Pier Luigi Bersani

En 2009 Pier Luigi Bersani alcanzó la secretaría nacional del Partido Democrático (PD) de Italia al cabo de tres décadas de recorrido militante en la mayor formación de la izquierda, posteriormente centro-izquierda, del país transalpino: el Partido Comunista (PCI) y sus sucesivas transformaciones, el PDS, el DS y, desde 2007, el PD. Siempre adherido a la línea oficialista del momento, fue ministro de los gobiernos Prodi, D'Alema, Amato (1996-2001) y segundo de Prodi (2006-2008), en los años en que su partido capitaneó El Olivo y La Unión, unas coaliciones heterogéneas que abrieron sendos paréntesis al poderío político de Silvio Berlusconi, patrón del centro-derecha, pero que terminaron naufragando.

Fue en esta época de constante debate identitario y de liderazgos endebles en el principal heredero del difunto PCI cuando Bersani construyó su imagen pública de miembro del ala socialdemócrata, aunque pragmático y comprometido con la desregulación liberal, además de europeísta sin reservas. Católico practicante, su gravedad gestual y un cierto aire anticuado terminaron de retratarle como un político de la vieja escuela que marcaba un buen contrapunto, valorado pero no precisamente seductor, con Berlusconi. Desde que asumió la jefatura del PD, este oriundo de Emilia-Romaña ejerció una oposición muy crítica al caótico cuarto Gobierno de Il Cavaliere y luego, en aras de la estabilidad de los mercados, apoyó desde el Parlamento la amarga medicina de austeridad y ajustes aplicada por el Ejecutivo tecnocrático de Mario Monti.

Tras la caída de Berlusconi en 2011, el veterano Bersani se preparó para convertirse, siguiendo los pasos de Prodi, en el segundo candidato del centro-izquierda encumbrado por las urnas desde el colapso de la partidocracia tradicional a principios de los noventa. Con el lema de La Italia justa, ha defendido un programa moderado de regeneración política y de reformas económicas que conjuguen el rigor financiero de Monti, quien ha conseguido liquidar el déficit primario, y la reactivación del consumo y el crecimiento, pues Italia sigue sumida en una recesión sin fecha de caducidad, precisamente a causa del conservadurismo fiscal del Gobierno saliente. Sin embargo, unas circunstancias extraordinarias, la concurrencia electoral de cinco bloques ideológicos, que dinamita la clásica bipolaridad, y la tremenda desafección partidista de los ciudadanos, más hartos que nunca de su clase política y ansiosos de castigarla, han aguado la alternativa gubernamental de Bersani, pírrico ganador por la mínima de las elecciones de 2013. Los insólitos resultados, motivo de pasmo e inquietud dentro y fuera de Italia, han desconcertado al líder demócrata tanto o más que a cualquiera de los protagonistas de este maremoto electoral.

Así, en los comicios del 24 y el 25 de febrero la coalición encabezada por el PD, Italia Bien Común, ha obtenido la mayoría en la Cámara de los Diputados pero ha quedado en minoría en el Senado, creándose un problema de gobernabilidad de difícil solución. La ley electoral ha favorecido a la alianza del centro-izquierda, pero en realidad, si se miran los votos y no los escaños, esta ha empatado con el bloque de Berlusconi, sorprendente ave fénix del tornadizo escenario italiano, y ve pisados los talones por el verdadero y rotundo triunfador, el Movimiento Cinco Estrellas del cómico y adalid de la "anti-política" Beppe Grillo, que de hecho se ha convertido de golpe y porrazo en el primer partido del país.

Emparedado entre dos fuerzas populistas antagónicas y una vez carente de utilidad el pacto con el bloque de Monti, estrepitoso perdedor, por insuficiencia de escaños, Bersani afronta abrumado ("la situación es delicadísima", ha dicho) la tarea de formar un Gobierno mínimamente creíble. Dos opciones que ya se barajan son, bien una gran coalición con Berlusconi, algo impensable hasta ahora, bien un Ejecutivo del PD en solitario "y que cada uno asuma su responsabilidad", añade Bersani sin mucha fe. En los dos casos, las posibilidades de fracaso prematuro parecen elevadas. Una tercera opción, ponerse de acuerdo con Grillo, topa con la beligerancia radical del tribuno del enfado ciudadano. Si Bersani, que aguarda el mandato del presidente Napolitano, no consigue formar gobierno y ser investido por el Senado, Italia buscará salir del atolladero poniendo sobre la mesa otro candidato a primer ministro, o como Grecia en 2012, convocando nuevas elecciones.

(Texto actualizado hasta febrero 2013)

1. Político veterano de la izquierda italiana
2. Secretario del PD durante los gobiernos de Berlusconi y Prodi


1. Político veterano de la izquierda italiana

Hijo de una familia de clase trabajadora radicada en el valle del Nure, provincia de Piacenza, en la región norteña de Emilia-Romaña, su padre regentaba una pequeña gasolinera que hacía también las funciones de taller mecánico. En noviembre de 1966, con 15 años, el muchacho vivió una singular experiencia como miembro de una de las cuadrillas de voluntarios movilizadas para rescatar del barro los innumerables libros, obras de arte y otros valiosos objetos del patrimonio florentino arrastrados por las aguas en la histórica crecida del río Arno, que devastó la capital de la Toscana.

Tras completar su etapa escolar en Piacenza. Bersani se matriculó en la Universidad de Bolonia, el gran bastión político y cultural del comunismo italiano. Fue allí donde el joven arrancó su militancia en el PCI, una filiación ideológica que contrariaba a sus padres, católicos devotos, y que abrazó no obstante ser él también un cristiano creyente y practicante. En 1974 se graduó con honores en la especialidad de Filosofía con una tesina de fin de carrera que versaba sobre el período de la historia del cristianismo durante el papado de San Gregorio Magno. A continuación, prestó el servicio militar y posteriormente empezó a ejercer de profesor. En 1980 contrajo matrimonio con la farmacéutica Daniela Ferrari, con la que iba a tener dos hijas, Elisa y Margarita.

El oficio de enseñante no le duró mucho a Bersani, que el año de su boda debutó en la política representativa y la función administrativa regionales de la mano del PCI, por entonces liderado por el eurocomunista Enrico Berlinguer. A lo largo de la década, Bersani fue elegido miembro y vicepresidente de la mancomunidad de ayuntamientos de los Apeninos Piacentinos, concejal en su pueblo natal, Bettola, y miembro del Consejo Regional de Emilia-Romaña.

En 1990 se convirtió en vicepresidente de la región y de paso se mantuvo fiel al sector oficialista del PCI que, bajo la batuta del entonces secretario general, Achille Occhetto, completó el largo proceso de renuncia a los dogmas marxistas, iniciado por Berlinguer en 1976, y transformó a la histórica formación nacida en 1921 en el Partido Democrático de la Izquierda (PDS), el cual fue proclamado por el Congreso de Rimini en febrero de 1991. El de Piacenza siguió adherido a la principal corriente de la izquierda italiana, en adelante de línea socialdemócrata, y en julio de 1993 sustituyó al socialista Enrico Boselli como presidente del Consejo de Emilia-Romaña. En los comicios regionales de abril de 1995 Bersani fue reelegido al frente de su despacho de Bolonia con el 53,8% de los votos, pero algo más de un año después, en mayo de 1996, los avatares de la política nacional llamaron a su puerta para catapultarle al Gobierno de Italia en Roma como ministro de Industria, Comercio, Artesanado y Turismo.

Bersani se incorporó así al Gabinete nombrado por Romano Prodi, paisano romañol y prestigioso profesor de Economía cuyo perfil de intelectual católico y progresista le había convertido en el hombre ideal para encabezar la lista electoral de El Olivo, la nueva coalición de fuerzas del centro y la izquierda capitaneada por el PDS. En las elecciones legislativas de abril anterior, El Olivo se había impuesto al Polo de la Libertad, la plataforma liberal de derechas liderada por Silvio Berlusconi. En octubre de 1998 Bersani se mantuvo en su puesto cuando Prodi, luego de perder el vital apoyo parlamentario del Partido de la Refundación Comunista (PRC, los ortodoxos del PCI que habían rechazado el drástico aggiornamento de Occhetto en 1991), arrojó la toalla y el presidente de la República, Oscar Luigi Scalfaro, encargó formar el nuevo Gobierno a Massimo D'Alema, el secretario nacional del PDS, quien incorporó al Ejecutivo a socios izquierdistas y conservadores que no formaban parte de El Olivo.

Para entonces, ya habían transcurrido ocho meses desde la segunda mutación del poscomunismo italiano. Así, en febrero, en su Congreso extraordinario de Florencia, el PDS había optado por denominarse Demócratas de Izquierda (DS). Los últimos símbolos comunistas fueron suprimidos y se abrazó sin reservas la doctrina socialdemócrata, así como una estructura organizativa de tipo federal. Luego, en noviembre, D'Alema se desprendió de la Secretaría de los DS, para la que fue elegido Walter Veltroni, ministro de Cultura en el Gobierno Prodi

En marzo de 1999 el ministro Bersani firmó el decreto legislativo que, incorporando la directiva comunitaria de 1996, daba luz verde a la liberalización del mercado eléctrico en Italia. El 22 de diciembre del mismo año D'Alema formó un segundo Gobierno de coalición y en el baile de carteras Bersani pasó del Ministerio de Industria y Comercio al de Transportes y Navegación. Al igual que en 1998 cuando la baja de Prodi, Bersani no vio alterado su ministerio en el cambio de primer ministro producido el 26 de abril de 2000, fecha en que D'Alema, impelido a dimitir por los malos resultados cosechados por el centro-izquierda en las elecciones municipales, pasó el testigo al socialista independiente Giuliano Amato.

Bersani hizo su debut electoral a nivel nacional en los comicios del 13 de mayo de 2001. Él se hizo con el escaño de diputado por el colegio 30 de la circunscripción uninominal XI de Emilia-Romaña, que comprendía los municipios de Fidenza y Salsomaggiore Terme, en la provincia de Parma. Pero El Olivo, con el prodista ex alcalde de Roma Francesco Rutelli a la cabeza, fue arrollado por la Casa de las Libertades de Berlusconi.

El 11 de junio de 2001 Bersani se despidió del Gobierno con el regreso de Berlusconi al Palacio Chigi y en los tres años siguientes repartió sus actividades entre la política partidista y la divulgación de sus propuestas económicas, centradas en un reformismo donde se adivinaban importantes elementos liberales. Estas ideas impulsaron la fundación junto con Vincenzo Visco, economista de los DS y ex ministro de Finanzas y del Tesoro, del think tank Nuova Economia Nuova Società (NENS), así como de la asociación Nuova Romea, para la promoción del desarrollo de las regiones de Emilia-Romaña y el Véneto. En 2004 iba a aparecer su libro, firmado también por Enrico Letta y Lelio Alfonso, Viaggio nell'economia italiana.

Por lo que se refiere a las vicisitudes de los DS, Bersani tuvo un papel destacado en el II Congreso del partido, celebrado en Pesaro en noviembre de 2001 y que se saldó con la elección de Piero Fassino, ministro de Comercio y de Justicia en los Gabinetes D'Alema y Amato, como secretario nacional en lugar del desgastado Veltroni. Bersani secundó la moción oficialista que respaldaba la candidatura de Fassino y que suscribían también pesos pesados de la dirección como D'Alema (presidente del partido desde 2000), Luciano Violante, Vincenzo Visco y Giorgio Napolitano. Tras imponerse Fassino a sus rivales Enrico Morando y Giovanni Berlinguer, exponentes respectivamente de las corrientes social liberal e izquierdista, Bersani fue incorporado a la Secretaría Nacional y obtuvo el puesto de jefe económico de partido.

En junio de 2004 Bersani abrió un paréntesis de dos años como parlamentario nacional al salir elegido diputado del Parlamento Europeo, donde los DS formaban parte del Grupo Socialista. En la Eurocámara, el representante italiano estuvo vinculado a los comités de Asuntos Económicos y Monetarios, y de Mercado Interior y Protección del Consumidor. También, formó parte de delegaciones de la UE en las repúblicas ex soviéticas de Asia Central. No por ello se ausentó de los trabajos de su partido en casa, que en febrero de 2005 se erigió en el principal integrante de la nueva y más vasta coalición preelectoral del centro-izquierda italiano, La Unión, y de paso se constituyó en el núcleo de la también nueva Federación del Olivo, que completaban La Margarita de Rutelli, los Socialistas Democráticos Italianos (SDI, pronto retirados) de Boselli y el Movimiento Republicano Europeo (MRE). El candidato de la Federación del Olivo y de La Unión para batirse con Berlusconi en las elecciones generales del año siguiente era, por segunda vez, Romano Prodi, ya liberado de su mandato de cinco años como presidente de la Comisión Europea.

En los comicios del 9 y el 10 de abril de 2006 La Unión doblegó a la Casa de las Libertades y el 17 de mayo Prodi estuvo de vuelta en la presidencia del Consejo al mando de un Gobierno de coalición donde a Bersani, otra vez diputado por la circunscripción XI de Emilia-Romaña, le fue conferido el Ministerio de Desarrollo Económico. La misión que Prodi encargó a Bersani estaba en la línea de lo que este venía preconizando para la modernización de la economía nacional de mercado: extender, en aras de la competitividad, las liberalizaciones anti monopolio a sectores profesionales hasta entonces muy regulados como los taxis, las farmacias y los puestos de venta de periódicos, y adoptar legislación que protegiera a los consumidores de prácticas comerciales abusivas, como las detectadas en los servicios de telefonía móvil y los seguros de coche.

El 14 de octubre de 2007 el ministro fue uno de los protagonistas de la constitución del Partido Democrático (PD), enésima y, pretendían sus impulsores, definitiva mutación del principal grupo surgido del extinto PCI 16 años atrás. El PD nació de la fusión orgánica de los DS con Democracia es Libertad-La Margarita, partido social liberal y con algunos acentos verdes donde abundaban los antiguos miembros de la tendencia progresista (el Partido Popular Italiano, PPI) procedente de la desaparecida Democracia Cristiana (DC), y unas cuantas formaciones más pequeñas; en cambio, el MRE (a su vez emanado del venerable Partido Republicano Italiano, otro de los pilares de la anterior partitocrazia), prefirió conservar su autonomía. La renovación ideológica resultante de la absorción del grupo de Rutelli acercó al heredero del PDS a las posiciones de centro.

En el proceso electivo del secretario nacional de la flamante formación, Bersani descartó una candidatura suya y llamó a votar por Veltroni, actualmente alcalde de Roma, quien efectivamente se llevó el puesto de líder que ya había ocupado entre 1998 y 2001 con los DS y que ambicionaban también Rosy Bindi y Enrico Letta.


2. Secretario del PD durante los gobiernos de Berlusconi y Prodi

El Gabinete Prodi II sólo se sostuvo dos años. La extrema heterogeneidad de la coalición gobernante –ocho formaciones de ideología diversa, desde los neocomunistas de Franco Giordano a los democristianos de Clemente Mastella- fomentó las divergencias internas y el primer ministro, siguiendo la estela de los anteriores gobiernos de El Olivo, se vio incapaz de terminar la legislatura. El 24 de enero de 2008, luego de retirarse del Gobierno el pequeño partido Udeur de Mastella y de quedar en minoría en el Senado, el Ejecutivo perdió una crucial moción de confianza en la Cámara alta y Prodi optó por presentar la dimisión al presidente Napolitano.

La Unión no fue renovada y el centro-izquierda llegó fragmentado a las elecciones anticipadas del 13 y el 14 de abril de 2008, con previsibles resultados: la victoria contundente del nuevo Pueblo de la Libertad (PdL) de Berlusconi y su aliado, la Liga Norte de Umberto Bossi. El PD sólo consiguió forjar una alianza con la Italia de los Valores (IDV) del ex magistrado anticorrupción Antonio Di Pietro y su resultado individual fue de 211 diputados, nueve menos que los sacados por la Federación del Olivo en las votaciones de 2006. La trayectoria ministerial de Bersani, en adelante diputado de la oposición, tocó a su fin el 8 de mayo de 2006 con la asunción del Gobierno Berlusconi, el cuarto encabezado por el magnate desde 1994.

En los meses siguientes, el PD vivió una situación caótica. Los escándalos de corrupción y el batacazo en las elecciones regionales de Cerdeña dieron la puntilla al liderazgo de Veltroni, que en febrero de 2009 renunció a la Secretaría Nacional. Su sucesor, Dario Franceschini, un centrista que había hecho el recorrido desde la DC hasta La Margarita pasando por el PPI, fue incapaz de insuflar aliento a un partido minado por las disputas internas y la crisis de identidad. El desconcierto de los demócratas se vio agravado por los malos resultados de las elecciones europeas de junio de 2009, ganadas con autoridad por el PdL. En estos momentos, Berlusconi gobernaba Italia con una oposición de izquierda casi desaparecida.

Para salir del agujero, el PD decidió convocar un proceso electoral interno abierto a todo italiano inscrito en el censo, el segundo en dos años. Bersani, con el respaldo del siempre poderoso D'Alema y de otras figuras destacadas como Rosy Bindi, Enrico Letta, Antonio Bassolino y Marco Follini, venció anteriores reticencias y se anunció como retador de Franceschini, al que salieron a apoyar Veltroni y Fassino. Su plataforma integradora insistía en sintetizar las tres tradiciones ideológicas del partido, el socialismo democrático, la socialdemocracia y los valores popular-católicos, para hacer creíble la "política de combate" contra el denostado Gobierno Berlusconi. Asimismo, propugnó un PD más abierto a establecer "amplias alianzas de progreso" si se quería derrotar en las urnas al tándem formado por el PdL y la Liga Norte.

El 25 de octubre de 2009 el ex ministro, con el 53,2 % de los 3,1 millones de votos contabilizados, ganó la partida a Franceschini y a un tercero en liza, Ignazio Marino. El 7 de noviembre la Asamblea Nacional del partido proclamó oficialmente a Bersani secretario nacional. En su debut como líder de la oposición, Bersani encajó de entrada el revés que supuso la marcha de Rutelli, decepcionado porque el PD había entrado en una deriva "izquierdista". El reto más inmediato eran las elecciones regionales de marzo de 2010 y para ello Bersani, afanándose en una ronda de contactos a múltiples bandas que de paso debía subrayar su condición de verdadero jefe del PD en lugar de su mentor D'Alema –señalado por casi todo el mundo como el cerebro del partido en la sombra-, discutió la formación de alianzas puntuales con casi todos los partidos de la oposición.

Las elecciones regionales de 2010 dejaron un mal sabor de boca en las filas del PD. De las 13 regiones donde hubo comicios, el PD ganó en siete, Basilicata, Emilia-Romaña, Liguria, Marcas, Puglia, Toscana, Umbría, donde ya gobernaba, mientras que la alianza PdL-LN confirmó su supremacía en Lombardía y Véneto y arrebató a los demócratas los gobiernos de Calabria, Campania, Lacio y Piamonte. En el cómputo global de votos, el partido de Berlusconi y sus aliados conquistaron el 50,2% de los sufragios frente al 44,6% reunido por el partido de Bersani y sus aliados, si bien estos últimos, con 324 puestos, retuvieron la primacía en cuanto al número de consejeros regionales.

A continuación, la escisión provocada en el PdL por el grupo de Gianfranco Fini animó a Bersani a proponer a todo el arco de fuerzas opositoras una "estrategia común" para enfrentarse al turbulento Berlusconi -metido de lleno en una espiral de escándalos por sus fiestas privadas y sus relaciones íntimas con chicas jóvenes que vinieron a agravar sus crónicos líos con la justicia por presunta corrupción- y propiciar el adelanto electoral, mientras la economía de Italia amenazaba con sumergirse en la crisis de la deuda de la Eurozona. La respuesta más receptiva vino de la IDV de Di Pietro.

En la segunda mitad de 2010 Bersani y su grupo intentaron tumbar a Berlusconi dos veces mediante sendas mociones de censura en la Cámara de los Diputados, sin resultado. La primera votación, presentada conjuntamente con la IDV, tuvo lugar el 4 de agosto y estuvo dirigida contra el subsecretario de Justicia, Giacomo Caliendo, investigado por pertenecer a una logia secreta que condicionaba el nombramiento de magistrados de justicia. El movimiento fue frustrado por la abstención del grupo de Fini y los de la Unión de Demócrata Cristianos y de Centro (UDC) de Pier Ferdinando Casini, la Alianza por Italia (ApI) de Rutelli y el siciliano Movimiento por la Autonomía (MpA).

La segunda tentativa en compañía de la IDV se ejecutó el 14 de diciembre y aunque contaba con el respaldo de Futuro y Libertad para Italia (FLI) de Fini y la UDC tampoco prosperó porque a última hora el oficialismo consiguió reclutar a un grupito de tránsfugas y disidentes (entre ellos un ex diputado del PD) cuyos votos salvaron al Ejecutivo. Indignado por la "escandalosa compraventa de votos", Bersani advirtió a Berlusconi que esta no era más que una "victoria pírrica" que, lejos de fortalecer a su Gobierno, aceleraba su precariedad.

A mediados de 2011, el líder opositor endureció su discurso antigubernamental por los relajados plazos de ejecución de los recortes presupuestarios incluidos en el Plan de Estabilidad ("es una farsa dramática, una tomadura de pelo que expone al país a una pérdida de credibilidad absoluta", tronó) y a raíz el descalabro sufrido por el primer ministro en las elecciones municipales de mayo (ganadas por el PD y sus aliados) y en el referéndum múltiple de junio (en el que arrasó el sí a cuatro cuestiones para las que el PdL había pedido la abstención, entre ellas la abolición de una ley diseñada para favorecer al primer ministro en sus procesos judiciales).

Para que Italia pudiera salir del "marasmo" político y económico, Bersani reclamó la dimisión de Berlusconi, quien, en un intento de ganar tiempo, anunció su retirada en 2013, el año en que terminaba la legislatura. En el otoño, el ascendiente de Bersani sobre la convulsa política nacional tomó vuelo al convertirse en uno de los principales muñidores de la agónica caída de Berlusconi, cercado por las presiones de casa y del exterior. Fue en noviembre, cuando la ruinosa escalada de la prima de riesgo, el fantasma de un rescate financiero europeo inminente y la pérdida de la mayoría en la Cámara de los Diputados pusieron al porfiado primer ministro en una situación insostenible.

Tras permitir, con la abstención de sus diputados, que el Gobierno sacara adelante el balance de los Presupuestos de 2010, que ponían los números al severo ajuste fiscal exigido por Bruselas, Bersani conminó a Berlusconi a dimitir de inmediato; si no se marchaba por propia voluntad, el PD le obligaría a hacerlo con los instrumentos democráticos a su alcance. Al final, no fue necesaria la moción de censura. El 12 de noviembre Berlusconi, sometido a durísimas presiones por el Gobierno alemán, la Comisión Europea, el BCE y el FMI, presentó la dimisión y cuatro días después traspasó el cargo al reputado tecnócrata independiente Mario Monti, la solución de recambio urgente, más que propuesta, impuesta por el presidente de la República, Napolitano, a los partidos.

Entre los cabezas de facción, Bersani fue de los que menos pegas puso a la solución del Gobierno técnico limitado en el tiempo, con una triple misión: devolver la confianza política y mercantil en Italia y por tanto disipar el riesgo de un rescate internacional del país, sanear efectivamente las cuentas públicas y preparar el camino para las elecciones generales de 2013, pues finalmente no habría adelanto electoral a 2012. El 17 y el 18 de noviembre los senadores y diputados del PD votaron disciplinadamente a favor en la expresión de confianza del Parlamento al nuevo Gabinete.

En el año largo que restaba hasta la cita electoral, Bersani y los demócratas, a diferencia del PdL de Berlusconi y su lugarteniente, Angelino Alfano, brindaron un sostén legislativo plenamente fiable al Gobierno Monti, que con la imprescindible colaboración de los grupos parlamentarios fue sacando adelante los distintos elementos de su paquete de austeridad reforzada para eliminar el déficit primario y alcanzar el déficit presupuestario, tal como reclamaba la UE. El respaldo se mantuvo aun cuando algunas de las medidas del Ejecutivo técnico, como las reformas laboral y de las pensiones, pugnaban con las convicciones socialdemócratas de Bersani y los suyos, y concitaban vivo rechazo social amén del combate frontal de los sindicatos.

El 25 de noviembre de 2012 Bersani, en un ejercicio de democracia interna y aperturismo suprapartidista que recibió múltiples elogios, se sometió a una elección primaria para la proclamación del candidato del centro-izquierda a presidente del Consejo de Ministros en las elecciones generales del año siguiente; en estos momentos, todos los sondeos concedían una rotunda primera posición al PD con una intención de voto en torno al 30%, el doble que el PdL, aunque poco después el partido de Berlusconi, electrizado por el anuncio de su resucitado caudillo de que volvía al ruedo electoral "para vencer", comenzó a recortar las distancias.

En la primera vuelta el secretario nacional se puso en cabeza con el 44,9% de los votos seguido por el alcalde de Florencia, Matteo Renzi, compañero del partido y adalid de un rejuvenecimiento de los rostros y las ideas del PD, que sacó el 35,5%. Eliminados quedaron Nichi Vendola, presidente de la región de Apulia y líder del pequeño partido Izquierda Ecología Libertad (SEL); Laura Puppato, consejera regional del Véneto, del PD; y Bruno Tabacci, diputado de la ApI de Rutelli. El 2 de diciembre se disputó la segunda vuelta y Besani se impuso a Renzi con el 60,9%. La coalición electoral del centro-izquierda capitaneada por el PD tomó el nombre de Italia. Bien Común. La integraban también el SEL (ecosocialista), el Partido Socialista Italiano (PSI, socialdemócrata), el Centro Democrático (CD, democristiano y social liberal) y un ramillete de pequeñas formaciones regionalistas y autonomistas de Trentino-Alto Adigio, Sicilia, Piamonte y el Valle de Aosta.

(Cobertura informativa hasta 1/12/2012)