimonio con su inseparable compañera de armas Vilma Lucila Espín Guillois, una ingeniera química de formación que se había destacado en la coordinación de la organización clandestina del MR-26-7 en Oriente y por sus acciones en el II Frente Oriental Frank País. La pareja iba a tener tres hijas, Deborah, Mariela (futura directora del Centro Nacional de Educación Sexual, Cenesex) y Nilsa, y un hijo, Alejandro.
2. Incombustible segundo dirigente del régimen comunista
Como jefe militar de la provincia de Oriente, su primer cargo oficial bajo el Gobierno revolucionario, Raúl Castro obtuvo una notoriedad tenebrosa por ordenar el fusilamiento sin juicio de muchas decenas de "criminales de guerra" y "torturadores" militares apresados en Santiago, lo que provocó la protesta de la dirección nacional del MR-26-7 y los informes de periodistas estadounidenses sobre la comisión de un "baño de sangre" en la isla, denuncia que puso en un aprieto al flamante régimen. Raúl no vacilaba en aplicar decisiones expeditivas de "justicia revolucionaria", caras también a su amigo el Che, y tampoco disimulaba sus convicciones marxistas. Fidel, entonces muy preocupado por transmitir a la opinión pública internacional y en particular la norteamericana la noción de que la Revolución Cubana no tenía naturaleza comunista, era ante todo nacionalista y no perseguía revanchas sangrientas, mantuvo a su hermano en un segundo plano, pero esta relegación, si es que en verdad llegó a existir, fue fugaz.
Ya el 21 de enero el mayor de los Castro propuso a su deudo para que le supliera en caso de ocurrirle algo a él. El 2 de febrero, siendo ministro de Defensa el comandante Augusto Martínez Sánchez y jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde el comandante Cienfuegos, el Gobierno revolucionario nombró a Raúl segundo jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire de la República de Cuba, colocándose inmediatamente detrás de su hermano en la jerarquía de la milicia. El 13 de febrero, coincidiendo con la dimisión de Miró y la asunción por Fidel de la jefatura del Gobierno, el antiguo "casquito de Batista", como le habían apodado en la Sierra Maestra por haber recibido instrucción castrense en un colegio militar fundado por el dictador, fue promovido a la jefatura de la Comandancia General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), órgano que reemplazaba al antiguo EMC y desempeñaba la máxima dirección militar del país. El 16 octubre asumió la titularidad del nuevo Ministerio de las FAR (MINFAR). Sólo tenía 28 años.
Castro se volcó en la organización de las FAR partiendo de los medios humanos y materiales del disuelto Ejército Rebelde, pero no por ello dejó de implicarse en las decisiones puramente políticas, especialmente las de alto calado estratégico, donde su influjo se reveló determinante en innumerables ocasiones. Coartífice del arresto y condena a 20 años de cárcel de Hubert Matos por oponerse a las directrices socialistas del Gobierno, entró en conflicto también con Cienfuegos, entre otras razones por el cuestionamiento de la libertad sindical, que el segundo defendía. La muerte de Cienfuegos en octubre de 1959 en circunstancias un tanto extrañas —oficialmente, en un accidente de aviación, si bien nunca fueron hallados ni el cuerpo ni la avioneta— desató en medios de la oposición en el exilio todo tipo de especulaciones, la más arriesgada de las cuales proponía que el querido Comandante del Pueblo habría sido asesinado en La Habana por orden del recién nombrado ministro de las FAR, quien no soportaría ni su popularidad ni su tibieza en el incipiente proceso de comunistización del régimen.
Entre 1960 y 1965 la impronta del menor de los Castro se apreció en una serie de procesos que vinieron a subsumirse en dos, a su vez caras de una misma moneda: la configuración de Cuba como un Estado comunista a todos los efectos y la sovietización de la organización política interna, la economía y las relaciones exteriores.
Partiendo de su credo marxista, que hasta 1961 Fidel no reveló compartir, y valiéndose de unos contactos particulares con enlaces del KGB que según algunos investigadores se remontarían a los años de lucha en la Sierra Maestra, Raúl hizo valer todo su peso político en la depuración de las FAR, la función pública y los sindicatos de elementos desafectos o meramente sospechosos; en el comienzo de conversaciones con la URSS para normalizar las relaciones diplomáticas y establecer una cooperación comercial, energética y militar a gran escala —capaz de compensar el boicot y el embargo impuestos por Estados Unidos tras los decretos de la reforma agraria y las nacionalizaciones—; y en la implicación de sus antiguos camaradas comunistas del PSP, dejando atrás las actitudes ambiguas, en la construcción de un soporte político orgánico de la Revolución conjuntamente con el MR-26-7 y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, dando lugar a las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y luego al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), en cuyo Secretariado de seis miembros él se reservó un asiento.
Como segundo comandante de las FAR, Castro dirigió con éxito la defensa nacional frente al intento de invasión contrarrevolucionario de playa Girón en abril de 1961 —aunque entonces se dio más importancia al papel bélico de los milicianos civiles— y en julio de 1962 convenció, personalmente en Moscú, a Nikita Jrushchev de la necesidad que tenía Cuba de ser protegida de la hostilidad de Estados Unidos mediante la instalación en la isla de misiles balísticos de medio alcance, arriesgado envite que empezó a ejecutarse en septiembre y que un mes más tarde desembocó en la conocida crisis internacional. Entre medio, el 25 de marzo de 1962, adquirió el cargo gubernamental de viceprimer ministro.
Su posición como número dos de hecho del régimen recibió su confirmación de derecho en tres momentos clave. Primero, el 3 de octubre de 1965, cuando vio la luz, en buena parte gracias a sus esfuerzos, y partiendo de la estructura del PURSC, el Partido Comunista de Cuba (PCC), con doctrina marxista-leninista y arrogado monopolio político del poder, en cuyo seno el ministro de las FAR fue promovido a miembro del Buró Político de ocho miembros y a segundo secretario del Comité Central, siendo para Fidel la primera secretaría. Segundo, en 1972, cuando Fidel le nombró primer viceprimer ministro. Y por último, el 3 de diciembre de 1976, la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), en virtud de la Constitución promulgada en febrero anterior, le eligió, en tanto que miembro de la misma y con un mandato inicial de cinco años, primer vicepresidente del también flamante Consejo de Estado, órgano ejecutivo colegiado de 31 miembros que incorporaba las funciones de la abolida Presidencia de la República. Al convertirse en el vicepresidente primero, Castro asumía atribuciones propias de un vicejefe del Estado y las prerrogativas de vicepresidente del Consejo de Ministros, o vicejefe del Gobierno.
Su condición de sucesor designado por su hermano en el liderazgo supremo adquirió rango constitucional, ya que el artículo 94 de la Carta Magna establecía que "en caso de ausencia, enfermedad o muerte del presidente del Consejo de Estado lo sustituye en sus funciones el primer vicepresidente". Días antes de constituirse la ANPP, el 15 de noviembre, Castro fue ascendido al grado de general de Ejército "en reconocimiento de los servicios prestados a la defensa del país". La jerarquía fraterna de los Castro fue ritualmente renovada con el 100% de los votos en todos los congresos partidarios —en 1975, 1980, 1986, 1991 y 1997— y arranques de legislatura de la ANPP —en 1981, 1986, 1993, 1998 y 2003— habidos desde entonces.
Su esposa, Vilma Espín, ostentó varias altas responsabilidades desde los primeros días del Gobierno revolucionario. Así, fue la encargada de organizar y presidir desde su fundación el 23 de agosto de 1960 la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), una de las organizaciones sociales de masas concebidas para implicar a la población en la consecución de las metas revolucionarias. Fue asimismo miembro del Comité Central —desde 1965— y del Buró Político —desde el II Congreso en 1980— del PCC, diputada de la ANPP y miembro del Consejo de Estado desde la primera legislatura, directora de Desarrollo de la Industria de Alimentos, presidenta del Instituto de la Infancia y presidenta de la Comisión Nacional de Prevención y Atención Social, amén de encabezar la Comisión Permanente de Atención a la Niñez, la Juventud y la igualdad de Derechos de la Mujer de la ANPP. Debido a la soltería oficial de su cuñado, Espín obtuvo la consideración oficiosa de primera dama del país.
Mientras su hiperactivo hermano acaparaba todo el protagonismo con sus actos de mando, sus discursos, sus baños de masas y sus desplazamientos internacionales rodeado de nubes de periodistas, Raúl Castro se acomodó en el papel de discreto cancerbero militar del régimen, encargado de tener a las FAR siempre a punto para repeler cualquier agresión procedente del mal encarado vecino del norte. Desde 1975 comandó unas tropas volcadas al intervencionismo exterior en aras de la solidaridad socialista con las luchas de liberación nacional y caro a los intereses estratégicos de Moscú, sobre todo en África, donde decenas de miles de soldados cubanos pelearon en conflictos bélicos del lado de los acosados gobiernos amigos de Angola y Etiopía, cuya supervivencia aseguraron.
Aparte algunas funciones de coordinación con los servicios de espionaje del Ejército, los cuales sí le competían directamente, su jurisdicción no se extendió al aparato de seguridad e inteligencia del Estado, básicamente al cargo del Ministerio del Interior (MININT), dedicado a luchar contra la subversión y el terrorismo de elementos extremistas del exilio, en muchas ocasiones apadrinados por los servicios secretos estadounidenses, y a ejercer labores de vigilancia política interna.
El adusto segundo secretario del PCC, de limitadas dotes comunicativas y presencia apocada y grisácea, que ni antes ni después del triunfo de la Revolución gozó de la popularidad de otros comandantes más carismáticos empezando por su icónico hermano, era visto como un dirigente dedicado por entero a la consolidación de la Revolución en casa y como un campeón del rigor doctrinal y el sovietismo. Unas credenciales "estalinistas" que en los años inmediatamente posteriores al desenlace humillante para el régimen de la crisis de los misiles no dejaron de contrastar con las ínfulas de Fidel, luego abandonadas, de manejar la alianza estratégica de la URSS con más autonomía con el objetivo principal de extender la Revolución a América Latina, lo que para los sucesores de Jrushchev, reacios a buscarle las cosquillas a Estados Unidos en su patio trasero, no era más que insensato aventurerismo.
Pero Raúl no se limitó a quedarse a vigilar la casa y a despachar contingentes expedicionarios en la retaguardia mientras el hermano mayor se entregaba al internacionalismo revolucionario y disfrutaba de las mieles de la fama; él también viajó, incluso más, sólo que sin cobertura mediática, a los países de la Europa del Este, donde fue a comprar armas y a cerrar convenios de todo tipo. Por otro lado, aunar en su perfil al soldado, al burócrata, al diplomático y, en menor medida, al espía, convirtió a Castro en un analista muy bien informado y en un hombre más práctico y probablemente más realista que su hermano. Fidel era quizá menos ortodoxo en el sentido de sometimiento milimétrico a las doctrinas escritas por otros, que no encajaba bien con su carácter de hombre de acción fiado sobre todo de su instinto, pero sí más dado a enfrascarse en las grandes visiones de las luchas revolucionarias, las alianzas de bloque, los enfrentamientos épicos y, en definitiva, los esquemas, en el fondo rígidos, de la Guerra Fría, lo que a su manera le convertía en un dogmático formidable, muy poco dado a reconocer errores propios y a rectificar en consonancia con las situaciones cambiantes.
Su hermano, en cambio, no era alérgico a la autocrítica, siempre que sirviera para perfeccionar el régimen de gobierno sin desviarse de los principios socialistas y revolucionarios, y se dejaba asesorar por los especialistas cuando no comprendía una cosa. Fidel actuaba más por impulsos, a veces emocionales, y tendía a menospreciar los criterios alternativos al suyo; Raúl, por el contrario, se mostraba como un metódico desapasionado que no dejaba nada al azar y que consideraba útil contrastar las discrepancias en una discusión colectiva para encontrar las mejores soluciones a los problemas. Él podía ser muy leal y, llegado el caso, dócil cumplidor de la decisión final e inapelable del comandante en jefe, pero ni era un clon suyo ni un mero apéndice instrumental de su férula.
Las diferencias de carácter asomaban también en los ámbitos más personales y privados: según informaciones procedentes de personal bajo su mando, el austero general de Ejército era un hombre afable capaz de distenderse festivamente, bebiendo ron y contando chistes, en las situaciones sociales informales y que se sentía a gusto compartiendo los ratos de descanso con su esposa, hijos y nietos, una faceta familiar divulgada recurrentemente por el diario Granma. Los observadores de la realidad cubana suelen señalar a Raúl como el promotor, un poco por su cuenta, en el coto industrial de las FAR, de los primeros ensayos de autogestión y racionalidad empresariales desde 1986, cuando el agravamiento de las dificultades económicas por las malas cosechas azucareras y la escasez de bienes de consumo básicos fueron respondidos por el PCC con la cancelación del experimento de los mercadillos campesinos libres, iniciado en 1980, y el regreso al estatismo sin excepciones. Las empresas de las FAR acogidas al nuevo sistema recibieron cierta autonomía para vincular la producción laboral al salario, lo que se tradujo en unos rendimientos de mayor productividad.
El ascendiente económico del primer vicepresidente aumentó a partir de 1991, cuando el desmoronamiento de la URSS, culminando la desasistencia que Mijaíl Gorbachov ya había iniciado en el último año de la perestroika, colocó al borde del abismo a un país que había terminado por confiar su economía al comercio privilegiado con la superpotencia, que compraba azúcar y vendía petróleo a precios subvencionados, otorgaba créditos prácticamente a fondo perdido y donaba todo tipo de equipamientos. En lo sucesivo, Cuba tendría que desenvolverse en los mercados internacionales sin protecciones foráneas, con sus propios medios.
Al socaire del denominado "Período Especial en Tiempos de Paz", el paquete de medidas de austeridad y racionamiento decretado en 1991 para hacer frente a la crítica situación económica, y del rosario de reformas estructurales aprobadas por la ANPP desde 1992, que abrieron las puertas a diversas fórmulas de participación privada en el sistema productivo y de organización laboral, incluido el trabajo por cuenta propia, así como a la compraventa de divisas por particulares, el ministro de las FAR movió las palancas necesarias para entregar a los militares la dirección y la gestión de algunas de las más provechosas empresas mixtas y joint ventures formadas con la participación de capital extranjero. Los soldados cubanos habían dado sobradas muestras de profesionalidad y eficacia en los campos de batalla africanos, y ahora volvieron a demostrarlo en el ámbito de los negocios.
El prometedor sector turístico, que en 1995 desbancó al azúcar como la principal fuente de ingresos brutos del Estado con una facturación de 1.100 millones de dólares, quedó en buena medida bajo el control de un grupo de oficiales de las FAR, en activo y retirados, a través de la Corporación Gaviota, una sociedad anónima que desde su fundación en 1990 tejió con rapidez una extensa red de hoteles, tiendas y empresas de servicios en toda la isla, y que se dotó de su propia aerolínea. Los uniformados adquirieron una presencia descollante —en realidad, potenciaron la que ya tenían— en la agricultura, la minería, los transportes, las comunicaciones y las mundialmente elogiadas industrias farmacéutica y biotecnológica. En 1993, el año más crudo del Período Especial, la ANPP, con el satisfecho aplauso del primer vicepresidente, reabrió los mercados libres campesinos, regidos por la oferta y la demanda, que sirvieron para aliviar el desabastecimiento
El significativo incremento de la presencia de las FAR en terrenos típicamente civiles, contribuyendo a asegurar sus propias dotaciones presupuestarias, unido al prestigio adquirido como institución castrense, reforzó la posición de su ministro-comandante, siempre dispuesto a afianzar su condición, en apariencia nunca puesta en entredicho, de segundo dirigente político del régimen y delfín de su hermano. Muchos comentaristas de la realidad cubana han achacado al afán maniobrero de Raúl, que habría recurrido para ello a los servicios de espionaje de las FAR, las trágicas caídas en desgracia en junio de 1989, tres meses antes de asistir en Belgrado a la IX Cumbre del Movimiento de los No Alineados al frente de la delegación cubana, del general Arnaldo Ochoa Sánchez y el coronel Antonio de la Guardia. En julio, estos dos altos oficiales fueron condenados a muerte y fusilados por haberse dedicado al contrabando de diamantes y al tráfico de drogas, aunque en el caso del primero habrían sido sus atribuidas simpatías por reformas del tipo perestroika y glasnost, aborrecidas por los hermanos Castro, las que desencadenaron su arresto y juicio sumario.
Por otro lado, el escándalo de las "traiciones" del general Ochoa y los hermanos de la Guardia malparó el prestigio del MININT, donde Raúl no tenía ninguna jurisdicción por así haberlo dispuesto Fidel, que había colocado allí a hombres de su vera. El titular del ministerio, José Abrantes Fernández, un fidelista considerado hasta entonces de la entera confianza del comandante en jefe, fue destituido de manera abrupta antes de ser juzgado y condenado 20 años de prisión, donde fallecería al cabo de un año. A Abrantes le sustituyó el general Abelardo Colomé Ibarra, miembro del Buró Político del PCC y, como antiguo jefe de la contrainteligencia militar y viceministro de las FAR, un estrecho colaborador de Raúl, quien de esta manera incorporó el aparato de la Policía y la Seguridad del Estado a su vasto coto de poder. El 27 de febrero de 1998, al cumplirse el cuadragésimo aniversario de su ascenso a comandante del Ejército Rebelde, el Consejo de Estado otorgó al general de Ejército el título honorífico de héroe de la República de Cuba y la Orden Máximo Gómez en primer grado.
3. Un lustro de presencia creciente en la esfera pública
Más respetado que querido, Raúl, llamado en alguna ocasión el Prusiano del régimen por su estilo riguroso y cerebral, llevaba manejando los asuntos diarios del Gobierno cubano desde hacía muchos años. Pero fue sólo en el cambio de siglo cuando su proverbial aversión a las cámaras y los micrófonos, hasta entonces cedida en muy contadas ocasiones, dio paso a un mayor protagonismo tanto institucional como declarativo. El número dos adquirió un rol mucho más activo en los actos y concentraciones oficiales, tomando la palabra en palestras que durante décadas habían estado reservadas a la oratoria apabullante y kilométrica de Fidel.
Ya el 26 de julio de 1997 Raúl fue el orador principal en la celebración del 44 aniversario del asalto al Cuartel Moncada, conmemorado como Día de la Rebeldía Nacional. En octubre del mismo año fue reelegido por quinta vez consecutiva segundo secretario del PCC en el V Congreso del partido, en cuya jornada de clausura, el día 11, Fidel le cubrió de elogios y le llamó su "relevo". En noviembre siguiente visitó la República Popular de China durante dos semanas y comprobó in situ las reformas económicas pro mercado emprendidas por Deng Xiaoping y continuadas por sus sucesores. En diciembre hizo una escala inesperada en Roma relacionada con la visita a la isla del Papa Juan Pablo II, programada para enero de 1998; cuando ésta se produjo, fue el encargado de recibir al jefe del Estado Vaticano en Santiago.
El 1 de abril de 2000 lideró una manifestación convocada por el régimen exigiendo la devolución por las autoridades estadounidenses del niño balsero Elián González a la custodia del padre, que se había quedado en la isla y era adicto al Gobierno. El 23 de ese mes, tras votar junto con su esposa en las elecciones municipales de lista única, el general declaró a la televisión que "nuestra democracia no es perfecta, pero tenemos que seguirla perfeccionando y defender nuestro sistema con orgullo". Y añadió: "Aquí hay un partido, y uno o ninguno; más de uno no hace falta para representar los intereses de nuestro pueblo (…) Como ha dicho Fidel, si aquí existiera otro partido, sería el partido de los yanquis". En julio, en un mensaje leído por la televisión y dirigido a los 300.000 asistentes a un acto en Manzanillo, auguró la derrota de "toda agresión y todo intento de asfixiarnos y ponernos de rodillas".
El 4 de enero de 2001, en una entrevista televisada, recomendó a Estados Unidos normalizar las relaciones con Cuba en vida de su hermano, pues de lo contrario le resultaría "más difícil". Tres meses después, reiteró que "la autoridad que tiene Fidel no la tiene nadie en Cuba", y amenazó con "reventar a minazos" a los estadounidenses si invadían la isla. El 29 de junio del mismo año, a la semana de sufrir una lipotimia leve durante una alocución en el barrio habanero de Cotorro, percance que desató las primeras especulaciones serias sobre su estado de salud y su aptitud para seguir llevando las riendas del poder, Fidel se refirió explícitamente a la condición de sucesor de su hermano al describirle con estas palabras: "Tiene buena salud, y después de mí es el camarada que más experiencia y conocimiento tiene, aunque quizás no se le conozca bien. Por lo tanto, creo que tiene la capacidad para sucederme". Pero apostilló: "Ahora bien, no está sólo Raúl; hay una pléyade de jóvenes nuevos y con talento en nuestro país".
En diciembre de 2002, con las luces de alarma nuevamente encendidas en la economía por la caída de los ingresos turísticos y el encarecimiento del petróleo, situación que obligó al Gobierno a cerrar decenas de fábricas azucareras, entre otras medidas de ahorro, mientras confiaba en superar la penuria energética gracias a la importación masiva de petróleo venezolano –vendido por Hugo Chávez a precios ventajosos y con facilidades financieras-, el primer vicepresidente, por primera vez desde 1976, sustituyó al presidente, aquejado de una linfangitis, en el décimo y último período ordinario de sesiones de la quinta legislatura de la ANPP.
El 15 de febrero de 2003 presidió en La Habana una "tribuna abierta" contra las intenciones del presidente republicano George W. Bush de invadir Irak. Semanas más tarde, el 6 de marzo, la ANPP salida de las elecciones de lista única —y terceras directas desde la innovación constitucional de 1992— celebradas el 19 de enero anterior, eligió el sexto Consejo de Estado: como si de un automatismo rutinario se tratara, los diputados renovaron a los Castro en sus puestos cimeros por otro quinquenio. Secundando a Raúl, fueron igualmente ratificados los cinco vicepresidentes, todos miembros del Buró Político del PCC, a saber: el también veteranísimo Juan Almeida; el general Colomé; el secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y principal gestor económico, Carlos Lage Dávila; el responsable de ideología del partido, Esteban Lazo Hernández; y el muy ortodoxo responsable del aparato de organización, José Ramón Machado Ventura.
Meses después de este evento institucional, Cuba encajó la imposición por la Unión Europea de sanciones diplomáticas en represalia por la detención (18 de marzo) y juicio sumarísimo con condenas a largas penas carcelarias (3 y 4 de abril) de 75 disidentes y periodistas, y por el fusilamiento (11 de abril) de tres secuestradores de un ferry de pasajeros. A mediados de junio, mientras Fidel se encargaba de la Embajada de España, Raúl encabezó una manifestación de protesta ante la Embajada de Italia dentro de la campaña de multitudinarias movilizaciones populares de repudio a la nueva política censuradora de los europeos; transcurrido un mes, un airado Fidel anunciaba el rechazo de su país al diálogo político y a la ayuda humanitaria de la UE y sus países miembros. En diciembre de 2003 Raúl zanjó los rumores de su supuestamente delicado estado de salud, surgidos tras permanecer varias semanas desaparecido, ironizando sobre una "mejoría" del "cáncer de colon" que medios anticastristas de Miami habían llegado a adjudicarle.
En mayo de 2004 el ministro de las FAR, sin desprenderse de su espartano uniforme de general de cuatro estrellas, encabezó junto con su hermano otra gigantesca manifestación en La Habana, esta vez contra el plan de la Administración Bush, empeñada en provocar la caída del régimen, de restringir severamente el envío de remesas familiares a la isla y de "acelerar" una "transición democrática", y contra la base de Guantánamo, convertida por el Ejército estadounidense en un centro de internamiento al margen de toda legislación para prisioneros islamistas capturados en Afganistán. Los manifestantes denunciaron con vehemencia el "incremento de las agresiones y amenazas" estadounidenses. En noviembre, se entrevistó con los presidentes chino, Hu Jintao, y vietnamita, Tran Duc Luong, así como con el primer ministro de Malasia, Abdullah Ahmad Badawi, los tres de visita en La Habana.
Del 13 al 19 de diciembre de 2004, dos meses después de sobresaltarse el país con el tropezón y caída al suelo sufridos por Fidel cuando terminaba un discurso en Santa Clara, accidente que le fracturó la rodilla izquierda y le fisuró el brazo derecho, Raúl supervisó las maniobras militares Bastión 2004, las más aparatosas en 18 años, que movilizaron a más de 100.000 soldados regulares del Ejército, la Marina de Guerra Revolucionaria, las Tropas de la Defensa Antiaérea y la Fuerza Aérea Revolucionaria, y a efectivos adicionales del MININT y de los dos cuerpos de fuerzas irregulares de las FAR, las Milicias de Tropas Territoriales (creadas por él en 1981 con arreglo al concepto estratégico de "Guerra de Todo el Pueblo") y las Brigadas de Producción y Defensa. "Que lo observen bien los americanos, para que no cometan los errores que cometieron en Vietnam y que ahora están cometiendo en Irak, donde se encuentran empantanados", advirtió el vicecomandante en jefe en vísperas del inicio de los ejercicios.
El 11 de marzo de 2005, en un discurso pronunciado en un homenaje póstumo a los combatientes caídos en el II Frente Oriental Frank País, el primer vicepresidente realizó la enésima manifestación de resistencia a ultranza contra las presiones internacionales, de la oposición en el exilio y de la disidencia en favor de transformaciones en la isla: "En estos tiempos de crecientes amenazas y agresiva charlatanería acerca de ‘transiciones' y 'restauración del capitalismo', es oportuno recordarles a estos trasnochados que pueblo, ejército y partido forman un invencible bloque monolítico", afirmó. En abril siguiente, el general dio un nuevo lustre a su historial diplomático con una gira asiática que le llevó a China, Vietnam, Laos y Malasia. El viaje constituyó otro jalón en el desarrollo de la cooperación económica y comercial con Beijing —muy especialmente— y Hanoi, cuyos modelos de apertura económica sin complejos al sector privado y el capitalismo, capaz de generar riqueza y de mejorar el bienestar de la población, pero sin realizar ninguna reforma política, luego preservando el monopolio de poder del Partido Comunista y el férreo control de la sociedad por el Estado, contemplaba, según los comentaristas, con vivo interés.
A comienzos de mayo, repitiendo el reencuentro con los orígenes familiares protagonizado por su hermano trece años atrás, y acompañado por el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, el menor de los Castro viajó hasta Galicia, donde fue cordialmente recibido por el presidente de la Xunta o Gobierno Autónomo, Manuel Fraga, un político que estaba en sus antípodas ideológicas, y visitó la casa natal de su padre en la aldea de Láncara, en la provincia de Lugo. Estando en España, negó que existieran presos políticos en su país: según él, en las cárceles cubanas sólo había "mercenarios" pagados por Estados Unidos.
4. Asunción de las funciones supremas por la enfermedad de su hermano
La hora del encumbramiento de Raúl Castro, escenario que muchos, dentro y fuera de Cuba, no terminaban de ver claro debido a su edad —75 años ya—- y, pese a los mentís del interesado, su estado de salud, no precisamente envidiable —medios de comunicación hostiles insistían en diagnosticarle una cirrosis provocada por el consumo inmoderado de alcohol—, sonó el 31 de julio de 2006.
Fue semanas después de producirse dos movimientos que en los observadores más avispados despertaron la sospecha de la inminencia de una mudanza de envergadura: primero, el 14 de junio, las palabras del propio Raúl, pronunciadas en un acto castrense ante los principales mandos militares, sobre que el único "digno heredero" de su hermano era el PCC, lo que fue interpretado como el anuncio de un futuro gobierno de dirección colectiva; poco después, el 1 de julio, la elección por el V Pleno del Comité Central del PCC del nuevo Secretariado, órgano que había sido eliminado de las estructuras partidarias por el IV Congreso en 1991, el cual volvió a funcionar con doce miembros, tres de ellos de la generación de dirigentes históricos (los hermanos Castro y José Ramón Machado).
Lo que sucedió el 31 de julio fue que Fidel, a través de un comunicado oficial, anunció que, como consecuencia de una "complicada operación quirúrgica" a la que se había sometido para curar una "crisis intestinal aguda con sangramiento sostenido" ocasionada por su intensa agenda de trabajo, y debido a la obligación que tenía de permanecer "varias semanas de reposo alejado de mis responsabilidades y cargos", hacía delegación "con carácter provisional" al compañero Raúl Castro Ruz de sus funciones como primer secretario del Comité Central del PCC, comandante en jefe de las FAR, y presidente de los Consejo de Estado y de Ministros.
Un elenco de funciones menores en los apartados sanitario, educativo y energético era transferido a seis hombres, los vicepresidentes Lage, Machado y Lazo, y otros tres miembros del Consejo de Estado: el ministro de Salud Pública y miembro del Buró Político José Ramón Balaguer Cabrera, el canciller y miembro del Comité Central Pérez Roque, y el ministro presidente del Banco Central de Cuba, Francisco Soberón Valdés. La impresión era que estos dignatarios, miembros todos del Comité Central y con Raúl a su frente, pasaban a conformar el núcleo de una dirección de gobierno que, tal como había adelantado semanas atrás aquel con la aquiescencia del partido, presentaba una estructura colegiada. Pero esta era una interpretación deducida por los observadores, ya que el régimen se decantó por el hermetismo.
Mientras la enfermedad de Fidel adquiría la condición de "secreto de Estado", provocando inevitablemente las elucubraciones, que resultaron ser erróneas, sobre una dolencia en fase terminal e incluso una muerte inminente, Raúl contribuyó a acrecentar la incertidumbre general demorando su primera aparición en público hasta el 13 de agosto, coincidiendo con la divulgación del primer mensaje y las primeras fotos de su hermano convaleciente en el día de su octogésimo cumpleaños, cuando pudo vérsele recibiendo en el aeropuerto de La Habana a Hugo Chávez; a continuación, huésped y anfitrión acudieron a visitar al viejo revolucionario postrado en su cama del hospital, donde fueron fotografiados y filmados para la televisión muy sonrientes, intercambiando obsequios y compartiendo un refrigerio.
En los meses siguientes, el jefe del Estado cubano en funciones dosificó las comparecencias públicas y los pronunciamientos políticos, caracterizados por un mensaje de continuidad y de reafirmación de la línea oficial, que no animaba a esperar reforma alguna, al menos mientras durase la provisionalidad. Pero Castro sí deslizó algunos comentarios bastante poco autocomplacientes que sonaron a novedad. Su primer nombramiento destacado, el 30 de agosto, presentado como decisión colectiva del Consejo de Estado a propuesta del Buró Político, promocionó al histórico comandante Ramiro Valdés Menéndez, quien fuera dos veces ministro del Interior y hasta 1986 vicepresidente del Consejo de Estado y miembro del Buró Político. Valdés, considerado un fidelista y no un raulista —según la jerga empleada por comentaristas ajenos a los medios oficiales y al partido, para el que cualquier insinuación de camarillas y facciones internas es anatema—, regresó al primer plano gubernamental como ministro de la Informática y las Comunicaciones.
En septiembre, Castro fue el encargado de presidir en La Habana la XIII Cumbre del Grupo de los Quince (G-15) y la XIV Cumbre del MNA, cuya presidencia de turno trienal, para la que fue elegido su hermano, asumió él en la práctica. A últimos de mes, en la clausura del XIX Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, pronunció un discurso, el primero para consumo interno desde el 31 de julio, en el que reclamó a los dirigentes un talante más autocrítico y menos burocrático para "oír" las reclamaciones de la gente, "aunque no agrade lo que nos digan", y corregir las "actitudes incorrectas" y las "deficiencias", entre las que citó los "hechos de corrupción y robo", y las "ilegalidades e indisciplinas laborales". Otra cosa era la transición a la democracia liberal reclamada por Estados Unidos y el mundo occidental, que quedaba totalmente descartada por que tal cosa supondría "un vergonzoso retorno a la basura del capitalismo neocolonial que impusieron en este país".
En octubre, en la clausura del IV Congreso de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), desmintió rotundamente que su hermano tuviera un "cáncer terminal", tal como habían publicado varios medios de prensa de Estados Unidos, y que, al contrario, seguía "mejorando constantemente" y ya participaba en "sesiones de trabajo" con miembros del Ejecutivo. El 2 de diciembre, en la celebración del 50 aniversario del desembarco del Granma y del Día de la FAR, ofreció a Washington "resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo entre Estados Unidos y Cuba", pero a condición de que se respetara la soberanía nacional. En la misma jornada presidió una parada militar desde una tribuna en la que acompañaban como invitados el presidente de Bolivia, Evo Morales, el de Haití, René Préval, y el presidente electo de Nicaragua, Daniel Ortega, entre otras personalidades. El 20 de diciembre, durante el acto de cierre del VII Congreso de la Federación de Estudiantes Universitarios, se refirió a Fidel como un líder "insustituible" y reiteró que sólo el PCC como colectivo humano podía heredar su liderazgo.
Los festejos del 48 aniversario de la Revolución, el 1 de enero, y del Primero de Mayo transcurrieron en 2007 en ausencia de Fidel Castro, a pesar de que su hermano, en febrero, en la inauguración de la XVI Feria Internacional del Libro de La Habana, volvió a afirmar con tono alegre que iba "mejorando por día" y que "se le consultaba todo". El 26 de julio, cinco semanas después de dar la última despedida a su esposa y compañera Vilma Espín, fallecida el 18 de junio al cabo de una prolongada enfermedad, Castro aprovechó el Día de la Rebeldía Nacional en Camagüey para reconocer, en un discurso titulado Trabajar con sentido crítico y creador, sin anquilosamiento ni esquematismos, que el país aún no había salido del Período Especial y que era necesario introducir "cambios estructurales y de concepto" para aumentar la productividad industrial y agrícola así como los muy bajos salarios, que eran "claramente insuficientes para satisfacer todas las necesidades". En política exterior, tendió un "ramo de olivo" a los dirigentes estadounidenses que sustituyeran a Bush "y su errática y peligrosa administración, caracterizada por un pensamiento tan retrógrado y fundamentalista que no deja margen al análisis racional de asunto alguno".
El 28 de diciembre, durante su intervención ante el pleno de la ANPP, fue más allá al afirmar que en Cuba había "exceso de prohibiciones y medidas legales, que hacen más daño que beneficio", y que continuaría actuándose "para que la tierra y los recursos estén en manos de quienes sean capaces de producir con eficiencia". Fidel comunicó a través de una misiva su total acuerdo con el discurso de su hermano.
5. La hora de la sucesión oficial con una perspectiva continuista
El primer año del mando provisional de Raúl Castro terminó con un balance mínimo de realizaciones novedosas; básicamente, el abono de las deudas del Estado acumuladas con los trabajadores del campo autónomos y cooperativistas, el aumento de los precios pagados por el Gobierno a los productores privados de leche y carne (dos medidas destinadas a incrementar la producción de alimentos), el levantamiento de las restricciones aduaneras a los artículos electrodomésticos y electrónicos de ocio traídos desde el extranjero por particulares, y leves mejorías en el sistema de transporte.
Ello, más el estímulo a los sectores productivos y a la población en general para que comunicaran los problemas y cortapisas que hallaban en sus actividades diarias, no parecía suficiente como para empezar a hablar de fin del inmovilismo. Sólo en el terreno socioeconómico más cotidiano, una retahíla de problemas y proscripciones aguardaba soluciones que satisfacieran a la población: los salarios de subsistencia, la desastrosa situación de la vivienda, la esquizofrenia monetaria (instaurada desde la retirada de circulación del dólar en 2004, tras lo cual pasaron a coexistir un peso convertible con tasa de cambio paritaria y el desvalorizado peso cubano), las severas restricciones para viajar al extranjero o el largo número de prohibiciones en la compra y contrato de bienes y servicios de consumo.
Fidel seguía convaleciente y sin comparecer en público, manteniendo vivas las especulaciones sobre si su apartamiento del poder sería reversible o no, aunque lo segundo parecía mucho más probable. La respuesta a la gran pregunta iba a darla el arranque de la séptima legislatura de la ANPP en febrero de 2008, ya que entonces los diputados elegirían el Consejo de Estado con mandato hasta 2013. El 20 de enero, tras depositar su voto en las elecciones generales, Raúl auguró "grandes decisiones" luego de constituirse la ANPP.
El 19 de febrero el país se desayunó con una información de enorme trascendencia, no por previsible menos impactante por su significado histórico y emocional: Fidel, en un mensaje publicado en Granma, comunicaba su decisión de, por primera vez en 49 años, no aspirar ni aceptar los cargos de comandante en jefe y presidente del Consejo de Estado. Quedaban cinco días para la sesión inaugural de la ANPP y los comentaristas se animaron, aunque sin mucho convencimiento, a proponer candidatos con posibilidades de relevar al líder histórico en la jefaturas del Estado y o del Gobierno, y alternativos al que, no podía olvidarse, era el sucesor designado. En particular, se barajaron los nombres de Lage (56 años), el más joven Pérez Roque (42) y el experimentado y veterano presidente de la ANPP, Ricardo Alarcón Quesada (70).
El 24 de febrero de 2008, luego de ratificar a Alarcón como jefe del hemiciclo, los diputados procedieron según el guión establecido por la cúpula del régimen y con el 100% de los votos eligieron un nuevo Consejo de Estado presidido por Raúl Castro, quien desde este momento pasaba a ejercer como propias y de manera permanente las funciones asumidas por delegación provisional el 31 de julio de 2006. Para sucederle en la primera vicepresidencia el escogido fue el también septuagenario Machado Ventura, uno de los dirigentes más identificados con el rechazo a toda reforma. Su nombramiento como nuevo número dos produjo alguna sorpresa entre los analistas que habían apostado por Lage y su línea tecnocrática.
El secretario ejecutivo del Consejo de Ministros fue renovado en su vicepresidencia, al igual que Almeida, Colomé y Lazo. El secretario del órgano, José Miguel Miyar Barruecos, mereció también la confianza de los diputados para seguir en el puesto. La única promoción fue, sustituyendo a Machado en una de las cinco vicepresidencias, la del general Julio Casas Regueiro, miembro del Buró Político y hasta ahora viceministro primero de las FAR: horas después de su elección, Raúl nombró a este oficial de toda confianza para sucederle al frente del MINFAR.
Finalmente, la mudanza en el poder entre los hermanos Castro dio lugar a una sucesión institucional completa, a una sucesión política parcial, ya que por el momento Fidel seguía ostentando la primera secretaría del PCC, y a ninguna transición en el sentido de que sólo podía hablarse de continuidad. Si Raúl Castro contemplaba la implementación de reformas estructurales, éstas serían de una naturaleza tal que hacía necesario arroparse con la vieja guardia revolucionaria.
En su discurso de aceptación del cargo, Castro insistió en el liderazgo insustituible de su hermano y solicitó a la Asamblea que le autorizara a seguir consultándole "las decisiones de especial trascendencia para el futuro de la nación, sobre todo las vinculadas a la defensa, la política exterior y el desarrollo socioeconómico del país", propuesta que fue votada y aprobada por unanimidad. Como objetivos de su gobierno señaló la prioridad de "satisfacer las necesidades básicas de la población, tanto materiales como espirituales, partiendo del fortalecimiento sostenido de la economía nacional y de su base productiva", una gestión más eficiente y la reducción del "exceso de prohibiciones y regulaciones", empezando a eliminar "las más sencillas", muchas de las cuales "tuvieron como único objetivo evitar el surgimiento de nuevas desigualdades en un momento de escasez generalizada". "Para evitar efectos traumáticos e incongruencias", se abordaría una revisión del "fenómeno de la doble moneda en la economía", la "reevaluación del peso cubano", y el conjunto de "gratuidades" y "millonarios subsidios", entre ellos los de la libreta de racionamiento, a su juicio "irracionales e insostenibles" en la actual coyuntura.
(Cobertura informativa hasta 1/3/2008)