Mahathir bin Mohamad
Primer ministro (1981-2003, 2018-2020)
Malasia ha conocido en mayo de 2018 uno de los más extraordinarios comebacks de la política contemporánea, y de paso el primer cambio de colores en el poder en las seis décadas de existencia de este próspero Estado del sudeste de Asia. Se trata del retorno a la jefatura del Gobierno, a la improbable edad de 92 años, de Mahathir bin Mohamad, quien fuera primer ministro entre 1981 y 2003, y además derrotando en las urnas al partido oficialista, la UMNO, que un día él dirigiera y que llevaba gobernando sin interrupción desde la independencia nacional en 1957. La victoria por mayoría absoluta de la Alianza por la Esperanza (PH) de Mahathir sobre el multiétnico y multirregional Frente Nacional (BN) del primer ministro Najib Tun Abdul Razak pone fin democrático a la cuarta hegemonía partidista más longeva del mundo, de hecho la que más si se exceptúan los regímenes comunistas de partido único norcoreano, chino y vietnamita.
El conocimiento de los peculiares antecedentes y personalidad de Mahathir, convertido (supera a Isabel II de Inglaterra en unos meses) en el jefe de Estado o de Gobierno más anciano del planeta, ahonda el efecto dramático de su regreso triunfal al poder. El cuarto primer ministro del bloque UMNO/BN, para el que ganó cinco comicios, dejó una honda huella en Malasia. Nunca elegido directamente, Mahathir constituyó un curioso ejemplo de gobernante omnipresente y autoritario que ni era presidente ni monarca, tratándose su país de una monarquía parlamentaria federal. Recostado en los usos y las normas de un sistema parlamentario sofisticado pero cerrado a la alternancia democrática, este médico de profesión orquestó el despegue industrial, tecnológico y financiero de Malasia, devenida bajo su mandato economía de desarrollo alto, arremetió contra las potencias occidentales sin dejar de cooperar con ellas, practicó un capitalismo de mercado reacio a las recetas externas y persiguió con tenacidad la autonomía geopolítica de la vecindad asiática.
De verbo afilado, enérgico y susceptible, Mahathir fomentó un orgullo nacional basado en la primacía del componente malayo-musulmán, mayoritario en este país de múltiples credos y razas, pero sin caer en sectarismos que arriscaran la armonía social y neutralizando de paso la emergencia del extremismo islámico. Bajo su férula, Malasia progresó materialmente y él se ganó el sobrenombre de Padre de la Modernización, pero por otro lado hostigó con saña a los adversarios políticos y restringió las libertades públicas. Sus controvertidas tesis eran que la educación superaba en importancia a la democracia, que la estabilidad y el orden prevalecían sobre la plenitud de derechos de los ciudadanos, y que todo el derecho humanitario internacional era un producto cultural de Occidente al que conferirle validez universal equivalía a una "imposición". También, fue un virulento detractor de Israel y los judíos, llegando al punto de declararse "feliz" con la etiqueta de "antisemita".
Mahathir se jubiló voluntariamente en 2003 en plenitud de facultades, pero un estadista de su pasta, siempre envuelto en carisma y en polémica, aun octogenario ya, no podía permanecer callado e inactivo. Criticó la gestión de su sucesor, Abdullah Ahmad Badawi, y en 2015 atacó sin medias tintas al heredero del anterior, Najib Tun Abdul Razak, cuando este apareció involucrado en un gran escándalo de corrupción. Entre 2016 y 2017 Mahathir rompió con la UMNO, el partido de toda su vida y que había ayudado a fundar siendo veinteañero, organizó su propia formación de corte nacionalista conservador, el Partido Indígena Unido Malasio (PPBM), y, para sorpresa general, forjó una alianza anti-Najib con Anwar Ibrahim, el ex viceprimer ministro y delfín caído en desgracia al que había arrojado a prisión en 1999 bajo la acusación fabricada de un delito de sodomía.
El 9 de mayo de 2018 la PH que integran el partido Keadilan de Anwar y su esposa Wan Azizah, el PPBM de la vieja némesis del primero, el DAP, representante de la minoría china, y el Amanah, islamista progresista, batió a las huestes de Najib. Al día siguiente, Mahathir, revestido de una aureola mesiánica y exhibiendo un vigor físico y mental asombroso, que le hace parecer un hombre bastante mas joven, prestó juramento como primer ministro, flanqueado por Wan Azizah como viceprimera ministra y formulando dos promesas básicas: investigar las corruptelas del régimen de la UMNO y frenar el encarecimiento de la vida del que se quejan los ciudadanos. Las primeras y rápidas decisiones de calado han sido el indulto y liberación de Anwar, encarcelado desde 2015 como reo de una segunda condena por sodomía y al que Mahathir traspasará el puesto de primer ministro en un par de años, y la actuación policial contra Najib, cuyo arresto parece inminente. El nuevamente líder de Malasia se ha comprometido a "restablecer el imperio de la ley sin caer en la venganza".
(Nota de edición: esta biografía fue publicada el 18/5/2018. Mahathir bin Mohammad presentó la dimisión como primer ministro de Malasia el 24/2/2020; su sucesor en el puesto fue, desde el 1/3/2020, Muhyiddin Yassin. Mahathir renunció a su partido, el Bersatu, y el 12/8/2020 presentó su nueva agrupación, el Partido del Luchador de la Patria (Pejuang). |
1. Cuarto primer ministro de la UMNO
2. Dos décadas al frente de Malasia: Islam institucional, desarrollo económico y parlamentarismo autoritario con armonía social
3. Un sello propio en las relaciones internacionales: prioridad asiática y críticas a Occidente
4. Caída y persecución de Anwar Ibrahim
5. Retirada voluntaria en 2003
6. Ruptura con el oficialismo, reconciliación con Anwar y retorno triunfal al poder en las elecciones de 2018
1. Cuarto primer ministro de la UMNO
Hijo de un maestro de escuela ascendido a funcionario educativo y el menor de nueve hermanos y hermanastros, proviene de una familia mestiza de clase media y acendrada fe musulmana en la que se mezclaban la etnia malaya autóctona y, en menor grado, los ancestros indostánicos. El joven creció en los años de la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial y después de la contienda completó la instrucción secundaria en la Government English School (hoy, Sultan Abdul Hamid College) de su ciudad natal, Alor Setar, la capital del estado malayo de Kedah, en la frontera con Tailandia.
Se trataba de una casa de estudios de la que antes de nacer él había sido director el padre, Mohamad bin Iskandar, un progenitor riguroso que inculcó a su hijo los valores del esfuerzo y la disciplina. Luego, Mahathir cursó la carrera universitaria de Medicina en el King Edward VII College, centro adscrito a la Universidad de Malaya, en Singapur. Obtenida la graduación en 1953, el futuro gobernante trabajó como oficial facultativo en el Servicio de Salud del Gobierno en los estados de Kedah y Perlis hasta 1957, el año en que la Federación de Malaya accedió a la independencia nacional a partir del régimen semicolonial británico. Entonces, Mahathir pasó a ejercer la medicina privada en Alor Setar, actividad profesional que le reportó importantes ingresos económicos y prestigio local.
Su compromiso con la política arrancó de más atrás, hacia el final de la ocupación japonesa en 1945, cuando, como otros muchos jóvenes malayos, se unió al movimiento independentista. Figuró entre los organizadores de la Unión de la Juventud Malaya de Kedah y de la Unión Malaya de Kedah, esta última una agrupación que en 1946 dio lugar al partido Organización Nacional de Malayos Unidos (UMNO). Como militante original de la UMNO, Mahathir se opuso a la estructura constitucional de la Unión Malaya, puesta en marcha por los británicos en abril de 1946 para amalgamar (desde 1948, con revestimiento federal) los distintos estados de la península regidos por sultanes y rajás, y que los independentistas malayos consideraban un subterfugio para reforzar el protectorado de Londres sobre el país.
Tras darse de baja en la función pública en vísperas de la independencia, Mahathir reanudó sus actividades políticas y se hizo un hueco en la UMNO como un dirigente medio especialmente sensible a los intereses de la etnia malaya, que constituía algo más de la mitad de la población pero cuyo peso económico y financiero era muy inferior al de la pujante minoría china, la cual agrupaba a menos de la cuarta parte de los residentes. Mahathir presidio la sección de la UMNO en Kedah y ganó su primer escaño en la Cámara de Representantes (Dewan Rakyat) del Parlamento Federal, por la circunscripción de Kota Setar Selatan, basada en Alor Setar, en las elecciones de abril de 1964. Aquellos fueron los primeros comicios celebrados tras la formación en septiembre de 1963 del Estado de la Gran Malasia, que incorporaba a la Federación los territorios de Sabah y Sarawak, ambos en el norte de la isla de Borneo, y Singapur, antigua colonia británica en el extremo meridional de la península de Malaya, si bien esta última optó por volver al estatus nacional independiente en 1965.
Miembro del Consejo Supremo de la UMNO desde 1965 y presidente del Consejo Asesor de la Educación Superior desde 1968, en las elecciones federales de mayo de 1969 Mahathir no consiguió revalidar su escaño, a pesar de adjudicarse la UMNO nuevamente la mayoría absoluta. A raíz de los comicios estallaron en Kuala Lumpur unos sangrientos enfrentamientos entre las comunidades malaya y china que dejaron cientos de muertos y que obligaron al Gobierno a declarar el estado de emergencia. Mahathir, bien conocido por su antipatía hacia la comunidad china, responsabilizó de las violencias al primer ministro desde la independencia (y paisano de Alor Setar), Tunku Abdul Rahman, acusándole de haber manejado negligentemente los delicados equilibrios de la sociedad multirracial y de haber desoído las demandas de la mayoría malaya de una redistribución más equitativa de las cuotas de poder político y económico, por todo lo cual demandó su dimisión.
El oficialismo reaccionó al desafío de Mahathir expulsándole del partido y arrojándole a una suerte de limbo político que a punto estuvo de derivar en la cárcel. Su opúsculo The Malay Dilemma, una apología de los valores autóctonos frente a la "decadencia moral" de la civilización europea y los riesgos de la "dominación" china, fue prohibido, teniendo que recurrir a un pseudónimo, CHE Det, para expresar sus opiniones en la prensa local.
Sin embargo, Mahathir se sintió vindicado cuando en septiembre de 1970 Abdul Rahman, muy desgastado por los graves disturbios del año anterior, presentó la dimisión y fue sustituido por el viceprimer ministro, Tun Abdul Razak bin Hussein, el cual dispuso una rectificación de las políticas del partido en el poder en un sentido más propicio a los intereses y reclamaciones de la comunidad malaya y, en un sentido general, los pueblos indígenas del país (Bumiputera). En lo sucesivo, estos pasaron a beneficiarse de una discriminación positiva con la adjudicación de puestos de dirección económica, educativa y administrativa. Tal fue el concepto de la Nueva Política Económica (Dasar Ekonomi Baru, DEB). En 1973 Mahathir fue reintegrado en el Consejo Supremo de la UMNO y el Consejo Asesor de la Educación Superior, y su reconciliación con el establishment quedó sellada con la asignación de un escaño en la Cámara Estatal (Dewan Negara) en representación de Kedah.
Mahathir renunció voluntariamente a este mandato senatorial para optar a un escaño de la Cámara baja, por la nueva circunscripción de Kubang Pasu, Kedah, en las elecciones del 24 de agosto de 1974. Una vez ganado el nuevo mandato legislativo, el primer ministro Abdul Razak, quien necesitaba aliados para llevar a cabo sus ambiciosas reformas políticas y económicas, le reclutó para el Ejecutivo y le puso al frente del Ministerio de Educación, una cartera de alto perfil político y que pasó a simultanear con la presidencia del Consejo Nacional de Universidades.
En la Asamblea General de 1975 Mahathir reforzó su peso interno con la elección para una de las tres vicepresidencias del partido. Luego de fallecer Abdul Razak en enero de 1976, el nuevo primer ministro y cuñado del anterior, Datuk Hussein bin Onn, le nombró, el 5 de marzo, viceprimer ministro y, por ende, virtual sucesor suyo en la jefatura del Gobierno. En enero de 1978 Mahathir trocó el Ministerio de Educación por el de Comercio e Industria, y el 8 de julio del mismo año renovó su mandato parlamentario. Por la misma época, el sultán de Kedah le confirió los títulos honoríficos estatales de Dato' Seri y Dato'.
Llegado en 1981 el momento del relevo de Hussein bin Onn, dimisionario con un parte oficial de mala salud, Mahathir se convirtió en el cuarto mandatario desde la independencia y con una controvertida reputación de radical malayo a sus espaldas. La sucesión empezó en junio con la transferencia de la presidencia del partido y culminó el 16 de julio con la asunción de la jefatura del Gobierno, más la titularidad del Ministerio de Defensa. El nuevo viceprimer ministro pasó a ser Tun Dato' Musa bin Hitam. Luego, el 10 de septiembre, siguiente Mahathir, de 56 años, recibió del rey Ahmad Shah al-Mustain, concurrentemente sultán de Pahang, el título honorífico federal de Datuk. Solo ahora quedó levantada la prohibición que pesaba sobre su polémico libro publicado en 1970, The Malay Dilemma.
2. Dos décadas al frente de Malasia: Islam institucional, desarrollo económico y parlamentarismo autoritario con armonía social
El flamante primer ministro continuó y confirió nuevos ímpetus a las políticas sociales y económicas del Gobierno de la UMNO. Tomando como base la Rukunegara o ideología nacional de cinco principios —creencia en Dios, lealtad al rey y a la nación, supremacía de la Constitución, imperio de la ley, y buena conducta y moralidad— introducida por Abdul Razak en 1970, Mahathir asumió la misión de preservar la estabilidad interior en un país con tres comunidades étnico-religiosas bien definidas, los malayos musulmanes, los chinos budistas y taoístas, y los indostánicos hindúes, y expuestas a tensiones de convivencia diarias. El modelo de Mahathir se sintetizaba en la aplicación gradual de los mecanismos de corrección social que favorecían a los malayos mientras que los industriosos chinos recibían la parte del león del usufructo del despegue económico.
La fuerte personalidad de Mahathir se entrevió en todas las áreas de actuación del Gobierno y conformó las singulares características que la Malasia de hoy presenta en la escena internacional. Por una parte, alentó una reforma política destinada a recortar los poderes de las distintas casas reales que rigen en nueve de los 13 estados malasios, así como los del rey o dirigente supremo del país, el llamado en la lengua local Yang di-Pertuan Agong, el cual es seleccionado cada cinco años de entre los sultanes, rajás y demás testas coronadas mediante complejos cabildeos de estos monarcas regionales. En los 22 años de Gobierno de Mahathir, Malasia conoció nada menos que seis reyes nominales.
Así, en 1983 el dirigente que, debe recordarse, procedía, a diferencia de sus tres predecesores, de una familia no aristocrática, sacó adelante un proyecto de ley que abolió el derecho de veto del rey sobre las leyes aprobadas por el Legislativo, y en 1993 introdujo otra enmienda constitucional que limitó aún más las prerrogativas de los sultanes (eliminación del veto a las reformas constitucionales y del privilegio de la inmunidad legal) y que perseguía reducirlos a figuras meramente decorativas.
Simultáneamente a este refuerzo del parlamentarismo y, por lo tanto, de su oficina del Primer Ministro, Mahathir alentó una islamización controlada pródiga en realizaciones institucionales (creación en 1983 del Bank Islam, en el que él personalmente abrió la cuenta número uno, construcción de mezquitas y facultades de teología islámica, certámenes oficiales de recitación del Corán, tutela estatal de la peregrinación a La Meca o hajj) y que, dejando reducida la esfera de aplicación de la Sharía, perseguía, tal era la opinión de varios especialistas, cooptar un movimiento islamista genuino que desde finales de los años setenta reclamaba espacios políticos. Y, de paso, consolidar la supremacía malaya/bumiputera en un terreno, el religioso, donde la minoría china apenas contaba.
En sus dos décadas largas de ejercicio, el primer ministro Mahathir administró con gran éxito los mecanismos representativos de la democracia parlamentaria para perpetuar la práctica hegemonía política de la UMNO, una de las más longevas del mundo, y de sus partidos aliados y satélites, agrupados electoralmente como Frente Nacional (Barisan Nasional, BN). Maquinaria bien engrasada y detentadora de un formidable poder financiero, empresarial y mediático fruto de las tendencias corporativistas de la élite que gobernaba el país desde la independencia, la coalición multiétnica y multirregional del BN, cuyo símbolo era la balanza, hizo gala en todo el período de unas habilidades para el consenso sin parangón en otros sistemas políticos de la región, y jugó un papel instrumental decisivo en el afianzamiento de la fachada democrática del régimen, donde la alternancia política parecía estar completamente descartada.
Así, bajo el Gobierno Mahathir, el andamiaje UMNO-BN ganó todas las elecciones legislativas federales y siempre con mayorías de más de dos tercios de los escaños. Igualmente, salvo alguna excepción, controló las asambleas de los estados. Con una rutina de procedimiento al más puro estilo del parlamentarismo británico y sin excesivos alborotos desde la oposición, tradicionalmente poco combativa y carente de líderes fuertes pese a la flagrante asimetría de las reglas del juego, el oficialismo se impuso cómodamente en los comicios de abril de 1982, agosto de 1986, octubre de 1990, abril de 1995 y noviembre de 1999. Al cabo de todos ellos, Mahathir, nunca sometido al veredicto directo de las urnas no obstante regir en la práctica como el cabeza de una república presidencialista, fue puntualmente renovado en su puesto.
No teniendo necesidad de recurrir al fraude grosero en los procesos electorales, Mahathir se encargó de mantener debilitados a los partidos de la oposición parlamentaria, principalmente el Islámico Pan-Malasio (PAS), el de Acción Democrática (DAP o Tindakan, prochino), el Unido de Sabah (PBS, desertor del BN) y, desde el 1999, el de la Justicia Nacional (PKN o Keadilan), privándoles de espacios de difusión, impidiéndoles los vínculos con el mundo empresarial y financiero y, sobre todo, sometiendo a sus dirigentes a arbitrarias interdicciones al amparo de la polémica Ley de Seguridad Interna de 1960, que facultaba al Gobierno, entre otras medidas de excepción constitucional, para practicar arrestos sin cargos y por tiempo indefinido.
Esta legislación especial perdió su razón de ser a partir de 1989-1990, cuando desaparecieron los últimos focos de subversión guerrillera iniciada hacía décadas por los partidos comunistas de Malaya y Borneo Septentrional, pero Mahathir no tuvo empacho en mantenerla para apretarle las tuercas a una oposición parlamentaria que, hay que recalcarlo, ni era robusta ni se sentía atraída por las fórmulas insurreccionales. Estas cortapisas a las garantías fundamentales, amén de las severas restricciones impuestas a la libertad de información (inclusive el control y censura a posteriori por el Gobierno de toda difusión audiovisual), las dirigió personalmente Mahathir en tanto que, también, ministro del Interior, cartera que tomó en mayo de 1986, en detrimento de la de Defensa, y que mantuvo hasta enero de 1999.
El estilo enérgico, cuando no arrogante, del primer ministro no dejó de provocar contestaciones en el seno de la misma cúpula del partido, donde algunos dirigentes veían problemas para conciliar el personalismo de Mahathir con la tradición política del compromiso y el consenso, a la que se habían ajustado absolutamente, con sus maneras suaves y patriarcales, todos los presidentes anteriores.
La impugnación más sonada fue la del ministro de Comercio y antes de Finanzas, Tengku Razaleigh Hamzah, quien en 1987 se atrevió a disputarle a Mahathir la presidencia de la UMNO cuando tocó la elección de cargos orgánicos por la Asamblea General del partido. El 24 de abril Mahathir derrotó a Razaleigh con un margen bastante apurado (761 votos contra 718) y en julio siguiente el primer ministro no se privó de destituir del Gobierno a aquellos ministros que habían osado alinearse con Hamzah, entre ellos los titulares de Exteriores, Rais Yatim, y de Defensa, Dato' Abdullah Ahmad Badawi. En cuanto a Razaleigh, optó por abandonar la UMNO y pasarse a la oposición al frente de su propio partido, Semangat 46 (Espíritu del 46), el cual obtuvo unos resultados mediocres en las elecciones de 1990 y 1995, y acabó disolviéndose en 1996.
Indisociable de este firme arraigo en el poder político fue en Mahathir su identificación con la gran prosperidad económica alcanzada por la nación asiática en estos años. Durante su prolongado Gobierno tuvo lugar el salto de Malasia desde la condición de país de desarrollo medio, con una matriz exportadora de materias primas vegetales (caucho natural, aceite de palma, madera) y minerales (estaño, petróleo), al de País de Reciente Industrialización (NIE) y de desarrollo alto con una estructura económica más equilibrada y diversificada. Así, entre finales de los años ochenta y comienzos de los noventa Malasia pasó a basar en las manufacturas, sobre todo los componentes electrónicos, el grueso de sus ingresos por divisas de exportación, y a lo largo de la última década del siglo XX el sector industrial y el sector servicios fueron copando la canasta del PIB en detrimento de la agricultura. Simultáneamente, avanzó la privatización de empresas del sector público —el cual, empero, nunca llegó a tener en Malasia el peso alcanzado en otros muchos países en vías de desarrollo emancipados del colonialismo europeo— y se llegó a la total liberalización de las inversiones extranjeras
A Mahathir, que en octubre de 1989 hospedó en Kuala Lumpur la reunión bienal de líderes de la Commonwealth, le cupo la satisfacción de la adjudicación a Malasia por la OCDE del codiciado rango de Economía Asiática Dinámica (DAE), a la par que Tailandia y uniéndose en dicho estatus a Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong, siendo estos últimos los célebres cuatro tigres o cuatro dragones de la región. Con una tasa media de crecimiento anual, absolutamente fundada en las exportaciones no tradicionales, por encima del 9% en el decenio comprendido entre 1988 y 1997, Malasia pudo alardear en estos años de un crecimiento sostenido bastante espectacular que le perfiló como un quinto dragón asiático en ciernes.
Nacionalista ambicioso y estadista susceptible ante las críticas, sobre todo si provenían del extranjero, Mahathir se ufanó de haber convertido la otrora subdesarrollada y campesina Malasia en un emporio regional de las telecomunicaciones y las operaciones financieras basadas en las nuevas tecnologías. Una síntesis, presuntamente feliz, de capitalismo de mercado, parlamentarismo islámico y valores asiáticos cuyo símbolo habrían venido a ser las Torres Petronas de Kuala Lumpur, estilizadas moles futuristas terminadas en 1996 y durante un sexenio los rascacielos más altos del mundo. La ambición suprema de Mahathir era hacer de Malasia un país plenamente desarrollado e industrialmente autosuficiente en 30 años, plazo que empezó a contar en 1991 con la presentación por el gobernante de su Visión 2020 (Wawasan 2020). Entonces, la Nueva Política Económica practicada desde los disturbios étnicos de 1969 dio paso a la Política Nacional de Desarrollo (Dasar Pembangunan Nasional, DPN).
3. Un sello propio en las relaciones internacionales: prioridad asiática y críticas a Occidente
Comprometiendo a veces su imagen de dirigente moderado del mundo islámico, en todos estos años Mahathir aprovechó la complacencia de los países occidentales, satisfechos con las bondades económicas y la proverbial estabilidad del sistema político y social malayo, para elevar la voz en el concierto internacional y protagonizar no pocas polémicas. Cuando la crisis del Golfo de 1990-1991, el primer ministro condenó la invasión por Irak de Kuwait, pero luego se negó a aportar efectivos militares a la coalición internacional liderada por Estados Unidos, una suerte de encaje de bolillos diplomático que consiguió escamotear argumentos de propaganda a los radicales musulmanes de casa.
Por la misma razón, Mahathir, años después, no tuvo reparos en suministrar cientos de soldados a los contingentes de pacificación de la ONU en Bosnia-Herzegovina y Somalia, jugando de nuevo una carta de la solidaridad islámica que apuntaba a ciertas aspiraciones de liderazgo sobre el conjunto del mundo musulmán, rivalizando, por ejemplo, con las monarquías árabes del golfo Pérsico que dependían exclusivamente del petróleo y que no ofrecían otro cauce político a sus gobernados que la dictadura absolutista.
Paladín de la cooperación Sur-Sur y vigorizador incansable del muy devaluado Movimiento de Países No Alineados (MNA), el dirigente malasio se comportó como un socio indócil de Estados Unidos y el Reino Unido, que le brindaron sendas asistencias en materias de defensa y de seguridad a cambio de grandes oportunidades de negocio para sus empresas privadas, y como un portavoz pugnaz de las causas musulmana y tercermundista, amén de adoptar posturas proárabes y propalestinas muy acusadas. Una de sus tesis más conocidas sostenía que los valores musulmanes son de validez universal, mientras que los que caracterizan a Occidente solo serían aplicables en estos países, así que rechazaba cualquier reconvención a Malasia sobre todo lo que tuviera que ver con los Derechos Humanos.
Mahathir, también, no se cansó de apelar a una reafirmación de lo asiático como espacio geográfico y cultural autónomo. En diciembre de 1990 el primer ministro formuló en el seno de la Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC) el concepto de Grupo Económico del Este Asiático (EAEG), que él entendía como un organismo de cooperación económica estrictamente asiático, incluyendo a los dos gigantes de la región, Japón y China, y excluyendo a los países anglófonos desarrollados de América (Estados Unidos y Canadá) y Oceanía (Australia y Nueva Zelanda), y capaz de dar respuesta a los bloques comerciales con salvaguardias proteccionistas, con el Mercado Común Europeo a la cabeza. Sobre la propuesta del primer ministro flotaba el desengaño por cómo se estaban desarrollando las negociaciones de desarme arancelario en la Ronda Uruguay del GATT en lo concerniente a los productos agrícolas exportados por los países menos desarrollados.
En aquella ocasión, Estados Unidos intervino inmediatamente para frustrar una iniciativa, la del EAEG, opuesta al concepto meramente librecambista, sin connotaciones culturales o étnicas, del Pacific Rim que la potencia norteamericana deseaba trasladar a los hechos, y que sugería la génesis de esa "Asia fortaleza" tantas veces vista como un escenario amenazador para los intereses estratégicos de Washington. Irritado por la reformulación de la APEC como una entidad institucionalizada bajo la égida estadounidense y susceptible de brindar membresía a cualquier Estado ribereño del océano Pacífico, países americanos incluidos, Mahathir boicoteó la primera cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Seattle en noviembre de 1993 y teniendo al presidente Bill Clinton de organizador.
Mahathir pasó entonces a librar sus batallas de regusto geopolítico en el seno de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), organización que sí presentaba una homogeneidad asiática y que, superando con mucho en veteranía a la APEC, iba bastante más avanzada que esta en los objetivos de culminar la remoción de las barreras, arancelarias y no arancelarias, al trasiego interno de bienes y servicios. Los socios de Malasia en este club regional eran Indonesia, Tailandia, Filipinas, Singapur y Brunei, a los que en la segunda mitad de la década de los noventa se les unirían Vietnam, Laos, Camboya y Myanmar.
En enero de 1992 la ASEAN decidió comenzar a aplicar su propia Área de Libre Comercio (AFTA) a partir de enero de 1993 y en el plazo de 15 años. Posteriormente se consideró factible culminar el proceso entre 2000 y 2003. Finalmente, el AFTA fue una realidad para los seis países fundadores de la ASEAN el 1 de enero de 2002, momento en que el 96% del comercio interno se hacía con tarifas de aduana comprendidas entre el 0% y el 5%, si bien entonces ya hacía dos años que el 90% de los productos estaba afectado por este rango de tasas bajas o nulas. En cuanto a la APEC, su II Cumbre, celebrada en Bogor, Indonesia, el 15 de noviembre de 1994, a la que sí asistió Mahathir, se trazó el objetivo —incumplido, en retrospectiva— del completo desarme arancelario al comercio interno no antes de 2010.
Sin embargo, en el ámbito de la ASEAN el EAEG fue acogido también con escepticismo y el concepto de entrada hubo de reciclarse, dando lugar a la Reunión Económica del Este Asiático (EAEC), consistente en un foro de consultas informales entre naciones del sudeste asiático y sus principales socios del continente con el fin de alcanzar un consenso que les permitiera hablar con una sola voz en las conferencias comerciales internacionales.
Después de muchas deliberaciones, la EAEC fue admitida a estudio por la ASEAN en diciembre de 1995, en la V Cumbre de jefes de Estado y Gobierno que tuvo lugar en Bangkok, y su implementación efectiva pareció asomar con el estreno de la fórmula ASEAN+3, que incorporaba al diálogo preconizado por Mahathir a China, Japón y Corea del Sur, en la II Cumbre informal de la organización, celebrada precisamente en Kuala Lumpur, en diciembre de 1997. Al final, tampoco la EAEC llegó a sustanciarse por las dificultades de todo tipo que el proyecto entrañaba. Sin embargo, lo que más inquietaba a los socios de la ASEAN, por no hablar de Japón, era el tono agresivamente político, rebosante de críticas a Occidente, que Mahathir empleaba para defender sus propuestas de integración regional reforzada.
Cuando en diciembre de 1997 Mahathir dirigió los trabajos de la II Cumbre informal de la ASEAN, acababan de ingresar en la organización como estados miembros de pleno derecho Laos y Myanmar, dos países gobernados por sendos regímenes no democráticos, el primero una república popular de partido único comunista y el segundo una dictadura militar universalmente condenada y que además estaba sometida a sanciones por Estados Unidos.
El controvertido ingreso de Myanmar en la ASEAN fue otro frente internacional donde Mahathir libró una pugna que alcanzó ribetes de cuestión personal. Haciendo una lectura interesada del código de la organización de no interferir en los asuntos internos de los estados miembros, el dirigente malasio usó la controvertida luz verde a la solicitud de ingreso de un gobierno militar que violaba masivamente los Derechos Humanos como una demostración de la independencia de criterio de los países de la ASEAN. Es más, Mahathir atacó sin medias tintas la misma Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 al considerarla un instrumento de Occidente para "imponer" sus valores a culturas y países con valores diferentes. A la histórica cita de Kuala Lumpur asistieron el primer ministro nipón, Ryutaro Hashimoto, y el líder comunista chino, Jiang Zemin, un estadista receptivo a las tesis de Mahathir de reaccionar frente a la preponderancia económica de Estados Unidos.
Después de que todo Extremo Oriente se sumiera en una gravísima crisis financiera y monetaria en el segundo semestre de 1997 y que Malasia encajara de lleno las ondas de choque de esta conmoción por su excesiva dependencia de los mercados exteriores, Mahathir vio peligrar los florones propagandísticos de su Gobierno. A lo largo de 1998 el hombre fuerte de Malasia atajó por lo sano con un rosario de medidas económicas expeditivas, aunque no pudo evitar el hundimiento de la actividad bursátil y que el año terminara con una recesión brutal, del -7,3% del PIB.
Resuelto a retornar a la senda del crecimiento sostenido conteniendo las presiones inflacionistas y logrando presupuestos superavitarios, el Gobierno redujo drásticamente el gasto público como respuesta al endeudamiento rampante y la caída de los ingresos fiscales, rescindió los contratos laborales de decenas de miles de trabajadores extranjeros (que tuvieron de retornar a sus países de origen), podó las plantillas en la función pública nacional, decretó el control de los tipos de cambio para impedir la especulación y emprendió el saneamiento y reestructuración del diezmado sector bancario mediante un proceso de capitalizaciones y fusiones de las entidades aquejadas de iliquidez. En otras palabras, un ajuste estructural en toda regla, solo que no impuesto desde fuera.
Más allá de las recetas intervencionistas anticrisis, Mahathir aprovechó el revuelo económico para arremeter contra los gobiernos occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, cargándoles con toda la culpa por la debacle asiática, por más que la crisis había expuesto crudamente los déficits estructurales y las bases engañosas del cacareado desarrollo de los países DAE. El primer ministro acusó a Occidente de propiciar un modelo de globalización desregulado que otorgaba plena libertad de acción a unas "fuerzas de mercado" y a un "capital electrónico" cuyo único objetivo era maximizar los beneficios.
También, acusó a los "organismos supranacionales controlados por los países occidentales" de tratar de imponer sus métodos al resto del mundo, en abierta desconsideración de los principios de la soberanía nacional, y se jactó de que Malasia, en esta hora de convalecencia económica, persistiera en rehusar tomar la "amarga medicina" prescrita por el FMI, dado que aquella era "más peligrosa que la enfermedad" que pretendía curar. Para Mahathir, la exhortación fondomonetarista a devaluar vigorosamente las monedas golpeadas por las turbulencias financieras constituía una "interferencia destructiva" y un "sabotaje" a los esfuerzos de los gobiernos.
En otro ámbito, cuando la crisis de Timor Oriental, a finales del verano de 1999, Kuala Lumpur intentó impedir que fuera Australia, y no un grupo de países asiáticos, quien encabezara la Fuerza Internacional (INTERFET), operativo militar de emergencia que el 20 de septiembre empezó a desplegarse en la ex colonia portuguesa para frenar las matanzas de civiles cometidas por las milicias proindonesias y para preparar el terreno a una misión de la ONU y la creación de una administración provisional hasta el acceso del país a la independencia. A Mahathir le desagradó profundamente que los australianos anglosajones hicieran este ejercicio de potencia regional y se responsabilizaran de liderar los esfuerzos internacionales para llevar la seguridad y el orden a un foco agudo de tensión en el sudeste de Asia. Tanto, que en lo sucesivo iba a realizar una serie de comentarios despectivos sobre su homólogo del Gobierno de Canberra, John Howard.
4. Caída y persecución de Anwar Ibrahim
Los llamamientos del primer ministro a "arbitrar" y a "regular" severamente las transacciones financieras internacionales, llegando a su completa prohibición en el caso de las puramente especulativas, y las invectivas contra las potencias occidentales fueron, de alguna manera, una expresión de acritud personal cuyas consecuencias las sufrió ante todo la política doméstica. Ciertamente, la oposición pagó con una nueva oleada de atropellos policiales y procesales la irritabilidad de un gobernante cuyo talante autoritario e intolerante se hizo más nítido ahora. La represión de los delitos contra la moralidad sexual (parejas de hecho, prostitución, homosexualidad) de inspiración religiosa se acentuó asimismo y tomó el cariz totalitario imperante, por ejemplo, en la vecina Singapur.
En 1998, a imitación de lo sucedido en Yakarta con la caída del longevo dictador indonesio Suharto (que traspasó a Mahathir el registro del mandatario no monarca más veterano de Asia), las calles de Kuala Lumpur pasaron a ser el altavoz de la reformasi (reformas). El régimen de la UMNO reaccionó con hostilidad a esta demanda popular. Había profundas frustraciones económicas y políticas, la oposición estaba envalentonada y Mahathir decidió hacer una demostración de autoridad. El cabeza de turco lo halló en la misma cúpula del poder: nada menos que su viceprimer ministro y teórico delfín, Datuk Seri Anwar Ibrahim.
Otrora un líder de la juventud islamista no fundamentalista con un pasado carcelario por sus actividades militantes, Anwar había sido astutamente captado para la UMNO por Mahathir en 1982, consiguiendo así desactivar un segmento de la oposición especialmente inquietante al competir en un terreno, el religioso, que el oficialismo deseaba monopolizar. Sucesivamente promocionado en el partido y el Gobierno, en febrero de 1991 Anwar se convirtió en ministro de Finanzas y finalmente, entre noviembre y diciembre de 1993, en presidente adjunto del partido, viceprimer ministro del Gobierno y, por ende, en número dos del régimen en sustitución de Tun Datuk Abdul Ghafar bin Baba, viceprimer ministro (en lugar de Musa bin Hitam) desde 1986 y un político de bajo perfil. En su ascenso irresistible, Anwar se acompañó de una cohorte de camaradas, los "jóvenes turcos" de la UMNO, según la expresión usada por los comentaristas de prensa, o el "Equipo de la Visión", tal como ellos mismos se describían, cuyo estilo agresivo y militante conmocionó a los cuadros de edad y tradicionalistas del partido.
Sin embargo, parece que Anwar debió de extralimitarse en sus ambiciones, salirse del guión establecido o suscitar el debate de la sucesión de Mahathir a destiempo. En primera lectura de lo sucedido, diferencias sobre la política económica (rechazo al intervencionismo heterodoxo del primer ministro e identificación con las recetas fondomonetaristas, desoídas por Mahathir) y, supuestamente, su aliento de reformas de naturaleza democrática precipitaron el 2 de septiembre de 1998 la destitución de Anwar de todos sus puestos en el Gobierno, justo a la vez que se decretaba la inconvertibilidad de la moneda nacional, el ringgit, seguida de su expulsión del partido el 4 de septiembre. El 20 de septiembre, después de encabezar una gran manifestación oposicionista coincidiendo con la visita de la reina Isabel II de Inglaterra, Anwar fue detenido de muy malos modos por la Policía y metido entre rejas.
El escándalo alcanzó un clímax desagradable cuando Mahathir en persona informó a la nación que Anwar estaba "moralmente incapacitado" para ejercer sus funciones porque era un homosexual que había cometido el delito de sodomía, amén de un corrupto. Anwar se revolvió tildando estas imputaciones de invenciones y presentándose como la víctima de una conspiración política orquestada personalmente por el primer ministro con el único objeto de eliminarle de la vida pública.
Impertérrito ante el enorme revuelo levantando tanto en el interior, donde el carismático ex islamista se convirtió en un mártir de la causa democrática (con la que dudosamente podía identificársele mientras fue uno de los pilares del poder establecido), como en el exterior, sobre todo en el área ASEAN, Mahathir llevó hasta el final una operación que pudo haberle costado un precio político insospechado. En noviembre de 1998 Anwar fue llevado a juicio por las acusaciones de sodomía y conspiración para encubrir sus actividades homosexuales, si bien el primer pliego de cargos hubo de ser revisado ante lo endeble de las pruebas aportadas por el fiscal, básicamente el testimonio de un hermano de adopción y un asistente del acusado, sobre que habían consentido que Anwar les sodomizara.
Se habló de testigos torturados para que incriminaran falsamente a Anwar (quien también recibió malos tratos de sus carceleros, según indicaban las magulladuras con que compareció ante el tribunal), y de hecho los dos testigos de la acusación posteriormente se retractaron y alegaron haber sido coaccionados bajo amenazas de agresiones físicas. Entre tanto, en enero de 1999, Mahathir nombró nuevo viceprimer ministro y delfín de hecho a Dato' Seri Abdullah Ahmad Badawi, quien poco después de su remoción ministerial en 1987 se había congraciado con Mahathir, desde 1991 venía sirviendo como leal ministro de Exteriores y entre 1993 y 1996 había estado privado de una de las vicepresidencias del partido debido a la preponderancia adquirida por la facción de Anwar, un enconado rival por el liderazgo de la UMNO en el estado malayo de Penang. En cuanto a la vacante cartera de Finanzas, Mahathir la tomó para sí para asegurarse de que las nuevas directrices económicas fueran puntualmente implementadas.
Con todo, la farsa judicial con el guión escrito de antemano continuó y el 14 de abril de 1999 Anwar fue declarado culpable de los delitos de corrupción y abuso de poder en relación con unos supuestos intentos de obstruir la investigación policial de su conducta sexual, por lo que recibió la condena de seis años de prisión. El 7 de junio siguiente el Tribunal Supremo le incoó otro juicio por nuevos cargos de sodomía (esta vez, el sujeto de la práctica sexual ilícita habría sido supuestamente el chófer de la familia) y el 8 de agosto de 2000 le aplicó una segunda condena de nueve años, a cumplir inmediatamente después de terminar el primer castigo. Para las ONG Amnistía Internacional y Human Rights Watch, Anwar, que demandó por difamación a Mahathir, constituía un claro caso de prisionero de conciencia.
Desde Estados Unidos, la Administración Clinton expresó a las claras su opinión sobre el asunto de Anwar boicoteando la VI Cumbre de la APEC, primera de la organización auspiciada por Mahathir, celebrada en Kuala Lumpur los días 17 y 18 de noviembre de 1998. Pero el primer ministro salió inesperadamente airoso de la grotesca destrucción política y personal de su antiguo subalterno (cuya esposa, Wan Azizah Wan Ismail, puso en marcha el citado Partido de la Justicia Nacional), el cual le presentó como lo más parecido a un dictador hábilmente recubierto con la legitimidad del manto electoral y parlamentario.
En los comicios del 29 de noviembre de 1999 el BN, la sombrilla de 15 partidos oficialistas capitaneados por la UMNO, aguantó el tipo con la obtención del 56% de los votos y 148 de los 193 escaños de la Cámara de Representantes, 14 menos que en 1995 pero de todas maneras una nueva mayoría absoluta de dos tercios. El nuevo Keadilan de Wan Azizah, la esposa de Anwar, solo sacó cinco escaños, cinco menos que el DAP de Lim Kit Siang y 22 menos que el PAS de Fadzil Noor. La coalición opositora informal Frente Alternativo (Barisan Alternatif), animada por las tres fuerzas citadas, sumó 42 diputados, 26 más que en las anteriores votaciones.
En estos resultados parece que pesó sobre todo la confianza en las capacidades de Mahathir para sacar al país del profundo bache económico por parte de un electorado conservador más interesado en su bienestar material que en sus libertades públicas. Ciertamente, el regreso de las inversiones, la estabilidad monetaria, la política expansionista del Gobierno y los altos niveles de las reservas de divisas coadyuvaron a la recuperación de la economía: tras el hundimiento de 1998, 1999 cerró con un crecimiento positivo del PIB del 6% y en 2000 la tasa rozó el 9%, ritmo de evocaciones chinas y con el que no podían ni fantasear las principales economías occidentales. En 2001, el desplome de los mercados de exportación en el contexto de la deceleración económica internacional, agudizada por los atentados del 11-S, hizo que el crecimiento apenas despegara de cero. Pero el siguiente ejercicio anual anotó una tasa positiva del 5,4% gracias a los altos precios cobrados por las manufacturas exportadas y el incremento de la producción nacional de hidrocarburos. En el bienio 2001-2002 el Gobierno malasio inyectó en la economía 1.900 millones de dólares.
Una vez apaciguadas las repercusiones negativas del caso Anwar, Mahathir resurgió con fuerza ante paisanos y foráneos como el estadista taimado y ventajista que siempre había sido. Tras los ataques perpetrados por Al Qaeda contra Nueva York y Washington Mahathir, como otros autócratas asiáticos, no dejó escapar la oportunidad de congraciarse un tanto con sus detractores occidentales poniéndose a la cabeza del discurso antiterrorista en Asia y erigiéndose en un valioso aliado de Estados Unidos en el mundo islámico moderado.
El presidente George Bush, sensible a estos activos, resolvió hacer borrón y cuenta nueva de las trifulcas libradas por Clinton y el 14 de mayo de 2002 recibió a Mahathir en la Casa Blanca para expresarle personalmente su gratitud por la solidaridad y el apoyo recibidos después de los atentados del 11 de septiembre, a pesar de que la primera fase de la operación militar Libertad Duradera, desde el 7 de octubre, contra Al Qaeda y su principal aliado, el régimen talibán afgano, concitó la reprobación del malasio. En casa, todavía resonaban los ecos, altamente polémicos, de la afirmación hecha por Mahathir el 29 de septiembre de 2001, días después del 11-S, sobre que Malasia "ya era un Estado islámico".
5. Retirada voluntaria en 2003
El 22 de junio de 2002 Mahathir, con vivas —e inusuales— muestras de emotividad, comunicó en su discurso ante la 56ª Asamblea General de la UMNO su intención de renunciar en favor de Abdullah Badawi para octubre de 2003, después de presidir en Kuala Lumpur la X Cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI). Los observadores indicaron que con este anuncio anticipado de retirada, Mahathir enviaba un mensaje de tranquilidad a los mercados y preparaba con suficiente antelación al partido para una transición ordenada del poder. Además, el dirigente aseguró que no aspiraba a retener un rol de asesor principal en la sombra, a imitación del disfrutado por el ex primer ministro Lee Kuan Yew en Singapur, En el año largo que le quedaba hasta el abandono del poder, Mahathir, a los 77 años, sacó toda su artillería dialéctica y añadió nuevos capítulos a su largo historial de destemplanzas y vehemencias verbales en torno a los temas más candentes de la actualidad internacional. Su despedida política tuvo así una antesala marcada por la controversia.
Aprovechando el protagonismo que le brindaba ser el anfitrión en Kuala Lumpur, del 20 al 25 de febrero de 2003, de la XIII Cumbre del MNA, que le convirtió en presidente de turno de la organización, Mahathir se hizo eco de un sentimiento extendido entre las 114 delegaciones asistentes a la conferencia y acusó a Estados Unidos de disponerse a invadir Irak no porque Bagdad escondiera armas de destrucción masiva prohibidas por la ONU, hipótesis que él ponía en duda, sino porque se trataba de un país árabe y musulmán, añadiendo a modo de advertencia que una guerra para liquidar el régimen Saddam Hussein iba a ser percibida por los musulmanes de todo el mundo como una "acción antimusulmana en lugar de una acción contra el terror". Fuera de la cumbre, el primer ministro insistió en el punto de que la inminente invasión de Irak iba a traer más perjuicios que beneficios, a generar una "ola de rabia y amargura" en el orbe islámico, y que a posteriori habría "muchos más aspirantes a terroristas".
El 1 de junio de 2003 Mahathir figuró entre los trece dirigentes de Oriente Próximo, África, Asia y Latinoamérica que participaron en el llamado "diálogo alargado" con los jefes de Estado y de Gobierno del G8 en la localidad francesa de Evian, pero en este entorno el primer ministro se guardó de verter opiniones que incomodaran a sus interlocutores occidentales. Una vez en Kuala Lumpur, del 17 al 21 de junio, Mahathir condujo la 57ª Asamblea General de la UMNO, cónclave en el que confirmó que su retirada política en octubre iba a ser completa e incluiría la presidencia del partido. El viceprimer ministro Abdullah sería el receptor de ambos puestos. En cuanto a él, se convertiría en un "don nadie" político.
Ante 2.000 delegados extáticos que alternaban los vítores y el llanto, Mahathir hizo las intervenciones más apasionadas, emotivas y virulentas de su carrera. Dio gracias a Alá por haber dado "a este su esclavo insignificante" la oportunidad de liderar el partido y la nación, y pidió perdón a los presentes por los "errores" que hubiese podido cometer en todos estos años de liderazgo. Arremetió contra la "raza europea", que personalizó en los pueblos anglosajones de Europa, América y Australasia, y a la que acusó de "belicista", "avariciosa" y "sexualmente desviada" por consentir las prácticas de la "sodomía, la homosexualidad y el sexo libre". También, achacó a los europeos anglosajones la obsesión por extender sus valores culturales al resto del planeta, incluida la "libertad ilimitada del individuo", y recordó que ellos habían intentado "colonizar tanto física como mentalmente" a los malasios. El veterano dirigente seguía opinando que la libertad política total era perniciosa para la estabilidad y el progreso de países como Malasia, y que la educación era más importante que la práctica democrática.
La incontinencia verbal de Mahathir, que parecía estar resuelto a sincerarse sin medias tintas ante todo el mundo antes de la fecha señalada para su adiós, el 31 de octubre, no desaprovechó la ocasión de explayarse en las tres palestras internacionales que aguardaban en la agenda. El 25 de septiembre el primer ministro hizo en la Asamblea General de la ONU una de las alocuciones más duras nunca escuchadas en esa sala. Advirtiendo que estaba allí para "decir algunas cosas que es necesario que se digan", identificó a la ONU como una organización en trance de desmoronamiento que se estaba poniendo "a la altura del barro" por su incapacidad para "proteger a los débiles y los pobres", y por dejarse manipular como una "marioneta" por las naciones ricas y poderosas.
Días más tarde, la capital malasia volvió a engalanarse para un evento internacional, la X Cumbre de la OCI, que discurrió del 16 al 17 de octubre y reunió a líderes de países aliados de Estados Unidos como el marroquí Mohammed VI, el egipcio Hosni Mubarak, el saudí Abdullah Al Saud, el jordano Abdallah II, el afgano Hamid Karzai, el pakistaní Pervez Musharraf y la indonesia Megawati Sukarnoputri.
En esta ocasión, Mahathir, que ya había molestado a la Administración Bush por su llamamiento a que ningún país del mundo enviara tropas de ocupación a Irak a menos que hubiera un mandato claro del Consejo de Seguridad de la ONU, levantó una fenomenal polvareda al urgir a los estados musulmanes a unirse contra los judíos y valerse de "medios no violentos" para alcanzar la "victoria final". En su minucioso alegato antijudío, Mahathir hurgó en muchas llagas cuando aseguró que "los europeos mataron a seis millones de judíos, pero hoy los judíos gobiernan el mundo por delegación". Asimismo manifestó que los judíos habían "inventado el socialismo, el comunismo, los Derechos Humanos y la democracia" para evitar las persecuciones y hacerse con el control de los países más poderosos, y apostilló que "1.300 millones de musulmanes no pueden ser derrotados por unos pocos millones de judíos."
Estas declaraciones arrancaron las cerradas ovaciones de los participantes en la cumbre de la OCI, de los que no pocos debieron de congratularse porque un líder musulmán se atreviera a decir en alto lo que ellos mismos pensaban. Pero fueron acogidas con muchas muestras de rechazo y condena en Estados Unidos, Europa y, naturalmente, Israel. Diversos gobiernos acusaron a Mahathir de emplear un lenguaje ofensivo, de inflamar las pasiones, de incitar al odio racial y de alentar el antisemitismo. Ante la avalancha de exigencias de rectificación, el ministro de Exteriores malasio, Hamid Albar, tuvo que salir en defensa del todavía su jefe asegurando que los comentarios sobre los judíos habían sido tomados "fuera de contexto" y que Mahathir había dejado claro que la fortaleza de los países musulmanes debía construirse sin violencias.
Mahathir tuvo su última participación internacional con motivo de la XI Cumbre de la APEC, en Bangkok el 20 y 21 de octubre. En este foro, el líder malasio, que no aparentaba su cercana condición de octogenario, volvió a lanzar diatribas contra Occidente, el capitalismo especulativo y los aspectos uniformizadores de la globalización. Allí estaba Bush, y el presidente norteamericano le llamó a una sala aparte para transmitirle su malestar por los explosivos comentarios del 16 de octubre sobre los judíos, que calificó de "erróneos", "innecesarios" y "motivos de división".
Mahathir quitó hierro a su breve encuentro privado con Bush en la capital tailandesa, que presentó el aspecto de una llamada a capítulo, pero el caso fue que el último día de la cumbre un periódico de Bangkok publicó una entrevista, concedida la víspera, en la que el primer ministro no solo no se mostraba arrepentido de lo dicho, sino que volvía a la carga con las catilinarias contra los judíos, a los que adjudicó una gran "arrogancia" por atreverse a desafiar al mundo: "incluso si la ONU les dice que no, ellos siguen adelante", afirmó. Al día siguiente, 22 de octubre, Mahathir dirigió otra andanada de sarcasmos desde Java. Esta vez, puso en la picota a "esos preclaros exponentes de la democracia" que "van por ahí aterrorizando al mundo", "lanzando represalias viciosas y masivas que no solo matan a los sospechosos de ser terroristas, sino también a sus familias, su hogar y su pueblo".
Sin embargo, en Estados Unidos no estaban dispuestos a pasar por alto esta cascada de censuras de quien, a fin de cuentas, era un socio comercial y un aliado en la lucha contra el terrorismo (lo que hacía tanto más insólita y singular la actitud de Mahathir), así que el 27 de octubre el Senado aprobó la retención de ayuda militar a Malasia por valor de 1,2 millones de dólares hasta que el Departamento de Estado no certificara que el Gobierno de Kuala Lumpur estaba promoviendo la libertad religiosa, inclusive la tolerancia con el judaísmo. A Mahathir le sobró tiempo para destacar lo irrisorio de la ayuda militar de Estados Unidos y para felicitar, irónico, a los congresistas de Washington por haberse ahorrado esa partida económica.
El 31 de octubre tuvieron lugar las ceremonias del traspaso de poderes a Abdullah Badawi, que permitieron a Mahathir darse un baño de multitudes y ser vitoreado como el forjador de la moderna Malasia. En reconocimiento a su labor, el rey Sirajuddin, rajá de Perlis, le nombró Tun, máximo honor federal en el complicado sistema de títulos empleados en el Estado malasio; desde julio, era también Pehin, título que le concedió el gobernador de Sarawak. El ya ex primer ministro informó que se disponía a emprender unas vacaciones en Europa antes de instalarse en su residencia particular de Putrajaya, al sur de Kuala Lumpur, donde se dedicaría a escribir sus memorias y a prestar asesoría al Gobierno, siempre que esta fuera requerida. La impresión general era que Mahathir ponía fin a su carrera política en plenitud de facultades físicas e intelectuales, estampa totalmente inusual en una región que había conocido multitud gerontócratas a caballo entre la lentitud de reflejos y la senilidad.
6. Ruptura con el oficialismo, reconciliación con Anwar y retorno triunfal al poder en las elecciones de 2018
Mahathir, apodado Cek Det y honrado con el sobrenombre de Padre de la Modernización (Bapa Pemodenan), abandonó su última función política, el mandato legislativo en la Cámara de Representantes, tras las elecciones federales del 21 de marzo de 2004, vueltas ganar, y con fuertes ganancias, por el UMNO/BN. El partido y la coalición del primer ministro Badawi obtuvieron los mejores resultados de su historia al capturar el 63,9% de los votos y el 90% de los escaños. La oposición fue casi barrida del Parlamento.
Tras su jubilación, Mahathir siguió concediendo entrevistas y publicando ensayos donde divulgaba sus punzantes análisis sobre el presente nacional de Malasia, la geopolítica asiática y el estado de la Ummah musulmana. A sus inveterados dardos contra Occidente e Israel, país este último al que volvió a responsabilizar del "choque de civilizaciones" y del auge de Al Qaeda y el terrorismo islámico, añadió la crítica, o autocrítica, a los propios musulmanes, quienes, más allá de los actos de terrorismo, totalmente condenables, cometidos por extremistas, pecaban de negligencia, por "desviarse de las enseñanzas básicas y verdaderas de nuestra religión".
El ex dirigente puntualizaba que "el Islam en sí mismo" no podía ser culpado de mal alguno. El verdadero problema residía en las "múltiples interpretaciones" de la fe coránica, que dificultaban sobremanera el tratamiento de los "numerosos retos" a que las sociedades musulmanas hacían frente. "Es culpa nuestra y no de la religión. Nos corresponde a nosotros corregir estos fallos", pontificaba Mahathir, quien en diciembre de 2005 puso en marcha la Kuala Lumpur Initiative to Criminalise War y en mayo del año siguiente la Perdana Global Peace Organisation (PGPO), desde 2010 registrada como ONG bajo el nombre de Perdana Global Peace Foundation (PGPF).
A partir de 2006, Mahathir abrió otro frente de censuras. Esta vez, el destinatario de las mismas fue el mismo Gobierno. Los problemas en las relaciones con Badawi emergieron ya en 2005 a propósito de la situación de la empresa Proton, el único fabricante malasio de automóviles, fundada por Mahathir en 1983 y sumida en grandes deudas. El ex primer ministro, faltando a su promesa de no interferir en la labor de su sucesor, desaprobó la nueva estrategia del Ejecutivo para la compañía, que se deshizo de la recientemente adquirida marca de motocicletas MV Agusta y vio agudizada la competencia de los fabricantes extranjeros al obtener estos más facilidades para colocar sus productos en el mercado malasio. Otra decisión que le parecía descabellada a Mahathir era la cancelación del proyecto de construcción del nuevo viaducto marítimo entre Johor y la isla de Singapur.
Mahathir, al que la ONG estadounidense Committee to Protect Journalists (CPJ) había considerado uno de los "10 peores enemigos de la prensa" por su acoso gubernamental a la actividad periodística, se quejó ahora de que sus opiniones críticas con el Gobierno no eran suficientemente aireadas por los medios locales. Lejos de callarse, Mahathir se dispuso a enfrentarse a Badawi con aires de revuelta interna. Encontró ágora en el portal de noticias digital Malaysiakini y abrió su propio blog en Internet para poder despacharse a gusto. Así, afirmó que el Gobierno Badawi carecía de "agallas" para defender los intereses nacionales en el extranjero, que el primer ministro estaba alentando la corrupción y el nepotismo en su entorno, y que a él, a Mahathir, lo estaban tratando de manera injusta y desleal. "He ayudado a mucha gente para que luego me apuñalen por la espalda"; "tengo el hábito de escoger a las personas equivocadas"; "seguiré criticando hasta que haya algún cambio y logre algún resultado", fueron algunos de los vitriólicos comentarios vertidos por el ya octogenario estadista.
En el otoño de 2006 Mahathir vio frustrado su plan de hacerse con una delegación partidaria local para estar presente en la Asamblea General de la UMNO, desde donde pretendía instigar un movimiento de repudio a Badawi. En los meses siguientes, el ex gobernante, con un historial de afecciones al corazón, salió airoso de dos crisis cardíacas.
Las elecciones federales del 8 de marzo de 2008 provocaron un terremoto en la UMNO. El BN vio evaporarse 58 escaños, una treintena de los cuales correspondía al partido mayoritario, y por ende la supermayoría de dos tercios, preservada en la Cámara desde 1974. La opositora Alianza Popular (Pakatan Rakyat, PR), sucesora del Frente Alternativo, experimentó un potente avance, hasta el 37% de los votos. El más pujante de sus miembros era el Partido de la Justicia Popular (PKR, el anterior PKN) que tenía como líder moral a Anwar Ibrahim, en libertad desde que ganara su batalla en los tribunales en 2004, y como presidenta efectiva a su esposa, Wan Azizah. Al poco, en abril, Anwar vio levantada la inhabilitación política tras una década de evicción y en agosto siguiente regresó triunfante al proscenio parlamentario como líder de la PR y la oposición.
Mahathir endosó a Badawi toda la responsabilidad por el severo retroceso en las urnas y el 20 de mayo, como medida de presión, anunció su baja en la UMNO tras 62 años de militancia, desde que contribuyera a la fundación del partido en 1946. "Abdullah está ciego y sordo, y no comprende el mensaje de los miembros del partido", recriminó al primer ministro. Se inició entonces una discusión triangular entre Badawi, Mahathir y Dato' Seri Najib Tun Abdul Razak, el viceprimer ministro, vicepresidente de la UMNO, ministro de Finanzas y antiguo hombre de confianza de Mahathir, que en abril de 2009 desembocó en la dimisión pactada del cuestionado primer ministro y su sustitución por el número dos del partido y el Gobierno. Hijo del primer ministro Abdul Razak bin Hussein y sobrino del también primer ministro Hussein bin Onn, Najib tomaba las riendas de Malasia prometiendo dar credibilidad a las políticas de la reformasi para mejorar la libertad de expresión, erradicar la corrupción y relanzar la economía en tiempos de inclemencias. Entonces, Mahathir resolvió regresar a las filas de la UMNO.
Tampoco ahora Mahathir, quisquilloso, se quedó satisfecho. No tardó en cuestionar la idoneidad de algunos de los nombramientos ministeriales hechos por Najib y se distanció visiblemente del dirigente que, se suponía, era el adecuado para suplir a un Badawi tachado de corrupto e incompetente. Durante un sexenio, el anciano estadista, a quien sumar años parecía estimularle el ánimo lenguaraz y acometedor en lugar de templarlo, se pronunció poco sobre política nacional y mucho sobre sus temas recurrentes de política internacional.
Sus plataformas comunicativas eran su blog de Internet, su ONG sociocultural, la Perdana Global Peace Foundation, y la Kuala Lumpur War Crimes Commission (KLWCT), establecida en 2007 a modo de alternativa, tan ambiciosa como simbólica al no reconocer las Naciones Unidas validez jurídica a sus pronunciamientos penales, a la Corte Penal Internacional, de siempre acusada por Mahathir de parcial y tendenciosa. La fijación número uno de Mahathir seguía siendo Israel y los judíos: pese a no cuestionar la verdad histórica del Holocausto y la "crueldad nazi" sufrida por los judíos en la Segunda Guerra Mundial, él, a la luz de lo que sucedía en Palestina, no podía menos que considerarse "antisemita" (es más, le hacía "feliz" que le tildaran como tal), mientras que su KLWCT, en noviembre de 2013, declaró al Estado de Israel "culpable de genocidio" contra el pueblo palestino. Meses atrás, en mayo, la UMNO/BN había vuelto a ganar las elecciones generales, pero solo en escaños, y por siete menos que en 2008; por primera vez en la historia de Malasia, la oposición, la PR, había recibido más votos, el 50,8%.
La trayectoria del teórico jubilado de la política que era Mahathir tomó un nuevo vericueto con desenlace impensado en 2015. En julio de aquel año el primer ministro Najib, ya en la picota por el endurecimiento de la legislación antiterrorista y contra sedición, denunciado por la oposición y las ONG humanitarias como un grave retroceso de las libertades civiles y los derechos básicos en Malasia, fue acusado desde medios periodísticos, sobre la base de documentos filtrados, de haber desviado a cuentas personales unos 700 millones de dólares procedentes de bancos, agencias del Gobierno y empresas vinculadas a 1Malaysia Development Berhad (1MDB), compañía-fondo estatal de inversiones estratégicas de la que él mismo era presidente.
Rápidamente, tomó forma un movimiento de protesta política y social exigiendo la rendición de cuentas y la dimisión de Najib, y Mahathir no vaciló en situarse entre los cabecillas de la campaña. En este ambiente de arengas y manifestaciones contra el Gobierno, Mahathir, al estrenar su novena década de vida, coincidió con Wan Azizah, la infatigable dirigente opositora y, por segunda vez, portaestandarte en nombre de su marido, que volvía a estar entre rejas. Así, el calvario judicial y carcelario de Anwar, con un claro trasfondo de acoso político, se había reanudado en 2008 al ser denunciado otra vez por presuntos abuso sexual y sodomía; en 2012 el acusado fue declarado inocente y ganó el juicio, pero en 2014 la Corte de Apelaciones revocó esta absolución e impuso al reo una condena de cinco años, sentencia que la Corte Federal confirmó en febrero de 2015.
El 22 de septiembre de 2015, al calor del clamor popular contra Najib, quien rechazaba las imputaciones de que era objeto y se mostraba decidido a aguantar en el Gobierno hasta las votaciones federales de 2018 sin ahorro de gestos autoritarios, Wan Azizah por el PKR, Lim Kit Siang por el DAP y Mohamad Sabu por el nuevo Partido de la Confianza Nacional (PAN o Amanah, una escisión progresista, no favorable a la Sharía, del PAS) presentaron en clave proselitista la Alianza por la Esperanza (Pakatan Harapan, PH), coalición opositora que debía verse como la directa sucesora de la PR surgida tras las elecciones de 2008 y que presentaba una orientación al centro-izquierda. Mahathir miró esta recomposición en el campo opositor con simpatía, pero por el momento no manifestó su adhesión a la PH.
La postura un tanto equidistante de Mahathir, ni con el oficialismo ni, de manera clara, con la oposición parlamentaria, se deshizo a principios de 2016. En enero, la Fiscalía General de Malasia, tras conducir la pertinente investigación del caso, decidió exonerar a Najib de cualquier responsabilidad penal por los manejos financieros de 1MDB porque ni siquiera se detectaban irregularidades; según la Fiscalía, los millones bajo sospecha fueron una "donación política" perfectamente legal de la familia real saudí al jefe del Gobierno malasio. Al igual que los jefes de la oposición oficial, Mahathir tronó por esta resolución y el 29 de febrero anunció su segunda y definitiva marcha del partido de toda su vida pero que ahora le producía "vergüenza", arrastrando tras de sí a un buen numero de disidentes de la UMNO. El 4 de marzo el veteranísimo ex primer ministro unió su firma a una Declaración de Ciudadanos Malasios, donde 58 personalidades de los espectros político, económico y social del país exponían un manifiesto de 37 puntos, resumidos en la búsqueda de la remoción de Najib como primer ministro "mediante medios no violentos y permitidos por la ley".
Tras el portazo a la UMNO, Mahathir se dedicó a organizar un espacio político propio y el 8 de septiembre registró el Partido Indígena Unido Malasio (PPBM o Bersatu), de ideario nacionalista y con él de presidente. Para asistirle como número dos de su nueva agrupación, Mahathir reclutó a Muhyiddin Yassin, antiguo ministro suyo, destituido del puesto de viceprimer ministro por Najib en julio de 2015 y recientemente expulsado de la UMNO, donde había sido presidente adjunto. El siguiente paso fue, el 13 de diciembre, la suscripción de un memorándum de entendimiento y un pacto electoral con la PH, de la que el PPBM se convirtió formalmente en cuarto miembro, con diferencia el más conservador, el 14 de marzo de 2017.
Llegado este momento, Mahathir conformó en la PAH una especie de triunvirato ejecutivo con el matrimonio Anwar-Wan A