Marc Ravalomanana

Caso casi excepcional en la política africana contemporánea, donde los jefes de Estado salen de los liderazgos partidistas, la administración pública, los cuarteles militares o guerrillas en armas, Ravalomanana hizo en Madagascar el salto a la política y, casi sin solución de continuidad, al poder directamente desde la actividad empresarial privada, a la que se dedicó exclusivamente hasta hace algo más de tres años.

Nació en una familia de productores lácteos merina, etnia predominante en la altiplanicie del interior que tiene su origen en los navegantes malayo-indonesios que arribaron a la isla en sucesivas olas entre los siglos III y VIII d. C. Su educación le fue confiada a misioneros suecos, quienes luego facilitaron su traslado al país europeo para que completara la enseñanza secundaria en un estricto colegio luterano. Esto sucedió en un período, últimos años cincuenta y parte de los sesenta, que conoció el final de la dominación colonial francesa, la declaración de la independencia y la primera mitad del Gobierno del presidente Philibert Tsiranana, derrocado por los militares en 1972.

Completada la formación escolar, el joven se incorporó al trabajo de la modesta lechería que regentaba su familia. Su buen ojo para los negocios, que le permitió captar inversiones y ayudas como las facilitadas por el Banco Mundial a proyectos de desarrollo, más los apoyos recibidos desde la Iglesia Protestante malgache, de la que era un activo miembro seglar, coadyuvaron a la prosperidad de la planta láctea, que fue creciendo hasta dar lugar a la compañía TIKO.

A comienzos de los años ochenta, gobernando el régimen autodenominado revolucionario y socialista del almirante Didier Ratsiraka, Ravalomanana expandió sus negocios en el ramo de la agroalimentación a los mercados exteriores, abriendo numerosos puntos de distribución en países ribereños del océano Índico de África y Asia. Su firma se transformó en el Grupo TIKO, el mayor productor privado de bienes malgache, que adquirió prácticamente el monopolio sobre productos de consumo diario como los lácteos, los aceites de girasol y soja, y los zumos de frutas.

Tal emporio convirtió a Ravalomanana en uno de los hombres más ricos del país. Durante seis años asistió desde la barrera de los actores sociales privados al desarrollo de la tercera república malgache, nacida de las elecciones democráticas de noviembre de 1992 y febrero de 1993. Dichos comicios otorgaron la Presidencia al líder opositor Albert Zafy, pero su gobierno cayó en septiembre de 1996 en medio de un profundo marasmo político que se nutría de la atomización de las fuerzas parlamentarias, los forcejeos entre el presidente y sus primeros ministros, las disensiones en la coalición gobernante y la labor de zapa de la oposición liderada por el antiguo dictador. En las elecciones anticipadas de noviembre y diciembre de 1996 Ratsiraka se tomó la revancha ante Zafy por su derrota de 1993 y retornó al poder en febrero del año siguiente, no tardando en hacer ostentación de sus tics autoritarios.

Ravalomanana no se subió al proscenio político hasta 1999, cuando se presentó candidato a la alcaldía de la capital, que era un feudo de la oposición, tal como mostraban los resultados obtenidos allí por el ex primer ministro y ex presidente interino Norbert Ratsirahonana, líder del partido -ejemplo depurado del pintoresquismo que exhiben algunas agrupaciones políticas malgaches en sus nombres- Uno Debería ser Juzgado por sus Obras (AVI).

Sin el respaldo de ningún partido y concurriendo con la etiqueta de independiente, Ravalomanana se inscribió por cuenta de una asociación política creada para la circunstancia, Tiako Iarivo, que en malgache significa Yo amo a Iarivo, siendo Iarivo otro nombre para referirse a la capital del país. Curiosamente, el nombre escogido por Ravalomanana para su plataforma contenía la misma expresión platónica que el partido montado un año atrás por otro magnate empresarial metido en política en la orilla opuesta del océano Índico, el tailandés Thaksin Shinawatra, que iba a conquistar la jefatura del Gobierno del país asiático en 2001 con similar empuje transgresor de las tradiciones políticas nacionales.

En las elecciones locales del 14 de noviembre de 1999 el empresario malgache, a la sazón convertido en vicepresidente de la Iglesia Protestante, ganó su primer envite en la política representativa con una considerable ventaja sobre el alcalde que aspiraba a la reelección, el ex primer ministro Guy Razanamasy, de la Confederación de Sociedades Civiles para el Desarrollo (Fihaonana), en origen un partido partidario de Zafy pero ahora acusado por éste de servir a los intereses de Ratsiraka.

Bien parecido, siempre impecablemente vestido, y exudando dinamismo y juventud, Ravalomanana vio acrecentada su popularidad en Antananarivo tan pronto como la ciudad empezó a mejorar su aspecto. Ejes de la gestión municipal de Ravalomanana fueron una agresiva campaña de acondicionamiento y limpieza, la dotación de equipamientos sociales y la promoción de la vida cultural. con fondos del Banco Mundial, la Agencia Francesa del Desarrollo y la Unión Europea. Una de sus iniciativas más elogiadas fue la campaña contra el cólera, que buscó atajar las fuentes de contagio de la enfermedad construyendo una nueva red de aguas y alcantarillado. Pero su celo rehabilitador también concitó enemistades en entornos partidistas, desde donde se le acusó de arrogancia y de extralimitarse en la ejecución de su profesada lucha contra la "inmundicia y la anarquía" imperantes en la urbe.

En realidad, estas protestas traslucían el malestar de las élites políticas dirigentes por el auge de un personaje visto como un advenedizo con ambiciones de poder todavía no satisfechas. Efectivamente, el 5 de agosto de 2001 el regidor municipal anunció su candidatura a las elecciones presidenciales de diciembre de aquel año, a las que, tras un largo período de dudas por su disminuida salud, iba a presentarse de nuevo Ratsiraka. Consciente de su casi nulo ascendiente público fuera de Antananarivo y en especial en las áreas rurales, Ravalomanana diseñó una estrategia de proselitismo nacional que se apoyó en la infraestructura de comunicaciones de su propiedad, el grupo Sistema de Radiodifusión Malgache, el cual incluía tres emisoras de radio y una de televisión, y que incluyó el cambio de nombre de su agrupación a Tiako i Madagasikara (Yo amo a Madagascar, TIM). Inopinadamente, el aspirante a estadista rehusó formar un partido político al uso.

Las perspectivas de Ravalomanana frente a Ratsiraka cobraron ímpetu a finales de octubre cuando Norbert Ratsirahonana anunció su salida de la carrera presidencial y llamó a sus seguidores a votar por el primero, que le había apoyado en las presidenciales de 1996 y las legislativas de 1998. El 21 de noviembre fue lanzado el Comité de Apoyo de Marc Ravalomanana (KMMR) para servir de sombrilla a los partidos y asociaciones que salieron a respaldar su postulación.

A disposición de Ravalomanana se pusieron, además del AVI Ratsirahonana, el Reagrupamiento por el Socialismo y la Democracia (RPSD), el Movimiento por el Progreso de Madagascar (MFM), el Grupo de Acción y Reflexión para el Desarrollo de Madagascar (GRAD-Iloafo) y el Partido Social Demócrata (PSD), entre otros. En su programa electoral, Ravalomanana hizo hincapié en la lucha contra la corrupción y la pobreza, el establecimiento de una administración eficiente, la necesidad de un manejo riguroso y transparente de las finanzas públicas, la realización de fuertes inversiones en el desarrollo de las comunicaciones viales y una dedicación también prioritaria a las necesidades educativas y sanitarias.

El 16 de diciembre de 2001 Ravalomanana llegó a las urnas con todas las posibilidades abiertas frente a sus cinco contrincantes, siendo los más destacados Ratsiraka por el oficialista Pilar y Estructura de la Salvación de Madagascar (AREMA), Zafy por Acción, Verdad, Desarrollo y Armonía (AFFA), y Herizo Razafimahaleo por Liberalismo Económico y Acción Democrática para la Recuperación Nacional-Antorcha (Leader-Fanilo). Ahora bien, de entre ellos sólo Ratsiraka estaba en condiciones de frustrar un ascenso a la Presidencia que se antojaba irresistible, máxime cuando cundía el descontento por la insensibilidad social del Gobierno de AREMA, en un país de desarrollo bajo, de escasísima capacidad productiva y crónicamente falto de recursos y servicios.

Las sospechas de un fraude a gran escala gravitaron sobre los comicios desde el momento en que la Alta Corte Constitucional (HCC) tardó más de un mes en ofrecer unos resultados preliminares; el 25 de enero de 2002 el tribunal zanjó que Ravalomanana había quedado primero con un insuficiente 46,8% de los votos y Ratsiraka segundo con el 41,9%, lo que les obligaba a acudir a una segunda vuelta. Ravalomanana impugnó al punto estas cifras, aseguró haber ganado por mayoría absoluta con el 53% de los votos y exigió ser proclamado presidente. Entonces, se entabló un pulso poselectoral por el poder, sin parangón en la historia de África, que se prolongó durante semanas y meses, derivó en una disputa política e institucional insospechadamente enconada y polarizó el país hasta situarlo al borde de la guerra civil.

Sin dejarse doblegar por Ratsiraka, que hizo caso omiso de las conclusiones de los observadores locales independientes (el Gobierno no autorizó la presencia de monitores internacionales) sobre una victoria por mayoría absoluta del candidato opositor, Ravalomanana lanzó el primer órdago de envergadura el mismo 25 de enero con la proclamación de una huelga general a partir de la cual los paros, los boicots, las manifestaciones y demás instrumentos de protesta no se dieron tregua en Antananarivo. Ratsiraka, a su vez, no se amilanó y trasladó el desenlace de la porfía a lo que decidieran las urnas en una segunda vuelta electoral que primero se pensó para el 24 de febrero y que luego se postergó hasta el 24 de marzo. Entonces, Ravalomanana lo que hizo fue, el 22 de febrero, autoproclamarse presidente en el curso de un mitin multitudinario en el estadio de fútbol de la capital.

Ravalomanana, que incluso hizo que un magistrado le tomara juramento para que todo tuviera un marchamo legal, asumió un muy alto riesgo con esta audacia. Por de pronto, el Gobierno impuso el estado de emergencia en todo el país y el 28 de febrero declaró la ley marcial, mientras que cinco de los seis gobernadores provinciales declararon su acatamiento a Ratsiraka. En el exterior, la Organización para la Unidad Africana (OUA) vio peligrar sus esfuerzos de arrancar un compromiso a las partes y advirtió que el acto unilateral de Ravalomanana podría suponer una violación de la Constitución malgache y de la carta de la misma OUA. Francia y Estados Unidos pidieron también a Ravalomanana que reconsiderara sus movimientos, pero éste hizo el cálculo de sus fuerzas atendiendo a los factores internos, y el fundamental, la actitud de las Fuerzas Armadas, se le antojaba favorable desde el momento en que alto mando militar se declaró neutral en la crisis.

La estrategia de Ravalomanana consistió en irle sustrayendo parcelas de poder a Ratsiraka, aunque esta succión paulatina se prolongó en demasía, terminó haciendo correr la sangre y dejó al país desarticulado; en efecto, la dualidad de poderes tuvo efectos desastrosos para la economía por la parálisis de la producción textil, la pérdida de cosechas agrícolas y la evaporación del turismo. Para el 1 de marzo Ravalomanana ya tenía bajo su control la capital y la provincia homónima que la circundaba, donde residen la cuarta parte de los 16 millones largos de malgaches, y anunció la formación de un gobierno paralelo presidido por Jacques Sylla, antiguo ministro de Exteriores.

El 6 de marzo Ratsiraka y un nutrido grupo de ministros y funcionarios se refugiaron en la ciudad portuaria oriental de Toamasina, bastión del oficialismo, dispuestos a dar batalla. Ahora bien, ni la actitud disconforme con Ravalomanana expresada por algunos mandos militares ni la negativa de los gobernadores provinciales a acatar sus disposiciones se tradujeron en un sostén rotundo de Ratsiraka.

El 8 de marzo Ravalomanana se marcó un tanto con la dimisión del ministro de Defensa de Ratsiraka y la asunción por su equivalente en el campo rebelde de las oficinas y estructuras del Ministerio. Ravalomanana empezó asimismo a organizar a sus seguidores como tropas paramilitares, que, armas en mano, establecieron el bloqueo por carretera a Toamasina. El riesgo de guerra civil o de desintegración nacional se tornó elevado cuando empezaron a producirse serios tiroteos entre los dos bandos y los gobernadores hostiles a Ravalomanana se declararon "independientes" de uno u otro gobierno, aportando más desorden al panorama.

También asomó el fantasma de una fractura en clave étnica al tender los merina del interior a cerrar filas con Ravalomanana y tratar Ratsiraka de retener las lealtades de las comunidades cotier de la periferia costera. El estallido de un conflicto étnico habría sentado un infausto precedente, ya que los malgaches, paradigma de pueblo mestizo en el que se dan mano los elementos asiático, africano, árabe y europeo, comparten idioma y cultura; en el pasado, las tensiones intercomunitarias rara vez degeneraron en violencias.

El 18 de abril Ravalomanana y Ratsiraka aceptaron en Dakar, Senegal, un acuerdo pergeñado por la OUA por el que se comprometían a levantar los bloqueos terrestres a sus respectivos territorios, a aguardar un recuento definitivo de la ronda de diciembre por la HCC, a nombrar un gobierno de reconciliación nacional y a celebrar, de ser necesario, una nueva votación al cabo de unos meses. De regreso a Madagascar, ninguno emprendió pasos para rebajar la tensión, pero el 29 de abril la balanza se inclinó a favor de Ravalomanana con la publicación por la HCC de los resultados, que le daban la razón: según el tribunal, el empresario ganó con el 51,5% de los votos sobre Ratsiraka, quien se negó a aceptar el 35,9% de sufragios que se le adjudicó acusando a la HCC de parcialidad y que habló de celebrar un plebiscito para dirimir a quién prefería el electorado de presidente.

El 6 de mayo Ravalomanana volvió a prestar juramento presidencial, esta vez con el aval de legitimidad que brindaba la HCC, y aunque las proclamas secesionistas de los gobernadores de las provincias de Toliara, Antsiranana y Toamasina permitieron a Ratsiraka resistir dos meses más, su situación, en una inversión fáctica, era ya más la del rebelde acosado que la del cabeza del oficialismo con la sartén cogida por el mango. El 27 de mayo soldados leales a Ravalomanana capturaron la sede del primer ministro en Antananarivo, último edificio gubernamental que aún no estaba en sus manos, tras un violento tiroteo y detuvieron a su titular, Tantely Andrianarivo. El 7 de junio el Ejército y la Gendarmería quedaron también bajo el control efectivo de Ravalomanana con el nombramiento al frente de ambos institutos armados de mandos comprometidos con su causa.

Este último movimiento coincidió con un segundo esfuerzo mediador de la OUA y un panel de presidentes africanos encabezado por el senegalés Abdoulaye Wade. El 9 de junio Ravalomanana y Ratsiraka sostuvieron otro encuentro cara a cara en Dakar, pero las esperanzas de una salida negociada de la crisis, que estaba tornándose violenta por momentos con un balance de más de 40 muertos hasta la fecha, se diluyeron porque Ratsiraka rechazó que su archienemigo encabezara un gobierno de transición multipartito hasta la celebración de elecciones legislativas e insistió en la celebración de un referéndum.

La inflexibilidad negociadora de Ratsiraka sirvió a Ravalomanana el pretexto para lanzar la ofensiva final. En los días siguientes, sus tropas protagonizaron un rosario de conquistas territoriales en las provincias desafectas, los prebostes territoriales que habían expresado su apoyo a Ratsiraka empezaron a cambiar de chaqueta y, mudanza decisiva, el 26 de junio Estados Unidos reconoció al Gobierno establecido en Antananarivo como el único legítimo, decisión que fue secundada por otros países.

El golpe de gracia a las expectativas de Ratsiraka vino cuando Francia también se avino a contemporizar con Ravalomanana y las fuerzas a su servicio dejaron saber que no iban a combatir contra los del otro bando en su avance hacia Toamasina. Estando así las cosas, el 5 de julio Ratsiraka se montó en un avión camino del exilio en Francia con parada en Seychelles, dejando el camino expedito a los efectivos de Ravalomanana para extender su control a la totalidad de la isla.

La superación de la más grave crisis nacional desde la independencia dio paso a una etapa de tranquilidad que permitió a Ravalomanana y su equipo concentrarse en las arduas tareas de Gobierno, siendo las más urgentes la reactivación de la actividad económica, agrícola, industrial y de servicios, y la reanudación de diálogo con el FMI y el Banco Mundial, que en los últimos años han demandando a Madagascar vigorosas reformas de ajuste estructural, inclusive la privatización de activos del Estado, para conceder la asistencia financiera y al desarrollo. Las elecciones del 15 de diciembre de 2002 a la Asamblea Nacional otorgaron al TIM de Ravalomanana el 34,3% de los votos y 103 escaños, es decir, una holgada mayoría absoluta. El AREMA de Ratsiraka sólo retuvo tres parlamentarios.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente el 4/6/2003. Marc Ravalomanana ganó un segundo mandato de cinco años como presidente de la República de Madagascar en las elecciones del 3/2/2006. El 17/3/2009 el presidente se vio obligado a renunciar y a partir al exilio ante el triunfo de la revuelta popular contra su Gobierno liderada por el opositor Andry Rajoelina, alcalde de Antananarivo).