Mamady Doumbouya

El 5 de septiembre de 2021 Guinea, país en el furgón de cola del desarrollo humano a pesar de ser el segundo mayor exportador de bauxita y atesorar grandes reservas de oro, hierro y otros minerales, vivió el tercer golpe militar triunfante en sus 63 años de independencia. El coronel Mamady Doumbouya, comandante de las Fuerzas Especiales del Ejército, lideró un movimiento de fuerza que derrocó y capturó al presidente civil Alpha Conde, diana del descontento social desde su conflictiva reelección para un tercer mandato en 2020. Doumbouya ha establecido una junta militar y se ha declarado presidente de transición por tiempo indefinido. Su acción de ruptura, unánimemente condenada por la comunidad internacional pero bien recibida por la población, abre un escenario de lo más incierto. Por de pronto, certifica el fracaso del arraigo de la democracia en esta nación de África Occidental tras una década de ocasiones perdidas.

El golpe, también, ha hecho dispararse los precios del aluminio en los mercados, particularmente en China. La superpotencia asiática tiene fuertes intereses inversores y comerciales en Guinea, un país de importancia estratégica para Beijing porque le permite limitar la dependencia importadora de Australia –primer productor mundial de bauxita pero con el que las relaciones están deteriorándose rápidamente, siendo la propia China el tercer país que más mineral extrae– para la provisión del preciado metal. Sin querer dar pábulo a las especulaciones sobre un trasfondo geopolítico de la remoción de Condé, Doumbouya se ha limitado a asegurar que los contratos de explotación minera, muchos de ellos chinos, siguen en pie y no se modifican.


(Texto actualizado hasta 6 octubre 2021. Para más información, puede consultarse el documento «Protagonistas de los golpes de Estado en el África Occidental francófona (2020-2023)», actualizado hasta el 15 septiembre 2023).

Nada más hacerse con todo el poder en Conakry tras un breve intercambio de disparos entre sus hombres y un puñado de soldados leales a Condé que custodiaban al presidente en el Palacio de Sékhoutouréya, Doumbouya anunció la disolución del Gobierno del primer ministro Ibrahima Kassory Fofana y de la Asamblea Nacional, la suspensión de la Constitución promulgada el año anterior, el cierre de fronteras y la creación de un Comité Nacional de Reagrupamiento y Desarrollo (CNRD), por él presidido. Al día siguiente, aludió a la próxima formación de un "Gobierno de unidad nacional" para conducir el país durante un "período de transición" que no especificó. Doumbouya expuso el habitual argumentario, entre patriótico y salvífico, de las juntas golpistas africanas que irrumpen en momentos de crisis: la intervención del Ejército era necesaria para detener una funesta deriva nacional de escaseces, corrupción, abusos políticos y mal gobierno.

En su primera alocución grabada en video y distribuida a los medios, Doumbouya instaba a la unidad de todos los miembros de las Fuerzas Armadas Guineanas para "satisfacer las legítimas aspiraciones del pueblo" y justificaba su toma del poder con estas palabras: "La situación sociopolítica y económica del país, la disfunción de las instituciones republicanas, la instrumentalización de la justicia, el atropello de los derechos de los ciudadanos, la falta de respeto de los principios democráticos, la politización excesiva de la administración pública, la mala gestión financiera, la pobreza y la corrupción endémicas han llevado al ejército republicano de Guinea, a través del CNRD, a asumir sus responsabilidades frente al pueblo soberano de Guinea en su totalidad".

El 17 de septiembre Doumbouya se autoproclamó presidente de la República y diez días después los militares presentaron una Carta de Transición. La misma designa al coronel jefe del Estado a la vez que presidente del CNRD, junta que sigue funcionando, y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y establece la formación de un Gobierno dirigido por un primer ministro civil y de un Consejo Nacional de Transición (CNT), cuerpo legislativo de 81 miembros. La misión del CNT, cuyos asientos están abiertos a los partidos políticos y demás actores de la sociedad civil pero vetados para los miembros del anterior régimen, es elaborar una nueva Constitución, sucesora que será de los textos de 1958, 1982, 1991, 2010 y 2020. La Carta no aclara cuánto durará la transición ni cuándo serán las próximas elecciones "libres, democráticas y transparentes", aunque acota que ningún integrante del CNRD, el Gobierno y el CNT podrá presentarse a las mismas. Sobre el papel, el principal afectado por esta proscripción es el nuevo hombre fuerte de Guinea. La duración de la transición, señala el documento, "se fijará de mutuo acuerdo entre las fuerzas vitales de la nación".

El 1 de octubre Doumbouya, en uniforme de gala y con sus características gafas ahumadas, prestó juramento como presidente de transición, en una solemne ceremonia donde habló de "refundar el Estado" a través de una nueva Constitución. Tampoco ahora mencionó fechas, ignorando de nuevo las presiones internacionales. A continuación, el 6 de octubre, fue anunciado el nombramiento para el puesto de primer ministro de Mohamed Béavogui, un veterano funcionario internacional del área del desarrollo y sin nexos partidistas. 

Hombre de físico robusto, de fe musulmana y marido de una oficial de la Gendarmería francesa con la que ha tenido cuatro hijos, el coronel Doumbouya es un soldado profesional adiestrado en la milicia de la antigua metrópoli colonial. Pasó por la École de guerre (EdG) de París y su formación como oficial incluye un diploma en Estudios Militares Superiores y una maestría en Defensa por la Universidad de Panthéon-Assas (París II). Recibió entrenamiento y participó en misiones y operaciones del Ejército francés en varios países (Senegal, Israel, Gabón, Afganistán, Côte d'Ivoire, Djibouti, Chipre y República Centroafricana, además de Francia y Reino Unido), y hasta 2012 sirvió en la Legión Extranjera, donde se licenció con los galones de capitán. En 2018, con el grado de comandante, el ya curtido oficial fue puesto al frente del Grupo de Fuerzas Especiales (GFS), nueva unidad de élite del Ejército guineano que Doumbouya debía capacitar para la lucha antiterrorista en la escena regional. Como oficial al mando del GFS, Doumbouya tomó parte en el ejercicio militar multinacional Flintock 2019, conducido en Burkina Faso y Mauritania con la participación de una treintena de naciones africanas, enfocado en dar soporte a la Fuerza Conjunta del G5 Sahel y supervisado por el Mando de Estados Unidos en África (AFRICOM). En 2019 fue ascendido a teniente coronel y en 2020 a coronel.


CONTEXTO NACIONAL DEL GOLPERepitiendo errores trillados en África subsahariana, Condé, el primer presidente guineano elegido democráticamente (2010) y figura histórica de la causa democrática en su país, contribuyó a socavar fatalmente su posición con maniobras personalistas y desafueros represivos. En 2019, cuatro años después de obtener la reelección, el dirigente se empeñó en sacar adelante una reforma constitucional diseñada para prolongar su ejercicio más allá del límite de los dos mandatos de cinco años que estipulaba la Carta Magna de 2010. Inserto en un paquete de enmiendas diversas de signo marcadamente progresista pero concebidas para la ocasión (entre otras, la prohibición de la mutilación genital femenina, la proscripción de los matrimonios forzosos y de niñas, la equiparación de los derechos de las esposas y los maridos en los divorcios, y la educación obligatoria y gratuita hasta los 16 años), el punto principal del nuevo texto constitucional concitó las iras de la oposición porque, expresamente, dejaba a cero el contador de los mandatos presidenciales, que además pasaban a durar un año más. En otras palabras, Condé podría presentarse a las elecciones presidenciales de 2020 y, de ganarlas, estrenaría su primer mandato sexenal renovable.

El 22 de marzo de 2020 la nueva Constitución fue aprobada en referéndum con un 89,7% de votos afirmativos y una participación del 58,2%. Las principales formaciones opositoras y el Frente Nacional por la Defensa de la Constitución (FNDC) boicotearon la consulta, al igual que las elecciones a la Asamblea Nacional, celebradas simultáneamente y ampliamente favorables al partido del oficialismo, el Reagrupamiento del Pueblo Guineano (RPG), que obtuvo una mayoría absoluta de 79 diputados sobre 114. Los comicios arrastraban un retraso de año y medio, pues la anterior edición se remontaba a septiembre de 2013. La cuenta atrás para las elecciones presidenciales del 18 de octubre de 2020 estuvo ensombrecida por la prolongación de las protestas masivas y la represión policial, responsable ya de la muerte de más de 40 manifestantes hasta el referéndum de marzo.

Condé se impuso con el 59,5% de los votos, victoria que fue impugnada por su principal adversario, Cellou Dalein Diallo, ex primer ministro y candidato de la Unión de Fuerzas Democráticas de Guinea (UFDG). Diallo desconoció la cuota de perdedor, el 33,5%, que le adjudicó la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) y se atribuyó la victoria, prendiendo la mecha de una nueva secuencia de disturbios civiles y violencia policial que dejó otra docena de víctimas mortales. El 7 de noviembre el Tribunal Constitucional rechazó las apelaciones de Diallo y otros tres candidatos, y el 15 de diciembre Condé, imperturbable y a sus 82 años, prestó juramento de su nuevo mandato. Tres días después, moría en prisión, posiblemente por falta de atenciones médicas, uno de los lugartenientes de Diallo, Roger Bamba.

A lo largo de 2021, el Gobierno de Condé, al cabo de una década de notable despegue económico y tasas de crecimiento récord gracias a los acuerdos de inversión minera suscritos con empresas chinas, enfrentó un aumento de la desafección popular por el encarecimiento de la canasta básica. En todo este tiempo de bonanza macroeconómica (un cuadro de números en verde inadvertido por el bolsillo de los ciudadanos) y deterioro político, Guinea no consiguió que los mayores ingresos por la exportación de bauxita y otros minerales compensaran el déficit agudo de la producción de alimentos, que hace del país de la costa occidental de África un importador neto de cereales. A la escasez y encarecimiento del pan se solaparon los efectos de la COVID-19, que someten al frágil sistema de salud guineano a un estrés comparable al de la epidemia de ébola de 2014-2016, y, desde agosto, unos aumentos de impuestos y de los precios de los combustibles que el Gobierno introdujo para intentar ajustar los presupuestos en el marco de la facilidad crediticia del FMI. Los recortes del Estado no afectaban a los gastos corrientes de las instituciones políticas de la República (al contrario, la Presidencia y la Asamblea vieron incrementadas sus partidas presupuestarias), pero sí a las Fuerzas Armadas.

Al parecer, Doumbouya, desde su cuartel en la localidad de Forecariah, había iniciado una serie de movimientos para hacer del GFS, dotado de un fuerte esprit de corps, una unidad menos dependiente del Ministerio de Defensa. Esto debió de poner en guardia a sus superiores y ya en mayo corrieron rumores de que el coronel podía ser arrestado. Ahora, Condé permanece detenido por los golpistas, que se niegan a liberarle, tal como exige la comunidad internacional, y mantiene su negativa a firmar la dimisión. La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) ya ha suspendido a Guinea de membresía, el 8 de septiembre (seguida por la Unión Africana dos días después), e impuesto sanciones a la junta de Conakry, el 16 de septiembre.


PLANTEL DE REFERENTESEl golpe del coronel Doumbouya en Guinea, recibido con alborozo en las calles y desde los partidos opositores con una satisfacción teñida de cautela, constituye la quinta toma del poder por un ejército africano en algo más de dos años, en unos contextos de agitación social, tensión política o crisis de seguridad. En abril de 2019 el viejo dictador sudanés, Omar al-Bashir, cayó derrocado por el general Abdel Fattah Burhan. En agosto de 2020 el presidente civil de Malí, Ibrahim Boubacar Keïta, fue depuesto por el coronel Assimi Goïta. En abril de 2021 el teniente general Mahamat Idriss Déby sucedió a su padre fallecido, el presidente-mariscal Idriss Déby, saltándose las previsiones constitucionales. Y un mes después, el maliense Goïta apartó a las autoridades de transición con las que había accedido a compartir el poder. A estos cuartelazos hay que sumar el autogolpe civil por etapas que el presidente Kaïs Saïed viene realizando en Túnez desde julio de 2021.

En la misma Guinea, el precedente más cercano en el tiempo es la asonada que en diciembre de 2008 protagonizó Moussa Dadis Camara, un capitán de paracaidistas que se hizo con las riendas del país aprovechando el vacío creado por la muerte del presidente autocrático desde 1984, Lansana Conté, a su vez aupado al poder a raíz del golpe de Estado que siguió al fallecimiento del presidente y dictador desde la independencia, Ahmed Sékou Touré. La aventura golpista de Camara fracasó estrepitosamente: metido en una caótica deriva de arbitrariedad y violencia, el atrabiliario capitán resultó herido en un confuso enfrentamiento interno de los militares en diciembre de 2009 y fue sustituido por el general Sékouba Konaté, el cual se apresuró a activar un proceso de devolución del poder a los civiles y normalización democrática, culminado en noviembre de 2010. El triunfador en aquella segunda vuelta electoral fue Alpha Condé.

Hoy, Doumbouya marca implícitamente distancias de Camara al enfatizar que la junta va a comportarse con orden y seriedad. "Cuando decidimos asumir nuestras responsabilidades, el primer principio que nos impusimos fue no repetir los errores del pasado", ha manifestado. En sus palabras y en su escenografía, Doumbouya evoca de manera manifiesta al ghanés Jerry Rawlings, autor de dos golpes de Estado (en 1979 y 1981) en su país y carismático adalid, a caballo entre el socialismo, el nacionalismo y el populismo, de la retórica revolucionaria contra las élites corruptas, antes de convertirse en un presidente democrático inclinado al pragmatismo y la moderación.

(Cobertura informativa hasta 6/10/2021)