Lloyd Austin

El 8 de diciembre de 2020 el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, nominó para el puesto de secretario de Defensa a un ex alto mando del Ejército, el general retirado de cuatro estrellas Lloyd Austin. Con su confirmación por el Senado, por 93 votos contra dos, el 22 de enero de 2021, dos días después de la inauguración presidencial, Austin se convirtió en el primer jefe del Pentágono de raza negra.

La inclusión de Austin en la nueva Administración demócrata -si bien él se trata de una personalidad independiente- responde al deseo de Biden, más allá de la sobresaliente hoja de servicios del general, de potenciar la presencia de afroamericanos en el Gobierno. Segundo militar de color que más alto ha llegado en el escalafón castrense después de Colin Powell, Austin toma las riendas del Departamento de Defensa en un momento de alta sensibilidad por la persistencia de inequidades de trasfondo étnico y expresiones de racismo en múltiples ámbitos de la sociedad norteamericana. Los desequilibrios se advierten en la misma composición de las Fuerzas Armadas, donde los negros representan el 19% de todo el personal enrolado, pero solo el 9% de la oficialidad.

Lloyd Austin pasó a retiro en 2016 tras cuatro décadas de servicios y mandos en el arma de infantería y las unidades paracaidistas. En los años de la Administración Obama comandó el XVIII Cuerpo Aerotransportado, las Fuerzas de Estados Unidos-Irak (USF-I, el último contingente desplegado en el país árabe hasta la retirada general de 2011) y el Mando Central de Estados Unidos (CENTCOM), desde el cual condujo las operaciones contra el Estado Islámico en Irak y Siria; además, desempeñó la vicejefatura del Estado Mayor del Ejército. Fue en esta época cuando estableció una relación institucional con el entonces vicepresidente Biden. Hasta sus últimos días de uniforme, se ganó una reputación de oficial dedicado, modesto y discreto, incluso tímido, siempre reacio a hablar en público y a tratar con la prensa. Una autolimitación comunicativa que ahora, obviamente, habrá de cambiar.

La rápida aprobación de Austin por la cámara alta ha llegado tras semanas de informaciones en torno a las dudas que no pocos senadores, demócratas incluidos, albergaban sobre la idoneidad del general para el puesto. Por un lado, estaba su pertenencia a las juntas directivas de algunos contratistas privados del Pentágono que le reclutaron cuando inició su andadura profesional en el mundo civil. Por otro lado, su nombramiento requería una dispensa especial del Congreso para sortear la prohibición del acceso al cargo ministerial a personas con servicios en las Fuerzas Armadas en los últimos siete años. Como los generales George Marshall en 1950 y James Mattis en 2017, Austin ha podido contar con una autorización especial del Legislativo.

Austin inicia sus funciones de gobierno entre expresiones de intranquilidad en las Fuerzas Armadas y la comunidad de Defensa. Los militares se han visto salpicados por la tensión política que Trump y sus seguidores desataron al negarse a reconocer la victoria de Biden en las elecciones de noviembre y que el 6 de enero llevaron al clímax con el violento asalto al Capitolio. El 12 de enero, en un comunicado insólito, la Junta de Jefes de Estado Mayor, presidida por el general Mark Maley, condenó la "sedición" y la "insurrección" perpetradas en Washington y subrayó que Biden era el legítimo presidente electo. Días atrás, los diez secretarios de Defensa vivos hicieron pública una misiva en la que manifestaban su repudio a los "esfuerzos por involucrar a las Fuerzas Armadas en la resolución de disputas electorales". Era una referencia implícita a posturas explosivas como la exhibida por el teniente general retirado Mike Flynn, ex director de la Inteligencia de la Defensa y ex consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, autoinculpado en el caso Russiagate e indultado por Trump, el cual sugirió al presidente suspender la Constitución, imponer la censura de prensa y celebrar nuevas votaciones bajo un régimen de ley marcial.

En un contexto más amplio, el Departamento de Defensa, a lo largo de estos cuatro años aunque especialmente en la recta final del mandato, se vio afectado por las decisiones controvertidas y erráticas de Trump, quien nombró a dos secretarios con confirmación senatorial, James Mattis y Mark Esper, amén de situar en el puesto a otros cuatro secretarios interinos y en funciones. Mattis dimitió a finales de 2018 en desacuerdo con la orden de evacuar a las tropas destacadas en Siria, mientras que Esper fue fulminantemente despedido el 9 de noviembre de 2020, al parecer por negarse a desplegar soldados para sofocar las protestas raciales y los disturbios a raíz del homicidio policial de George Floyd.

El breve sucesor en funciones de Esper, Christopher Miller, amonestado de manera explícita por todos sus predecesores en el cargo, tramitó las órdenes presidenciales de poner fin a la operación antiterrorista en Somalia, desarrollada por un batallón de 700 hombres, y de acelerar la retirada de los pocos miles de efectivos que quedan en Irak (3.000) y Afganistán (4.500), de manera que ya solo permanezcan en los dos países, donde la inseguridad y la violencia vuelven a empeorar, sendos remanentes de 2.500 soldados en misiones no de combate. Estos últimos repliegues, de regusto aislacionista, son considerados temerarios por muchos mandos militares y congresistas, quienes también reprocharon a Miller su nula cooperación con el equipo de Biden para el cambio de Administración. En añadidura, entre diciembre y enero las dos cámaras del Congreso anularon el veto postrero de Trump a la llamada Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA), ley federal que especifica el presupuesto anual de la Fuerzas Armadas, dotado para 2021 de 740.500 millones de dólares.

Biden y Austin tendrán ahora que aclarar cómo quedan los operativos en Afganistán e Irak, más teniendo en cuenta que el nuevo presidente y su partido, en su plataforma electoral, prometían salir de forma "responsable" de las "guerras eternas" de Oriente Medio, aunque sin claudicar en el compromiso del combate al Estado Islámico. Otros puntos del programa electoral demócrata concernientes a la Defensa son la transformación tecnológica de las Fuerzas Armadas, el final del "despilfarro" en el gasto militar, el desarme y no proliferación nucleares, y la revocación de la política discriminatoria hacia las personas LGBT en el Ejército, volviendo así al marco permisivo adoptado por la Administración Obama. El 25 de enero Biden firmó una orden ejecutiva para, derogando la prohibición impuesta en 2018 por Trump, permitir a las personas transgénero servir en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.

(Texto actualizado hasta enero 2021)

Natural de Alabama pero criado en la vecina Georgia, recibió formación superior a la vez que instrucción militar en la célebre Academia de West Point, donde en 1975 se graduó como cadete con el grado de alférez y el título de Bachelor of Science. En 1981 fue asignado como oficial de operaciones y comandante de compañía al Batallón del Mando del Reclutamiento del Ejército (USAREC) en Indianápolis. De ahí pasó a la Universidad de Auburn en Alabama para cursar una licenciatura en Magisterio. En los años siguientes, su currículum incorporó un MBA por la Universidad de Webster, Missouri, y sendas graduaciones de capacitación castrense realizadas en la Army Infantry School de Fort Benning, Georgia, el Army Command and General Staff College de Fort Leavenworth, Kansas, y el Army War College de Carlisle, Pensilvania.

Tras su primer servicio de armas en Indianápolis, Austin retornó brevemente a la oficialidad operativa de West Point y luego estuvo destinado a la dotación de la 3ª División de Infantería Mecanizada en Alemania. Sus cualificaciones académicas le permitieron servir sucesivamente en la 82ª División Aerotransportada en Fort Bragg, Carolina del Norte, el 508º Regimiento de Infantería, la 10ª División de Infantería Ligera de Montaña en Fort Drum, Nueva York y el 22º Regimiento de Infantería. En Fort Drum fue director de Planes, Instrucción, Movilización y Seguridad. En 1993 volvió a Fort Bragg para comandar el 2º Batallón del 505º Regimiento de Infantería, unidad de paracaidistas perteneciente a la 82ª Aerotransportada. En esta célebre división del Ejército de Estados Unidos Austin sirvió asimismo como oficial de Estado Mayor y, una vez graduado en el Army War College y con el rango de coronel, como comandante de la 3ª Brigada, que encuadraba los tres batallones del 505º Regimiento.

De Fort Bragg, Austin pasó a la plantilla de uniformados del Pentágono. En el cuartel general del Departamento de Defensa en Washington el coronel estuvo asignado a la Junta de Jefes de Estado Mayor, el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, para el que ejerció de oficial de operaciones. Posteriormente sirvió como adjunto de maniobras a las órdenes del general Buford Blount, al frente de la 3ª División de Infantería. Desde el cuartel general divisionario en Fort Stewart, Georgia, Austin participó en la conducción de las tropas que tomaron parte en la invasión de Irak en marzo de 2003, misión por la que fue condecorado con una Estrella de Plata. Una vez comenzada la ocupación de Irak, Austin, promovido ya al generalato de brigada, fue nombrado comandante en jefe de la 10ª División de Montaña. Este mando requirió su estadía por unos meses en Afganistán para comandar sobre el terreno la Fuerza Operativa Combinada Conjunta 180 (CJTF 180).

En septiembre de 2005 Austin dejó su despachó en Fort Drum y se instaló en la Base Aérea MacDill de Tampa, Florida, en calidad de jefe de Estado Mayor del Mando Central de Estados Unidos (CENTCOM), a la sazón comandado por el general John Abizaid. A finales de 2006 fue ascendido a teniente general y recibió la comandancia del XVIII Cuerpo Aerotransportado, gran cuerpo de ejército de despliegue rápido formado por cuatro divisiones (la 3ª de Infantería, la 10ª de Montaña, y las 82ª y 101ª Aerotransportadas), más una serie de brigadas especializadas. En febrero de 2008 el oficial afroamericano se convirtió en el segundo de la cadena de mando de las tropas estadounidenses estacionadas en Irak con el puesto de comandante del Cuerpo Multinacional (MNC-I). Se trataba de una estructura a su vez integrada en la Fuerza Multinacional Irak (MNF-I), encabezada en ese momento por el general David Petraeus y posteriormente por el general Raymond Odierno. Austin siguió comandando el XVIII Cuerpo Aerotransportado hasta agosto de 2009, momento en que recibió el puesto de director de la Junta de Jefes de Estado Mayor, presidida por el almirante Michael Mullen.

El 1 de enero de 2010, como parte de las previsiones del Acuerdo de 2008 con el Gobierno de Bagdad sobre la retirada gradual de las tropas y la definición del estatus del contingente norteamericano en la fase final de la ocupación, los tres grandes comandos estadounidenses en Irak, la MNF-I, el MNC-I y el Mando Multinacional de Transición de la Seguridad (MNSTC-I), fueron fusionados en un único mando, las Fuerzas de Estados Unidos-Irak (USF-I). El 1 de septiembre siguiente el general Austin recibió en Bagdad del general Odierno el mando de las USF-I, en una ceremonia que estuvo presidida por el general de marines James Mattis, comandante del CENTCOM, y a la que asistieron también el general Mullen por el Estado Mayor Conjunto, el secretario de Defensa Robert Gates y el vicepresidente Joe Biden.

Oficialmente, las USF-I no se quedaban por unos meses para combatir a la insurgencia y el terrorismo, sino únicamente en misiones de adiestramiento, asistencia y "asesoría" de las Fuerzas Armadas Irakíes. El contingente empezaría a achicarse a buen ritmo a partir de una dotación de 49.700 hombres, organizados en seis brigadas para entrenar a los efectivos irakíes más un destacamento de 4.500 soldados de operaciones especiales. La operación mandada sobre el terreno por Austin recibía el nombre de Nuevo Amanecer, tomando el relevo a la anterior operación Libertad Irakí, y concluyó de facto el 18 de diciembre de 2011, día en que el último convoy de tropas cruzó la frontera de Kuwait. El general, que había participando intensamente en las discusiones con las autoridades irakíes, regresaba a Estados Unidos después de dejar clara su preferencia por una modalidad de retirada no total, a fin de dejar en el país, donde el conflicto armado estaba lejos de resolverse, una presencia de al menos 10.000 soldados. Sin embargo, ni la Administración Obama ni el Gobierno irakí consideraban necesario este escenario. El último día de 2011 las USF-I fueron disueltas y todas las responsabilidades sobre la seguridad fueron asumidas por las Fuerzas Armadas Irakíes; en cuanto a los asuntos de la cooperación militar, estos pasaron a ser competencia del Departamento de Estado.

Su destacada hoja de servicios en Irak le abrió a Austin las puertas de despachos de mayor relieve en el alto mando castrense de Estados Unidos. De inmediato, fue nombrado vicejefe del Estado Mayor del Ejército. El puesto, de carácter administrativo y burocrático, encargado de los temas económicos y de personal, lo estrenó el 31 de enero de 2012, sucediendo al general Peter Chiarelli. Su directo superior en el Estado Mayor era su anterior camarada de Irak, el general Odierno. Austin culminó su carrera militar el 22 de marzo de 2013 al recibir, vía nominación presidencial de Obama, la jefatura del CENTCOM, en la que sucedió al general Mattis, futuro secretario de Defensa con el presidente Trump. Como comandante del CENTCOM, Austin fue el cerebro militar de la campaña de bombardeos aéreos arrancada en 2014 para frenar las conquistas del Estado Islámico en Irak y Siria. Igualmente, el general supervisó el polémico, y a la postre fracasado, programa encubierto del Departamento de Defensa -que transcurrió en paralelo al programa encubierto de la CIA- para el entrenamiento y equipamiento de un grupo muy reducido de rebeldes sirios especialmente seleccionados para luchar contra los yihadistas cerca de la frontera turco-siria .

Finalmente, el 30 de marzo de 2016, Austin, a los 62 años y tras 41 en el servicio activo, cedió el mando del CENTCOM al general Joseph Votel; acto seguido, el 5 de abril, colgó el uniforme y se licenció del Ejército. En su nueva condición de civil, el general retirado se procuró un lucrativo estatus profesional en el sector privado como miembro de las juntas directivas de dos empresas contratistas o subcontratistas del Pentágono, Raytheon Technologies, proveedora de sistemas avanzados de defensa, y Nucor, el mayor fabricante de acero de Estados Unidos. En 2018 Austin se incorporó al consejo directivo de Tenet Healthcare, multinacional texana del ramo sanitario conocida por reclutar a muchos ex miembros de las Fuerzas Armadas. Además, incursionó en los negocios de consultoría, a través de su propia firma, y de inversiones de capital, en el seno de la firma Pine Island Capital Partners.

Lloyd Austin, quien profesa la fe católica, y su esposa, Charlene Denise Banner, son padres de dos hijos.

(Cobertura informativa hasta 1/12/2020)