Massimo D'Alema
Primer ministro (1998-2000); viceprimer ministro y ministro de Exteriores (2006-2008); eurodiputado (2004-2006)
1. Comunista reformador y hombre de partido
2. De la jefatura del PDS a la experiencia del Olivo
3. El bienio al frente del Gobierno italiano
1. Comunista reformador y hombre de partido
Hijo del diputado comunista Giuseppe D'Alema y de madre militante también del Partido Comunista Italiano (PCI), desde la edad más temprana tomó parte en sus actos y movilizaciones del partido. A los nueve años sus padres le apuntaron a los pioneros, la organización de boy-scouts del PCI, a los 12 años intervino por primera vez en un congreso cuando leyó un discurso en presencia del secretario general, Palmiro Togliatti, y a los 14 se unió a la Federación de Jóvenes Comunistas Italianos (Fgci). En su educación secundaria se especializó en lenguas clásicas y luego estudió Filosofía en la selecta Escuela Norma de la Universidad de Pisa, donde abandonó las aulas antes de conseguir la licenciatura. En 1968 obtuvo el carnet de miembro del PCI coincidiendo con el auge de las agitaciones estudiantiles, en las que participó activamente. En los años siguientes D'Alema fue absorbido totalmente por la política, convirtiéndose en un militante a tiempo completo.
En 1975 fue promovido a secretario general de la Fgci y desde ese puesto apoyó el eurocomunismo patrocinado por Enrico Berlinguer, secretario general del PCI desde 1972, que propugnaba la autonomía total del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y el abandono de los dogmas marxistas-leninistas, así como su propuesta de un compromiso histórico con la Democracia Cristiana (DC) en el poder, para una convivencia y una eventual colaboración responsables para afrontar las crisis que acosaban al país.
Elegido miembro del Comité Central del PCI en el XV Congreso, entre finales de marzo y comienzos de abril de 1979, hacia 1980 empezó labores de editor en el órgano de prensa del partido, L'Unità, en paralelo a colaboraciones para Rinascita y Città Futura. En el XVI Congreso del partido, celebrado en Milán del 2 al 6 de marzo de 1983, entró a formar parte de la Dirección y luego fue nombrado jefe del partido en la región de Apulia. Del XVII Congreso, clausurado en Florencia el 13 de abril de 1986, salió convertido en miembro del Secretariado, con responsabilidades sobre la organización interna del partido. En junio de 1987 ganó su primer mandato representativo en la Cámara de los Diputados por el distrito de Gallipolli en la circunscripción de Lecce-Brindisi-Tarento, en unas elecciones que aceleraron el declive de un partido que en 1976, con su 34,4% de los votos, había disputado a la DC la primacía política en Italia. De 1988 a 1990 simultaneó su labor parlamentaria con la periodística como miembro del consejo editorial y director de L'Unità.
La llegada en mayo de 1988 a la Secretaría Nacional del PCI del aperturista Achile Occhetto marcó el comienzo de la mayor transformación en la historia del partido, estimulada por los acontecimientos en la Europa del Este, que D'Alema apoyó sin reservas. Así, figuró en el grupo de dirigentes que suscribieron la petición de Occhetto, del 12 de noviembre de 1989 (tres días después de la caída del Muro de Berlín) de cambiar el nombre y el símbolo del partido, y de abrir una fase constituyente para alumbrar una "nueva fuerza política" de la "izquierda progresista".
La moción "socialdemócrata" de Occhetto fue aprobada en un congreso extraordinario -si bien numerado como el XIX-, celebrado en Bolonia entre el 6 y el 11 de marzo de 1990, por el 66% de los delegados, y tuvo su plasmación en el XX Congreso, celebrado en Rímini del 31 de enero al 4 de febrero de 1991. El día 3, los congresistas aprobaron por 807 votos a favor, 75 en contra y 59 abstenciones adoptar el nombre de Partido Democrático de la Izquierda (PDS). Para Occhetto y D'Alema de lo que se trataba era de formular una nueva izquierda, en un esfuerzo de imaginación ideológica que excluyera tanto la definición de comunista como la de socialista.
Al proyecto se sumaron un ala izquierda -la representada por Pietro Ingrao, que, no obstante, habría preferido una "renovación" más que una "transformación", manteniendo el nombre y los símbolos- y un ala derecha -la de Giorgio Napolitano, partidario de la conversión socialdemócrata plena y el ingreso en la Internacional Socialista (IS)-. Pero los comunistas ortodoxos, capitaneados por Sergio Gavarini y Fausto Bertinotti, prefirieron escindirse y el 6 de febrero lanzaron el Partido de la Refundación Comunista (PRC), con la voluntad de mantener viva una doctrina que los impulsores del PDS daban por periclitada.
2. De la jefatura del PDS a la experiencia del Olivo
D'Alema combinó en los años siguientes la coordinación política del PDS, la actividad periodística y su labor como diputado. Tras las elecciones legislativas de abril de 1992, que, con el 16,1% de los votos y 107 escaños en la Cámara, otorgaron al PCI los peores resultados de su historia, D'Alema se convirtió en el jefe del grupo parlamentario del PDS y reafirmó su posición como número dos de hecho del partido.
En las legislativas del 27 de marzo de 1994, que debían principiar un nuevo orden político tras dos años de convulsiones y de drásticas recomposiciones partidistas azuzadas por las operaciones judiciales anticorrupción, el PDS se presentó bajo el paraguas del Polo Progresista (PP), en compañía de siete partidos y grupúsculos que iban desde el centro a la izquierda. El PP totalizó el 34,4% de los sufragios y 213 escaños, mientras que el PDS individualmente remontó al 20,4% y 109 escaños. El éxito de la fórmula pactista se reveló, empero, insuficiente para batir al Polo de las Libertades (PdL), la coalición derechista animada por el empresario Silvio Berlusconi, quien consiguió la mayoría absoluta y formó gobierno. En los comicios, D'Alema renovó su acta de diputado, esta vez por la circunscripción 21ª de Apulia.
El fracaso del PDS en las elecciones del 12 de junio al Parlamento Europeo, cuando volvió a perder votos (el 19,1%) y se distanció en más de 10 puntos de la Forza Italia (FI) de Berlusconi, precipitó la dimisión de Occhetto al día siguiente. En el PDS se entabló la lucha por la sucesión entre D'Alema y Walter Veltroni, director de L'Unità, declarado admirador de Bill Clinton y John Kennedy, y cuyo talante los observadores se afanaron en contrastar con la presunta rigidez ideológica de su rival. A pesar de que no contaba con el parabién de Occhetto ni con el voto de 65 federaciones regionales del partido, D'Alema se aseguró el apoyo del Consejo Nacional del partido, que el 1 de julio le eligió nuevo secretario nacional por 248 votos contra 173.
La llegada al liderazgo del PDS del nomenclaturista D'Alema no trajo el cuestionamiento del PP; antes bien, lo reforzó. La coalición de centro-izquierda se impuso ligeramente y el PDS recuperó la condición (lograda por primera vez en las municipales de junio de 1993) de primer partido de Italia, con el 25,5% de los votos, en las elecciones regionales y municipales de abril y mayo de 1995. Después de este éxito D'Alema y los líderes de los otros partidos del PP estudiaron crear una coalición con vocación de permanente, capaz de atraer electores del PdL que, sin considerarse derechistas, desconfiaban del predominio de los ex comunistas en el otro frente.
Cuando el 2 de febrero de 1995 Romano Prodi, intelectual católico, ex ministro y proveniente del ala más progresista de la extinta DC, se ofreció para liderar el centro-izquierda y llevarlo al Gobierno, D'Alema asintió al igual que los elementos liberales del PP. De paso, pidió al partido la renuncia total de la simbología y los vestigios marxistas, para convertirse en una "socialdemocracia tolerante y con sentido social". En las semanas siguientes el proyecto de Prodi se articuló en El Olivo, plataforma dotada de un programa progresista de amplia base partidaria, claramente escorado al centro y cuyos ejes principales eran las reformas de la Constitución, para profundizar la descentralización territorial, y de la ley electoral, para extender el sistema mayoritario a todos los escaños del Parlamento, así como la prosecución de las políticas económicas de austeridad para asegurar la entrada de Italia en la monda única europea en enero de 1999.
El PDS celebró en julio de 1995 en Roma su II Congreso, que dio luz verde a un pacto federativo con toda la izquierda y a una estrategia de diálogo con el centro católico y demás fuerzas moderadas provenientes de la DC. D'Alema, además, expresó su deseo de competir electoralmente en un contexto bipolar y de alternancia democrática, y se comprometió con la salvaguardia de la propiedad privada y de la libertad de mercado. El Olivo quedó finalmente integrado por el PDS, el Partido Popular Italiano (PPI, centrista, principal fuerza surgida de la DC) de Gerardo Bianco, la Unión Democrática (UD, liberal), Renovación Italiana (RI), que era la lista liberal liderada por Lamberto Dini, primer ministro técnico desde el 17 de enero de 1995, el Foro homónimo del propio Prodi, la Federación de los Verdes (FV), el Partido Republicano (PRI, liberal) y el Partido Popular del Tirol del Sur (SVP, representante de la minoría germanófona).
En las legislativas del 21 de abril de 1996 El Olivo ganó con 284 escaños y el 34,7% de los votos computados por el sistema proporcional. Se trataba de una mayoría relativa, pero Prodi podría formar gobierno, mientras que el 21,1% de los sufragios cosechado por el PDS constituía un éxito personal para D'Alema, ya que, por primera vez en unas legislativas, el partido era la fuerza más votada y con más escaños. En el ejecutivo que formó Prodi el 18 de mayo el PDS se reservó 9 carteras, siendo las restantes para PPI, RI, UD, Verdes y personalidades independientes.
Desde su puesto de jefe del Olivo en el Parlamento, D'Alema se encargó de negociar los apoyos de terceros a los proyectos de ley del Gobierno, que carecía de la mayoría absoluta. Así, arrancó del partido de Bertinotti un precario pacto de legislatura para sacar adelante los presupuestos generales, que, a trancas y barrancas, funcionó durante dos años. Mientras Prodi gobernaba con acierto, D'Alema se preocupó por corregir su imagen pública de dirigente inteligente y culto, pero frío, distante y mordaz; carente de las redes de amistades políticas y sociales de otros políticos italianos, su reconocimiento como un admirador de Maquiavelo le había granjeado recriminaciones por "arrogancia" y "soberbia intelectual".
Para contrarrestar los vituperios demagógicos de Berlusconi, muy interesado en presentarlo como un comisario político dogmático y acechante, D'Alema frecuentó los programas de televisión, insistió en que ya no era un comunista y se definió como un romano de pura cepa que disfrutaba jugando a los naipes, cocinando o siguiendo los partidos de fútbol de la Roma, además de sus más refinadas aficiones por la poesía del chileno Luis Sepúlveda y la navegación en yate. Más aún, dio un nuevo giro de tuerca en la descomunistización del partido. Así, el 14 de febrero de 1998, en un congreso extraordinario celebrado en Florencia, se decidió sustituir definitivamente la bandera roja con la hoz y el martillo -que en 1991 había quedado como un aditamento al pie de la encina frondosa, el nuevo símbolo identificativo- por la rosa roja de la socialdemocracia, así como un nuevo nombre para el partido, en lo sucesivo simplemente Demócratas de Izquierda (DS).
En aquella ocasión, D'Alema fracasó en la pretensión de absorber a pequeñas fuerzas progresistas como los verdes y los socialistas del ex primer ministro Giuliano Amato, a fin de convertir los DS en un gran partido de centro-izquierda susceptible de gobernar en solitario. La respuesta positiva de tres grupúsculos de distinto signo, los Cristianos Sociales, la Federación Laborista y los Comunistas Unitarios, estos últimos una escisión del PRC, pareció del todo insuficiente para alcanzar aquella meta. D'Alema, que desde septiembre de 1996 era uno de los vicepresidentes de la IS, declaró en Florencia que el objetivo de esta "nueva izquierda" no era otro que preparar a Italia para la globalización, ya que "ni la vieja izquierda estatalista, ni el liberalismo económico desbocado, ni el nacionalismo de derechas" iban a ser capaces de gobernar con tino ante los nuevos retos. Presentando como modelo el laborismo británico de Tony Blair, añadió que el capitalismo italiano debía "renovarse y hacerse más moderno y competitivo", lo cual, sentenció, iba a significar "flexibilización a todos los niveles".
3. El bienio al frente del Gobierno italiano
La dimisión de Prodi el 9 de octubre de 1998, por el rechazo del PRC a los presupuestos de austeridad del Gobierno, puso en bandeja la presidencia del Consejo a D'Alema, que había completado su campaña de simpatía ante la opinión pública. El 16 de octubre el presidente Oscar Luigi Scalfaro le pidió que formara un nuevo gobierno y el 21 presentó un equipo más plural que el precedente, pero ya no se trataba del Olivo, que quedó desbordado por sus dos extremos ideológicos y, de hecho, desvirtuado. La acentuación del izquierdismo por la entrada del Partido de los Comunistas Italianos (PDCI) de Armando Cossutta, escindidos apenas unos días antes del PRC en protesta por el dogmatismo de Bertinotti, y los Socialistas Demócratas Italianos (SDI) de Enrico Bosselli, encontraba su contrapeso en la Unión Democrática de la República (UDR), el partido moderadamente conservador creado en febrero de 1998 por Francesco Cossiga, el intrigante ex presidente de la República, y en la exclusión de cualquier trato con el PRC. La permanencia de PPI, RI y Verdes sirvió para mantener vivo el espíritu del Olivo.
El 22 de octubre D'Alema, el primer jefe de Gobierno de Italia (y del resto de Europa Occidental) de procedencia comunista, presentó un programa pensado para satisfacer a todos los miembros de la coalición, mientras que el PRC aseguró desde fuera una "oposición constructiva". Habría un continuismo total en la política económica de Prodi (saneamiento financiero, política monetaria estricta, programa de privatizaciones), tal como indicaba la renovación del independiente Carlo Azeglio Ciampi en el Ministerio del Tesoro, mientras que la de Dini en Exteriores aseguraba lo mismo en la otra área sensible. D'Alema, empero, deseaba atender los aspectos sociales y aseguró al PDCI que se avanzaría en la creación de empleo (el paro rondaba entonces el 12%) mediante la introducción de la semana de 35 horas, siguiendo el ejemplo del Gobierno socialista francés. Con todo, D'Alema, a tenor de sus declaraciones, parecía estar más interesado en el experimento del Nuevo Laborismo blairista, al menos como máquina de captación de votos, que en la visión socialdemócrata más clásica de Lionel Jospin. Además, D'Alema prometió intentar de nuevo la reforma constitucional, empantanada en el Parlamento, donde desde febrero de 1997 él había presidido la comisión bicameral ad hoc, para establecer un tipo de estado autonómico avanzado o federal, y un sistema de Gobierno semipresidencialista, así como completar de una vez la reforma del sistema electoral.
La entrada de D'Alema en el palacio Chigi fue recibido igualmente bien por empresarios y sindicatos, pero no así por el Vaticano, que expresó su disgusto al presidente Scalfaro por el nombramiento de un político que se declaraba ateo. En este sentido, D'Alema se apresuró a expresar su respeto por la Iglesia católica y su capacidad para influir en la vida pública italiana, y no sólo en las cuestiones sociales. El 23 de octubre su gobierno ganó, con 333 votos a favor y 281 en contra, la moción de confianza en la Cámara de Diputados, mayoría holgada que auguraba la ansiada estabilidad. El 6 de noviembre, para aligerar la dimensión política de su mandato, D'Alema cesó en la Secretaria del partido, que fue a parar a Veltroni.
D'Alema garantizó implícitamente el mantenimiento de los compromisos internacionales de Italia, si bien abogó por suavizar las exigencias de la Unión Europea con respecto a los déficits nacionales tolerados después de la entrada en vigor del euro, además de proponer un programa europeo de inversiones públicas encaminada a crear empleo. Mayores dificultades entrañó la campaña bélica de la OTAN en Yugoslavia en la primavera de 1999. Por un lado, sus declaraciones en los primeros días de la guerra favorables a una solución diplomática, pese al fracaso de los acuerdos de Rambouillet, causaron alarma en Estados Unidos y el Reino Unido, si bien el 26 de marzo salió al paso para reafirmar la lealtad de Italia a sus aliados.
La Operación Allied Force de la OTAN provocó el caos en la coalición gobernante, donde convivían sensibilidades bien dispares. Así, se produjeron paradojas como el desplazamiento de Cossutta a Belgrado para entrevistarse con el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, diabolizado por la OTAN por su actuación represiva en Kosovo, mientras D'Alema convertía a Italia en el portaaviones de la Alianza para la ex Yugoslavia. Ciertamente, de Italia partieron tanto los aviones que bombardearon Kosovo y Serbia como los operativos logísticos asentados en Albania.
Así, miles de soldados italianos formaron la avanzada para la instalación de campos de refugiados y la distribución de alimentos a partir del 5 de abril, la llamada Operación Arcobaleno (Arco Iris), que días después se disolvió en un dispositivo propiamente OTAN, la Fuerza Albanesa (AFOR), de unos 8.000 soldados, activado el 12 de abril mediante la Operación Allied Harbour. Italia aportó el contingente más numeroso de la AFOR, que el 1 de septiembre dio paso a un dispositivo más reducido llamado Zona de Comunicaciones Oeste (COMMZ-W), cuyo mando operativo asumió amén de aportar más de la mitad de sus 2.400 integrantes. Parte de las tropas de la AFOR y otras específicas asignadas para la misión, hasta alcanzar los 5.000 hombres, fueron el contingente italiano en la Fuerza de pacificación para Kosovo (KFOR) liderada por la OTAN que el 13 de junio, detenidos los ataques aéreos tras aceptar el régimen serbio la retirada de Kosovo, comenzaron a desplegarse en el oeste de la provincia, estableciendo un sector propio con cuartel general en Pec.
Semejante compromiso adquirido por el Gobierno de D'Alema en un escenario de crisis, en las mismas puertas de Italia, satisfizo plenamente las expectativas de los aliados, pero encontró una opinión pública poco entusiasta y un PDCI, así como el sector más izquierdista de su propio partido, francamente hostiles. Haciendo encaje de bolillos, el primer ministro se aseguró el apoyo de la coalición a una intervención militar valorada como "inevitable" y "necesaria", a cambio de apostar por el aprovechamiento de cualquier oportunidad para el diálogo que evitara el ataque terrestre.
Dentro aún del terreno internacional, D'Alema realizó sus primeras visitas oficiales a Francia el 24 de noviembre de 1998, a Alemania el 27 de noviembre de 1998 y a Estados Unidos el 4 de marzo de 1999. El 21 de noviembre de 1999 auspició en Florencia una conferencia denominada Gobierno Progresista para el Siglo XXI, a la que asistieron los más conspicuos representantes internacionales de partidos socialdemócratas o progresistas, como Clinton, Blair, Jospin, el alemán Gerhard Schröder y el brasileño Fernando Cardoso. D'Alema aprovechó la cita para desmarcarse de la Tercera Vía del primer ministro británico, posición que aireó ante los suyos en el I Congreso de los DS, del 13 al 16 de enero de 2000 en Turín.
Se observó en estos meses un rasgo de originalidad en la diplomacia italiana con los países árabes; así, causaron sensación el encuentro de D'Alema con el líder libio Muammar al-Gaddafi en Trípoli (el 2 de diciembre de 1999, en la primera visita de un mandatario occidental desde 1992) y la estancia en Roma del presidente iraní Mohammad Jatami (del 8 al 11 de marzo de 1999, primero en una capital occidental desde la Revolución de 1979). Por otro lado, en noviembre de 1999 sobrevino una crisis con Turquía por la negativa del Gobierno a detener al dirigente kurdo Abdullah Ocalan, sobre el que Ankara había dictado una orden internacional de arresto.
Dos éxitos consecutivos de D'Alema en 1999, las elecciones de Prodi para presidir la Comisión Europea (por el Consejo Europeo el 24 de marzo, si bien se observó maliciosamente que lo que D'Alema pretendía realmente era mantenerlo lejos de la política nacional) y de Ciampi para presidir la República Italiana (por el Parlamento el 13 de mayo), precedieron, no obstante, un cúmulo de dificultades que oscureció la aspiración de normalidad.
En primer lugar, Berlusconi, que había transigido en no entorpecer la elección de Ciampi, decidió no dar más satisfacciones a un primer ministro que consideraba "ilegítimo" en origen y que multiplicaba con él los gestos de apaciguamiento, con lo que redobló el obstruccionismo parlamentario. Diluido el requerido consenso de dos tercios, la reforma constitucional quedó, pues, nuevamente en el vado. Luego, en junio, los DS fueron castigados en las elecciones municipales parciales, cuando perdieron la alcaldía de Bolonia -su bastión por excelencia-, y en las del Parlamento europeo, cuando cayeron al 17,4% de los votos y fueron superados en ocho puntos por FI. Estos reveses distanciaron a D'Alema y Veltroni, quien empezaba a ganar puntos a los ojos de los prodistas como el cabeza de lista del Olivo en las legislativas de 2001.
La coalición estalló el 18 de diciembre de 1999 cuando D'Alema fue acusado por un diputado del grupo mixto de comprar los votos de la Unión de Demócratas Europeos Reformistas (Udeur), sucesor de la UDR desde la renuncia de Cossiga a su frente en mayo tras constatar el fracaso de sus intentos de dinamitar El Olivo y de erigirse en árbitro parlamentario de la política italiana. Cossiga, que declaró sentirse "indignado" por el "escándalo", anunció la salida de sus ministros (los militantes de la extinta formación que no se pasaron a la Udeur) del gobierno de D'Alema, a quien no habría perdonado su negativa a declarar difunta a la plataforma animada por Prodi. El 23 de diciembre D'Alema ganó, por 310 votos contra 287 y 18 abstenciones, una crucial votación de confianza a su segundo gobierno de coalición
Liberado de los socios rebeldes, los cossiguianos y los socialistas de Bosselli, D'Alema recompuso su gabinete con la Udeur y los Demócratas, el nuevo partido fundado por Prodi en febrero para desplazar al de Cossiga como la fuerza-bisagra del Ejecutivo. El presidente de la Comisión Europea pareció imponer con esta entrada sus exhortaciones a vivificar El Olivo, que D'Alema, en el fondo, nunca vio como un árbol que cobijase una confederación de diferentes sensibilidades y culturas políticas, sino como una federación que, tras la renuncia por los socios menores a sus aspiraciones de soberanía, convergiese en un partido descentralizado y fuerte. Entre tanta convulsión, el Gobierno fue haciendo sus deberes económicos con rigor incuestionable. Los presupuestos para 2000, aprobados el 29 de septiembre de 1999, contemplaban una reducción impositiva de 10,4 billones de liras, compensada con un recorte del gasto sensiblemente superior. Aunque el año terminaría con un crecimiento económico muy bajo, en torno al 1%, se apuntaba una recuperación en el primer trimestre de 2000.
Los nuevos resultados adversos para el centro-izquierda en las elecciones municipales condujeron a D'Alema a presentar la dimisión el 19 de abril de 2000 con carácter irrevocable, descartando someterse a una nueva moción de confianza parlamentaria. La decisión de D'Alema nació, en realidad, de la conciencia de su soledad política, ya que el PPI había solicitado un nuevo primer ministro "capaz de dialogar con el país". Hasta en el DS, con Veltroni a la cabeza, se expresaban implícitamente dudas sobre las virtudes políticas de su ex secretario, asegurándose que el electorado no perdonaba la "revolución de palacio" que en 1998 había defenestrado a Prodi, según algunos, alentada por D'Alema. Amato, sustituto de Ciampi en la cartera del Tesoro, apareció como el hombre ideal para conducir la coalición hasta las próximas elecciones (y, eventualmente, para ser el cabeza de lista del Olivo), luego el 26 de abril formó un gobierno que apenas se diferenció del anterior.
El 15 de diciembre de 2000 D'Alema fue confirmado como segunda persona de la Dirección Nacional de DS en calidad de presidente del partido. En los comicios de mayo de 2001, en los que El Olivo, con el ex alcalde de Roma, y actualmente eurodiputado de Los Demócratas, Francesco Rutelli a la cabeza, fue arrollado por la Casa de las Libertades de Berlusconi y el DS perdió casi cinco puntos de voto, D'Alema consiguió renovar su escaño por Gallipolli pese a no presentarse en la lista proporcional y competir con un adversario de la derecha por el sistema uninominal. D'Alema, presidente de la Fundación de Cultura Política Italiano-Europea, es autor de los libros (títulos traducidos al español) Conversaciones con Berlinguer (1994, en coautoría con Paul Ginsborg), Un país normal. La izquierda y el futuro de Italia (1995), Proteger el futuro (1996) y La izquierda en una Italia que cambia (1997).
(Cobertura informativa hasta 1/7/2001)