João Bernardo Vieira

El asesinato en marzo de 2009 en un aparente ajuste de cuentas entre facciones militares del presidente de Guinea Bissau, João Bernardo Nino Vieira, es el último y más impactante episodio de violencia tras una década trufada de rebeliones, movimientos golpistas y choques armados. Quien fuera el comandante de la lucha de liberación nacional contra Portugal y luego, desde el golpe de 1980, jefe del Estado guineano durante 19 años, tiempo en el cual gobernó dictatorialmente antes de autorizar el multipartidismo, sufrió el derrocamiento, el exilio y el repudio de su partido, el PAIGC, como colofón de la guerra civil de 1998-1999. En 2005, inopinadamente, Vieira regresó al poder por la vía electoral democrática, pero fue incapaz de reconducir su país por la senda de la estabilidad. Su desaparición sume en la incertidumbre a esta pequeña nación de África occidental, lastrada por el subdesarrollo, la fragilidad institucional y el narcotráfico.

1. Luchador contra el colonialismo portugués
2. Derrocamiento del presidente Cabral y toma del poder en Bissau
3. El primer período presidencial: monopolio del PAIGC, precariedad económica y democratización
4. La crisis de 1998-1999: revuelta militar, guerra civil y derrocamiento
5. Espectacular retorno a la Presidencia por la vía electoral
6. Cuenta atrás para un doble magnicidio en el narcoestado guineano


1. Luchador contra el colonialismo portugués

Nacido en Bissau, capital de la entonces provincia ultramarina de Guinea Portuguesa, y de padres pobres, desde muy joven empezó a ganarse la vida como electricista, pero en 1959 abandonó esa profesión a raíz de una matanza de varias decenas que marineros y estibadores que se manifestaban en demanda de mejores salarios en el puerto de Bissau. Los abusos y violaciones infligidos a los habitantes autóctonos por unas autoridades que se llamaban así mismas provinciales pero que en realidad aplicaban una política altanera y represiva, típicamente colonial, empujaron a Vieira, como a muchos jóvenes guineanos, a empuñar la causa de la liberación nacional.

En 1960, con 21 años, ingresó en el clandestino Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), fuerza organizada el 19 de septiembre de 1956, con el nombre original de Partido Africano de la Independencia (PAI), por el intelectual filomarxista Amílcar Lopes Cabral, su hermano Luís de Almeida y el técnico de comunicaciones Aristides Maria Pereira. Su objetivo no era otro que conducir al país a la independencia de Portugal y proclamar un Estado que incluyera el archipiélago atlántico de Cabo Verde, adentrado en el océano a casi un millar de kilómetros de las costas guineanas y constitutivo de una provincia de ultramar diferente.

Los dos territorios tenían lazos de todo tipo gracias a siglos de intercambios realizados por la metrópoli común. Repoblado el archipiélago desde los primeros tiempos de la colonización con aborígenes del continente, ahora sucedía que muchos guineanos eran hijos de oriundos de las islas, si no ellos mismos caboverdianos nativos. Éstos eran, precisamente, los casos de Pereira y los hermanos Cabral.

No obstante su juventud, Vieira ascendió rápidamente en el escalafón del PAIGC. En 1961, luego de recibir adiestramiento de armas en la China maoísta, concretamente en la Academia Militar de Nanking, fue nombrado por Amílcar Cabral, que tenía su cuartel general en Guinea Conakry, comandante militar y comisario político de la región sudoriental que hoy recibe el nombre de Tombali. El joven y los hombres bajo su mando se infiltraron desde Guinea Conakry en la zona selvática próxima a la ciudad de Catió con la orden de preparar el inicio de la lucha armada revolucionaria contra los portugueses, tal como habían decidido el PAIGC y los movimientos hermanos de Angola y Mozambique, todos los cuales estaban siendo convenientemente armados por la URSS, China y Cuba.

Fueron guerrilleros a las órdenes de Vieira los que el 23 de enero de 1963, con la toma de acuertelamiento de Tite, dieron el pistoletazo de salida a una guerra de liberación nacional que iba a prolongarse 11 años. En febrero de 1964, en el I Congreso del PAIGC, celebrado en la zona liberada de Cassacá, Vieira fue promovido a comandante en jefe del reorganizado Frente Sur y a miembro del también nuevo Buró Político del Comité Central del partido, adquiriendo así una posición influyente en las alas militar y política del movimiento independentista.

En 1965 se convirtió en vicepresidente del Consejo de Guerra, que junto al Consejo Superior de Lucha integraba el estado mayor que conducía las acciones libradas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias Populares (FARP), en 1967 fungió de delegado del Buró Político en el Frente Sur y tres años después se reintegró en el Consejo de Guerra del PAIGC como miembro de su Comité Ejecutivo. En 1971, portando el nom de guerre de Kabi, pero conocido por todos como Nino, Vieira asumió el mando operativo de las FARP, subordinado al mando estratégico que ejercían colectivamente el Consejo Superior de Lucha y Cabral en particular.

El carismático líder independentista, en el cenit de su prestigio internacional, fue asesinado en Conakry el 20 de enero de 1973 por disidentes del PAIGC que pudieron actuar instigados por los portugueses. Lejos de crear divisiones en sus filas, el magnicidio, que se produjo en plena racha de éxitos militares, reafirmó a la insurgencia guineana en su determinación de doblegar al Gobierno salazarista de Lisboa. La unidad del PAIGC fue escenificada en el II Congreso, celebrado en Madina de Boé Oriental del 18 al 22 de julio de 1973. Allí se definió un Secretariado Permanente integrado, a modo de cuadriunvirato, por Arístides Pereira, nuevo secretario general del partido, Luís Cabral, sucesor del anterior como secretario general adjunto, Francisco Mendès, alias Chico Té, y Vieira, que continuó como comandante operativo de las FARP.

En este período, Vieira siempre mantuvo un pie en el aparato político civil. En tanto que presidente de la Asamblea Nacional Popular (ANP), órgano legislativo surgido de unos comicios desarrollados entre agosto y octubre de 1972 en las zonas liberadas del país, Vieira fue el encargado de leer el 24 de septiembre de 1973 la declaración unilateral de independencia de los dos territorios, Guinea Bissau y Cabo Verde, sobre los que el PAIGC reclamaba la jurisdicción y la soberanía. La proclama independentista fue inmediatamente reconocida por un gran número de países y, a comienzos de noviembre, por la Asamblea General de la ONU. Sesionando en Madina de Boé, la ANP aprobó también una Constitución nacional y eligió un Consejo de Estado, con Cabral de presidente y Chico Té de primer ministro.

La Revolución portuguesa del 25 de abril de 1974 inició la cuenta atrás de la efectiva descolonización de Guinea Bissau y Cabo Verde, aunque las distintas circunstancias en las islas, donde las FARP no operaban, determinaron una evolución política por separado, contrariando los deseos del movimiento independentista, que no pudo imponer este punto al régimen militar luso de los generales Spínola, Costa Gomes y Gonçalves. Así, en el continente, la República de Guinea Bissau inició su andadura de iure el 10 de septiembre de 1974, al cabo de unas conversaciones en Argel que fueron conducidas por un subalterno caboverdiano de Vieira dentro de las FARP, Pedro Rodrigues Pires. Luego, Pires y Pereira, como jefes de la rama insular del PAIGC, negociaron por su cuenta la independencia de la República de Cabo Verde, que fue un hecho el 5 de julio de 1975, tras un semestre de régimen autónomo.


2. Derrocamiento del presidente Cabral y toma del poder en Bissau

Vieira, con el grado de general, se aseguró una posición dominante en el liderazgo del joven Estado, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Guineanas (FAG), comisario (ministro) de las mismas en el Gobierno encabezado por Mendès y presidente de la ANP. Fue coartífice, por tanto, del establecimiento de un sistema de partido único de hecho que, en aras de la seguridad y el esfuerzo de reconstrucción de un país exangüe tras una década larga de guerra, limitó drásticamente las libertades civiles.

Aunque la orientación marxista del PAIGC siempre había admitido múltiples matizaciones –de hecho, Amílcar Cabral rehuía ser etiquetado con ese adjetivo-, el régimen se embarcó en un proyecto de Estado socialista; como primeros pasos, nacionalizó todas las grandes propiedades urbanas y rurales, y lanzó su particular revolución cultural y educativa. Encajonado entre Guinea y Senegal, y con medio millón de habitantes, le pequeña Guinea Bissau apenas explotaba sus recursos naturales y era pobre de solemnidad.

La muerte en un accidente de automóvil del primer ministro Mendès el 7 de julio de 1978, siniestro que, pese al parte oficial, estuvo rodeado de extrañas circunstancias, catapultó a Vieira a la jefatura del Gobierno, luego del interinato ejercido por Constantino Teixeira, ministro del Interior, el 28 de septiembre. Verdadero hombre fuerte del país, el jefe del Ejército se apropió de todo el poder la noche del 14 de noviembre de 1980, en un golpe de Estado tan fulminante como incruento. Cabral fue defenestrado de la jefatura del Estado y detenido, y su función la asumió Vieira como jefe de un Consejo de la Revolución, cuyos primeros decretos fueron disolver la ANP y suspender la Constitución. La junta tenía naturaleza cívico-militar y sus nueve integrantes eran guineanos autóctonos.

Este segundo elemento no pasó desapercibido, dando pie a la teoría más socorrida para explicar las causas del movimiento golpista: éste sería la consecuencia del descontento de los autóctonos, de raza negra y mayoritarios en el ala militar del PAIGC, con la preponderancia adquirida por la élite política de origen caboverdiano, algunos de cuyos miembros, empezando por Cabral, hijo de portuguesa, eran mulatos en mayor o menor grado. Este análisis apuntaba a Vieira, miembro de un grupo etnolingüístico minoritario, los papel, como el capitalizador de un resentimiento que se había agudizado recientemente al aprobar la ANP, el 18 de octubre, un proyecto de Constitución que, en opinión de los militantes nativos del continente, consolidaba el ascendiente de los caboverdianos.

Contrastando con la lógica irritación del Gobierno de Cabo Verde, que veía esfumarse el escenario, demorado desde la independencia, de la unificación gradual de dos estados que se llamaban a sí mismos hermanos, el dictador izquierdista de Guinea Conakry, Ahmed Sékou Touré, principal patrocinador de la lucha guerrillera del PAIGC, se apresuró a reconocer a la junta de Vieira con la mirada puesta en la solución del conflicto fronterizo que venía enfrentado a los dos países.

Aunque en un principio se habló también de un giro a la izquierda de tintes prosoviéticos y procubanos, y de que Vieira no había visto con buenos ojos la política exterior estrictamente no alineada y la cautela ideológica de Cabral, lo cierto fue que el Consejo de la Revolución excarceló a elementos del partido que habían sido represaliados por exponer posiciones moderadas y manifestó su intención de continuar con la línea y el programa de la rama guineana del PAIGC, si bien anunció medidas económicas más enérgicas para superar la crisis alimentaria y el desabastecimiento de todo tipo de productos.

Vieira, erigido en un dictador a todos los efectos, a pesar de las afirmaciones de continuidad, reinterpretó la misión del partido dirigente en un sentido estrictamente guineano. Antes de acabar 1980 indicó a las claras que a su régimen no le interesaba la unificación con Cabo Verde y congeló las relaciones diplomáticas con el Gobierno de Praia; éste, a su vez, en enero de 1981, resolvió romper amarras con el PAIGC, cuya Secretaría General ostentaba todavía el presidente Pereira, y establecer una fuerza política exclusivamente caboverdiana, el Partido Africano para la Independencia de Cabo Verde (PAICV).

En cuanto a Cabral, Vieira, que le veía como un quintacolumnista en potencia de Pereira, dispuso su procesamiento bajo las acusaciones de haber ordenado ejecuciones sumarias de oponentes y de practicar la corrupción y el nepotismo. Los crímenes imputados a Cabral se sustentaban en el descubrimiento de unas fosas comunes que contendrían los cuerpos de cientos de víctimas del régimen, pero este cargo se antojaba un peligroso bumerán, ya que Vieira difícilmente podía alegar que ni estaba implicado ni conocía las violaciones de los Derechos Humanos. Así que no hubo juicio público, ni ningún otro, contra el presidente derrocado. Al cabo de 13 meses en prisión, en enero de 1982, Cabral fue autorizado a salir del país y a exiliarse en Cuba, de donde en 1984 partiría para establecerse en Portugal.


3. El primer período presidencial: monopolio del PAIGC, precariedad económica y democratización

El régimen de gobierno implantado por Vieira se caracterizó por el autoritarismo en lo político, el pragmatismo en lo económico (desde mediados de la década de los ochenta) y su personalismo en todos los aspectos. Aunque duradero y, hasta su traumático final, no especialmente convulso, su estabilidad fue puesta a prueba en varias ocasiones.

La secuencia de perturbaciones comenzó en julio de 1982, con el anuncio de la desarticulación de un complot y el arresto de tres personalidades que habían servido fielmente a Cabral, el ex ministro de Sanidad João da Costa, el comandante Duki Djassi, actualmente jefe de la Seguridad del Estado, y el antiguo embajador en Moscú y La Habana, Honorio Fonseca. Dos años después, el 10 de marzo de 1984, Vieira destituyó al primer ministro desde mayo de 1982 y vicepresidente del Consejo de la Revolución, el civil Victor Saúde Maria, bajo la acusación de conspirar contra la seguridad del Estado. Tres ministros fueron igualmente despedidos y expulsados del PAIGC.

Más gravedad revistió la fallida intentona golpista del 6 de noviembre de 1985, desbaratada en el último momento, mientras Vieira estaba en Estados Unidos de viaje privado, con el arresto del nuevo vicepresidente y ministro de Justicia, luego el número dos del régimen, general Paulo Correia, asimismo ex ministro de los Combatientes, Defensa y Desarrollo Rural. En julio de 1986, Correia, el ex procurador general Viriato Pã Rodrigues y otros cuatro dignatarios fueron condenados a muerte y ejecutados por un pelotón de fusilamiento. Otras cinco personas fueron eliminadas sin formalismos. Todos los ajusticiados, al igual que el comandante de la Policía Militar, general Batista Tagmé Na Waié, que fue destituido, maltratado y abandonado en una isla desierta, pertenecían a la etnia balante, la más numerosa de país (el 30% de la población), lo que hizo temer por un deslizamiento del régimen al sectarismo tribal. En mayo de 1987 la Policía detuvo a una veintena de oficiales de las FAG acusados, de nuevo, de conspiración.

En el aspecto político e institucional, la ruptura con Cabo Verde y la creación del PAICV pusieron en bandeja la elección de Vieira como secretario general del PAIGC en su I Congreso Extraordinario, realizado del 8 al 14 de noviembre de 1981. Por cierto que en esta cita partidaria se hizo un diagnóstico sin pelos en la lengua del "estado catastrófico" del país, acuciado por la penuria de divisas y las limitaciones a la importación de bienes de consumo, incluso los más elementales, imprescindibles para alimentar a la población. La producción agrícola, raquítica, era incapaz de asegurar la autosuficiencia alimentaria. Y el suministro eléctrico brillaba por su ausencia en la mayor parte del país, incluida la capital, que sufría cortes interminables. Eso sí, Vieira y los demás prebostes obviaron la autocrítica y se contentaron con atribuir todas las culpas a "Luís Cabral y un grupo reducido" de individuos, "traidores a las enseñanzas del glorioso líder Amílcar Cabral y a las justas orientaciones del III Congreso del PAIGC" (de noviembre de 1977).

1984 fue el año de la normalización constitucional, que no democrática. El 31 de marzo hubo elecciones a consejos regionales, los cuales se encargaron luego de designar a los diputados de la nueva ANP de 150 miembros. El 13 de mayo el Legislativo adoptó una nueva Carta Magna que, entre otros aspectos, abolía el puesto de primer ministro –vacante desde la remoción de Victor Saúde Maria en marzo-, restablecía el Consejo de Estado como supremo órgano ejecutivo y consagraba el monopolio de poder del PAIGC.

El 14 de mayo el Consejo de la Revolución fue disuelto, con lo que el sistema de gobierno adquirió una naturaleza formalmente civil, y la jefatura del Estado la asumió con carácter interino la nueva presidenta de la ANP, Carmen Pereira, hasta entonces ministra de Salud y Seguridad Social. Dos días después, la ANP invistió a Vieira presidente del Consejo de Estado con la función agregada de jefe del Gobierno. El luego ejecutado general Correia asumió como vicepresidente primero del Consejo de Estado. En el IV Congreso del PAIGC, del 9 al 14 de octubre de 1986, Vieira fue reelegido líder del partido como titular del nuevo puesto de presidente. Y el 19 de junio de 1989 la ANP, elegida cuatro días atrás en los primeros comicios por sufragio universal –pero de lista única-, le otorgó un segundo mandato quinquenal al frente del Consejo de Estado.

En el frente económico y social, Vieira, para mejorar una situación que sólo podía calificarse de desastrosa, con unos niveles de subdesarrollo que hacían de Guinea Bissau uno de los 20 países más pobres del planeta, apostó por un programa de ajuste y apertura sujeto al respaldo financiero del FMI y el Banco Mundial. La retórica socialista del PAIGC hubo de conciliarse con una reforma estructural de claro signo liberal. En diciembre de 1983 el peso guineano fue devaluado un 50% y en los años siguientes el Gobierno lanzó sucesivas medidas de liberalización y desregulación. En 1988 se lanzó un plan cuatrienal centrado en el desarrollo agrícola.

Necesitados desesperadamente de apoyos internacionales, Vieira y los dirigentes del PAIGC depositaron su confianza en la asistencia de los países occidentales, como Francia, al que se solicitó el ingreso en la zona del franco CFA -que, al tratarse de una moneda ajustada al franco francés con un tipo de cambio fijo y gozar de convertibilidad parcial por estar respaldada por el Tesoro galo, debía poner término a la crónica precariedad del peso guineano-, y la antigua metrópoli, Portugal, cuyo presidente, Ramalho Eanes, visitó Bissau en diciembre de 1982. Luego, en junio de 1984, Vieira, en su primer viaje a Lisboa, adoptó un protocolo bilateral por el que Portugal se comprometía a conceder créditos a la exportación y a reestructurar la deuda, y Guinea a devolver a sus dueños las propiedades lusas nacionalizadas tras la independencia.

Incluso los tratos con Cabo Verde se normalizaron con inusitada rapidez, en buena parte gracias a la medida de gracia concedida a Cabral. En junio de 1982 Vieira y Pereira sostuvieron una entrevista en Mozambique y a continuación los gobiernos anunciaron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Por otro lado, en marzo de 1985 Vieira y el presidente de Guinea Conakry, general Lansana Conté, estudiaron en Bissau un acuerdo para realizar prospecciones conjuntas en la zona costera, donde se sospechaba la existencia de bolsas de petróleo económicamente rentables.

Al comenzar la década de los noventa, la situación económica de Guinea Bissau continuaba siendo muy complicada. La deuda externa, superior a los 600 millones de dólares, más que triplicaba el PIB de un país que sólo exportaba frutos secos, cocos, palma oleaginosa y algo de pescado, y que seguía viendo muy lejanas las perspectivas de explotar los yacimientos de fosfatos y bauxita. La renta per cápita no rebasaba los 200 dólares. El Banco Mundial insistía en condicionar su asistencia crediticia a un recorte vigoroso de los gastos corrientes del Gobierno y a la aceleración de las privatizaciones. En octubre de 1990, las presiones de los donantes internacionales de fondos y las propias reclamaciones de la sociedad civil, al hilo de los acontecimientos en la Europa del Este, obligaron a Vieira a convocar una Conferencia Nacional en la que 350 representantes del PAIGC, el Gobierno y la sociedad discutieron las modalidades de una reforma política en profundidad.

La verdadera transición a la democracia pluripartidista arrancó en el II Congreso Extraordinario del PAIGC, del 20 al 25 de enero de 1991, donde se aprobó la supresión del artículo constitucional por el que se arrogaba el monopolio del poder. El mayo, la ANP aprobó la correspondiente enmienda a la Carta Magna y Vieira renunció a sus funciones militares, aunque no se dio de baja aún del Ejército. En noviembre entró en vigor una normativa sobre la libertad de prensa. A mediados de diciembre, el V Congreso del PAIGC dio luz verde al multipartidismo sin restricciones. Y el 27 de ese mes tomó posesión, enmienda constitucional mediante, un primer ministro en la persona de Carlos Correia.

A pesar de este rosario de disposiciones reformistas, Vieira, con el argumento de que había que pautar ordenadamente el proceso, lo que no disimulaba sus reluctancias y titubeos, postergó reiteradamente las primeras elecciones libres. Éstas no se celebraron hasta 1994, más de tres años después de que en Cabo Verde, Pereira y Pires finiquitaran una modélica transición democrática que de hecho les mandó a la oposición. Hasta entonces, el equipo económico del autócrata guineano tuvo que lidiar con los repuntes inflacionarios, que elevaron el índice anual de precios al 50%, con la iliquidez en el pago del servicio de la deuda y con unas cosechas mediocres que seguían sin cubrir el autoconsumo de cereales.

A las elecciones generales del verano de 1994 se llegó en un clima de tensión y incertidumbre que Vieira, con sus sucesivos anuncios de convocatorias y anulaciones (las llamadas a las urnas para noviembre de 1992, marzo de 1993 y marzo de 1994 quedaron en agua de borrajas), alimentó gratuitamente. Las formaciones opositoras provocaron agitaciones callejeras y en agosto de 1993, los arrestos de João da Costa, presidente del Partido de Renovación Democrática (PRD), y del ex general Tagmé Na Waié, miembro del Partido de la Resistencia de Guinea Bissau-Movimiento Bafatá (PRGB-MB), por el mero hecho de emitir críticas al Gobierno, pusieron en tela de juicio una vez más la nueva mentalidad democrática de Vieira. General de cuatro estrellas desde 1992, el dirigente pasó a la reserva del Ejército para poder presentarse a las elecciones presidenciales, donde le salieron siete contrincantes.

El 3 de julio de 1994 Vieira se puso en cabeza con el 46,2% de los votos, porcentaje insuficiente que hizo necesaria la segunda vuelta. El 6 de agosto disputó ésta con Kumba Ialá, un intelectual que había formado a los cuadros del PAIGC y que desde el comienzo de la transición política se había distinguido, al frente del Partido de Renovación Social (PRS), como el más vehemente opositor al régimen, al que derrotó con el 52% de los votos. El resultado puso de manifiesto que Vieira, pese a las denuncias de autoritarismo e ineptitud como gobernante de que venía siendo objeto, conservaba unas cotas notables de popularidad y respetabilidad por su papel histórico en la lucha anticolonial. En las legislativas, el PAIGC se aseguró 62 de los 100 escaños de que constaba la nueva ANP. Los observadores internacionales concluyeron que los comicios habían sido, en líneas generales, libres y limpios.

Tras tomar posesión el 29 de septiembre como, por primera vez en su carrera política, presidente de la República y con un mandato de cinco años, Vieira nombró primer ministro al secretario general del PAIGC, Manuel Saturnino da Costa, y se concentró en intentar deshacer el marasmo económico y aligerar las servidumbres de la deuda externa. El Gobierno lanzó el II Programa de Ajuste Estructural para el período 1994-1997 y en 1995 dispuso una subida del salario mínimo que tuvo como efecto indeseado una escalada de los precios. En julio de 1996 el presidente visitó Portugal y en 1997 se apuntó un doble éxito con la adopción del franco CFA y el ingreso en la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMOA).


4. La crisis de 1998-1999: revuelta militar, guerra civil y derrocamiento

La prolongación de las más precarias condiciones de vida y de un descontento soterrado entre la población fueron el perfecto caldo de cultivo para la asonada militar de junio de 1998, que desembocó en violentas luchas fratricidas devenidas guerra civil. La crisis empezó a gestarse a principios de febrero con la suspensión por Vieira del jefe del Estado Mayor de las FAG, general Ansumane Mané, veterano de la lucha por la independencia y uno de los oficiales que le había secundado en el golpe de 1980, bajo la acusación de estar involucrado en el tráfico de armas a favor de los secesionistas de Casamance, región fronteriza de Senegal. El 6 de junio Vieira apartó definitivamente a Mané del Estado Mayor, cuya jefatura recayó en el general Humberto Gomes.

Lejos de someterse a los decretos del presidente, Mané, luego de acusar a Vieira de ser él mismo el protector del tráfico ilegal de armas, respondió al día siguiente de su remoción con un movimiento golpista que si bien fracasó en el intento de establecer una junta militar hizo que el Ejército se dividiera en dos bandos. Los choques armados por el control de la capital, con los leales a Mané controlando diversas instalaciones militares y el aeropuerto internacional, y en los que no tardó en hacer aparición la artillería pesada, pusieron en fuga a 250.000 despavoridos residentes, así como a los dos millares de súbditos extranjeros.

El presidente pudo resistir el embate de los rebeldes gracias a las tropas, 1.700 soldados, enviadas en su apoyo por los presidentes amigos de Guinea, Conté, y Senegal, Abdou Diouf. El 28 de junio, después de no ser atendidas sendas ofertas de mediación de Gambia y la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), una misión luso-angoleña concertó una primera tregua que sólo tuvo 48 horas de vida.

Vieira, que, con toda razón, temía por su continuidad en el poder, reclamó la intervención del Grupo de Monitorización (ECOMOG) o fuerza militar de interposición de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO, ECOWAS en su sigla inglesa), que ya estaba bregada en la pacificación de los conflictos de Liberia y Sierra Leona, pero este escenario no se presentó hasta finales de año, aunque para entonces la práctica totalidad de los efectivos de las FAG se había pasado al bando de Mané. Si Vieira no fue derrocado en 1998 fue únicamente gracias al auxilio armado de los gobiernos de Dakar y Conakry.

El 1 de noviembre, luego de fracasar los altos el fuego bilaterales del 26 de julio y el 26 de agosto, Vieira y Mané firmaron por separado en Abuja, Nigeria, en la cumbre de presidentes de la CEDEAO, un acuerdo para el despliegue de 1.500 soldados del ECOMOG, la formación de un Gobierno de unidad nacional en el que tendrían asiento los rebeldes y la celebración de elecciones presidenciales y legislativas en marzo del año siguiente. El 3 de diciembre Vieira nombró primer ministro al jurista Francisco José Fadul, un antiguo miembro del PAIGC que venía asistiendo a Mané como asesor legal, el cual sustituyó a Carlos Correia.

El 14 de diciembre las partes confirmaron y precisaron en Lomé, Togo, la agenda política que debía salvar al país de la catástrofe. Tal como había exigido Vieira, las fuerzas guineano-senegalesas se quedaron en Bissau para protegerle hasta que llegaran las tropas panafricanas, cuya avanzadilla, formada por togoleses, entró en la capital el 26 de diciembre. De acuerdo con el plan establecido, el 14 de enero de 1999 Senegal y Guinea empezaron a retirar sus tropas. Vieira parecía haber salido del apuro y se disponía a defender su presidencia en las elecciones del 31 de marzo, pero el 31 de enero las luchas se reanudaron.

La CEDEAO y la Unión Europea emplazaron a los dos archienemigos a negociar cara a cara el punto y final de las hostilidades, y aunque hubo dos reuniones de este tipo, el 14 y el 17 de febrero, en Bissau y Lomé respectivamente, el anuncio por Fadul de que las elecciones no podrían celebrarse hasta después del verano, la reparación por la ANP del honor del general destituido, la conclusión por una comisión parlamentaria de investigación de que el tráfico de armas lo había realizado el entorno de Vieira y su recomendación al pleno de la Cámara, el 16 de abril, de que iniciara un juicio político contra el presidente, y, no menos relevante, la marcha de los soldados senegaleses y guineanos, fueron una serie de factores que animaron al militar faccioso a desdecirse de su promesa de renegar de los instrumentos de fuerza y a dar la puntilla a Vieira, cuya credibilidad como gobernante había tocado fondo, en un fulminante golpe de mano que, no obstante su obvia ilegalidad, fue asumido por la comunidad internacional como un hecho consumado.

Así, el 7 de mayo de 1999, un día después de reanudar los combates con el pretexto de que la guardia presidencial no estaba cumpliendo con la obligación de desarmarse, los hombres de Mané asaltaron el palacio presidencial, rindieron a los soldados lealistas que lo custodiaban y dejaron un pasillo libre para que Vieira saliera a refugiarse en el Centro Cultural Francés. En la violenta refriega murieron varias decenas de uniformados. Poco después, el derrocado mandatario y su familia pasaron a la Embajada de Portugal, donde el 9 de mayo recibió el estatus de asilado político y un día después firmó un documento de rendición incondicional al flamante Comando Supremo de la Junta Militar encabezado por Mané. Por su parte, el general se hizo a un lado el 13 de mayo para que el presidente de la ANP, Malam Bacai Sanhá, veterano oficial del PAIGC, asumiera las funciones de presidente de la República. El Gobierno de Unidad Nacional presidido por Fadul siguió en su puesto.

El despojamiento político de Vieira fue completo el 12 de mayo con la decisión del Buró Político del PAIGC de reemplazarle en la Presidencia del partido por el ex primer ministro Saturnino da Costa, el cual fungió interinamente hasta el III Congreso Extraordinario, del 2 al 6 de septiembre, que otorgó la titularidad a Francisco Benante, un dirigente del sector "renovador". El comunicado emitido por la cúpula del partido en su reunión del 12 de mayo, que negaba el carácter golpista de la mudanza de cinco días atrás porque los órganos constitucionales habían sido respetados y porque la junta militar se había apresurado a entregar a entregar el poder a los civiles, reflejó hasta qué punto el Comandante Nino, otrora ensalzado hasta la categoría de mito, había perdido el favor y el respeto de sus conmilitones. El III Congreso Extraordinario fue más lejos y expulsó a Vieira del PAIGC con el argumento de que estaba manchado por los "delitos de traición e incitación a la guerra".

El 6 de junio de 1999 Vieira y su séquito se montaron en un avión de la Fuerza Aérea Portuguesa que les dejó sanos y salvos en Gambia, de donde cinco días después partieron a Portugal. El Gobierno socialista de António Guterres fue firme en su negativa a entregar a su amparado a las nuevas autoridades guineanas, que querían juzgarle por corrupción. El 11 de junio el ex presidente tomó tierra en la base aérea de Monte Real, de donde se dirigió a una residencia particular que tenía en la ciudad de Vila Nova do Gaia, cerca de Oporto, en la orilla opuesta del río Duero. En los seis años siguientes, el ex dictador guineano fue testigo casi silente del turbulento curso político que siguió a su defenestración. Un mutismo únicamente roto por algunas entrevistas concedidas a medios lusos, en las que manifestó su sensación de amargura y su deseo de retornar a Guinea Bissau en cuanto las circunstancias fueran propicias.


5. Espectacular retorno a la Presidencia por la vía electoral

El convulso sexenio estuvo cuajado de acontecimientos, la mitad traumáticos: las elecciones democráticas, a dos vueltas, de noviembre de 1999 y enero de 2000, que ganaron Kumba Ialá y el PRS frente a Bacai Sanhá y el PAIGC; el intento del general Mané en noviembre de 2000 de reasumir el puesto de jefe del Estado Mayor de las FAG, que le costó la vida en un confuso tiroteo librado con las tropas leales a Ialá; el derrocamiento del mismo Ialá, blanco de una catarata de imputaciones de autoritarismo, nepotismo y mala gestión, en el golpe de Estado perpetrado el 14 de septiembre de 2003 por el sucesor de Mané al frente del Estado Mayor, el general Veríssimo Correia Seabra; días después, la transferencia del poder por la junta militar a un Gobierno presidido por el secretario general del PRS, António Artur Sanhá, a un presidente interino en la persona el empresario independiente Henrique Pereira Rosa, y a un Consejo Nacional de Transición presidido por el propio Correia; las legislativas del 28 de marzo de 2004, que dieron al victoria al PAIGC y que catapultaron a la jefatura del Gobierno a su presidente desde febrero de 2002, Carlos Gomes Júnior; y, poniendo un luctuoso e inquietante colofón, el asesinato el 6 de octubre de 2004 del general Correia por militares amotinados que demandaban el pago de sus soldadas.

Desde Portugal, Vieira anunció su intención de competir como independiente en las elecciones presidenciales programadas para el 19 de junio de 2005. El 7 de abril de ese año puso fin a su exilio aterrizando en helicóptero, procedente de Conakry, en Bissau, donde inscribió su postulación y elevó abundantes exhortaciones a la paz y la reconciliación nacional, aunque confiando en sus posibilidades de provocar una escisión en el PAIGC; la perspectiva parecía harto probable, a tenor de las manifestaciones de apoyo que le tributaron numerosos militantes y dirigentes. El 10 de mayo el Tribunal Supremo publicó la lista de los candidatos presidenciales, y entre ellos estaban Vieira, Ialá por el PRS y Bacai Sanhá, el aspirante que parecía contar con más posibilidades, por el PAIGC.

La luz verde dada por la corte a quien se presentaba como un "combatiente de la libertad de la patria", deseoso de "contribuir a ayudar a resolver las graves dificultades" por las que aquella atravesaba, así como a los también ex presidentes Ialá y Sanhá, generó una importante polémica, ya que contravenía la disposición de la Carta Nacional de Transición que prohibía a los antiguos jefes del Estado presentarse a los comicios. Algunos sectores de la sociedad civil guineana expresaron su temor a que una liza presidencial dominada por estos tres líderes, uno de los cuales iba a regresar al poder, disparara los riesgos de una nueva etapa de confrontación y sectarismo.

La votación del 19 de junio discurrió sin incidentes y Vieira, que concurría sin el respaldo oficial de ningún partido, dio la campanada al arrebatar a Ialá, con el 28,8% de los votos, el derecho a disputar la segunda vuelta con Bacai Sanhá, que quedó primero con el 35,4%. Después de mucho porfiar por unos resultados que los observadores de la CEDEAO, la UE y Estados Unidos consideraron inapelables, Ialá reconoció su derrota y llamó a sus seguidores, muy numerosos en la comunidad balante, a que votaran por Vieira, ya que consideraba al PAIGC su verdadero enemigo. El 24 de julio este inesperado apoyo resultó determinante y el antiguo mandatario se adjudicó la victoria con el 52,3% de los votos. El resultado fue ratificado por la Comisión Electoral el 10 de agosto.

Eufórico, Vieira apaciguó las quejas de Sanhá sobre la detección de algunas irregularidades en el proceso electoral elogiando sus credenciales democráticas, y con optimismo proclamó: "Desde hoy, Guinea Bissau toma la dirección correcta". Con una infraestructura productiva destrozada por la guerra, las inversiones volatilizadas y el 80% de la población de 1.500.000 habitantes viviendo bajo el umbral de la pobreza –y, ahora mismo, además, golpeada por una epidemia de cólera-, la empresa regeneradora no podía ser más urgente y abrumadora. El 1 de octubre de 2005 Nino Vieira tomó posesión de su segunda presidencia constitucional con un mandato de cinco años, en una ceremonia a la que no asistió ninguno de los 17 presidentes africanos invitados al evento, amén de ningún jefe de un Estado miembro de la CPLP.

Su primera decisión de calado, el 28 de octubre, destituir al primer ministro Carlos Gomes –quien ya había advertido que si Vieira ganaba las elecciones él dimitiría porque no podía "cohabitar con un bandido y un mercenario que traicionó a su propio pueblo", y sustituirle, el 2 de noviembre, por Aristides Gomes, uno de los dirigentes del PAIGC suspendidos en mayo por haber "violado los estatutos y orientaciones del partido" al salir a respaldar a Vieira, provocó la reacción airada del antiguo partido único, que acusó a quien durante dos décadas había sido su máximo dirigente de violar la Constitución al designar un primer ministro no perteneciente al grupo parlamentario con más escaños. Días después, Gomes presentó un Gabinete de coalición en el que estaban representados el PRS, el Partido Unido Social Demócrata (PUSD), la Unión Electoral (UE) y el Partido de la Convergencia Democrática (PCD), además de la facción pro Vieira del PAIGC, todos los cuales sumaban una confortable mayoría absoluta en la ANP.

El vislumbre por Vieira de una era de estabilidad y prosperidad en Guinea Bissau se quedó en un simple brindis al sol. El presidente hubo de afrontar tres grandes focos de conflictividad: las pésimas relaciones con los partidos parlamentarios, la alarmante infiltración en el país, aprovechando la debilidad del Estado y la corrupción generalizada, de los carteles latinoamericanos de la droga (cocaína) y, lo más peligroso para él, el descontento en los cuarteles, que no tardó en emitir el ruido de sables, sintonía tristemente recurrente en el país de África occidental. No en vano, el jefe del Estado Mayor de las FAG era uno de los enemigos declarados de Vieira, el general Tagmé Na Waié, que había sido promovido al cargo por el primer ministro Carlos Gomes para reemplazar al asesinado Correia Seabra. El militar había tomado partido por su camarada Mané en la guerra civil de 1998 y 1999, durante la cual, según confesó en una entrevista a una televisión portuguesa, había tenido como misión liquidar físicamente al acosado presidente de la República.

El 19 de marzo de 2007, en medio de serias dificultades para obtener la ayuda reclamada a los donantes y cooperantes internacionales que Bissau consideraba vital para luchar contra las mafias que controlaban el narcotráfico y la emigración clandestina, y que habían convertido el país en una gran plataforma de distribución y en puerto de embarque de ambas actividades con destino a Europa, el PAIGC hizo prosperar en la ANP una moción de censura contra el primer ministro Aristides Gomes, forzando su dimisión diez días después y el nombramiento por Vieira de un sustituto en la persona de Martinho Ndafa Kabi, vicepresidente del ex partido único. Ndafa Kabi fue la opción consensuada por el PAIGC, el PRS y el PUSD, que firmaron un pacto de estabilidad política antes de repartirse los puestos ministeriales.


6. Cuenta atrás para un doble magnicidio en el narcoestado guineano

Tras ser obligado por los partidos a nombrar un primer ministro que no era de su gusto, Vieira vio cómo Ndafa Kabi y el general Na Waié le restaban protagonismo al erigirse en los adalides de la guerra sin cuartel, pese a los escasísimos medios disponibles, declarada a los narcotraficantes latinoamericanos, colombianos y venezolanos mayormente, que venían operando a sus anchas, con prestaciones aéreas y navales, en varias islas y áreas costeras remotas donde el Estado virtualmente no existía. En agosto de 2007 el primer ministro anunció que el Ejército había recibido de él la orden de abrir sin miramientos fuego de artillería contra cualquier avión sospechoso que sobrevolara el espacio aéreo nacional.

No se ocultaba, a la luz de los enormes alijos de cocaína decomisados en los últimos meses, y de las detenciones de personal militar involucrado en su trasiego, que sectores de las FAG estaban sacando tajada de dicha actividad criminal. Entre los detractores del presidente había quienes atribuían a Vieira, con el respaldo de algunas unidades militares, vínculos con el narcotráfico, quizá en la forma de tolerancia de sus negocios a cambio de ciertas gratificaciones económicas, más que de una participación lucrativa en los mismos. Según esta especulación, Na Waié sería visto por el entorno presidencial como un obstáculo a esa connivencia clandestina. Entretanto, comentaristas y analistas empezaban a referirse a Guinea Bissau como el "primer narcoestado africano".

En diciembre de 2007, tras solucionar una serie de desacuerdos en torno a las respectivas cuotas de poder en el Gabinete, la alianza PAIGC-PRS-PUSD, en la práctica un Gobierno de unidad nacional, sacó adelante en la ANP una ley de amnistía para cualquier acto de violencia política cometido entre 1980 y 2004. Cuatro meses después, Vieira firmó esta amnistía, pero la medida no sirvió para disipar una atmósfera enrarecida.

La tensión política se disparó en el verano de 2008. En julio, el PAIGC, luego de retirar su apoyo a Ndafa Kabi, se desvinculó también del pacto de estabilidad tripartito. A continuación, el ministro de Justicia y el fiscal general de la República denunciaron haber recibido amenazas de muerte en relación con las detenciones de tres presuntos narcotraficantes venezolanos y de un alto cómplice local, el jefe del control del tráfico aéreo. El 5 de agosto Vieira, en un intento de zanjar la crisis política y de imponer su cuestionada autoridad, decretó la disolución de la ANP, cuyo mandato de cuatro años ya había expirado luego de cancelarse las elecciones de marzo, forzó, en consecuencia, el cese del Gobierno de Ndafa Kabi y nombró a Carlos Correia, miembro del PAIGC y que ya había ocupado el cargo en dos ocasiones en la década anterior, primer ministro con la misión de organizar las legislativas del 16 de noviembre.

Pero el ejercicio de democracia estuvo emparedado nada menos que por dos intentonas castrenses contra Vieira. El 9 de agosto, sólo tres días después de asumir el nuevo primer ministro, el Ejército anunció el desbaratamiento de una tentativa golpista de oficiales de la Marina que, encabezados por su comandante en jefe, almirante José Américo Bubo Na Tchuto, habían tratado de hacerse con el poder aprovechando que el general Na Waié se encontraba fuera del país. Na Tchuto eludió su arresto escapando a Gambia, pero la Policía gambiana lo detuvo inmediatamente. Portavoces de la Presidencia ligaron la conspiración al omnipresente narcotráfico.

El caso era que la Armada guineana estaba en el punto de mira desde enero de 2007, cuando su jefe de Estado Mayor, el comodoro Mohamed Lamine Sanhá, un oficial con un rico historial golpista que había sido colaborador de Ansumane Mané y al que se le tenía por enemigo de Na Waié, fue asesinado por pistoleros vestidos de civiles, crimen, por cierto, que el líder del PAIGC, Carlos Gomes, denunció como un caso de terrorismo de Estado.

Paradójicas, hasta cierto punto, fueron las elecciones legislativas del 16 de noviembre de 2008, que pese a tanta inestabilidad y desbarajuste nacional constituyeron un éxito de organización, alabada por los observadores internacionales por su orden y transparencia, y de participación, que alcanzó el 82% del censo. El logro cabía adjudicárselo sobre todo al Gobierno de Correia, aunque Vieira, con su actitud sobria y facilitadora, también podía reclamar su parte de las felicitaciones exteriores. El amplio ganador, con una mayoría absoluta de 67 escaños, fue el PAIGC, registro que el PRS, pese a los informes aprobatorios de los monitores internacionales, denunció como fraudulento. La fuerza política montada por los partidarios del presidente, el Partido Republicano para la Independencia y el Desarrollo (PRID), con Aristides Gomes de líder, fracasó en su objetivo de quebrar la supremacía electoral del PAIGC, quedando tercero con sólo tres escaños.

El 23 de noviembre, estando en curso las negociaciones para la formación del nuevo Gobierno, el país se sobresaltó con el enésimo disturbio militar: ese día, mientras el presidente y su familia se hallaban en su interior, el palacio presidencial de Bissau fue atacado con armas pesadas y automáticas por un grupo reducido de uniformados. Los disparos mataron a dos soldados del destacamento presidencial. Vieira buscó la asistencia de su buen amigo Abdoulaye Wade, el presidente de Senegal, al que telefoneó para informarle del aparente intento de magnicidio cuando los tiroteos todavía continuaban.

El confuso episodio quedó zanjado con el arresto de algunos sediciosos y de su presunto cabecilla, el sargento naval Alexandre Tchama Ialá (capturado en Dakar), cuyo movimiento pareció quedarse a mitad de camino entre el motín y el verdadero intento de golpe de Estado. Los rebeldes fueron identificados como partidarios del ex presidente Kumba Ialá, que estaba irritado por su derrota electoral y que contaba con muchos apoyos en la milicia; de hecho, Tchama Ialá no era sino un sobrino suyo. El 25 de diciembre, de conformidad con el veredicto de las urnas, Vieira nombró primer ministro a Carlos Gomes, que entró en funciones el 2 de enero de 2009, poniéndose al frente de un Gabinete monocolor.

Sobre las esperanzas de un principio de estabilidad en el baqueteado país africano volvió a caer un jarro de agua fría el 6 de enero, al denunciar el general Na Waié que soldados miembros de una guardia de corps creada por Vieira para su protección personal a raíz de los sucesos del 23 de noviembre habían intentado matarle a tiros cuando se disponía a acudir en su vehículo a un llamado urgente del palacio presidencial. Recientemente, el jefe del Estado Mayor había vertido duras críticas al jefe del Estado, si bien éste le había expresado a Wade su convicción de que aquel no estaba detrás del bombardeo palaciego. El añejo enfrentamiento entre los dos hombres más poderosos del país se encontraba, según parecía, en su momento álgido.

El desenlace de este crudo pulso fue brutal. En la noche del 1 de marzo, Na Waié resultó muerto en un atentado con bomba detonada con temporizador o bien accionada por control remoto -un método extrañamente sofisticado a la hora de dirimir pendencias de altos vuelos en esta parte del mundo, donde impera la cultura del fusil Kalashnikov, lo que hizo sospechar a algunos expertos de la larga mano del crimen organizado latinoamericano- en las oficinas del Estado Mayor de las FAG en Bissau. Las instalaciones quedaron parcialmente destruidas.

En las horas siguientes, durante la noche y la madrugada, se escucharon tableteos de armas automáticas en la capital, mientras medios periodísticos se hacían eco de que en los cuarteles se estaban difundiendo las consignas de "perseguir" a los agresores y de "vengar" a Na Waié. A primera hora de la mañana del 2 de marzo, un pelotón de soldados se presentó en el complejo presidencial, se internó en la vivienda privada de Vieira y sorprendió indefenso al jefe del Estado, que, incomprensiblemente, no estaba protegido por ningún escolta o guardaespaldas. Según las primeras informaciones, Vieira fue acribillado a balazos y muerto, si bien un periodista local, citando una fuente militar, contó a la BBC que también fue atacado con armas blancas, luego de confesar a los asaltantes que la orden de liquidar a Na Waié había partido de él. Antes de retirarse, los asesinos saquearon y destrozaron la residencia presidencial.

Días después, nada menos que el famoso escritor de thrillers políticos Frederick Forsyth, quien casualmente se encontraba en Guinea Bissau documentándose para su próxima novela, pintó un cuadro más nítido y atroz del final de Vieira: según el autor británico, al presidente sus agresores intentaron matarle primero arrojándole a través de la ventana de su villa una bomba que hizo desplomar parte del techo sobre su cuerpo; malherido, consiguió zafarse de los escombros y tendido en el suelo lo encontraron los soldados, que le dispararon a bocajarro, aunque tampoco ahora resultó muerto. Aún con vida, los asesinos trasladaron a Vieira a la casa de su suegra y allí lo descuartizaron a machetazos.

Las noticias del doble magnicidio suscitaron reacciones de repudio y consternación en los gobiernos de África occidental, particularmente en Senegal, y las enérgicas condenas de la antigua metrópoli colonial, Portugal, la CPLP, la CEDEAO, la Unión Africana y la Unión Europea, así como del Consejo de Seguridad de la ONU, en una declaración presidencial emitida el 4 de marzo.

En Bissau, el Gobierno decretó siete días de luto nacional por Vieira y Na Waié, y la apertura de una comisión de investigación integrada por la Policía Judicial, la Justicia Militar y el Tribunal Supremo para esclarecer ambos asesinatos y llevar a sus autores ante la justicia. Al mismo tiempo, los jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea se encargaron de transmitir al primer ministro Gomes que lo sucedido ni era un golpe de estado ni ponía en peligro el orden constitucional y las instituciones democráticas. Las mismas fuentes militares que en la víspera habían hablado de venganza, se desdijeron ahora enfatizando que las muertes de Na Waié y Vieira no estaban conectadas y que al presidente lo había matado "un grupo de personas que no conocemos". Gomes alabó a los militares, a los que llamó "patriotas" por no haber cubierto el vacío de poder con la típica junta golpista. El 3 de marzo, en aplicación de la previsión constitucional, el presidente de la ANP, Raimundo Pereira, del PAIGC, juró como presidente de la República interino con mandato hasta la celebración de elecciones en el plazo de 60 días.

(Cobertura informativa hasta 6/3/2009)