Joaquim Chissano

El segundo presidente de la República de Mozambique, entre noviembre de 1986 y febrero de 2005, pilotó con éxito la delicada transición a la democracia multipartidista desde la dictadura de doctrina marxista-leninista, y a la paz civil tras 15 años de devastadora guerra fratricida con la guerrilla de la RENAMO. Sus esfuerzos por levantar con criterios de libre mercado la economía de uno de los países menos desarrollados del mundo fueron seriamente obstaculizados por los desastres naturales, que extendieron la pobreza y las enfermedades. En marzo de 2005 Chissano abandonó también la presidencia del antiguo partido único, el FRELIMO, que asumió su sucesor en la jefatura del Estado, Armando Guebuza.

(Texto actualizado hasta febrero 2005)

1. Partícipe en la lucha por la liberación nacional
2. Mano derecha del líder Samora Machel
3. Sucesor de Machel en las presidencias de la República y del FRELIMO
4. Dos mandatos presidenciales con legitimidad democrática
5. Retirada del poder en 2005


1. Partícipe en la lucha por la liberación nacional

Hijo de un funcionario colonial indígena y de una campesina, cursó la enseñanza primaria en Xai-Xai, capital de la actual provincia de Gaza, de donde era oriundo, y la secundaria en el Liceo Salazar (hoy, Escuela Josina Machel) de Lourenço Marques, la actual Maputo. En 1960 inició estudios universitarios de Medicina en Lisboa, un nivel educativo tradicionalmente reservado a los blancos y mulatos de la colonia portuguesa, convertida en 1951 en provincia de ultramar. Siendo alumno de liceo capitalino se adhirió al Núcleo de Estudiantes de Secundaria Africanos de Mozambique (NESAM), una organización nacionalista fundada en 1949 por el pedagogo y antropólogo Eduardo Chivambo Mondlane. En 1959, el joven, con 19 años, fue elegido presidente del NESAM a instancias de Mondlane, aunque se desprendió del cargo cuando partió para estudiar en la metrópoli.

En 1961, su filiación al movimiento independentista mozambiqueño le obligó a abandonar Portugal y a establecerse en Poitiers, Francia, en cuya Universidad retomó la actividad lectiva en las titulaciones de Derecho y Ciencias Políticas. Durante un tiempo residió también en Uppsala, Suecia. En esta época fundó y animó la Unión Nacional de Estudiantes de Mozambique (UNEMO), que se hermanó con las agrupaciones equivalentes de las demás colonias africanas de Portugal. Sus andanzas académicas internacionales le permitieron aprender los idiomas francés y el inglés, que sumó a los ya conocidos portugués y swahili.

El 25 de junio de 1962, en representación de la UNEMO, Chissano participó en Dar es Salam, capital de la recién emancipada colonia británica de Tanganyka –luego Tanzania-, en la fundación del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), movimiento de inspiración marxista y multiétnico que Mondlane forjó a partir de la fusión de tres fuerzas nacionalistas de base tribal: la Unión Democrática Nacional de Mozambique (UDENAMO), la Unión Nacional Africana de Mozambique (UNAM) y la Unión Nacional Africana para un Mozambique Independiente (UNAMI). El I Congreso del FRELIMO tuvo lugar en Dar es Salam del 23 al 28 de septiembre de 1962. Como fuerza de liberación nacional, el FRELIMO se dotó de un brazo armado que el 25 de diciembre de 1964, tras dos años de actividad organizativa y política clandestina, desencadenó la lucha armada contra el Ejército portugués.

Chissano ostentó un elenco de responsabilidades en los aparatos civil y militar del FRELIMO. En 1963 fue puesto al frente del Departamento de Educación, tomó asiento en el Comité Central y entró al servicio particular de Mondlane en calidad de secretario de la Presidencia del partido, labor que desempeñó hasta 1965. Entre 1964 y 1967 agregó a sus funciones la Secretaría del Departamento de Seguridad y Defensa, luego dividido en dos, y la impartición de docencia en la Escuela de Secundaria del partido y en el Centro de Formación de Cuadros de Bagamoyo. A caballo entre 1964 y 1965 estuvo en Moscú para recibir formación castrense. En el II Congreso del FRELIMO, celebrado del 20 al 25 de julio de 1968 en el área liberada de Machedje, en Niassa, fue reelegido miembro del Comité Central.

Después del asesinato de Mondlane en febrero de 1969 por la policía política portuguesa, Chissano entró en los comités Político-Militar y Ejecutivo del FRELIMO, recibió entrenamiento guerrillero y fue nombrado representante permanente en Tanzania, sin dejar de dirigir el Departamento de Seguridad. En 1973 retomó las labores de formación política de estudiantes y de instrucción de cuadros en la Escuela de Nachingweia. Convertido en la mano derecha del nuevo líder del movimiento, Samora Machel, Chissano, con arreglo al Acuerdo de Lusaka del 7 de septiembre de 1974, recibió el nombramiento de primer ministro del Gobierno de Transición, el cual rigió en el país, ya completamente liberado, desde el 20 de septiembre de aquel año hasta la proclamación de la República Popular de Mozambique el 25 de junio de 1975. Alcanzada en esa fecha la independencia, Machel estableció un Gabinete presidencialista en el que Chissano siguió descollando en calidad de ministro de Relaciones Exteriores.


2. Mano derecha del líder Samora Machel

Como responsable de la diplomacia de un país que abrazó el sistema del partido único y la doctrina estatal del socialismo científico, Chissano fue coartífice de la inserción de Mozambique en la órbita de la URSS, potencia con la que se estableció una relación clientelista de cooperación económica y militar en el rígido marco de la Guerra Fría. El alzamiento en 1977 de un movimiento guerrillero antimarxista, la Resistencia Nacional de Mozambique (RENAMO), nutrido por antiguos combatientes del FRELIMO contrarios a la sovietización del régimen político y armado por los gobiernos racistas de Rhodesia y Sudáfrica, y por Estados Unidos, sumió al joven Estado en una devastadora guerra civil que iba a prolongarse 15 años.

En el III Congreso, del 4 al 7 de febrero de 1977, que supuso la conversión del FRELIMO de movimiento de liberación en partido político "de vanguardia" marxista-leninista, estructurado a la manera centralizada y vertical de los referentes comunistas de la Europa del Este, Chissano fue elegido para integrar el Comité Central y el más selectivo Comité Político Permanente, luego llamado Buró Político. Además de ministro, preboste del partido y alto oficial del Ejército con el galón de general de brigada, el fiel lugarteniente de Machel, convertido en un dictador a todos los efectos, ganó el escaño de diputado en las primeras elecciones a la Asamblea Popular, de cuya Comisión Permanente se convirtió en miembro también. En el IV Congreso, en abril de 1983, fue confirmado en sus puestos orgánicos partidarios.

Chissano, que lucía un bigote y una perilla al estilo del líder socialista congoleño Patrice Lumumba, fue consolidando un perfil de dirigente de línea más pragmática que otros miembros de la cúpula del partido único, embarcado en un proceso dictatorial, militarista y represivo, siempre con el pretexto de la revolución en peligro. En particular, acometió el trabajo diplomático que el 16 de marzo de 1984 desembocó en la firma por Machel y el entonces primer ministro de Sudáfrica, Pieter Botha, del controvertido Acuerdo de No Agresión y Buena Vecindad, más conocido como Acuerdo de Nkomati, por el que los gobiernos de los dos países se comprometían a negar su territorio como base para acciones hostiles contra el otro consignatario y a establecer una comisión de patrullaje de fronteras que garantizara esa impermeabilidad en la divisoria común.

Machel se avino a firmar este pacto, que le obligó a expulsar a los exiliados del Congreso Nacional Africano (ANC), con la esperanza de zafarse de la doble presión militar ejercida por el Ejército sudafricano, que había invadido el territorio mozambiqueño en varias ocasiones para destruir los campamentos de resistentes anti apartheid, y la RENAMO, que con el refuerzo de mercenarios y antiguos oficiales salazaristas no daba tregua en el sabotaje de las infraestructuras básicas para el desarrollo nacional, y sembraba el terror en las áreas rurales donde el FRELIMO intentaba organizar un sistema de comunas populares. Sudáfrica no volvió a agredir a Mozambique de manera directa, pero siguió armando a la RENAMO. Por otro lado, la pérdida por el ANC del santuario mozambiqueño creó malestar en los demás estados –Angola, Botswana, Tanzania, Zambia y Zimbabwe- de la llamada Línea del Frente en la lucha contra el imperialismo blanco en esta parte de África.


3. Sucesor de Machel en las presidencias de la República y del FRELIMO

A la situación de angustia existente en el plano económico y militar se sumó la muerte de Machel el 19 de octubre de 1986 en un accidente de aviación que al no ser satisfactoriamente esclarecido dio pábulo a sospechas de atentado. La vacancia en la jefatura del Estado fue cubierta colectivamente por los diez miembros del Buró Político del Comité Central del FRELIMO, de los que Chissano no era el más prominente.

El 3 de noviembre, imponiéndose sobre jerarcas como el ideólogo Marcelino dos Santos, número dos del Buró Político y muy identificado con la ortodoxia marxista y el prosovietismo, Alberto Joaquim Chipande, ministro de Defensa, y el teniente general Armando Emílio Guebuza, ministro responsable de los programas de colectivización y trabajo obligatorio en el campo, el titular de Exteriores fue la persona escogida por el Comité Central para suceder al malogrado Machel en los puestos de presidente del partido, presidente de la República y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. El 6 de noviembre Chissano tomó posesión de la jefatura del Estado.

Chissano, que hasta comienzos de 1987 siguió al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores, prometió seguir el proyecto de Machel de construcción del Estado socialista pero incorporando reformas de tipo occidental y resistir la hostilidad del Gobierno blanco de Sudáfrica, con el que no obstante renovó el pacto de no agresión de 1984. Ahora bien, pronto se advirtió en su política exterior un acercamiento a los países occidentales, sin menoscabo de las relaciones con el bloque comunista al que nominalmente Mozambique pertenecía.

El nuevo rumbo de las relaciones internacionales tras la caída del comunismo en la Europa del Este tuvo un eco inmediato en el régimen mozambiqueño. El 30 julio de 1989, a instancias de Chissano, el Comité Central del FRELIMO, reunido en V Congreso, aprobó el abandono de la doctrina marxista-leninista y asumió el socialismo democrático, y el 15 de agosto de 1990, en sendas resoluciones, dio vía libre al pluripartidismo y a la economía de libre mercado, si bien en la práctica el modelo de economía planificada ya había sido preterido en favor de un sistema mixto. El 30 de noviembre de 1990 la Asamblea promulgó una nueva Constitución, que entre otros cambios removió la condición de República Popular del nombre del país.

Chissano accedió a desconcentrar su extenso repertorio de poderes en el VI Congreso del FRELIMO, a finales de agosto de 1991, cuando sin renunciar a la presidencia del partido delegó parte de sus funciones a un secretario general, puesto de nuevo cuño que el Comité Central confirió a uno de sus hombres de confianza, Feliciano Salomão Gundana. Aunque insuficiente en opinión de la RENAMO, esta mudanza fue un paso en la dirección de separar el partido y el Estado. A estas alturas del curso político, saltaba a la vista que desde la elección de Chissano en 1986 el componente personalista del régimen se había desdibujado y el carácter colegial de la cúpula del FRELIMO había adquirido un nuevo lustre.

Al tiempo que liberalizaba el gobierno interior, Chissano consiguió la asistencia económica y diplomática de Estados Unidos, país que visitó en varias ocasiones hasta el final de su mandato, para suplir los subsidios de la URSS, refinanciar la deuda externa y poner fin a la mortífera guerra civil con la RENAMO, cuya génesis y desarrollo obedecían al enfrentamiento ideológico de la Guerra Fría más que a antagonismos autóctonos de tipo tribal o regional. También, se benefició del nuevo pacifismo exterior del Gobierno sudafricano, que fue paralelo al desmantelamiento del apartheid y a la cuenta atrás para la formación del primer Gobierno del ANC de Nelson Mandela.

Los deseos del presidente se modularon con los de la comunidad internacional. Ciertamente, el viraje prooccidental en la orientación diplomática, la elegibilidad para la asistencia financiera y la misma transición a la democracia no resultaban creíbles a menos que el Gobierno emprendiera un proceso de paz con la RENAMO. El cese de las hostilidades era urgentemente necesario para que pudieran afluir las ayudas al desarrollo y las inversiones.

Las negociaciones arrancaron en junio de 1990 y culminaron el 4 de octubre de 1992 con la firma en Roma del histórico Acuerdo de Paz por Chissano y el líder de la RENAMO, Afonso Dhlakama, quien ya no podía justificar su lucha armada con los argumentos de la vigencia de la dictadura del partido único y la inexistencia de un calendario de elecciones. Atrás quedaban 15 años de terribles padecimientos en los que cerca de un millón de mozambiqueños, alrededor de 850.000, habían muerto, cinco millones habían huido de sus hogares y varios cientos de miles de más habían quedado físicamente mutilados. El país estaba exangüe. Con la mayoría de sus infraestructuras y medios de producción destruidos o paralizados, y con el azote adicional de la peor sequía en 40 años, Mozambique había caído al nivel de desarrollo más bajo imaginable.


4. Dos mandatos presidenciales con legitimidad democrática

Con un considerable retraso sobre el horizonte electoral inicialmente previsto, luego de vencer los riesgos de ruptura del proceso de paz por la reluctancia de Dhlakama a completar el desarme y desmovilización de sus fuerzas y por conflictos con el FRELIMO sobre el reparto de puestos en la administración territorial, y ensombrecidas por el anuncio por la RENAMO, horas antes de abrirse las urnas, de que boicoteaba el proceso porque, a su parecer, no concurrían las condiciones de libertad y limpieza necesarias, las primeras elecciones democráticas en la historia del país se desarrollaron del 27 al 29 de octubre de 1994 con la supervisión y vigilancia de 2.500 monitores internacionales y los 5.000 cascos azules, policías civiles y observadores militares de la Misión de Naciones Unidas en Mozambique (ONUMOZ), que terminó su mandato el último día de noviembre.

Las elecciones que debían certificar el paso de Mozambique a una era de paz y democracia discurrieron en medio de una gran tensión. La Comisión Nacional Electoral (CNE) declaró inválida la decisión de la RENAMO de retirarse del proceso porque no había sido adoptada en el plazo de 72 horas anterior al comienzo de los comicios que establecía la ley, por lo que los votos emitidos a su favor fueron validados. Dhlakama se retractó del anuncio de boicot el día 28, pero continuó dispuesto a gritar fraude si los resultados no confirmaban sus expectativas, como así fue. Las elecciones sonrieron al oficialismo, lo que fue interpretado como una manifestación mayoritaria no tanto de adhesión al régimen ex comunista como del profundo temor, sobre todo en Maputo, que inspiraba la RENAMO, responsable de perpetrar atrocidades en masa contra población civil durante la guerra.

Con una participación del 87,8%, en las presidenciales, Chissano batió a Dhlakama y a otros diez candidatos con el 53,3% de los votos, y en las legislativas, el FRELIMO conquistó 129 de los 250 escaños de la nueva Asamblea de la República. No cabía hablar de victoria aplastante ni de hegemonía parlamentaria, pues la RENAMO sacó 112 diputados con el 37,8% de los votos. La inicial negativa de Dhlakama a reconocer su derrota, alegando un fraude que fue desmentido por los observadores internacionales y la ONU, los cuales únicamente constataron irregularidades de escasa entidad y concluyeron que, en líneas generales, las elecciones habían sido libres y limpias, generó temores sobre la repetición en Mozambique de los sucesos de 1992 en Angola, cuando la equivalente local de la RENAMO, la UNITA, refutó la victoria gubernamental de los ex comunistas y reanudó la guerra civil. Pero aquí la crisis poselectoral fue superada. El 15 de noviembre, Dhlakama aceptó, si bien a regañadientes, los resultados finales, y el 9 de diciembre Chissano prestó juramento como presidente constitucional de Mozambique con un mandato inicial de cinco años.

Desde 1994 Chissano dirigió un país destrozado por la guerra, que dependía completamente de la ayuda internacional. La difícil reconstrucción topó con obstáculos formidables, como la pobreza más aguda, que afectaba a tres cuartas partes de la población, los cientos de miles de minas explosivas que infestaban los campos del país y que había que desactivar y retirar para poner en marcha las explotaciones agropecuarias, la ausencia del Estado en áreas en las que el bandidaje imponía su ley, o la integración en la sociedad civil de los ex combatientes de la RENAMO, a la que como partido Chissano negó la entrada en el Ejecutivo en este período decisivo, a pesar de todas las declaraciones preelectorales en pro del Gobierno de unidad nacional.

En la década de los noventa, no obstante su negativa a compartir el poder con la RENAMO, al mandatario mozambiqueño se le reconoció el mérito, como atestiguó la importante asistencia de los proveedores de fondos, de mantener al país a resguardo del azote bélico, a diferencia de otros estados africanos donde los procesos de paz, rápidamente fagocitados por dinámicas autoritarias, tribalistas o depredadoras de recursos económicos, terminaron por naufragar, siendo en este sentido Mozambique una de las pocas excepciones. Al apaciguamiento de las periódicas tensiones y acusaciones mutuas contribuyó también Dhlakama, que aceptó acomodarse en el papel de líder de la oposición democrática.

Las elecciones generales del 3, 4 y 5 de diciembre de 1999 interrumpieron este pacto tácito de contención y volvieron a agitar, tras un lustro de quietud, los tambores de guerra. Los resultados, con un 52,3% de los votos para Chissano y el 48,5% de los votos y 133 escaños para el FRELIMO frente al 47,7% de Dhlakama y los 117 escaños de su partido, no alteraron el balance de fuerzas revelado en 1994, pero confirmaron a la RENAMO como una alternativa de Gobierno.

Durante la campaña, la antigua guerrilla se mostró muy beligerante, explotando los casos de enriquecimiento ilícito de personas del entorno presidencial y denunciando las actitudes hegemónicas del partido en el poder. Tras confirmarse la reelección de Chissano, la RENAMO, a pesar de la certificación internacional, clamó haber sido víctima de un fraude y amenazó con crear su propio gobierno en las regiones que dominaba en el centro del país.

La tensión degeneró en noviembre de 2000 en los más graves disturbios en Maputo desde el final de la guerra, en los que una decena de manifestantes del partido opositor fue abatida por las fuerzas de seguridad. La brutal respuesta del oficialismo a las protestas de Dhlakama y su gente, amén del asesinato del periodista Carlos Cardoso, tiroteado por desconocidos después de señalar la existencia de una facción "gansteril" en el partido en el poder, no abrió una fisura en las relaciones con la comunidad internacional, que persistió en señalar a Chissano como un buen alumno en la aplicación de las recetas económicas liberales y como un demócrata sincero que no amañaba elecciones y admitía el consenso en los procesos de toma de decisiones.

Los esfuerzos de Chissano por sentar las bases del despegue económico con la atracción de inversiones de múltiples orígenes, desde China a Estados Unidos pasando por el socio más imprescindible, Sudáfrica, para la construcción de infraestructuras de comunicaciones -como el Corredor de Desarrollo entre Maputo y la ciudad sudafricana de Witbank, que incluía una autopista y un oleoducto- y plantas industriales procesadoras de los riquísimos recursos naturales con que cuenta el país –oleaginosas, algodón, azúcar de caña, pesca, hidrocarburos, hidroelectricidad, minerales metálicos-, los cuales estaban arrojando unos resultados muy prometedores, sufrieron un duro golpe con las catastróficas inundaciones de febrero y marzo de 2000, y, de nuevo, enero y febrero de 2001, que en total mataron a 800 personas y crearon un millón de desplazados.

Las calamidades naturales tuvieron un impacto brutal en 2000, año en que la economía sólo creció el 3,9% frente al 9,7% alcanzado el año anterior y la inflación se disparó hasta el 12,3% desde el 1,7% de 1999. Para mayor desgracia, las inundaciones acentuaron las fuertes desigualdades regionales, ya que se cebaron en las provincias centrales, donde el subdesarrollo es más agudo. Desde entonces, la fatal secuencia de inundaciones, sequía y paso del tifón Japhet (marzo de 2003) segó miles de vidas de manera directa o incidental por la destrucción de cosechas, la generación de brotes de hambruna y la extensión de enfermedades endémicas como el cólera y la malaria.

En la recta final del mandato de Chissano, de la catastrófica situación sanitaria en extensas áreas del país daban cuenta informes tanto del Gobierno mozambiqueño como del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), donde se decía que la tasa de mortalidad infantil alcanzaba el 137‰, la esperanza de vida al nacer no sobrepasaba los 38 años y la incidencia del virus del SIDA era del 14%, sobre una población total de 19 millones.

En 2001 el país salió del bache en términos macroeconómicos con un crecimiento del PIB del 12,9%, pero las tasas de los siguientes ejercicios fueron más moderadas, mientras que la inflación anual se mantuvo por encima del 10%. Siempre voluntarioso y emprendedor, el presidente sacó partido de su buena prensa internacional con la firma de nuevos acuerdos de reducción de deuda externa, reescalonamiento de pagos pendientes y obtención de créditos a bajo interés al socaire del Servicio para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza, dirigido por el FMI a los Países Pobres Muy Endeudados (PPME). Asimismo, continuó apostando por el comercio con Sudáfrica y por una serie de proyectos industriales de línea moderna con un gran potencial generador de ingresos pero que requerían poca mano de obra, luego su impacto social de entrada apenas fue perceptible.

El más emblemático de estos proyectos era la fundición de aluminio MOZAL, cerca de Maputo, cuya entrada en servicio en 2000 permitió desde el primer momento recortar considerablemente el déficit por cuenta corriente. Además de la bauxita, el Gobierno esperaba explotar a fondo los yacimientos de titanio y zirconio, metales raros muy bien pagado en los mercados internacionales y cuya exportación tendría que producir un verdadero diluvio de ingresos para el Estado, si bien éstas eran unas perspectivas para realizar en un plazo que excedía el período presidencial de Chissano.

En su capacidad de vicepresidente (1999) y presidente (2000) de turno de la Comunidad de Desarrollo de África Meridional (SADC), Chissano desempeñó una importante labor diplomática en pro del cese de las hostilidades en la enmarañada y muy letal guerra iniciada en 1998 en la República Democrática del Congo, cuyo carácter de gran conflicto regional por la intervención directa de los ejércitos regulares y las rebeliones armadas de varios países vecinos, apoyando a uno u otro bando congoleño, resistió todo intento de pacificación hasta 2002; ahora bien, en el ínterin, el Gobierno de Maputo dio sobrados indicios de simpatizar con su homólogo de Kinshasa en su lucha contra un conjunto de fuerzas rebeldes asistido por los gobiernos de Uganda y Rwanda. En relación con este conflicto, el 20 de noviembre de 2004 Chissano fue uno de los 15 mandatarios africanos que firmaron en la Conferencia Internacional de Dar es Salam la Declaración sobre Paz, Seguridad, Democracia y Desarrollo en la Región de Grandes Lagos.

El interés de Chissano por las dinámicas integradoras y los marcos intergubernamentales se manifestó también en el ingreso de Mozambique en la Commonwealth el 12 de noviembre de 1995 –que le convirtió en el primer Estado miembro no anglófono- y en la promoción de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), que inició su andadura en la cumbre de Lisboa del 17 de julio de 1996. Chissano fue el anfitrión de la III Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno de la CPLP, celebrada en Maputo el 17 y 18 de julio de 2000. En cuanto a la Unión Africana (UA), sucesora de la Organización para la Unidad Africana (OUA) desde julio de 2002, Chissano fue el presidente anual desde el 10 de julio de 2003, fecha del arranque en Maputo de la II Asamblea ordinaria de la organización, al 6 de julio de 2004.


5. Retirada del poder en 2005

Aunque la Constitución de 1990, al establecer, en su artículo 118, que "el presidente de la República sólo puede ser reelegido dos veces consecutivas", facultaba a Chissano para optar a un tercer y último mandato sin período en blanco –si bien algunos juristas opinaban que la cuenta de mandatos debía incluir el ejercido de manera no democrática entre la promulgación del texto y las primeras elecciones pluripartidistas-, el interesado no parecía deseoso de prolongar su presidencia más allá de los dos quinquenios. Tras las elecciones de 1999, aunque la cuestión no estaba elucidada, el FRELIMO empezó a bullir de movimientos internos que apuntaban sin lugar a dudas al escenario sucesorio, llegándose a hablar de una pugna entre, por un lado, Chissano y los conmilitones leales a su línea pragmática y moderada, y, por otro lado, el ala "marxista" del partido, que querría a toda costa la candidatura presidencial para uno de sus miembros.

En diciembre de 2001 Chissano zanjó las conjeturas al anunciar públicamente que no sería candidato en 2004 porque "la gente tiene derecho a retirarse a los 65" y porque el FRELIMO necesitaba encontrar a un postulante "más joven" que hiciera de Mozambique "un país más próspero". En realidad, la decisión ya la conocía el Comité Central del partido desde el mes de mayo. El oficialismo se esforzó en explicar que la mudanza en ciernes, lejos de ser una espantada unilateral de Chissano, había sido discutida sosegadamente en los órganos dirigentes del FRELIMO.

La despedida anticipada de Chissano deshizo una incertidumbre pero abrió otra, ya que importantes sectores de la sociedad civil mozambiqueña, los inversores extranjeros y los donantes de fondos se inquietaron por el posible ascenso de un sucesor del ala radical. Hasta Dhlakama, que tanto había pataleado contra sus derrotas electorales, se confesó disgustado con el anuncio de la partida de Chissano: en su opinión, sólo él había sido capaz de "resistir las guerras de los ortodoxos del FRELIMO".

En aquel momento, sonaban como posibles sucesores el primer ministro Pascoal Mocumbi, la ex primera dama y actual esposa de Nelson Mandela, Graça Machel, y el gobernador de Sofala, Felicio Zacarías. Pero Chissano, implícitamente, señaló como su favorito a un viejo camarada desde el inicio de la lucha por la independencia, Armando Guebuza, actualmente jefe del grupo parlamentario del partido, miembro de la Comisión Política (ex Buró Político) y de paso empresario lucrado con las privatizaciones. Aunque venía haciendo gala de un discurso considerado "nacionalista" en relación con las reformas estructurales de la economía y el diálogo crediticio, Guebuza siempre había secundado las directrices impulsadas por quien sólo era tres años más viejo que él, luego el pregonado cambio generacional no iba a ser tal.

El 8 de junio de 2002, el Comité Central del FRELIMO, sin sorpresas, se decantó por Guebuza para que, conjuntamente con Chissano, que continuaba como presidente de la Comisión Política, es decir, presidente orgánico del partido, le guiara desde ya mismo como secretario general en sustitución de Manuel Jorge Tomé, y en las elecciones de 2004 como el candidato a la Presidencia de la República. Guebuza se impuso con el 70% de los votos a cinco contrincantes entre los que figuraban dos veteranos como el presidente de la Asamblea, Eduardo Mulembwe, y el gobernador de la provincia de Zambezia, Lucas Chomera. La selección del Comité Central fue ritualmente proclamada por el VIII Congreso del partido, celebrado del 13 al 17 de junio.

Vigiladas por monitores de la Unión Europea, la UA, la ONU, la Commonwealth, la SADC, la CPLP, el Centro Carter y el Observatorio Electoral, un colectivo apartidista que integraban la Conferencia Episcopal, la Liga de los Derechos Humanos (LDH) y otras ONG nacionales, las votaciones del 1 y el 2 de diciembre de 2004 discurrieron sin incidentes dignos de consideración, pero la lentitud en el recuento de las papeletas no tardó en crispar las filas de la RENAMO, que se olisqueaba su tercera derrota consecutiva.

Hasta el 21 de diciembre, la CNE no publicó los resultados definitivos, que confirmaron lo adelantado en los días previos: Guebuza se proclamó presidente con un categórico 63,7% de los votos, seguido de Dhlakama con el 31,7% y de otros tres candidatos testimoniales que se repartieron el 4% restante; en las legislativas, el FRELIMO revalidó e incrementó su mayoría absoluta, hasta los 160 escaños. Para el oficialismo, estos resultados eran más contundentes que los obtenidos en las dos elecciones anteriores, echando por tierra la suposición de que la designación de Guebuza, debido a su identificación con el pasado dictatorial del FRELIMO y su dualidad político-empresarial, no había sido la más idónea.

Dhlakama bramó al considerarse la víctima de un "fraude masivo", exigió nuevos recuentos en las circunscripciones conflictivas o, directamente, la repetición de las elecciones, y, tras recibir la respuesta negativa de la CNE, anunció que los diputados electos de la RENAMO no se iban a sentar en la Asamblea. Los monitores confirmaron "defectos" e "irregularidades" de entidad, como que algunos colegios electorales reportaran niveles de participación del 80%, el 90% y hasta el 100%, lo que era de todo punto insostenible e implicaba el escrutinio de papeletas fraudulentas, pero no detectaron un volumen de falsificaciones tal como para alterar sensiblemente los resultados globales. El 15 de enero de 2005 el Consejo Constitucional pretendió zanjar la controversia dictaminando que el recurso presentado por la RENAMO había llegado fuera del plazo legal.

El 2 de febrero, los 18 años largos de presidencia de Chissano tocaron a su fin con la toma de posesión de Guebuza. Poco después, el 7 de marzo, el veterano estadista abandonó también la presidencia de la Comisión Política del FRELIMO y el Comité Central eligió para el puesto a Guebuza, quien no se desprendió de la Secretaría General. Entonces, Chissano comunicó su intención de retirarse completamente de la política para poner en marcha una fundación que portara su nombre y se dedicara a "promover la paz y el desarrollo en Mozambique, en particular, y en toda África".

El ex presidente de Mozambique es doctor honoris causa por las universidades portuguesas de Coimbra (1999) y Minho (2005), miembro del Club de Madrid y vicepresidente de la Internacional Socialista desde noviembre de 1999, en el momento de la aceptación del FRELIMO como miembro pleno de esta organización interpartidista. En su país es miembro honorífico de la Organización de Trabajadores Mozambiqueños, la Organización Juvenil Mozambiqueña y la Organización Nacional de Profesores. Está casado con Marcelina Rafael Chissano, militante del FRELIMO y veterana de la guerra de liberación, y es padre de cuatro hijos.

(Cobertura informativa hasta 1/5/2005)