Moncef Marzouki
Presidente de la República (2011-2014)
Moncef Marzouki, destacado defensor humanitario y político opositor bajo la anterior dictadura, fue elegido el 12 de diciembre de 2011 por la Asamblea Constituyente de Túnez presidente de la República con un mandato temporal, hasta las elecciones presidenciales directas que han de seguir, quizá dentro de un año, a la promulgación de la nueva Carta Magna. Médico neurólogo de profesión y prolífico autor, este veterano luchador por la democracia encabezó la Liga Tunecina de los Derechos Humanos (LTDH) y el Consejo Nacional por las Libertades en Túnez (CNLT) antes de fundar en 2001 un partido de centroizquierda, el Congreso por la República (CPR), que permaneció proscrito y lideró desde el exilio en Francia. Marzouki regresó a Túnez cuatro días después de la caída de Ben Alí, el 14 de enero, y su formación, ya legal, quedó segunda en las elecciones de octubre con el 8,7% de los votos y 29 escaños.
Tras los comicios, el CPR forjó un consenso para la gobernación del período de transición con los islamistas moderados del Ennahda, grandes triunfadores en las urnas, y el Ettakatol, una formación de idéntica naturaleza laica pero con una línea socialdemócrata más nítida. El acuerdo tripartito, saludado por la comunidad internacional como un instrumento clave para la estabilidad del país magrebí, incluyó el reparto de los puestos cimeros de las instituciones políticas, la formación de un Gobierno mayoritario de coalición y la aprobación de una mini Constitución provisional que en el caso del poder ejecutivo ha transferido la primacía del presidente de la República al jefe del Gobierno. La primera decisión de Marzouki como jefe del Estado fue nombrar primer ministro al número dos de Ennahda, Hamadi Jebali. Honrado de convertirse en "el primer presidente de la primera república libre del mundo árabe", a la que ve como un "laboratorio de la democracia", Marzouki ha defendido la veracidad del discurso democrático y tolerante de sus socios islamistas, pero sin dejar de recordar unas "líneas rojas" en materia de derechos y libertades que nadie puede franquear. Asimismo, ha reclamado una "tregua" en las protestas sociales para que las nuevas autoridades puedan aplicar la agenda de reformas y para que la economía, penalizada por las turbulencias políticas, recobre el crecimiento.
(Texto actualizado hasta enero 2012)
1. Médico neurólogo y activista humanitario
2. En la oposición política proscrita por el régimen de Ben Alí
3. Presidente de la República en la interinidad constituyente
1. Médico neurólogo y activista humanitario
Según medios locales, hacia 1961, siendo él un adolescente, Marzouki y su familia se establecieron en Tánger, Marruecos, huyendo del régimen republicano establecido en su país y acogidos a la hospitalidad del reino alauí. El padre estaba vinculado a la corriente de oposición youssefista, enfrentada al presidente Habib Bourguiba, y comenzó una nueva vida en el país vecino, donde fue nombrado magistrado público y obtuvo la nacionalidad marroquí. Su hijo varón, con la ayuda de una beca del Ministerio de Educación de Francia, terminó en el Liceo Francés de Tánger, hoy Liceo Regnault, los estudios secundarios iniciados en el Colegio Sadiki de Túnez. Una vez sacado el bachillerato en 1964, el joven marchó a la antigua metrópoli colonial para cursar formación superior, emprendiendo la carrera de Medicina y Psicología en la Universidad de Estrasburgo.
A Marzouki le aguardaba una próspera carrera profesional. En 1973 obtuvo el título de doctor en Medicina y empezó a ejercer como tal en el Centro Hospitalario Universitario (CHU) de la capital alsaciana. En los seis años siguientes, el facultativo tunecino prestó servicios en las áreas de Neumología, Endocrinología y Neurología del CHU, y en 1977 se hizo cargo de una de sus clínicas. Al mismo tiempo, investigó y publicó en el campo de la ética médica y la experimentación humana en medicina. En 1979 quedó capacitado para recibir un Certificado de Estudios Especiales (CES) de Neurología, Medicina Interna y Salud Pública, tras lo cual regresó a Túnez poniendo fin a 18 años de ausencia.
Los antecedentes políticos familiares no le impidieron a Marzouki proseguir en su país la práctica médica, a la que dio una importante pátina social. Se integró en la red sanitaria del Estado y fundó un Centro de Medicina Comunitaria en la ciudad de Sousse, en cuya Universidad debutó como profesor de Neurología, además de ayudar a poner en marcha la Red Africana para la Prevención del Abuso y el Abandono Infantil (ANPCAN). También, publicó varios libros divulgativos de medicina y salud orientados al gran público. Estas iniciativas le hicieron merecedor de sendos premios otorgados por instituciones médicas y científicas del Magreb (1982), el mundo árabe (1988) y Estados Unidos (1989).
En paralelo a su labor profesional, Marzouki fue dando cancha a un activismo de signo político y crítico con el estado de cosas en la fase postrera y particularmente autoritaria de la presidencia vitalicia del anciano Bourguiba. Adherido a la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) en 1980, cuatro años después le sobrevino la primera condena de un tribunal, por el delito de difamación, en relación con un artículo escrito para una revista prodemocrática. Su siguiente tropezón con la justicia llegó en 1986 a raíz de publicar un ensayo político cuya condición de alegato democrático ya lo proclamaba sin ambages su título, Dejad que mi país despierte. El libro fue secuestrado por las autoridades y el autor entró en una dinámica de comparecencias ante el juez que se vio interrumpida una vez que Bourguiba fue depuesto por el primer ministro Zine El Abidine Ben Alí en noviembre de 1987.
En marzo de 1989, siendo vicepresidente de la ONG y en vísperas de las elecciones generales que, decepcionando las esperanzas de los demócratas tunecinos, sólo sirvieron para apuntalar la hegemonía excluyente del partido en el poder, el Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), Marzouki fue elegido presidente de la LTDH, la decana de las asociaciones de este tipo en África y el mundo árabe. Fue el comienzo de una etapa de denuncias de las prácticas represivas del régimen, el cual se propuso aplastar la resistencia del Movimiento del Renacimiento (Ennahda), pujante fuerza islamista inspirada en los Hermanos Musulmanes egipcios.
En 1992 Marzouki y sus compañeros rehusaron acatar la disposición de la nueva ley de asociaciones que obligaba a la LTDH a admitir en su seno a cuantos miembros del RCD o de cualquier otro partido político solicitaran el ingreso. Con esta norma, el régimen pretendía infiltrar a sus partidarios en la Liga y otros colectivos sociales y sectoriales que escapaban a su control. La negativa del grupo de Marzouki dio el pretexto al Gobierno para intervenirlo y disolverlo sin contemplaciones. A continuación, el médico y un grupo de profesionales e intelectuales constituyeron, a modo de plataforma alternativa, un Comité de Defensa de los Prisioneros de Conciencia. El desafío fue desbaratado en el acto. En 1993 la LTDH fue autorizada a operar de nuevo, pero en febrero de 1994 Marzouki se vio descabalgado de su presidencia en favor de Taoufik Bouderbala, un activista de la línea blanda que optó por no buscarle las cosquillas a la dictadura.
Su remoción de la LTDH empujó definitivamente a Marzouki al campo de la oposición política militante, con el consiguiente incremento de los riesgos para su integridad. Días después de serle arrebatada la presidencia de la ONG, el activista, haciendo caso omiso del "consenso nacional" establecido por el RCD y los partidos de la exigua oposición legal para que Ben Alí, de nuevo, optara a la reelección como el único candidato, anunció su deseo de postularse a la Presidencia en las votaciones del 20 de marzo, para lo que contó con el respaldo de más de 200 intelectuales y numerosas asociaciones cívicas y culturales. Su intención era, explicó, romper la "unanimidad de fachada" y poner en evidencia la "falta de debate democrático" en un proceso electoral que sólo iba a servir para "plebiscitar" al jefe del Estado.
La candidatura disidente de Marzouki, al igual que la del abogado Abderrahmane El Hani, dirigente de la ilegal Vanguardia Unionista, fue vetada al no cumplir los exigentes requisitos legales –por ejemplo, era necesario presentar el aval de 30 firmas de diputados del Majlis o de presidentes de Consejos Municipales, cosa prácticamente imposible de conseguir al estar copados estos cargos por miembros del RCD que obedecían órdenes directas de Ben Alí- y pocos días después de las elecciones la Policía les detuvo a ambos.
En su caso, el arresto obedecía, rezaba el auto oficial, a unas declaraciones a un periódico español en las que supuestamente cuestionaba la independencia del poder judicial tunecino. Marzouki permaneció detenido hasta julio, cuando obtuvo la libertad sin cargos, aunque a partir de entonces no pudo ejercer la medicina, últimamente orientada a la atención de niños discapacitados, ni viajar al exterior, pues le fue retirado el pasaporte. El Centro de Medicina Comunitaria que regentaba en Sousse quedó clausurado.
El Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria adscrito a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas estableció que el del doctor tunecino constituía un caso de detención arbitraria de ciudadano por su Gobierno. La ONG Human Rights Watch llamó la atención sobre el acoso judicial que padecía Marzouki, el cual, visto el panorama de amenazas e inseguridad, envió a su esposa y a sus dos hijas a Europa. Elegido en 1997 presidente de la Comisión Árabe de los Derechos del Hombre, en diciembre de 1998 Marzouki volvió a poner a prueba la tolerancia del régimen con el lanzamiento del Consejo Nacional por las Libertades en Túnez (CNLT), del que se erigió en portavoz.
El CNLT no sólo vio denegado el registro como organización legal, sino que a su artífice, en junio de 1999, unos agentes de seguridad le mantuvieron secuestrado durante unos días. A pesar del hostigamiento a sus miembros, el CNLT siguió imprimiendo boletines e informes muy críticos con la deplorable situación de los Derechos Humanos en Túnez. Toda vez que las intimidaciones policiales no daban resultado, tomó cartas la justicia penal, que en noviembre de 1999 formuló contra el médico unos cargos por difamación de instituciones del Estado y difusión de falsas informaciones atentatorias contra el orden público.
En julio de 2000 Marzouki fue expulsado de la plantilla docente de la Universidad de Sousse. La orden de despido, firmada por el Ministerio de Sanidad, se amparaba en un reciente viaje a Francia –posible gracias a la restitución del pasaporte- que fue considerado una ausencia injustificada del trabajo. Al ser apartado de las aulas, el doctor quedó privado de su última fuente de ingresos.
2. En la oposición política proscrita por el régimen de Ben Alí
En diciembre de 2000 un tribunal de primera instancia de la capital sometió a Marzouki a un juicio sumarísimo que el penúltimo día del año terminó con una sentencia de culpabilidad en doble delito. Por diseminar informaciones falsas relativas al Gobierno, en un discurso pronunciado en octubre en una reunión de defensores humanitarios en Marruecos, recibió una pena de cuatro meses de prisión. Y por animar una asociación ilegal, el CNLT, el juez le impuso otros ocho meses. El reo no apeló, pero su ingreso en la cárcel se vio demorado porque la fiscalía sí lo hizo, para reclamar una condena más dura. Además, al Palacio de Cartago llegó una avalancha de cartas de profesionales del Derecho tunecinos y del extranjero que denunciaban la criminalización de lo que no había sido más que el ejercicio por Marzouki de las libertades individuales de asociación y expresión.
El 24 de julio de 2001, en mitad de este limbo penal que podía dirimirse en su contra en cualquier momento, y en compañía de una treintena de activistas, Marzouki dio una campanada al anunciar la formación de un partido político de oposición, el Congreso por la República (CPR). Con él de presidente, la periodista Naziha Réjiba, alias Oum Zied, de secretaria general y el abogado Abderraouf Ayadi de vicepresidente, el CPR pregonó su deseo de contribuir a la instauración en Túnez de una verdadera república democrática que amparase los derechos fundamentales, se atuviera a la estricta separación de poderes y garantizara la celebración de elecciones limpias, por todo lo cual resultaba imprescindible una nueva Constitución nacional. Por sus posiciones seculares, en parte liberales y en parte socialdemócratas, el grupo de Marzouki fue ubicado en el centro-izquierda. Para hacerse notar mejor, el partido adoptó como logotipo unas gafas, gafas que evocaban inmediatamente la imagen característica de su líder.
La reacción hostil del régimen no se hizo esperar. En diciembre, conminado por un Gobierno deseoso de quitárselo de en medio, Marzouki se montó en un avión rumbo al exilio parisino. Durante una década, el opositor rehizo su vida en Francia junto con su familia. Profesionalmente le fue bien, pues reanudó la enseñanza médica como profesor asociado de la asignatura de Salud Pública en la Unidad de Formación e Investigación en Sanidad, Medicina y Biología Humana (UFR SMBH) de la Universidad de París XIII, en la comuna de Bobigny. En 2004 fue contratado por la administración de Créteil, en el departamento de Val-de-Marne, al sudeste de París, para hacerse cargo de la Red Sanitaria de la prefectura, que cubría a muchos compatriotas emigrados.
En el terreno de la acción política, en cambio, la esterilidad fue total. En 2002 el CPR fue terminantemente prohibido y sus actividades en Túnez quedaron reducidas a una ínfima expresión clandestina. Desde Francia, sus dirigentes, como el resto de la oposición política, ya legal o ilegal, condenaron el referéndum que sancionó la reforma constitucional urdida por Ben Alí para perpetuarse en la Presidencia. En febrero de aquel año, durante una estancia en Estados Unidos invitado por la American Association for Advancement of Sciences (AAAS), Marzouki valoró en términos muy negativos las repercusiones políticas de los atentados del 11-S, pues al socaire de la lucha contra el terrorismo islamista urgida por Estados Unidos muchos regímenes autoritarios, empezando por el tunecino, estaban endureciendo la represión de los círculos disidentes y democráticos.
En los siguientes años, Marzouki protagonizó tres tentativas de ingresar y permanecer en Túnez, todas frustradas: en 2004, año en que Ben Alí se hizo reelegir por tercera vez consecutiva, 2005 y 2006. Como en la década precedente, el autor siguió publicando libros políticos de denuncia y alegato. Sin embargo, sus llamamientos a la "desobediencia civil" de sus paisanos no obtenían eco. En junio de 2005, entrevistado por un periódico brasileño, el exiliado se quejaba de la "anacrónica" visión por Occidente de unas sociedades árabes que en realidad estaban en "estado de ebullición" y más que maduras para la democracia. En un alarde de optimismo que contrastaba con la desmoralizadora tozudez de los hechos, el líder opositor se mostró "convencido" de que "en diez años" las dictaduras que sojuzgaban toda la región serían "liquidadas".
3. Presidente de la República en la interinidad constituyente
Pues bien, aquel hipotético escenario vaticinado por Marzouki sobrevino varios años antes del plazo propuesto, de una manera completamente inesperada, súbita, y precisamente, en su país, Túnez. Ninguna fuerza política organizada, y menos aún el CPR, que apenas daba signos de vida en casa, desarrolló un papel en la histórica revolución popular y ciudadana que sin liderazgo visible ni intromisiones extranjeras, y gestada y retroalimentada en Internet, consiguió derribar y poner en fuga a Ben Alí el 14 de enero de 2011. Al desmocharse su cumbre, comenzó el desmoronamiento de un régimen represivo y corrupto que durante décadas había mantenido maniatado al país con una espuria liberalización democrática, mientras jugaba las cartas del laicismo a ultranza, la modernidad y el desarrollismo económico, el cual, in embargo había dejado sin resolver agudos déficits sociales, justamente la espoleta de la revuelta de los jóvenes.
Los dirigentes de la oposición en el exilio emprendieron el regreso y Marzouki lo hizo de los primeros, el 18 de enero. Incluso antes de aterrizar en Túnez, de hecho pocas horas después de conocerse la marcha del dictador a Arabia Saudí, el líder del CPR comunicó su intención de presentarse a las elecciones presidenciales que, de acuerdo con la Constitución, debían celebrarse en el plazo máximo de 60 días para cubrir la vacancia en la titularidad de la jefatura del Estado (ahora, el presidente de la Cámara de Diputados, Fouad Mebazaa, ejercía la presidencia con mandato interino).
En ese momento, la calle continuaba enérgicamente movilizada y el primer ministro, Mohammed Ghannouchi, intentaba mantener a flote un novísimo Gobierno de unidad nacional que reunía a numerosos ministros del odiado RCD y, portando carteras menores, a miembros de los tres partidos más importantes de la oposición legal, a saber, el Partido Democrático Progresista (PDP) de Najib Chebbi, el Movimiento de Renovación (Ettajdid) de Ahmed Brahim y el Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades (FDTL, o Ettakatol) de Mustafa Ben Jaafar, así como a sindicalistas de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT). Con su contundencia habitual, Marzouki tachó este Gabinete de "mascarada" y le auguró corta vida.
En efecto, Ghannouchi, caducado políticamente por no saber acompasar el proceso de mudanzas al ritmo que exigían los manifestantes, arrojó la toalla el 27 de febrero. El testigo fue recogido por un antiguo preboste del ahora suspendido RCD que gozaba de buena reputación, Béji Caïd Essebsi, el cual formó otro Gobierno integrado exclusivamente, como él, por independientes.
Fue el Gabinete Essebsi, cuya misión fundamental era conducir el proceso de transición a la democracia hasta la celebración, en principio en julio, de elecciones a una Asamblea Constituyente, el que dio al CPR la carta legal que nunca había tenido. El anuncio de legalización se produjo el 8 de marzo, una semana después de terminar la proscripción que pesaba también sobre el Ennahda de Rashid Ghannouchi y Hamadi Jebali, que ya era y con diferencia la primera fuerza política del país. Sin problemas de financiación y con una potente red de militantes y colaboradores pese a haber padecido una durísima represión bajo el benalismo, la formación islamista, que era al mismo tiempo un dinámico movimiento social, se disponía a materializar en votos el arraigo y la legitimidad de que gozaba en las capas populares de la población, donde conservaban peso la tradición y la religión.
El CPR fundaba sus apoyos en los sectores urbanos identificados con el laicismo progresista y la cultura occidental. Pero aunque su líder era una personalidad conocida y respetada por su dedicación a las causas de los Derechos Humanos y la democracia, los republicanos no eran unos serios rivales electorales de los islamistas porque su visibilidad doméstica hasta la misma caída del dictador había sido mínima. Si el conservador Ennahda podía movilizarse a fondo como un partido de masas guiado, eso sí, por un liderazgo cultivado y hasta cosmopolita, el CPR, con un perfil más elitista, se proyectaba como una formación de intelectuales y profesionales liberales, muchos de los cuales habían ejercido en el extranjero. Ahora bien, las relaciones entre estos dos partidos de ideología contrapuesta que habían compartido clandestinidad y persecución no eran en absoluto malas; al contrario, había un diálogo fluido entre sus dirigencias, tal que la perspectiva de una alianza o coalición empezó a vislumbrarse.
Al final, Marzouki se quedó sin competir en las elecciones presidenciales anticipadas porque estas, pese al mandamiento constitucional, fueron diferidas hasta la conclusión de la fase constituyente. Luego, en junio, el Gobierno Essebsi, aceptando la recomendación hecha por la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE, creada en abril por un decreto de presidente interino Mebazaa), decidió que los comicios a la Asamblea Constituyente no tuvieran lugar el 24 de julio sino el 23 de octubre, retraso que perseguía garantizar una buena organización y unos altos estándares de transparencia. Marzouki consideró oportunas estas alteraciones del calendario electoral.
Sin sorpresas, las elecciones a la Asamblea Constituyente fueron contundentemente ganadas por el Ennahda (el 37% de los votos y 89 escaños). El CPR quedó en un meritorio segundo puesto con el 8,7% de los votos y 29 de los 217 escaños en juego. A continuación, Marzouki entró en discusiones con la formación vencedora y con el izquierdista Ettakatol, partido con estatus de observador en la Internacional Socialista, para la formación de un gobierno de coalición que se sostendría en una mayoría absoluta de 138 escaños. Acusado desde sectores seculares de plegarse a un "pacto con el diablo", Marzouki replicó que Ennahda ni era "el diablo" ni "los talibanes de Túnez", sino "una fracción moderada del Islam". Ahora bien, existían una serie de "líneas rojas" que los de Ghannouchi no podían franquear, cuales eran todo lo relacionado con los derechos fundamentales y las libertades civiles, en particular los derechos de la mujer y de la infancia.
El 21 de noviembre los cabezas de facción sellaron el acuerdo tripartito para pilotar el período constituyente. No sólo se negoció el reparto de puestos en el Gobierno de coalición, sino la adjudicación de los máximos cargos institucionales. Así, se acordó que Marzouki fuera el presidente de la República, el islamista Jebali el primer ministro y el forista Ben Jaafar el presidente de la Asamblea. El nuevo Ejecutivo iba a tener como prioridad aplicar las reformas políticas, económicas y sociales que el país precisaba con urgencia. Los trabajos constituyentes de la Asamblea decidirían el sistema republicano de gobierno, si presidencial, como hasta ahora, o de tipo parlamentario, modelo por el que se inclinaban Ennahda y el CPR.
El 11 de diciembre la Asamblea Constituyente concluyó un marco constitucional provisional. Se trataba de una mini Carta Magna de sólo 26 artículos para regir en el período de transición en lugar de la Constitución de 1959, ahora en suspenso. El texto, que contrarió las expectativas de partidos como el PDP de Najib Chebbi, excluido del consenso de los tres grandes, establecía una amplia transferencia de prerrogativas del presidente de la República al primer ministro, luego Marzouki iba a encabezar el Estado con un rango de atribuciones bastante limitado y a la sombra de Jebali y el Gobierno, los cuales concentrarían el poder ejecutivo. La Constitución definitiva podría estar lista, indicaron los asambleístas, en el plazo de un año, tras lo cual tocaría convocar elecciones generales.
El 12 de diciembre la Asamblea Constituyente eligió a Marzouki, único candidato, presidente de la República con 153 votos a favor, tres en contra, 44 en blanco y dos abstenciones. 15 escaños permanecieron vacíos. Tras ser investido, el mandatario manifestó a los medios: "tengo el gran honor de convertirme en el primer presidente de la primera república libre del mundo árabe". Desde este momento, el liderazgo del CPR quedó en manos de Abderraouf Ayadi, en tanto que secretario general interino.
Al día siguiente, recitando la fórmula legal y con la mano posada sobre un ejemplar del Corán, Marzouki prestó juramento del cargo en la tribuna de la Asamblea. Acto seguido, con la voz entrecortada por la emoción y arropado por los aplausos de los asambleístas, el flamante jefe del Estado para el período constituyente prometió de manera solemne ser "el presidente de todos los tunecinos" así como "fiel a los mártires y los objetivos de la revolución". A lo largo del discurso inaugural, Marzouki precisó que: "Nuestra misión es promover nuestra identidad árabe-musulmana y estar abiertos al mundo. Proteger a las [mujeres] que llevan el velo y a las niñas con el niqab, así como a las que no llevan velo". En esa línea, el orador se comprometió a preservar "el derecho a la sanidad, el derecho a la educación y los derechos de las mujeres", así como "proteger los derechos de los trabajadores, crear empleos e incentivar la inversión". En otro momento de la alocución advirtió: "Otras naciones están observándonos como un laboratorio de la democracia".
El 14 de diciembre Marzouki, instalado ya en el Palacio de Cartago, nombró primer ministro a Jebali, quien terminó de confeccionar el Gabinete el día 22. El CPR recibió cuatro puestos ministeriales, el mismo número que el Ettakatol: los de Formación Profesional y Empleo, para Abdelwahab Maatar; Asuntos de la Mujer, para Sihem Badi; Patrimonio del Estado y Tierras, para Slim Ben Hamidene; y Reforma Administrativa, para Mohammed Abbou. Además, colocó un secretario de Estado, Hédi Ben Abbès, en la sección de Asuntos Europeos.
El mismo 14 de diciembre Marzouki dirigió un mensaje televisado a la nación en términos bastante apremiantes: pidió la concesión a las nuevas autoridades republicanas de "una tregua política y social de sólo seis meses". A su entender, urgía una moratoria en las "sentadas y las huelgas", pues si seguía la dinámica de agitaciones y "barricadas" el país estaba abocado a la "catástrofe" y el "suicidio colectivo". "Si las cosas no se ponen a funcionar en seis meses, presentaré la dimisión", avisó el presidente.
Poco después, en una entrevista exclusiva para la cadena gala France 24, el mandatario afirmó que Túnez no podía "vivir en la confrontación del extremismo religioso y el extremismo laico". Al trazar esta equidistancia, Marzouki censuraba sobre todo a quienes insistían en ver un peligro en Ennahda. Por otro lado, confirmó que iba a hacerse "todo lo posible" para conseguir que el Gobierno saudí extraditara a Ben Alí a fin de que el ex dictador rindiera cuentas a la justicia tunecina. En otra entrevista, esta vez para el semanario Le Journal du Dimanche, el estadista opinó sobre el nuevo curso de las relaciones con Francia, a cuyos gobernantes tantas veces había reprochado el trato condescendiente que dispensaban a Ben Alí: "Soy francófono y francófilo, seré un puente entre Francia y Túnez. Vamos a trabajar cordialmente, pero constato que los franceses son los que menos entienden el mundo árabe". Puesto que él era "un presidente legítimo que no necesita ir a buscar su legitimidad en el extranjero", en otras palabras, "el presidente independiente de un país independiente", París podía darse por enterado que "el espíritu colonial se acabó".
(Cobertura informativa hasta 1/1/2012)