Pál Schmitt

En junio de 2010 fue proclamado cuarto presidente de la República de Hungría Pál Schmitt, un antiguo campeón olímpico en la especialidad de esgrima, ejecutivo del COI y diputado europeo. Presidente de la Asamblea Nacional en el momento de su elección por la misma, Schmitt candidateó por Fidesz, el partido de centroderecha retornado al poder en mayo anterior tras conquistar en las urnas una mayoría absoluta de dos tercios. Al decantarse por un político de su partido en lugar de propiciar un segundo mandato del presidente saliente, el independiente László Sólyom, el líder del Fidesz y primer ministro de nuevo, Viktor Orbán, apostó por un jefe del Estado estrictamente ceñido a las funciones ceremoniales que no pusiera impedimentos a su controvertido plan de reformas constitucionales para "modernizar" Hungría.

En efecto, en 2011, Schmitt, luego de convalidar la creación de un Consejo de Medios para la supervisión política de todo el periodismo privado, ratificó dócilmente la nueva Carta Magna pese al fuerte rechazo doméstico y europeo que generaban sus enmiendas de signo autoritario. En abril de 2012, en mitad de una situación nacional muy delicada por la aguda crisis financiera, la tensión social y política, y las sanciones de la UE por las maniobras antidemocráticas de Orbán y el incumplimiento del objetivo de déficit, Schmitt, a los 20 meses de asumir el cargo, se vio obligado a dimitir tras ser acusado de plagiar su tesis doctoral sobre los juegos olímpicos.

(Texto actualizado hasta 12 abril 2012)

1. Olimpista, embajador y eurodiputado conservador
2. Presidente de la República como candidato del Gobierno Orbán
3. Escándalo y dimisión en un momento de grave crisis nacional


1. Olimpista, embajador y eurodiputado conservador

El esgrimista consumado que era el futuro presidente de Hungría comenzó su exitosa carrera en esta especialidad deportiva a la edad de 15 años en su Budapest natal. Tras ganar dos campeonatos nacionales en competiciones individuales ingresó en el Equipo Nacional de Esgrima. Entre 1965 y 1977 tuvo un centenar largo de participaciones internacionales, siendo las más destacadas las de los Juegos Olímpicos de 1968 en México y de 1972 en Múnich, saldadas con sendas medallas de oro en la modalidad de espada. También, participó en las Olimpiadas de Montreal de 1976 y obtuvo varios puestos, primeros, segundos y terceros, en campeonatos mundiales de esgrima, en las categorías por equipos e individual.

Ya durante su vida deportiva, Schmitt mostró interés en la gestión administrativa, ejerciendo en una cadena de hoteles perteneciente al Estado en la entonces República Popular Húngara. En 1981 el Gobierno comunista le nombró director del Estadio Nacional de Budapest y responsable de una serie de organizaciones dependientes de la Autoridad Deportiva Nacional Húngara. En 1983 fue hecho vicepresidente de la Oficina Nacional de Educación Física y Deportes, subsecretario de Estado de Deportes y secretario general del Comité Olímpico Húngaro (MOB), lo que le dio asiento en el Comité Olímpico Internacional (COI).

Comenzó entonces una carrera de directivo en el COI, que tras el advenimiento de la democracia a Hungría en 1989-1990 fue pareja a una serie de responsabilidades domésticas y diplomáticas. Vicepresidente de la Comisión de Atletas en 1984, en 1991 ingresó en el Consejo Ejecutivo y cuatro años más tarde se convirtió en vicepresidente del Comité, flanqueando al español Juan Antonio Samaranch, al tiempo que presidía la Comisión de Deportes y Medio Ambiente. En todo este tiempo, Schmitt fue miembro también de una serie de comisiones de área y de preparación de eventos del COI. Entre 1999 y 2007, además, presidió la Asociación Mundial de Atletas Olímpicos (WOA). En 1992 se sacó por la Universidad de Educación Física un doctorado cum laude basado en una tesis que llevaba por título Análisis del programa de los Juegos Olímpicos modernos. El título siguió a una licenciatura en Economía por la Universidad de Budapest.

Presidente del MOB desde 1989, en 1993 el Gobierno conservador de József Antall sacó partido de su experiencia internacional nombrándole embajador de Hungría en España, misión que desarrolló hasta 1997. En 1999 se dio de baja en el Consejo Ejecutivo del COI y comenzó otro servicio diplomático de cuatro años, esta vez al frente de la Embajada en Suiza.

En 2002 el antiguo olimpista hizo su primera incursión en la política, infructuosa, como aspirante a alcalde de Budapest. Aunque candidateó como independiente, obtuvo el respaldo de la fuerza gobernante desde 1998 y desalojada del poder precisamente en las elecciones generales de 2002, la centroderechista Alianza de Jóvenes Demócratas-Partido Cívico Húngaro (Fidesz-MPP). Al año siguiente, en mayo de 2003, Schmitt ingresó directamente en la cúpula de la Fidesz, en lo sucesivo apellidada Asociación Cívica Húngara (MPSz), en calidad de vicepresidente, supeditado al líder histórico de la formación, ex primer ministro y de nuevo presidente orgánico, Viktor Orbán.

Antes de hacerse un hueco en la política parlamentaria nacional, Schmitt se propuso realizar un buen rodaje en la legislatura europea. En las elecciones al Parlamento Europeo del 13 de junio de 2004, celebradas mes y medio después del ingreso de Hungría en la UE, Schmitt figuró en la docena de diputados que su partido, premiado en las urnas con su discurso europeísta ambiguo y sus acerbas críticas al incumplimiento por el Gobierno del Partido Socialista Húngaro (MSzP) de las promesas sociales hechas en las generales de 2002, envió a Bruselas.

Adscrito al Grupo del Partido Popular Europeo y de los Demócratas Europeos (PPE-DE), el representante magiar fue elegido vicepresidente del Comité de Cultura y Educación, así como presidente del Comité Parlamentario Conjunto de la UE y Croacia. En mayo de 2007 una votación interna le arrebató la vicepresidencia de la Fidesz. En las elecciones europeas del 7 de junio de 2009 fue el cabeza de lista de su partido, que cosechó una victoria apabullante con el 56,4% de los votos y 14 de los 22 escaños en juego. Al arrancar su segundo mandato europeo, el 14 de julio, Schmitt pasó a ser uno de los 14 vicepresidentes de la eurocámara, cuyo nuevo titular era el polaco Jerzy Buzek.


2. Presidente de la República como candidato del Gobierno Orbán

De cara a las elecciones legislativas húngaras del 11 y el 25 de abril de 2010, que Orbán afrontaba con las más triunfales expectativas tras la sucesión de reveses para los gobiernos socialistas y por los agudos problemas económicos y financieros que padecía el país, Schmitt dirigió su interés a un mandato nacional. Tal como se esperaba, la Fidesz y su socio de lista conjunta, el pequeño Partido Popular Cristiano Democrático (KdNP), conquistaron una mayoría aplastante de dos tercios (263 de los 386 escaños), sin parangón en los 20 años de democracia. Electo diputado, Schmitt debutó en la Országgyűlés o Asamblea Nacional directamente como presidente de la misma. Su investidura tuvo lugar el 10 de mayo, tras darse de baja al frente del MOB y en el Parlamento Europeo, y 19 días antes de constituir Orbán su segundo Gobierno.

Menos de siete semanas después de ponerse a la cabeza del poder legislativo, Schmitt se encontró ante la oportunidad de presidir la República. La tesitura se planteó porque Orbán, no conforme con disfrutar de un Parlamento enteramente instrumental a sus planes reformistas, ya que al disponer de la mayoría de dos tercios podía sacar adelante todos los nombramientos de altos funcionarios y, si lo deseaba, enmendar la Constitución a su gusto sin contar con los demás partidos, se sentía incómodo con el presidente de la República, László Sólyom, un jurista independiente cuyo mandato de cinco años expiraba el 5 de agosto.

Aunque Sólyom había sido elegido en 2005 por la Országgyűlés como el candidato de la Fidesz cuando esta se hallaba en la oposición, su estilo presidencial, proclive a poner pegas constitucionales a determinados paquetes legislativos que requerían su firma para convertirse en leyes y a hacer prevalecer actitudes personales en los formalismos de la institución, le convertía en un jefe del Estado poco acomodaticio al rol que el nuevo Gobierno esperaba de él, el de ceñirse estrictamente a sus funciones representativas y ceremoniales, no obstruyendo los designios de la mayoría política.

Así que Orbán descartó la reelección de Sólyom, permitida por la Constitución, y el 23 de junio su portavoz anunció la nominación de Schmitt. Los comentaristas señalaron que con un conmilitón de confianza en la Presidencia, Orbán concentraría en sus manos de hecho todo el poder ejecutivo, convertido así en poder político. La elección parlamentaria del 29 de junio era un simple trámite y en ella el candidato del Gobierno sacó 263 votos, exactamente la cuota parlamentaria de que disponían la Fidesz y el KdNP. Su único rival, el socialista András Balogh, sólo obtuvo 59 apoyos, coincidentes también con los escaños de su partido. La tercera fuerza salida de las elecciones de abril, el ultraderechista Movimiento para una Hungría Mejor (Jobbik), renunció a presentar candidato propio y votó en blanco.

En su discurso de aceptación, Schmitt pareció confirmar el pronóstico de docilidad al afirmar que "en la actual situación, en que nos comprometemos a reconstruir el país económica, social y moralmente, es imperativo que el presidente esté con el primer ministro, así como con todos los dirigentes y miembros del Gobierno". Sin embargo, puesto que el presidente tenía que mantenerse neutral en el sistema de partidos, explicó, él renunciaba a su militancia en la Fidesz. En un sentido estricto, el régimen de incompatibilidades del cargo no le exigía esta desvinculación. El 5 de agosto Schmitt cesó como presidente de la Országgyűlés, donde le tomó el testigo su colega de partido László Kövér, y al día siguiente tomó posesión de la Presidencia de la República. Al acto de inauguración no asistieron los socialistas, indignados porque el Gobierno, saltándose el protocolo, les había enviado las invitaciones tan sólo un día antes del evento y porque les había puesto por detrás de los periodistas en la lista de invitados.


3. Escándalo y dimisión en un momento de grave crisis nacional

Tan pronto como asumió el cargo, Schmitt, por activa y por pasiva, se identificó absolutamente con las políticas del Gobierno Orbán. En los meses siguientes, dejando a un lado cualquier criterio crítico o reserva, el mandatario firmó, convirtiéndolas en leyes aptas para su promulgación, todas las normas elaboradas por el Ejecutivo y aprobadas por la Országgyűlés, algunas de alto calado controversial. Ninguna fue devuelta a la Cámara para su consideración por los parlamentarios en segunda lectura o remitida para su escrutinio al Tribunal Constitucional, dos fórmulas de veto suspensivo que la ley ponía a su alcance.

La Presidencia no tuvo nada que objetar a la nueva Ley de Prensa, blanco de fuertes reproches dentro y fuera de Hungría porque en la práctica abría la puerta a la censura informativa. La ley estatuía un Consejo de Medios, copado por representantes del partido en el Gobierno y con la misión de controlar la difusión de todos los periódicos, radios, televisiones y portales de Internet afincados en el país, los cuales se exponían a ser multados si distribuían contenidos "contrarios al interés público, la moralidad pública o el orden". Para operar, las empresas informativas debían registrarse ante la Autoridad Nacional de Medios e Infocomunicaciones (NMHH), de la que el Consejo era el órgano rector, y los periodistas estarían obligados a revelar sus fuentes a las autoridades si estas consideraban que las informaciones publicadas ponían en peligro "la seguridad nacional".

La norma, colocada en el punto de mira de la Comisión Europea, que luego arrancó a Budapest la corrección de sus puntos más problemáticos, entró en vigor el 1 de enero de 2011, coincidiendo con el arranque de la presidencia semestral húngara del Consejo de la UE y a la vez que la nueva Ley de Ciudadanía. Aprobada por la Asamblea electa el 26 de mayo de 2010 bajo la presidencia legislativa de Schmitt y piedra angular del programa electoral de la Fidesz-MPSz, la Ley de Ciudadanía otorgaba la nacionalidad del Estado húngaro a las personas de etnia magiar en el extranjero, siempre que pudieran probar su descendencia de húngaros y su conocimiento del idioma. En este caso, la parte más disconforme fue el Gobierno de la vecina Eslovaquia, país con una importante minoría magiar, que montó en cólera por lo que le parecía un atentado contra su soberanía. A los pocos días, Schmitt, partidario acérrimo de la ley, se desplazó a Bratislava para intentar aplacar a los dirigentes eslovacos.

Mayor relevancia revistió la firma presidencial, el 25 de abril de 2011, del texto de la nueva Constitución aprobada una semana atrás por la Asamblea gracias a la mayoría de dos tercios de que gozaba el oficialismo. Cumpliendo con su principal promesa electoral y satisfecho por lo que consideraba la verdadera culminación de la transición iniciada en 1989 desde el totalitarismo a la democracia, Orbán impuso un texto sin consenso que rebosaba revanchismo ideológico y tradicionalismo nacionalista, recortaba derechos civiles y sociales, y trastocaba el equilibrio de poderes del Estado a favor del Ejecutivo.

En diciembre siguiente, la Asamblea aprobó otras dos normas destinadas a soliviantar aún más a los detractores de Orbán pero que merecieron la conformidad de Schmitt: una reforma de la ley electoral expresamente diseñada para favorecer a la Fidesz-MPSz y otro paquete legal que convertía a cuatro de los siete (o, eventualmente, seis de los nueve) miembros del Consejo Monetario del Banco Nacional de Hungría (MNB) en funcionarios de elección parlamentaria, luego del gusto del partido gobernante. Esta novedad, según los contrarios a la reforma, significaba el final de la autonomía del MNB respecto del Gobierno.

El 1 de enero de 2012 la nueva Constitución entró en vigor en medio de un fenomenal alboroto. En las calles de Budapest y otras ciudades, decenas de miles de airados opositores protestaban contra el "golpe de Estado constitucional" y el regreso de la "dictadura" al país centroeuropeo. Miembros de la comunidad gitana seguían denunciando que bandas ultranacionalistas vinculadas al partido Jobbik les dirigían amenazas y les intimidaban con desfiles de estética fascista.

En la UE, la Comisión Europea activó contra Hungría tres procedimientos sancionadores para obligar a Orbán a dar marcha atrás en sendas reformas que para Bruselas suponían una amenaza directa a la independencia de poderes y organismos fundamentales en todo Estado de derecho. Se trataban de la creación del MNB, de la reforma de la agencia encargada de la protección de datos, y de la reforma de la judicatura. Así, en lo sucesivo, el Tribunal Constitucional ya no podía pronunciarse sobre asuntos relativos a los presupuestos mientras la deuda pública del país excediera el 50% del PIB; todos los jueces, fiscales y notarios serían jubilados a los 62 años en lugar de los 70 como hasta ahora (adelanto que bien podía amparar una purga política de magistrados); y las cuestiones de la judicatura quedaban bajo la supervisión de una Oficina Nacional.

La Comisión estimaba que todas esas reformas infringían el derecho comunitario. A mayor abundamiento, la Comisión mantenía bloqueadas las negociaciones a tres con el FMI para la prestación de una ayuda financiera que el apurado erario magiar precisaba con urgencia. En marzo, la Comisión tomó el paso, sin precedentes en la historia de la UE, de suspender la transferencia a Hungría de 495 millones de euros de los fondos de cohesión por desoír sus advertencias de déficit excesivo.

Para entonces, Schmitt ya llevaba dos meses lidiando con un embrollo particular cuyo desenlace, la dimisión, parecía cantado pero que él se empecinaba en eludir. El escándalo comenzó el 11 de enero de 2012 al hacer la web de la revista nacional HVG la revelación de que el presidente había plagiado su tesis doctoral de 1992, que versaba sobre el olimpismo. Según el medio, Schmitt expuso entonces un trabajo de 215 páginas copiado de otro realizado años atrás por un experto deportivo búlgaro ya fallecido, Nikolay Georgiev; el grueso de la tesis del olimpista húngaro no sería más que una traducción, prácticamente literal, de 180 páginas del texto escrito por el especialista búlgaro. Dato añadido, la tesis de Schmitt no contenía notas a pie de página y sólo citaba al autor Georgiev en la bibliografía final.

De inmediato, la Oficina del Presidente salió al paso de la acusación, negando tajantemente el plagio y aclarando que Schmitt y Georgiev eran amigos, habían trabajado juntos en el COI y tenían acceso a las mismas fuentes y recursos profesionales para elaborar un trabajo académico de este tipo. La situación se complicó para Schmitt cuando afloraron otras 17 páginas de textos plagiados en la tesis, esta vez escritos por el sociólogo del deporte alemán Klaus Heinemann. El 17 de enero la Universidad Semmelweis, en cuyo seno seguía funcionando la vieja Universidad de Educación Física como una de sus facultades, anunció la formación de un comité de investigación del caso. Al día siguiente, el protagonista de la polémica, en una entrevista para una cadena de radio, volvió a refutar la imputación e indicó que para redactar su tesis doctoral había recurrido a 21 fuentes. "La escribí usando lo mejor de mi conocimiento y de acuerdo con las circunstancias y los requerimientos de aquel tiempo", aseguró.

El 27 de marzo el comité universitario dio a conocer el resultado de sus pesquisas, que era demoledor para Schmitt: en efecto, el trabajo doctoral era en un plagio "parcialmente idéntico" de 180 páginas de la obra de Georgiev y "totalmente idéntico" de 17 páginas escritas por Heinemann. Ahora bien, el comité endosó la responsabilidad, no al doctorando, sino al tribunal académico que le evaluó. Según el voluminoso informe, la Universidad de Educación Física había cometido "el error profesional de no descubrir el texto idéntico a tiempo y hacer creer al autor que su disertación cumplía con los estándares".

El 28 de marzo, Schmitt, desde Seúl, donde acaba de asistir a la II Cumbre sobre Seguridad Nuclear, se aferró al cargo argumentando que no había sido su doctorado "la razón" por la que le habían elegido presidente. No pensaba dimitir "por el momento", pese a que la oposición parlamentaria en bloque le instaba a dar ese paso. Una encuesta publicada por Ipsos indicó que la aprobación popular del presidente había descendido del 49% cuando su investidura en 2010 al 30% en estos momentos. El 29 de marzo vino el golpe de gracia para el presionado jefe del Estado húngaro al resolver el Senado de la Semmelweis, a la luz de las evidencias, despojarle de su título académico. Llegado este punto, el partido del Gobierno declaró que el asunto estaba ya "cerrado" y Orbán, cauteloso en las formas pero inequívoco en el fondo, sentenció que la renuncia al puesto por Schmitt era "una decisión que nadie salvo él" podía tomar. En una entrevista emitida esa misma noche por la televisión pública, MTV1, el presidente todavía reiteró que no iba a resignar "porque mi conciencia está tranquila". "Preparé la tesis de la manera más honesta, lo mejor que sabía", se defendió.

El 30 de marzo Schmitt canceló todos los actos de su agenda institucional. El 2 de abril, finalmente, el mandatario acudió a la Asamblea Nacional para leer un discurso de dimisión ante el pleno de los diputados. En su alocución, leída con aplomo y sin asomo de contrición, Schmitt presentó su renuncia como "un deber" porque "mi situación personal divide a mi amada nación en lugar de unirla". El cesante no se privó de criticar a la comisión académica de investigación, afirmando que apelaría su resolución de retirarle el doctorado y que si era necesario demandaría a la Semmelweis ante los tribunales. La Asamblea tenía ahora un mes de plazo para elegir al nuevo presidente de la República. En la interinidad, sus funciones pasaba a desempeñarlas el presidente de la Cámara, László Kövér.

(Cobertura informativa hasta 12/4/2012)