Nicanor Duarte Frutos
Presidente de la República (2003-2008)
Sus padres, él agente de policía y ella costurera, procedían del campo y eran militantes de la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado (ANR-PC), la fuerza política nacida el 11 de septiembre de 1887 y que gobierna el Paraguay ininterrumpidamente desde el 13 de enero de 1947, en tiempos del presidente Higinio Morínigo Martínez. Cuando nació él, en 1956, se cumplía el segundo año de la dictadura del general Alfredo Stroessner Matiauda, cabeza de un particular régimen híbrido, militar al tiempo que de partido único en la práctica, cuyo pesado bagaje iba a lastrar la recuperada democracia y la vida política nacional tres décadas más tarde. Siguiendo la tradición familiar, Duarte se afilió a la ANR-PC a los 14 años mientras cursaba estudios secundarios en el colegio nacional Doctor Pedro P. Peña de su Coronel Oviedo natal. En 1974 obtuvo el título de bachiller en Ciencias y Letras y luego prestó el servicio militar, del que se licenció con el galón de subteniente de Infantería en la reserva.
Desde temprana edad realizó sus pinitos en la profesión periodística, como reportero de acontecimientos deportivos. En 1977 trabajó de jefe de prensa en Radio Caaguazú y cuatro años después ejerció de articulista de temas de actualidad política y social en el diario Última Hora de Asunción, labor que desempeñó hasta 1991. Paralelamente, se preocupó por enriquecer su formación académica, de manera que en 1984 obtuvo el título de abogado por la Universidad Católica de Asunción y en 1989 la licenciatura de Filosofía por la Universidad Nacional de la capital paraguaya, hasta quedar capacitado para impartir docencia de Sociología y Ética a alumnos de periodismo en la última casa de estudios citada.
Durante la Presidencia del general Andrés Rodríguez Pedotti, autor del golpe de Estado de febrero de 1989 que puso fin a la dictadura de Stroessner y legitimado en las urnas meses después, Duarte intensificó sus actividades partidistas en el coloradismo y reforzó su perfil profesional en los ámbitos de la abogacía, la cultura y la politología a costa de la práctica periodística. Participó en diversos seminarios y congresos internacionales y en octubre de 1991 integró la delegación oficial paraguaya ante la Asamblea General de la UNESCO en París. En 1992 redondeó su currículum multidisciplinar con un posgrado en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional.
En un partido fraccionado en corrientes rivales, Duarte estuvo primero adscrito a Tradicionalismo Renovador, un movimiento de poco peso capitaneado por Ángel Roberto Seifart. Luego se adhirió plenamente al oficialismo representado por Rodríguez y su precandidato para la elección primaria colorada de diciembre de 1992, el ingeniero y ministro de Integración Juan Carlos Wasmosy Monti, quien, efectivamente, ganó la proclamación de la candidatura y luego la elección presidencial. En agosto de 1993 Wasmosy tomó posesión de la Presidencia de la República con Seifart de vicepresidente, y Duarte fue nombrado al frente de un ministerio adecuado a su perfil intelectual, el de Educación y Cultura.
En los cuatro años en que tuvo responsabilidades de Gobierno Duarte fue madurando sus ambiciones políticas. En 1996 Wasmosy se comprometió a apoyar su precandidatura presidencial en representación de Acción Democrática Republicana (ADR), la fracción colorada oficialista. Pero luego el mandatario dispuso que esta postulación recayera en su ministro de Hacienda, Carlos Facetti; sintiéndose agraviado, Duarte rompió con el oficialismo. En febrero de 1997 dimitió de su cargo ministerial y se integró en el Movimiento de Reconciliación Colorada (MRC), la fracción que animaba Luis María Argaña Ferraro, abogado, ex miembro de la Corte Suprema de Justicia, ex ministro de Exteriores y últimamente presidente nominal de partido. El MRC estaba considerado la tendencia más conservadora del coloradismo, ligada a la herencia estatista y populista de Stroessner y refractaria a las reformas liberales de mercado alentadas por Wasmosy.
En el momento del cambio de filiación de Duarte arreciaba la crisis interna en el coloradismo, fundamentalmente por un doble enfrentamiento: el sostenido entre Wasmosy y el destituido comandante en jefe del Ejército, general Lino César Oviedo Silva, líder de la fracción Unión Nacional de Colorados Éticos (UNACE) y mesiánico personaje que presionaba para que el partido le proclamara candidato presidencial para las elecciones de 1998; y el librado entre este último y Argaña, también aspirante presidencial. Como miembro de la Junta de Gobierno de la ANR-PC desde 1994, Duarte fue uno de los jerifaltes del partido que participaron de este fuego graneado a múltiples bandas.
Argaña escogió a Duarte para acompañarle como compañero de fórmula, esto es, precandidato a la vicepresidencia, en la elección primaria que los colorados celebraron el 7 de septiembre de 1997. Entonces Oviedo ganó la proclamación con un estrecho margen de votos, pero Argaña y Duarte pusieron el grito en el cielo con la denuncia de fraude. En un intento de zanjar la trifulca por lo sano, Wasmosy mandó arrestar al general para que se le juzgara por sedición en relación con su declaración de rebeldía de abril de 1996. Después, el coloradismo se esforzó en establecer una tregua en sus luchas cainitas con el objeto de asegurarse la renovación en el poder, y Wasmosy, a regañadientes, aceptó que fuera el compañero de fórmula de Oviedo —y, por tanto, contrincante directo de Duarte por el mismo puesto—, el empresario Raúl Cubas Grau, el candidato oficial de los colorados a presidente, mientras que Argaña lo fuera a vicepresidente. La maquinaria del coloradismo funcionó a pleno rendimiento y en mayo de 1998 la inopinada fórmula Cubas-Argaña venció confortablemente sobre una oposición endémicamente débil e incapaz de sacar partido de las guerras fratricidas en el partido del poder.
En los meses siguientes a la toma de posesión de Cubas, Duarte acrecentó su influencia interna en el partido y consiguió que Argaña, de 66 años, le designara su heredero político, hasta que el enésimo y más violento espasmo de las tensiones internas del coloradismo le catapultó de vuelta al Ejecutivo: el 23 de marzo de 1999 Argaña fue asesinado por pistoleros presuntamente enviados por Oviedo mientras Cubas hacía frente a un proceso de destitución en el Congreso a iniciativa de los diputados del MRC bajo la acusación de violar la Constitución con el indulto presidencial que sacó a su mentor de la cárcel.
El 28 de marzo, después de que varios manifestantes antigubernamentales fueran abatidos por francotiradores no identificados en Asunción y que los aires de rebelión se hubieran adueñado de las calles, Cubas fue forzado a dimitir entre el clamor popular y huyó a Brasil. Luis Ángel González Macchi, presidente de la Cámara de Senadores y dirigente argañista, tomó posesión como presidente de la República y formó un Gobierno de Unidad Nacional en el que Frutos recuperó la cartera de Educación y Cultura. En un contexto de marginación sistemática de la UNACE, cuya conexión castrense intentó un golpe de Estado en toda regla el 18 de mayo de 2000, más la consideración de Macchi meramente como un responsable de transición sin soporte partidista propio y políticamente débil, Duarte se erigió en el rostro señero del coloradismo, que vio peligrar las elecciones generales de 2003 a raíz de la victoria en agosto de 2000 del líder del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Julio César Franco Gómez, alias Yoyito, en la elección al puesto de vicepresidente de la República, vacante desde el magnicidio de Argaña.
En el MRC se articuló entonces la alternativa modernizadora y no dogmática de Duarte, y el ministro entró inevitablemente en colisión con el argañismo que auspiciaban los dos hijos del líder finado, Nelson y Félix Argaña Contreras, celosos administradores del legado doctrinal de su padre y de talante radical y ultraconservador; a sus ojos, Duarte, como Oviedo, era un advenedizo del coloradismo. Encaramándose sobre la dicotomía de un oviedismo desacreditado por las insidias golpistas y la megalomanía del su ahora prófugo caudillo, y un argañismo anclado en los resabios de la era de Stroessner y obsesionado con aniquilar todo lo que representara la UNACE, Duarte se presentó como una personalidad lenitiva capaz de capitalizar los deseos de renovación de una parte importante de la militancia colorada, ansiosa de tener una nueva generación de dirigentes sin alforjas stroessneristas, con una visión más sosegada del juego político y con un concepto más responsable, honesto e institucional de que lo que suponía adquirir responsabilidades de poder, por ejemplo, haciendo oposición fuera del Gobierno y no desde él.
Con el respaldo de las familias coloradas wasmosista y parte de la argañista, el apoyo táctico de los dos principales partidos de la oposición, el PLRA y Encuentro Nacional (PEN), y la preferencia no disimulada de los gobiernos de Estados Unidos y Brasil, Duarte se lanzó a la liza por la jefatura de un partido donde, pese a las cortapisas e interdicciones contra sus miembros, la UNACE seguía teniendo un peso muy considerable, no albergando dudas nadie de que, si se lo hubieran permitido, Oviedo sería a esas alturas jefe del partido y del Estado por decisión popular. Tras Duarte se alinearon todos los sectores políticos, colorados o no, para quienes la posibilidad de ver a un oviedista dirigiendo la formación y postulándose para la Presidencia de la República se les antojaba una pesadilla. Desde junio de 2000 el controvertido general se encontraba en una prisión brasileña a la espera de la decisión por la justicia de ese país sobre un auto de extradición para ser juzgado en el Paraguay.
Entre acerbas críticas a la gestión de Macchi, Duarte cesó en el Ministerio en enero de 2001 para preparar su candidatura a la presidencia de la Junta de Gobierno de la ANR-PC para el período 2001-2004. El 6 de mayo se impuso en la votación, celebrada en un ambiente de tranquilidad, con el 47% de las preferencias de los afiliados, es decir, 550.000 papeletas, frente al factótum de Oviedo, Carlos Galeano Perrone, que recibió el 34%, y Bader Rachid Lichi, senador y jefe de la fracción Movimiento Unidad de Reencuentro Colorado (MURC), que presidía la Junta de Gobierno en funciones desde el asesinato de Argaña y que contaba con el respaldo de Macchi, destinatario de sólo un 18% de apoyos.
Comentaristas locales y analistas foráneos saludaron la elección de Duarte como un "triunfo de la democracia" dentro de la ANR-PC, que era como decir una buena noticia para el conjunto de la democracia paraguaya, y de paso como un giro de tuerca más en el aislamiento político del presidente Macchi, desacreditado a marchas forzadas por la profusión de escándalos de corrupción en su entorno, algunos afectándole directamente a él, y la inepcia de la acción gubernamental, que nutrían una situación de marasmo y crisis tan sombría que raro era el indicador social o económico que no estaba en números rojos.
En esta proclamada línea aperturista y dialogante se inscribieron las actividades de Duarte en Visión en Paraguay, un proyecto cívico patrocinado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Fundación En Alianza, concebido para brindar espacios de encuentro y reflexión a personalidades de diversos sectores sociales del Paraguay y para producir metodologías de estrategias integradoras. Ahora bien, no faltaron las opiniones escépticas sobre la plataforma renovadora de un líder colorado que, se recordaba, había hecho toda su carrera política dentro del partido. Según estas apreciaciones, Duarte compartía la mentalidad endogámica y maniobrera de los prebostes tradicionales colorados con los que ahora intentaba trazar un desmarque, tampoco hacía ascos al populismo y además había protegido a oficiales del partido involucrados en casos de corrupción.
Haciendo hincapié en la urgente necesidad para el Paraguay de gobernabilidad, eficiencia gestora de los poderes públicos y moralización de sus clases dirigentes, Duarte fue llenando su cesta de pescador de votos en el río, siempre revuelto, del coloradismo. Pero, aunque tenía en sus manos las palancas de poder necesarias, rehusó llevar su antagonismo a Macchi hasta el extremo de propiciar su defenestración por el Congreso, ya que ello habría colocado automáticamente en la Presidencia de la República, primero, al opositor Franco, y, después de que éste cesara voluntariamente para preparar su postulación presidencial, al controvertido presidente del Legislativo, Juan Carlos Galaverna, un colorado vinculado al grupo de Wasmosy que no contaba con sus simpatías tampoco. Así, el 11 de febrero de 2003 Macchi vio derrotada la iniciativa de impeachment de sus enemigos de dentro y fuera del partido gracias al apoyo brindado por los senadores del grupo de Duarte, que entonces fue acusado de hipocresía por sostener de hecho al zarandeado mandatario a pesar de sus arremetidas contra él.
El siguiente envite personal de Duarte fue la nominación el 22 de diciembre de 2002 como candidato presidencial del partido para las elecciones nacionales del 27 de abril de 2003. En una consulta abierta al voto directo de más de un millón de paraguayos, el abogado se adjudicó fácilmente la victoria frente a un plantel de ocho rivales, entre ellos Osvaldo Domínguez Dibb, Enrique Riera, Federico Zayas, Regis Romero y José Francisco Appleyard.
Desde el comienzo de la campaña electoral, Duarte gozó de la condición de favorito y las encuestas le distanciaron de Franco, por el PLRA, y del empresario Pedro Fadul Niella, estrella ascendente de la nueva oposición paraguaya al frente del Movimiento Patria Querida (MPQ). Estas mismas encuestas indicaban que Duarte podía ser desbancado por un candidato unitario de la oposición, pero las conversaciones a varias bandas entre liberales, encuentristas, patrióticos, la minúscula izquierda paraguaya y los oviedistas agrupados en el Partido Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (PUNACE), lista independiente montada por el general en marzo como culminación del primer gran cisma en el coloradismo, no llegaron a buen puerto por las mutuas suspicacias entre los cabezas de grupo. Sobre todo, estaba la rivalidad entre Fadul y Franco, mientras que el líder liberal tampoco obtuvo respuesta positiva a su oferta de colaboración con Oviedo, el cual, privado de su derecho de elegibilidad —aunque desde julio de 2001 disfrutaba de una especie de exilio de oro en una lujosa residencia vigilada en Brasilia— se hizo representar en la carrera presidencial por uno de sus devotos, el senador Guillermo Sánchez Guffanti.
Duarte pidió y ofreció unidad política por encima de fracciones y siglas, pero insistió en que el país requería un Gobierno "con mano dura" para confrontar enérgicamente los abundantes y gravísimos problemas que padecía. La mayoría de estas lacras eran de carácter estructural, básicamente la corrupción generalizada en la función pública y la clase política dirigente (según la ONG Transparency International Paraguay es uno de los países más corruptos del mundo, y el que más de toda América), y las prácticas masivas del contrabando, el fraude, la piratería y la evasión fiscal, todo lo cual estaba socavando la economía nacional, generando un monto de dinero negro casi equivalente al PIB oficial e impidiendo que los poderes públicos obtuvieran ingresos fiscales de al menos tres cuartas partes de las rentas y actividades económicas sujetas a tributación. Como consecuencia, el Estado paraguayo estaba en virtual bancarrota y el Gobierno se las veía y se las deseaba tan sólo para abonar los salarios de una función pública hipertrofiada y plagada de sinecuras y demás lastres clientelistas del coloradismo.
El candidato colorado prometió yugular las arterias de la corrupción mediante una drástica reorganización de los sistemas aduanero y tributario, renegociar con el FMI el servicio de los 2.300 millones de la deuda externa y la liberación del crédito de contingencia de 200 millones de dólares ya acordado pero todavía pendiente de recibir por el estancamiento de las reformas del Estado, y obtener de otros donantes internacionales como la Unión Europea y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) una asistencia de 500 millones de dólares más para programas de inversiones públicas.
Por lo que se refería a las condiciones del FMI, Duarte sostuvo que en su ánimo estaba desligar la liberación del préstamo stand by de las obligaciones de privatizaciones empresariales. Sobre este particular, hay que recordar que en junio de 2002, ante la contundente protesta social, el Gobierno de Macchi y luego el Congreso habían dado carpetazo a los controvertidos procesos de privatización de las empresas del Estado, entre otras, la telefónica Copaco y la compañía de distribución de aguas ESSAP, que fueron blanco de las críticas por su poca transparencia y la infravaloración de las tasaciones de venta. Duarte no tuvo ambages en presentarse como el tendotá, voz del idioma indígena guaraní traducible por cacique (o por dictador), que el país necesitaba en una tesitura caracterizada por el déficit de decisiones y acciones de Gobierno.
Sin sorpresas, el 27 de abril Duarte se proclamó presidente con el 37,1% de los votos, seguido por Franco con el 24%, Fadul con el 21,3% y Sánchez con el 13,5%. En los comicios al Congreso, la ANR-PC acaparó algo menos de la tercera parte de los sufragios y recibió 37 de los 80 diputados y 16 los 45 senadores. Los resultados, por tanto, estuvieron lejos de ser impresionantes, y de hecho fueron los más flojos cosechados por el partido en su historia. El 13-14% del voto sustraído por el oviedismo en solitario tampoco alcanzó a sumar la potente cuota conquistada por Cubas y el partido en las elecciones de 1998. Con todo, no dejó de asombrar la capacidad de la ANR-PC para perpetuarse en el poder en el Paraguay, considerando sus desgarraduras internas y la enorme responsabilidad que ha tenido en los padecimientos políticos, económicos y sociales del país en la última década, no faltando las valoraciones sobre un "miedo al cambio" del electorado, el cual no habría percibido mayor credibilidad en la oposición, incapaz de articularse como una alternativa de Gobierno convincente.
Duarte, casado con María Gloria Penayo Solaeche y padre de cinco hijos, tomó posesión de su mandato para el período presidencial 2003-2008 el 15 de agosto, en una ceremonia a la que asistieron nueve presidentes latinoamericanos (incluido el dictador cubano Fidel Castro), convirtiéndose en el undécimo presidente consecutivo de la ANR-PC, la cual, así, se consolida como la agrupación política que lleva gobernando más tiempo ininterrumpidamente en el mundo, un registro tanto más notable cuanto que los otros dos partidos más longevos, el comunista norcoreano y el comunista chino, gobiernan en régimen dictatorial de monopolio en sus respectivos países.
Duarte hereda de sus predecesores un cuadro socioeconómico calamitoso: recesión productiva, tal que en 2003 se espera una contracción del PIB del -2% por segundo año consecutivo; progresiva desvalorización del guaraní con respecto al dólar y tendencia alcista en los precios, siendo la inflación del 15%; nivel de las reservas internacionales de divisas alarmantemente bajo, en torno a los 670 millones de dólares; déficit fiscal descontrolado y superior a los 200 millones de dólares; desempleo oficial del 16% (si bien algunos expertos creen que la cifra real podría alcanzar el 35%, sumando la población activa categorizada como subempleada); y, pobreza rampante, alguna de cuyas formas aflige al 60% de los paraguayos: según analistas económicos, en los últimos cuatro años el ingreso per cápita cayó de los 1.647 dólares en 1999 a sólo 934 dólares en la actualidad. Todo ello arraiga al Paraguay como el país menos desarrollado de Sudamérica tras Bolivia.
Autocalificado luego de las elecciones de "líder emergente, de ruptura de antiguos paradigmas que han empobrecido al Paraguay y fracturado a la sociedad", y de "presidente que llega al Ejecutivo sin haber pactado con las oligarquías económicas familiares parasitarias de mi partido y del país", en su discurso de toma de posesión Duarte se adjudicó intenciones poco menos que revolucionarias y prometió virtualmente todo lo que podía prometerse a una nación que clamaba por cambios drásticos y regeneraciones de todo tipo. No faltaron una declaración de guerra sin cuartel a la corrupción, obligada en cualquier toma de posesión presidencial latinoamericana desde hace años, ni una crítica al neoliberalismo, del que dijo haber sido "un fracaso" porque "avasalla la dignidad humana". Esforzándose en proyectar confianza, seguridad y determinación, el flamante presidente afirmó que con él, el Paraguay iba a "volver a tener un Estado fuerte", ya que él poseía "autoridad moral y conciencia ética".
Declaraciones de intenciones aparte, Duarte deberá lidiar con un Congreso de mayoría opositora, y el apoyo de liberales y patrióticos le será indispensable para llevar a cabo unas medidas traumáticas que se antojan insoslayables: si no se reactivan las privatizaciones, y a la espera de que den resultados las también prometidas reformas rigurosas en los controles de aduanas y el sistema tributario, entonces el Ejecutivo, para obtener los ingresos con que atender las necesidades financieras más acuciantes, no tendrá más remedio que decretar fuerte subidas de precios de los bienes de consumo y de tarifas de los servicios públicos. Pero si se decanta por esta medida, el presidente pondrá en peligro el estado de gracia que le ha otorgado una población moderadamente esperanzada.
Nada más producirse la transferencia del poder en el Congreso, Duarte se estrenó en la política internacional como anfitrión de una cumbre especial, aprovechando la presencia de presidentes y delegaciones nacionales de alto nivel, de los países del Mercado Común del Sur (MERCOSUR, al que pertenece el Paraguay) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Los mandatarios aprobaron una declaración antiterrorista en solidaridad con Colombia y acordaron finiquitar a finales de año las negociaciones para la puesta en marcha de la proyectada fusión de las áreas de libre comercio de ambas organizaciones subregionales.
(Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 28/8/2003. El ejercicio de Nicanor Duarte como presidente de la República de Paraguay comenzó el 15/8/2003 y concluyó el 15/8/2008. Su sucesor en el cargo fue Fernando Lugo, de la opositora Alianza Patriótica para el Cambio). |