Kaja Kallas

La primera ministra de Estonia desde enero de 2021, Kaja Kallas, formó un nuevo Gabinete de coalición, el tercero de su corta ejecutoria, como resultado de las elecciones generales del 5 de marzo de 2023. Las mismas dieron la victoria, por quinta vez consecutiva y con una mayoría simple mejorada, a su Partido de la Reforma Estonio (Reformierakond), la formación fundada por su padre, el ex primer ministro y ex comisario europeo Siim Kallas, de quien ella heredó unas nítidas convicciones pro mercado adscritas a un liberalismo clásico fiscalmente conservador. Como en 2007, 2011, 2015 y 2019, el Reformierakond volvió a ser la primera fuerza del Riigikogu o Asamblea Estatal, pero en esta ocasión, con el 31,2% de los votos y 37 escaños, la agrupación centroderechista tuvo su mejor rendimiento hasta la fecha. La presente cota de los reformistas es también la mayor de un partido en solitario desde la independencia.

Tras lidiar con la COVID-19 y el brutal encarecimiento de los costes energéticos, en el último año Kallas robusteció su liderazgo a pesar de una desbocada inflación de dos dígitos (el 17,8% anual en febrero de 2023, la segunda tasa más elevada de la UE tras Letonia, aunque en agosto de 2022 llegó hasta el 25%) y la recesión económica (del 1,3% en 2022), que no hicieron mella en su aprobación popular. La razón de esta sorprendente fortaleza interna es la aguda sensación de amenaza que para la seguridad nacional entrañaría la invasión en curso de Ucrania por Rusia, potencia con la que Estonia, otra república ex soviética, tiene 294 km de frontera terrestre. En Estonia la OTAN mantiene desplegado un batallón de combate de 2.200 soldados británicos, franceses, daneses e islandeses como parte de la Presencia Avanzada Reforzada de la Alianza para la "defensa y disuasión" en su flanco oriental.

La primera ministra ha respondido con tajantes declaraciones de firmeza frente al "imperialismo" del Kremlin, el cierre de filas con los aliados, la demanda de las sanciones más duras contra Rusia, la eliminación total de las importaciones nacionales de gas y petróleo con ese origen, y un intenso respaldo político, económico y militar al país agredido. En la postura sobre Ucrania, Kallas, antigua eurodiputada especializada en derecho de la competencia y agenda digital, viene compartiendo en la UE un destacado plano femenino junto con la presidenta del Parlamento Europeo, la conservadora maltesa Roberta Metsola, y la primera ministra de Finlandia, la socialdemócrata Sanna Marin. Su tesis es que no es posible un diálogo de paz con Rusia sin la previa devolución a Ucrania de los territorios ocupados. Asimismo, cree que la admisión de Ucrania en la UE es un "deber moral" de los 27.

Según el Ukraine Support Tracker del Kiel Institute for the World Economy, la menor de las tres repúblicas bálticas es el país más generoso del mundo en la ayuda bilateral a Ucrania de resultas de la guerra, con un aporte de 310 millones de euros hasta enero de 2023. Esa cantidad representa el 1,1% del PIB estonio, porcentaje que más que duplica el de la asistencia de Estados Unidos, triplica el del Reino Unido y quintuplica el de Alemania.

En el capítulo puramente armamentístico, Tallinn ha suministrado a Kyiv un arsenal que incluye obuses, artillería remolcada y misiles antitanque Javelin, estos donados justo en la víspera de la invasión. Este esfuerzo se enmarca en los nuevos parámetros del presupuesto nacional de Defensa, disparado hasta el 2,85% del PIB no obstante la mala coyuntura económica. Ahora bien, Estonia sobrelleva la crisis de los precios con un balance financiero más desahogado que la mayoría de socios europeos: su déficit fiscal es de medio punto y su deuda pública, de tan solo el 15% del PIB, es la más delgada de los 27.

El 17 de abril de 2023 Kallas no reeditó la coalición saliente a tres con los socialdemócratas del SDE y los conservadores nacionalistas de Isamaa, ni pactó con el Partido de Centro (Keskerakond, el socio de su primer gobierno de 2021-2022), sino que estrenó una coalición tripartita con el SDE y los liberales de Eesti 200, obteniendo una mayoría parlamentaria de 60 escaños sobre 101. En los preparativos para formar su nuevo Gobierno, la dirigente descartó cualquier entendimiento con el partido de extrema derecha populista EKRE, propenso a generar escándalos y polémicas. 

Como sucedió en las elecciones de octubre de 2022 en Letonia, en Estonia en 2023 las urnas castigaron a los partidos que habitualmente son caladeros del voto de la minoría rusófona. Si en el país vecino esa condición la ostentaba el socialdemócrata Saskana, en Estonia venían cumpliendo la función el social liberal Keskerakond y, en menor medida, el EKRE. El 23% de los 1,35 millones de ciudadanos estonios son rusos étnicos o estonios que tienen el ruso como lengua vernácula. Kallas ha puntualizado que de la guerra el culpable es Putin, "no los rusohablantes", aunque también cree que los ciudadanos rusos "deben pagar un precio" por aquella.

Nota de actualización: esta biografía tiene cobertura informativa hasta el 17/4/2023. El 27/6/2024 el Consejo Europeo designó a Kaja Kallas alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, cargo que conlleva la posición de vicepresidente de la Comisión Europea. Kallas, previa renuncia a la jefatura del Gobierno de Estonia, tomará posesión como alta representante el 1/12/2024, con un mandato de cinco años y en sucesión del español Josep Borrell.


Kaja Kallas es la hija de Siim Kallas, una de las personalidades más prominentes de la política y la economía de Estonia en el período posterior a la recuperación de la independencia nacional en 1991, proceso histórico que ella vivió de niña, siendo alumna del Lilleküla Gümnaasium de Tallinn. La madre de Kallas sufrió junto con su familia la deportación a Siberia por el Ejército soviético cuanto tenía seis años. En 1999, mientras el padre, después de presidir el Banco de Estonia y encabezar el Ministerio de Exteriores, servía en el Gobierno como ministro de Finanzas, Kallas terminó la carrera de Derecho en la Universidad de Tartu y empezó a ejercer la abogacía en un bufete privado de la capital. Sus especialidades jurídicas eran el derecho de la competencia y la adaptación de la legislación nacional sobre el mercado a las exigentes normativas de la UE, en la que Estonia ingresó como Estado miembro en 2004.

La intensa actividad política de Siim Kallas, presidente fundador en 1994 del Partido de la Reforma Estonio (Reformierakond), entre 2002 y 2003 primer ministro de un breve Gobierno de coalición con el Partido de Centro (Keskerakond) y desde 2004 comisario europeo, no afectó por el momento la trayectoria laboral de su hija, que en 2006 se instaló como socia en otro despacho de abogados y en 2007 cursó un MBA impartido por la Estonian Business School (EBS). Aunque desconectada de la política por su determinación a labrarse una sólida carrera profesional fuera de la sombra de su afamado padre, lo cierto era que Kaja estaba muy unida al por entonces vicepresidente de la Comisión Europea, cuyos planteamientos intensamente liberales, adscritos al liberalismo clásico, había heredado.

De la abogacía a la política con una ideología liberal

Hasta 2010, año en que culminó sus estudios de posgrado en la EBS con un segundo MBA en la especialidad económica, Kaja Kallas no se decidió a afiliarse al centroderechista Reformierakond, entonces de nuevo al frente del Gobierno estonio de la mano de Andrus Ansip, el cual había recibido de Siim Kallas las riendas del partido en 2004. Los reformistas se habían alzado como la primera fuerza del Riigikogu, el Parlamento unicameral, en los comicios de 2007, lo que había permitido a Ansip, primer ministro desde 2005, formar su segundo Gobierno de coalición.

El debut de Kallas en la política representativa fue precisamente en los comicios de marzo de 2011, que dieron al Reformierakond una mayoría simple de 33 escaños, dos más que en la legislatura anterior. Diputada por la circunscripción de Harju-Raplamaa a los 33 años, la abogada tuvo a su cargo el Comité de Asuntos Económicos del Riigikogu. En 2014 los suyos la eligieron para liderar el grupo parlamentario, pero poco después abandonó el escaño nacional al salir elegida miembro del Parlamento Europeo.

En la Eurocámara, la representante estonia estuvo adscrita al Grupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), y fue miembro de los comités Presupuestario y de Industria, Investigación y Energía. También tomó parte, como sustituta, en el Comité de Mercado Interior y Protección del Consumidor. Además, estuvo involucrada en la formulación de la estrategia de la UE para el Mercado Único Digital. Durante unos meses, hasta octubre de 2014, Kallas sirvió en el Parlamento Europeo a la vez que su padre se sentaba en la Comisión Barroso, donde era comisario de Transporte y vicepresidente. De su experiencia en el Parlamento Europeo la diputada dejó constancia en un libro de memorias publicado en noviembre de 2018 y de título MEP. 4 aastat Euroopa Parlamendis.

La experiencia adquirida en los hemiciclos de Tallinn, Bruselas y Estrasburgo terminó animando a Kallas a, siguiendo los pasos de su padre, postularse para el liderazgo del Reformierakond, del que ya era vicepresidenta. La presidencia orgánica había cambiado de manos en marzo 2014, cuando Ansip, haciendo honor a una promesa hecha en 2012 y con la mirada puesta en la cartera reservada a Estonia en la próxima Comisión Europea, renunció a la jefatura del Gobierno, el tercero desde 2005, y dejó paso a Taavi Rõivas, el joven ministro de Asuntos Sociales.

Entonces, Rõivas articuló un nuevo Gobierno de coalición, el cuarto consecutivo mandado por el Reformierakond, con el Partido Social Demócrata (SDE), socio alternativo al partido derechista Unión Pro Patria y Res Publica (IRL), y tras las elecciones generales de marzo de 2015, vueltas a ganar por los reformistas aunque con una ligera pérdida de votos, alineó un segundo Gabinete que repescó a la IRL, dando lugar a un Ejecutivo tripartito. En noviembre de 2016, sin embargo, el Gobierno Rõivas, previa fractura interna, fue tumbado por una moción de censura lanzada por el centroizquierdista Keskerakond, cuyo líder, Jüri Ratas, se convirtió en primer ministro coaligado con los dos socios díscolos del Reformierakond, el SDE y la IRL. En enero de 2017 Rõivas fue sucedido como presidente del partido por el ex ministro Hanno Pevkur.

El liderazgo de Pevkur en la oposición parlamentaria no cuajó y en diciembre de 2017 el dirigente anunció que desistía de presentarse a la reelección en la convención interna que tocaba en enero de 2018. Para sucederle, Pevkur proponía a la eurodiputada Kallas. Aleccionada por su padre —quien seguía teniendo un notable ascendiente desde el puesto de presidente honorario del partido—, Kallas mostró sorpresa por la invitación que se le hacía y dejó pasar dos días antes de confirmar su candidatura. 

La elección interna tuvo lugar finalmente el 14 de abril de 2018 y Kallas, aspirante única, fue elegida presidenta por aclamación. En su discurso de aceptación del cargo ante los delegados del partido, y flanqueada por los tres nuevos vicepresidentes, Jürgen Ligi, Urmas Paet y Urmas Klaas, la nueva líder afirmó que el objetivo de los reformistas era "construir un Estado inteligente y autosuficiente para enfrentar los retos del futuro", y que eso pasaba por poner en práctica una visión de país guiada por tres valores fundamentales, el "patriotismo", la "libertad" y la "protección".

Intento frustrado de formar gobierno en 2019

El 5 de septiembre de 2018 Kallas causó baja en el Parlamento Europeo y se concentró en la campaña para las elecciones legislativas del 3 de marzo de 2019. Los resultados fueron favorables para el Reformierakond, que ascendió en algo más de un punto de voto y cuatro escaños, entre ellos el de Kallas, de vuelta en el Riigikogu. El 28,8% de los sufragios y los 34 diputados suponían la mayor cota electoral hasta entonces del partido, robustecido en su condición de primera fuerza parlamentaria, preservada desde 2007.

En un primer momento, parecía probable la investidura de Kallas como primera ministra apoyada en una alianza que podría ser bipartita, con el Keskerakond de Ratas, o bien tripartita, con el partido Pro Patria (Isamaa, nueva denominación de la IRL) de Helir-Valdor Seeder y el SDE de Jevgeni Ossinovski, las formaciones cuarta y quinta de la Cámara. El binomio Reformierakond-Keskerakond, de hecho una gran coalición no obstante compartir las formaciones liberalismo económico y membresías europeas (en el partido transnacional ALDE y el grupo Renovar Europa del Parlamento Europeo), ya había gobernado Estonia entre 2002 y 2003, cuando el primer ministro era el padre de la actual candidata.

Empero, las conversaciones iniciales de Kallas con los centristas naufragaron rápidamente por la negativa de Ratas a asumir el conservadurismo fiscal de los liberales, deseosos también de sacar el idioma ruso de la educación pública (la minoría rusófona votaba fundamentalmente al Keskerakond, cuyos planteamientos liberales tenían una pátina más social), mientras que las discusiones alternativas con socialdemócratas y nacionalistas, sobre las que pesaba el mal recuerdo de las anteriores experiencias en común (el segundo Gobierno Ansip de 2007-2011 y el segundo Gobierno Rõivas de 2015-2016), tampoco llegaron a nada claro.

Ya el 11 de marzo la iniciativa de las negociaciones paralelas recayó en Ratas, quien terminó poniéndose de acuerdo con el nacionalista Isamaa y el ultranacionalista Partido Popular Conservador de Estonia (EKRE) de Mart Helme; caracterizado por su discurso eurófobo, xenófobo y homófobo, el EKRE había ascendido a la condición de tercera fuerza parlamentaria. Ratas constituyó su segundo Gobierno, nítidamente orientado a la derecha, el 29 de abril de 2019. 

Previamente, el 15 de abril, el Riigikogu, con 53 votos en contra y 45 a favor, desbarató una deslavazada propuesta de la líder reformista para gobernar en minoría junto con el SDE y con el hipotético apoyo de diputados del Keskerakond y el Isamaa contrarios a la llegada de la extrema derecha al Ejecutivo. El 5 de abril Kallas recibió el encargo formativo de la presidenta de la República, Kersti Kaljulaid, claramente reacia a tramitar la investidura de un Gabinete con ministros del EKRE, pero la fórmula de la líder liberal carecía de apoyos y, como se esperaba, fracasó.

Los dos gabinetes Kallas de 2021-2023: el impacto de la invasión de Ucrania

Kallas se mantuvo en el primer plano como líder de la oposición al segundo Gobierno Ratas, situación que no iba a prolongarse más allá del ecuador de la legislatura. En agosto de 2019 el primer ministro salió airoso de una moción de censura lanzada por su adversaria, que acusaba al oficialismo de generar desconfianza y de dañar la reputación internacional de Estonia con la sucesión de declaraciones subidas de tono y actitudes erráticas de varios miembros del Gabinete, en particular los ministros del EKRE. En diciembre siguiente, el Reformierakond intentó descabalgar al polémico líder de la formación de derecha populista y ministro del Interior, Mart Helme, quien se había referido a la primera ministra socialdemócrata de Finlandia, Sanna Marin, como una "chica de tienda" cuyas políticas iban a "liquidar" Finlandia.

En noviembre de 2020 Kallas redirigió su artillería parlamentaria, sin éxito tampoco, contra Martin Helme, hijo de Mart, su sucesor al frente del EKRE y el ministro de Finanzas, después de asegurar este que la derrota de Donald Trump en la elección presidencial de Estados Unidos había sido fraudulenta. En cambio, Mart Helme fue obligado a abandonar el Gobierno por Ratas ante sus embarazosos comentarios sobre Joe Biden, tachado de "corrupto" por el responsable del Interior. Esta sucesión de escándalos, más el desgaste político derivado de la lucha contra la pandemia del coronavirus y, en última instancia, la apertura por la Fiscalía Pública de una investigación contra cinco cargos del Keskerakond por sospechas de corrupción empujaron al atribulado Ratas a presentar la dimisión el 13 de enero de 2021.

De inmediato, la presidenta Kaljulaid se dirigió a Kallas con el encargo de formar un gobierno alternativo. La líder reformista se movió con rapidez y el 24 de enero anunció que tenía lista una gran coalición con los centristas, por lo que se repetiría la experiencia de 2002-2003 con Siim Kallas. Esta vez, la mayoría absoluta sería de 60 escaños. El 25 de enero el Riigikogu, por 70 votos contra 30, aprobó el Gabinete Kallas y en la jornada posterior este echó a andar, con siete carteras ministeriales para el Reformierakond, incluidas las de Finanzas (Keit Pentus-Rosimannus) y Defensa (Kalle Laanet), y otras tantas para el Keskerakond, entre ellas las de Exteriores (Eva-Maria Liimets) e Interior (Kristian Jaani). Ratas, que continuó como líder de los centristas, no tomó ningún puesto en el Ejecutivo, sino que fue investido presidente del Riigikogu.

En la presentación de su programa, Kallas pasó revista a las "seis crisis" que según ella afectaban a la más septentrional de las repúblicas bálticas. Dos, la sanitaria y la económica derivada de ella, resultaban obvias de cara al exterior. Pero la nueva gobernante mencionó también sendas crisis de "valores", de "corrupción", de la "reputación internacional" del país y de la "verdad". Con ese diagnóstico, Kallas aludía a la necesidad de dejar atrás la polarización ideológica y la mendacidad en el discurso político, a su entender seriamente contaminado por la "inundación de mentiras" que el EKRE venía vertiendo en temas sensibles como la inmigración y la homosexualidad.

En relación con este último punto, desde 2020 Kallas y sus diputados habían procurado bloquear por todos los medios el "ridículo" y "cruel" proyecto de referéndum, auspiciado por los Helme, para definir por ley el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. De hecho, la iniciativa de referéndum sobre el matrimonio en su figura tradicional sucumbió en el Riigikogu días antes de la investidura del nuevo Gobierno. Los reformistas, si bien no promovían la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo, eran favorables a equiparar los derechos de las parejas LGTB en unión civil (figura vigente desde 2016) con los de las parejas heterosexuales casadas, salvo la adopción conjunta.

Junto con la advertencia de los peligros del populismo y el extremismo, Kallas desgranó en su discurso inaugural el plan de acción del Gobierno. El objetivo primordial era seguir luchando contra la COVID-19 y proteger vidas mientras se mantuviera al país lo más abierto posible, lo cual pasaba por "vacunar a un número crítico de estonios". La segunda/tercera ola del coronavirus estaba teniendo un impacto algo menos severo en la pequeña Estonia, que con 41.000 casos acumulados en el último año y menos de 300 muertes presentaba unas tasas de incidencias comparativamente moderadas (como en el resto de Europa, los contagios iban a multiplicarse al cabo de un año por la llegada de la variante ómicron, nivel de afección que colocó a Estonia ligeramente por encima de la media europea en la incidencia por millón de habitantes).

Acelerar las transformaciones tecnológicas, completar las conexiones de banda ancha, apostar fuerte por la I+D+i, captar para el mercado laboral a trabajadores extranjeros cualificados dispuestos a "realizarse" en Estonia y alcanzar la neutralidad climática nacional en 2050, en consonancia con el Pacto Verde Europeo, eran otras de las metas contenidas en el acuerdo de cooperación bipartito, que situaba las pertenencias a la UE y la OTAN "en el corazón de nuestra política exterior y de seguridad".

Fiel a sus postulados liberales conservadores, Kallas invocaba la prudencia fiscal pese a las necesidades de gasto extra e insistía en "avanzar hacia unos presupuestos equilibrados". Prometía no introducir nuevos impuestos (en Estonia, donde la moneda única circulaba desde 2011, la presión fiscal era una de las más laxas de la Eurozona) y garantizaba un "entorno fiscal estable" en medio de la "incertidumbre y la situación volátil en la economía mundial" causadas por la pandemia.

El caso era que Estonia se topó con el coronavirus cuando sus cuentas estaban enjuagadas de déficit y su deuda pública, inferior al 10% del PIB, era con diferencia la más baja de la Eurozona y de toda la UE. En los meses de la emergencia sanitaria bajo el Gobierno Ratas, la inevitable desviación deficitaria había estado más bien contenida, mientras que el PIB había recuperado en el tercer trimestre de 2020 algo menos de la mitad del 7,7% de contracción sufrida entre enero y junio. "Creo que la intervención estatal a largo plazo obstaculiza el desarrollo económico, pero desafortunadamente debe hacerse a corto plazo para restaurar la economía", señalaba ahora Kallas, partidaria también de que "la distribución de dinero público para subsidios termine lo antes posible a fin de no sofocar la iniciativa privada y la competencia".

El fuerte incremento de los contagios y las hospitalizaciones obligó al Gobierno debutante a decretar un confinamiento nacional en toda regla, el primero desde el inicio de la pandemia (el año anterior Estonia había sido uno de los pocos países europeos que no llegó a imponer esta medida drástica a la población, aunque durante el estado de emergencia sí estuvieron cerrados los comercios no esenciales, la hostelería, los locales de ocio y los edificios culturales), el cual estuvo vigente entre el 11 de marzo y el 25 de abril de 2021; entre medio, Kallas dio positivo en test y hubo de guardar aislamiento domiciliario con teletrabajo. Luego, el rápido progreso de la campaña de vacunaciones permitió afrontar con más confianza los sucesivos embates del SARS-CoV-2.

Ya en los últimos meses de 2021, la crisis, prebélica aún, entre Rusia y Ucrania impregnó la acción del Gobierno de Kallas, quien en mayo de ese año, en su visita oficial a Kyiv, firmó con el presidente Zelenskiy una declaración de apoyo a la aspiración ucraniana de ingresar en la UE. En noviembre, la primera ministra y el recién elegido presidente de la Republica, Alar Karis, indicaron su disposición a apoyar al Gobierno de Varsovia si este aliado de la OTAN decidía invocar el artículo 4 de la Alianza Atlántica en relación con la "guerra híbrida" que, según Polonia y las tres repúblicas bálticas, estaba librando contra ellos Bielarús, aliado incondicional de Rusia, al redirigir masas de inmigrantes irregulares hacia sus fronteras. En Polonia, Lituania, Letonia y Estonia ya estaban desplegados desde 2017 cuatro batallones multinacionales en el marco de la enhanced Forward Presence (eFP) de la OTAN.

Las declaraciones de advertencia de Kallas sobre las intenciones y el proceder del presidente Putin con respecto a Ucrania comenzaron semanas antes de desencadenar el Kremlin la invasión a gran escala el 24 de febrero de 2022, cuando la acumulación de tropas hacia presagiar la acción bélica inminente que sus portavoces se empeñaban en desmentir. El 17 de febrero la gobernante estonia manifestó que el presidente ruso estaba tratando de enmendar la disolución de la URSS en 1991 y de reafirmar a Rusia como una superpotencia; para ello, Putin jugaba las carta del nacionalismo expansivo a través de una "guerra exitosa", en parte "como distracción de las presiones internas y para levantar el apoyo en casa". Sobre las interlocuciones y rogativas de última hora de los principales líderes occidentales ante Putin, Kallas se mostraba escéptica y "cautelosa", pues no podía haber "negociaciones a punta de pistola".

Una semana después, el Ejército ruso comenzó su "operación militar especial" en Ucrania. La reacción automática de las autoridades de Tallinn fue, sumándose al coro de los socios y aliados euro-atlánticos, condenar enérgicamente la invasión, reclamar sanciones contra Rusia y, junto con polacos, búlgaros, rumanos, checos, eslovacos, lituanos y letones, invocar el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte para iniciar consultas urgentes de la OTAN al sentirse amenazados. Sobre las preocupaciones por la seguridad nacional, Kallas aseveró que la invasión de Ucrania representaba una "amenaza para toda Europa", "para todos los países de la OTAN y para el mundo entero", y que "la respuesta más efectiva frente a la agresión de Rusia es la unidad".

La narrativa de la líder estonia fue adquiriendo matices de dureza en los meses subsiguientes, a medida que la guerra de Ucrania se recrudecía. El esfuerzo en el envío de armas a Ucrania, superando con creces al resto de países aliados en términos relativos, el compromiso con el aumento del presupuesto nacional de defensa y la demanda de imposición por Bruselas de las sanciones más duras posibles a Rusia discurrieron en paralelo a la acogida de refugiados y a la estrategia para eliminar a cero las importaciones energéticas de aquel país.

Esto último se estaba llevando a cabo pese al impacto, extremadamente negativo en la inflación y a renglón seguido en la actividad económica, del encarecimiento desorbitado de los costes de la energía, que de hecho había comenzado antes de la guerra. Estonia había dejado atrás 2020-2021, el bienio pandémico, con uno de los mejores balances económicos de la UE: el saldo del PIB había sido muy positivo, con solo un 0,6% de contracción el primer año y un rebote del 8% el segundo, pero este 2022 iba a cerrar con una recesión del 1,3%. Ahora bien, la galopada de los precios corrientes por encima del 15% e incluso (entre agosto y noviembre de 2022) del 20%, marcando records en la UE, no estaba provocando una ola de malestar popular susceptible de volverse contra el Gobierno; al contrario, la sociedad estonia, y muy en especial la mayoría de estonios étnicos, tendía a cerrar filas por el temor a Rusia.

En abril, las tres repúblicas bálticas anunciaron la detención completa de sus importaciones de gas ruso; en el caso estonio, ya se estaba construyendo a toda prisa en Paldiski, en la península de Pakri, una planta para regasificar el gas licuado comprado a proveedores alternativos y recibido en buques metaneros. En octubre, al poco de declarar el Riigikogu a Rusia "estado patrocinador del terrorismo" por sus crímenes de guerra en Ucrania, el Gobierno informó que se proponía adelantar del 5 de febrero de 2023 —la fecha estipulada por las sanciones de la UE— al 5 de diciembre del año en curso la prohibición total de las importaciones de gasóil o cualquier otro producto derivado del petróleo ruso. Entre medio, en agosto, Estonia cerró la frontera a los ciudadanos rusos con visados de Schengen, ya que "viajar a la UE es un privilegio, no un derecho humano, argüía Kallas.

Hasta que Estonia completara la sustitución de los suministros energéticos rusos, el déficit de oferta no podía sino encarecer sobremanera los combustibles, por lo que venían "tiempos difíciles"; sin embargo, para Kallas el sacrificio era insoslayable, ya que "el gas podrá ser caro, pero la libertad no tiene precio", según explicó en marzo en una entrevista para Euronews. La primera ministra tenía claro que si el "dictador" Putin ganaba la guerra en Ucrania, "su apetito únicamente crecería", y eso significaba que "tomaría en consideración a otros países". Así que resultaba imperioso robustecer la defensa avanzada en el flanco oriental de la OTAN.

El 3 de junio de 2022 Kallas abrió una crisis de gobierno con la destitución de los siete ministros del Keskerakond. El movimiento se producía al cabo de una serie de desencuentros legislativos en los que los centristas se habían alineado con el opositor EKRE, y Kallas lo justificaba por la necesidad que había de un "Gobierno funcional basado en valores comunes". El 8 de julio el Reformierakond, el izquierdista SDE de Lauri Läänemets y el derechista Isamaa de Helir-Valdor Seeder anunciaron un acuerdo para gobernar en coalición sobre la base de una mayoría de 56 escaños. 

El segundo Gabinete Kallas, supuestamente más cohesionado que el anterior en el delicado contexto de la guerra de Ucrania, se constituyó el 18 de julio. El líder del SDE, Läänemets, fue nombrado ministro del Interior, Urmas Reinsalu del Isamaa tomó la cartera de Exteriores y el reformista Hanno Pevkur se hizo cargo de Defensa. La primera ministra expresó su confianza en que el conflicto bélico hubiera "abierto los ojos a todos los partidos parlamentarios sobre la importancia de un entendimiento común de las amenazas que para nosotros representa un país vecino como Rusia".

Kaja Kallas, madre de dos chicos y una chica, estuvo primero casada con el marino Roomet Leiger y luego mantuvo una relación con Taavi Veskimägi, ex ministro de Finanzas, antiguo líder del partido conservador Resp Publica y en la actualidad director ejecutivo de la compañía estatal de electricidad Elering. La pareja anunció su separación en 2014 tras tres años de convivencia. En 2018 la hoy primera ministra contrajo segundas nupcias con Arvo Hallik, inversionista del sector privado. Kallas domina el idioma inglés desde sus estudios de secundaria en el Tallinn English College y se expresa con fluidez también en francés, ruso y finlandés. Hace unos años se hizo viral un video en el que la política aparecía tocando la batería.

(Cobertura informativa hasta 8/3/2023).

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