Laura Chinchilla Miranda
Presidenta de la República (2010-2014)
Laura Chinchilla, una politóloga experta en las áreas de justicia, policía y seguridad ciudadana, de las que fue ministra, ha ganado las elecciones de febrero de 2010 en Costa Rica, convirtiéndose en la primera mujer presidenta de este país, el más desarrollado y estable de Centroamérica. Exponente en el gobernante Partido Liberación Nacional (PLN) de una tendencia teóricamente socialdemócrata aunque en la práctica centrista y liberal, Chinchilla sucederá en mayo a su correligionario y mentor Óscar Arias, con quien fue vicepresidenta por un bienio. La mandataria electa ha basado sus propuestas en la continuidad de las políticas de la Administración saliente en los terrenos económico, comercial y social, pero poniendo énfasis allí donde el balance es insatisfactorio, como es el caso de la lucha contra la delincuencia.
(Texto actualizado hasta febrero 2010)
1. Consultora y ministra en las áreas de justicia e interior
2. La primera presidenta de Costa Rica en la estela de Óscar Arias
1. Consultora y ministra en las áreas de justicia e interior
Primogénita del licenciado Rafael Ángel Chinchilla Fallas, contralor general de la República entre 1972 y 1987, cursó las educaciones primaria y secundaria en la Escuela República del Perú, en San José, y en 1977 se matriculó en la Universidad de Costa Rica, de la que egresó con un título en Ciencias Políticas en 1981. Entre 1986 y 1989 amplió su formación con una beca en la Universidad Georgetown de Washington D. C., prestigiosa casa de estudios que le proporcionó un máster en Ciencias Públicas.
De acuerdo con el currículum oficial que facilita la web del Ministerio de Justicia y Gracia, y con el perfil personal que ella misma divulga en su cuenta de la red social Facebook, ya antes de concluir su instrucción académica Chinchilla emprendió una trayectoria profesional ligada a la consultoría en materia de reforma institucional y administrativa, particularmente las reformas de los órganos de justicia y de seguridad del Estado, en su dimensión latinoamericana y africana.
Se mencionan la elaboración de trabajos de evaluación, la dirección de proyectos y la prestación de asesoría por encargo de organismos tales como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), así como las universidades de Costa Rica e Internacional de Florida. Una especialidad técnico-jurídica que en el transcurso de los años divulgó a través de conferencias, ponencias, cursos y decenas de publicaciones, en español y en inglés.
Entidades privadas como la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, el Centro de Investigación y Adiestramiento Político Administrativo (CIAPA), la Fundación para la Paz y la Democracia (FUNPADEM) y el Centro Internacional para el Desarrollo Humano (CIDH), además de, fuera de casa, el Washington Office on Latin America (WOLA), el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES) y el Woodrow Wilson International Center de Washington, recibieron de la experta costarricense sus aportaciones en los terrenos de la seguridad ciudadana, la seguridad fronteriza y los Derechos Humanos, entre otros temas conexos.
Sus servicios al Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (MIDEPLAN) abrieron a Chinchilla las puertas de la función gubernativa. El debut en este ámbito se produjo en mayo de 1994, cuando fue nombrada viceministra de Seguridad Pública en la Administración de José María Figueres Olsen, del socialdemócrata Partido Liberación Nacional (PLN), colocándose a las órdenes directas del ministro Juan Diego Castro. En virtud de ese cargo, Chinchilla encabezó también el Consejo Nacional de Migración y Extranjería y formó parte de la directiva del Consejo Nacional de Drogas (CONADRO).
Transcurrido el ecuador del período presidencial, en noviembre de 1996, Figueres la ascendió a titular del Ministerio de Seguridad Pública y Gobernación en sustitución de Bernardo Arce Gutiérrez, quien tuvo que dimitir tras verse salpicado por unos supuestos actos de corrupción. Hasta el final del cuatrienio, en mayo de 1998, fecha en que tomó posesión el Gobierno socialcristiano de Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, Chinchilla, convertida en la primera mujer que mandaba sobre las fuerzas policiales de Costa Rica, adquirió notoriedad por las espectaculares redadas antidroga realizadas por el personal de su departamento. La ministra siguió muy de cerca las andanzas criminales en Costa Rica de las redes del narcotráfico como jefa del Centro de Inteligencia Conjunto Antidrogas (CICAD).
Con el PLN apeado del Gobierno, Chinchilla retomó la profesión privada como asesora internacional y docente en su especialidad, y como autora de artículos y monografías. En 2000, 15 años después de divorciarse de su primer marido, contrajo matrimonio con el hispano-canadiense (nativo de la ciudad andaluza de Granada, pero con nacionalidad del país norteamericano, donde vivió y ejerció durante más de tres décadas) José María Rico Cueto, un doctor en Derecho especializado en justicia penal y criminología con una amplia trayectoria internacional, y que era 25 años mayor que ella. La pareja, que antes de la boda ya había concebido un hijo de corta edad, llamado como su padre, se había conocido una década atrás, cuando los dos trabajaban como consultores en un programa de cooperación internacional: entonces, ella coordinaba la ejecución de proyectos en Costa Rica y él era el asesor principal del programa.
Chinchilla reanudó su carrera política en las elecciones generales del 3 de febrero de 2002, a las que se presentó como candidata del PLN a uno de los 57 escaños de la Asamblea Legislativa. Ella conquistó la curul, pero el candidato presidencial del partido, Rolando Araya Monge, fue batido en la segunda vuelta por su rival del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), Abel Pacheco de la Espriella. Como diputada de la legislatura 2002-2006, la politóloga presidió la Comisión Especial de Narcotráfico y fue miembro de las comisiones de Asuntos Jurídicos y Asuntos Internacionales.
El 9 octubre de 2005 el PLN proclamó a Chinchilla, quien ya venía formando parte del Directorio Político Nacional del partido (cuyo máximo responsable orgánico era Francisco Antonio Pacheco Fernández, luego presidente de la Asamblea Legislativa), candidata a la Primera Vicepresidencia de la República dentro de la fórmula presidencial de Óscar Arias Sánchez. El 5 de febrero de 2006, 16 años después de completar el primer ejercicio, el Premio Nobel de la Paz ganó su segundo mandato en reñidísima pugna con su rival por la izquierda, el ex ministro liberacionista Ottón Solís Fallas, del Partido Acción Ciudadana (PAC).
Tras posesionarse el 8 de mayo de 2006 de la segunda magistratura del Estado y de paso del Ministerio de Justicia y Gracia, Chinchilla robusteció la fama que ya le precedía de servidora laboriosa y enérgica al involucrarse a fondo en un amplio abanico de iniciativas y políticas gubernamentales, como el programa educativo Avancemos, para la beca de estudiantes con bajos ingresos, y la nueva legislación sobre seguridad ciudadana y lucha contra el crimen organizado, que era su área de experiencia profesional.
2. La primera presidenta de Costa Rica en la estela de Óscar Arias
Animada por sus excelentes puntuaciones en los sondeos de popularidad, y con el respaldo manifiesto del presidente Arias, la vicepresidenta se decidió a poner sobre la mesa sus ambiciones políticas. El 8 de octubre de 2008 renunció a todos sus puestos en el Ejecutivo (lo que dejó a este poder descabezado de vicepresidentes, ya que el segundo titular, Kevin Casas Zamora, había renunciado al cargo en setiembre de 2007 por unos cuestionamientos éticos) y el 15 de enero de 2009 presentó de manera oficial su aspiración a candidatear por su partido a la Presidencia de la República en las elecciones de 2010. Por el momento, sólo era precandidata, ya que debía medir su postulación con las de otros conmilitones en una votación primaria abierta a todo costarricense inscrito en el padrón del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), es decir, unos 2,7 millones de personas, aunque el PLN daba por sentado que acudirían a sus urnas menos de la quinta parte.
La convención electoral del PLN tuvo lugar el 7 de junio de 2009 y en ella, Chinchilla, unánimemente considerada la representante de la tendencia arista, conservadora y predominante, se impuso con el 55,5% de los votos a Johnny Araya Monge, alcalde de San José, hermano menor de Rolando Araya y principal exponente del ala izquierdista-mongista -por el ex presidente (1982-1986) Luis Alberto Monge Álvarez-, y a Fernando Berrocal Soto, hasta marzo de 2008 ministro de Seguridad Pública y Gobernación, y personalidad liberacionista no adscrita a ninguna tendencia ideológica particular. Araya recabó el 41,6% de los votos y Berrocal sólo alcanzó el 2,9%. Nada más conocer el resultado de la primaria, Arias exhibió su satisfacción por la proclamación de Chinchilla con estas palabras: “Se cumple un viejo sueño mío de que los costarricenses puedan algún día escoger a una mujer como presidenta”. En octubre, Chinchilla presentó a sus dos compañeros de fórmula: Alfio Piva Mesén para primer vicepresidente y Luis Liberman Ginsburg para segundo vicepresidente.
Realzando su físico de mujer de rasgos aguzados, melena oscura y voz fuerte, y bajo el eslogan de Laura, firme y honesta, la candidata del oficialismo presentó un Plan de Gobierno para el período 2010-2014 de líneas básicamente continuistas y situado, según rezaba el manifiesto, en un “tercer camino”, entre “el individualismo que quiere sacrificar lo público en nombre de lo privado”, y “la nostalgia y el estatismo que ignoran los éxitos innegables de nuestro desarrollo económico en los últimos veinte años”. Estos logros se señalaban en terrenos como el crecimiento sostenible, la diversificación productiva, el dinamismo exportador, la atracción de inversiones tecnológicas, la “prudencia” fiscal y monetaria, la generación de empleo, los aumentos de los salarios y las pensiones no contributivas, la reducción de la pobreza y el desarrollo de la infraestructura de transportes.
Ahora, continuaba el programa del oficialismo, se trataba de afianzar y de mejorar las tendencias positivas en aras de “una Costa Rica segura y próspera”. Este “salto adelante”, entre otras políticas y medidas, requería: completar la reforma del régimen cambiario, para pasar del sistema de tipos variables entre bandas de fluctuación (adoptado por el Banco Central en 2006) a otro de “flotación administrada”; favorecer a las micro, pequeñas y medianas empresas; expandir la red de acuerdos de libre comercio a los mercados europeo y chino (dando remate a las negociaciones en curso) y buscar el ingreso en la APEC; intensificar la apuesta por la sociedad digital y del conocimiento, principalmente en el campo educativo; invertir en el incremento de la producción nacional de energía; combatir activamente el cambio climático; y gastar más en obras públicas y en los programas de protección social orientados a los grupos de edad (ancianos y niños) más vulnerables y a las comunidades locales. Por otro lado, Chinchilla descartó crear nuevos impuestos mientras no se dejara atrás la coyuntura de flojera económica, como consecuencia de la crisis global.
No podía faltar en las propuestas de Chinchilla, que se ufanaba de llevar “los pantalones bien puestos” (aunque en la campaña compareció a menudo vistiendo falda, para acentuar su feminidad), la que sin duda era su principal divisa profesional, el tratamiento de la inseguridad pública, un problema particularmente visible y motivo de preocupación general. Sin embargo, lejos de abrazar el discurso fácil (y a la orden del día en los países del entorno) de la “mano dura” o la “tolerancia cero” con la delincuencia común y organizada, la candidata del Gobierno presentaba un enfoque integral de los riesgos para las personas y planteaba la seguridad tanto en términos de protección contra el crimen (“seguridad ciudadana”) como de bienestar vital (“seguridad social”).
En el primer frente, Chinchilla ofrecía hacer un diagnóstico sereno y profundo del problema y atacarlo con una combinación de represión contundente del delito, mecanismos de prevención y control del mismo, fórmulas para impedir la impunidad y alianzas estratégicas regionales en materia de seguridad pública. En concreto, planteaba la necesidad de mejorar la profesionalización de la Policía, dotar de más recursos a la Fuerza Pública y el aparato judicial, y hacer un cumplimiento cabal, poniendo los medios necesarios, de la nueva Ley contra la Delincuencia Organizada, aprobada por la Asamblea en julio de 2009. La candidata dio por hecho que Costa Rica tendría que hacer frente a una penetración de las poderosas mafias colombianas y mexicanas del narcotráfico, combatidas con medios bélicos por los gobiernos de esos países. Planteada esa situación, la nación centroamericana, sin ejército desde 1948, no se saldría de los parámetros policiales, bien que valiéndose “de los mejores recursos posibles”. “La lucha contra el narcotráfico no necesariamente implica la militarización de la seguridad pública de un país”, explicó a posteriori.
En otro orden de cosas, la muy católica Chinchilla manifestó su oposición a cualquier cambio legal que contraviniese los preceptos de la Iglesia, ya se tratara del aborto (permitido en Costa Rica sólo para salvar la vida o preservar la salud física de la madre) o de las uniones civiles entre homosexuales. En cuanto a la píldora postcoital, ya comercializada en el país, la candidata la prohibiría si los estudios científicos establecían su naturaleza abortiva.
Ser la evidente predilecta de Arias, un presidente acusado por la izquierda costarricense de practicar una falsa socialdemocracia, y liderar (aunque con fuertes variaciones) desde el lanzamiento de su candidatura los sondeos de opinión, colocaron a Chinchilla en las mirillas de sus principales adversario en las urnas: Ottón Solís, que concurría ahora por la coalición de centro-izquierda antiliberal Frente Electoral Patriótico Progresista, y Otto Guevara Guth, del derechista y proempresarial Movimiento Libertario, quien también iba por su tercera tentativa presidencial.
La imputación sistemática a Chinchilla fue que no era más que una política sin ideas propias ni autonomía, y una “marioneta” de Arias, a quien todo debía. La propaganda audiovisual de Solís, quien se empleó a fondo para obligar a la oficialista a disputar con él el paso a una segunda vuelta -requerida si el más votado en la primera no superaba el 40%-, fue particularmente insistente en este punto, al ridiculizarla como una títere movida por los hilos que tiraban sus mentores del arismo. Chinchilla vio peligrar su triunfo en la primera vuelta ante el avance del derechista Guevara, quien pisó con éxito el terreno donde la ex ministra más solvencia prometía, la seguridad en las calles, valiéndose de un discurso más convencional y contundente. No contaba en esta competición a tres el aspirante del PUSC, Luis Fishman Zonzinski, opción de una formación antaño mayoritaria, en las dos décadas en que integró el condominio bipartidista con el PLN, pero que desde su hundimiento en 2006 no levantaba cabeza.
En la jornada electoral del 7 de febrero de 2010, desarrollada con la excelencia democrática y cívica ya rutinaria en esta parte de Centroamérica, Chinchilla mejoró con creces las últimas expectativas y se proclamó ganadora con el 46,8% de los votos. Solís, Guevara y Fishman recogieron el 25,2%, el 20,8% y el 3,9%, respectivamente. En las legislativas, el PLN obtuvo unos resultados más discretos, un 37,2% de los sufragios que iba a traducirse en una cuota de escaños inferior a los 25 asambleístas metidos en 2006; se trataba de una mayoría simple debilitada que iba a hacer más necesaria la política de pactos parlamentarios. La abstención, que había alcanzado el 34,6% en 2006, se redujo al 30,9% en esta ocasión.
Con su asunción el próximo 8 de mayo, Chinchilla se convertirá en la decimosexta jefa de Estado o de Gobierno de América, la décima presidenta del continente (la sexta elegida en las urnas) y la tercera presidenta centroamericana tras la nicaragüense Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997) y la panameña Mireya Moscoso (1999-2004), pero, a diferencia de ambas, no ha tenido por marido a un líder renombrado al que deba su entrada en la política.
(Cobertura informativa hasta 1/3/2010)