Kim Jong Il
Líder Supremo (1994-2011), secretario general del PTC (1997-2011) y jefe del Estado (1998-2011)
La súbita muerte el 17 de diciembre de 2011, a los 70 años y víctima de la "fatiga física y mental", de Kim Jong Il, líder supremo y dictador absoluto de la nuclearizada Corea del Norte, abre un escenario de gran incertidumbre y no poca inquietud por las implicaciones que pueda tener en la seguridad de un área del planeta especialmente volátil. Ahora, la comunidad internacional aguarda a comprobar el desarrollo de la sucesión al frente del régimen político más imprevisible y hermético en la persona del heredero designado, Kim Jong Un, hijo menor del difunto, nieto del presidente fundador y continuador de esta singular dinastía comunista, aficionada a tener al mundo en vilo con sus peligrosos desafíos.
LA PERSONALIDAD Y EL RÉGIMEN DE UN DÉSPOTA TOTALITARIOEn 1994, tras 14 años como delfín oficial, Kim Jong Il, llamado el Querido Líder, ocupó el hueco dejado por su fallecido padre, el Gran Líder Kim Il Sung, fundador de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) en 1948 y en lo sucesivo Presidente Eterno de la misma. Aunque líder de facto desde el primer momento, hasta 1997 Kim no asumió de iure la Secretaría General del partido único, el de los Trabajadores de Corea (PTC), y hasta 1998 no hizo lo propio con la jefatura del Estado en tanto que presidente de la Comisión de Defensa Nacional. Bajo su férula, el monolítico régimen norcoreano, más monárquico que republicano, mantuvo y aún reforzó sus peculiares señas de identidad, haciendo más chirriante su condición de reliquia anacrónica de la Guerra Fría. Por un lado, el funcionamiento de un implacable Estado totalitario, de tintes orwellianos, que adoctrina intensamente a sus ciudadanos-súbditos, fomenta un culto a la personalidad extremo que deifica al padre y al hijo, y castiga el menor signo de disidencia, real o imaginaria, con campos de concentración, torturas y ejecuciones masivas, conformando la peor situación de Derechos Humanos imaginable; en otras palabras, en la Corea de los Kim no se dejaron resquicios de libertad, márgenes para la discrepancia ni salvaguardias frente a la arbitrariedad y el terror institucionalizados.
Por otro lado, rige la subordinación del PTC, reducido a un papel meramente auxiliar en esta dictadura personalista, y de la ideología marxista-leninista, otrora imperante, a las actuales doctrinas oficiales de la RPDC, que son dos: el principio del Juche o ideología de la autosuficiencia nacional, que se define como "humanista" y justifica las pulsiones autárquicas y aislacionistas; y el Songun, o primacía del Ejército, verdadero soporte del régimen y destinatario de lo mejor de los escasos recursos nacionales, el cual impregna de militarismo y belicismo todos los aspectos del Estado y la vida diaria. Entre sus muchos títulos, Kim Jong Il era el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, las cuartas del mundo en número de soldados.
Las consecuencias cotidianas de estos dogmas dañinos los sufre la población norcoreana, presa, con muchos cientos de miles de muertos desde la última década del pasado siglo, de las hambrunas y la desnutrición que provocan los desastres naturales y agrava la negligencia criminal de sus dirigentes. Las víctimas innumerables de estas dos violencias, la represión política despiadada y el desastre económico y alimentario, sumen al país tiranizado por la familia Kim en lo más parecido a un genocidio a cámara lenta. Indisociable de la irracionalidad cara al régimen de gobierno que recibió en legado fue la personalidad problemática de Kim Jong Il, cuyo carácter impredecible, que invitaba a endilgarle todos los rasgos típicos de los grandes autócratas (desde la paranoia a la megalomanía pasando por una colección de manías y excentricidades), se reflejó claramente en su política exterior. La misma estuvo enfocada a un objetivo fundamental, a saber, la búsqueda de la seguridad militar y de suministros industriales y energéticos para asegurar la supervivencia del régimen, más allá de lo que pudiera facilitar China, el único aliado y protector con que contaba la RPDC.
Esa fue la meta obsesiva de Kim Jong Il, quien supeditó a ella el tortuoso diálogo con el Sur para la superación de la división nacional dejada por la contienda de 1950-1953 –técnicamente, a falta de un tratado de paz, el estado de guerra sigue vigente entre las dos Coreas- y pretendió vincularla a una negociación exclusiva con Estados Unidos con vistas a un tratado bilateral de no agresión. Siguiendo una estrategia de total incongruencia, el líder norcoreano recurrió sistemáticamente al chantaje nuclear, la provocación militar y las amenazas de guerra total, es decir, violentó la seguridad en esta parte de Asia, con el objeto proclamado de arrancar a Washington y Seúl concesiones en materia, precisamente, de seguridad y de amarrar la paz en la península coreana, paz que su agresiva temeridad no hacía más que socavar. Así, sus 17 años en el poder fueron una exasperante montaña rusa, con periódicos picos de posibilismo diplomático, que esperanzaban a gobiernos y pueblos con un futuro de desarme y reunificación en Corea, a los que inexorablemente seguía la vuelta a la intransigencia y la confrontación. Kim Jong Il se desdijo de todas las declaraciones solemnes que realizó y violó todos los compromisos que contrajo.
UNA AMENAZA CONSTANTE PARA LA PAZ EN EXTREMO ORIENTELa sucesión paterno-filial de 1994 aconteció justo después de un histórico acuerdo suscrito en Ginebra por el que Corea del Norte renunciaba a sus viejos reactores nucleares generadores de electricidad pero susceptibles de producir plutonio para bombas y sometía sus instalaciones a la inspección de la AIEA, mientras que Estados Unidos constituía un consorcio internacional para facilitarle tecnología nuclear más segura así como petróleo. En 2000, no sin el desasosegante preámbulo de unas escaramuzas navales, unos tiroteos en la Zona Desmilitarizada que acolcha la línea del armisticio de Panmunjom y el lanzamiento de un misil balístico sobre el mar de Japón, Kim Jong Il se embarcó en una apertura con los surcoreanos que dejó para la historia su cumbre en Pyongyang con el presidente Kim Dae Jung, confiado adalid de una empresa de reconciliación conocida como la Sunshine Policy o política de la sonrisa. La Declaración Conjunta de los líderes tocayos permitió gestos de intercambio y el rebajamiento de tensiones, pero no se avanzó ni en la desmilitarización de la frontera ni en la unificación nacional.
En 2002, el acercamiento a Occidente, desarrollado en paralelo a las conversaciones intercoreanas, se vio perjudicado por la inclusión de Corea del Norte en su "eje del mal" por la Administración Bush. Ese año, todo empezó a torcerse. Sintiéndose hostilizado, Pyongyang reconoció que tenía un programa nuclear secreto para usos militares, reactivó su reactor de Yongbyon y, ya en 2003, se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y reanudó los ejercicios con misiles de crucero. La escalada de tensión precipitó la apertura en Beijing de unas conversaciones sexpartitas (las dos Coreas, Estados Unidos, China, Rusia y Japón) cuyas sucesivas rondas, seis hasta 2007, no consiguieron ningún compromiso duradero sobre la desnuclearización del Norte. Crecientemente escéptico y frustrado, Washington rechazó las insistentes exigencias de los norcoreanos de entablar negociaciones bilaterales para que, a cambio de liquidar su arsenal de misiles y su programa atómico, la superpotencia les concediera relaciones diplomáticas normales, plenas garantías de seguridad y toda la ayuda energética que precisaban.
En 2005 los voceros del dictador anunciaron que el país ya disponía de armas nucleares para la "autodefensa". No se trataba de un farol: en octubre de 2006, a continuación de una salva de misiles de diverso alcance sobre el océano, Corea del Norte demostró a las claras sus avances armamentísticos en la categoría de destrucción masiva con la detonación subterránea de una bomba de fisión de muy baja potencia. El test, que convirtió al pequeño país asiático en la octava potencia nuclear declarada (la tercera fuera del TNP, junto con India y Pakistán), supuso un golpe demoledor a los esfuerzos internacionales para frenar la proliferación en este terreno y mostró con toda crudeza hasta dónde estaba dispuesto a llegar Kim Jong Il, anhelante de tratar con Estados Unidos desde un escalón estratégico más alto, en su insensato envite. Por de pronto, el póker nuclear sólo consiguió atraer a la depauperada Corea del Norte más sanciones y más aislamiento internacionales, precisamente cuando el país era anegado por las inundaciones y perdía sus cosechas.
Empujado por una China no menos alarmada que los demás interlocutores (y cada vez más impaciente por la renuencia de su ingrato protegido a introducir reformas económicas de mercado), Kim Jong Il hubo de recular. En febrero de 2007 Pyongyang anunció una vuelta a los términos del acuerdo de 1994. La AIEA retornó a la instalación de Yongbyon tras cinco años de ausencia. En octubre, Kim prometió desmantelar todas sus facilidades y programas nucleares para fin de año, al tiempo que sostenía su segunda cumbre intercoreana en casa, esta vez con el presidente Roh Moo Hyun, en aras de un tratado de paz definitivo.
No tardó el líder norcoreano en volver a las andadas, haciendo pedazos las expectativas suscitadas. En 2008, los tambores de guerra volvieron a sonar con el Sur y en 2009, luego de acusar a Estados Unidos de incumplir su parte del pacto de desarme por ayuda, repitió el desafío de 2006, es decir, mandó disparar un misil balístico de largo alcance –como en 1998, Pyongyang habló de cohete espacial para poner un satélite en órbita-, seguido de un ramillete de misiles de alcance menor y, entre medio, ordenó una segunda prueba nuclear bajo tierra. La RPDC se retiró de las conversaciones a seis bandas y reanudó su programa nuclear militar como si tal cosa. El torpedeamiento clandestino en marzo de 2010 de una corbeta surcoreana y el bombardeo artillero en noviembre siguiente contra una isla cerca de la frontera marítima, con el resultado de 50 muertos en total, terminaron de arruinar todos los esfuerzos invertidos por los dirigentes surcoreanos, que debieron cancelar su estéril política de apaciguamiento.
LA CONTINUIDAD DE LA DINASTIA COMUNISTA DE LOS KIMNo por casualidad, la huida belicista hacia delante de Corea del Norte a partir de 2008 coincidió con el paulatino deterioro de la salud del Querido Líder, aquejado de una misteriosa enfermedad que iba minando su físico. Aquel año, Kim sufrió una apoplejía que restringió notablemente sus apariciones públicas. En previsión de una incapacitación total o de un luctuoso desenlace, el dictador designó en 2009 heredero del trono al benjamín de sus tres hijos varones, Kim Jong Un, un rollizo joven de 25 años carente de experiencia militar o política y del que no se sabía prácticamente nada. A toda prisa, el menor de los Kim, en adelante ensalzado como el Brillante Camarada, fue promocionado a los más altos escalafones del Ejército Popular y el Partido, el cual, obediente, le ungió en 2010. En la primavera y el verano de 2011 el ya anciano Kim Jong Il pareció haberse recuperado de su dolencia al realizar sendos viajes en tren a China y Rusia, pero el 19 de diciembre de 2011 los medios del régimen dieron la noticia de su fallecimiento repentino, dos días antes, a causa de un infarto.
Mientras se suceden las muestras de dolor inconsolable de una población declarada huérfana del "padre de la nación y estrella polar de la reunificación nacional" (una coreografía de histeria colectiva idéntica a la mostrada al mundo en 1994 cuando la muerte de Kim Il Sung), y avanzan la ceremonias fúnebres, el mundo se mantiene a la espera de los próximos acontecimientos. No puede descartarse una exhibición de músculo militar para blindar el cambio de guardia. Asimismo, cobra fuerza la especulación sobre una suerte de regencia del tío del nuevo líder, Jang Sung Taek, vicepresidente de la Comisión de Defensa Nacional, quien en 2004 estuviera implicado en una trifulca en la cúpula que su cuñado zanjó con su purga, aunque luego le rehabilitó. Jang, en compañía de los generales, podría ejercer el poder de hecho como tutor temporal de su bisoño sobrino.
(Texto actualizado hasta diciembre 2011)
1. La preparación del futuro dictador
2. Dos décadas como heredero a la sombra de su padre Kim Il Sung
3. Indagación en la vida privada de un personaje enigmático
4. Encrucijada nuclear y apariencia de un liderazgo errático e imprevisible
5. Consolidación en el poder absoluto e incremento de las presiones exteriores
6. Hacia la reconciliación con Seúl y extensión de la apertura diplomática a Occidente
7. Crisis en las relaciones con Estados Unidos y agravamiento de la indigencia económica
8. Reactivación del programa nuclear y escalada de desafíos militares
9. La huida hacia delante de un déspota aislado: el test atómico de 2006
10. Una peligrosa estrategia de confrontación dosificada: segunda prueba nuclear y agresiones navales al Sur
11. Designación como heredero de su hijo Kim Jong Un y fallecimiento en 2011
1. La preparación del futuro dictador
La biografía oficial, hay que decir que panegírica hasta la absurdidad, del primogénito de Kim Il Sung, quien fuera el dirigente absoluto de Corea del Norte desde la partición de la península en 1948 hasta su fallecimiento en 1994, asegura que vino al mundo el 16 de febrero de 1942, en plena guerra de liberación nacional contra el ocupante japonés, en el campamento guerrillero que dirigía su padre en el monte Paekdu, en la frontera con China. Sin embargo, los archivos de la antigua URSS sitúan el nacimiento en una aldea de pescadores, Vyatskoye, a 70 km al nordeste de la ciudad siberiana de Jabárovsk, a orillas del Amur, en el lejano oriente soviético. Estas fuentes informan también que el niño, de hecho, recibió inicialmente el nombre de Yuriy Irsenovich Kim, siendo el patronímico Irsenovich una creación a partir de la forma rusificada, Irsen, del nombre propio del padre, Il Sung (dicho sea de paso, el nombre original de Kim Il Sung no era tal, sino Kim Song Ju), y que nació el 16 de febrero de 1941, es decir, un año antes de la fecha establecida. Entonces, Vyatskoye era el campo base de la 88ª Brigada del Ejército Soviético, formada por exiliados comunistas coreanos y chinos, y en la que Kim Il Sung comandaba un batallón con el rango de capitán.
El mentís de la historiografía aceptada en todas partes salvo en Corea del Norte afecta igualmente a Kim padre, al que la propaganda del régimen marxista-leninista por él fundado siempre presentó como un genial general revolucionario que desde la más tierna edad combatió al colonialismo japonés, hasta su total destrucción en 1945. En realidad, Kim Il Sung pasó toda la Segunda Guerra Mundial en la URSS, no regresando a su país hasta septiembre de 1945, siguiendo a las tropas soviéticas que, invadiendo desde el norte, arrollaron a los japoneses en Manchuria. Por tanto, cabe dar por seguro que hasta después de la rendición japonesa Kim hijo pasó los primeros años de su infancia en territorio soviético junto con su familia. La madre, Kim Jong Suk, primera esposa de Kim Il Sung, falleció después de la guerra, en 1949, a los 31 años, durante un parto prematuro. Dos años antes lo habría hecho un hermano menor del futuro dictador, Kim Pyong Il, al parecer ahogado en una piscina. El tercer retoño tenido por Kim Il Sung y Kim Jong Suk, Kim Kyung Hee, una chica, haría carrera en los órganos dirigentes del partido.
Tras la división de la península coreana en dos zonas de ocupación separadas por el paralelo 38, con los soviéticos al norte y los estadounidenses al sur, Kim Il Sung se instaló con su familia en Pyongyang. Allí, el 9 de septiembre de 1948, el dirigente hizo proclamar la República Popular Democrática de Corea (RPDC) e instauró una férrea dictadura de tipo estalinista desde los cargos de secretario general del Partido de los Trabajadores de Corea (PTC), primer ministro y comandante en jefe del Ejército Popular Coreano. Durante la guerra contra Corea del Sur y sus aliados occidentales (junio de 1950 a julio de 1953), Kim Jong Il cursó estudios elementales en la República Popular China –país amigo cuya intervención militar salvó de la derrota a los norcoreanos- y tras el Armisticio de Panmunjom prosiguió su educación en la escuela Namsan de Pyongyang.
En septiembre de 1960 ingresó en la Facultad de Economía de la Universidad Kim Il Sung de la capital para instruirse en Economía Política. El PTC registra su alta de membresía el 22 de julio de 1961, tras alcanzar la mayoría de edad. Según la biografía oficial, en su etapa lectiva el joven desarrolló una intensa actividad cultural cuajada de estudios particulares de la obra y el pensamiento de su padre. Allí se le adjudican numerosos ensayos de teoría marxista adaptada al caso nacional, seminarios de formación política impartidos a compañeros de aula, visitas de inspección a centros de producción y todo tipo de diligencias encaminadas a la consolidación del régimen, bien por su cuenta, bien acompañando a su padre.
En resumidas cuentas, Kim hijo adquirió la categoría de experto en Juche (término que se suele traducir por “confianza en uno mismo”), la doctrina de autosuficiencia nacional formulada por Kim padre a partir de sus ideas marxistas y maoístas. El Juche, que generó una gigantesca bibliografía saturada de terminología repetida una y otra vez, que en 1972 reemplazó al marxismo-leninismo como la ideología oficial del Estado norcoreano y que incluso dio nombre a una cronología que hace de 1912, el año del nacimiento de Kim Il Sung, el Juche 1 de la nueva era, es definido como la “unión monolítica del Líder, el partido y las masas en una sola fuerza motriz de la sociedad, con la liberación del hombre como único objetivo”. También, como un “principio filosófico humanocéntrico” que confiere al hombre la condición de “maestro de todo que decide sobre todo”. Más aún, el Juche es ensalzado como la “solución” de todos los problemas y necesidades del pueblo coreano, y que puede resultar de gran utilidad para el conjunto de la humanidad.
Destacando siempre su inteligencia y brillantez excepcionales, una genialidad que había heredado de su progenitor, estos textos sobre la vida temprana de Kim se recrean en los detalles de su activismo político hasta el punto de invitar a los lectores a imaginárselo, más que como un estudiante, como un precoz maestro capaz de sermonear y adoctrinar a todo el mundo en cuestiones de calado teórico y práctico como el materialismo histórico, la revolución socialista, la lucha antiimperialista o la planificación económica. La publicación en marzo de 1964 de su tesis de graduación, La posición y el papel de un país en la construcción del socialismo, puso remate a su etapa formativa. El mutismo de las reseñas oficiales imposibilita la corroboración desde este lado de informaciones procedentes del exterior sobre ciertos pasajes de la primera trayectoria de Kim, como que en algún momento de los primeros años sesenta recibió adiestramiento como piloto de combate en una academia militar de la República Democrática Alemana, pero que a los cinco meses de ingresar fue expulsado de la misma por mala conducta, o que a comienzos de la década siguiente aprendió el idioma inglés en Malta, acogido a la hospitalidad del Gobierno laborista de Dom Mintoff.
El 19 de junio de 1964 Kim empezó a trabajar para el Comité Central del PTC, dando comienzo su ascenso en el escalafón del partido. Poco después adquirió las primeras responsabilidades oficiales en el entramado del Comité Central, concretamente en el Departamento de Organización y Liderazgo, que dirigía su tío Kim Yong Ju, hermano menor de Kim Il Sung. La biografía oficial da mucha importancia a su denuncia en 1967, durante las purgas políticas desatadas por su padre, de las “perversas intenciones de los revisionistas anti-partido de debilitar la pureza de las tradiciones revolucionarias con la difusión de ideas burguesas, revisionistas y neoconfucianas”. El “sabio discernimiento” y la “resuelta indagación” de Kim, prosigue la biografía, permitieron al partido suprimir un “complot” orquestado desde dentro.
En septiembre de 1970 Kim fue promovido a los puestos de vicedirector del Departamento de Agitación y Propaganda, y director del Departamento de Cultura y Arte del IV Comité Central. Desde estas oficinas ordenó la composición de obras teatrales, poéticas y novelísticas de exaltación patriótica, glorificación del régimen político y culto a la personalidad de su padre, que, como las demás producciones ideológicas del régimen, ofrecían unas cotas de ditirambo y de machacona reiteración de léxico revolucionario que igualaban o superaban a las de las fraseologías estalinista o maoísta. Es en esta época cuando Kim, un treintañero joven cuyas crecientes comparecencias públicas secundando a su padre sugerían la existencia de un plan sucesorio, se reveló como un entusiasta de las artes escénicas y la cinematografía, y de su adaptación a las necesidades pedagógicas del régimen. De creer las reseñas oficiales, él mismo redactó algunas óperas de canto, danza y drama como vehículos de “cultura revolucionaria”. En 1973 publicó el estudio Sobre el arte del cine, al que hasta los años noventa siguieron nuevos ensayos sobre otras tantas manifestaciones artísticas aplicadas a la inculcación del Juche.
2. Dos décadas como heredero a la sombra de su padre Kim Il Sung
En octubre de 1972 Kim se convirtió en miembro pleno del V Comité Central y en septiembre del año siguiente, durante el séptimo plenario, en el secretario de Organización, Agitación y Propaganda, esto es, el corazón ideológico del PTC y un órgano de importancia decisiva en un sistema donde el adoctrinamiento constante e intenso de la sociedad era la garantía del poder omnímodo del partido. De esta época data su obra Pequeña biografía del Camarada Kim Il Sung, con la que demostró ser el más cualificado cultivador del culto a la personalidad del Gran Líder de la RPDC. La entrada de Kim Jong Il en la suprema instancia colectiva del PTC por aquel entonces, el Comité Político del Comité Central, tuvo lugar el 13 de febrero de 1974, durante el octavo plenario. Desde sus nuevos cargos, se dedicó a impulsar la campaña de movilización de masas conocida como las Tres Revoluciones (“ideológica, técnica y cultural”), de impronta totalmente jucheana, y en economía el Plan de Seis Años (1971-1976, cuya culminación con un año de antelación se encargó de anunciar) y el Plan de Siete Años (1978-1984).
Informes de medios occidentales aseguran que en las décadas de los setenta y ochenta el vástago de la dictadura desempeñó un papel de primer orden como ejecutor de la estrategia antiimperialista diseñada por la RPDC para desestabilizar a potencias de Occidente en general y a Corea del Sur en particular. Esta campaña para subvertir regímenes políticos considerados enemigos no rehuía ni el asesinato político ni el terrorismo, y era aplicada sobre el terreno por una tupida red internacional de espías, agentes secretos y mercenarios.
Así, la RPDC estuvo detrás de las varias tentativas de magnicidio sufridas por los presidentes-dictadores surcoreanos Park Chung Hee (1963-1979) y Chun Doo Hwan (1980-1988), como fueron el intento de asalto por un comando del palacio presidencial de Seúl en 1968, la agresión por un coreano residente en Japón en 1974 -en la que resultó muerta la esposa de Park- y el atentado con bomba contra la delegación surcoreana desplazada a la capital de Birmania en 1983, que mató a 17 personas, entre ellas varios ministros. Éste es justamente el episodio terrorista que más se suele vincular a Kim Jong Il, aunque la explosión el 29 de noviembre de 1987 en pleno vuelo de un avión de la Korean Air Lines, que causó la muerte a 117 pasajeros, todavía fue achacada a la insidia criminal de los servicios secretos norcoreanos subordinados a su mando.
No todas las tropelías terroristas endilgadas a Kim tuvieron motivaciones desestabilizadoras de poderes foráneos: en 1978 sus sicarios raptaron al director y productor de películas surcoreano Shin Sang Ok y a su esposa y actriz Choi Eun Hee con el cándido propósito de que le ayudaran a levantar una industria norcoreana del cine que produjera largometrajes de éxito internacional. Sobre este chocante caso no puede dejar de añadirse que Shin filmó para sus anfitriones forzosos siete películas –la más conocida, Pulgasari, una versión local de Godzilla, el famoso monstruo japonés del celuloide- antes de conseguir escapar a Viena junto con su esposa en 1986.
Se debiera ya a sus méritos en las operaciones de inteligencia –naturalmente, jamás mencionadas por el régimen-, ya a sus contribuciones en los terrenos cultural e ideológico, el caso fue que en algún momento de los años setenta Kim Il Sung se convenció de la idoneidad de su hijo para sucederle al frente del Estado, el partido y las Fuerzas Armadas cuando él no pudiera seguir. En 1975 los órganos de prensa empezaron a referirse ambiguamente a Kim Jong Il tras el epíteto de “centro del partido”, un anónimo dignatario al que había que obedecer ciegamente por ser el que mejor comprendía y desarrollaba la doctrina del Juche. Sin embargo, la proclamación de Kim como el legatario político del Gran Líder no tuvo lugar hasta un lustro más tarde, al parecer debido a la oposición que el proyecto de instaurar una dinastía comunista hereditaria, situación que no tenía precedentes históricos, encontraba en algunos miembros del Buró Político. Fuera de Corea del Norte han sido abundantes las especulaciones sobre el rechazo suscitado por esta pretensión en varios altos cuadros y veteranos de la lucha antijaponesa, quienes no considerarían a Kim merecedor de tan alto destino por su inexperiencia e inmadurez.
El tío Kim Yong Ju, quien llevaba años perfilado como uno de los candidatos a la sucesión con más posibilidades, fue apartado de la escena justamente en 1975; para este jerarca fue el comienzo de un ostracismo de 15 años de duración. Otro candidato potencial, Kim Il –sin parentesco con la familia-, fue cesado como presidente del Consejo de Ministros en abril de 1976, antes de fallecer en 1984. En los últimos años setenta las comparecencias públicas de Kim menguaron y se habló de un apartamiento del primer plano que estaría relacionado con las luchas por el poder. Si las hubo, éstas se saldaron en favor del aspirante a delfín oficial del régimen. Finalmente, en el VI Congreso del PTC, celebrado entre el 10 y el 14 de octubre de 1980, Kim Jong Il fue designado sucesor de su padre e ingresó de golpe en el Buró Político del Comité Central -que sustituía al antiguo Comité Político-, en el muy selectivo Presidium o Comité Permanente del Buró Político, el nuevo órgano cimero del partido, y en la Comisión Militar del Comité Central. Esta triple promoción le convirtió en uno de los más altos jerarcas de la RPDC con rango oficial.
Removidos en apariencia los obstáculos a su futuro encumbramiento, Kim fue acumulando atribuciones adicionales de manera paulatina: diputado de la Asamblea Popular Suprema, a la vez que recibía el título de Héroe de la RPDC, en febrero de 1982; presidente de la Comisión Militar del Comité Central en 1984; primer vicepresidente de la Comisión de Defensa Nacional en mayo de 1990; y, hecho fundamental en un régimen basado en el uso coercitivo de la fuerza donde los militares ponen la espina dorsal, comandante supremo del Ejército Popular, sustituyendo a su padre, por decisión del VI Comité Central reunido en su decimonovena sesión plenaria. el 24 de diciembre de 1991. La falta de preparación castrense de Kim no obstó a un nombramiento al frente de la milicia que contó con la aquiescencia del muy poderoso ministro de Defensa, el mariscal Oh Jin Woo, considerado el número dos del régimen y jerarca leal a Kim Il Sung.
El 6 de agosto 1984 Radio Pyongyang se refirió a Kim por primera vez como el "único sucesor del Gran Líder". Comenzaron las referencias encomiásticas al Querido Líder -expresión que se convirtió en un sobrenombre cuasi oficial y que permitía subrayar la identificación, como si de un clon político se tratara, del hijo con el padre-, el “líder incomparable” y el “gran sucesor para la causa revolucionaria”. El régimen animó a la ciudadanía a seguir las directrices del Querido Líder de igual manera a como acataba el dictado del Gran Líder, y se afanó en enaltecer las virtudes de Kim como gran dirigente y teórico principal del Juche, según reflejaba el amontonamiento de discursos y artículos doctrinales de su puño y letra, que daban para periódicas ediciones de gruesos tomos recopilatorios.
El 20 de abril de 1992, ya entrado en la cincuentena de edad, Kim recibió el rango de mariscal del Ejército, pocos días después de que la prensa le aclamara como "jefe del partido, el Estado y el Ejército Popular". Tanta rotundidad generó confusión en el resto del mundo sobre si las previsiones sucesorias habían tenido efectivamente lugar, y el 1 de octubre siguiente nuevas expresiones del mismo tipo reavivaron la incertidumbre. Los medios del régimen ya venían refiriéndose rutinariamente a Kim hijo como el "Secretario", apelativo de intencionada carga ideológica que contrastaba con la imagen más estatal proyectada por su anciano padre, llamado el “Presidente”. La cascada de nombramientos se completó el 9 de abril de 1993, cuando la IX Asamblea Popular Suprema, reunida en su quinto período de sesiones, le eligió presidente de la Comisión de Defensa Nacional. El elenco de honores del Querido Líder incluía la Orden Kim Il Sung –concedida por triplicado- y un doctorado honorífico otorgado en 1986 por la universidad peruana Inca Garcilaso de la Vega.
3. Indagación en la vida privada de un personaje enigmático
Kim Il Sung falleció el 8 de julio de 1994 a los 82 años de edad, víctima de un fulminante ataque al corazón. Los telespectadores de todo el mundo pudieron ver a muchedumbres de norcoreanos llorar desgarradoramente al paso del cortejo fúnebre y arracimarse suplicantes, como presa de un agudo sentimiento de orfandad, ante la colosal estatua del dirigente difunto en Pyongyang. Aunque era el sucesor oficialmente designado, Kim Jong Il no asumió inmediatamente de manera oficial ni la Secretaría General del PTC ni la Presidencia de la República, continuando por el momento como el "dirigente supremo designado y único sucesor" del Gran Líder. Sin embargo, el mando absoluto recayó incuestionablemente en él, haciendo realidad la primera sucesión dinástica en la jefatura de un Estado comunista.
Muy poco era lo que el público internacional sabía entonces de Kim Jong Il, aunque los propios norcoreanos no estaban mejor informados, más allá de las semblanzas oficiales y del protagonismo mediático; de hecho, hasta 1992 la población no escuchó la voz del Querido Líder, con motivo de una arenga a la milicia en una parada militar. Su supuesta relación con los actos de terrorismo de Estado arriba citados y con ciertas defunciones misteriosas de altos responsables del partido y el Estado, más una serie de informaciones sobre sus gustos extravagantes aventadas aquí y allá, invitaban a dibujar una personalidad del flamante dictador a caballo entre lo enigmático y lo siniestro.
Por de pronto, los medios de comunicación del régimen mantenían un secretismo total sobre su vida marital, que cabe calificar de turbulenta. Hoy, gracias sobre todo a los informes de los servicios de inteligencia surcoreanos, se sabe que Kim ha estado “casado” (el entrecomillado es pertinente, ya que nunca ha estado clara la situación jurídica de las parejas formales del Querido Líder) al menos tres veces, aunque circulan rumores, imposibles de precisar, sobre la existencia de numerosas parejas informales y amantes. La primera cónyuge, esta sí con todas las de la ley, fue Kim Young Sook, la hija de un militar de alto rango, con la que tuvo una niña, Kim Sul Song, en 1974. Posteriormente se emparejó, quizá sin matrimonio de por medio, con Song Hye Rim, una actriz que actuaba en las películas propagandísticas del régimen y que ya estaba casada cuando captó el interés de Kim, quien se encargó de deshacer ese matrimonio. Kim Jong Il tuvo con ella en 1971 a su primer hijo varón, Kim Jong Nam, quien fue preparado con todo esmero para desempeñar los más altos puestos del liderazgo.
El primogénito del Querido Líder saltó a la palestra de manera incidental en mayo de 2001, cuando ya sonaba como el heredero político escogido por su padre habida cuenta de su elenco de responsabilidades en distintos órganos del Estado, entre ellas la jefatura del comité encargado de desarrollar las tecnologías de la información en la RPDC. El joven, acompañado de dos mujeres y un niño de cuatro años identificado como su hijo, fue arrestado por la Policía japonesa a su llegada al aeropuerto de Tokyo por viajar con un pasaporte falso de la República Dominicana en el que empleaba un alias chino. Según él, estaba en Japón con su familia para visitar el parque de atracciones de Disneyland Tokyo. Descubierta su verdadera identidad, Kim estuvo retenido unos días por las autoridades niponas antes de ser deportado a China, desde donde se supone que regresó a casa, aunque en 2003 se divulgó la noticia de que estaba viviendo en el país vecino.
Entonces se especuló con que Kim Jong Nam habría intentado entrar en Japón en relación con ciertas actividades clandestinas que afectarían a secretos militares o tecnológicos. También se habló de un intento de deserción, hipótesis abonada por el hecho de que el grupo se desplazaba sin la menor protección o escolta, algo en verdad inconcebible para cualquier persona allegada a Kim Jong Il, cuanto más para su hijo, su nuera –si una de las dos mujeres era tal- y su nieto. Cualesquiera que fueran las razones que empujaron a Kim Jong Nam a esta extraña peripecia, el caso fue que a raíz de ese momento sus posibilidades sucesorias se desvanecieron. Para entones, el matrimonio de sus padres ya llevaba muchos años roto. Song Hye Rim acabó estableciéndose en Moscú en circunstancias inciertas, quizá relacionadas con una depresión nerviosa. Informes sin confirmar por la RPDC aseguran que Song murió en la capital rusa en mayo de 2002, justo al año del incidente protagonizado por su hijo.
A finales de los setenta o a principios de los ochenta Kim reclutó a su nueva consorte, Ko Young Hee, también en los medios artísticos. Se asegura que esta bailarina mitad japonesa mitad coreana siempre fue su favorita y que despertó en él un auténtico amor. Con ella tuvo dos hijos más, Kim Jong Chul, nacido en 1981, y Kim Jong Un (o Woon), nacido en 1983 o más probablemente en 1984. Algunas fuentes añaden un tercer retoño, una chica llamada Kim Yo Jong, Todo sugiere que estos dos hermanos biparentales ganaron muchos puntos para ser designados, uno de los dos –aunque con más posibilidades el mayor-, para la sucesión luego de la caída en desgracia de su hermanastro en 2001. Significativamente, en febrero de 2003 los órganos de propaganda del Ejército lanzaron una campaña de ensalzamiento de Ko Young Hee, a la que sin llamar por el nombre presentaron como la “Madre Respetada que es la persona más fiel y leal al Querido Líder Camarada Comandante Supremo”. A finales de agosto de 2004 los medios surcoreanos, citando fuentes chinas, anunciaron la muerte de Ko el 13 de ese mes, a los 51 años de edad, de un fallo cardíaco relacionado quizá con un cáncer terminal de mama. Fiel a su inveterado secretismo, el régimen norcoreano no difundió la esquela, aunque se celebró el preceptivo funeral.
Cuando la mudanza en el poder de 1994, Kim Young Sook, la primera cónyuge, fue retratada por los medios internacionales como la “esposa reconocida” de Kim. Como sucede con las otras dos mujeres, sólo puede conjeturarse cuándo se inició el vínculo conyugal entre Kim Jong Il y Kim Young Suk, cuándo terminó, si es que terminó. El orden de descendencia alumbrada por el dictador sugiere que Kim, a pesar de lo comúnmente informado, pudo seguir, no preceder, a Song Hye Rim. Tras la muerte de Ko Young Hee en 2004, Kim Jong Il habría iniciado vida en común con su secretaria desde hacía dos décadas, Kim Ok, una acompañante habitual en giras de inspección y recepciones de dignatarios extranjeros. Además de estos cinco vástagos, tres varones y dos hembras, tenidos con sus tres parejas formales, Kim sería el padre de otros tantos o más chicos tenidos con amantes que pasaron a disfrutar de un discreto reconocimiento y de privilegios.
La saga familiar de Kim Jong Il gana más intriga si se toman en consideración a los hermanastros del dictador, Kim Pyong Il, nacido en 1954 y llamado igual que el hermano biparental de Kim Jong Il muerto prematuramente en 1947, y Kim Yong Il, nacido en 1944 y con otro tocayo notable, el Kim Yong Il, sin relación familiar alguna, que iba a ser el primer ministro de la RDPC entre 2007 y 2010. Ambos eran los hijos tenidos por Kim Il Sung con su segunda esposa, Kim Song Ae, tras enviudar de Kim Jong Suk. Estos dos hermanos Kim constituían un clan potencialmente rival de Kim Jong Il, así que en vida, Kim Il Sung, para proteger su plan sucesorio, se encargó de mantener a los hijos tenidos en su segundo matrimonio bien lejos de Pyongyang, poniéndoles al frente de misiones diplomáticas y embajadas en varios países europeos. Se cree que Kim Yong Il falleció en Alemania en 2000.
Desde 1994 el público internacional fue ilustrado sobre todo con detalles sorprendentes de la vida privada extrafamiliar del dirigente norcoreano. Siempre según informaciones de los servicios secretos surcoreanos filtradas a la prensa de ese país, las cuales han de tomarse con las debidas cautelas, Kim presentaba las típicas vanidades y excentricidades del retoño encumbrado de dictador, acostumbrando a satisfacer todas sus apetencias. Así, se le retrataba como un apasionado del cine de Hollywood en sus diversos géneros –pero preferentemente los de acción, sin faltar las películas de gángsteres, bélicas, agentes secretos y de terror- y se le atribuía una videoteca privada de más de 20.000 títulos. Kim era pintado también como un sibarita libertino que no se privaba de ningún capricho opulento y que disfrutaba con las exquisiteces culinarias, los vinos y licores de importación, el coleccionismo de vehículos y bicicletas de lujo, y la imprescindible compañía femenina.
Asimismo, se decía que tenía fobia a volar, que siempre hacía sus desplazamientos en un tren blindado y que estaba acomplejado con su corta estatura (160 cm), la cual intentaba realzar en sus apariciones públicas peinándose el cabello hacia arriba y llevando calzas en los zapatos. A mayor abundamiento, algunos analistas no dudaban en achacarle una personalidad decididamente cruel, insensata, intolerante y paranoica. Así, a diferencia de su padre, Kim ni siquiera se dejaría aconsejar: si un subordinado no acataba sus órdenes sin rechistar, consideraría esta actitud una deslealtad merecedora de castigo. Los observadores no eran unívocos en sus pronósticos. De Kim tanto cabría esperar a un fanático belicista como a un realista impulsor de reformas, en un régimen que era probablemente, con sus rasgos orwellianos, el más totalitario y represivo del mundo.
4. Encrucijada nuclear y apariencia de un liderazgo errático e imprevisible
Esta imagen inquietante de Kim Jong Il como un hombre dogmático, voluble e impredecible suscitó en el momento de la sucesión múltiples interrogantes, máxime porque Kim Il Sung había fallecido en vísperas de una anunciada cumbre histórica, concertada por el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, con su homólogo surcoreano, Kim Young Sam, y al poco de aceptar la reanudación de las negociaciones con Estados Unidos para intentar superar la última disputa entablada con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), porfía que había sido convertida por el dictador en una crisis internacional.
En su encuentro con Carter en Pyongyang el 18 de junio de 1994, Kim Il Sung había aceptado la parada de sus anticuados reactores nucleares de gas-grafito, que eran capaces de producir a partir del combustible de uranio el elemento plutonio, sospechoso de destinarse a usos militares, así como la inspección por la AIEA de sus instalaciones y la suspensión de la totalidad de su programa nuclear. A cambio, Estados Unidos se había comprometido a liderar un consorcio internacional, denominado Organización para el Desarrollo de la Energía en la península Coreana (KEDO), con la misión de construir y entregar a la RPDC dos plantas nucleares de agua ligera -más seguras y menos susceptibles de explotarse para usos no civiles-, y a proveerle con 500.000 tn³ de petróleo bruto al año para subvenir las necesidades energéticas en el período transitorio. Estados Unidos, que asumiría los costes -estimados en 4.000 millones de dólares- de la operación junto con Corea del Sur y Japón, accedió también a normalizar las relaciones diplomáticas con la RPDC y a darle garantías de no agresión sobre las bases de la permanencia de Pyongyang en el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y la implementación de la Declaración de Desnuclearización de la Península Coreana, que se remontaba a 1992.
Pues bien, el inesperado óbito de Kim Il Sung pareció poner todo esto en cuestión. Por de pronto, Pyongyang anunció la suspensión sine díe de la histórica cumbre presidencial, que debería haber favorecido la conclusión del estado de guerra en la península, auténtico resquicio de la Guerra Fría, vigente desde el armisticio de 1953 y la reunificación de los dos estados a medio o largo plazo, algo que el Norte siempre había proclamado como un objetivo nacional sagrado. Sin embargo, el 21 de octubre de 1994 la RPDC y Estados Unidos firmaron en Ginebra un acuerdo que formalizaba las decisiones de la reunión Carter-Kim Il Sung, de manera que la KEDO pudo ponerse en marcha el 16 de diciembre.
Si el nuevo líder de Corea del Norte se avenía a respetar el documento de Ginebra, en lo referente a los tratos con Corea del Sur los acontecimientos que se sucedieron en los años siguientes parecieron confirmar las peores expectativas sobre Kim, cuya excepcionalmente larga provisionalidad en el poder, ya que transcurrían los meses y el autócrata seguía sin asumir formalmente la Secretaría General del PTC y la jefatura del Estado, fue pareja a aquella tendencia negativa. Así, el anuncio por Pyongyang el 4 de abril de 1996 de que dejaba de reconocer el Tratado del Armisticio fue seguido inmediatamente por incursiones de patrullas militares nordistas dentro de la Zona Desmilitarizada (ZDM), vasta línea de alambradas, fosos antitanque, búnkeres y torres de vigilancia que hace de la intercoreana la frontera más vigilada y armada del mundo. El 18 de septiembre siguiente se agudizó la tensión cuando el Ejército del Sur abatió a un comando de Norte, desembarcado de un submarino y en presunta misión de espionaje. Más tarde, el 16 de julio de 1997, se produjo un intercambio de disparos en la ZDM.
Ahora bien, a pesar de las provocaciones periódicas y de las amenazas de guerra, difundidas con retórica anacrónica por la Agencia de Noticias Central de Corea, que las acompañaban, los analistas avezados en los hermetismos de la RPDC sugirieron que Kim sólo estaba explotando, hasta límites temerarios, eso sí, el factor nuclear esgrimido por su padre. Y es que el nuevo dictador norcoreano debía hacer frente a una situación económica calamitosa, que era la consecuencia de muchos años de planificación irracional de la producción y de la evaporación de las ayudas exteriores, que eran todas las soviéticas y buena parte de las chinas. Según estimaciones de Corea del Sur, la economía del Norte estaba en recesión desde hacía una década y sólo en 1997 la tasa negativa habría rozado el 7% del PIB. El fracaso de las colectivizaciones agrícolas, la angustiosa escasez de divisas extranjeras, el destino del grueso del presupuesto a los gastos militares y el impacto catastrófico, posibilitado por la deforestación masiva, de las inundaciones de 1995 y la sequía de 1997 se habían traducido en una gravísima crisis de subsistencias y en una hambruna general cuyo alcance resultaba difícil de cuantificar.
El propio Gobierno de Pyongyang reconoció carecer de recursos para alimentar a la mitad de la población, pero desmintió categóricamente las informaciones de visitantes occidentales sobre la muerte por inanición y por enfermedades causadas por los déficits nutricionales de entre uno y tres millones de norcoreanos desde 1995 a 1999. La ONU se mostró convencida de que la mortandad excedía el millón de víctimas. Las autoridades reconocieron la muerte por hambre de sólo 220.000 personas entre 1995 y 1998. Este pavoroso panorama, subrayado por los testimonios de paisanos fugados a China y de funcionarios desertores a Corea del Sur que hablaban de motines de hambre, rebeliones de unidades militares desesperadas por sus deplorables condiciones de vida y hasta de casos de canibalismo, no podía ser verificado a causa de la rigurosa cuarentena informativa impuesta por las autoridades.
Si Kim se decantaba por mantener el pulso en el exterior, contrariamente a su padre, no parecía estar tan obsesionado con la cuestión de la pendiente reunificación y sí temer más una absorción por el Sur a semejanza de lo sucedido con las dos Alemanias en 1990. La contradicción que había entre ser consciente de lo urgente de la apertura al exterior por imperativo económico y tenerle miedo a exponer a la sociedad a los influjos occidentales explicaría las vacilaciones de Kim, sin descartar tampoco que la vuelta al lenguaje guerrero tuviera que ver con ciertas inseguridades sobre su posición interna.
En líneas generales, Kim no alteró la política decretada en los últimos años de su padre parar evitar el colapso de la economía, consistente en la creación de sociedades mixtas con compañías extranjeras, la regularización de los mercados agrícolas en los que los campesinos pudieran vender sus productos hortícolas, la introducción de las primeras nociones de contabilidad autónoma en las empresas estatales y la creación de zonas comerciales experimentales siguiendo el ejemplo de la experiencia china. Ciertamente, el Gobierno de Beijing se declaraba completamente favorable a la unidad coreana, pero también aguardaba con impaciencia a que Pyongyang abrazara sin tapujos las reformas económicas de mercado.
Desde comienzos de los años noventa, el objetivo de esta titubeante apertura económica fue la captación de divisas, para impulsar el comercio exterior, y de productos de consumo básicos, para nutrir un mercado interior en descomposición; si bien ahora, con el desabastecimiento haciendo estragos entre la población, lo perentorio era la recepción de alimentos. Sabedor de sus bazas en tan perturbador escenario, Kim agitó ante Corea del Sur y Estados el espantajo de una invasión militar o civil protagonizada por millones de ciudadanos famélicos, con el fin de asegurarse un trato ventajoso en unas futuras negociaciones.
5. Consolidación en el poder absoluto e incremento de las presiones exteriores
Concluido el período de duelo nacional por la muerte de su padre, el 8 de octubre de 1997 el Comité Central del PTC eligió a Kim secretario general del partido, disipando las dudas surgidas en el extranjero sobre su verdadera autoridad en el régimen. Las especulaciones al respecto se habían amontonado en los meses previos por el rosario de deserciones y jubilaciones forzosas de diplomáticos y altos oficiales del partido y el Estado, bajas que coincidieron con la defunción por causas naturales de algunos veteranos muy influyentes, como el mariscal Oh Jin Woo, muerto en febrero de 1995.
La deserción más espectacular fue la de Hwang Jang Yop, secretario del Comité Central para las relaciones internacionales y considerado el principal ideólogo del Juche, que en febrero de 1997 se asiló en la Embajada surcoreana en Beijing. Como además Hwang era un pariente lejano de Kim Jong Il y la primera esposa de éste, Song Hye Rim, se había marchado a Rusia con indicios de fuga, los medios surcoreanos se deshicieron en especulaciones sobre una renovada inestabilidad en la cúpula del régimen animada por pugnas familiares. Además, no pasaron inadvertidas las ausencias de Kim en reuniones públicas del partido y en actos tan señalados con su 55 cumpleaños. Luego, en marzo de 1998, la prensa de Seúl informó que la RPDC se hallaba en un estado de virtual ley marcial mientras Kim lanzaba algún tipo de purga contra elementos desafectos.
Con todo, el líder norcoreano pareció estar firmemente asentado en el poder desde su entronización en 1997. Esta impresión se reforzó el 5 de septiembre de 1998 (o Juche 86) cuando la Asamblea Popular Suprema le elevó oficialmente a la jefatura del Estado, que hasta entonces había estado representada nominalmente por los cuatro vicepresidentes. Para celebrar el evento, el Servicio de Ediciones en Idiomas Extranjeros publicó una “Breve Historia del Camarada Kim Jong Il”. En su introducción, el documento presentaba a Kim como “el más fiel sucesor de la causa revolucionaria del Juche, el Comandante Supremo de las fuerzas armadas revolucionarias de Corea y el gran líder del Partido de los Trabajadores de Corea y del pueblo coreano”, el cual, “mediante incansables actividades revolucionarias desarrolladas durante 30 años alumbró una nueva era de prosperidad para Corea”. También, “a través de enérgicas actividades ideológicas y teóricas sistematizó la ideología revolucionaria del Camarada Kim Il Sun en la ideología, teoría y metodología del Juche, desarrollándola para ser la inmortal bandera revolucionaria de la era de la independencia”.
Sin embargo, Kim no se convirtió en presidente de la República, ya que una revisión constitucional abolió este cargo y transfirió la suprema autoridad estatal a la presidencia de la Comisión de Defensa Nacional, en la que Kim fue simplemente reelegido. Toda vez que el preámbulo de la Constitución otorgaba a Kim Il Sung el título de “presidente eterno de la República”, no cabía imaginar a otro titular de esa oficina. En puridad, las funciones tradicionales del jefe del Estado, en su dimensión protocolaria, pasaron al presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Suprema, un viejo puesto ahora resucitado y que recayó en Kim Yong Nam, miembro del Buró Político del PTC. Una lectura de estas mudanzas institucionales era que al hacer de un órgano relacionado con el Ejército una institución decisiva, el régimen convertía a la Comisión de Defensa Nacional en uno de sus pilares fundamentales, como mínimo de la misma importancia que el partido. Por otro lado, regía la política conocida como Songun, por la que las Fuerzas Armadas tienen prioridad sobre otros departamentos en las compras de material y la prestación de servicios sociales a sus miembros.
Estos desarrollos internos tuvieron algún efecto dinamizador de las renqueantes negociaciones exteriores, ya que el 5 de marzo de 1997 se produjo en Nueva York un encuentro intercoreano al nivel de ministros de Exteriores, el 26 de noviembre Corea del Norte y Estados Unidos celebraron conversaciones de alto nivel en Washington, y el 9 y el 10 de diciembre siguiente Ginebra fue el escenario de las primeras conversaciones cuatripartitas, esto es, ambas Coreas, más Estados Unidos y China, con vistas a la firma de un tratado de paz. La segunda ronda de estas negociaciones se celebró entre el 16 y el 21 de marzo de 1998, pero no arrojó ningún resultado por la intransigencia del Norte en sus tradicionales reivindicaciones, a saber: la retirada previa de los 37.000 soldados estadounidenses del Sur y el establecimiento de un tratado de paz con Estados Unidos por separado. El diálogo estrictamente intercoreano lo reanudaron los respectivos viceprimeros ministros en Beijing el 11 de abril de 1998, en la primera reunión de ese nivel desde julio de 1994, pero seis días después se rompió entre reproches mutuos. La delegación de Pyongyang acusó a la de Seúl de mezclar las cuestiones políticas con el que aquella consideraba el verdadero tema sustancial, el envío de alimentos al Norte.
Entonces, hacía más de un mes que el Sur estaba presidido por Kim Dae Jung, el veterano dirigente de la oposición a las dictaduras de los generales de Seúl que había ganado su cuarto intento presidencial con la promesa de hacer todo lo posible para sellar la reconciliación de los coreanos. El 31 de agosto de 1998, cuando más factible parecía un avance decisivo en las mesas de negociación, Pyongyang asombró al mundo con el lanzamiento de un misil balístico que sobrevoló el archipiélago nipón, a la altura de la isla de Honshu, para caer presumiblemente en el océano Pacífico. El incidente armado encolerizó al Gobierno japonés, que suspendió su participación en las negociaciones cuatripartitas y en la KEDO, asustó al surcoreano, quien por el contrario mantuvo sus contactos económicos y culturales, preocupó a China y a Rusia, y alarmó profundamente a Estados Unidos, que congeló todos sus compromisos con la RPDC.
Días después, Pyongyang anunció triunfalmente que había lanzado con éxito un cohete trifásico de medio alcance, del modelo Taepodong 1, con la misión de poner en órbita un "satélite artificial de comunicaciones"; los países extranjeros habían tomado "erróneamente" por un ensayo militar de misil balístico lo que no era sino un lanzamiento espacial. Estados Unidos y Japón calificaron de "ridícula" esta versión, pero el Ministerio de Exteriores surcoreano no estaba tan seguro. El caso fue que el 9 de septiembre Kim presidió los fastos del quincuagésimo aniversario de la RPDC, con el vector del supuesto satélite artificial convertido en el último florón de la parafernalia revolucionaria.
En las capitales concernidas se hablaba por lo bajo de "chantaje nuclear", más por cuanto Pyongyang amenazaba con vender tecnología de misiles balísticos a terceros países que, como la propia Corea del Norte, figuraban en la lista negra de Estados Unidos. Al igual que hiciera su padre en marzo de 1993 cuando se desvinculó del TNP (movimiento que se quedó en una suspensión y que fue anulado por el acuerdo de octubre de 1994), Kim estaría sondeando el grado de compromiso de Estados Unidos en la defensa de Corea del Sur y de paso presionándole para que levantara las sanciones económicas a la RPDC. En la presente coyuntura, Kim habría advertido a Washington que estaba muy descontento por el retraso de los envíos petroleros de la KEDO, que arrastraba apuros financieros, y la insuficiente ayuda humanitaria, que el país necesitaba desesperadamente. A comienzos de octubre de 1998 los dos países iniciaron rondas de conversaciones centradas en la proliferación nuclear; días después se reanudaron en Ginebra las negociaciones cuatripartitas sobre el tratado de paz.
6. Hacia la reconciliación con Seúl y extensión de la apertura diplomática a Occidente
A mediados de junio de 1999 se produjeron graves escaramuzas entre unidades navales del Norte y el Sur –se informó del hundimiento de un torpedero norcoreano, provocando un número importante de muertos y heridos- que movilizaron a los efectivos de Estados Unidos en la zona, pero antes de acabar el mes delegaciones de los dos países reanudaron las conversaciones en Beijing. Kim seguía practicando su peligroso juego de combinar, sin solución de continuidad, las bravatas guerreras y el talante negociador. Pero, sutilmente, la situación evolucionaba en una dirección positiva.
La inquebrantable voluntad de reconciliación de Kim Dae Jung jugaba en favor del arreglo, así como la actitud contemporizadora de Estados Unidos. El 24 de septiembre de 1999 Pyongyang anunció la suspensión de sus lanzamientos de cohetes mientras durasen las conversaciones con Estados Unidos. Días antes, Washington había anunciado la suavización de su embargo comercial. La perspectiva de un encuentro personal inminente entre los dos presidentes coreanos cobró intensidad luego de que el 29 de mayo de 2000 Kim Jong Il realizara una visita secreta a Beijing, en su primera salida al exterior desde que llegó al poder y muy probablemente la primera también desde junio de 1983, cuando estuvo dos semanas en la capital china. La visita tenía todo el aspecto de ser una consulta de cortesía al único país que podía considerarse aliado de Corea del Norte, aunque este vínculo se había resentido a raíz de la fructífera relación establecida por China con Corea del Sur desde el establecimiento de relaciones diplomáticas en agosto de 1992.
El histórico encuentro intercoreano tuvo lugar en Pyongyang entre el 13 y el 15 de junio de 2000. Kim Jong Il, que engalanó el evento con las coloristas movilizaciones de masas gratas al régimen, se mostró sumamente cordial con su invitado; valga mencionar que, en un gesto impropio de él, lo recibió personalmente a pie de pista en el aeropuerto. De hecho, Kim pareció estar encantado en su insólito papel de estrella internacional, consciente del impacto dramático que cada uno de sus gestos podía producir en ambos países y del concepto de hombre esquivo y misterioso que el mundo se había elaborado de él. Relajado, sonriente y destilando buen humor, el dictador incluso se permitió bromear sobre su atribuida aversión a ser grabado por las cámaras de televisión extranjeras.
El 15 de junio los líderes firmaron una Declaración Conjunta en aras de la reconciliación nacional que, si bien no contenía puntos concretos de carácter diplomático o militar, sí contemplaba un amplio elenco de medidas de confianza para rebajar tensiones mediante el relanzamiento de los intercambios económicos, culturales y deportivos. La más significativa, por su carácter emocional, era la autorización de desplazamientos de ciudadanos a ambos lados de la frontera para reunirse con familiares separados desde la guerra de 1950-1953. Estos reencuentros, de honda repercusión social, comenzaron a partir del mes de agosto. Otra medida afectaba a los prisioneros de conciencia respectivos, cuya repatriación a uno u otro lado sería negociada "sin interferencias exteriores". Por lo demás, los dos Kim prometieron trabajar conjuntamente para alejar el fantasma de la guerra en la península y lograr la reunificación nacional en fecha no especificada.
El principio de reconciliación con el Sur en 2000 tuvo repercusiones positivas en los tratos con los países occidentales, hasta entonces mínimos o inexistentes. Así, la RPDC estableció relaciones diplomáticas con Italia y Australia, emprendió conversaciones en la misma dirección con el Reino Unido y Canadá, y se puso a dialogar con Japón para normalizar las relaciones que se encontraban congeladas desde noviembre de 1992. Por otro lado, el 27 de julio el país fue admitido en el Foro Regional de la ASEAN (FRA), ámbito intergubernamental creado por esta organización comercial del sudeste de Asia para discutir cuestiones de seguridad, coincidiendo con su reunión en Bangkok. Y tres días después comenzó en Seúl la primera ronda de negociaciones al nivel de ministros para desarrollar los acuerdos de Pyongyang. Pero el frenesí diplomático no acabó ahí.
El 19 de julio de 2000 Kim, que parecía haberle cogido gusto a salir en los medios, recibió al presidente ruso Vladímir Putin. La cumbre tonificó las relaciones ruso-norcoreanas, que se encontraban en el limbo desde que en 1990 la URSS estableciera relaciones diplomáticas con Corea del Sur y luego la Rusia independiente se desentendiera de los viejos compromisos soviéticos con la RPDC. En Pyongyang, Kim comunicó a Putin otra sorprendente novedad: Corea del Norte estaría dispuesta a abandonar su programa de misiles a cambio de ayuda internacional para desarrollar un programa aeroespacial civil. Putin se marchó convencido de que la propuesta de su anfitrión era "digna de tener en cuenta", y así se lo transmitió a su homólogo estadounidense, Bill Clinton.
El 24 de octubre fue el país americano el que envió una delegación de alto nivel, con la secretaria de Estado Madeleine Albright al frente, para averiguar las pretensiones de Kim. En esta recepción histórica a la jefa de la diplomacia estadounidense, Kim volvió a obsequiar a sus huéspedes con masivos desfiles de ovación para demostrar la “adhesión inquebrantable” de la nación a su líder. Tras reunirse con él, Albright dijo que Kim le había prometido poner fin a los lanzamientos de cohetes Taepodong. Coronando un año de éxitos para el antes denostado dirigente, cuando el Comité Nobel de Oslo concedió el Premio de la Paz al presidente surcoreano añadió un comentario reconociendo la "contribución de los líderes de Corea del Norte y otros países en pro de la reconciliación y la posible unificación" de las dos Coreas.
7. Crisis en las relaciones con Estados Unidos y agravamiento de la indigencia económica
8. Reactivación del programa nuclear y escalada de desafíos militares
9. La huida hacia delante de un déspota aislado: el test atómico de 2006
10. Una peligrosa estrategia de confrontación dosificada: segunda prueba nuclear y agresiones navales al Sur
11. Designación como heredero de su hijo Kim Jong Un y fallecimiento en 2011
(Cobertura informativa hasta 1/1/2001)